Nota del Profesor J
Nota de Jaime Yovanovic (Profesor J)
Efectivamente hay indicadores, al menos en esas comunidades, ya que no es posible generalizar, de busca de contacto, pues de eso se trata la oferta de trueque, el establecimiento de relaciones horizontales, por lo que en vez de programas oficiales que sugiere el autor, sería importante que la tarea la asuman las comunidades que tienen contacto con la “civlización” y defienden la autonomía comunitaria, como las comunidades ashánika y Aidesep.
Muy interesante el dato de que consumen períodicamente ayahuaska, lo que efectivamente los coloca en otro plano de conciencia de interacción espiritual entre ellos mismos y con la naturaleza. Normalmente la ayahuaska es utilizada en ceremonias, reuniones y sanaciones, lo que indicaría que en este caso se trata de un mecanismo cultural de autodefensa determinado obviamente por los apus, jefes comunitarios. Su aporte de conciencia e íntima relación con la madre tierra contribuiría a reforzar los lazos identitarios de autonomía comunitaria en las comunidades que puedan encargarse del contacto.
Así podrían de conjunto contener el acceso de las empresas extractivas a la selva y demás territorios ancestrales, por lo que auguramos tensión en torno al tema y pugna por “conducir” las formas y contenidos del contacto por parte de las instituciones favorables al extractivismo. Veo difícil que ellos decidan encarar la ofensiva depredadora a través de la “entrega” a los mecanismos institucionales. Veremos, por lo que es importante acompañar y apoyar sus decisiones propias.
Veamos el artículo:
Los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario apuntan hacia el contacto
Por Donaldo H. Pinedo Macedo*
21 de setiembre, 2014.- Cuando el Padre David Martínez de Aguirre, misionero dominico en la comunidad nativa de Kirigueti, me dijo que los denominados “pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial” no eran tales, y que más bien eran “grupos familiares en cautiverio”, me pareció una posición exagerada, dado que mi única información actualizada sobre los aislados procedía de los titulares que aparecen en las redes sociales o en las páginas de las organizaciones que defienden los derechos indígenas.
Leí que los madereros, los narcotraficantes, las empresas extractivas, las empresas de turismo y los misioneros constituían una amenaza latente a la salud y a la vida de los aislados, y que el Estado peruano, a través de sus instituciones y normas, protegía el derecho de aislamiento en las Reservas Territoriales. Confieso que he leído sobre los aislados, mas nunca he conocido uno. He escuchado mil historias sobre ellos, pero nunca pude verlos directamente.
En cambio, otros sí los conocen muy de cerca: los Padres dominicos que trabajan en las misiones de Shintuya, Kirigueti, Timpía y Sepahua, los trabajadores y relacionistas comunitarios de las empresas extractivas, los madereros ilegales, los narcotraficantes, los indígenas de las comunidades nativas aledañas a las reservas territoriales y algunos dirigentes de la FENAMAD (federación indígena de la región Madre de Dios). Hay que preguntarles a ellos para entender la situación. Desde luego, no creo que narcotraficantes y madereros ilegales quieran contarnos sobre sus experiencias, tampoco creo que las empresas extractivas quieran decir algo públicamente debido a su ya conocida política de “silencio empresarial”, así que tenemos pocas opciones. (1)
Resulta que después de conversar con algunos Padres dominicos y leer la información que FENAMAD publica en su Facebook, me di cuenta que la situación era otra. Primero, pues sí, esas amenazas existen, son latentes, pero dejaron de ser amenazas para convertirse en una realidad con secuelas visibles. Segundo, el Estado hace muy poco para proteger las reservas territoriales de estos pueblos o actúa muy tarde. En vez de atenderlos durante su inminente contacto prefiere confinarlos en las reservas con la excusa de proteger su vida y su cultura. (2) Tercero, y como consecuencia, resulta que las reservas territoriales no son espacios de protección, sino una frontera erigida por el Estado y los proteccionistas para que los aislados no puedan salir, pero sí para que las empresas extractivas, narcos y madereros ilegales puedan entrar.(3) Cuarto, es evidente que año tras año los aislados quieren dejar de ser aislados y tienen la firme intención de contactar.
Un reporte de la FENAMAD sobre el último avistamiento de Masho Piros en el río Las Piedras dice: “Los agentes de vigilancia trataron de calmarlos hablando casi el mismo idioma, el piro o yine. Los aislados les dijeron que este jueves iban a volver para recoger los plátanos y que a cambio les iban a dar carne”. (4) Piden cosas como obsequios y también para trocar. Esto no es un intento de aislamiento voluntario por parte de ellos, ni mucho menos una declaración de guerra, es una proposición de relaciones contractuales, es una invitación al intercambio, es el primer paso hacia el camino de la reciprocidad y las relaciones de parentesco.
Ya no nos tienen miedo, ya no hay hacendados ni caucheros, ni esclavos ni correrías, ya los indígenas no se matan entre sí. Les atrae lo que tenemos, la modernidad. La conocen, la viven en los relatos de los jóvenes intrépidos y la aprueban en las visiones de los viejos. Saben que en época de estiaje pueden acudir a las poblaciones asentadas río abajo para obtener alimentos y otros artículos. Son bastante listos para darse cuenta con quién están tratando. No quieren estar aislados y sin embargo nosotros los aislamos… Empieza a tomar sentido lo que me decía el Padre Martínez.
Lo que pasa es que tenemos miedo, por eso los rechazamos, por eso los aislamos, por eso los tenemos en cautiverio. Pero ¿Miedo a qué? ¿A que se enfermen y mueran con una gripe o sarampión? (5) ¿A que pierdan su cultura ancestral? ¿A que nos “piquen” con sus flechas? ¿A que arrasen con nuestras chacras de plátanos y yucas? ¿A que se lleven nuestras mujeres y niños? Son mentiras, todas son puras mentiras. En realidad tenemos miedo e incapacidad de acudirlos oportunamente ante el brote de las epidemias, tenemos miedo de compartir lo que tenemos (¡queremos vender!), tenemos miedo a ser solidarios.
También tenemos vergüenza, tenemos vergüenza de que aún existan esos “primitivos”, esos “incivilizados”, esos “calatos” que delatan nuestro rostro indígena, tenemos vergüenza de la inocencia, de la mirada franca y clara, de una forma de vida que se contrapone a todos los privilegios que hemos alcanzado en modernidad. También tenemos prejuicios arraigados en la ilusión de una “cultura ancestral” o la continuidad de una “vida al natural, primitiva”. No queremos que esos aislados se contaminen, no queremos otorgarles el derecho a la inclusión. ¿Es justo?
Desde mi punto de vista el contacto es inminente. ¿Cuál es el verdadero riesgo de esto? Que los confinemos a su suerte en las reservas para que no salgan, pero sí para que otros entren… ¿Qué podemos hacer? Primero vencer nuestros miedos, aplacar la vergüenza y transformar los prejuicios. Es el trabajo más arduo y el que nos toca como sociedad moderna. En segundo lugar, cuidar la vida de esas personas proveyéndoles de atención médica oportuna para prevenir o atender emergencias de salud. Luego de ello, recién se puede pensar en acciones puntuales: capacitar a las comunidades nativas y brindarles todas las herramientas necesarias para actuar de manera adecuada ante un contacto esporádico o permanente (los actuales protocolos de contacto son más que nada protocolos de espanto, es decir, sirven para espantar a los aislados); también hay que darles ciudadanía (¡pero si son peruanos!), titular sus tierras, proveerles de educación y salud pública, fortalecer su representatividad política y su capacidad de interlocución, evitar que formen relaciones clientelares y de servidumbre, asegurar una interrelación respetuosa y digna con los grupos sociales aledaños y, finalmente, permitir la evolución de su sistema religioso-interpretativo (6), sí, de ese conjunto de visiones producidas por la expansión de la conciencia que en un momento dado los llevó a tomar la decisión de aislarse para protegerse del exterminio y que ahora les provee del suficiente valor para contactarse con otros, sí, de ese sistema que a la larga evitará lanzarlos a una interacción traumática y desmembradora que proponemos como sociedad moderna.
Notas:
(1) La misión de Kirigueti se encuentra ubicada en la cuenca del Bajo Urubamba, distrito de Echarati, provincia de La Convención, departamento del Cusco, Perú. Esta misión recibe reportes de contacto de los Nanti de las cabeceras del río Camisea. El Padre dominico David Martínez de Aguirre Guinea trabaja como misionero hace más de 11 años en la comunidad nativa de Kirigueti. Tuve la oportunidad de conversar con él en junio de 2014. Las opiniones y escritos del P. Martínez, así como de otros misioneros dominicos respecto a los indígenas aislados, se pueden leer en la revista Estudios Amazónicos (Lima), editada por el Centro Cultural José Pío Aza (www.selvasperu.org). Revisar por ejemplo los números 6 (2007) y 9 (2011). Así también, se puede ver un video en donde el P. Martínez opina, entre otros temas, sobre los “pueblos en aislamiento: ¿voluntario o forzoso?”: https://www.youtube.com/watch?v=LBiEf3ydgfk&list=UUADizBOX9pxgPwLLiEOpfpg
(2) En mayo de 2006 el gobierno peruano promulgó la Ley N° 28736 para la protección de pueblos indígenas u originarios en situación de aislamiento y en situación de contacto inicial. La entidad del Estado peruano que atiende el tema es el Viceministerio de Interculturalidad, del Ministerio de Cultura. Su rol es muy cuestionado porque no realiza acciones concretas para la defensa y protección de los aislados.
(3) La empresa extractiva que opera en el Bajo Urubamba (provincia de La Convención), es el Consorcio Camisea, liderado por Pluspetrol. Tiene en concesión los lotes 88 y 56. El lote 88 está superpuesto a la Reserva Territorial para indígenas en aislamiento y contacto inicial Kugapakori, Nahua, Nanti y otros (RTKNN). La expansión de sus actividades al interior de la RTKNN en el último año, permitida por el actual gobierno, es el mejor ejemplo de que se puede entrar a la Reserva, pero los que viven allí no pueden salir.
(4) La FENAMAD (Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes) reporta constantemente en su Facebook noticias sobre casos de avistamiento y contacto con indígenas del río Alto Madre de Dios, Las Piedras, Los Amigos y Tahuamanu, gracias a la presencia de agentes de vigilancia comunitarios. Incluyo el link del último reporte: https://www.facebook.com/FENAMAD/posts/824622540904783. La posición de la FENAMAD es clara, evitar el contacto forzoso por el riesgo de enfermedades y el inicio de relaciones de mendicidad y dependencia. Además, es una de las organizaciones que constantemente exige acciones concretas al gobierno para la protección de los indígenas en aislamiento.
(5) Se debe desmitificar el tema de las enfermedades que son letales en los indígenas en aislamiento. No todos los aislados o contactados responden igual a la gripe, a la tos, a la viruela o al sarampión. Por ejemplo, una persona de la comunidad nativa de Cashiriari (ubicada en el río del mismo nombre, afluente del Camisea), me comentó que varios Nanti habían bajado a su comunidad hace dos años, y él tenía miedo de que éstos se enfermasen con gripe o tos, así que les advirtió del riesgo. Cuando los Nanti escucharon el nombre de las enfermedades, en efecto no las conocían, pero cuando se les habló de los síntomas, entonces dijeron que sí, que ya habían tenido antes estos síntomas, y que no generaban ningún riesgo para sus vidas.
(6) Un gran amigo mío, ex dirigente de la FENAMAD, me comentó que en el año 2006 fue encomendado por su organización para acompañar a los aislados del río Las Piedras en una de sus rutas usuales, así que surcó cuencas y pasó varaderos con ellos durante dos semanas. Entre tantas anécdotas, la que más me llamó la atención fue que los aislados tomaban ayahuasca todas las noches. ¿Acaso viven en estado modificado de conciencia todo el tiempo? Si es así, entonces ellos nos ven de una manera completamente diferente a la que nosotros pensamos. Sea como fuera, al parecer nos ven aptos para el contacto, para pedirnos cosas, para intercambiar.