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Venezuela: Caen las máscaras. El proceso nunca fue socialista.

Jaime Yovanovic (Profesor J) :: 26.06.14

Rescatando el legado de Miguel Enríquez.

Venezuela: Caen las máscaras. El proceso nunca fue socialista.
Rescatando el legado de Miguel Enríquez.

Por Jaime Yovanovic (Profesor J)

Si bien en el proceso cubano los viejos cuadros rebeldes quedaron subordinados al estalinismo del PSP (Partido Socialista Popular, el PC de ese país), como condición para el apoyo soviético, es decir, había que ceder posiciones para negociar, en el caso del proceso bolivariano en Venezuela, las cartas jugaron diferente, pues ha sido la burguesía nacionalista vestida de nacional-populismo (al estilo kirchnerista o lulista, esto es una izquierda que no es tal), la que ha subordinado al estalinismo del PCV (Partido Comunista de Venezuela) y a la tropa de cuadros del viejo reformismo obrero que ocuparon diferentes cargos en la administración venezolana y que hoy arrancan como ratas de ministerios y puestos políticos de todo tipo, lo que no es casual ni se debe al mero hecho de la existencia de la eterna pugna entre estalinistas y nacionalistas, sino que corresponde a la necesidad política del nacional-populismo de modificar rumbos para negociar con un sector del capital en pos de recuperar la estabilidad perdida. La propuesta de Maduro y Cabello es limpiarse de los izquierdistas y constituir un frente capitalista progresista que permita compartir espacios al más puro estilo Lula-Kirchner, o sea, compartir espacios de poder político con la izquierda ilusa que aspira a avanzar posiciones paulatinas dentro del estado hasta poder dar un golpe de timón y agarrar todo el pastel pateando el trasero del resto.

Hay que destacar que esa izquierda ilusa sólo lo es en las bases y mandos medios, puesto que las jerarquías partidarias planifican y negocian en secreto tras las bambalinas los temas que tarde o temprano se destapan, como hoy, donde la plana mayor del estalinismo en casi todas sus variantes, aún dentro de altos mandos del Partido Socialista gobernante, ha mostrado sus fisuras y contradicciones sin poder sembrar tras el socialismo o capitalismo de estado que ha sido y sigue siendo su utopía propia, donde el Manifiesto es simplemente utilizado para atraer incautos, como el PC soviético, que al caerse, todos escaparon a los brazos del liberalismo, o el PC chileno, firme aliado del capitalismo chilensis dentro de la estrategia continental de subordinación al nacional-populismo funcional a la política de estado de los socialismos pragmáticos existentes al estilo China o Cuba.

La sobrevivencia de los gobiernos populistas dirigidos por «izquierdistas», depende hoy día de su firme viraje hacia la profundización del modelo agro-minero exportador, lo que les está llevando a aumentar las fricciones con las dinámicas populares, ambientales y las formas de vida comunitaria que siguen expandiéndose al alero de las constituciones demagógicas de Bolivia y Ecuador, donde Correa y Morales son aplaudidos por el capitalismo globalizado y sus instituciones de comando como el FMI y el Banco Mundial. Eso significa que estamos en el borde del fin del romance del populismo con las variantes de la izquierda, reformista o rebelde, Correa aspira a un nuevo gobierno, al igual que Morales, el PT y el kirchnerismo, para lo cual deben multiplicar la penetración de capitales extractivistas, única vía de acumulación para entregar algunas prebendas estatales que permitan la adhesión manipulada de sectores de población, lo que arrastra a los grupos rebeldes a impulsar aún la «lucha reivindicativa», tanto para atraer nuevos seguidores «revolucionarios», como para ofrecerse como mejores administradores de la cosa pública, el relevo «de verdad», como Roxana Miranda y Marcel Claude en Chile. Así, la lucha por el poder sirve más a la continuidad sistémica que a cambios que no se verifican por ninguna parte, como en Uruguay, donde las medidas «democráticas» sólo sirvieron para tapar nuevos convenios internacionales para multiplicar la política económica extractiva. La izquierda parasitaria del estado sólo está cumpliendo un rol de justificación del modelo neoinstitucional de hermanación estado-mercado. La izquierda en general ha asumido la política desarrollista como modelo de acumulación sin importarse en que ello fortalece y acrecienta la explotación capitalista en todos lados. El PC argentino y Hebe de Bonafini han cumplido la misión de subordinar sectores al kirchnerismo, en tanto el PC chileno a la Concertación.

Volviendo a Venezuela, Chávez, como Fidel en Cuba -que consiguió la subordinación de la rebeldía del 26 de Julio y de la izquierda revolucionaria continental al estalinismo-, sirvió para mantener subordinada a la izquierda venezolana al nacional-populismo, cuyo principal exponente actual en el proceso bolivariano es Diosdado Cabello, el hombre fuerte que controla férreamente las Fuerzas Armadas y mantiene el cargo de presidente del Parlamento. Chávez tenía la ventaja de ser un líder de masas, lo que no tiene otro venezolano. Antes de desaparecer, Chávez dejó armado el aparato nacional-populista mediante el eje Cabello-Maduro al que debía subordinarse la vieja izquierda estalinista y que frente a la ofensiva del capital resultó prescindible, como Allende, que frente a la ofensiva golpista no encontró nada mejor que incorporar a los militares al gabinete, con lo que se aisló del campo popular, que expresó su autonomía con un millón de personas que rodearon la Moneda exigiendo la disolución del congreso y armas para el pueblo.

Las mesas de paz de Maduro con sectores empresariales y políticos opositores no han servido de nada hasta ahora, ya que como la DC en Chile que apretó hasta conseguir la «ilegitimidad» del gobierno Allende, la oposición venezolana empuja y empuja hasta lograr ahora que el sector izquierdista abandone la batalla, saliendo ministros y altos dirigentes políticos, dejando tras de si una lluvia de recriminaciones de que yo no fui, fueron los otros.

La izquierda rebelde venezolana, así como sectores populares, han quedado sin la herramienta estatal para consolidarse y avanzar, ya que se les pide quedarse quietos y apoyar las negociaciones gobierno-oposición, lo que explica la represión a los campesinos que recuperan tierras y a los indígenas que exigen justicia y territorio. No es el momento, les dicen, en medio de la ofensiva derechista, como en Chile nos criticaban por las recuperaciones de fundos y fábricas solicitándonos que nos subordináramos a las negociaciones UP-DC-FFAA, lo que culminó en el desarme popular y la vía expedita para el golpe pinochetista.

No es que Maduro y Cabello estén equivocados, es su opción, la alternativa de negociar y estancar el proceso manteniendo cierta cara progresista como Bachelet con el discurso de Huenchumilla. La política del nacional populismo y la izquierda subordinada sólo está sirviendo para evitar el desarrollo de salidas por abajo, que no pueden ser negociadas y menos subordinarse a las políticas estatales o de lucha por el poder central, pues volverían a ser atrapadas por los partidarios de la famosa «vocación de poder».

Basta ver el medio informativo venezolano Aporrea, para darse cuenta de la feroz batalla campal entre estalinos y nacionalistas. El rearme político del pueblo tendrá que hacerse a contrapelo de la puga y negociaciones de los de arriba, consolidando los consejos comunales del poder popular desprendiéndose de la dirección vertical desde el estado. Es allí donde esw psoble organizar y acumular fuerzas sociales, políticas, ideológicas y materiales para resistir la ofensiva derechista y las maniobras del nacional-populismo gubernamental.

Buena parte de los simpatizantes actuales de Miguel Enríquez traen hoy día a colación su discurso en el Caupolicán, escondiendo de manera oportunista la semejanza de situaciones históricas y de tareas de los de abajo. Al esconder esas similitudes, sólo consiguen desplegar reflexiones, propuestas e iniciativas tendientes a revitalizar una izquierda revolucionaria desde los parámetros de la actual izquierda continental que ha entrado en una fase crítica que sólo podrá resolverse o con una vuelta de las posturas más retrógradas o con firmes avances populares en y desde los territorios, las localidades y barrios. Es típico de nuestras izquierdas «apoyar» los procesos progresistas en otros países desconociendo los ingentes esfuerzas que hacen los de abajo por sacarse de encima a los de arriba, estamos enceguecidos por la política estatal.

El rol de la lucha estudiantil en Chile ha quedado limitado a las exigencias, ya que sus principales liderazgos críticos sólo postulan acumulación de fuerzas orgánicas o construcción de falsos órganos de «poder popular» entre cuatro estudiantes y cuatro activistas militantes de diferentes orgánicas rebeldes, para desde allí en la vieja postura vanguardista, «convocar» al resto. Ni lo uno ni lo otro. No habría hoy que hacer vanguardias y menos «convocar», sino adentrarse en cada barrio y organizarse con los vecinos, pero eso significaría abandonar de plano la lucha por el poder, lo que muchos no harán, aunque sea sólo por mantener en alto viejas banderas ya derribadas por la historia.

Cada realidad impone ciertas necesidades.
Hoy día es el trabajo paciente en barrios y localidades, sin colectivos de afinidad, coadyuvando a la autoorganización de formas de vida cotidiana compartida, en lo que el Che denominó de socialismo cotidiano, camino estratégico de avanzar a la sociedad sin clases, independientemente de si se controla o no se controla el estado.

Nicaragua, Nicaragüita, cantábamos en épocas pretéritas, hasta que Ortega y su corriente hicieron pedazos lo avanzado.
Venezuela, Venezuelita, queremos oir la voz del pueblo, no de las peleas entre corrientes estatistas.

Abrazos
Jaime Yovanovic (Profesor J)
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