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A las comunidades selváticas no contactadas no hay que contactarlas, pues nos conocen bien y por nada del mundo desean el contacto

Clajadep :: 01.09.14

La historia del Quijote de la selva, que había trabajado haciendo contactos, pero cuando descubrió que justamente escapaban de nosotros, les encontró la razón y sólo participa si es la comunidad la que busca el contacto con nuestra “civilización”.

Antropología
Sydney Possuelo: La voz de los indígenas
31/08/2014 - 00:00 Albert Corbí - XL Semanal

Es uno de los más importantes ’sertanistas’ (experto en la selva) de Brasil, y también uno de los más polémicos. En los ochenta creó el Departamento de Indios Isolados y lo dejó tras un sonado desencuentro con la presidenta Dilma Rousseff. Hablamos con él cuando acaba de aparecer un grupo nunca antes visto de indígenas. Para él, una mala noticia.

Possuelo es uno de los pocos occidentales que, en mitad de la selva amazónica, se ha encontrado cara cara con otro ser humano desconocido hasta ese mismo instante. Fue el creador del Departamento de Indios Isolados en la Funai, el organismo estatal brasileño para las cuestiones indígenas, que tiene como objeto la protección de las comunidades que aún no han entrado en contacto con lo que llamamos ‘civilización’. Es, en resumen, uno de los pocos hombres blancos, como diría el escritor Joseph Conrad, capaz de orientarse en el corazón de las tinieblas.

Hace apenas un mes apareció en todo el mundo la noticia de que un grupo de indios de los que se desconocía su existencia habían alcanzado uno de los puestos de la Funai para establecer relaciones, en la frontera de Brasil con Perú. El protocolo de emergencia se disparó. Un equipo médico y otro de expertos lingüistas y antropólogos viajaron de un extremo al otro de Brasil para ayudar en el proceso irremediable que se acababa de abrir. Sydeny Possuelo recibió la noticia en su casa de Brasilia visiblemente apesadumbrado.

XLSemanal. ¿Por qué no le alegra la noticia?

Sydney Possuelo. Porque el contacto es un verdadero desastre para la cultura indígena. Si se produce, es clave contar con un equipo de médicos e indigenistas preparados para convencer a la comunidad contactada de que se vacune. El solo contacto con nosotros puede costarle la vida a entre el 50 y el 70 por ciento de la tribu. ¡Y solo a causa de la gripe!

XL. ¿Tan peligroso es el contacto?

S.P. Sí. Con la creación del Departamento de Indios Isolados instauramos una política de no contacto. Al principio, nuestra misión era establecer relaciones con ellos, para pacificar el territorio y facilitar la expansión de Brasil hacia el interior. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que aquello era una catástrofe.

XL. ¿Por qué?

S.P. Porque no solo suponía muchas veces la desaparición de la comunidad, sino su total destrucción como cultura, como modo de vida. Antes del contacto, el blanco no es para el indio más que una tribu, alguien del que han hablado sus antepasados, que han divisado en algún claro de la floresta… Pero en su manera de ver el mundo es incapaz de advertir la dimensión de esa tribu y de todo su poder.

XL. ¿Qué es lo peor que llega con el hombre blanco?

S.P. En el contacto llegan enfermedades desconocidas, llega el alcohol, que acaba por consumirlos; llegan los madereros y los garimpeiros que los esclavizan. Los sertanistas e indigenistas de Brasil decidimos que nunca más participaríamos de esa política de contacto. Solo si un grupo isolado lo decide. Y así ha ocurrido en Acre.

XL. ¿Pero los isolados saben de nosotros? ¿Saben del hombre blanco?

S.P. Por supuesto. Saben de nosotros desde la llegada de Colón [ríe]. Ha habido siglos de masacres, de conflicto, de enfermedades. Formamos parte de su mundo. En algún momento mataron a un cazador o a un garimpeiro, y viceversa. Pero no son capaces de imaginar las dimensiones desmesuradas de la tribu de los blancos. No hay conceptos para entender qué es una ciudad, por ejemplo. Recuerdo la ocasión en que un indígena, perteneciente a una comunidad ya contactada, viajó conmigo por primera vez a la ciudad. Al verla, quedó completamente consternado. Dejó en cierto modo de ser él.

XL. ¿No les gusta la civilización occidental?

S.P. No hay escala en su cabeza para entenderla, pero por supuesto que nos conocen. De hecho, la prueba es que no paran de huir de nosotros. Se esconden cada vez más adentro, en lugares más recónditos, en las cabeceras de los ríos. Nos conciben como una amenaza, como un gran peligro del que hay que huir.

XL. Es reacio a contar anécdotas, pero ha vivido situaciones extremas, como enfrentamientos con los indígenas, tenían ustedes que ir armados…

S.P. Mire, le resultará extraño, pero el ideario del General Rondon [Cândido Mariano da Silva Rondon, creador de la SPI, origen de la Funai] impide matar a un indio. Un funcionario de la Funai no puede hacerlo. Pero hemos sufrido ataques de ellos, sí. Nuestras armas eran solo para poder reaccionar de un modo que los detuviera si nos atacaban.

XL. ¿Y los atacaron?

S.P. Por supuesto. Una noche, mientras cenábamos en la casa del campamento, sin previo aviso, a través de las ventanas, empezaron a llover flechas. No veíamos ni de dónde venían. Dos hirieron gravemente a un funcionario. Uno de nosotros saltó al interruptor del generador del sistema de iluminación. Arrancó el estrépito del motor y las luces iluminaron todo el campamento. La lluvia de flechas se detuvo. Cuando salimos, ya no había nadie. Si no hubiésemos reaccionado así, habríamos acabado todos muertos.

XL. Peor les fue en el contacto con los korubos, en 1996, cuando murió un funcionario.

S.P. Sí. La zona era muy conflictiva y había constantes matanzas entre korubos y riberinhos. Pero la muerte del funcionario Sobral fue una desgracia. Cometimos errores. Los korubos son una comunidad muy brava y se rompió el entendimiento. Fue nuestro último contacto intencionado.

XL. ¿Cómo se produce el contacto? ¿Cuál es el procedimiento?

S.P. Sencillo. En una zona de la floresta explorada se construye un tapirí [un techo de hojas bajo el cual se suele dormir]. En él se cuelgan objetos: cuchillos, machetes, cazos… Y se dejan allí durante un tiempo. Más tarde se regresa. Si el tapirí ha sido destruido por los indígenas, se está muy lejos de poder establecer comunicación. Si los objetos han sido aceptados y han dejado otros a cambio, el contacto se realizará.

XL. ¿Les gustan los objetos de la ‘civilización’?

S.P. Hay que entender que ellos no tienen metalurgia; sus instrumentos son de madera o de piedra. Así que un machete de acero es algo extraordinario. Pero su inadaptación a nuestro mundo es imposible de superar. El contacto, da igual por dónde se mire, es un desastre. Hay que evitarlo siempre.

XL. ¿Cómo ve la situación ahora?

S.P. Crítica. La política expansiva de Brasil, la construcción de la presa de Bello Monte, el propio papel que ha tomado la Funai, sin presupuesto ni verdadera actividad de campo, han abierto las puertas a la explotación indiscriminada de la Amazonia.

Los últimos en aparecer

El pasado mes de junio, un grupo de indígenas (en la imagen) se acercaron a un centro de la Funai en lo que era su primer contacto con occidentales, en el estado brasileño de Acre. ¿Por qué se produjo el contacto? Possuelo lo tiene claro: «Muy probablemente por desesperación. Acre es una de las zonas con mayor población isolada. Es frontera con Perú. Allí las madereras no tienen límites. Y los ataques y matanzas a indios son indiscriminados. Esta comunidad debe haber atravesado la frontera huyendo de esta presión. Ahora hay que establecer lazos de comunicación. No es fácil. Probablemente allí no haya nadie que hable su lengua u otra semejante. Pero una vez que se ha producido el contacto, hay que conseguir un entendimiento».

¿Cómo puede haber ‘no contactados’?

En un mundo hipercomunicado, en el que todo parece estar ya descubierto, es difícil entender que los indios isolados existan. Resulta más fácil si pensamos que una región de selva tan grande como Andalucía puede tener tan solo tres mil habitantes conocidos. Según Possuelo, hay al menos 60 ‘referencias’. La referencia es la prueba de la existencia de una tribu sin contactar. Estas pruebas pueden ser los restos de un poblado, un sendero en la floresta, un tapirí de caza, una hoguera que indica la presencia de alguien, de un grupo de pobladores del que aún desconocemos el nombre… Cuando se habla de ‘isolados’, se trata de ‘comunidades’, que pueden ser de solo cuatro o cinco individuos, o bien de grupos de hasta 400 personas.

El quijote del Amazonas

«Soy de São Paulo, pero desde muy joven me sentí muy atraído por la selva». A Possuelo le fascinaban los hermanos Villas-Bôas, famosos sertanistas en Brasil. «A los 19 años les compraba el tabaco a los Villas-Bôas. Solo quería subirme al Xingú [el parque nacional que crearon los Villas-Bôas]. Aprendí mucho de ellos. Al principio solo quería pescar, cazar… Más tarde, después de la dictadura, ingresé en lo que se llamaría Funai, y empecé a tomar consciencia de que en el Xingú, en Rondonia, en Acre, vivían personas; había una realidad diferente y en grave peligro, y en muchas ocasiones violentamente destruida».

La familia de Possuelo era de clase media y origen español («mis abuelos por parte de padre eran españoles y su apellido era Pozuelo») y no entendían muy bien su dedicación. Menos lo entendieron aún sus sucesivas mujeres. «He tenido seis mujeres, con tres de las cuales me he casado legalmente. Y tengo seis hijos. Las mujeres son incomprensibles. Cuando me conocen, les encanta que sea un aventurero. Luego es precisamente eso lo que no les gusta de mí, que me pase la vida viajando, en la selva». A la pregunta recurrente de si alguna de sus mujeres ha sido indígena, asegura que nunca. «Pasando tanto tiempo allí hubiera sido fácil mantener relaciones con ellas, pero pertenecen al terreno de mi trabajo. Sería como si una mujer fuera al médico y este se aprovechara de ella».


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