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Buceando en la crisis política de Ucrania

Tortuga :: 07.05.14

Entrevista con Ganna Goncharova, socialista ucraniana residente en Zaragoza

Buceando en la crisis política de Ucrania. Entrevista con Ganna Goncharova
Jueves.1ro de mayo de 2014
Marquetalia.
grupotortuga.com

MARQUETALIA.org ha tenido el placer de entrevistar a Ganna Goncharova, una socialista ucraniana afincada en Zaragoza con la que hemos podido profundizar sobre la crisis política que vive su país. Ganna nació en Kramatorsk (región del Donbás) en 1972 en una familia de miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Su abuelo materno y su padre dirigían sendas organizaciones del Partido en las universidades donde trabajaban como profesores. Fue miembro del Komsomol desde 1986 hasta 1991. Hizo la doble licenciatura en ingeniería y economía en la Academia Estatal de Ingeniería del Donbás y luego obtuvo el máster en Dirección de Empresas. Durante un tiempo trabajó como gestora económica en diversos puestos de la administración pública ucraniana, en particular como auditora estatal de cuentas. Más tarde se incorporó a la empresa privada y trabajó como directora financiera de una estación eléctrica y una empresa de distribución de energía eléctrica. En 2009 se casó con Alberto Montaner Frutos, profesor de la Universidad de Zaragoza y se vino a vivir al Estado Español. Ganna, gran conocedora de la realidad política de su país, ha contestado de forma muy didáctica a las preguntas planteadas en esta entrevista que os dejamos a continuación.

ENTREVISTA A GANNA GONCHAROVA. CRISIS POLÍTICA EN UCRANIA

El mundo ha sido testigo de las espectaculares imágenes difundidas acerca de todo lo acontecido estos últimos meses en Ucrania. El foco de las noticias apuntó primero hacia el Maidán – la Plaza de la Independencia en Kíev-, después hacia Crimea y ahora hacia Donetsk, Járkov, Odessa y el resto de las regiones del sureste ucraniano.

(Marquetalia.org) Se pudieron observar multitud de imágenes de grupos fascistas en los disturbios de Maidán y partidos ultraderechistas como Svoboda y Pravy Sektor se revelaron como actores claves en las protestas. ¿Cuál ha sido su papel exacto? ¿Estaban desde el principio? Cuéntanos un poco cómo se inició todo.

(Ganna G.): Las concentraciones empezaron sin los nacionalistas de ultraderecha, aunque sí había nacionalistas desde el principio. Se iniciaron espontáneamente cuando la gente quedó a través de las redes sociales en el Maidán para expresar su desacuerdo con la decisión del gobierno de suspender las negociaciones sobre la asociación de Ucrania a la Unión Europea. Las negociaciones se han venido desarrollando desde hace mucho. Sin embargo, mientras estuvo el gobierno de Yúshenko, que todo el rato estropeaba las relaciones con Rusia, a la UE no le importaba mucho el resultado de estas negociaciones ni tenía mayor interés en que avanzasen y mucho menos en exigir de su títere Yúshenko la firma de cualquier documento al respecto, dado que eran conscientes de que el cumplimiento de las condiciones que ofrecía y sigue ofreciendo Europa llevarán al estado ucraniano a la ruina definitiva y lo convertirán en una colonia alemana, contando con que, incluso a día de hoy, Alemania es el mayor inversor de la economía ucraniana después de los mismos oligarcas ucranianos. Sin embargo, cuando Yanukóvich ganó las elecciones de 2012, y bajo su disparatada dirección, el país llegó al borde de la quiebra, Occidente se vio amenazado con el posible acercamiento de Ucrania a Rusia, a base de posible ayuda financiera, una rebaja en el precio del gas y otras ventajas económicas que Europa ni quiere ni puede ofrecer (o al menos prometer). Entonces empezaron a efectuar una gran presión sobre Yanukóvich forzando la conclusión de los acuerdos. Dado que el corrupto gobierno ucraniano se ha desacostumbrado desde hace mucho a contar con la opinión pública, llegando en algunas ocasiones a llamar en privado al pueblo ucraniano “el ganado”, jamás se molestaron en hacer públicas las cláusulas del acuerdo de la Unión Europea, ni siquiera en hacer una traducción provisional al ucraniano o a otra lengua que pudiese ser entendida por la mayoría de la población ucraniana (es decir, al ruso). En consecuencia, toda la gente que simpatizaba con la idea de la unión (en realidad solo asociación) con Europa, al salir al Maidán en realidad no tenía ni idea de qué estaba exigiendo. No sabían que la firma de dicho acuerdo supondría, para empezar, la paralización de toda la industria ucraniana, dado que esta no podrá acercarse a los requisitos de la normativa técnica europea ni en un lustro, sin contar con la inversión que exigiría este cambio. De hecho, esto no solo impediría la venta de los productos ucranianos en la Unión Europea, sino en Ucrania misma. Tampoco sabían que la atractiva perspectiva de llenar Europa con la producción agrícola ucraniana no podría cumplirse debido a las cuotas de la política agropecuaria de la UE; por el contrario, las actuales exportaciones se verían rebajadas considerablemente. Además los manifestantes tenían la errónea impresión de que los acuerdos recogían la posibilidad de la libre circulación de los ucranianos en Europa y la adquisición del derecho a trabajar en cualquier país europeo. Sin embargo, en las cláusulas del borrador de acuerdo no había nada al respecto. Esto sin contar con que, por alguna extraña razón, toda esta gente pensaba que unas relaciones estrechas con Europa eliminarán de alguna forma milagrosa toda clase de corrupción en Ucrania, sin que ellos hicieran nada al respecto y, por supuesto, ellos de inmediato van a tener salarios y pensiones de nivel europeo, del tamaño de los cuales tienen una impresión demasiado optimista.

Ahora bien, el gobierno ucraniano del momento no se dignó exponer todas estas cosas, como consecuencia de lo cual, la gente organizó un mitin espontáneo, que rápidamente aprovecharon los ultraderechistas para cambiar el signo de las protestas hacia la dimisión del gobierno de Yanukóvich, lo que al principio no exigía nadie. En Ucrania hay fuertes rumores de que este tipo de revuelta de ultraderecha estaba planeado para 2015 si en las elecciones presidenciales previstas para noviembre de ese año salía de nuevo un candidato de las regiones del Este, puesto que desde hace varios años vienen preparando milicias juveniles neonazis en plan Hitlerjegend, con campamentos en los Países Bálticos y, según algunas fuentes, instructores estadounidenses, así como completando su entrenamiento con la participación en operaciones en Chechenia contra los rusos, como era el caso del recientemente asesinado (según se rumorea, por el propio Ministerio del Interior ucraniano) Aleksandr Musichkó, uno de los líderes del Pravyi Séktor. Por cierto, insisto en que el candidato a abatir sería de las regiones del Este y no de las “regiones prorrusas”, porque incluso a día de hoy, cuando el enfrentamiento ya no se da entre las fuerzas de extrema derecha y el gobierno de Yanukóvich, sino entre el Este y el Oeste del país, según las encuestas solo el 18% de la población ucraniana oriental está dispuesta a considerar la posible unión del Donbás a la Federación Rusa.

(Marquetalia.org): Hemos podido ver a actores muy dispares dentro de la oposición a Yanukóvich; el boxeador Vitali Klichkó, el antisemita Oleg Tiahnybok o una de las protagonistas de las “revolución naranja” del 2004, la expresidenta Yulia Timoschenko entre otros. ¿Podrías explicarnos de forma esquemática cuales son los intereses subyacentes tras este heterogéneo abanico de líderes opositores?

(Ganna G.): A la oposición ucraniana de derechas, personificada en Klichkó, Tiahnybok y Yatseniuk, como sabemos a día de hoy, la unieron entonces dos cosas: las ganas de librarse, en el plano político, del poderoso clan de oligarcas orientales (sin meterse, de momento, en la esfera económica), representado por el Partido de las Regiones, y la financiación de Petro Poroshenko (un oligarca de segunda fila y actualmente principal candidato a las elecciones del próximo 25 de mayo) usada para este fin. Por lo demás, sus orientaciones políticas, dentro de su común nacionalismo, son relativamente dispares. Mientras que Tiahnybok está más cerca del neonazi Pravyi Séktor de Yarosh, Klichkó y Yatseniuk representan la típica derecha parlamentaria.

(Marquetalia.org): Viendo el apoyo que EE.UU. y la U.E. han brindando a las protestas de Maidán es imposible no preguntarse qué intereses geoestratégicos esconden en Ucrania. ¿Ha sido el derrocamiento de Yanukovich fruto del clamor popular o un golpe de estado al servicio de los intereses de las potencias occidentales? ¿Qué legitimidad democrática crees que tiene el nuevo gobierno nacido de las protestas de Kiev?

(Ganna G.): Hablando de los intereses de Estados Unidos, tenemos que acordarnos de inmortales tendencias geopolíticas anglosajonas heredadas del Imperio Británico por los Estados Unidos, en su obsesión por el liderazgo mundial, en virtud del cual estos se hallan dispuestos a destruir a cualquier país, sociedad o sistema que, a su juicio, amenace su supremacía, usando cualquier medio a su alcance. Además, saben aprovechar bien los problemas internos de sus adversarios. Cada vez que Rusia, ya fuese como Principado de Moscú, Imperio Ruso o Unión Soviética, alcanzaba un nivel de estabilidad interna suficiente como para empezar a interesarte en los asuntos externos e influir en ellos, el Imperio Britiánico y luego sus sucesores, los Estados Unidos, se ponían manos a la obra (a veces acompañados de sus aliados, como Francia, Alemania, Turquía o Polonia, según las coyunturas) para devolver a los rusos (o a los eslavos orientales en general) al que en su opinión era el estado natural de los mismos, es decir, el “asiático” o salvaje.

Enfrentar Ucrania a Rusia no es una idea original, ya Bismarck era consciente de que era necesario alimentar cualquier desacuerdo o insatisfacción mutuos para que la fuerza rusa se viese comprometida. Dado que, en cualquier época el territorio al que hoy en día llamamos Ucrania fue una plataforma ideal para cualquier guerra contra Rusia, ya sea económica o bélica, lo primero que hizo el gobierno estadounidense después de enfrentarse de nuevo a Rusia en los asuntos del Oriente Medio (particularmente en el caso de Siria) es poner en marcha todos sus proyectos políticos en Ucrania. Estos deben su éxito en buena parte a la gran diáspora de ucranianos occidentales en Estados Unidos, quienes, en su mayor parte, son descendientes de los nacionalistas ucranianos radicales que se refugiaron allí después de las dos Guerras Mundiales. También favorece a los planes estadounidenses el rechazo al actual régimen político de Putin en Rusia por parte de la mayoría de la población ucraniana, ya que las tendencias monárquicas en cualquiera de sus manifestaciones, incluida la variante de dictadura unipersonal, jamás han sido propias del pueblo ucraniano en sentido más amplio, más referido al territorio que a las etnias. Esto se debe a la manera en que se acostumbró a vivir la población en los momentos en que se formaba la conciencia nacional, ya que cualquier intento de imponer un régimen de tipo feudal por parte de los polacos o los rusos se encontró siempre con la mayor resistencia en estos territorios. A esta lucha debemos la existencia de la institución del kozáchestvo o “cosaquez”, es decir, la agrupación de la gente que se consideraba libre (originalmente, los cosacos), y cuyos valores están en la base de la conciencia nacional ucraniana, la cual, por cierto, poco tiene que ver con el nacionalismo, dado que los cosacos aceptaban como uno de los suyos a cualquier persona que estuviese dispuesta a seguir las reglas de la hermandad. Por otro lado, esto imprimía a su personalidad una frecuente tendencia individualista, que contrasta fuertemente con la contraria tendencia al gregarismo propia de la Rusia profunda.

En cuanto a la Unión Europea, que hoy en día sin duda ninguna podemos llamar el IV Reich alemán, el detonante de su participación en estos sucesos fue probablemente la crisis del gas de 2007, cuando, de repente, la élite política alemana se dio cuenta de que la estabilidad energética de Centroeuropa depende de unos cuantos miles de kilómetros de gasoducto que pasa por los territorios ucranianos y es propiedad de un pueblo sobre el cual en realidad ellos no ejercen especial influencia y cuyas acciones no son capaces de predecir. Por otro lado, probablemente, una vez puestos a pensar en el asunto, se dieron cuenta de que hipotecando al gobierno ucraniano mediante préstamos se podía conseguir el control o incluso la propiedad de la empresa estatal a la que está adscrito el gasoducto, y no solo esto. Los 600.000 km2 del territorio ucraniano (el 58% de los cuales se emplea para labores agrícolas y son las mejores tierras de cultivo de Europa, si no del mundo) son también de propiedad estatal. Obviamente, la férrea disciplina neoliberal europea encabezada hoy por el gobierno de Merkel obligaría a privatizar este inmenso tesoro. Los agricultores ucranianos hoy en día no disponen del dinero suficiente para adquirir, en caso de privatización, la tierra que hoy están usufructuando de modo gratuito. Los oligarcas industriales estarán tan liados con la adaptación de sus plantas y fábricas a la normativa europea que tampoco podrán inmovilizar suficiente dinero, e incluso dudo yo que los agricultores españoles e italianos participarían en el reparto del botín. Entonces, Alemania por fin podrá realizar, al menos en parte, su soñado plan de ampliación de su Lebensraum o espacio vital, que no les salió bien en anteriores ocasiones, en 1918 y en 1944, cuando, en ambas ocasiones, fueron expulsados de Ucrania por el Ejército Rojo.

Respecto de las razones del derrocamiento de Yanukóvich, creo yo que el, por la mayor parte, paciente e indulgente pueblo ucraniano lo seguiría aguantando hasta las elecciones legítimas de 2015, porque tampoco hemos visto una completa demostración de indignación para con él por parte de la población. ¿Qué representan aquellas manifestaciones y el asalto de las sedes del gobierno en Kíev y en varias regiones de Ucrania comparadas con la cantidad total de los ciudadanos ucranianos? Hablamos de 43 millones de personas, frente a unos pocos miles de manifestantes. Sin embargo, el fuerte apoyo por parte de la Unión Europea y de los Estados Unidos a los golpistas; el oportuno silencio de antiguos compinches de Yanukóvich, como por ejemplo el mayor oligarca de Ucrania, Rinat Ajmétov (que, por cierto, es diputado del Parlamento y no se dignó a dirigir ni una palabra a los electores durante toda esta crisis, hasta la semana pasada), y el apoyo financiero de los oligarcas de segunda fila (que querían ser califa en lugar del califa) y la propia mezquindad personal de Yanukóvich hicieron posible un golpe de estado fascista en Ucrania que, por cierto, fue denunciado en varias ocasiones por los partidos de izquierda (el Socialista y el Comunista), a los que Occidente prefirió no escuchar.

(Marquetalia.org): La llegada al poder de los sectores más reaccionarios nos ha dejado terribles escenas como los asaltos a las sedes del Partido Comunista de Ucrania (PCU), la quema de sus libros o infinidad de ataques contra sus militantes, como por ejemplo el intento de linchamiento de su secretario en la ciudad de Lvov, Rostislav Vasilko. También ha sido ilegalizado en algunas regiones, junto con el Partido de las Regiones de Yanukóvich. ¿Existe persecución política a día de hoy en Ucrania? ¿Cuál es la situación de los integrantes y simpatizantes del PCU y del resto de partidos y organizaciones prohibidas y perseguidas?

(Ganna G.): La prohibición del Partido de las Regiones y del Partido Comunista en las regiones de Ternópil e Ivano-Frankivsk es completamente ilegal y va en contra de la Constitución ucraniana. Sin embargo, una de las principales características de la derecha ultranacionalista ucraniana siempre ha sido la política de doble rasero. El gobierno golpista no irá, por su propia iniciativa, en contra de sus principales partidarios. Los últimos acontecimientos en Ucrania han llevado a los miembros de aquellos partidos a un estado de semiclandestinidad, salvo en los territorios orientales. Los nacionalistas no tuvieron ningún reparo en pegar públicamente en el Parlamento al líder comunista Petro Simonenko, además de quemar su casa. También la líder del Partido Socialista, Natalia Vitrenko, denunció ante el Parlamento Europeo el apoyo de la Unión Europea a un gobierno neonazi y las agresiones de los ultraderechistas de las que tanto ella como otros miembros de su partido habían sido objeto, sin que los europarlamentarios hiciesen, por supuesto, nada al respecto. El asunto es que nada de esto sorprende ni a los rusos ni a los ucranianos, ni tampoco debería sorprender a los judíos o a los polacos, si no han perdido por completo la memoria histórica, dado que 200.000 compatriotas suyos fueron exterminados por los ultranacionalistas ucranianos en la limpieza étnica de la Gallitsia durante la ocupación alemana, entre 1941 y 1944. No hace falta saber ruso o polaco para entender los materiales presentados en el libro de Alksander Korman al respecto, cuya sección gráfica puede verse en http://slavgromada.wordpress.com/hi…, y esto es solo una pequeña parte de los crímenes cometidos con el pretexto de la defensa del pueblo ucraniano en los territorios de los Cárpatos, el epicentro (aunque históricamente excéntrico) del ultranacionalismo ucraniano. Centenares de especialistas técnicos, médicos o profesores, incluso de etnia ucraniana, enviados después de la Segunda Guerra Mundial por las autoridades soviéticas a aquellos territorios fueron torturados y asesinados, esto sin contar con probablemente miles de funcionarios, militares, policías o miembros de los servicios secretos soviéticos caídos en la lucha contra los nacionalistas ucranianos, que comenzó en 1939 con la anexión de los territorios transcarpáticos a la Unión Soviética, de resultas del pacto Mólotov-Von Ribbentrop y seguía una vez finalizada la contienda, prácticamente hasta los años sesenta. Sin duda ninguna, encabeza la lista el general Batutin, mortalmente herido en1944 en una emboscada de la UPA (las milicias ultranacionalistas a las que se debe el ahora tan coreado grito de Slava Ukrayini = “Gloria a Ucrania”, con la respuesta Geroyam Slava = “Gloria a los héroes”), al que el resto de los ucranianos consideraban su liberador de las tropas hitlerianas. Ahora bien, todos estos horrores los nacionalistas ucranianos los justifican, hasta el día de hoy, como la respuesta a las represalias por parte de los comunistas después del citado pacto. En tal caso, convendría preguntarse qué tenían que ver los polacos y los judíos, las maestras de escuela o los médicos (o sus hijos, sobre todo los niños de dos, cuatro o cinco años) con estas represalias. El problema es que el mundo, asombrado por los crímenes del nazismo, pasó por alto los que ocurrieron a la sombra de los Cárpatos, que solo les tocó investigar a los servicios de seguridad soviéticos, a los que hoy en día, por diversas razones, no se suele otorgar credibilidad ninguna, pero que en este caso se debería. Respecto a todo lo expuesto, el Partido de las Regiones, por raro que pueda parecer, para los ultranacionalistas es el heredero del Partido Comunista, al que suelen tildar de su aliado, sin darse cuenta de lo absurdo que es.

(Marquetalia.org): Ucrania es un país con nacionalidades muy diversas. ¿Crees que, dada la estructura étnica, cultural e histórica del país nos encontramos ante una posible balcanización del conflicto? ¿Crees que estas tensiones podrían desatar una guerra civil en Ucrania u otro conflicto internacional de mayor envergadura?

(Ganna G.): En Ucrania viven personas adscritas a más de 150 nacionalidades o etnias. Sin embargo, el principal conflicto se da entre los nacionalistas ucranianos y todos los demás, sin que los primeros sean la mayoría de la etnia ucraniana, pues, si se ha de dar crédito a los datos estadísticos, de los 45 millones de ciudadanos ucranianos, los de etnia ucraniana constituyen el 77,8%. ¿Alguien es capaz de creerse que tal cantidad de gente puede sentirse amenazada por el 22,2% restante de la población? Estos tendrían que ser unos auténticos ogros para suponer realmente una amenaza. Sin embargo, este 22,2% con la llegada del gobierno golpista realmente se ve amenazado, dado que aún no han tenido tiempo de olvidarse de los métodos con los que los nacionalistas ucranianos “asimilan” a las minorías étnicas. ¿Pero realmente pueden hacer algo al respecto, dado su relativamente escaso número y su ausencia de fanatismo? En Yugoslavia todas las partes contaban con una cierta igualdad de fuerzas. Por desgracia, el escenario más probable no es una guerra civil, sino o bien un genocidio perpetrado contra las minorías étnicas, con las potencias extranjeras (incluida Rusia) silbando mientras miran para otro lado, o bien Ucrania como escenario de una guerra entre esas potencias extranjeras, según el modelo de guerra localizada instaurado por la de Cora al inicio de la Guerra Fría. Claro que un conflicto de estas características en el mismo corazón de Europa podría llegar a desencadenar una tercera guerra mundial.

(Marquetalia.org): El epicentro de las protestas contra el gobierno se situó en Kíev. Pero hemos podido ver como una vez derrocado Yanukóvich el conflicto se desplazó a otras regiones como Crimea al principio o Donetsk y Járkov en la actualidad. En estas regiones se han desarrollado, al igual que en Lugansk u Odessa, fuertes movimientos populares contrarios al gobierno de Maidán. ¿Cual es la situación de cada una de esas regiones? ¿Cómo queda la distribución geográfica del país respecto a la correlación de fuerzas existentes?

(Ganna G.): Creo que sería viable revisar nuestra percepción de la fisura interna de Ucrania, si prestamos atención al siguiente hecho: las regiones que padecen el nacionalismo o donde tienen la mayoría los partidos de derecha y centro-derecha son regiones agrícolas, mientras que las regiones donde todavía el Partido Comunista y los partidos de izquierda en general tienen un papel en la vida política en general son las regiones con una industria desarrollada, es decir, proletarias. Incluso el Partido de las Regiones, de entrada creado por los altos funcionarios y oligarcas, a veces, sobre todo en el nivel regional, se ve obligado a defender los intereses de los trabajadores, dado que constituyen la mayoría de sus votantes. Esto nos da razones para preguntarnos si este enfrentamiento no es sino una moderna manifestación de la lucha de clases, dado que, a decir verdad, el Partido Comunista jamás domesticó a los campesinos y cualquier agricultor, a partir del nivel de pequeño propietario, siempre tiende a ser conservador en razón de la propiedad misma, por miserable que sea. Porque, al fin y al cabo, por un lado está avanzando el capitalismo occidental, que prácticamente ha acabado ya con los derechos de los trabajadores en Europa y Estados Unidos, mientras que por otro avanza la dictadura de derechas de la actual Rusia, que ignora cualquier tipo de derechos humanos en general. Hasta hace poco, por muy propagada que haya sido la impropia expresión de “régimen de Yanukóvich”, los ciudadanos ucranianos tenían libertad de expresión y de asociación, y seguían contando con un sistema de apoyo social, en parte heredado de la Unión Soviética y en parte adoptado posteriormente, a causa de las dificultades económicas del país en los años noventa. Todo esto permite sospechar que el conflicto aparentemente étnico no es sino la máscara que adopta un más profundo enfrentamiento estructural.

(Marquetalia.org): El pueblo de Crimea votó de manera mayoritaria su anexión a la Federación Rusa. ¿Cómo fue el proceso de organización del pueblo para resistir la entrada de los activistas de Maidán? ¿Cómo se está desarrollando el cambio de status de Crimea? ¿Crees que el resto de regiones con mayoría rusa en su población, seguirán el mismo camino?

(Ganna G.): Para empezar, hay que subrayar que, como he dicho arriba, los insurgentes del Maidán no eran sino una mínima fracción de la población ucraniana, incluidos los de la etnia titular. En Crimea realmente no había y, aunque los amenazaron con un “tren de la amistad” desde el Maidán, la cosa se quedó en palabras. Hay que destacar que Crimea siempre fue una región aparte, incluso administrativamente dentro de la Ucrania postsoviética. Psicológicamente, nunca asumieron su anexión a Ucrania y en sus relaciones con el pueblo ruso están en otra dimensión. No tenemos que olvidar que los humores nacionalistas no son cosa solo de los nacionalistas ucranianos, sino también de los nacionalistas rusos. Las ideas nacionalistas rusas, alimentadas por los conflictos del Cáucaso y el distanciamiento por parte de Occidente, se han desarrollado últimamente, apoyados por el gobierno de Putin, hasta cotas de un absurdo total. Prácticamente han llegado a creerse en serio que son la auténtica raza aria, ergo superiores a los demás. No digo que toda la población rusa padezca de este trastorno, pero repercute mucho en la juventud, especialmente sensible a este tipo de virus, y a las capas de población semianalfabeta, que han aumentado drásticamente en los últimos veinte años en todas las repúblicas exsoviéticas. A los ojos de los nacionalistas rusos, la población rusófona de Crimea todavía sigue siendo aceptada como rusa; sin embargo, la población de las regiones orientales de Ucrania para ellos siguen siendo “pequeño-rusos” (según la terminología zarista), ergo rusos de segunda, sobre los cuales se permite un amplio abanico de aforismos denigratorios, prejuicios y chistes.

Tampoco ayuda que en los últimos veinte años los ciudadanos rusófonos ucranianos se hayan acostumbrado a más libertad personal que los ciudadanos rusos. Además, es cierto que la población de las regiones del Este ucraniano es muy mestiza y prácticamente cualquiera que hay nacido allí no será capaz de determinar con certeza su etnia, dado que nominalmente puede llamarse ruso, tártaro, ucraniano o judío, pero en realidad contar casi con decenas de componentes étnicos en su familia. Poca gente sabe que en la Unión Soviética una pareja, al registrar a su hijo, casi libremente podría asignarle la etnia que considerase oportuno. En particular esto causó problemas a los jóvenes judíos que en los años noventa querían emigrar a Israel y que contaban con un par de generaciones de nominalmente rusos, padres y madres (sobre todo estas últimas, por razones de adscripción étnica judaica), pese a que llevaban apellidos claramente judíos. Esto es inaceptable para el concepto de un verdadero ruso, dado que un nacionalista de ruso es igual de antisemita y xenófobo que uno ucraniano. Poca gente conoce aquí que, en la percepción popular rusa, toda la población de la cuenca mediterránea, empezando por el Cáucaso y acabando en Finisterre, son “gitanos” o “negros”, lo que en su subconsciente es de por sí insultante. La población rusófona de Ucrania tiene la percepción consciente o inconsciente de todo esto. Así que, a diferencia de los crimeos, la mayoría, como ya he dicho, no está dispuesta a pasar a control ruso. Prueba de ello es que hoy en día la mayoría de los que se manifiestan contra el gobierno ucraniano no exigen la separación, aunque los llaman separatistas (para justificar su represión), sino que exigen la federalización de Ucrania, un formato en el que, para ellos, sería más fácil resistir la opresión de los nacionalistas ucranianos. Claro que ahora mismo pueden acudir a Rusia para mantener a raya a los nacionalistas ucranianos para que no los aplasten porque sí, pero se trata de un movimiento más táctico que estratégico.

(Marquetalia.org) Muchas gracias Ganna por responder a nuestras preguntas. ¿Quieres añadir algo?

(Ganna G.): Finalmente, querría subrayar que esta es mi propia opinión, basada en mi pertenencia a una familia multiétnica; en mi formación, que probablemente algunos pueden considerar comprometida con la ideología soviética; en mi experiencia laboral como funcionaria del estado ucraniano y como ejecutivo en las empresas industriales de Donbás. Debería añadir, por otra parte, que soy bilingüe en ruso y ucraniano; que voté a favor de la independencia de Ucrania en 1991 y que jamás he dado mi voto al Partido de las Regiones, lo que, por cierto, jamás ocultaba trabajando como trabajaba en una de las empresas del conglomerado de Ajmétov, sin que ello tuviera nunca ninguna repercusión en mi carrera, en mi salario o en cualquier otro ámbito. Dudo yo que los partidarios de dicho partido, igual que los del comunista y el socialista, puedan decir hoy algo parecido en Ucrania Occidental.
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