A un año de la detención de Nestora Salgado, líder de la Policía Comunitaria de Olinalá, Guerrero
Los de abajo
Contra la indiferencia
Gloria Muñoz Ramírez
La Jornada
No pocas veces se afirma que las periodistas no debemos tomar partido. Pienso exactamente lo contrario. No se concibe el ejercicio periodístico sin tener como fin la búsqueda de la justicia a través de las herramientas que el oficio ofrece. Por eso no pocas periodistas, además de artistas, activistas, feministas y defensoras de los derechos humanos, signamos la conformación de un comité por la liberación de una mujer que si la justicia en México prevaleciera, nunca debió de haber pisado la cárcel. Ella es Nestora Salgado, líder de la Policía Comunitaria de Olinalá, Guerrero. Mujer bella por dentro y por fuera, luchadora social que se atrevió a denunciar las complicidades del Estado con el crimen organizado, activista comunitaria que luego de vivir 20 años en Estados Unidos, adonde llegó con tres hijos que sacó sola adelante, se atrevió a regresar a su pueblo para participar en la organización de su seguridad, para defender su territorio no sólo de las mafias, sino, en muchos casos, de los funcionarios e instancias coludidas.
El 21 de agosto se cumple un año de su detención. Desde entonces, las condiciones de su reclusión son inhumanas. Permanece sin ver luz natural, sin que las celadoras ni el resto de las reclusas le dirijan la palabra, sin la asistencia médica que requiere, sin poder abrazar a su hija cuando le permiten visitarla. Apenas hace una semana, luego de 12 meses de encierro, pudo entrevistarse con su abogado. A Nestora la castigan por el delito de haberse levantado. Es, sin duda, una presa política. Se le detuvo como si fuera la mujer más peligrosa del país. Los miembros del Ejército la entregaron a la Marina Armada de México, la subieron a un avión y se la llevaron a una cárcel de alta seguridad en Tepic, Nayarit. Hoy, además de exigir su libertad inmediata, el recién integrado Comité de Mujeres por su libertad demanda su traslado a un penal del Distrito Federal para continuar su proceso, pues en Nayarit permanece aislada y lejos de su familia, y en Guerrero corre peligro su vida.
El caso de Nestora no es aislado ni local, forma parte de una política de Estado con que se castiga y se reprime a los luchadores sociales; es parte de un sistema diseñado contra quienes defienden su territorio. Es el caso, también, de Enedina Rosas, campesina de 60 años, ex comisaria ejidal de San Felipe Xonacayucan, Atlixco, Puebla, quien permanece en prisión por negarse a vender las tierras de su comunidad para la construcción de un gasoducto. Hoy, en este país, cualquier mujer que se atreva a alzar la voz puede ser Nestora y ser encarcelada en un penal de alta seguridad. Tomarse una foto exigiendo su libertad, es exigir la libertad de todas. Un primer paso contra la indiferencia.
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