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De los tianguis prehispánicos a los mercados agroecológicos en Jalisco

Desinformémonos :: 06.05.14

En Guadalajara florecen los espacios para vender e intercambiar productos sanos, orgánicos y de comercio justo.

De los tianguis prehispánicos a los mercados agroecológicos en Jalisco
En Guadalajara florecen los espacios para vender e intercambiar productos sanos, orgánicos y de comercio justo.
LUCIANA HELGUERA

Guadalajara, Jalisco. Los mercadillos agroecológicos florecen en esta ciudad, ubicada al occidente de México y donde nació el primer tianguis orgánico del país. Uno de ellos es el Mercadito Agroecológico, donde no solo se venden o intercambian productos, sino que se comparten conocimientos de cómo mejorar hábitos en la vida diaria.

Tianquiztli es el nombre náhuatl que se dio a los mercados o mercadillos en el México prehispánico. De acuerdo con el Códice Durán (manuscrito novohispano que aborda la cultura de los mexicas), estos complejos arquitectónicos tuvieron un área consagrada al culto de la imagen del Dios de los mercados y ferias, al que se ofrecían “mazorcas de maíz, ají, tomatl, fruta y otras legumbres y semillas y pan; en fin, de todo lo que se vendía en el tianguis”. El Códice señala que estos espacios se trataban también de un momoztli, que significa un lugar donde conversaba la gente.

Los tianguis fueron una plataforma baja de uso ceremonial, donde cada cinco días –en la mayor parte de ellos- se reunían los productores de todas las zonas, y vendían o intercambiaban los bienes y productos de temporada.

El primer tiaguis orgánico de México

En 1996 nació en Guadalajara, Jalisco, el primer tianguis orgánico de México. Fue creado mediante el impulso del Colectivo Ecologista de Jalisco (CEJ), que buscó a campesinos; mediante charlas, talleres y varias visitas a campo, lograron establecer un vínculo especial con Ezequiel Macías, un campesino productor de maíz de El Salto, que dio un giro en su forma de producción.

Una vez establecida la producción orgánica en la parcela de Macías, el CEJ consiguió a más gente productora orgánica o artesanal y creó el Círculo de Producción y Consumo Responsable. En ese entonces, éste se ubicó en una cochera y los consumidores responsables se ponían de acuerdo en ir a hacer la despensa ahí.

Entre los miembros fundadores se encuentra José Luis García, dueño de la empresa familiar “Jabones García”, dedicada a la producción de jabones naturales elaborados con aceite de coco y resina de árbol de pino. A diferencia de los industriales, los productos de José Luis García no contienen colorantes ni perfumes químicos, y son biodegradables en agua.

Hasta la fecha, este mercado funciona en la calle de Morelos 2178 y abre sus puertas todos los sábados, de 10 de la mañana a 3 de la tarde.

Crecimiento del mercado

A partir de este primer impulso, varios mercados en México empezaron a florecer; la tendencia hacia un consumo más justo, responsable, local y sano empezó a colarse por todos los estados del país.

En Guadalajara ahora hay más de 10 pequeños mercados orgánicos y alternativos. Uno de estos sitios es el Mercadito Agroecológico, dentro del antiguo cine Variedades, ahora Larva (Laboratorio de Artes Variedades). En este espacio se encuentran más de 20 pequeños productores, en su mayoría jóvenes, que apuestan por una vida alternativa.

¿Qué proyectos están aquí dentro? Dentro del mercado hay diversos profesionistas, que dedican sus domingos a vender lo que producen durante la semana. A la entrada está la poeta Mariana Ayón, que invita a los transeúntes de la Vía-Recreactiva de avenida Juárez a pasar al mercado. Con su elocuencia poética convence a muchos de darse una vuelta por los pasillos del tianguis.

También están apostados biólogos egresados de la Universidad de Guadalajara, que trabajan en una casa sustentable en la producción de hongos, haciendo de los desechos orgánicos comunes setas y otros hongos comestibles y medicinales. Además, se vende la deliciosa salsa “Mary-Chuy”, que es ofrecida en tostadas. Una vez que el sabor de la salsa conquista al consumidor y lee su etiqueta, salta a la vista que está hecha con chiles de árbol cultivados en Temacapulín; así, con esta compra, también se apoya a un pueblo que resiste contra su desalojo e inundación para levantar la presa El Zapotillo.

Dentro del mercado está también una chica de aspecto punk; es una modelo y fotógrafa que expende alternativas para la higiene femenina, así como jabones hechos por una música tapatía muy reconocida. Lo mismo se puede encontrar a ingenieros en sistemas que fabrican una granola excepcional; chocolates orgánicos empaquetados en obras de arte, o verduras orgánicas de un rancho que decidió que era tiempo de dejarle de vender a grandes supermercados (WalMart) y encontrar a los clientes de propia mano, para evitar a los intermediarios que se quedan con la mayor parte de la ganancia.

Los mercados alternativos modernos son el símbolo local del sitio, donde se encuentra la vanguardia de alimentos, además de que los productos vuelven a tener rostro humanizando. Se convierten en algo vivo donde la gente se encuentra, platica e intercambia opiniones, como en los antiguos tianquiztli.

En Mercadito Agroecológico también hay charlas al mediodía, referentes a temas de salud, alimentación, ecología, medio ambiente, ecotecnias, etcétera. Éstas sirven para construir de otra forma conocimientos que no se dan en las escuelas. Muchos de los talleres son impartidos por jóvenes egresados de la universidad, que disponen de sus conocimientos para el público en general. Otros talleristas son amas de casa, que cambiaron sus hábitos de consumo y alimentación y dan tips simples para que la vida en la casa sea mejor día a día.

Como este mercado, hay muchos que funcionan de diversas maneras, pero todos acogiendo proyectos pequeños y orgánicos de la zona, apropiándose de plazas públicas para volverlas un sitio de convivencia y, a diferencia de los tianguis comunes de México, la conciencia ecológica es la que predomina.

Este proyecto hasta ahora funciona de forma autogestiva y gracias al apoyo de los clientes que creen en él, con gente que se empodera de su tiempo, de sus espacios y que pone en marcha pequeños proyectos que empiezan a consolidarse en trabajos formales.


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