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Pistas reflexivas para orientarnos en una turbulenta época de peligro

Raquel Gutiérrez Aguilar :: 31.05.14

Capítulo del libro “Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo”

Pistas reflexivas para orientarnos en una turbulenta época de peligro

Raquel Gutiérrez Aguilar

Escudriñar las contradicciones que estamos viviendo
¿Qué época estamos atravesando? ¿Qué sentido y contenido
tiene -y qué horizontes puede abrir- el conjunto de protestas
y levantamientos que está sacudiendo muy diversos lugares
del mapa mundial? ¿Qué puede haber de similar entre los
levantamientos y revueltas de los jóvenes, los trabajadores y las
familias humildes de los países árabes con los que amaneció
este turbulento 2011, y los sistemáticos esfuerzos de los jóvenes,
las mujeres, los jubilados, los hipotecariamente desalojados,
los sin trabajo, los sin papeles, quienes, indignados, se han
movilizado una y otra vez en Madrid, en Barcelona y en el
Estado español en su conjunto? ¿Cómo se emparentan esas
luchas con las de los trabajadores y las familias griegas quienes
están siendo brutalmente acosados en su posibilidad misma
de reproducir la vida cotidiana? ¿Y qué tiene todo esto que ver
con los esfuerzos en México -ciertamente ambiguos- por no
seguir cayendo en la espiral de violencia, muerte y barbarie que
amenaza con convertir nuestro generoso país en la primera
cárcel de 2 millones de kilómetros cuadrados del mundo,
incluyendo sus “areas de castigo”, sus “zonas de esparcimiento”
y su “centro de observación y clasificación”? ¿Cómo ligar
todo lo anterior, con el conjunto de acciones de resistencia y
lucha contra el despojo y la violencia que, de manera menos
difundida aunque sistemática, están desplegando miles y miles
de hombres y mujeres indígenas y no indígenas en Guatemala,
México, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina y
Brasil, por citar los más conocidos?
¿Por qué a pesar de tantos esfuerzos, de tanta indignación, de
31palabras para tejernos, resistir y transformar
tanto sufrimiento como es el que muchos estamos teniendo
que padecer, de todas estas distintas, polimorfas y variadas
acciones de rechazo a lo que se nos impone en todo el planeta
como presente absurdo y como destino obscuro; toda esta
energía desplegada no parece alcanzar para ofrecernos certezas
ni, aparentemente, generar capacidad fluida de sintonizarnos-
enlazarnos entre cada vez más? ¿Por qué a pesar de tanta
energía vital derrochada para defendernos de las agresiones
y para abrir otros horizontes de vida común, no logramos
todavía, gestar y parir una manera de hilar eficazmente nuestra
común capacidad de rechazo y veto a los planes de muerte, ex-
plotación, desprecio y saqueo que ellos lanzan contra nosotros
y, más difícil aun, no conseguimos vislumbrar maneras de
proyectar-construir materialmente nuestros inciertos aunque
potentes y comunes deseos, contra los fines y medios de ellos?
¿Quiénes son ellos? ¿De quiénes estamos hablando cuando
decimos “ellos”… y, más aun, quienes somos “nosotros”, los
que trabajamos, padecemos y luchamos, los que acampamos
en las plazas y migramos, los que nos movilizamos y nos
rebelamos y, de todos modos, sentimos con frecuencia que
estamos atrapados en una enorme telaraña normativa-legal
y económica que nos dificulta o impide dar curso a nuestras
múltiples iniciativas y propuestas?
Necesitamos, para comenzar, establecer un “nosotras” -como
dicen los indignados de Madrid; sí, en femenino, abarcativo de
mujeres y varones en esfuerzo perseverante por ponernos de
pie- y un “ellos”… Requerimos una distinción analítica básica
producida por nosotras mismas para nombrar el mundo y, a
partir de ello, volverlo inteligible y abarcable; una distinción
inicial que pueda guiarnos en la transformación civilizatoria
en la que estamos empeñados.
Tuvimos una vez, hace más de 150 años, una distinción binaria
que, aunque trágica a la larga, de todos modos resultó muy
potente para orientar los pasos de las luchas de abuelos y
32pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
abuelas de todas nosotras. Reivindicando el lenguaje que hoy
rescata y contrasta, también, la distinción entre lo masculino
predominante y dominante y lo femenino en resistencia
y lucha, podríamos recordar así la mencionada distinción:
proletarias y burgueses.
Tal disyunción, que orientó y habilitó durante muchas
décadas innumerables esfuerzos de lucha y construcción
protagonizados por antecesores nuestros ha sido casi siempre,
o bien ferozmente criticada y devaluada, o bien simplemente
mantenida de forma dogmática, aprisionada en torpes criterios
clasificatorios de la peor tradición sociológica.
Para comenzar esta reflexión mi intención es recuperar aspectos
fundamentales de tal distinción entre proletarias y burgueses,
estableciendo, sin embargo, dos críticas de fondo. La primera
es la crítica al carácter en última instancia, singularmente
individualizador y tendencialmente unviersalizador de tal
distinción: los términos “proletario” y “burgués” son, además
de adjetivos, también sustantivos contrapuestos que designan
y clasifican, en el más conservador y banal -aunque común-
uso de tales términos, a individuos -o entidades singulares-
que pertenecen a “clases”. Se reinstala así, un problema formal
clásico de la filosofía occidental: la cuestión del elemento y el
conjunto, del universal comprendido como clase mediante un
concepto y de los objetos singulares que son abarcados por
él. De ahí que el contenido de enunciados del estilo “X es
proletario”, “Y es burgués”, donde X o Y podían ser cualquier
cosa, desde individuos hasta formas de lo político, pasando por
agrupaciones o propuestas resultara, además de sumamente
confuso, inútil a la hora de comprender el despliegue mismo
del antagonismo entre tales “clases” así delimitadas. El
par “proletario/burgués”, entendido de la manera descrita,
ancla y fija el pensamiento a un modo de razonar estático y
tendencialmente cerrado. De ahí el peligro de tales dispositivos
de clasificación que, sin embargo, operan al mismo tiempo
33palabras para tejernos, resistir y transformar
como posible fundamento para la producción de significados
propios, en tanto se proponen mantener a la vista los términos
de un antagonismo dinámico radical que ha fracturado la vida
social de una manera específica, aunque cambiante, a lo largo
de esta ya prolongada época de capitalismo.
La segunda crítica a la distinción en cuestión hace notar el
restringido lugar desde el cual tal par analítico se solía establecer.
Hasta su casi total abandono en la discusión política de las últimas
décadas, la contraposición entre “proletarias” y “burgueses” se
fundaba privilegiando el terreno de la producción y reproducción
económica del propio capital, es decir, desde lo que se entendía
como el ámbito de mayor interioridad de la valorización del valor1:
la fábrica, la gran industria, etc. Al proceder de tal forma, o bien se
dejaban fuera, o se establecían como secundarios, los contenidos
potencialmente disruptivos y transformadores de otras diversas
luchas y de otras múltiples actividades, en particular las de las
mujeres y las de los pueblos indígenas.
Ahora bien, la distinción contrapuesta en cuestión
brindaba de todos modos -insisto- una peculiar potencia al
pensamiento crítico: le dotaba de la capacidad de establecer
un piso o fundamento básico, inicial, para la intelección del
antagonismo que hasta ahora continúa atravesando, rasgando
y recomponiendo intermitente aunque continuamente, el
mundo que habitamos. Esa justamente es la potencia que
considero urgente recuperar, colectiva y tendencialmente;
y para ello, propongo una distinción que esquive o eluda las
críticas señaladas arriba. El par antagónico que sugiero como
distinción más general para la comprensión de la época que
estamos viviendo es el siguiente:
Entramados comunitarios vs.
coaliciones de corporaciones transnacionales
1 Esta cuestión es analizada con gran detalle por John Holloway en su trabajo
Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo. Sobre todo en los capítulos IV,
V y VI. (Holloway, 2011)
34pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
¿Qué quiero designar con el término “entramado comunitario” y
por qué lo propongo?
Busco referirme a la multiplicidad de mundos de la vida
humana que pueblan y generan el mundo bajo pautas diversas
de respeto, colaboración, dignidad, cariño y reciprocidad,
no plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del
capital aunque agredidos y muchas veces agobiados por ellas;
pretendo establecer un término suficientemente general -que
no universal- como para abarcar los lazos estables o más o
menos permanentes que se construyen y se reconstruyen a lo
largo del curso de cada vida concreta, entre hombres y mujeres
específicos, que no están plenamente sujetos ni sumergidos en
las lógicas de acumulación de valor, para encarar la satisfacción
de múltiples y variadas necesidades comunes de muy distinto
tipo. Intento pensar un nombre, para decirlo de manera
sintética, para las infinitas formas colectivas en que se expresa
y se realiza el trabajo vivo, el trabajo útil para la producción
y reproducción de la vida humana; en fin, para designar de
alguna manera la compleja trama humana que habitamos
mediante la cual se despliega la energía humana creadora no
subsumida realmente o no plenamente ceñida a los designios
y formatos de la valorización del valor.
Tales entramados comunitarios pues, unos más antiguos,
otros con origen temporal más cercano -contemporáneos-, se
encuentran en el mundo bajo diversos formatos y diseños: desde
comunidades y pueblos indígenas, hasta familias extendidas
y redes de vecinos, parientes y migrantes desparramadas en
ámbitos urbanos o rurales; desde grupos de afinidad y apoyo
mutuo para fines específicos, hasta redes plurales de mujeres
para la ayuda recíproca en la reproducción de la vida, por sólo
mencionar algunas “variantes” de tales entramados.
El término “entramado comunitario”, de por sí, refiere a sujetos
colectivos, aunque de muy diversos formatos y clases. Además,
35palabras para tejernos, resistir y transformar
tiene la virtud de no establecer su fundamento en el interior
mismo de la producción del capital -ie, en la esfera económica
del capital; e intenta poner el acento, más bien, en la forma
del vínculo establecido -comunitario, centrado en lo común- y
en la finalidad concreta que lo anima: la pluriforme, versátil y
exigente reproducción de la vida en cuanto tal. En ese sentido,
se asienta en “aquello” específicamente humano que desborda
una y otra vez al capital, que se expande por diversos terrenos
de lo que solía llamarse la “esfera de la reproducción social-
natural”, en contraposición y contraste a la esfera civil y a la
esfera política. Hasta cierto punto, entonces, “entramados
comunitarios” son las diversas y enormemente variadas confi-
guraciones colectivas humanas, unas de larga data, otras más
jóvenes, que dan sentido y “amueblan” lo que en la filosofía
clásica se ha designado como “espacio social-natural”, es decir,
el espacio de reproducción de la vida humana no directa ni
inmediatamente ceñido a la valorización del capital, no
plenamente dominado por sus leyes aunque casi siempre
cercado y agredido por ellas.
¿Para qué nos sirve, en la tarea de entender la época que vivimos,
la distinción confrontada entre “entramados comunitarios” y
coaliciones de corporaciones transnacionales?
Nos sirve, básicamente, como hilo conductor para la
comprensión general de lo que está ocurriendo.
Si tratamos de ordenar y entender los vertiginosos caudales
de sucesos que vemos ocurrir o que contribuimos a producir:
por una parte, movilizaciones, tomas de plazas, marchas,
acampadas, protestas, asambleas, encuentros, deliberaciones,
levantamientos; y también, por otra, matanzas, represión,
acoso, crisis, desalojos, quiebras, paro, desprecio, elecciones,
maniobras políticas, discursos gubernamentales a cual más
sordos, autistas e insensatos… las cosas se organizan con mayor
claridad si entendemos que esos sucesos son las expresiones más
36pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
álgidas, extraordinarias, de la gigantesca y global confrontación
entre variados y plurales formatos de múltiples “entramados
comunitarios” con mayor o menor grado de cohesión interna
y enlace; y las más poderosas corporaciones transnacionales
y coaliciones entre ellas, que saturan el espacio mundial de
policías y bandas armadas, discursos supuestamente “expertos”,
imágenes, reglamentos e instituciones rígidamente jerárquicas.
Los momentos cotidianos de la misma confrontación, que
ocurren de manera mucho menos aparatosa, más discreta
aunque continua y sistemática, los experimentamos cada
quien en la vida cotidiana: se trata del amplio y heterogéneo
conjunto de acciones de apoyo mutuo que inventamos día a día
para lograr vivir y, así, encarar la también cotidiana cadena de
agresiones soportadas a partir de las formas transnacionalizadas
de trabajo y vida que se nos han impuesto en las últimas
décadas, con sus lastres de inseguridad y endeudamiento, con
sus ritmos de trabajo enloquecidos e interminables, con su
absurda organización de los espacios urbanos y rurales donde
estas mismas coaliciones de corporaciones desarrollan sus
sistemáticas y cada vez más abusivas actividades expansivas.
Cabe hacer notar que el par clasificatorio propuesto es, ante
todo, un recurso del pensamiento para habilitar la comprensión
de lo que ocurre. Insisto en ello en tanto que, como bien me ha
señalado Manuel Rozental, muchas veces “la distinción entre
los entramados comunitarios y las coaliciones de corporaciones
no es tan visible ni tan fácil de discernir en la cotidianidad”.
De allí su utilidad analítica, epistémica; no como herramienta
para describir lo que hay sino para comprender lo que puede
haber: las coaliciones corporativas, por lo general, a la hora
de desarrollar sus proyectos, penetran, permean, convencen,
arrasan y desnaturalizan los entramados comunitarios.
Buscan ser hegemónicas y fabrican hegemonía con todos los
dispositivos a su disposición. De ahí justamente la pertinencia
del desafío lanzado que consiste en ubicarnos, nosotras, a la
37palabras para tejernos, resistir y transformar
hora de pensar los sucesos políticos, asumiendo la existencia
agredida y en peligro de múltiples formatos de entramados
comunitarios; para, desde allí, entender las variadas acciones
de las coaliciones transnacionalizadas de corporaciones que
penetran, confunden y niegan tales entramados; que los
desvanecen, los desprecian y los despojan. En gran medida,
las luchas contemporáneas están y han estado, también, en
el reconocimiento y adscripción de/a tales entramados que
desbordan la valorización del valor y el ámbito de acumulación.
Muchas veces, señala Rozental2, nosotros mismos tenemos
dificultades no sólo para reconocer tales entramados sino
también para reconocernos en ellos. En tanto, como parte de
ellos, eso somos.
Criterios clasificatorios diferentes: elementos iniciales para la
discusión
Estamos pues, atravesando una época en la cual está
ocurriendo una profunda transformación. El conjunto de
mediaciones para sortear los antagonismos más profundos
que atraviesan la sociedad, los que se construyeron desde
mediados del siglo XIX y se consolidaron en el XX, están
en ruinas. La contradicción antagónica de fondo se presenta
cada vez más descarnada y desnuda: tal confrontación ocurre
entre los entramados comunitarios que de múltiples maneras
resguardan y reproducen la vida no sujetándose plenamente
2 Se nos dificulta “establecer un nosotras-ellos desde allí, desde los entramados,
porque lo corporativo entra y funciona y nos incorpora dentro de ellos; así
como también, en contraste, nosotros permeamos los ámbitos corporativos
más duros cuando recreamos nuevos entramados comunitarios y aún siendo
cajeros bancarios o vendedoras de supermercados con horarios de maquila,
allí adentro, tejemos esos entramados y nos vamos infiltrando con risas,
historias, tiempos, pequeñas protestas y rupturas, que son grietas con potencial
enorme para burlar el cerco de la acumulación”. Conversaciones epistolares con
Manuel Rozental para la preparación de este volumen. Agradezco sus aportes
de corazón.
38pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
a la reproducción del capital y la demencial ambición
corporativa de valorización sin límite de tal capital acumulado.
Así ocurre aun si tales flujos de antagonismo son difusos u
opacos; aunque no se nos presenten con la claridad prístina
que pretendían ofrecernos otras distinciones hoy claramente
en vías de caducidad.
Justamente en este contexto entran en crisis los estados-nación
y, en general, casi todos los artefactos nacionales de inclusión
social así fuera subordinada: los sindicatos y coaliciones de
trabajadores, los partidos políticos y las reglamentaciones
democráticas, las instituciones nacionales de redistribución,
salud y educación… Casi todos ellos se ven tendencialmente
convertidos en impotentes guetos cercados por la marea
corporativa de la acumulación desbocada. Los estados-nación
se van convirtiendo, de manera creciente, en paralizadas
instituciones secuestradas bajo el peso de sus deudas hacia la
coalición corporativa transnacional. Ante la población de sus
países pasan a convertirse en cobradores de impuestos y regalías
para las concesiones obtenidas por la coalición corporativa, a
garantizar los contratos que éstas han obtenido y a manejar
una parte de las fuerzas armadas y la policía -aunque hace
mucho que perdieron el monopolio del uso de la violencia.
Lamentablemente, al describir este cuadro no estoy
exagerando. La coalición corporativa transnacional, esa
maraña de intereses y ambiciones de ocupación, explotación
y propiedad, que actualmente fundan su actividad en la
guerra, el saqueo y la depredación de todo lo que existe, ha
armado una red de instituciones y un conjunto de palabras
y argumentos para asegurar su permanencia. La red de sus
instituciones está constituida, en primer lugar, por el bloque
de mercados financieros -alrededor del cual tiene su clero
bien jerarquizado de “accionistas”, “grandes inversionistas”,
“expertos” y “consultores”-, las “bolsas de valores” suelen llamar
a sus sectarias catedrales; y nombran todo esto mediante
39palabras para tejernos, resistir y transformar
una engañosa expresión: “los mercados”, a cuyos intereses y
necesidades el conjunto entero de los procesos de reproducción
vital de la especie humana se debe ceñir.
Sin embargo, ¿qué cosa son esos “mercados” en cuyos altares
todo tiene que ser sacrificado? Son, básicamente, corporaciones
cerradas y privadas de ricos donde se concentra la riqueza
en sus múltiples formas: mercado energético, mercado de
“materias primas” -donde se concentran los alimentos del
mundo y otro conjunto de recursos productivos-, mercados
financieros -donde se monopoliza el manejo y destino del
dinero. Dada la manera en la que actualmente se utiliza el
término “los mercados” en el espacio público, es necesario
hacer un ejercicio reflexivo sistemático para entender y asumir
que tales “mercados” no son entidades naturales como por
ejemplo, “las playas” o “las montañas”. Los mercados son
únicamente el nombre de esas corporaciones cerradas de ricos
que se enriquecen cada vez más y que, al hacerlo, nos condenan
a todos los demás a una vida de carencia constante: sin casa,
sin papeles, sin tierra, sin tiempo, sin comida, sin derechos…
Una pregunta necesaria a estas alturas de la exposición, una
vez que he defendido la pertinencia de volver a contar con
una manera propia, nuestra, para distinguir lo que ocurre
en las actuales turbulencias políticas y he sugerido que tal
contradicción principal ocurre entre los múltiples entramados
comunitarios que habilitan nuestra existencia en el mundo
y la coalición de corporaciones transnacionales que buscan
apropiarse de absolutamente todo lo que hay; una vez hecho
esto, vale la pena preguntarse por el vaciamiento político y crisis
sistemática de casi todos los estados-nación contemporáneos.
Entendemos por estados-nación la peculiar forma moderna de
articulación de intereses públicos y privados para garantizar la
reproducción del capital –incluyendo el capital variable en tal
consideración, por supuesto- dentro de territorios delimitados
por fronteras nacionales. Bosquejando groseramente una
40pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
primera clasificación que contribuya a orientarnos en los
distintos tipos de estado-nación actualmente existente; podemos
distinguir cuatro grandes bloques de países con sus respectivos
estados-nación y las distintas maneras en que se esfuerzan por
contener a sus poblaciones dentro de tal dimensión, es decir,
a los polimorfos entramados comunitarios donde la vida se
desarrolla:
1. Aquellos estados-nación que están endeudados hasta el
tope con préstamos de cifras inimaginables facilitados por
redes de bancos, empresas y a veces, por otros gobiernos;
son países agobiados por los intereses y obligaciones de
dichas deudas, gobernados por élites que poco a poco se
van convirtiendo en meros cobradores de impuestos para
garantizar las rentas y lujos de quienes se esconden detrás
del término “los mercados”. Hasta hace poco tiempo, la
manera de integrar a sus poblaciones estuvo basada en el más
amplio “soborno” colectivo por la vía del auspicio a la deuda
personal y a cierta seguridad social (España, Grecia, Italia,
Irlanda y, hasta cierto punto, Estados Unidos, hasta ahora).
Todos estos son estados tendencialmente privatizados y en
vías de quiebra.
2. Los estados-nación que han logrado un equilibrio
productivo y financiero mínimo -aunque profundamente
injusto- y juegan un papel de reparto en el escenario
protagonizado por los acreedores más fuertes. Tales
estados, aprovechando la opacidad que acarrea la
turbulencia, pretenden además colarse a la coalición de
corporaciones transnacionales bajo formatos un poco
modificados: mismas reglas, intereses y procedimientos,
aunque emprendidas ahora también de manera estatal.
Ejemplo de esta clase anfibia de estados-corporación
son China en Asia, o Brasil en SudAmérica. La relación
mando-obediencia entre gobernantes y gobernados en tales
estados anfibios, erosiona el reconocimiento de derechos
41palabras para tejernos, resistir y transformar
sociales colectivos y privilegia las llamadas “actividades
de promoción social”: planes, subsidios, becas y todo tipo
de subsidios personalizados, que alteran radicalmente la
condición ciudadana, sustituyéndola por una más parecida
a la de vasallaje3.
3. Están después los estados-nación mucho más pequeños
de América Latina que, en medio de las condiciones
generales descritas arriba y casi siempre como corolario de
un período de intensa lucha desplegada desde múltiples y
heterogéneos entramados comunitarios por habilitar otras
formas de relación política y social, están actualmente
pretendiendo jugar el desgastado papel de agentes de
una supuesta modernización que no es más que un nuevo
episodio de re-colonización en épocas de predominio y
hegemonía corporativa transnacional (Bolivia, Ecuador,
Argentina, entre los más destacados). Son los estados
comparsa de cualquiera de los dos tipos anteriores.
4. Finalmente están los estados-cárcel, los lugares donde la
confrontación principal entre coaliciones de corporaciones
transnacionales legales e ilegales –ligadas a mafias de élites
gobernantes- y los diversos entramados comunitarios está
desplegándose de manera radical, devastadora, desolada; las
más de las veces, además, incomprensible por su brutalidad
y confusión. México, Colombia, Guatemala y Honduras,
forman parte de este concierto de estados actualmente
trágicos.
Dado el predominio de la contradicción entramados comuni-
tarios/coaliciones de corporaciones transnacionalizadas que
sostenemos, la clasificación de diversos tipos de estado-
nación -esquemática, tentativa e inicial- persigue por un lado,
colocar como criterio principal, la manera en que se establece
la relación de mando entre gobernantes y gobernados dentro
de las fronteras de los países, antes que otros elementos que
3 Sobre este tema ver Zibechi, Contrainsurgencia y miseria (Zibechi, 2010)
42pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
han perdido relevancia bajo el predominio de los intereses
transnacionales. Por otro, tiene la finalidad de exhibir las
diferencias para que queden claras las semejanzas; es decir, para
mostrar que, pese a los modos distintos en que esto ocurre de
manera concreta en cada lugar, la banalización y vaciamiento
de los estados-nación es un problema general para los diversos
y variopintos entramados comunitarios de muy diversos países.
En medio de lo que hoy ocurre, ¿nos podemos seguir guiando por la
distinción izquierda-derecha?
Si concedemos que, i) la contradicción fundamental de nuestro
tiempo se está presentando entre los distintos tipos, formatos
y clases de entramados comunitarios a los que hemos aludido
y la coalición -internamente competitiva- de corporaciones
transnacionalizadas para el saqueo, el despojo, la explotación y
la guerra; y ii) concedemos que la relevancia de las mediaciones
construidas durante los siglos XIX y XX para encaminar y dar
curso a esta contradicción está disminuyendo cada vez más…
entonces, es preciso admitir que se ha banalizado la distinción
“izquierda/derecha” originada para contrastar el tipo de
política desarrollada en y desde el estado, y para distinguir la
posición política de segmentos de la clase dominante hacia
tales mediaciones -de auspicio o de contraposición. Pareciera
pues que, actualmente, tal distinción no puede ya funcionar.
Sucede, más bien, como si tal par clasificatorio opacara más
que alumbrara los fenómenos sociales, pues centra la atención
en aspectos que no son decisivos a la hora de comprender los
asuntos políticos de fondo que se juegan en estos tiempos de
turbulencia extrema.
Y la distinción no está funcionando, en primer lugar, porque
alude a asuntos que no son las cuestiones principales en disputa.
Las posibilidades de trastocar el orden de cosas inadmisible
e indignante que recurrentemente se nos impone -desde los
desalojos de las viviendas, hasta los saqueos de territorios,
43palabras para tejernos, resistir y transformar
pasando por la sobre-explotación de los trabajadores y la
reducción de enormes grupos de personas a la condición de
excluidos, por sólo mencionar las más notables; la posibilidad
de trastocar todas estas formas brutales de avasallar el
despliegue de una vida digna, cooperativa y feliz no transita
ya por los caminos establecidos mediante la distinción
“izquierda/derecha” que alude, básicamente, al tipo de prácticas
y posiciones que asumen las mediaciones estatales, sindicales,
legales, actualmente en franca descomposición. La disolución
de los significados políticos en competencia que en épocas
anteriores eran distinguidos mediante el par “izquierda/
derecha” nos encamina entonces, en primer lugar, a sugerir
la distinción “adentro/afuera” o, menos esquemáticamente,
“entramados comunitarios/coaliciones de corporaciones
transnacionales”; del mismo modo que nos impulsa a sugerir
como algo conveniente, además de la consideración de tipos
de estado-nación ya discutida en páginas anteriores, también
la discusión sobre las distintas formas de estado y gobierno,
entendidas estas como las variantes contemporáneas de
articulación de los intereses de las coaliciones de corporaciones
transnacionales con las élites gobernantes en los distintos
países. Antes de esto último, hagamos algunas consideraciones
en relación a la distinción “adentro/afuera” como criterio para
distinguir dos diversas formas de lo político4.
El par “adentro/afuera” es relevante, en primer lugar, para
distinguir el lugar –lugares- y el tiempo –tiempos- de
la política, de su despliegue y práctica. La política desde
“adentro” del estado se ve obligada a ceñirse a los tiempos y
modos de lo instituido; en contraste con ello, la política desde
“afuera”, desde los entramados comunitarios mismos, tiene la
posibilidad de establecer sus modos de asociarse y de hacer, de
4 Para una discusión un poco más detallada en relación a la temática sobre
las formas de la política y la distinción “afuera”/ “adentro”, ver Los ritmos del
Pachakuti (Gutiérrez, 2009).
44pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
deliberar sus fines en cada momento y según los lugares de su
despliegue. Tiene también sus propios criterios para establecer
cuándo se “acerca” a las actividades y prácticas “dentro” de lo
instituido y cuándo se aleja de ellas5. La política desde los
entramados comunitarios, es decir, la política desde “afuera”
de lo instituido como legalmente político, por lo general
desborda, impugna y desorganiza los formatos políticos
construidos para, justamente, inhabilitar sus versátiles y
pluriformes posibilidades. Por tal razón, la política desde
afuera no se funda en la universalización de propuestas, en
tanto no busca ocupar el supuesto lugar de enunciación de lo
universal afirmativo que es el sitio del mando político estatal
por antonomasia. Más bien, discute, critica, veta y se esfuerza
por generalizarse, avanzando hacia la fundación-recuperación
de nuevas fuentes de derecho.
Ahora bien, en relación a los otros criterios clasificatorios que
considero conveniente proponer, distingamos entre tres formas
estatales, esto es, tres formas contemporáneas de la política
desde adentro del estado que son, solamente, modalidades
epidérmicamente diferenciables de articulación de los fines y
proyectos de las coaliciones de corporaciones transnacionales
con los poderes instituidos y las élites locales. Estas tres
formas de estado se distinguen entre sí, únicamente, por el
grado de articulación con tales intereses y por los formatos
procedimentales que despliegan para asegurar su conservación
e intenciones. Son, además, formas inestables, en permanente
condición de actualización y reconfiguración.
Las tres formas de estado que, sugerimos, pueden ser útiles
para distinguir aspectos de las políticas implementadas,
compartiendo sin embargo, una única y misma predisposición
5 Pablo Mamani ha construido interesantes argumentos para distinguir lo que
él llama el “afuera-afuera”, el “afuera-adentro” y el “adentro-adentro”, como
criterios que permiten distinguir variadas formas de la política.
45palabras para tejernos, resistir y transformar
a viabilizar los proyectos depredadores de las coaliciones -en
competencia- de corporaciones transnacionales son:
• Democracia liberal de mercado
• Regímenes de seguridad democrática
• Estados progresistas de retórica social
En las democracias liberales de mercado más antiguas y
consolidadas -que existen en Estados Unidos y en Europa-
las instituciones de mediación y los cuerpos legales de
contención de la disolución de los vínculos sociales que exige
la contemporánea acumulación creciente del capital, han sido
sistemáticamente erosionadas hasta prácticamente vaciarlas
de todo contenido político efectivo. La crisis hipotecaria
del 2008 y la actual crisis generalizada de deudas están
mostrando a cada vez más numerosos grupos de indignados y
asombrados europeos de múltiples nacionalidades, la terrible
falacia del mundo de privilegio que creían habitar. En tales
latitudes, lo más notable es el modo en que ocurre ese súbito
desplome de una de las certezas políticas fundamentales de
sus regímenes políticos: la creencia en que ellos sí habitaban
regímenes democráticos en los cuales, los ciudadanos tenían
la capacidad de incidir en los asuntos públicos mediante
formatos institucionales. Esta certeza está derrumbándose y,
para consuelo de los hombres y mujeres de otros muy diversos
entramados comunitarios de esta tierra, los y las europeos,
jóvenes y viejos, están deliberando sobre esto en sus cientos
de acampadas, asambleas, festivales y blogs. En los países
más ricos, de tradición democrática-liberal más larga, los
entramados comunitarios –variados, múltiples, con formatos
contemporáneos a veces demasiado laxos, pero aún así
existentes- fueron tendencialmente arrinconados a territorios
sociales aparentemente sin importancia: clubes deportivos,
redes de vecinos con actividades estrictamente privadas,
asociaciones para fines de lo más diverso, etc. En la actualidad,
46pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
cuando colapsa la falaz convocatoria individualizada a incidir
en la política oficial únicamente mediante el voto, estos
restos de entramados comunitarios fuertemente golpeados e
invisibilizados son los que aparecen en las plazas, se adueñan de
las calles y despiertan nuevas fuerzas construyendo velozmente
nuevos lazos. Por eso la actividad política que despliegan no
cabe en los formatos liberal-democráticos 6.
Los llamados regímenes de seguridad democrática, que
tienen a Colombia a la vanguardia y a México y Guatemala
siguiéndole los pasos, son las formas estatales en las que los
ciudadanos, los hombres y mujeres de carne y hueso, los que
vivimos de nuestro trabajo, la estamos pasando peor. Nosotros
hemos ido siendo desposeídos de cualquier tipo de derecho
y posibilidad política institucional desde hace varias décadas,
bajo el manto de un sofisticado dispositivo de periódica
simulación electoral. Sin embargo, esto se ha acelerado en los
últimos años combinándose con variadas modalidades políticas
de terrorismo estatal, paramilitar y corporativo-transnacional7.
Distintas y confusas recombinaciones de bandas armadas
se han ido apropiando de cada vez más amplios territorios,
despojando a los distintos entramados comunitarios que ahí
habitamos, primero de los recursos naturales y de nuestras
históricas prerrogativas a producir alimentos; después de los
derechos mínimos a transitar, a asociarnos, a expresarnos y, en
sus aristas más graves, a vivir. Las acciones de estas variopintas
6 No es aquí donde cabría una discusión más detallada sobre lo que sucede
actualmente en Europa; cuestión además, sobre la que carezco de información
más completa. Sin embargo, me atrevo a sugerir que en diversos países de Eu-
ropa están resurgiendo vitalmente nuevos y antiguos formatos de asociación y
enlace que, con sus muy variadas peculiaridades, podrían también ser pensados
como entramados comunitarios en marcha. En todo caso, serán ellos quienes
decidirán si esta manera de entender las cosas les puede resultar de alguna
utilidad.
7 Para una descripción del modo como ocurre esto en el caso colombiano ver,
Vilma Almendra, en este mismo volumen.
47palabras para tejernos, resistir y transformar
recombinaciones de bandas armadas, uniformadas y no
uniformadas, institucionales o ilegales, están generalizando no
sólo un sufrimiento gigantesco en todas partes, sino que, ante
todo, aseguran el despojo creciente de toda riqueza al tiempo
que pretenden clausurar, sin lograrlo del todo, cualquier atisbo
de esperanza de renacimiento de las posibilidades de vida
digna y de justicia. Estos regímenes belicosos y arbitrarios,
en donde florecen formas perversas de masculinidad y
crueldad, se ensañan contra las mujeres y los niños. Lo trágico
es que quieren ser, desde la perspectiva de los intereses de
las coaliciones de corporaciones transnacionales, el espejo
deformado del futuro para todos los pueblos.
Finalmente, están los estados progresistas de retórica social.
Esta clase de estados se ha erigido en los últimos años como
la clausura y estabilización de los polifónicos esfuerzos por
transformar el orden económico y político impuesto por remedos
de democracias liberales de mercado que, en América Latina,
vivimos durante la última década del siglo XX. Son formas
estatales que se han erigido como contención y encausamiento
a lo todavía no logrado por los diversos y múltiples entramados
comunitarios durante sus momentos de mayor esfuerzo por
transformar la vida política, económica y social. Esta forma
estatal contemporánea vuelve a subordinarse a los intereses de
las coaliciones de corporaciones transnacionales, negociando
márgenes de cierta y frágil autonomía relativa; se reviste,
además, de retóricas ceñidas al par “izquierda/derecha” -en
algunos casos se añaden tintes “multi” o pluriculturales”. Sin
embargo, paulatinamente, casi en todos los países donde existen
regímenes de esta clase las élites gobernantes se comportan
como auténticas correas de contención al despliegue de las
aspiraciones y proyectos planteados desde la sociedad llana,
desde los pueblos indígenas, desde los múltiples entramados
comunitarios que habitan esas tierras y que confían en dotarse
de maneras satisfactorias de reproducir la vida.
48pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
Algunas distinciones que podrían ser provisionalmente útiles
Para finalizar la reflexión acerca de estas breves pistas para
orientarnos en la comprensión de esta época turbulenta y
llena de peligro, cuando el mundo que hemos conocido parece
colapsar (España, Grecia, Portugal, etc.) o cuando lo que nos
propusimos conseguir a través de luchas anteriores amenaza
convertirse en su contrario (Bolivia, Ecuador, Argentina, etc.),
quizá convenga comenzar con una distinción sobre las formas
de la política que vale la pena precisar.
Volviendo a centrar la atención en la contradicción principal
que hemos considerado al comienzo: la establecida entre los
multiformes y variopintos tipos de entramados comunitarios
que sostienen la reproducción de la vida más allá de la mera
reproducción del capital y los embates de las coaliciones
de corporaciones transnacionales asociados a ejércitos,
bandas armadas y élites locales gobernantes de todos
niveles; constatando, además, el declive y vaciamiento de las
instancias mediadoras institucionales y formales -estados
con sus jerarquías y tecnocracias, cuerpos legales con sus
procedimientos y formatos, etc.-, que se construyeron en
los siglos anteriores; tomando en cuenta pues, todo esto,
vale la pena reflexionar sobre el curso contemporáneo de los
fenómenos políticos desde el punto de vista, una vez más, de
la emancipación social.
De los argumentos ya esgrimidos es posible derivar una
conclusión: los asuntos políticos más importantes que a todos
nos incumben no se centran ni se dirimen ya al interior de los
estados-nación. Por tal razón, la política, la actividad política
en su sentido más general, como intervención individual
y común en los asuntos generales para la regulación de la
convivencia, que a todos incumben, en tanto que a todos
afectan, no puede continuar centrándose en el estado o en
la ocupación de cargos públicos o gubernamentales. Pierde
49palabras para tejernos, resistir y transformar
pertinencia y relevancia, entonces, nuevamente, la distinción
“izquierda/derecha” entendida como formas distintas y
contrastantes de administrar y gestionar el poder estatal; como
par para distinguir entre formas de la política. La política de
izquierda termina pareciéndose a la de la derecha: se vuelven
prácticamente indistinguibles en sus acciones prácticas y en
sus formas de ejercer el mando, aunque se separen en algunos
aspectos de su retórica8.
La distinción pertinente para discriminar entre las variadas
formas contemporáneas de la política y lo político parece estar
entre los rasgos y contenidos estadocéntricos de una forma de
la política y la autonomía política no centrada en el estado de
la otra.
La política estado-céntrica entonces es, por una parte, la que
sigue orientando sus acciones, objetivos y comportamientos
hacia la ocupación del poder gubernamental, considerando
que desde ahí se puede monopolizar el uso de la voz, de las
decisiones y de los recursos públicos. Por otra parte, también
se practica esta forma de la política desde la sociedad, a veces
incluso bajo formatos de movilización de gran radicalidad,
cuando las acciones de la población llana se orientan a
demandar concesiones o a exigir reconocimiento. Así, la
política estado-céntrica se organiza, casi siempre, con base en
la dualidad dinámica donador/demandante. Uno, el estado
y sus funcionarios, el que supuestamente posee, dispone y
representa al conjunto, se coloca como concentración de las
potencias y riquezas públicas, estableciendo relaciones de don
asimétricas y jerarquizadas que casi siempre pervierten la propia
8 Sobre el caso de Bolivia, vale la pena consultar el libro colectivo ¿Ahora es
cuando? Bolivia: cambios y contradicciones, que contiene varios ensayos bien do-
cumentados sobre diversas cuestiones políticas pendientes en ese país y, tam-
bien, sobre las lamentables similitudes entre las formas políticas de la derecha
y las del gobierno de Evo Morales, en relación a los pasos prácticos implemen-
tados desde el aparato de gobierno.
50pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
acción de intercambio así establecida. La política estado-
céntrica en épocas liberales organiza la relación gobernante-
gobernado exhibiendo amplias semejanzas con los formatos
de mando obediencia del antiguo vasallaje -con sus juegos de
reconocimiento-don, lealtad-obediencia-. Bajo estas pautas se
pueden desarrollar una variedad casi infinita de acciones de
demanda-movilización-negociación-atención segmentada y
parcial de la demanda o represión y desconocimiento de ella;
que a la larga y en su reiteración, refuerzan y estabilizan el
orden de cosas existente.
En contraste con ella, la política de la autonomía no centrada
en el estado es una forma de lo político que, en primer lugar
reinstala la decisión soberana deliberada en común sobre ámbitos
específicos de la vida colectiva, como eje práctico de su
acción. En tal sentido, invierte, de entrada, el orden de mando
dominante y desordena los lugares oficiales e instituidos de la
enunciación que asignan prerrogativas específicas a cada quien.
La política de la autonomía no centrada en el estado, pues,
se coloca siempre, así sea tendencialmente, “por encima de la
ley” en tanto que se considera legítima fuente de la legalidad
que debe organizar la vida común y conducir el asunto
práctico general. Con frecuencia y por lo mismo, las acciones
políticas colectivas desplegadas desde la autonomía antes que
establecer-prescribir modos de hacer las cosas, diagraman
guías morales, criterios de distinción muy generales acerca de
lo que está bien y lo que no está bien. A partir de ahí, apelan
a la auto-organización y a la continuación de la deliberación y
de la producción de nuevos formatos de relacionamiento entre
todos. Por tal razón, estas acciones se comprometen con un tipo
de política abierta y en permanente y perseverante apertura.
No se preocupan de “planes de gobierno” mejores o distintos,
o de “propuestas alternativas” completas y cerradas; sino que
se concentran en asegurar que se pueda seguir deliberando, de
manera general y expansiva, sobre lo que en común conviene
51palabras para tejernos, resistir y transformar
llevar a cabo. Una política desde la autonomía es, en tal sentido,
también una política fluida desde la inestabilidad intermitente,
comprometida con el auspicio sistemático del flujo dinámico
de la capacidad social, colectiva, de intervenir en los asuntos
públicos que a todos incumben porque a todos afectan.
En segundo lugar, la política de la autonomía no centrada
en el estado, tiende a innovar los formatos asociativos y
organizativos pues no puede desplegarse desde los antiguos
marcos instituidos de la política estado-céntrica. Así,
tendencialmente es horizontal o, más bien, horizontalizadora
en tanto que anti-jerárquica y anti-vertical. Muchas veces se
vale de las técnicas rotativas recuperadas o reinventadas de
antiguas tradiciones de vida común para llevar adelante sus
acciones. Sin embargo, la política de la autonomía no centrada
en el estado no puede comprometerse a priori con algún tipo
de formato organizativo, y más bien se engancha con ciertos
principios y tendencias que operan hacia la producción de
horizontalidad y rotación, teniendo como cuestión central
la atención a la más amplia y más comprensiva deliberación
general de los asuntos comunes.
Finalmente, en tercer lugar, la política desde la autonomía
no centrada en el estado no puede quedar aprisionada en la
dicotomía “estatal/no estatal”, en tanto que tendencialmente
buscará colocarse por encima, por fuera de ella. Este es quizá
un punto conflictivo y que genera gran debate. Sin embargo, en
los momentos de mayor fortaleza e irradiación de las prácticas
políticas desde la autonomía no centradas en el estado, éstas
jamás han admitido el quedar fijadas a partir de tal disyunción
y, más bien, la han desbordado y reorganizado de la manera
en la que han considerado conveniente para sus propios fines.
A partir de estas reflexiones que solamente son provisionales
e intentan mantener abierta la posibilidad de comprensión del
turbulento fenómeno político contemporáneo, para finalizar
este escrito presentaré dos ideas más que pueden servir, quizá,
52pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
como herramientas analíticas dinámicas. La primera reflexiona
sobre la manera en que nos acercamos al entendimiento
y comprensión de aquellos conglomerados humanos que
en múltiples latitudes actualmente impugnan, desbordan,
desordenan, confrontan y luchan contra los planes, designios
y proyectos de la coalición -competitiva- de corporaciones
transnacionales. Raúl Zibechi propone considerar esa gama
enorme de energía social que se derrocha en un momento
de movilización, levantamiento y lucha como sociedades en
movimiento -antes que como “movimientos sociales”, término
que nos reinstala en un acercamiento a la lucha social de corte
taxonómico, rígido y centrado en la identificación de sujetos9.
De ahí que antes que identificar, se abra, más bien, la tarea de
comprender quiénes son los hombres y mujeres concretos que
se movilizan, la intelección de para qué lo hacen y la atención
a lo que dicen, discuten y se proponen. Esa es, a mi juicio,
la clave central para vislumbrar los variadísimos entramados
comunitarios antiguos y nuevos que, justamente, son los que
ponen en marcha a la sociedad… cuando esta comienza a
moverse.
Además de eso, para orientarnos en estos tiempos duros,
rebeldes y al mismo tiempo amenazantes, quizá resulte útil
y pertinente contrastar sistemáticamente, por un lado, el
horizonte interior que anima las diversas y variadas acciones
de estos hombres y mujeres que despliegan sus energías para
la impugnación del orden dominante; y, por otro, la fuerza y
capacidad de sus acciones prácticas, esto es, el alcance práctico
de sus luchas. La mirada y atención sistemática a lo que
se proponen, lo que buscan, lo que consideran posible y lo
que desean aquellos conglomerados humanos que resucitan
desde la condición de delegadores periódicos de su capacidad
política, para re-encontrarse entre sí como seres humanos
9 Para una crítica a las llamadas “teorías de los movimientos sociales” ver, Los
ritmos del Pachakuti (Gutiérrez, 2009)
53palabras para tejernos, resistir y transformar
que no merecen lo que se les impone como presente y como
destino, para tomar las calles, organizar asambleas, rebelarse y
establecer lo que consideran conveniente; eso justamente, es lo
que nos permite comprender y contribuir a tendencialmente
sintonizar un horizonte interior generalizador: un paisaje de
deseos comunes que construir entre todos. Por otro lado, el
alcance práctico de las luchas es algo mucho más inmediato
y material: consiste en el registro de lo que se hace y se
consigue, de la efectividad material de las acciones propias
para el trastocamiento, rechazo y superación de los proyectos
de la coalición corporativa trasnacional. Hacer tal registro
contrastante en cada ocasión concreta de despliegue de la
energía vital desde los variados entramados comunitarios que
desbordan lo que se les impone como destino, quizá pueda
permitirnos aprender de los límites de cada acción y mantener
abierto el horizonte de deseos que nos permite enlazarnos.
En los tiempos que corren, el horizonte interior que poco a
poco aparece como perspectiva posible de autorregulación
satisfactoria de la convivencia común no parece conseguir los
alcances prácticos que requerimos desplegar, dado el embate de
la avaricia corporativa transnacional coaligada.
Quizá reflexionar un poco sobre los conceptos y claves con las
que pensamos nuestra actividad política, pueda contribuir a
que el horizonte continúe aclarándose y a que los alcances de
nuestras luchas sean mayores. Ese deseo es el que anima mi
trabajo.
México, D.F./Puebla, Pue., septiembre de 2011.

54pistas reflexivas para una turbulenta época de peligro
Bibliografía
Holloway, John
Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo,
Herramienta ediciones, Buenos Aires, 2011
Gutiérrez, Raquel
Los ritmos del Pachakuti. Levantamiento y movilización
en Bolivia (2000-2005), Bajo Tierra Ediciones-
ICSyH-BUAP, México, D.F., 2009
Colectivo Katar Uta
¿Ahora es cuando? Bolivia, cambios y contradicciones,
Editorial Pez en el Arbol, México D.F., 2011
Zibechi Raúl
Contrainsurgencia y Miseria, Editorial Pez en el Árbol,
México D.F., 2010
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