Una niña, un mecánico, tres mujeres y un anarquista reflexionan sobre la urgencia de atender las enseñanzas recibidas en las comunidades rebeldes de Chiapas.
Escuelita Zapatista: la persistencia de la enseñanza
Una niña, un mecánico, tres mujeres y un anarquista reflexionan sobre la urgencia de atender las enseñanzas recibidas en las comunidades rebeldes de Chiapas.
Desinformémonos
“Mamá ¿por qué los zapatistas no se visten en español?”
¿Si recibimos enseñanzas? Muchas y a todas horas. Pero quizás la que más nos cimbra es la de aprender a no rendirnos ante las propias realidades, la de buscar y encontrarnos en otras miradas y manos para seguir construyendo creativamente los mundos que soñamos.
CECILIA Y EMILIA- UNIVERSIDAD TRASHUMANTE (ARGENTINA) Y UACM (MÉXICO)
Ingresamos al Caracol de Oventik sumergiéndonos en un mar interminable de aplausos; era negra la noche, sólo iluminada por los miles de ojitos sonrientes y musicalizada por las incansables palmas que acompañaban nuestros pasos. Así nos recibieron nuestr@s maestr@s, para cobijarnos en su tierra de la digna rebeldía. Entre la marea humana estaba Natalia, a quien pronto conoceríamos y nos acompañaría en estos intensos días de aprendizaje. Natalia: Votán, guardiana, maestra; compañera de lucha aunque nunca nos volviéramos a ver de nuevo. Sus ojos condensan la mirada de los pueblos zapatistas; sus manos, el trabajo cotidiano de la resistencia. Nuestra experiencia en la escuelita elige ser narrada a través de la belleza, simpleza y claridad pedagógica que nos brindó la relación con ella y –a través de ella– con el nosotros zapatista.
Nos quedamos en el Caracol porque así estaba dispuesto para l@s niñ@s que llegaran a la escuelita y conmigo viajaba Emilia, mi hija que entonces todavía no cumplía los 4 años. Natalia nos abrazó a las dos aquella noche, cargó a la niña sin que medie una palabra, y caminando por un sendero por el que luego subiríamos y bajaríamos varias veces cada día, nos condujo a una de las aulas de la escuela secundaria, que estaba acondicionada con seis camitas confeccionadas con tablas de madera, separadas por plásticos a manera de pared. Cada espacio albergaría a una familia con su niñ@. Con los días pude contar más de 36 espacios como éste, lo que de hecho transformaría la vida de los niños en un festín: amanecer, convivir y anochecer tod@s junt@s en la montaña, compartiendo juegos y alimentos, era en sí misma una experiencia única. Cada niñ@ tenía, a su vez, su Votán: ell@s les cuidarían, les harían jugar, ir al baño, comer. La Votán de Emilia, Marcela, había llegado desde San Andrés para cuidarla junto a sus dos pequeños hijos. Emilia fue durante esos días una hija más y se acopló al ritmo de vida rápidamente a pesar de no comprender ni una palabra en tzotzil ni Marcela en castellano.
Naturalmente, fuimos estableciendo una relación de convivencia plena con nuestras Votanas, de quienes no nos separamos ni un minuto en los siete días. Casi no podíamos comunicarnos verbalmente. Natalia esbozaba apenas algunas palabras en castilla, palabras que generalmente eran excusas para mirarnos y tratar de entendernos. Nosotras de a poco fuimos aprendiendo algunos vocablos en tzotzil, muy pocos, pero suficientes para entrar en el juego de mezclarnos, de ser pares, indistintas. Sin muchas palabras comunes primaron entonces las miradas, los gestos, las acciones al acompañarnos. Y así nos fuimos conociendo, iniciando nuestro proceso de aprendizaje, mediante una comunicación prácticamente gestual basada en compartir las mismas actividades cotidianas juntas. En la profunda sencillez de convivir, radica el aprendizaje en la Escuelita Zapatista. No hacía falta narrar la realidad en esta escuela, porque la estábamos viviendo sin horarios ni muros que nos separaran de ella: desde el amanecer hasta el anochecer, compartiendo la vida.
Aprendimos así sobre la resistencia con nuestras guardianas-maestras, viéndolas subir y bajar la montaña con nosotras; Emilia cabalgando en el rebozo de alguna de ellas. Aprendimos sobre la claridad y solidez de la lucha viéndolas entregarse a su misión, dejando a sus hijos y tareas con la certeza de que la prioridad era compartir sus aprendizajes durante estos días.
Aprendimos sobre la autonomía, siendo testigos de los actos creativos que sostienen la sociedad que día a día se construye en Oventik: los trabajos para cuidar la salud, en la clínica La Guadalupana, ampliamente reconocida aún por fuera del territorio autónomo; la importancia dada a la educación, con la creación de al menos una escuela zapatista por comunidad, donde los contenidos y labores se enfocan en la reflexión y acción para la lucha. Aprendimos sobre autonomía alimentaria, nutriéndonos con los alimentos que nos compartieron, cosechados en su propio territorio y cuidando desde la semilla que no fueran transgénicos. Nos estremecimos al reconocer que el poder autónomo emana de cada uno de los actos cotidianos del trabajo colectivo en cada familia, en cada comunidad. Vislumbramos el mandar obedeciendo al conocer de cerca la sencilla casa de quienes conforman la Junta de Buen Gobierno, y a sus representantes. Ell@s nos contaron sobre su trabajo de manera humana, sin idealismos superfluos; nos confesaron que cometen errores, pero que sin embargo mandan obedeciendo porque el pueblo analiza todo lo que se propone.
Aprendimos sobre el proceso participativo de la mujer, simplemente atendiendo a la entrega de nuestras Votanas. Aprendimos sobre la apertura de los hombres para que las mujeres sean parte del proceso político y admiramos su sensibilidad y transformación, viendo al esposo de Natalia ir y venir con los niños, que habían quedado a su cargo y nos visitaban diario. Ella los veía llegar por las mañanas y con orgullo nos decía “están bañados, y vestidos muy bonito”, aludiendo al trabajo de su compañero.
Así se fueron dando cada día nuestros aprendizajes, compartiendo la faena y la vida comunitaria en Oventik; de a poquito se fue constituyendo una comunidad de aprendizaje entre tod@s los que allí estábamos. Tuvimos la posibilidad de ir cada vez más profundo dentro del Caracol; cada día teníamos visitas a los diferentes espacios de trabajo, donde los propios compañeros nos contaban cómo se organizaban. Luego de compartir el desayuno, partíamos con Natalia a los diferentes recorridos; mi hija se quedaba con su Votán –Marcela, quien la cuidaba amorosamente, como a una hija propia–, mientras yo me concentraba en las distintas actividades. Era divertido y conmovedor ver a cada niñ@ con su Votán, y la franca y fresca relación que establecían. Fue uno de los aprendizajes más enormes que nos llevamos.
Por las tardes, era hora del estudio. L@s niñ@s jugaban en la cancha de básquet custodiados por sus guardianes, y las mamás y papás nos concentrábamos a leer. Natalia estaba siempre al lado mío, cuidando que yo cumpliera con mi tarea de estudiar. Reconozco que muchas veces, aun sabiendo que no estaba en nuestras posibilidades lingüísticas, le preguntaba sobre las inquietudes que me sugerían los textos, por puro deseo nomás… A lo que ella entrecerraba sus ojitos y me decía “Soy sencilla, Ceci”, con lo que me daba a entender que no me entendía ni jota. Hasta que una noche, por fin, hubo un traductor. Nuestra familia vecina tenía un Votán que entendía el castilla: esa tarde los había escuchado conversar a gusto, a través de la pared de plástico, mientras Natalia, sus hijos y nosotras convivíamos en nuestro ritual silencioso de miradas y gestos. Me animé, y le pedí si por favor nos podía ayudar a platicar. Entonces esa noche pudimos conversar intensamente durante media hora; luego de varios días de inventarnos un lenguaje, por fin pudimos platicar con todas nuestras palabras. Nos hicimos preguntas. Primero una, luego la otra. Yo: ¿Dónde estabas en el 94? ¿Tú votaste por el sí a la guerra? Y ella: ¿De dónde vienes, de qué luchas, cómo nos conociste? Y yo: ¿Estabas la noche que nos recibieron con aplausos? ¿Qué sentiste? Y ella: Sí estaba, nos sentíamos muy nerviosos esperándolos, llevamos muchos meses preparando su llegada, por fin los conoceríamos.. Y yo: Nosotros también estábamos tan expectantes y nerviosos por conocerlos… Así hablamos aquella noche por medio de nuestro traductor, la fuerza de las palabras se nutrió de la fuerza de las miradas que nos habíamos construido en todos estos días. Brillaron nuestros ojos, fue muy emotivo el abrazo con el que cerramos el diálogo. “Compañera”, me dijo Natalia en castilla. “Compañera”, dije yo también.
Al otro día llegaron l@s compas que se habían ido a las comunidades. Llegaron mis compañer@s de la Universidad Trashumante de Argentina y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Transformad@s, revuelt@s por las experiencias. Cada quien con su Votán como un ángel de la guarda en resistencia. El Piter contando cómo lo habían recibido en su comunidad, que él les había podido cantar una chacarera nuestra, que estaba tan emocionado por estos días. El Marcos, serio y conmovido. Mi hermana Mariana –con la constante presencia de Alejandra a su lado–, sin muchas palabras, concentrada en las vivencias. L@s compañer@s de Tezonco, Ángeles, Jorge, Rosa María, Aldo, la Fersita… tod@s llevaban en sus ojos el brillo de lo aprendido. Fue un cierre muy intenso. L@s niños estaban cansados, pero ya eran amigos entre sí. “K’olaval, decía mi hija cuando le ofrecían algo. Hubo fiesta en la noche, compartimos cantos y danzas y luego vino la despedida. “Sí se siente algo, sí se siente”, me dijo Natalia. Claro que se siente, claro, claro.
Ya en el camión, de medianoche, serpenteando la montaña neblinosa, Emilia también sintió la despedida, el intenso aprendizaje. Llevaba en el cuello una bolsita azul, con las siglas de EZLN en rojo, que Natalia había tejido para ella. “Mamá ¿por qué los zapatistas no se visten en español?”, nos preguntó. Afortunadamente no lo hacen, supongo que le intentamos responder: esa es su libertad, la de ser ell@s mism@s, vistiendo con su historia y su cultura el territorio que habitan. ¿Y la nuestra? –imagino a mi hija preguntándome. Eso es lo único incómodo que nos queda dando vueltas en las emociones… producto de vivir unos días en territorio digno zapatista y luego volver a nuestras realidades. Es una incomodidad casi dulzona, como una semilla que quiere germinar pero necesita crear suelo fértil para hacerlo: una incomodidad que se sabe acompañada, una semilla que no está sola entonces.
¿Si recibimos enseñanzas? Muchas y a todas horas. Pero quizás la que más nos cimbra es la de aprender a no rendirnos ante las propias realidades, la de buscar y encontrarnos en otras miradas y manos para seguir construyendo creativamente los mundos que soñamos: sentir que es posible crear nuestro pequeño espacio libre y propio, cuidando de que pueda enlazarse a otros, que de a poco van pariendo un mundo común y compartido. “Lento, lento… pero avanzando”, como el caracol.
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Una mirada anarquista a la autonomía zapatista
Así, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista.
ANARQUISTA ANÓNIMO, UNO DE ESOS DE LA BANDERA NEGRA, CON LA A CIRCUNDADA
En agosto pasado, el EZLN en una nueva iniciativa, de esas que buscan dialogar con l@s otr@s que somos, convocó a quien quisiera asomarse un poco a la realidad de los pueblos zapatistas, conocer de primera mano cuáles han sido sus logros, y todo eso que amerita conocerse de los movimientos, y experiencias de resistencia. Acudí en calidad de perfecto “don nadie”, a fin de conocer un poco más su lucha, sus procesos, y entender eso que dicen los zapatistas que es la libertad, según la concepción que ellos y ellas han construido.
En primera instancia, he de decir que me reivindico anarquista, y asumo que es necesario luchar en contra este monstruo social, político y económico basado en la dominación, en sus diferentes formas y colores: Política, a partir del Estado y sus instituciones que se imponen sobre los grupos humanos; económica, a partir de la lógica de explotación y enajenación del trabajo, impuesta a partir de la propiedad privada; social-cultural, pues dentro de nuestras dinámicas sociales y concepciones culturales, la dominación está inmersa en el cómo nos relacionamos y concebimos, un@s con otr@s. Anarquista porque creo que podemos construir una dinámica social, fuera de cualquier dominación, donde nos relacionemos en equidad, libertad, apoyo mutuo, donde tod@s podamos ser dueñ@s de nuestras voluntades, capacidades, trabajo, procesos sociales, formas organizativas, es decir, que podamos construir un mundo libre, ese que se dice que “llevamos en nuestros corazones”, ese que se dice “que está creciendo en este mismo instante”.
Esa libertad, que desde la perspectiva anarquista es eminentemente social, que no puede existir como una mera libertad individual, sino que requiere ser una libertad igual para tod@s, donde la expresión individual de ella, es reflejo y complemento de la igual libertad del otr@, esa libertad no es posible mientras existan los aparatos y dinámicas de dominación, donde un@s se apropian de las decisiones y voluntades, capacidades organizativas, creativas, productivas, del trabajo mismo de l@s más que somos acá abajo, y en ese sentido, nos levantamos, luchamos en contra de este sistema político, económico, sociocultural.
Much@s, propios y extraños, podrán preguntar ¿qué hace un anarquista queriendo conocer un proceso de una organización vertical, de “orígenes” marxistas, donde es obvia la presencia de una organización militar jerárquica? La verdad es que desde la aparición del EZLN no han sido pocos l@s anarquistas que se han acercado, simpatizado o solidarizado con la lucha zapatista, ni soy un caso especial, ni soy el único, sin que esto sea una contradicción, ni implique una renuncia a nuestra afirmación como anarquistas, ni un dejar de lado las críticas a modelos basados en formas autoritarias, pero tampoco creyéndonos con la potestad de señalar a los no anarquistas como impuros y herejes de la libertad, sino asumiendo, que como anarquistas, no podemos ni queremos imponer nuestra posición a l@s otr@s, ni decir que “sólo mi anarquismo es válido y verdadero”. Pero estas líneas no son para exponer las relaciones y visiones del anarquismo frente a otras formas de lucha, sino para hablar de la experiencia de haber asistido a la Escuelita Zapatista, a tratar de conocer qué es la libertad según los y las zapatistas.
No voy a relatar mi experiencia del viaje ni sus avatares, ni si se nos ponchó una llanta, o si nos caímos bien, que no es que no tenga su validez, pero creo que hay cosas más importantes que compartir, aunque sea de manera somera. No es la primera vez que me he acercado a territorio zapatista a escuchar su palabra y experiencia de lucha, tampoco soy un amplio conocedor del zapatismo, conozco lo suficiente para saber, y reconocer, que es uno de los esfuerzos de lucha con más importancia actualmente, a pesar de poder tener desacuerdos con el zapatismo.
¿Qué significo para mí cómo anarquista la experiencia de la Escuelita?
Para empezar, implicó conocer al zapatismo desde otra óptica, desde adentro mismo, no en un acto masivo, a pesar de que sí fue masivo, pero no en presencia de las figuras emblemáticas del zapatismo (tan queridas u odiadas por un@s y otr@s, que centran su atención en los personajes visibles), es decir, no estaba el “Sup Marcos”, que acostumbra despertar las pasiones o los odios, según quien le mire y oiga. No estaba el CCRI, ni la CG del EZLN[1] [1], por lo que a pesar de ser en sí mismo un evento masivo, fue mucho más íntimo, no a partir de discursos que se prestan a que uno no haga caso, o no entienda o no quiera entender.
Se trató de algo más profundo a mi parecer, no mejor, ni peor, no más o menos verdadero, sino más profundo, fue ir y ver con propios ojos, sentir con tus propias manos, escuchar de las voces que hacen al EZLN, la de sus pueblos, vivir, aunque por pocos días lo que es la construcción de su autonomía, la lucha cotidiana, esa que es la profundidad de la lucha zapatista en sí misma. Es decir, experimentar de cerca, en directo al zapatismo, un “que no le digan, que no le cuenten”, un “para que no digan que el zapatismo es lo que ustedes quieren entender desde la academia, desde su política, o desde sus planteamientos, vengan, conozcan y constaten desde nosotros mismos, desde las comunidades zapatistas mismas”: “ESTO es el Zapatismo”.
Así, en este proceso íntimo, directo, fuera de los reflectores, y las multitudes, es que pudimos, los que fuimos y los que irán, conocer un poco mejor al zapatismo, a l@s zapatistas, entenderles, aprenderles, reconocerles, y ver paralelismos entre el planteamiento anarquista y el proceso zapatista. No que se pueda decir que el zapatismo es casi-casi anarquista, ni al revés, no que se pueda decir “somos lo mismito mero, sin diferencias, sin divergencias”, sino entendiendo que el proceso zapatista, es justo eso, zapatista, es suyo, se ha construido en su cotidianidad, en sus comunidades.
Encontré paralelismos, puentes que se comparten, planteamientos, prácticas zapatistas, que me remiten hacia las propuestas anarquistas, no porque los zapatistas los hayan retomado de los libros de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesa, Goldman y otr@s pensadores anarquistas, sino que son resultado de su propia experiencia y teoría, que como dicen ellos se hace en la práctica.
De estos puentes de encuentro, entre uno y otro planteamiento, podría resaltar la importancia de la democracia y la acción directa, ese binomio fundamental en el anarquismo, que remite hacia la responsabilidad y potestad que tenemos de ser dueños de nuestras decisiones, capacidades organizativas, en colectivo, de tomar en nuestras manos nuestra historia, nuestros procesos sociales, siendo nosotr@s mism@s los responsables de llevar a la acción dichas decisiones sin esperar la decisión, ni la intromisión de un tercero externo. Este es uno de los principios fundamentales del anarquismo como propuesta revolucionaria social, y al hablar con el compañero al que me asignaron, con su familia, con otras personas en la comunidad, me queda claro, la importancia de la democracia directa en el actuar zapatista, en la organización de sus autoridades y gobiernos autónomos, en sus formas de tomar las decisiones, a partir de sus asambleas, comunitarias, municipales, o zonales, donde se intenta construir decisiones por consensos, encontrando soluciones en las que el colectivo este de acuerdo, entendiéndose entre los que tienen una y otra postura y propuestas, y de la mano de esta, la responsabilidad de actuar desde ellos mismos para solucionar un problema, autogestionándose sus necesidades.
Otro paralelismo encontrado, fue la insistencia de la inexistencia de recetas, por lo que las soluciones parten de la experiencia propia de la comunidad, del grupo, a base de experimentar cual es la mejor forma de resolver las situaciones, sin imponerse sobre el/la otr@, a partir de una serie de principios, donde se expresa claros paralelismos (más allá de ciertas palabras como “mandar y “obedecer”): Servir y no servirse; Representar y no suplantar; Construir y no destruir; Obedecer y no mandar; Proponer y no imponer; Convencer y no vencer; Bajar y no subir. Estos siete principios zapatistas, en voz de ell@s mism@s, son la guía esencial para las autoridades comunitarias, municipales, zonales, y la toma de decisiones.
Un tema de interés para mí es cómo se construían los consensos, después de varios ejemplos, el compañero que fue mi maestro, resumía “takal takal”, es decir “poco a poco”, con paciencia, convenciendo, experimentando, encontrando entre tod@s la forma de que tod@s quedemos satisfech@s, como compañer@s, intentando entender al otr@, sin imponernos.
Otro tema, fue el de la concepción del “buen gobierno”. Desde la concepción anarquista, no puede existir un “buen gobierno”, el gobierno en sí mismo es una institución de dominación política, sin embargo, hemos de recordar que esta concepción anarquista de “gobierno” deviene de la concepción occidental-capitalista, que es inseparable de la concepción del Estado. Entre el mundo indígena, aunque se usen palabras iguales, como gobierno y autoridad, estas tienen una concepción distinta, propia que no se relacionan con las concepciones occidentales que cargamos y en las que fuimos formados. El “buen gobierno”, me decía el maestro, y me explicaba el Votán, es aquel que está formado por el pueblo, el que no manda, sino el que obedece lo que dice la comunidad, el pueblo. La concepción de gobierno indígena zapatista, es justo la del pueblo organizándose, decidiendo, actuando, cuyos representantes: sus autoridades y sus órganos de gobierno autónomo, son elegidos en asambleas, y todas las acciones de estos, son sometidas a aprobación y revisión por parte de dichas asambleas, en quienes residen las decisiones.
Un paralelismo más, es la importancia a la acción colectiva, pues l@s zapatistas, asumen que construir lo que hace falta construir, es una responsabilidad colectiva, no se puede esperar que alguien más, o unos cuantos hagan las cosas. En las comunidades zapatistas el trabajo colectivo está dirigido hacia cubrir una necesidad colectiva, en estas actividades no solo se construye un bien colectivo, sino que se refuerza la comunidad misma.
Entre los pueblos zapatistas existen muchas formas de resolver una situación, o enfrentar un problema. No existe pues una receta única, ni organizativa, ni de forma de tomar decisiones, ni de forma de llevarlas a cabo. Cada pueblo, cada región, cada municipio, cada zona, construye mediante la experiencia estas cuestiones, reconociendo sin mayor problema que hay cuestiones que no saben cómo resolverlas, o cómo se resolverían cuando se presenten, asumiendo que los errores son necesarios para aprender de ellos, así, se dan modelos de organización diversos, formas de resolver las situaciones diferentes de una a otra comunidad, y un intercambio de experiencias, para compartir entre ellos los cómo resolver, reconociendo siempre que no están exentos de errores, y que de estos se aprende construyendo, en el actuar, directo, vivo, constante, a partir de la experiencia propia y específica, en colectivo, sin imponerse un@s sobre otr@s.
Por último, en las comunidades zapatista, se vive un proceso de transformación que habita desde lo más profundo, es decir, desde su cotidianidad, desde sus pueblos mismos, y asumen, dice el compañero que fue maestro, que hay muchas cosas que no han logrado. Han conseguido construir su modelo y su sistema educativo, desde ellos mismos, desde su propia historia; su sistema de salud, donde no hace falta un título para servir a tu comunidad, y donde tu conocimiento no se hace un vehículo de superioridad, y asimetría social, sino un vehículo del bienestar colectivo. Han construido sus formas propias de gobierno y autoridad, muy desde ellos, que reside en los pueblos, en la democracia directa, que se acompaña siempre de la acción directa, han avanzado en una transformación cultural, respecto a prácticas y concepciones patriarcales, desde la propia experiencia y aspiraciones de las mujeres zapatistas, no desde una concepción occidental femenina académica, europea, o citadina, sino desde ellas mismas, transformando prácticas que estaban y están arraigadas culturalmente. En este tema es cuando el compañero maestro, de edad avanzada, hombre, indígena, asume que como pueblos les falta cosas por avanzar, reconoce sus limitantes, y que a fuerza del empuje de las compañeras han podido tener avances, para eliminar el machismo, la violencia, “takal takal, no todo de por sí”, dice, pero reconoce lo que él ha avanzado como hombre, y lo que la comunidad ha avanzado al respecto, una transformación cultural profunda, a la que dice “de por si toda vía falta”.
En suma, como anarquista, sigo teniendo puntos de divergencia frente al zapatismo, asumo que no es anarquismo, ni lo será, entiendo que es un proceso propio, que se construye desde su experiencia, donde obviamente pueden haber concepciones o prácticas con las que disiento como anarquista, pero asumo que mi idea y concepción de una revolución, y de una sociedad libre de dominación y explotación, no es y no puede ser impuesta a l@s otr@s, ni idéntica, no por esto me incapacito de darme la posibilidad de conocer otros esfuerzos de lucha, reconocerles su valía, no en medida de que tanto se parezcan a mi planteamiento, sino en medida de ser proyectos y procesos propios de quien los construye. Estos puntos de divergencia, no impiden que reconozca, que respete su proceso de resistencia y lucha, ni que encuentre paralelismos entre una y otra forma, paralelismos que no parten de ser idénticos y tener el mismo origen, sino que en la construcción se hacen de alguna forma similares en algunos puntos.
En suma, y para finalizar. Soy anarquista, claramente estoy convencido de que se puede construir una sociedad libre de dominación y explotación, no concuerdo con dinámicas jerárquicas, ni autoritarias, y esa es mi afirmación, mi concepción del cómo se puede construir esa sociedad libre, pero como anarquista, mi idea no tiene que ser la misma que la de l@s demás, me basta que en primer instancia sean procesos de resistencia sociales, construidos a partir de las concepciones propias, reconozco algunos paralelismos con la propuesta y práctica zapatista, y reconozco las divergencias, o diferencias. Esto, no me hace ser menos anarquista, ni a ellos menos zapatistas.
Al final, cómo decía el Malatesta, no soy dueño de la verdad, ni del método infalible, cada quien construye sus propios procesos, y estos coinciden y/o divergen en algunos puntos. Los puntos de coincidencia nos hermanan, los de divergencia nos ponen enfrente un reto de aprender entre compañer@s a respetarnos mutuamente.
“No es cuestión de tener razón o no: es cuestión de libertad, libertad para todos, libertad para cada uno siempre que no viole…la igual libertad de los demás. Nadie puede juzgar de manera segura quién tiene razón o no, quién está más cerca de la verdad, y qué vía conduce mejor al mayor bien para cada uno y para todos. La libertad constituye el único medio para llegar, mediante la experiencia, a lo verdadero y a lo mejor”
No omito las divergencias, ni la parte del origen del EZLN que deviene de la tradición marxista, más esto no nos hace enemigos per se, ante todo intento ubicar los puntos de encuentro, que pueden posibilitar alianzas en contra del sistema de dominación y explotación estatal y capitalista, y reivindico la diversidad de propuestas rebeldes, revolucionarias, pues como anarquista estoy en contra de los “purismos” ideológicos, de los pensamientos únicos y homogeneizadores, y eso me obliga a reconocer y respetar otros esfuerzos, siempre que no se impongan, ni intenten dominar.
La diferencia no implica que no pueda aprender algo, por poco o mucho que sea de esos otros proyectos, propuestas, prácticas y planteamientos, y vale decir, que l@s anarquistas podemos, si quisiéramos, aprender mucho, no sólo del zapatismo, sino de otros procesos sociales, y viceversa. Pensar lo contrario sería pensarnos “terminados”, “totales”, como si estuviéramos exentos por nombrarnos anarquista de prácticas y concepciones de dominación, en nuestras familias, círculos de amistades, laborales, con la pareja, en nuestros propios colectivos, y organismos.
Al final, parto de que al menos yo, como intento de anarquista, si tengo mucho que aprender, que conocer, y reconocer, y en este sentido, la Escuelita Zapatista abre esta posibilidad de acercamiento, de conocimiento y reconocimiento, que tanto nos hace falta.
Atte.
Uno, de esos de la bandera negra, con la A circundada.
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Nunca seremos de verdad libres hasta que no lo seamos todos
El movimiento no tiene miedo de mostrarse desnudo ante los estudiantes que han llegado a la comunidad, y expone claramente sus progresos y debilidades, así como los problemas y retos que debe afrontar.
RICCARDO CARRARO/ITALIANO
TRADUCCIÓN: MIGUEL A. GONZÁLEZ LEDESMA
Del 24 al 30 de diciembre del 2013 tuve la fortuna de participar a la segunda edición del Primer Nivel de la “Escuelita Zapatista: La Libertad para l@s [1] Zapatistas”, en Chiapas, México. De hecho, luego de una primer edición en Agosto del 2013, el experimento de la Escuelita se ha repetido en dos cursos más, a finales de diciembre uno y a principios de enero el otro. Todo ello en el contexto del 20 Aniversario de la insurrección de los zapatistas del primero de enero de 1994.
Pero, ¿qué cosa es eso de la Escuelita? ¿En qué consiste este nuevo instrumento insólito y original que el movimiento zapatista está utilizando para volver a crear redes con los movimientos en México y el mundo después de años de poca comunicación?
El 24 de diciembre, temprano por la mañana, llegamos aproximadamente mil 800 activistas al CIDECI-Universidad de la Tierra-, en la periferia de San Cristóbal de las Casas, para participar en la Escuelita. Un número similar de personas se dio cita para el segundo curso en enero.
A través de una organización verdaderamente admirable, los compas nos dividieron según el Caracol al que estábamos destinados al momento de la inscripción. Junto con 340 activistas de todo el mundo, fui destinado al Caracol de la Realidad. Partimos antes del mediodía en una larga caravana de 12 precarias camionetas, a través de una carretera igualmente precaria hacia la Selva Lacandona. Llegamos a La Realidad poco después de las diez de la noche, y la llegada compensó el cansancio del viaje: cientos de compas nos reciben con el puño en alto gritando “¡Zapata vive! ¡La lucha sigue!” y, “El pueblo unido, jamás será vencido!”
A cada activista-estudiante de la Escuelita se le asigna un Votán, un/a acompañante miembro activo del movimiento, que también es nuestro/a traductor/a español/lengua indígena, y sobre todo, un sostén con el que el estudiante cuenta para profundizar en el zapatismo con la intensidad que sólo las relaciones personales pueden ofrecer.
La mañana del 25, después de un encuentro sobre los temas centrales del movimiento, fuimos trasladados a las comunidades en donde nos esperan las familias que decidieron acoger los estudiantes y a sus respectivos Votanes: a cada estudiante, un Votán; a cada pareja, una familia (distinta de la del acompañante). Al ver cuántas personas somos, y considerando la dispersión del territorio es impresionante el esfuerzo que los zapatistas están haciendo para llevar a cabo la Escuelita.
A mí me toca una familia tzotzil de la Comunidad de Villanueva, en el municipio Tierra y Libertad. De La Realidad viajamos por dos horas y media con un camión a través de un camino de terracería, en lo profundo de la selva; luego una hora más a pie por un sendero en donde se alternan subidas, fango que llega hasta las rodillas y puentes de madera para atravesar algunos ríos. Otros activistas son conducidos a comunidades a las que se llega luego de una hora de navegación a través de un río, o a otras que están a varias horas de camino a pie.
La comunidad que me recibió está muy cerca de la frontera con Guatemala, y está ubicada en una de las tierras recuperadas por el EZLN en 1994, anteriormente en manos de terratenientes. Hoy en día, la comunidad reúne varias familias que han sido obligadas a dejar sus lugares de origen por la presión de los militares y, en general, por la estrategia de la contrainsurgencia que se ha seguido de forma ininterrumpida desde el 94.
La Escuelita es, sobre todo, un instrumento para hacer conocer a los estudiantes la geografía zapatista, tan rica de historia, de vida y memoria. Los días sucesivos los transcurro con la familia que me hospeda. Con ellos alterno momentos de vida cotidiana, de trabajo en los cafetales o en la milpa; por la tarde leemos juntos los textos preparados para la Escuelita, y discutimos sobre los retos actuales del zapatismo.
La Escuelita parte del presupuesto de que todos podemos enseñar el zapatismo, porque es teoría y práctica al mismo tiempo (caminar preguntando, como decían los compas hace algunos años), es decir que el zapatismo es la vida vivida en la Resistencia. En la Escuelita, se cree en la posibilidad de fundir lo personal con lo político en un excepcional relación entre iguales, bajo el supuesto de que se puede aprender a compartir. Esta relación se construye de manera verdaderamente horizontal: la típica diferencia Norte/Sur que vivimos cuando nos relacionamos con los pueblos del Sur, y que normalmente viene encubierta de relaciones de ayuda/poder, se ve eliminado completamente en este lugar. Te sientes al lado de una familia, sientes que tienes mucho que aprender de ellos, y que ellos están curiosos e interesados sobre lo que eres y vives en tu contexto. Un intercambio de este tipo es, por desgracia, muy raro de experimentar en contextos postcoloniales marcados fuertemente con el sello de la verticalidad y la dependencia.
El movimiento no tiene miedo de mostrarse desnudo ante los estudiantes que han llegado a la comunidad, y expone claramente sus progresos y debilidades, así como los problemas y retos que debe afrontar. Se habla mucho de la Autonomía (tan fatigosamente arrebatada al gobierno), que se funda en los tres niveles decisionales: las comunidades, los municipios y los cinco Caracoles administrados por las Juntas de Buen Gobierno. Pero la autonomía es hoy también el BANPAZ, El Banco Popular Autónoma Zapatista, en donde, entre otras cosas, se conceden préstamos para gastos médicos a tasas muy bajas. Autonomía son también las decenas de escuelas y los Promotores Educativos, así como las decenas de microproyectos de trabajo colectivo para pagar viajes, gastos varios y el sostenimiento del movimiento mismo. Autonomía es también la administración de la justicia, y los numerosos ejemplos de cómo ésta se ejerce desde abajo. Existen casos ejemplares como el de un grupo de migrantes centroamericanos que atravesaba el estado de Chiapas hacia los Estados Unidos bajo el control de un traficante. El grupo de guatemaltecos y hondureños es liberado por los compas, mientras el traficante es obligado a hacer trabajo comunitario por varios días, todo ello sin el uso de las armas “porque es la cohesión del pueblo y nuestra participación el arma más fuerte”.
Una de las amenazas más grandes que enfronta el movimiento en estos momentos son los proyectos económicos del gobierno mexicano, cuya finalidad es premiar con dinero y bienes materiales a aquellos que abandonan el zapatismo. Los compas explican que hoy en día esta amenaza es aún más fuerte que la del paramilitarismo (un problema que en algunos Caracoles es mucho más visible), porque divide a la comunidad a veces de forma irreparable; humilla y somete a las personas, y debilita la construcción de una resistencia realmente colectiva.
Durante el tiempo que pasé en la Selva me pregunté continuamente qué cosa significa la libertad de la que hablan los zapatistas y que lleva el título de la Escuelita. La respuesta que me he dado es que, para ellos, la libertad es sobre autodeterminación colectiva y comunitaria, capaz de crear autonomía de frente al gobierno y al neoliberalismo. Creo que en nuestra vida cotidiana nos vemos obligados demasiadas veces a renunciar a la libertad colectiva (o la ejercemos solamente en los espacios comunitarios que defendemos), al tiempo que nos limitamos a perseguir la legitima libertad personal e individual. Considerando, por otro lado, las numerosas batallas colectivas que hemos perdido en estos últimos años (por el derecho al trabajo digno y seguro, por la escuela y la universidad públicas, por la protección del ambiente), me parece que tenemos grandes dificultades para simplemente soñar la autodeterminación colectiva, hasta ser autónomos y libres del neoliberalismo.
Por su parte los zapatistas creen en ello plenamente, construyen cada día esta libertad colectiva, y hacen además un esfuerzo enorme para compartirla, contaminándote con una esperanza y una dignidad que en algunos momentos te trastorna, y en otros te conmueve profundamente.
Personalmente me impresiona cómo el zapatismo, hoy como hace 20 años, es capaz de encontrar un equilibrio extraordinario y genial entre estos dos elementos. Por un lado, el ser una lucha territorial y específica que no se deja llevar por ningún presunto universalismo (es, y sigue siendo una lucha indígena en un país en el que los indígenas viven una infinita discriminación). Pero del otro lado el movimiento sabe interpretarse siempre en clave sistémica como lucha que es parte de la resistencia global contra el neoliberalismo, vinculándose con otras luchas a nivel nacional e internacional, superando todo riesgo de localismo.
Antes de dejar a mi familia les pregunto, ¿por qué es tan importante para ellos la relación con los grupos internacionales? La madre, su hijo mayor y mi Votán me responden “incluso si un día Chiapas fuera libre, sería solamente Chiapas. El neoliberalismo nos somete a condiciones de pobreza y explotación, y lo hace tanto aquí como en el resto del mundo. Nunca seremos de verdad libres hasta que no lo seamos todos. Queremos compartir con ustedes nuestra autonomía y nuestra resistencia porque cuando regresen a sus países, al interno de sus propios contextos y bajo la forma o modalidad que crean oportuna, puedan construir también ustedes autonomía y resistencia frente al neoliberalismo… Y además porque así lo dice nuestra consigna ¡Para todos todo, para nosotros nada!, te acuerdas de ella, ¿no?”.
Sí… ¿cómo podría olvidarla?
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Apurémonos, esto es urgente
Esta libertad construida por todas y todos los fortalece y los ayuda para satisfacer sus demandas principales, que son las que desde un principio los motivaron a levantarse en armas, y que han ido satisfaciendo mediante su libertad, organización y autonomía.
JERÓNIMO, MECÁNICO Y CHOFER DE 60 AÑOS
Los zapatistas nos demuestran que el EZLN son todos. Nos enseñan que esta nueva propuesta en la que nos invitan a participar la construyeron hombres, mujeres, niñas, niños y ancianos que están dentro de la organización EZLN.
El origen de la propuesta nos lo podemos imaginar de muchas maneras, pero lo que yo destaco es el cómo construyen, mejoran, discuten, proponen y acuerdan con la participación de todas y todos en las comunidades, municipios, zonas y caracoles. Esto es Libertad.
Esta libertad construida por todas y todos los fortalece y los ayuda para satisfacer sus demandas principales, que son las que desde un principio los motivaron a levantarse en armas, y que han ido satisfaciendo mediante su libertad, organización y autonomía.
Libertad y organización para la creación de municipios autónomos; libertad y organización para proponernos las diferentes propuestas a las que nos han convocado; libertad y organización que ejercieron durante los tratados de paz, libertad y organización que les permitieron la creación de sus propios órganos de gobierno (las Juntas de Buen Gobierno). Libertad y organización para sembrar la tierra y satisfacer su alimentación; libertad y organización para construir su propia educación; libertad y organización para tener para todas y todos techo; libertad y organización para crear su propio sistema de salud; libertad y organización para desarrollar y ejercer su democracia; libertad y organización para obtener su propio sistema de justicia;, libertad individual para lograr su libertad como comunidades, como organización, junto con el nosotras y nosotros que nos proponen. La libertad crea la autonomía que fortalece y posibilita la auto determinación que es nuestra necesidad.
La libertad comenzó desde que nació la organización, el 17 de noviembre de 1983 (o posiblemente desde antes), con la participación de las comunidades creció y se fueron incorporando los principios que fueron dando contenidos y sentido a su lucha por construir la libertad para todas y todos nosotras y nosotros incluidos, y a partir de eso es que nos han convocado con propuestas que no hemos sabido aprovechar, porque no hemos analizado bien el alcance de los principios que nos proponen como base de nuestra propia organización.
Una vez más, estos principios son:
Convencer y no vencer.
Proponer y no imponer.
Construir y no destruir.
Representar y no suplantar.
Servir y no servirse.
Obedecer y no mandar.
Bajar y no subir.
Como alumno de esta escuela, agregaría: Desaprender para aprender haciendo.
Para aprender de nuestros maestros requerimos de un poco de humildad, por eso es que nos recomiendan preguntar y escuchar. Es necesario dejar el “yo” que prevalece en todas nuestras relaciones en la ciudad y empezar a pensar en colectivo, con la participación de todas y todos. Si no lo hacemos, no vamos a lograr una organización ni siquiera con los que estamos o somos adherentes a La Sexta, o como alumnos de este nuevo intento de ellos para nosotras y nosotros.
Algo que he aprendido de ellos es la convicción de que esta lucha la vamos a ganar cueste lo que cueste y tarde lo que tarde.
P.D.: Apurémonos, esto es urgente.
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“Hacerlo nosotros no es fácil”
El cuidado de cada Votán te penetra en lo más profundo de tus huesos, sientes una emoción que te embarga, que quisieras ser parte de ellos, quedarte, ya no regresar a la realidad del Distrito Federal.
NORMA SALGADO MARTÍNEZ/ BRÚJULA ROJA
Ya se me había olvidado sentir la naturaleza en mi cuerpo y disfrutarla al bañarse con agua fría a las 8 de la mañana en Oventic, Chiapas (6:00 a.m. del DF). Es una sensación extraordinaria, te sientes vivo, el movimiento de cada nervio, de cada parte de tu cuerpo, te recuerda que a veces nos envolvemos en la vida cotidiana de la ciudad y en las cosas superficiales, como lo es el baño caliente y las comodidades que al estar en la Escuelita Zapatista no se extrañan, por el contrario.
Disfruté la naturaleza, la comida tan exquisita hecha con el ingrediente mágico de nuestros compañeros zapatistas, el amor, la humanidad, la dedicación y, sobretodo, la cosecha de su esfuerzo, con su trabajo.
El cuidado de cada Votán te penetra en lo más profundo de tus huesos, sientes una emoción que te embarga, que quisieras ser parte de ellos, quedarte, ya no regresar a la realidad del Distrito Federal; pero precisamente el que hayan compartido la forma de cómo se organizan, de cómo llevan a cabo su autonomía, su forma de sacar adelante sus proyectos cooperativos y productivos, los promotores para las escuelas primarias y secundarias, la salud, las juntas del buen gobierno, es para yo practicarlo en mi comunidad y colonia. Hacerlo nosotros no es fácil, pero la confianza con la que se llenó mi corazón y mi ser en la Escuelita Zapatista, el tener en mi pensamiento a todos los Votanes jóvenes, llenos de alegría y de energía, de conciencia, de sabiduría, de amor a pesar de su corta edad, me impulsa a no claudicar con lo que he pensado una y otra vez: este mundo debe cambiar, debe recobrar a los seres humanos y no los seres deshumanizados, llenos de odio, de ambición de poder que buscan gobernar para extinguir en todas partes del mundo las palabras comunidad, solidaridad, honestidad, techo, salud, bienestar, trabajo, libertad…
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Se perdieron las palabras
Inmersos en la dinámica de la Escuelita Zapatista, la escuelita de la realidad donde lo imposible es posible, aprendemos que un tú, un yo, desaparecen para ser un Nosotros.
YOLANDA
Luego de conocer el Caracol V Roberto Barrios, a la Junta de Buen Gobierno, a las y los maestros de la escuelita zapatista, las bases de apoyo nos dan un resumen de los libros que tendremos que estudiar durante nuestra estancia en la Escuelita Zapatista.
El lenguaje envuelve y se transforma. Todas y todos los del EZLN tienen una forma de hablar que las y los estudiantes no conocemos. A través de veinte años de lucha por la tierra, alimentación, salud, educación, vivienda, trabajo, independencia, igualdad, autonomía, libertad, participación, resistencia, justicia y la democracia, la paz y la experiencia han creado un lenguaje propio que no se escucha en otros lugares.
Dentro de su organización, que es de por sí impresionante, nos percatamos que desde el CIDECI y hasta la comunidad, todas y todos saben lo que tienen que hacer, quiénes vienen, a dónde van, qué vamos a hacer, cómo, cuándo, dónde y con quién. ¡Todo! La logística de esta Escuelita es ejemplo para muchos, reflexión para todas y enseñanza para los que tenemos la oportunidad de vivir la experiencia.
La creación de una forma de autogobernarse a través del trabajo colectivo en la siembra y al deshierbar la milpa; al vacunar o desparasitar el ganado; al promover la educación y la historia del movimiento zapatista en la escuela; al comprar, organizar o colaborar en la cooperativa; al visitar y conocer los servicios que ofrece el centro de salud; al participar con la palabra en las asambleas; al respetar y promover la participación de las mujeres y al comprender aceptando y adoptando un nuevo orden familiar, ha dado paso a un lenguaje que refleja la madurez de las comunidades.
Pareciera que pasa desapercibido, pero para quienes estamos como estudiantes y estudiantas, vamos aprendiendo una nueva forma de comunicarnos, de ser y de vivir. No intentamos hablar tsotsil, tzeltal, chol o tojolabal. Sería inútil, pues a duras penas aprendemos a saludar, a decir buenos días u otra palabra para saludar a las familias y comunidades que nos reciben. Inmersos en la dinámica de la Escuelita Zapatista, la escuelita de la realidad donde lo imposible es posible, aprendemos que un tú, un yo, desaparecen para ser un Nosotros. Sin importar con quien hablemos, lo que preguntemos, lo que nos expliquen o lo que vemos, todas y todos tienen un lenguaje común en donde no existe lo personal, sino lo comunitario, en donde desaparece lo individual para dar paso a lo colectivo. En donde el problema de uno es atendido por varios, la tristeza es compartida porque la felicidad está enraizada en los corazones de todas y todos. Donde la casa, al igual que la mesa, la hamaca, el agua, el café, el té, el arroz, los fideos, los frijoles, los chayotes y las calabazas se acompañan de la palabra que es para todas y todos.
Dejamos de ser tú y yo, damos la bienvenida al nosotros que nos abraza, nos envuelve, nos cobija y da soporte como la hamaca al dormir.