Dedicado a los y las activistas de-coloniales afrodescendientes en la contemporánea Abya Yala. Borrando las fronteras dibujadas por las administraciones coloniales, desmantelando los Estado-nación, herencia de la colonialidad del poder.
La inscripción colonial
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a los y las activistas de-coloniales afrodescendientes en la contemporánea Abya Yala. Borrando las fronteras dibujadas por las administraciones coloniales, desmantelando los Estado-nación, herencia de la colonialidad del poder.
No se puede estudiar la historia colonial de Abya Yala solamente tomando en cuenta el quinto continente, sobre todo sin tener en cuenta la historia colonial de África. Básicamente hay que tomar en cuenta a estos dos continentes separados por el Atlántico en la dramática historia colonial del llamado continente de América. Sus historias coloniales están íntimamente ligadas; en la medida que el genocidio y el etnocidio de las poblaciones nativas iban avanzando, se sustituyó este vaciamiento demográfico con poblaciones africanas del África subsahariana, empleando el rapto de contingentes africanos en el inverosímil tráfico de esclavos; método de despojamiento de la acumulación originaria del capital a escala planetaria. La población de América cuenta con el aporte demográfico, cultural y estético, musical y de la danza, del continente donde nació el homo sapiens.
Se escribió un libro que hubiese sido completo sino se restringía al caribe jamaiquino, como dice mi amigo Ramón Grosfoguel[1]; este libro se titula El Atlántico negro[2]. Gran parte de la historia colonial es la historia del Atlántico, la historia de tres continentes, el África, Abya Yala y Europa. Entonces, para comprender el colonialismo, el capitalismo y la modernidad hay que tener un enfoque mundial, concentrándose en el eje geopolítico que abarca estos tres continentes. En nuestro enfoque interpretativo Asia es tomada en cuenta como el continente donde nace la segunda civilización inaugural de este conglomerado continental, comprendiéndola tanto hermenéuticamente como heurísticamente, como cultura y civilización, como imaginario e instrumentalidad construidas por sociedades que conforman y constituyen instituciones duraderas. La primera civilización inaugural nace en el África sahariana. La tercera civilización inaugural se da en Abya Yala; se trata de un nacimiento civilizatorio desconocido por los otros continentes. Como decimos en un texto anterior, el Estado nace en el Asia, es importado a Europa, para instalarse en Abya Yala con la conquista y la colonización[3]. El Estado es la institución imaginaria de la sociedad y la malla material institucional clave de la colonización. La cuarta civilización inaugural es europea; se trata de una inauguración tardía, en comparación con las anteriores, en parte recepcionando las transferencias de las civilizaciones asiáticas y árabes.
En el enfoque interpretativo Abya Yala y África son tomadas como si fuesen una misma territorialidad transcontinental en la dramática historia colonial. Parte del África está en el continente americano, forma parte constitutiva de América, junto a las sociedades nativas y los desembarcos europeos, siendo el primer desembarco la conquista. Entonces la historia colonial de Abya Yala comprende tres espesores histórico-culturales, los espesores culturales de las confederaciones móviles de las sociedades nativas de Abya Yala, los espesores histórico-culturales de los desembarcos europeos, los espesores histórico-culturales de las trasferencias violentas de las sociedades africanas. Hay que estudiar la historia colonial teniendo en cuenta los tejidos que se dan entre estos espesores histórico-culturales, comprendiendo sus flujos y sus stocks móviles. El colonialismo se textura en el juego de estos tres hilos, por así decirlo.
Hasta ahora, la historia colonial de Abya Yala ha tomado en cuenta básicamente lo que pasaba con dos continentes, Abya Yala y Europa, cuando toma en cuenta África, lo hace considerando el desmesurado y demoledor tráfico de esclavos y lo que les sucede en los territorios trasplantados; generalmente no se estudia y analiza los que pasaba en las sociedades del continente africano. Esto es lo que falta para terminar de comprender la dramática historia colonial. Esta es la tarea que asumimos; en principio de una manera teórica, desplegando hipótesis de interpretación, para luego encaminar investigaciones desde la perspectiva de la episteme de la complejidad.
Hipótesis interpretativas del colonialismo El colonialismo tiene que ser visto no solo desde las violencias desatadas por los conquistadores, sino también desde la perspectiva de las resistencias de las naciones y pueblos nativos de Abya Yala y el África; el colonialismo tiene que ser interpretado también desde el contraste de las resistencias desplegadas, entendidas como guerra anti-colonial de las naciones y pueblos nativos, después incluyendo a mestizos y criollos. El colonialismo no se da como la agresión de fuerzas activas frente a fuerzas pasivas, sino ante otras fuerzas activas que resisten. En este sentido hay que comprender el efecto causado por estas fuerzas de resistencia en el mismo colonialismo. La historia colonial es la historia del enfrentamiento entre colonialismo y anti-colonialismo, es la historia de la guerra anti-colonial. Las sociedades contemporáneas de Abya Yala son un producto de las resistencias, aunque sus Estado-nación no las reconozcan institucionalmente, salvo como referencias históricas de la narrativa oficial. Se puede decir que el Estado-nación de estas sociedades sigue siendo colonial, mientras sus sociedades son abigarradas, bricolaje desdibujado y desfigurado por las resistencias, por lo tanto bricolaje re-configurado por las resistencias. Mientras se llenaba el nuevo continente conquistado con poblaciones africanas esclavizadas, se vaciaba el continente africano, vaciando también a sus sociedades, despojándolas de parte de sus ciclos vitales. Las sociedades africanas fueron trastrocadas, quebradas y fragmentadas, rompiendo sus articulaciones tradicionales, incorporándolas al mercado de cuerpos humanos en una escala gigantesca. Se puede decir que el África fue convertido en el continente materia y objeto del extractivismo humano, de vida humana. Este es el bio-poder que se impone e instaura, reduciendo al África, en este contexto, a dador de vida humana. En este sentido, el capitalismo es la economía política de los cuerpos, la economía política de la carne humana. Si bien las sociedades africanas fueron conocidas por las sociedades asiáticas, desde muy temprano, estableciendo el comercio ultramarino, no se experimentó esta económica política de la carne humana hasta la larga conquista de los europeos y posterior colonización. Esta forma de mundialización, de constitución de la modernidad, es efectuada mediante el despliegue de la desmesura descomunal de la violencia desatada, a la que puede llegar el poder cuyo estómago metafísico está permanente hambriento de ganancia. Cuando los europeos se internaron en el continente africano, invadiendo el interior, dejando las orillas de los puertos, conquistando enormes territorios y a pueblos tribales, trazaron mapas de sus posesiones, inscribieron cartografías en la geografía exuberante del continente, dividiendo a territorios y poblaciones de acuerdo a las administraciones y lenguas coloniales. La constelación tribal fue rota, sus complementariedades fue quebrada, arrastrándolas a las propias guerras de los conquistadores; guerras que hasta ahora perduran, a pesar de la llamada independencia y la formación de Estado-nación. El “caos” africano, como nombran las narrativas políticas “occidentales”, ha sido causado por esa intromisión europea en los ciclos vitales del continente que es la cuna de la humanidad. África no saldrá de este “caos” sino lleva a cabo consecuentemente una descolonización plena. Esta es la tarea pendiente. Volviendo a los dos continentes, Abya Yala y África, ambos no podrán salir de sus “caos” sino emprenden la descolonización plena, pues hasta hora no lo han hecho; dejando en el camino la guerra-anticolonial, contentándose con independencias simbólicas, coronadas por El Estado-nación, herencia colonial en forma de colonialidad del poder. Por cuanto parte del tejido socio-cultural de la Abya Yala contemporánea es africano, las sociedades del quinto continente no podrán lograr su descolonización plena si no lo logran las sociedades africanas. Sus destinos están entrelazados.
Debate sobre El Atlántico negro
En lo que respecta al maravilloso libro El Atlántico negro de Paul Gilroy, la antropóloga Lioba Rossbach de Olmos[4] escribe comentándolo:
En su libro”The Black Atlantic” o sea “El Atlántico Negro” publicado de 1993, Paul Gilroy se despide de la comprensión clásica del concepto de la cultura. En vez de seguir con las nociones de sedentarismo y estabilidad como implica etimológicamente la palabra original del latín ”cultura” (cultivar y cuidar la tierra), él se apoya en nuevas imágenes relacionadas con expresiones de fluidez, versatilidad e inestabilidad. Como nueva metáfora Gilroy usa el medio fluido del agua. Gilroy se refiere al océano Atlántico elevándolo a una propia esfera cultural por haber sido el escenario histórico de la trata de esclavos y de la esclavitud. Es aquí donde él identifica unos efectos culturales, que se caracterizan por cambios continuos dejando poco espacio para elementos estáticos y esencialismos de entidades cerradas. Con esto Gilroy se distancia de construcciones nacionales y étnicas de identidad para dedicarse a diversos procesos de mezclas, “hibridades y heterogeneidades” en la historia y cultura de los esclavos africanos y de sus descendientes[5].
Gilroy prefiere conceptos dúctiles para apreciar la dinámica de la conformación del sistema-mundo capitalista, dinámica que tiene como una de sus mecánicas de fuerzas a los diagramas de poder colonial; en estos diagramas a la economía política de los cuerpos esclavista, que separa los cuerpos de sus territorios, de su humanidad, convirtiéndoles en mercancías vivas; desvalorizando y descalificando los cuerpos, valorizando abstractamente el valor de cambio del comercio de esclavos. Opta, como ya lo había hecho la escuela de los anales, Fernad Braudel, por configuraciones conceptuales a escala mundial, por componentes regionales del sistema-mundo. Por eso lo de Atlántico como geografía acuática que hace de centralidad operativa en este sistema-mundo, también hace de centralidad cultural en la conformación de la modernidad heterogénea. Se trata, como se ve, de conceptos integrales, que forman parte de las teorías de la complejidad. A propósito de la crítica de Lioba Rossbach, no se entiende cómo puede oponer a estos conceptos de la complejidad conceptos de la disciplina antropológica, conceptos universales esencialistas, que tienen como objeto el análisis específico de los casos. Tiene que haber demasiado celo para hacerlo. La antropología, que se basa en estudios de caso, puede aportar a darle cuerpo a la interpretación integral de El Atlántico negro; empero, es difícil que pueda sustituir a este enfoque que se deprende desde la perspectiva de la complejidad. Son enfoques epistemológicos diferentes, se mueven, por así decirlo, en dos epistemes distintas.
Coincidiendo con la apreciación de Grosfoguel, Lioba Rossbach dice:
Enfocando en las siguientes deliberaciones nuevamente el concepto cultural del Atlántico Negro, que ya se está discutido desde más de 15 años en distintos países y disciplinas, se quiere añadir argumentos adicionales desde una perspectiva antropológica. Por un lado, queremos reflexionar sobre las bases empíricas del Atlántico Negro las que, de acuerdo con criterios estrictamente antropológicos, deben calificarse como frágiles, y por el otro lado discutimos su área de validez supuestamente transnacional, en la que tal vez se puede incluir la parte anglosajona del Caribe y de América, pero no así las regiones afrolatinoamericanas[6].
Lioba Rossbach continúa:
El Atlántico Negro indudablemente impresiona por sus ideas y propuestas nuevas. En la medida en que se toma las mezclas culturales como la regla y no como una excepción se evita la búsqueda de la autenticidad cultural, la que anteriormente era la preocupación prioritaria de los investigadores de las culturas afroamericanas. Ya no hay la necesidad de identificar en estas culturas africanismos puros o sincretismos impuros. Tampoco hay que ir buscando la formación de nuevos grupos, es decir los procesos de etnogénesis. Se debe más bien estar preparado a encontrar una colorida heterogeneidad que ya no será considerada como impureza sino como expresión de creatividad. Esto es también la base para “the changing same” de Gilroy, es decir el “cambio del idéntico”, que es un concepto interesante por relacionar la continuidad con el cambio.
Para discutir el Atlántico Negro de Gilroy es importante conocer tanto el contexto de su surgimiento como sus destinatarios. El trasfondo lo constituyen los así llamados Cultural Studies o estudios culturales. Estos estudios culturales surgieron en la Gran Bretaña, se especializaron en la historia social y la literatura y nacen con un enfoque neo-marxista, antes de incorporar nuevas tendencias al hacerse famosos en todo el mundo. A pesar de su relación cercana con los estudios culturales, Gilroy los crítica por su arraigo en las tradiciones del pensamiento izquierdista, que mantiene el marco cultural de los estados nacionales y rinden homenaje, según el mismo autor, a un nacionalismo de cripta. El destinatario del Atlántico Negro es el afro centrismo, que se ha desarrollado como corriente intelectual en los años 1980 entre pensadores negros de los Estados Unidos. Él certifica a África y a los africanos tener un genio especial que tenía que ser defendido de los desconocimientos y discriminaciones occidentales. Tanto los estudios culturales como el afro centrismo defienden, según Gilroy, conceptos de identidad que se basan en unos esencialismos nacionalistas o étnicos, es decir en entidades fijas e invariables. La crítica de Gilroy coincide también con el ambiente anti esencialista de los actuales disciplinas culturales y ha contribuido a que el Atlántico Negro haya gozado de gran reconocimiento. Pero su recepción entusiasta incluye asimismo el peligro de nuevos esencialismos convirtiendo la hibridez cultural en un dogma parecido al de sus conceptos antecesores[7].
El esencialismo ontologiza las características, los atributos histórico culturales circunstanciales, condicionales, dados en un contexto y una temporalidad dadas. Ontologiza las relaciones, que responden a prácticas, ciertamente a campos institucionales; empero, que no son sustanciales, sino históricos, por lo tanto mutables y cambiantes. La antropología y los culturalistas han convertido a la cultura en un universal estático, que hace de condición casi genética y no histórica o, visto de otra manera, han convertido a la cultura en concepto trascendental, que hace de espíritu trascendente. Esto es metafísica, no ciencia, como pretende la antropóloga. ¿Cuáles serían los nuevos esencialismos a los que caería Gilroy? No hay una ontología debajo o detrás, como substrato o como sostén, de la interpretación integral de la complejidad por parte de Gilroy; hay una epistemología, esta es la de la complejidad.
Lioba Rossbach expone su punto de vista:
Para este fin se analizan primero algunas ideas de Gilroy de una manera crítica. Después se contrapone el Atlántico Negro de Paul Gilroy al Pacífico Negro de Colombia. Desde hace más de quince años, la población negra de la región pacífica colombiana está en el centro de nuevos desarrollos políticos y se presta para poner a examen el concepto del Atlántico Negro, el que no se quiere repartir pero si delimitar en su aplicabilidad al mundo angloamericano. Esto se vuelve evidente al asumir la perspectiva netamente antropológica, la que mantiene su valor a pesar de las actuales condiciones de globalización y mezclas culturales: por un lado, se trata del native point of view o sea el punto de vista del nativo, que observa cualquier fenómeno o acontecimiento desde una perspectiva del así llamada “otro”, y por el otro lado, son las evidencias empíricamente saturadas a las que se llegan en el transcurso de una investigación de campo, cuando el investigador alcanza una comprensión profunda de una cultura a través de un largo contacto íntimo con las protagonistas de la misma[8].
La configuración conceptual del Atlántico negro responde a la perspectiva de las estructuras y ciclos de larga duración del sistema-mundo capitalista, la configuración considera la acumulación originaria del capital y la acumulación ampliada de capital, que se dan en íntima conexión con el tráfico de esclavos; en esta geopolítica racial del sistema-mundo capitalista África juega el papel central de continente objeto de extracción de vida. Cuando se propone el concepto de Pacífico negro, tendría que ser una configuración parecida; sin embargo, con otros actores, además de responder a otra estructura y a otro ciclo largo de otra hegemonía capitalista. Esta propuesta no aparece en Lioba Rossbach; propone un nombre a otro nombre, como si fuesen conceptos intercambiables. No se trata de plantear la diferencia de una parte del Pacífico, la que corresponde a Colombia, Ecuador y quizás Perú, con lo que ha acontecido en el Atlántico, en el ciclo largo del capitalismo bajo hegemonía británica. De lo que se trata, si se ha de proponer una configuración integral como Pacifico negro, de visualizar la composición dinámica de las fuerzas del sistema-mundo capitalista, transformado bajo las condiciones de la nueva hegemonía. En el Pacifico no se encuentra el África, a fines del siglo XX y comienzos del XXI no se sostiene la acumulación de capital sobre la extracción descomunal de vidas humanas de un continente; otros son los actores del sistema-mundo capitalista contemporáneo, la mecánica de fuerzas en el capitalismo contemporáneo ha cambiado. Como actor principal está China, la potencia industrial, tecnológica y científica asiática, que ha trastrocado el capitalismo; apareciendo esta situación, a ojos de algunos investigadores, como la hegemonía del nuevo ciclo largo del capitalismo. China que se convierte en el centro de un nuevo campo gravitatorio, absorbiendo a América Latina a este campo, replanteando la condición extractivita de sus economías. En este contexto el Pacífico afrocolombiano juega otro papel, que no es el que jugó el Atlántico negro. Como se puede ver, la antropóloga habla de temas distintos.
Criticando a lo expuesto por Paul Gilroy en El Atlántico negro, Lioba Rossbach escribe:
De acuerdo con Paul Gilroy la esclavitud y las culturas marcadas por la misma forman parte de la modernidad. Ellos no son ni premodernos ni están fuera del contexto de la modernidad como una promesa incumplida de ella, sino son precisamente la trata de los esclavos y la esclavitud que contribuían al surgimiento de la modernidad, la ilustración y la racionalidad. Fue Europa que integró a otras culturas a su modernidad imponiendo la trata de esclavos, la economía de plantaciones y la esclavitud en muchas partes del mundo. Si bien es cierto que surgían contraculturas de la modernidad, ellas formaban sin embargo parte de la modernidad y, por ello, parte de “nuestro” desarrollo.
Este concepto tiene sus propias implicaciones. Parte de la idea que los descendientes de esclavos tienen derecho a participar en las bendiciones de la modernidad como lo son la literalidad, los derechos civiles, la cultura burguesa desde Hegel hasta Wagner así como la liberación del racismo y de la discriminación. Por el otro lado, Gilroy concibe al Atlántico entero como una unidad incluyendo sus costas, estados colindantes y vías de comunicación. Gilroy se refiere a la misma área que ha sido el escenario del así llamado comercio triangular Atlántico entre él siglo XVII y XIX. Los barcos llevaban mercancía europea a la África occidental, donde la cambiaban por esclavos a los que llevaban a América vendiéndolos para invertir las ganancias en la compras de productos agrícolas como por ejemplo azúcar, para transportarla a Europa. Desde aquel tiempo toda esta área geográfica se caracteriza por relaciones intensas de contacto e intercambio. A raíz de estos acontecimientos Gilroy construye un tipo de área cultural sobre el cual la esclavitud se pone como una capa de cobertura mientras que en el interior se presenta una heterogeneidad impresionante, una movilidad acelerada y una dinámica local particular. Son las corrientes, las olas y las mareas las metáforas con las que Gilroy simboliza esta heterogeneidad. Esta heterogeneidad trasciende los lugares y no es ni étnica ni nacionalmente concebible. Este es el material trasnacional del cual consiste el Atlántico Negro, es decir una estructura “rizomorfórica, fractal de la formación transcultural e internacional”. Dice Gilroy:
“Yo quiero desarrollar la sugerencia que los historiadores culturales en sus discusiones sobre el mundo moderno tomen al Atlántico como una sola unidad de análisis compleja y lo usen para producir una perspectiva explícitamente transnacional e intercultural”[9].
El punto de vista de Lioba Rossbach es disciplinario, se coloca a la defensiva, defendiendo la antropología, como si esta disciplina fuese la garantía de darnos cuenta del “otro”, de la otredad, del enfoque nativo, convertido por la antropología en el informante nativo, otra reducción colonial[10]. Es un enfoque esencialista, como los criticados por Gilroy Fuera de la apreciación de que el estudio de Gilroy se circunscribe a la región anglosajona del Caribe, no se encuentra otra crítica fuerte a El Atlántico negro. La crítica mencionada es indispensable tomar en cuenta, precisamente por lo que plantea Gilroy de considerar el Atlántico como una unidad compleja, como la centralidad del sistema-mundo capitalista, incluso de la modernidad. Justamente por el enfoque que podríamos llamar deleuziano de Gilroy, que considera los flujos, las plasticidades, las mutaciones y transformaciones, en los planos de intensidad del Atlántico, es imprescindible incorporar la variedad de las regiones coloniales en el Atlántico. Hasta aquí de acuerdo; sin embargo, parece insostenible, a estas alturas del partido, cuando ingresamos a la episteme de la complejidad, dejando evidenciados los límites del paradigma universalista y especialista de la episteme de la modernidad; paradigma que pretendió la universalidad de sus teorías, así como, sin ser contrastante, el valor de la especialización minuciosa de las disciplinas, manifestando el reclamo positivista de reconocimiento de ciencia, como objetividad indiscutible.
Fuera de estos desacuerdos con Lioba Rossbach, lo que sigue en la investigación de la antropóloga, lo que está dedicado al Pacífico negro, es importante, no solo por la calidad de la investigación antropológica, sino como insumo a la crítica de-colonial, así como desplazamiento a describir la heterogeneidad de las regiones coloniales. Sin embargo, no se puede dejar de observar que la antropóloga describe una parte del Pacifico negro, la que corresponde a Sud América, ámbito acuático que hoy cobra importancia por el desplazamiento del centro del sistema-mundo capitalista del Atlántico al Pacífico, en tanto que Gilroy analiza el Atlántico negro. Por más diferencias que encontremos en el Pacífico negro, ¿qué alcance tiene como crítica a lo planteado en El Atlántico negro?
Lo que molesta a la antropóloga es esta estructura “rizomorfórica, fractal de la formación transcultural e internacional”, que aunque no lo dice, le parece enunciación especulativa, además de posicionarse como proposición antiesencialista. Esta forma de enunciados, como haz de relaciones, que atienden la complejidad, no los objetos de estudio aislados, como lo hace el positivismo, las ciencias descriptivas, no los conceptos abstractos, vacíos de contenido, como lo hace el racionalismo, causan la molestia de la antropóloga. En ese caso, la crítica debería ser epistemológica y dirigir su artillería a las epistemologías de la complejidad. Esto no se hace, se ataca al libro de Gilroy como si fuese una discusión entre autores individuales, entre investigadores particulares, donde las teorías tendrían el mismo alcance, como en un plano, perdiendo volumen y espesor, como si la discusión fuera de palabras, en el mejor de los casos, de metodologías, y no de perspectivas epistemológicas.
El retorno de Osiris, armando el rompecabezas de la diáspora africana
Sheila S. Walker en Conocimiento desde adentro escribe:
Joseph Ki-Zerbo, historiador de Burkina Faso, en África Occidental, dijo: “África es como Osiris. Fue despedazado y los pedazos fueron dispersados a través de la tierra. Es nuestra responsabilidad recomponerla”. Osiris fue un rey benéfico del antiguo Egipto. Su rival, Seth, que quería el trono para sí, le tendió una trampa. Mató al rey y despedazó su cuerpo, dispersando los pedazos a lo largo y ancho de la tierra. La reina Isis, consorte del rey muerto, utilizó sus poderes divinos para descubrir cada pedazo. Osiris se convirtió en el dios de la resurrección, una excelente metáfora para la diáspora africana[11].
En la introducción al libro citado, dirigido y compilado por Sheila S. Walker, introducción e interpretación del libro de aportes de varios autores afro-americanos, titulada Recolocando los pedazos de Osiris, recomponiendo el rompecabezas, la intelectual e investigadora se propone romper con la “ideología” colonial sobre la historia de las Américas, llamada por los españoles las Indias occidentales; historia oficial de los Estado-nación, que hace desaparecer la constitutiva participación de los pueblos y poblaciones africanas, traídas en condición de esclavos al quinto continente, en la conformación de las sociedades coloniales y poscoloniales. La investigadora escribe:
Conocemos el mapa colonial de las Américas, que nos divide en países que hablan los idiomas de los colonizadores europeos del hemisferio. También hay mapas virtuales étnico-culturales africanos del mismo territorio, mapas que nos unen según otros criterios histórico-culturales. Estos mapas, que no respetan las barreras creadas por las fronteras coloniales, nos juntan, sí por la esclavitud y sus secuelas, que son innegables, pero también y de manera más feliz, por nombres, por comidas, por fiestas, instrumentos, músicas y bailes, por sabidurías, y hasta por santos afro-católicos[12].
En otros escritos hemos llamado a este acto de diseminación de fronteras, que realiza la investigadora citada, el primer paso descolonizador efectivo que se debe realizar, el borrar las fronteras coloniales, que ahora son las fronteras de los Estado-nación[13]. Mientras no se haga esto toda posición de-colonial no es más que postura, colocación discursiva sin consecuencias radicales. Las sociedades de Abya Yala y del África, anteriores a la colonización, no tenían fronteras. Las cartografías políticas las inscriben en los territorios conquistados las colonizaciones europeas. Armar el rompecabezas de la diáspora equivale a de-construir estas inscripciones, des-inscribirlas de los territorios y los cuerpos. Las llamadas independencia no han hecho otra cosa que reinstalar estas inscripciones en los territorios y los cuerpos, reinscribiendo el colonialismo como continuidad, en forma de colonialidad por los caminos de las repúblicas. Las llamadas guerras de liberación nacional no han hecho otra cosa que tomar en serio las cartografías de las administraciones coloniales, tomándolas como la geografías políticas de cada uno de los países donde se efectuó la “liberación nacional”, quedando atrapadas estas emancipaciones nacionales en los diagramas de poder colonial instalados por las conquistas y colonizaciones europeas. Con esto se encaminaron por la condena de la recolonización, ahora conducida por los propios independentistas y los propios liberadores, reconducida por los propios americanos, sean nativos, mestizos, criollos; reconducida por los propios africanos, mayormente nativos. Esta condena de repetir al amo, de imitarlo, ha sido señalado pro Franz Fanon, quien decía que no se trata sólo de devolverle la violencia cristalizada en los huesos al colonizador, no se trata de ocupar el lugar que el colonizador ocupaba, pues esto no es otra cosa que convertirse en el nuevo colonizador, al ocupar el mismo lugar en la estructura de poder colonial, que se mantiene[14]. Se trata de explosionar la estructura colonial. Recogiendo otra vez la tarea primordial de la descolonización, borrar las fronteras.
Sheila S. Walker continúa:
La primera experiencia común a ser discutida, y la más trascendente, fueron la exclusión de los africanos y afrodescendientes de la historia oficial de las naciones americanas y las implicaciones de esta exclusión en el trato que les dieron otros ciudadanos y el Estado. De igual importancia fueron las implicaciones manifestadas en la autopercepción y el consecuente comportamiento de los mismos afrodescendientes[15].
La historia oficial de los Estado-nación es la narrativa de legitimación del poder constituido e instituido. Los criollos de las Américas podían incluso incorporar a la matriz indígena en su historia, como herencia, a pesar de haber desatado las guerras de exterminio, si no eran sólo de expansión colonial a sus territorios, los que no había incorporado a su pleno control la colonia; sin embargo, no podían incorporar la herencia africana en su narrativa, pues requerían justificar la continuidad racial y colonial, in-visibilizando los cuerpos de color. La “ideología” del Estado-nación fue impuesta “democráticamente” repercutiendo negativamente en la autoestima y en la autopercepción de los afrodescendientes y de los pueblos nativos. Al aceptar la “ideología” como historia, “ideología” inoculada en las escuelas y en las universidades, se aceptaba las dominaciones polimorfas reaparecidas en la modernidad.
Remarcando esta interpelación, Sheila S. Walker escribe:
¿Por qué ha sido tan importante para los esclavistas distorsionar la historia de los esclavizados? Porque sigue siendo muy importante para los descendientes de los esclavistas perpetuar, a pesar de la existencia de información que indica todo lo contrario, la distorsión de la historia de los esclavizados y sus descendientes.
¿Por qué es tan importante que los descendientes de los esclavizados descubramos y contemos nuestra propia historia? ¿Por qué es tan importante que conozcamos la verdad histórica en lugar de la versión que contaron otros? – otros cuyo estatus social y económico dependía y depende todavía de la subyugación de los africanos y sus descendientes desde hace siglos y hasta hoy en día -. La realidad es que tales perspectivas forman parte integral de los sistemas y mentalidades de las sociedades americanas[16].
No se trata sólo de la lucha de clases en el terreno “ideológico”, como interpretaba Louis Althusser, incluso mejorando su enunciado, en el caso de la guerra anti-colonial, no se trata sólo de la guerra de razas en el terreno “ideológico”, sino de algo más complejo y efectivo, de des-inscribir la historia política colonial en la superficie de los cuerpos, de des-inscribir la internalización de la institucionalidad colonial en los cuerpos. Institucionalidad y diagramas de poder que se inscriben en los cuerpos modulándolos, incidiendo en comportamientos sumisos y funcionales al poder de la colonialidad persistente. La “ideología” no es “externa” al ejercicio del poder, no es una superestructura, como cree el marxismo, sino es dispositivo discursivo empleado en el ejercicio mismo del poder, forma parte de la maquinaria descomunal del poder. La deconstrucción de las narrativas coloniales es primordial en los emprendimientos efectivos de la descolonización.
La investigadora continúa la exposición:
Tiene un impacto en nosotros el creer que nuestros ancestros eran “esclavos” que aceptaron su supuesta “despersonalización” y “deshumanización”, su “cosificación”; el creer que no tenían conocimientos, que no aportaron nada de África a las Américas, y que se mantuvieron pasivos frente a la opresión más horrible de la historia de la humanidad.
Tiene un impacto distinto en nosotros el saber con pruebas documentadas que estos antepasados no se dejaron cosificar; que aportaron tecnología sofisticada traída desde África, necesaria para desarrollar las nuevas sociedades de las Américas, que crearon nuevas culturas; que mantuvieron sus maneras de transmitir la sabiduría ancestral; que resistieron de múltiples maneras desde el principio al final, en todos los lugares, a un sistema basado en diversas formas de violencia extrema.
Es importante para los afrodescendientes saber que el valor comercial y el trabajo sin remuneración de nuestros ancestros, aunque en una situación opresiva, fue la base de la riqueza del mundo occidental durante más de 300 años de régimen colonial esclavista, y que sus descendientes en el siglo XXI merecen beneficiarse de los resultados de esta riqueza[17].
Esta tesis de la pasividad de los y las dominadas, en este caso de los y las esclavizadas, es un mito construido por las narrativas coloniales. Como dice Michel Foucault, hay poder porque hay resistencias que vencer. La esclavización se efectuó con la violencia más extrema inimaginable, esta violencia se ejercía porque se daban las resistencias de las sociedades y pueblos del África, después de los y las capturadas, recluidas en bodegas insalubres, esperando a los barcos, donde nuevamente serían recluidos como sardinas, soportando las inclemencias del largo viaje. Los sobrevivientes, que llegaban a las tierras del nuevo continente, habían soportado largas caminatas desde el interior del África hasta la costa, llegados a América debían soportar nuevas caminatas a los lugares de destino, lugares donde patrones, empresarios, la burguesía de aquél entonces, los esperaba para explotarlos inmisericordemente. Las resistencias se dieron en todo momento, en las aldeas donde eran capturados, en las caminatas cuando intentaban escapar, en las bodegas de reclusión donde se rebelaban, en los barcos, donde, cuando controlaban la revuelta los comerciantes de esclavos, tiraban al mar a los y las rebeldes, en los puertos donde llegaban, nuevamente en las nuevas caminatas, después en los mismos lugares de su explotación esclavistas. Cuando lograban huir los y las emancipadas por propia voluntad y astucia se internaban en el monte, tierra adentro, conformando palenques en sus territorios que hacían suyos, estas sociedades cimarrones son parte de la historia de las luchas anti-coloniales, que efectuaron desde muy temprano los y las africanas llegadas al nuevo continente.
Los contingentes africanos traídos al nuevo continente como mercancías vivas no solamente aportaron con su humanidad, que ya es mucho, sino que trajeron consigo sus culturas, sus lenguas, sus técnicas, sus saberes, sus conocimientos, sus músicas y sus danzas, sus artes y estéticas. La vida es memoria sensible, es creación e invención constante, es devenir; las vidas africanas asentadas en las tierras de Abya Yala brotaron como toda vida, creando sus propios nichos ecológicos, cambiando la ecología social en el nuevo continente. África es constitutiva de América, es constitutiva de manera distinta a Europa, pues no aportó con la constitución del poder colonial, sino aportó con sus subjetividades, trastocando la constitución de las subjetividades interculturales de las Américas, aportó con sus culturas, que se entrelazaron con las culturas nativas y las culturas mestizas, aportó con la transformación de la música y la danza en las ecologías culturales, musicales y corporales de la Abya Yala transformada. Aporto con las técnicas agrícolas, traídas desde el África, las técnicas mineras, también traídas del continente abandonado, además de las plantas que fueron sembradas en América. África es constitutivas de América.
Considerando tan sólo los 35 mil viajes registrados de barcos “negreros” legítimos, los de contrabando no tienen registro, trasladaron de 12 a 15 millones de africanos a las Américas. Durante más de la mitad del medio milenio de la historia de las Américas la población mayoritaria era la africana y la afrodescendiente. No hay un solo país de las Américas que no tenga huella africana[18].—
[1] Dicho en una conversación.
[2] Gilroy, Paul 1993. The black Atlantic: modernity and double consciousness. Cambridge, Mass: Harvard Univ. Press.
[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento libertario.
[4] Antropóloga de la Universidad Johann Wolfgang Goethe en Frankfurt am Main y doctorado en la Universidad Johannes Gutenberg en Maguncia. Investigadora y docente en el Instituto de Investigación Cultural Comparativa – Antropología en la Universidad. Philipps de Marburg.
[5] Lioba Rossbach de Olmos: ¿Qué pasa con el Pacífico Negro en el Atlántico Negro? El Atlántico Negro de Paul Gilroy frente a los acontecimientos (afro)colombianos. Memorias. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe. Universidad del Norte Colombia. Bogotá 2013. http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=85512905012.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Ver de Gayatri Chakravorty Spivak Critica de la razón postcolonial. Hacia una historia del presente evanescente. Akal 2010; Madrid. También de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
[11] Sheila S. Walker, compiladora: Conocimiento desde adentro. Los afrosudamericanos hablan de sus pueblos y sus historias. PIEB, Afrodiáspora.Inc., FIA, Desarrollo y Paz, Fundación Andavérez Peralta; La Paz 2010. Págs. 8-9.
[12] Ibídem: Pág. 9.
[13] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento libertario.
[14] Leer de Frantz Fanón Los condenados de la tierra. Fondo de cultura económica. México. También revisar del mismo autor Dialéctica de la liberación. Ediciones Pirata. Buenos Aires; así como Piel negra, máscaras blancas. Akal. Madrid.
[15] Ibídem: Pág. 17.
[16] Ibídem: Pág. 21.
[17] Ibídem: Págs. 21-22.
[18] Ibídem: Pág. 6.