Las prácticas y valores zapatistas son contrahegemónicos
La escuelita y el poder civil zapatista
Magdalena Gómez
La Jornada
Fui alumna en la escuelita zapatista del 3 al 7 de enero. Lo de alumna no es retórico; realmente los zapatistas se toman muy en serio su propósito de enseñar las lecciones que les han dejado los 19 años del proyecto que hoy conocemos como juntas de buen gobierno y que se inició con la declaración de municipios autónomos a partir de las tierras recuperadas en diciembre de 1994. El empeño y la organización de maestras y maestros, así como las y los votanes (guardianes), dan cuenta de la convicción del zapatismo sobre el sentido del diseño de un proyecto que aspira a compartir con amplios sectores sociales su experiencia de construcción social de la autonomía, sus aciertos, pero también sus tropiezos. En la segunda y tercera vueltas, diciembre y enero, participamos alrededor de 4 mil personas de diversas regiones del país y fuera de él. Jóvenes en su gran mayoría. Sólo imaginemos el esfuerzo que significó para las comunidades zapatistas.
Mostraron cómo han organizado sus tres niveles de gobierno: la comunidad a la que llaman el pueblo, los municipios autónomos y las juntas de buen gobierno. Destaca el cuidado que han puesto en la expresión de nuevos valores o principios con el pueblo al mando. Enfatizan la libertad que han logrado mediante la resistencia autónoma. En ello se mostró la aplicación de la ley revolucionaria de mujeres zapatistas y los avances notorios en su participación en todos los niveles y tareas. El tema de la justicia autónoma fue ilustrado con casos emblemáticos que colocan de nueva cuenta un contrapunto a la justicia estatal. El capítulo más complejo es el relativo a la economía; sin embargo, lo enfrentan con proyectos para la autosubsistencia familiar, así como para los gastos de operación de los tres niveles de gobierno. En conjunto explicaron cómo se ejerce la democracia directa, evitando las desviaciones que conlleva la supuestamente representativa que se practica en el país. En cada uno de los temas evitaron las meras abstracciones y se remitieron a la prueba de los hechos. En las sesiones de preguntas y respuestas abordaron sus logros, errores y a la vez las provocaciones del Estado a través de indígenas partidistas. Todo este esfuerzo busca, como ellos dicen, sembrar la semilla de la autonomía de manera que cada quien la adapte a sus condiciones y contexto. Ciertamente es difícil repetir en otras regiones un proyecto integral como el zapatista; sin embargo, hay avances en distintos ámbitos como el trabajo de las mujeres y la justicia y diversos proyectos de sustentabilidad. Pero, sobre todo, hay resistencia organizada frente a megaproyectos. Ojalá se encuentre un espacio en la escuelita para que se compartan también estas experiencias de forma más sistemática.
Queda claro que las juntas de buen gobierno o caracoles es el resultado de una decisión política del EZLN, cuya dimensión suele evadirse, en especial por sus eternos críticos. Quienes en 1994 cuestionaban alarmados la vía armada y después alimentaban la idea de que un ejército que se preparó para la guerra, ¿qué haría con sus milicias en la larga fase de cese al fuego?, jamás se acercaron a reconocer que se trataba de una organización con sólidas raíces en los pueblos. Este hecho explica que lograran dar la vuelta a lo militar y utilizar la base material de las tierras recuperadas para poner en práctica una nueva ética bajo el principio de mandar obedeciendo, que expresa una teoría del poder desde abajo y a la izquierda. Esta dimensión está presente en su decisión de construir un poder civil para lograr la autoeducación, la autosubsistencia, la salud, justicia y gobierno autónomos. Es un proyecto inédito para una guerrilla que, sin derrocar al poder nacional, ha construido su espacio autónomo. Los sectores oficiales y sus adherentes se preguntan si tiene aún fuerza el EZLN, siempre en lógica mediática, y omiten toda referencia al trabajo organizativo de 19 años. Al zapatismo no parece importarle convencer al Estado sobre su proyecto; en cambio se empeña en que sectores de los más diversos contextos y experiencias, en el país y fuera de él, lleguemos a su casa y con generosidad y mucha paciencia nos muestran el sentido profundo de su resistencia, con la esperanza de que algo de ello se convierta en semilla y que germine. La escuelita reafirma mi opinión de que el EZLN ha logrado apropiarse de una zona virtualmente liberada aun con territorios discontinuos y en convivencia no siempre tersa con lo que coloquialmente llaman los hermanos partidistas, que suelen ser los príistas. No se trata de una ocupación para seguir haciendo lo mismo; sus prácticas y valores son realmente contrahegemónicos y tienen plena conciencia de ello. Reafirmaron la vía pacífica y con insistencia anotaron: “La resistencia es nuestra arma. No luchamos por la muerte, lo hacemos por la vida, por la libertad de todos los pueblos del mundo”.