Mayas, cocas, purhépechas, zapotecos; todos construyen sus propias formas de gobierno, que son tan particulares como las amenazas que se ciernen sobre sus territorios.
En México y Guatemala, cada autonomía es diferente
Mayas, cocas, purhépechas, zapotecos; todos construyen sus propias formas de gobierno, que son tan particulares como las amenazas que se ciernen sobre sus territorios.
Jaime Quintana Guerrero
Guatemala. Para emprender la autonomía, comunidades indígenas de México y Guatemala deben enfrentar al gobierno. Más allá de esa coincidencia y de la centralidad de la asamblea, cada experiencia tiene particularidades, señala Manuel Jacobo, integrante del pueblo coca en Mezcala, durante el Primer Congreso de Estudios Mesoamericanos, realizado del 5 al 9 de mayo en la capital de Guatemala.
En México, la comunidad de Cherán decidió regresar a sus raíces, mientras los cocas de Mezcala buscan legalmente la reconstitución de su territorio; en Guatemala, las comunidades se defienden de los megaproyectos, que bajo el discurso del desarrollo pretenden desplazarlas de su territorio.
En Guatemala, “el Estado es nuestro enemigo”
Isabel Solís es una mujer maya kiché que forma parte del movimiento campesino del pueblo q’eqchí en Livingston Izabal, Guatemala. Ella relata que en el año 2000 se vivió una ola de ocupaciones y recuperación de tierras de comunidades que quedaron encerradas cuando se dieron las tierras para sembrar café a los alemanes.
Tres de las comunidades que recuperaron sus tierras practican la autonomía, informa la activista Solís. En Santa Teresa, los habitantes tomaron la propiedad entregada a los alemanes y recogieron la producción de café de una finca abandonada. Incluso rechazaron programas de gobierno (como Fondo de Tierra) con el objetivo de mantener la independencia de su organización.
La comunidad de Livingston, en el departamento de Izaba, tardó tres años para señalar que “el Estado es nuestro enemigo; al inicio no se miraba así, pero cuando comenzaron a asesinar a compañeros y encarcelar a los jóvenes, la cosa cambió”, aclara Isabel Solís. Cambió la visión de que el Estado proporciona beneficios y la comunidad comenzó a pensar que lo que necesitaba es que éste se fuera, pues “a lo que viene es a quitar lo poco que se tiene”, abunda la mujer maya.
Cuando el gobierno de Álvaro Colom se enteró de que una comunidad q’eqchi, ubicada entre Guatemala y Belice, se levantaría, llegaron a ofrecer el programa “bolsa solidaria” a cambio de un censo, relata Solís. “Entonces, una señora sale adelante y les dice: nosotros no les pedimos los quetzales, ni su comida, lo que les queremos pedir es que se vayan, porque si se van ustedes, comemos bien”, recuerda la activista.
Cherán, el regreso a las raíces
“Para llegar a este punto de la autonomía tuvimos que encarar al monstruo, que no sabíamos de qué tamaño es; al principio pensamos que eran unos simples talamontes”, resume RosalíoJoaquín López, de la comunidad purhépecha de Cherán, en el estado de Michoacán, México.
Los indígenas de la meseta michoacana se dieron cuenta de que el enemigo es el propio gobierno, desvela Joaquín López. Entonces dijeron “no” a los partidos políticos, por traer división a la comunidad. “Realizamos una consulta”, explica el purhépecha. “Preguntamos entre estar con partidos o por usos y costumbres, y la mayoría optó por retomar nuestras raíces”, recuerda.
La organización del Consejo Mayor se estructuró con tres representantes por barrio. También existen 190 fogatas, cada una de las cuales tiene un representante y ahí se deciden las necesidades y se rinden cuentas. Para ocupar ese cargo, explica el purhépecha, se debe ser comunero de nacimiento y cumplir con obligaciones como las “faenas” (trabajo colectivo); por ello, muchos de quienes migran a Estados Unidos pierden ese derecho.
En Guatemala, “el gobierno militar le tiene miedo a la autonomía”
Francisco Lucas Pedro, Chico, es maya q anjob, originario de la comunidad Yula Imxolá Santa Cruz, municipio de Barrillas. Él señala que “el ataque a los pueblos tiene bastante tiempo, desde que la invasión de los españoles. Ahora sufrimos lo mismo, la agresión y persecución de una empresa española y de un Estado que no funciona y permite estos proyectos que no benefician a la comunidad”. El discurso del desarrollo con el que aparecen no se lo creen los pueblos, advierte.
Chico –quien vive fuera de su comunidad, desplazado por la lucha contra una hidroeléctrica- señala que el modelo de vida que proponen las empresas no es compatible con quienes viven en el territorio. “Estas empresas están pensadas para generar ganancia y no les importa la vida que se pueda eliminar”, denuncia el activista, quien acusa la represión, comandada por el Estado, que viene aparejada con estos proyectos.
“Las leyes de Guatemala no están hechas para los pobres, sino para los intereses de un grupito”, considera el activista. El gobierno “le tiene miedo a la autonomía de los pueblos, y no sabemos qué acciones realizará este sistema militar más adelante”.
El pueblo q anjob abarca 14 municipios, en los que ya existe un gobierno plurinacional “porque no sólo nos negamos a la implementación de estos proyectos, que no benefician a los comunitarios, sino que tenemos una propuesta propia de la forma de vida de los pueblos”, señala el joven líder comunitario.
“En nuestro territorio, las mesas de diálogo no funcionan; es como sentarse con el gobierno con un arma en la cabeza”, indica Chico. La discusión verdadera dentro de las comunidades, aclara, no es si la empresa entra o no, sino “qué va hacer la comunidad para desarrollarse ante este sistema que no funciona”.
En Oaxaca, “los pueblos cuidamos todo”
Salvador AquinoCenteno, de la comunidad zapoteca de Capulalpan, en el estado de Oaxaca, México, explica que en su comunidad “discutimos en asamblea, que es nuestra institución comunitaria central, y así hacemos ejercicio de nuestra autonomía”.
“No tenemos líderes, tenemos comisiones y responsabilidades, y la asamblea es la máxima autoridad del pueblo”, describe el zapoteca.
En el año 2002, el gobierno mexicano otorgó licencias para la explotación minera en el subsuelo de la comunidad, y “le dijimos a las autoridades que queríamos conocer a quienes nos vendieron. Les dijimos que el gobierno tenía que explicar por qué eran ya los dueños unas personas que vienen de Canadá”.
“Los pueblos cuidamos todo, la biodiversidad, el aire, el agua y todo lo que existe para que este mundo pueda seguir existiendo”, explica.
“El gobierno quiere que dejemos de ser indígenas”
En México, el proceso de autonomía cambia y es diferente en cada parte del país, explica Manuel Jacobo, indígena coca de la comunidad de Mezcala, Jalisco. Su comunidad cuenta con nueve barrios, y cada uno tiene un juez. Sus 3 mil 600 hectáreas están divididas en 20 áreas.
“Tenemos memoria histórica”, explica Manuel Jacobo. Mezcala “es un pueblo que mantuvo una lucha desde que los españoles llegan a nuestra región en 1853, hasta después de la etapa de Independencia, y no fuimos vencidos”.
La lucha actual de los cocas es por el reconocimiento de su territorio. Mezcala es un sitio sagrado “donde nuestros abuelos dieron sus vidas”, señala Jacobo.
Si el gobierno quiere implementar algún proyecto de gobierno, relata el coca, “tiene que pasar por la asamblea”. Una parte de Mezcala es una isla que se encuentra en el centro de un lago, que el gobierno del Jalisco quiere establecer como un lugar turístico sin consultar a la comunidad. Sin embargo, ésta defiende su territorio y sus títulos primordiales. “El gobierno quiere que dejemos de ser indígenas”, resume.
“Nosotros empezamos a tener contacto con diferentes organizaciones indígenas, principalmente con las comunidades zapatistas de Chiapas. Conocimos la discusión sobre los Acuerdos de San Andrés, y después nos integramos en el Congreso Nacional Indígena”, relata.
Para lograr la restitución de tierras comunales, “la vía que tenemos es la rearticulación de los pueblos y la autonomía”, finaliza Manuel Jacobo.
Los pueblos tienen la verdad
RosalíoJoaquín López menciona que se necesita sembrar y reforestar el territorio para tener autonomía y no dejar que cambien el uso de suelo. Agrega que la autonomía debe comenzar por la educación sobre el territorio. Para Salvador Aquino, zapoteca de Oaxaca, la autonomía cambia; “nadie sabe de dónde viene el golpe que te va a transformar”, señala.
“En Guatemala existen elementos de autonomía”, explica Isabel Solís. “No podemos tener islas en este país; nuestro sueño es que Guatemala sea autónomo e independiente. Los militantes de la autonomía de una comunidad tenemos que ir mas lejos”.
“No es cierto lo que dicen los antropólogos y estudiosos de que los indígenas somos pacíficos. No vamos a permitir que no echen la culpa de todo, pero sí queremos decir que este pueblo se tiene que defender. Es una responsabilidad de todos, porque los recursos que se defienden son de todos”, concluye la representante indígena Isabel Solís.
18 de mayp 2014