Autoridades chilenas juegan a la “participación” para discutir la descentralización circulando el texto de “La región que queremos”
Respuesta a «La región que queremos»
Las autoridades electas o no electas nos hablan en primera persona plural, lo que ya es un indicio de demagogia, lo que se confirma al ver el temario restringido y acotado a personalidades o dirigentes gremiales afines al gobierno. A eso le llaman participación, aunque no lo sea, y luego mostrarán como derivado de abajo, de la gente.
No sabemos la región que queremos ni lo vamos a saber con este tipo de encuentro, aunque los expositores y organizadores lo saben muy bien y esto parece más bien una manera de encajar desde arriba las políticas públicas del gobierno electo por las poderosas familias empresariales chilenas, ya que si hablamos de votos a favor de la presidenta, sumando las abstenciones, queda muy poca base de sustentación que viene a ser afirmada por desfiles militares, aumento de la represión al pueblo mapuche y militarización de Valparaíso para cortar y regular el enorme flujo de la solidaridad horizontal.
Pero es cierto que la legitimidad del gobierno no deriva de la mentalidad de la población abstencionista, que si fuese democracia, sería la mayoría, sino de la legalidad de un sistema hecho para mantenerse.
De modo que habría que definir una metodología para perfilar el tipo de región que queremos los porteños, pero ya que de descentralización hablamos, debería empezarse por barrios, cerros y comunas. En este barrio y el otro, que se junte la gente autoconvocada, sin llamados ni presencia de partidos ni autoridades, sólo la gente común, los vecinos, como hicieron tras el incendio, donde verdaderas columnas de voluntarios venidos de todo el país, subían y bajaban de los cerros conviviendo con los vecinos afectados, hasta que las autoridades que hoy nos preguntan el «tipo de región» que queremos, decretan estado de emergencia y sacan los militares a la calle a bloquear y cortar el flujo de los afectos y dolores compartidos. No preguntaron a nadie ni convocaron encuentros demagógicos para preguntar si la gente quería aquella militarización. El autoritarismo y el centralismo van de la mano. Explicaciones leguleyas para eso existen y no hay que ser abogado para saberlo.
O tal vez sea mejor que en vez de reunirse los vecinos para decirles a las autoridades el tipo de región que queremos, que lo hagamos con nuestras propias manos desde abajo en cada barrio, cerro y comuna y que ellos, los de arriba, observen para darse cuenta y tomar medidas para respetar la voluntad popular, así todos nos ahorramos las reuniones y esa lata. Pero eso puede ser difícil, ya que tal como nos tienen viviendo separados y en competencia, para evitar que nos demos cuenta de que compartir la cotidianeidad mediante formas de vida comunitaria puede ser mucho mejor (y más barato) que vivir encerrados en casa por el miedo a los ladrones creados por el sistema económico que nos rige, poco entusiasmo habrá hoy para abordar temas comunes.
Por eso quizás seria prudente darnos un tiempo o tomarnos un tiempo para modificar eso de la ausencia del común, la inexperiencia de construir un entorno vivencial compartido que sirva para que los niños y jóvenes vean con sus propios ojos que el compartir y el respeto son posibles, que no es sólo discurso en casa que luego no se ve materializado en ninguna parte, lo que, dicho sea de paso, demuestra que el cura Gatica está en todas partes y hace más daño que el capitán Araya, el primero porque predica y no practica y el segundo porque sube a la gente al barco y se queda en la playa.
También es necesario tener en cuenta que la descentralización es una forma de centralización, puesto que la no centralización vendría siendo la federación o la autodeterminación, así como las dos formas de la autonomía regional: la española, que es una farsa, y la zapatista, que es plenamente autonoma, o, si ahondamos los conceptos y las experiencias, tendríamos el estado plurinacional, donde cada etnia, pueblo, nación, identidad o cultura, tiene su territorio donde impera aún su propio derecho dentro de la concepción del pluralismo jurídico. También podemos adentrarnos en la historia del estado chileno, que fue progresivamente ocupando tierras que no estaban abandonadas, por lo que se trata de invasiones y genocidios que bajo ningún concepto pueden ser echados por la borda y que, tarde o temprano, deben ser encarados por la población, ya que el estado parece no interesarse en el asunto y mantener el borrón y cuenta nueva de los textos de historia oficiales. Bajo esos criterios, perfectamente podemos reivindicar la identidad porteña, la autodeterminación, la federación o el estado plurinacional, que duda cabe.
Así nos quedan por ahora solamente dos caminos que pueden ser seguidos simultaneamente sin problema alguno (para nosotros los porteños, no para los poderosos, que si van a sentir tembladeras): El primero es el himno oficial y el desfile de la bandera de esta invitación que nos hacen las autoridades, que no seduce a nadie, salvo los interesados en las migajas del poder, ya que se haga o no se haga el show de la participación, las cartas están marcadas y ya están echadas. Los pintamonos podrán ir a sacarse fotos o a levantar carteles de «oposición». Nada de raro que venga la Roxana para derribar sillas o Marcel Claude a cantar. Y no hay que olvidar que en las puertas y alrededores estarán los pacos rojos del PC y la CUT.
El segundo camino es en primer lugar descartar las rutas de la violencia, las ideologías, la lucha por el poder, etc. esto es, evitar la politización del tema, los posicionamientos conceptuales, filosóficos, tácticos y estratégicos de la bolsa de gatos, o sea, no hacer eco de las propuestas, promesas y luces de las vanguardias iluminadas, sean del color que sean, y aprender a escuchar a la gente común hilvanando su día a día, lamentándose o expresando necesidades, pero eso debe hacerse por fuera del contexto del encierro de las casas, por lo que habrá que impulsar actividades y dinámicas de compartir el mundo de la vida inmediato donde los cuerpos pueden hablarse junto a las miradas, mucho más que las palabras. Cuerpos libres descubriendo que es posible otro mundo, que es posible cambiar el mundo sin tomar el poder, bastando que salgamos de casa en todas partes a re-encontrarnos en una huerta, juegos de niños, salud comunitaria, plantas medicinales, reforzamiento escolar, reciclaje, artesanías, energía alternativa, construcción en barro, en fin, hacerlo todo otra vez, partir de cero, recomenzar, como el ave Fénix, desde las cenizas de la debacle destructiva del extractivismo capitalista. Hagamos otra cosa, que no tenga nombre, que no tenga diseño, cuya forma la va dando el compartir y el hacer las cosas de conjunto, no una vez cada cierto tiempo, sino en la cotidianeidad, comprar alimentos juntos, criar animales donde sea posible, levantar bibliotecas barriales entretenidas, en fin, mil maneras de entrecruzarnos y entretejernos haciendo otra vida. Así descubriremos lo que realmente queremos como barrio, cerro, comuna y región.
Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto
Proyecto Fénix de reconstrucción en Valparaíso con respeto a la madre tierra y la autonomía comunitaria
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