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Principios y valores de una nueva democracia

03.09.03

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

Como hemos venido señalando en textos anteriores, la crisis de la modernidad ha puesto a la democracia al desnudo. Su ineficacia para garantizar el derecho de todos es ya algo indiscutible y por eso distintos sectores sociales y localidades buscan formas de restituir los principios y valores de una nueva democracia. Observando las experiencias que anotamos en el último escrito, podemos extraer algunas síntesis que pueden ser de utilidad para los grupos de reflexión sobre una nueva democracia y un nuevo derecho que proponemos.

Participación popular: En las experiencias que anotamos se percibe que sectores de la población, en especial los más necesitados, se agrupan y desarrollan actividades de conjunto, sean éstas de autogestión productiva, autogobierno, búsqueda de soluciones, etc. En la misma medida que el Estado se distancia cada vez más dejando de cumplir sus tareas tradicionales de atención a la población en áreas como la salud, educación, empleo, vivienda, tierra para trabajar y servicios en general.

La ‘participación’ en las instituciones como municipios, sea en las modalidades de presupuesto participativo o consejos municipales de áreas, ha resultado una demagogia que ha frustrado las espectativas creadas por esos programas populistas. No ha habido avances. La mentada expansión democrática desde las instituciones ha significado solamente la instrumentalización de la población y la cooptación institucional formal.

Diálogo social: Los participantes de esas experiencias practican el intercambio de ideas y el análisis de propuestas para la búsqueda de soluciones a los problemas y necesidades locales. Se desarrolla el respeto a las ideas diversas y se escucha a los otros sin intentos de imposición de ideas fijas. Se discute cara a cara. La gente se conoce más. Se crecen la iniciativa y la creatividad. Se aprende a convivir con los demás. Las sugestiones fluyen con dinámica.

Solidaridad y afecto: La necesidad de encontrar soluciones en base a los recursos propios de la población autoorganizada y la reutilización de los medios materiales y naturales que existen en la localidad para el uso común, está llevando a una mayor identificación de unos con los otros. Se estrechan lazos de comprensión, respeto personal y afecto. Se acortan las distancias y crecen los lazos afectivos. Los sentimientos encuentran espacio de manifestación y expansión escapando del círculo cerrado de la familia patriarcal y circulando entre los miembros de la comunidad en construcción unida por el interés común de la sobrevivencia y de alcanzar formas de vida plenas y dignas.

Convivir con las diferencias: Todos tenemos gustos y apreciaciones distintas sobre mil cosas y situaciones. Los sistemas democráticos formales, centralizados y autoritarios persiguen la homogenización del comportamiento social. En estas experiencias que hemos anotado eso no sucede, sino que ha sido posible establecer formas de convivencia donde las características individuales encuentran posibilidades de realización y expansión, pues dentro del marco común de la identidad, las soluciones encontradas y los problemas en vías de resolución han abierto caminos de enriquecimiento moral y crecimiento personal, como en los casos de la autogestión productiva o las propias discusiones e intercambios.

Fin de las vanguardias y jefaturas: Ésta ha sido una notable conquista de las experiencias de una nueva democracia, donde no se trata de que un grupo o persona se coloque ‘a la cabeza’ de la autoorganización de la localidad, sino que el concierto de las voces de todos y el intercambio constante decidan los caminos a seguir. Eso no ha estado excento de contradicciones, pues los partidos e ideologías insisten en ‘penetrar’ estas actividades democráticas de base para ‘dirigirlas’ detrás de la estrategia tal o cual.

Substitución de la verticalidad por la horizontalidad:
Normalmente las formas democráticas autoritarias han priorizado por el funcionamiento vertical, por medio de estructuras que en forma piramidal ejercen poder de arriba hacia abajo. Esa es una democracia jerárquica, donde los de abajo deben respetar y seguir las orientaciones de los de arriba y estos últimos seguir a los que están en la punta de la pirámide. La nueva democracia ha acabado con ello y no cuenta con esas estructuras verticales de comando, sino que las decisiones se toman en asambleas horizontales donde cada uno tiene la misma autoridad que los otros, reflejando así la esencia de la soberanía popular.

Autonomía social: Éste es un tema de fuertes discusiones, pero el hecho concreto es que la autonomía ha sido la única forma de recuperar la plenitud del ejercicio democrático de la soberanía popular, ya que la injerencia de los partidos o instituciones del Estado se presentan como ineficaces y contradictorias con los intereses de la población, comenzando con que las propuestas o ‘decisiones’ son tomadas por fuera del sujeto social y desde allí (gabinetes, grupos intelectuales, etc) se pretende orientar los rumbos de las localidades intentando ‘representar’ los intereses reales de la gente sin consultarla o a veces ‘consultando’ por medio de preguntas capciosas y direccionadas. Una nueva democracia debe obviamente superar esas orientaciones provenientes del exterior del sujeto de la soberanía y reponer la capacidad de decidir en el pueblo soberano cansado de las injusticias, desigualdades y falta de derechos.

El fin del voto y de la dictadura de la mayoría: Éste ha sido otro gran aporte de las experiencias de nueva democracia, donde las decisiones tienden a llegar al consenso por vía del diálogo y del intercambio fraterno, y no como en la democracia prehistórica que aún estamos soportando, donde el diálogo es substituido por la imposición del voto, que no permite la construcción conjunta de una idea común.

Seguiremos con el tema.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)


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