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La inclinación “progresista” por el capitalismo verde

Raúl Prada Alcoreza :: 08.12.13

No se puede esperar mucho de las cumbres burocráticas, que forman parte del orden mundial. La esperanza está en los pueblos, la lucha de los pueblos, en una alianza de los pueblos en defensa de la madre tierra y de la vida, en contra del capitalismo, financiero y verde, extractivista y de despojamiento y desposesión

La inclinación “progresista” por el capitalismo verde
Raúl Prada Alcoreza

Haciendo un poco de historia, transcribimos lo que redactamos en Figuraciones hacia el Vivir Bien:
Las iniciativas de las naciones unidas frente a lo que llama eufemísticamente cambio climático comenzó en Bali, el 2007, con la Cumbre de la ONU sobre el cambio climático (COP 13); esta Cumbre abrió el camino hacia la Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), a través de la Cumbre de Poznan 2008 (COP14). En la Cumbre del Clima se tenía que negociar la continuación del Protocolo de Kyoto, que vence el 2012, empero por la intransigencia o reticencia de los países más contaminantes del planeta, entre los que se encuentra Estados Unidos de Norte América, fracasa la negociación de la COP 15, que es considerada por algunos especialistas una de las últimas oportunidades para evitar una catástrofe planetaria. Después vino la Cumbre de México, que se efectúo en Cancún (COP 16), donde de alguna manera se vuelve a repetir la misma situación, el boicot de los países industrializados y responsables mayores de la contaminación; aunque esta vez se llega a firmar una resolución por mayoría, no por consenso, pues la posición de Bolivia queda al margen. La resolución tiene que ver con un fondo mundial de reforestación, de la cual participan los estados con el objeto de reforestar los territorios afectados, con lo que se termina de mercantilizar la restauración, reposición y compensación de daños, cooptando a los países afectados a la estrategia del capitalismo verde[1].

Las Cumbres mundiales sobre temas tan importantes como el medio ambiente y el cambio climático, han resultado encuentros burocráticos, hegemonizados por los llamados países desarrollados y por los emergentes BRICs. Después de la Cumbre de Kyoto, conocido como Protocolo de Kyoto, también como Cumbre del Clima, donde los países se comprometieron a bajar sus emisiones de gas de efecto invernadero, no hubo avances, sino más bien retrocesos. Bolivia jugó un papel importante en la Cumbre de Copenhague de 2009 (COP15), cuando se enfrentó al discurso dominante, que justificaba la no ratificación del compromiso de Kyoto, con argumentos burocráticos y haciendo gala de un doble discurso. Fue cuando el presidente de Bolivia habló ante cien mil activistas y convocó a los pueblos y movimientos a realizar una anti-cumbre, una Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático y Defensa de la Madre Tierra (CMPCC). Conferencia que se llevó a cabo en Tiquipaya-Cochabamba; la misma que sacó resoluciones avanzadas en defensa de la madre tierra. En la Cumbre de Cancún (COP 16), la posición boliviana, contra el capitalismo verde, contra la venta de carbono, quedó solitaria, abandonada por los países del Alba, que firmaron las resoluciones de Tiquipaya. Después la política boliviana al respecto, en la práctica, siguió el curso que tomaron los países del Alba, la opción, aunque camuflada, del capitalismo verde.
En Cancún los países del Alba no vieron viable la posición boliviana, optaron por un camino pragmático; prefirieron acceder a los fondos de compensación por no talar bosques. Esta posición de los gobiernos “progresistas” condice con su apego al modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No resultaría esto contrastante con la opción del gobierno boliviano, también inclinado a expandir y profundizar el extractivismo minero, hidrocarburífero y de la ampliación de la frontera agrícola. Sin embargo, el gobierno boliviano, por lo menos en lo que respecta a los foros internacionales, mantuvo una posición de defensa de la madre tierra, por exigir a los países desarrollados ratificar el compromiso de Kyoto de bajar las emisiones de gas, incluso en las resoluciones de Tiquipaya de bajar en un 50% estas emisiones. Posteriormente a Cancún, con la salida de Pablo Solón, quien llevaba adelante esta política, la posición boliviana se debilitó y retrocedió en toda la línea. Claro está, que discursivamente, se esfuerzan en mantenerlas apariencias.
En la COP19, llevada a cabo en Varsovia, los países desarrollados y los BRICs volvieron a hegemonizar las resoluciones. Es más, eludieron los temas principales pendientes. Las expectativas eran que, por lo menos, las partes involucradas, particularmente los países desarrollados, formulen compromisos serios de reducciones de emisiones, medibles reportables y verificables. Teniendo en cuenta responsabilidades comunes, aunque diferenciadas, además de tomar en cuenta las responsabilidades contraídas históricamente, como deuda ambiental y colonial. Por otra parte, se esperaba que los países desarrollados se fijen operativamente obligaciones para el traspaso de financiamiento público. Con el objetivo de lograr los 100 mil millones de dólares anuales para el 2020, haciendo posible las acciones de mitigación y adaptación. Particularmente en los países llamados “en desarrollo”. Se esperaba también el diseño de un sistema de mecanismo de daños y pérdidas para atender a las poblaciones afectadas por desastres climáticos, comenzando a cubrir los requerimientos de los países más pobres. Aclarando los compromisos de financiamiento[2].
Las expectativas quedaron nuevamente frustradas. Los “países desarrollados” volvieron a obstaculizar el avance sobre de estos temas pendientes. De manera distinta, en contraste, lo que se ha efectivizado es la apertura al financiamiento privado, en el marco del capitalismo verde. El compromiso de Kyoto quedó en el olvido; en vez de su ratificación, cada vez más suspendida, se minimizaron los compromisos, alargando indefinidamente la permanencia de la peligrosa emisión de gases de efecto invernadero.
La posición boliviana no dejó de ser declarativa, empero débil, sin mayores consecuencias. La fuerza interpeladora volvió a radicar en la “cumbre” paralela de la sociedad, que en las calles, volvió a hacer patente la hipocresía de Naciones Unidas.

Se puede colegir, teniendo en cuenta la historia frustrante de las Cumbres mundiales, que no se puede esperar mucho de estas Cumbres burocráticas, que forman parte del orden mundial. La esperanza no está ahí, espacio institucional del imperio, que forma parte de los escenarios de legitimación de la dominación mundial, sino en los pueblos, en la lucha de los pueblos, en una alianza de los pueblos en defensa de la madre tierra y de la vida, en contra del capitalismo, financiero y verde, extractivista y de despojamiento y desposesión.

[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Particularmente el capítulo Figuraciones hacia el vivir bien. Abya Yala; Quito, 2014. Dinámicas moleculares; La Paz, 2013.
[2] Ver de Martín Vilela La cop19 nada que festejar. Plataforma del Cambio Climático. La Paz, noviembre de 2013.


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