Practican democracia directa, asambleismo y control social. Son acosados constantemente por la policía
Asamblearismo y control social
Occupy Democracy no es noticia pero debería serlo
David Graeber
, Es antropólogo anarquista. Traducido por Fermín Grodira y Elisa G. McCausland
31/10/14 · 11:24
Se puede decir mucho sobre la calidad moral de una sociedad por lo que considera noticia o no. Desde el pasado martes 21 de octubre, Parliament Square [en Londres] está cercada con vallas metálicas. En lo que puede considerarse una de las escenas más surrealistas en la historia reciente de la política británica, policías con pastores alemanes permanecen vigilantes cada día, dispuestos a lo largo de los espacios verdes que circundan el Parlamento, y rodeados por un sistema cerrado de vallas de tres metros de altura, todo ello para garantizar que ningún ciudadano pueda entrar a ejercer la democracia ilegalmente. Sin embargo, pocas han sido las agencias de noticias que han considerado esto digno de ser noticia.
La policía municipal reacciona con un guiño si los ciudadanos acampan para hacerse con el último iPhone
Occupy Democracy, una nueva encarnación de Occupy London, ha intentado utilizar el espacio para un experimento de organización democrática. La idea era transformar Parliament Square en aquello para lo que en origen, según la mayoría de las crónicas, fue creada: un lugar para las reuniones y los debates públicos, con el objetivo de devolver al debate público todas aquellas cuestiones que los políticos están ignorando en Westminster. Se programaron seminarios y asambleas; se instalaron equipos de sonido y coloridas torres de bambú seguidas por una biblioteca, una cocina y unos aseos temporales.
No había intención de hacer de esta instalación una acampada permanente, algo que hoy por hoy es explícitamente ilegal. No obstante, esta ley se hace cumplir de una manera muy selectiva; la policía municipal reacciona normalmente con un guiño y una sonrisa si los ciudadanos acampan en la calle para pasar la noche de cara a hacerse con el último iPhone. Pero acampar para promover la expresión democrática está absolutamente prohibido. Inténtalo y puedes esperar ver inmediatamente tu tienda derribada, y si intentas incluso la más pasiva de las resistencias es probable que seas arrestado. Esa es la razón por la cual los organizadores decidieron optar por una permanencia simbólica de 24 horas, incluso si eso significaba dormir en el césped bajo cartones en un lluvioso otoño.
La respuesta policial sólo puede ser descrita como histérica. Las lonas utilizadas para sentarse en el césped fueron declaradas ilegales, y cuando los activistas intentaron sentarse sobre ellas fueron atacados por decenas de policías. Los activistas afirman que les retorcieron las extremidades y los agentes presionaron con sus pulgares terminaciones nerviosas para “hacer obedecer sus órdenes mediante el dolor”. Las cajas de pizzas fueron declaradas estructuras ilegales y confiscadas, y los mandos policiales incluso enviaron agentes para supervisar durante la noche a los activistas diciéndoles que era ilegal cerrar los ojos.
Hemos de preguntarnos qué significa el que la supresión de asambleas democráticas por parte de la policía ya no sea noticia
Finalmente, las vallas se erigieron y los perros policía hicieron acto ostensible de aparición, para lo que los oficiales insistieron que era una limpieza programada que se había establecido ocurriría cada día que durase la ocupación. Cientos de participantes fueron así empujados hacia la diminuta franja verde al norte de la estatua de Churchill, e incluso entonces, parecía que cada vez que se sentaban para un seminario sobre la reforma financiera o planificar una respuesta a la crisis de vivienda, eran interrumpidos con algún nuevo pretexto para la intervención policial –alguien tenía un altavoz “ilegal”, había lo que parecía ser equipamiento de acampada, algún reglamento podría haber sido violado– y brigadas de policías irrumpían otra vez.
Podría hablarse de muchas cosas a partir de aquí: la obvia vergüenza de los policías en comparación con el perseverante y contagioso buen humor de los ocupas, que continúan creciendo en número así como en ánimo según aumenta la represión. Pero de lo que de verdad quiero hablar es de la reacción de los medios de comunicación.
La razón por la que las ocupaciones de los parques y plazas son tan importantes es porque todo el mundo sabe que están ahí. Los activistas siempre escuchan lo mismo de aquellos que, en algún momento, podrían ser sus aliados: “Estoy de acuerdo en que ha habido una erosión de la democracia en este país, que el dinero lo controla todo, pero lo que no sé es qué puedo hacer yo para cambiarlo”. Nuestra respuesta más habitual es: Encuentra a otros que piensen como tú. Cuando la gente se junta, es inevitable que surjan ideas brillantes. Pero es imposible juntar a la gente a no ser que exista un espacio, un lugar al que siempre se pueda acudir, las 24 horas del día, los siete días de la semana, para encontrarse con gente, entablar conversaciones y hacer planes. Y eso es precisamente lo que nuestras autoridades políticas han decidido que los londinenses nunca más van a poder tener.
Para que esto se asuma, la policía y los medios de comunicación tienen que reaccionar de manera ostensible contra cualquier ocupación. Por ello, la policía actúa como si la posibilidad de cualquier acampada no violenta supusiera una amenaza esencial contra el actual régimen de gobierno; en lo que puede considerarse una reacción histérica, cientos de policías son movilizados, y los espacios públicos representativos acordonados.
Por su parte, los medios oficiales –la BBC y las cabeceras de gran tirada, que están actuando como si fuesen una extensión mediática del Gobierno– abordan la cuestión exactamente al contrario, insistiendo en que estos eventos carecen de la suficiente importancia para ser cubiertos. La misma prensa que ofrece coberturas a pie de calle defendiendo las ocupaciones pro-democracia y denunciando la represión policial en todo el orbe, como por ejemplo en Hong Kong, parece no tener interés cuando estos mismos sucesos ocurren en casa. Es difícil pensar en una historia más dramática que las batallas entre policía y manifestantes no violentos, o la erección de altas vallas y el espoleo de perros directamente en la puerta de la madre de todos los parlamentos. De hecho, mientras permanecí en la plaza, las únicas cámaras de televisión que pude divisar eran portadas por periodistas iraníes, rusos, cataríes.
Hemos de preguntarnos qué significa el que la supresión de asambleas democráticas por parte de la policía ya no sea noticia. Es este muro de silencio, como sospechan la mayoría de los activistas, simplemente una continuación del muro físico que rodea, de hecho, la Plaza del Parlamento, otra pieza de la misma estrategia, ¿o es acaso una muestra de cinismo extremo? Los británicos han perdido el derecho a la libertad asamblearia. Lo siento, ha dejado de ser noticia.