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Entrevista a Enrique Santos Calderón, fundador de la revista “Alternativa” junto a Gabriel García Márquez

Clajadep :: 15.05.14

Una publicación con una nueva imagen, más contemporánea, no para el militante de izquierda, sino para el gran público

‘Hoy se necesita un periodismo independiente’: Enrique Santos Calderón
En los 40 años de la revista ‘Alternativa’ uno de sus pilares, analiza la herencia que dejó.

Por: MARÍA PAULINA ORTIZ
El Tiempo
14 de mayo de 2014

Hace 40 años, un grupo de periodistas, sociólogos y artistas se unieron en un proyecto: crear un medio impreso que reflejara las ideas de izquierda. Nació la revista Alternativa. Detrás estaban Gabriel García Márquez –no solo como soporte económico, sino como gran inspirador–, Enrique Santos Calderón, Orlando Fals Borda, Antonio Caballero, Bernardo García, Jorge Restrepo, Roberto Pombo y Daniel Samper Pizano, algunos de los miembros del Taller 4 Rojo y otras voces intelectuales. No solo pretendían convertirse en la voz de lo que callaba “la gran prensa” (como ellos llamaban a los medios tradicionales), sino que, además, pretendían cumplir un sueño que a la postre resultó imposible: unir a la izquierda colombiana. Así como ha pasado históricamente con este sector ideológico, la revista se llenó de grietas internas, de divisiones, que –sumadas a la crisis económica– la llevaron a debilitarse hasta su cierre, seis años después de su nacimiento. Sin embargo, desde el primer número hasta el último hicieron un periodismo con tanta personalidad que dejó huella.

¿Cómo nació ‘Alternativa’?

Fue producto de la confluencia de una inquietud que tenían distintos sectores de izquierda sobre la necesidad de tener un órgano de expresión que fuera más moderno y menos acartonado. Por un lado estaba la fundación de investigación que dirigía el sociólogo Orlando Fals Borda; por otro, el equipo que dirigía Bernardo García en la Universidad del Valle, intelectuales muy preocupados por la comunicación de masas, y un grupo de periodistas y artistas que buscábamos formas distintas de comunicación y que veníamos trabajando con las comunidades. Nos reuníamos y pensamos: ¿por qué no fundar una publicación con una nueva imagen, más contemporánea, no para el militante de izquierda, sino para el gran público? Así nació.

¿Y cómo se unió García Márquez?

En medio de todo eso, yo ya había conocido a Gabo. Los demás me dijeron que tratara de meterlo en el proyecto. Logré convencerlo, aunque él era muy escéptico. Creía que todas las revistas de izquierda fracasaban, que ese era un género desdichado en Colombia. Pero acabó vinculado desde el inicio. Después de muchas reuniones, apareció el primer número de Alternativa, en febrero de 1974. Pensábamos salir con un tiraje de tres mil ejemplares, pero cuando Gabo nos dijo que iba a escribir para ese número (el tema de portada fue un reportaje suyo), lo subimos a diez mil.

¿Tuvo buena recepción?

La revista fue decomisada en los quioscos. Imagínese, una contraportada dedicada a los abusos de la contraguerrilla y una portada con un artículo de Gabo sobre el golpe militar de Chile, en el que atribuía el bombardeo del palacio de La Moneda a pilotos de la CIA. El decomiso en algunos sitios terminó por provocar que se agotara. El segundo número, el tercero, el cuarto, todos se agotaban. Fue un éxito que nos sorprendió a nosotros mismos.

Porque era un producto totalmente diferente entre los medios…

La revista fue una aventura editorial sin antecedentes en un panorama periodístico que era muy complaciente. Toda la prensa era oficialista, se movía entre los cánones del Frente Nacional. Y los medios de oposición eran la prensa de los grupúsculos, el órgano del Partido Comunista, el de los trotskistas, unas cosas dirigidas solo a sus militantes. En ese sentido, lo de Alternativa fue un ejemplo singular. Sobrevivimos seis años a lo que llamaban la lógica del mercado, porque nosotros no teníamos pauta publicitaria. Al comienzo, algunas empresas nos ofrecieron su pauta, pero nosotros –muy puristas– la rechazamos. Luego nos arrepentimos, pero ya nadie nos daba.

¿Cómo se mantenían, entonces?

A punta de ventas callejeras, de suscripciones de apoyo, que venían sobre todo de Europa y Estados Unidos, y a veces del apoyo de pequeñas editoriales de izquierda.

Usted vendió una acción de EL TIEMPO para meterle dinero…

Sí. Pero la revista era un barril sin fondo. Eran muchos los gastos.

¿García Márquez estuvo realmente comprometido con ‘Alternativa’?

El papel de Gabo fue fundamental. Del escepticismo inicial pasó a entusiasmarse mucho. Tras el golpe de Pinochet, Gabo había entrado en huelga literaria (dijo que no volvía a escribir mientras Pinochet estuviera en el poder), y el periodismo fue una forma de escape. Colaboró sistemáticamente con la revista, le puso un empeño impresionante, hizo crónicas desde todas partes del mundo. No vivía en Colombia, pero venía con frecuencia. Y, bueno, el pobre Gabo sufrió mucho porque le tocaron las crisis internas. Nosotros, que luchábamos por la unidad de la izquierda, terminamos divididos tres veces.
García Márquez, con el equipo, entre ellos Jorge Restrepo y Enrique Santos.

¿Qué provocó esas divisiones?

El éxito inesperado despertó apetitos, porque Alternativa se convirtió en un instrumento de influencia política. Muchos de los grupos que trabajaban adentro intentaron apoderarse de la revista. Eso generó la primera crisis, que fue ruidosa y muy costosa. El grupo de Fals Borda se fue y empezó a editar otra revista parecida, llamada Alternativa del pueblo, que no duró mucho. Gabo sufría con esas peleas y ese sectarismo de la izquierda. Pero siempre estuvo ahí y fue la voz de la razón que dirimía las peleas.

¿Y usted no tuvo problemas también con su familia?

Claro. Al comienzo yo estaba trabajando simultáneamente en EL TIEMPO y tenía ahí mi columna, Contraescape. Pero, poco a poco, la dinámica me fue absorbiendo hasta que me retiré del periódico y me dediqué a la revista. Primero figuré en el comité editorial y luego como director, tras la segunda crisis, que tuvimos con el grupo de Bernardo García y José Vicente Kataraín. Esa nueva división, por lo menos, la manejamos mejor y fue menos pública. Sin embargo, eso afectaba la credibilidad de la revista. Impactó en circulación. La decepción ideológica sumada a la asfixia económica nos llevó al cierre.

¿En ese momento había medios parecidos en América Latina?

Alternativa fue un fenómeno casi singular. Por eso tuvimos tanto éxito a nivel internacional. La revista se convirtió en un desfogue para grupos en Latinoamérica. Por ahí desfilaban exiliados de Chile, de Argentina… Y ellos eran una fuente de información para nosotros de lo que estaba pasando en la izquierda latinoamericana.

Ustedes realmente lograron incomodar al Gobierno…

Éramos supremamente incómodos. Sobre todo porque practicábamos un periodismo agresivo, desde el punto de vista de las investigaciones, los titulares fuertes, el humor y algo a lo que el país no estaba acostumbrado: la denuncia frontal de los hechos de corrupción, de los abusos de los militares. Todo esto, combinado con la divulgación de cosas que no aparecían en “la gran prensa”, es decir, los movimientos campesinos, las huelgas obreras, las violaciones de derechos humanos, provocó el impacto periodístico de Alternativa.

¿Qué posición tenían en la revista frente a la guerrilla?

Teníamos una mal disimulada simpatía por la lucha armada. Ese fue uno de los factores de controversia con algunos sectores. En general, nos parecía que el fenómeno de la lucha armada era una expresión válida del movimiento popular. Teníamos acceso directo a varios de ellos. Éramos los únicos a los que nos daban entrevistas. Ya en la última etapa, por ejemplo, cuando la revista estaba herida de muerte, se produjo la toma a la embajada dominicana. Nos llamaron a darnos primicia y éramos los únicos que sabíamos lo que estaba pasando. En ese momento, la revista retomó mucho en circulación. Pero al final fue un aspecto que nos trajo muchos problemas. Hoy en día, sin duda, Alternativa estaría totalmente a favor de la paz. La lucha armada está totalmente descartada y hemos visto cómo exguerrilleros llegan al poder por las vías legales en toda América Latina. Hoy la izquierda tiene posibilidades de movilidad que en esa época no tenía.

¿Por qué dice que en ese momento la revista estaba herida de muerte?

Porque ya estaba perdiendo muchísima plata. Gabo ya había dicho que no le metía más. Y estaban las pugnas internas de la izquierda –el ideal de propugnar la unidad no cuajaba–, que llevaron a una crisis de fe ideológica y desencanto. La gente ya estaba reventada.

¿Cree que un periodismo como el de ‘Alternativa’ tendría cabida hoy?

Es una pregunta difícil. ¿Se podría hacer una revista como esa en la Colombia de hoy? No sé. El periodismo ha cambiado tanto, las formas de comunicación han cambiado tanto. La juventud fue clave para nosotros y hoy uno ve una juventud más escéptica, más despolitizada. Pero los problemas existen todavía, de desigualdades, de corrupción. Así que creo que sí se necesitaría un medio como Alternativa, y que tendría un éxito del carajo si mantuviera esos elementos de creatividad, humor, investigación, valor para destapar lo que sea.

Todo eso que nombra hace falta.

Sin duda. Hoy se necesita un periodismo crítico e independiente. Lo que uno ve actualmente es cómo las grandes corporaciones financieras y bancarias se están apoderando de los medios en el mundo entero y los espacios cada vez son más reducidos. Queda internet, pero eso también es muy caótico. Hacen faltan ejes fundamentales, publicaciones serias que sean punto de referencia, independientes de los poderes económicos sobre todo.

¿No cree que se les iba la mano?

Nosotros pecamos de excesivos, lo reconozco. Éramos periodistas partidistas, no nos interesaba ser objetivos. Éramos militantes contra el sistema. Muchas veces eso condujo a posiciones arbitrarias. Pero eso era parte del encanto de Alternativa. La gente sabía lo que iba a encontrar ahí. A veces, cuando repaso las colecciones, me quedo frío. Pero eso era lo que nos animaba. Éramos apasionados.

¿Qué herencia dejó ‘Alternativa’ para el periodismo en el país?

Hizo escuela. Con nosotros se formó una generación de periodistas –obviamente de izquierda– que entendió los elementos esenciales del oficio. La revista marcó la pauta del periodismo nacional, sembró semillas, reflejó una época. En una ocasión, Fals Borda escribió: “La Colombia de hoy le debe mucho a Alternativa. Merece que resucite su espíritu independiente y rebelde. El país sigue necesitando de ese periodismo serio, investigativo y crítico que hizo de Alternativa el fenómeno comunicativo de la época”.

¿Qué siente al llevar su memoria a estos cuarenta años atrás?

Mucha nostalgia. Fue una época decisiva de mi vida.


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