La aplicación de esa propuesta será problemática, pues implica desmantelar previamente muchas políticas del actual gobierno
Ciudadela del conocimiento y de la tecnología
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La aplicación de esa propuesta será problemática, pues implica desmantelar previamente muchas políticas del actual gobierno
El gobierno ha anunciado recientemente una propuesta del presidente Evo Morales para el periodo 2015-2020: La creación en Cochabamba de una
Ciudadela del Conocimiento y de la Tecnología
.
Esa ciudadela se convertiría en un espacio que reuniría al Estado, la universidad y las empresas para desarrollar y exportar tecnología, y así lograr soberanía científica y tecnológica como condición para desarrollar una economía que deje atrás la exportación de materias primas
e inaugure una otra basada en el conocimiento y la tecnología.
La intención es loable y deseamos que ese proyecto sea aplicado,
sea por los actuales gobernantes o por otros que, eventualmente,
puedan ganar las próximas elecciones.
Sin embargo, para unos u otros, la aplicación de tan esperanzadora
propuesta será difícil y problemática, pues implica desmantelar
previamente muchas de las políticas implantadas por el actual
gobierno.
Un proyecto de ese tipo requiere reformular las relaciones de
Bolivia con otros países en parámetros que privilegie criterios
económicos y políticos distintos a los hasta ahora manejados en el
país. Actualmente, las relaciones internacionales están ideologizadas
y fundamentadas en una «diplomacia de los pueblos» que no ha
traido venturosos resultados, sobre todo si evocamos el litigio
pendiente con Chile sobre el tema marítimo. Entender al
Conocimiento y la Tecnología en esos criterios significará amputarles
sus potencialidades, o, en su defecto, disminuir sus alcances al
consolidar el doble lenguaje que ya se escucha en los ámbitos del
poder: radical para consumo interno, dúctil y moderado para los
ámbitos externos.
La propaganda sobre esa Ciudadela indica que «un pueblo milenario
con tecnología de avanzada, es un pueblo invencible». Lo cual es
cierto, sobre todo si analizamos el caso de la China contemporánea.
Sin embargo, China no educa a sus estudiantes con sus «soberes
milenarios y ancestrales», ni discute el saber científico con una
supuesta episteme oriental. Mientras que en Bolivia se ha vuelto
común una supuesta alteridad indígena —la «cosmociencia» y el
«pluriverso»— en el campo de la ciencia y de la tecnología.
Ser competitivo en el campo de la Ciencia y de la Tecnología
obliga no sólo renegar de las externalidades artificiosas de una
Viceministerio de Descolonización, o poner sordina a las declaraciones
risueñas del Canciller Choquehuanca (como aquella de que no se
debe estudiar en los libros, sino en las arrugas de los abuelos),
sino, sobre todo, rehacer la «revolución educativa» gestada en el
actual Ministerio de Educación. La educación pachamamista y
cosmovisionista gestada en esas dependencias es el peor enemigo
para el proyecto científico y tecnológico que se propone el gobierno.