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Abigarramientos

Raúl Prada Alcoreza :: 29.12.14

Una estética de los tejidos entrelazados, entrecruzados y en constante movimiento. Hablamos de la estética de la multiplicidad conectada, articulada, en constante composición, descomposición y recomposición. Es la estética de los colores, de los espesores, de las formas entrelazadas, de los contenidos inter-penetrados, de las expresiones barrocas. Entonces se trata de la intuición de la creación, de la conjunción, de las asociaciones plurales, de las composiciones diversas, bullentes, dinámicas.

Abigarramientos

Raúl Prada Alcoreza
Bolpress

Vamos a intentar configurar un concepto, el de abigarramiento, distinto al usado por la filosofía y las ciencias sociales, sobre todo distinto al concepto marxista de formaciones sociales abigarradas, concepto usado para definir a las sociedades heterogéneas. Creemos que el concepto de abigarramiento, que connota ya movimiento y dinámica, en la acción, si podemos hablar así, de abigarrar, de ocasionar la condición de abigarrado, adquiere más riqueza expresiva, incluso más complejidad, si se lo visualiza desde la percepción estética.

Lo lúdico de la percepción estética del abigarramiento nos lleva, en una de sus entradas, a la imagen de torbellino; aunque también a la imagen de amorfo. Condición que no habría logrado forma, incluso en el caso de varias formas interrelacionadas. Si se quiere, no habría coordinación o equilibrio logrados. Sin embargo, también es campo de posibilidades; son inherentes distintas composiciones posibles, distintas tendencias de composición. Lo que hace al abigarramiento una dinámica rica en el proceso de composición. En contraste, se presenta un problema; si este estado abigarrado se fija, la heterogeneidad quedaría fosilizada en su inconclusión.

La estética del abigarramiento se encuentra en la intuición sensible de la multiplicidad convulsionada, de la heterogeneidad agitada y entrelazada. Se trata de la aprehensión perceptual de las ecologías, si podemos extender el concepto, haciéndole más plástico; es decir, hablamos de una estética de los tejidos entrelazados, entrecruzados y en constante movimiento. Hablamos de la estética de la multiplicidad conectada, articulada, en constante composición, descomposición y recomposición. Es la estética de los colores, de los espesores, de las formas entrelazadas, de los contenidos inter-penetrados, de las expresiones barrocas. Entonces se trata de la intuición de la creación, de la conjunción, de las asociaciones plurales, de las composiciones diversas, bullentes, dinámicas.

La estética del abigarramiento connota saberes barrocos de estas composiciones enmarañadas. Saberes artesanales, también saberes pictóricos, así como saberes literarios. Esta estética se expresa primordialmente en la danza, usando o encarnando alegorías, que precisamente transmiten esta turbulencia del abigarramiento. En la danza están los cuerpos atrapados en los ritmos musicales; cuerpos en movimiento, cuerpos que componen cuadros alegóricos; cuerpos que narran, que relatan, sobre todo que transmiten el sentido del entrelazamiento de los seres. Sus vidas, al estar entrelazadas, son profundamente interdependientes. Ciertamente la música que se danza es una composición clara, de ninguna manera confusa; también podríamos decir lo mismo de la alegoría, que pretende lograda la trama. Sin embargo, estas composiciones diáfanas, se inscriben en los espesores del conjunto, mejor dicho, de la constelación, de las multiplicidades singulares del abigarramiento. Es este conjunto y esta constelación la que adquiere la condición difusa de sus manifestaciones. Quizás es el arte pictórico el que mejor expresa esta condición; también la fotografía y, obviamente el cine.

No se podría apreciar esta estética del abigarramiento sólo en una de sus formas de expresión, menos sólo en la música, tampoco en la narrativa; es indispensable atender a las distintas formas de expresión, pues en todas ellas se busca descifrar esta convulsión de sensaciones. Si se atiende a la música, la inspiración deriva en una composición estructurada, quizás lograda, pero corta ante la fuente de la inspiración. La fuente de inspiración rebasa esta expresión musical. Lo mismo ocurre con la narración literaria; queda corta ante la conmoción del abigarramiento. Es menester abrirse a las distintas formas de expresión que buscan interpretar el abigarramiento. El arte barroco fue una de las estrategias para interpretar el abigarramiento, mediante el incremento de la densidad de elementos, yuxtapuestos en un diseño inicial. La figura del diseño inicial se pierde en la medida que la densidad aumenta, a tal punto que desaparece la figura inicial, convertida en una configuración saturada, poblada de excesivas figuras. Los símbolos y significaciones exceden la posibilidad de transmitir el sentido de la composición. Aparentemente aparecen muchos sentidos posibles; empero, estamos ante una saciedad de sentidos. La manifestación desbordante, repleta, se hace casi inentendible ante este exceso expresivo.

En todo caso el arte barroco era exuberante. La literatura latinoamericana hereda el barroco en su escritura. Sin embargo, no todo abigarramiento es recogido en las expresiones barrocas. La artesanía seducida por lo abigarrado construye artefactos prodigiosos por su abundancia expresiva. Se da también la densificación de elementos en una misma configuración; incluso, se podría decir, que se da la desfiguración de la figura inicial. Un ejemplo maravilloso es la máscara del diablo de la diablada de Oruro, en Bolivia. Estamos ante una máscara del danzante de diablo que sostiene una convulsión de colores, una composición saturada de símbolos, la presencia yuxtapuesta de animales de la manca-pacha, que, a su vez, como la serpiente alada, pertenecen, en su mutación, a la alaj-pacha. Se puede enfocar los ojos saltones y brillantes del diablo; empero, el rostro se pierde en la desfiguración producida por el poblamiento saturado de símbolos. Se sabe que es el rostro del diablo porque se nombra la máscara de esa manera; pero, a alguien que no conoce, que no está inserto en la tradición, le costaría mucho descubrir el rostro del diablo. Los cuernos se elevan majestuosos sobre una apoteosis animal; ranas, sapos, serpientes, que emergen agresivamente anunciando el apocalipsis. Sin embargo, más que una máscara de un rostro, se trata de una alegoría del submundo que se rebela.

Esta máscara es sugerente no sólo por lo alegórico y por su participación en la alegoría de la danza, sino por su seducción en los danzantes y en los espectadores. ¿Qué es lo que los seduce? No es solo la música, tampoco la danza, ni la alegoría que muchos la conocen, sino las formas detenidas, fijadas, de la interpretación artesanal del abigarramiento. La imagen de la convulsión inacabada, empero, fijada en la máscara, seduce como todo aquello que no se logra descifrar, como todo aquello que se resiste a la interpretación. Seduce el mensaje de amenaza, pero, también de convocatoria al caos. No es solo la invitación a la fiesta lo que atrae, al jolgorio, al libertinaje, sino lo inentendible. La fiesta, como se la entienda, como derroche de sensaciones, como desbordante alegría, incluso como desenfreno, también como ritual y ceremonia, no es lo único que acaece. La fiesta es como una rebelión a lo que no se entiende, a lo que no puede ser racionalizado, no puede ser interpretado y descifrado. Acompañando a la fiesta se encuentra, aunque no del todo visible, el reconocimiento de la derrota del hombre, la derrota del poder, la derrota de la institucionalidad. Lo que no se puede comprender, lo que no se puede interpretar, se convierte en el sustituto oculto del poder, de la institución, del orden. El caos sustituye al orden, al poder, a la institución.

La estética del abigarramiento es la estética del caos. ¿Se podría hablar de la intuición sensible de lo incontrolable, de lo incognoscible, no solamente de lo indeterminado y lo inconmensurable? Elcaos, Χάος, palabra griega, connota a lo impredecible.La palabra caosderiva de la raízghendelprotoindoeuropeo, que significa hueco. Con el transcurso del tiempo, experimentando variaciones lingüísticas, el sentido de la palabra caos se deslizó hacia el significado dedesorden.

Caos y orden

Se entiende caos como complejidad; desaparece lacausalidadlineal; más bien se intentan aproximaciones compuestas, como por ejemplo, una delimitaciónisolinealentre distintos sistemas. También se opta por definir un área, como resultado del punto anterior, en la cual se expresan las propiedades; así como un cálculointegral, que define el potencial de trabajo de la propiedad bajo observación. En este perspectiva, un cálculo diferencial que define la barrera de potencial, en su caso de resistencia. Comprende también un cálculo detransformaciónentre los distintos sistemas de referencia, definiendo las nuevas referencias para resolver la integral, teniendo en cuenta un nuevo eje referencial. Induciendo hacia una iteración que sea capaz de predecir planteamientos hipotéticos.

La incapacidad de someter el área al control de todas las variables que detallan las variaciones, hace imposible conocer con exactitud los sucesos futuros. Es imposible contar con los valores absolutos de las variables, que inciden; en este sentido, en compensación, se logra inducir un cuadro operacional simulando un sistema caótico. En esta simulación operacional se supone que, cualquier fenómeno del universo, por insignificante que sea, tiene el poder potencial de desencadenar una ola de eventos que trastornan a la totalidad integrada. La hipótesis conocida es la delefecto mariposa, hipótesis que propone que el aleteo de una mariposa dado en cualquier parte del planeta puede desencadenar una tormenta en cualquier otra parte. Teniendo en cuenta estos supuestos teóricos, resulta que la teoría y la aplicación de las probabilidades son las herramientas indispensables para comprender, conocer y estudiar el caos.

Considerando estas tesis de estilo filosófico, con connotaciones epistemológicas,se supone que elcaos es concebido como tal, como desorden, debido a la incapacidad humana de captar y retener todas las singularidades acaecidas en un momento dado y en un espacio determinado de la experiencia. En este sentido también el concepto de azar tiene un alcance operacional; introduciéndose en la interpretación del caos categorías relativas a lo indeterminado, a lo aleatorio, a la incertidumbre, en contraste al concepto de orden.

Se puede decir que desde la segunda mitad del siglo XX el azar, interprete operacional del caos, en contraste de la necesidad, abre la perspectiva epistemológica del horizonte de lo inconmensurable. Se supone, en contraste, que el concepto de, necesidad interpreta el instinto natural inclinado a buscar reiteradamente el orden. Azar y necesidad aparecen articulados en la paradoja de la evolución, usando este concepto en sentido amplio. El azar y la necesidad son concebidos porJacques Monodcomo integrantes de la paradoja, como eventos complementarios biunívocos. Se suponen momentos de caos, como partes delcaos, que en su manifestación integral es un caos ordenado; también se suponenvarios órdenes, correspondientes a un inmenso caos. Una constelación caótica es una composición no sujeta a regularidades, sino al azar. Sin embargo, el azar sólo se da en contraste con la necesidad, reforzándose en relación a ella; lo mismo pasa con la necesidad. La necesidad es posible en contraste con el azar, reforzándose por las mutaciones imperceptibles, inconcebibles, coincidentes aleatoriamente, del azar.

Cuando se intenta comprender el caos se lo hace desde la perspectiva del orden, de los sistemas estructurados; esta mirada domestica el caos sin lograrlo, pues el caos siempre desborda estas miradas esquemáticas. Lo más conveniente quizás sea comprender a ambos, el caos y el orden complementados paradójicamente.

Sin embargo, no hablamos de ciencia del caos, como lo apuntado arriba, ni siquiera hablamos de episteme del caos, sino de estética, de la sensibilidad ante este magno acontecimiento, el del caos. Hablamos de un caos que se mueve en múltiples planos de intensidad, que transforma múltiples espesores de intensidad, que conforma constelaciones, agujeros negros, materia y energía oscura, materia y energía luminosa, que promueve asociaciones de partículas infinitesimales, que crea átomos y moléculas, que los transforma; caos que crea la vida, desplegando su creatividad. Hablamos de la sensibilidad ante esta complejidad mayúscula, que se despliega en múltiples planos y espesores de intensidad.

La intuición del caos corresponde a la experiencia del azar; azar no solamente entendido operacionalmente; es decir, captado estadísticamente por las probabilidades, sino azar en sentido esencial, estructural; es decir, el azar como necesidad. Hablamos de la coincidencia absoluta, tal como lo hace Jacques Monod. Percepción de la aleatoriedad relativa y absoluta, así como de la complejidad, si se quiere, también relativa y absoluta. Complejidad no sólo como entrelazamiento, si se quiere, abigarramiento, sino también como coincidencia creativa. Monod dice que se puede comprender un concepto de azar distinto al probabilístico u operacional, un concepto, mas bien, esencial; este es equiparable a la idea de coincidencia absoluta, como cuando dos cadenas independientes, la una de la otra, se intersectan[1].

Azar y necesidad

Tenemos que atender a las paradojas indisociables, paradojas que no pueden existir sino en su condición paradójica, complementaria y opuesta. La paradoja del azar y la necesidad forma parte inherente, si se puede hablar así de la existencia; así como la paradoja primordial de la nada y la totalidad. También podemos mencionar a la paradoja de la complejidad y la simplicidad; así como a la paradoja del efecto abstracto de lo universal y la causa que lo hace posible, lo singular. En esta perspectiva, entre las múltiples paradojas de la existencia, en distintos planos y espesores de intensidad, podemos mencionar a la paradoja del efecto racional de lo abstracto y lo concreto, como síntesis de múltiples determinaciones, mas bien, diríamos, desde la perspectiva de la complejidad, lo concreto como asociación compuesta de múltiples singularidades.

La paradoja del azar y la necesidad debe comprenderse como parte de la complejidad de paradojas que hacen a la existencia y a la vida. Jacques Monod dice que el descubrimiento de la célula y el desarrollo de la teoría celular han encontrado una nueva unidad en la diversidad inmensa de la biosfera. Sabemos que de la bacteria al ser humano la maquinaria química es esencialmente la misma, tanto en sus estructuras como en sus funcionamientos[2]. Comprendiendo sus estructuras, todos los seres vivientes, sin excepción, están constituidas por las mismas dos principales clases de macromoléculas, proteínas y ácidos nucleicos. Comprendiendo sus funcionamientos, las mismas reacciones, por lo tanto secuencias de reacciones, son usadas por todos los organismos para dar lugar a las operaciones químicas esenciales; esto es, la movilización y puesta en reserva del potencial químico, así como la biosíntesis de los constituyentes celulares[3].

Jacques Monod se pregunta ¿cómo a partir de estas unidades universales puede haberse dado semejante inmensa diversidad de formas de vida en la biosfera? También se pregunta, en contraste, ¿cómo cada especie, utilizando los mismos materiales y las mismas transformaciones químicas, se mantiene invariantes de generación en generación, mantiene invariante la norma estructural que les caracteriza[4]? La respuesta es: la invariación biológica fundamental es el ADN. Esto se debe al gen, entendido como portador invariante de los rasgos hereditarios, tal como lo definió Mendel; también a su identificación química, como lo concibió Avery; así como por las bases estructurales de la invariancia de replicación, tal como lo elucidaron Watson y Crick. La estructura del ADN tiene el atributo de efectuar una copia exacta de la secuencia específica de nucleídos de un gen. La maquinaria química traduce la secuencia de nucleídos de un segmento del ADN en una secuencia de aminoácidos en una proteína. Estamos entonces ante el siguiente cuadro: La replicación aparece en su doble secuencia idéntica del ADN; la traducción aparece en la doble secuencia de nucleídos complementarios del ADN; la expresión aparece en la secuencia lineal de radicales de aminoácidos del polipéptido. Todo esto lleva a la replicación de la secuencia lineal de aminoácidos de la proteína globular[5].

El “secreto” de la replicación invariante del ADN reside en la complementariedad estereoquímica del complejo no-covalente, que conforman las dos fibras asociadas de la molécula. La estructura estereoquímica de una de las dos fibras es enteramente definida por la secuencia de los radicales que la componen; esto ocurre en virtud de que cada uno de los cuatro radicales no es individualmente aparejable, debido a las restricciones estéreos.

La inscripción del ADN

El ácido desoxirribonucleico (ADN) es un ácido nucleico, encargado de guardar las instrucciones genéticas. Instrucciones usadas en el desenvolvimiento, así como en los funcionamientos de todos los organismos vivos, también en algunos virus. El ADN es responsable de la transmisión hereditaria. La función principal de la molécula de ADN es el almacenamiento, a largo plazo, de información. Se puede decir que el ADN corresponde a un lenguaje químico, compuesto por códigos; contiene las instrucciones necesarias para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son llamados genes. Las otras secuencias de ADN despliegan funciones estructurales, garantizan la regulación del uso de esta información genética.

El ADN es un polímero de nucleótidos, es decir, un poli-nucleótido. Un polímero es un compuesto formado por muchas unidades simples conectadas entre sí. En el ADN, cada unidad es un nucleótido, y cada nucleótido, a su vez, está formado por un azúcar, la desoxirribosa, una base nitrogenada, que puede ser adenina→A, timina→T, citosina→C o guanina→G, además de un grupo fosfato, que hace de enganche entre las unidades componentes. Lo que distingue a una unidad, nucleótido, de otra unidad, es la base nitrogenada. Por ello la secuencia del ADN se especifica nombrando sólo la secuencia de sus bases. La disposición secuencial de estas cuatro bases, teniendo en cuenta toda la cadena, comprendida como el ordenamiento de los cuatro tipos de unidades secuenciales, es la que codifica la información genética. En los organismos vivos, el ADN se presenta como una doble cadena de nucleótidos, en la que las dos hebras están unidas entre sí por unas conexiones denominadas puentes de hidrógeno.

La información que contiene el ADN debe copiarse, en primer lugar, en las cadenas de nucleótidos, cadenas más cortas, compuestas de unidades diferentes, llamadas ARN. Las moléculas de ARN se copian exactamente del ADN mediante un proceso denominado transcripción. Una vez procesadas en el núcleo celular, las moléculas de ARN pueden salir al citoplasma para operaciones ulteriores. La información contenida en el ARN se interpreta usando el código genético, que especifica la secuencia de los aminoácidos de las proteínas, según una correspondencia de un triplete de nucleótidos, llamado codón, para cada aminoácido. Esto es, la información genética - esencialmente qué proteínas se van a producir en cada momento del ciclo de vida de una célula - se halla codificada en las secuencias de nucleótidos del ADN y debe traducirse para poder funcionar. Tal traducción se efectúa por decodificación. La codificación “secuencia de nucleótido secuencia de aminoácidos” permite el ensamblado de largas cadenas de aminoácidos; las proteínas, en el citoplasma de la célula.

Las cadenas de ADN, constituyentes de la unidad fundamental, física y funcional de la herencia, se denominan genes. Cada gen contiene una parte que se transcribe a ARN; otra parte se encarga de definir cuándo y dónde deben expresarse. La información contenida en los genes se emplea para generar ARN y proteínas, que son los componentes básicos de las células, los insumos utilizados en la construcción de los orgánulos celulares, entre otras funciones.

Teniendo a las células como referentes principales, el ADN está organizado en estructuras llamadas cromosomas; éstas, durante el ciclo celular, se duplican antes de que la célula se divida. Los organismos eucariotas almacenan la mayor parte de su ADN dentro del núcleo celular, aunque una mínima parte sea almacenada en elementos celulares llamados mitocondrias, en los plastos y los centros organizadores de microtúbulos. Los organismos procariotas, las bacterias y arqueas, lo almacenan en el citoplasma de la célula, así como los virus lo hacen en el interior de la cápsida, de naturaleza proteica. Se conocen abundantes proteínas; se puede citar a las histonas, así como los factores de transcripción, que se unen al ADN dotándolo de una estructura tridimensional determinada, regulando su expresión. Los factores de transcripción reconocen secuencias reguladoras del ADN, especifican la pauta de transcripción de los genes. El material genético completo de una dotación cromosómica se denomina genoma[6].

Relación entre lo molecular y lo molar

Estamos ante toda una dinámica molecular, que comprende, a la vez, una hermenéutica química, si podemos hablar así, por lo menos metafóricamente, acompañada por reacciones, asociaciones, composiciones y descomposiciones materiales; es decir químicas. Monod dice que la estructura estéreo del complejo puede ser representada en dos dimensiones, donde, una de ellas, la finita, contiene en cada punto un par de nucleídos complementarios, en tanto que la otra contiene una secuencia potencialmente infinita de pares de nucleídos. Por otra parte, teniendo en cuenta las dos fibras dadas, la secuencia complementaria puede ser reconstituida poco a poco por adiciones sucesivas de nucleídos; cada cual está casado con el par predestinado. De esta manera, cada una de las dos fibras repite la estructura de su complementaria reconstituyendo el complejo entero[7].

Dependiendo del crecimiento, cada fibra implica la formación de ligazones covalentes, que asocian esencialmente nucleídos entre ellos; la formación de estas ligazones no se da espontáneamente, se requiere una fuente potencial química y un catalizador. La fuente potencial es representada por ciertas ligazones, presentes en los nucleídos mismos, disociados en la reacción de condensación. Esta reacción es catalizada por una enzima, el ADN polimerasa. Esta enzima es “indiferente” a la secuencia específica de la fibra preexistente. Ahora bien, si la enzima no específica la secuencia, de todas maneras contribuye a la precisión de la copia complementaria; es decir, a la fidelidad de la transferencia de información[8].

Jacques Monod considera el azar esencial como coincidencia absoluta; empero, una vez que se da, provoca reacciones, genera asociaciones y composiciones, así como disociaciones y descomposiciones, formando dobles secuencias de pares conectados, replicando estructuras en otros contenidos y funciones. Como se puede ver, no es que las estructuras sean transformadas, mas bien, son copiadas, son invariantes; lo que ocurre es que las mismas estructuras ocasionan transformaciones en otra secuencia. En otras palabras, la invariancia ocasiona variaciones; pero, no en la misma singularidad, sino en la masa de singularidades, en la población. Las transformaciones se dan por azar.

El mecanismo de la traducción es mucho más complicado que el mecanismo de la replicación. De la misma manera que en la replicación se trata de interacciones estéreo-específicas no-covalentes, las cuales aseguran la transferencia de información. En la traducción las interacciones directrices comprenden mucho más etapas sucesivas que en el caso de la replicación; poniendo en juego mucho más contituyentes, que reconocen sólo a su par funcional. El código genético es escrito en un lenguaje estéreo-químico; cada letra está[RPA1] conformada por una secuencia de tres nucleídos en el ADN, especificando un aminoácido, entre veinte, en el polipéptido. No hay ninguna relación entre el triplete codificador y el aminoácido codificado. Este código universal en la biósfera parece químicamente arbitrario; la transmisión de la información puede darse según cualquier otra convención.

Jacques Monod introduce la paradoja de la invariancia y la evolución. Precisamente la invariancia, garantizada por la transmisión genética de la información de la especie, es la que se convierte en condición de posibilidad de la evolución, debido al azar, a las mutaciones imperceptibles que se dan a nivel molecular. Monod dice que existe a escala microscópica una fuente de incertidumbre radical, enraizada en la estructura cuántica de la materia[9].

Monod dice que los eventos iniciales que abren la posibilidad de la evolución ocurren en la dimensión microscópica. Lo sugerente es que la evolución es experimentada por sistemas altamente conservadores que son los seres vivientes. Se trata de eventos fortuitos. Sin embargo, una vez inscritos en el ADN, el accidente singular y esencialmente imprevisible va a ser mecánicamente y fielmente replicado, además de traducido; vale decir, multiplicado y transportado a millones o miles de millones de ejemplares. La casualidad, aparecida por puro azar, entra al reino de la necesidad, forma parte de las certezas y regularidades implacables[10]. Es en la escala macroscópica, en los cuerpos y organismos, donde opera la selección.

Si bien se puede decir que a escala molecular la mutación parece ser una excepción, en cambio a escala demográfica, a escala poblacional, la mutación es una regla. ¿Cuál es la relación entre lo micro y lo macro, entre lo molecular y lo molar? No se puede reducir esta relación a la relación entre lo pequeño y lo grande, una relación de escalas; esto sería no solo simplificar las cosas, sino no ver la complejidad inherente entre dimensiones integradas, donde una hace de condición de posibilidad de la otra. En un texto anterior sugerimos la idea de que lo molecular hace como de contenido, en tanto que lo molar aparece como forma, conformación del efecto de masa de lo molecular[11]. Sin embargo, parece que la relación entre lo molecular y lo molar es más compleja. No se puede evitar aceptar, como hemos visto, que en lo molecular puede apreciarse tanto como contenido, como forma y como expresión, manifestaciones diferenciales microscópicas, del mismo modo que lo podemos hacer con lo molar. Aunque estas sean categorías arbitrarias para diferenciar espesores de perfiles, y éstos de códigos, codificaciones y decodificaciones, pueden ayudarnos a replantear el problema de la relación entre lo molecular y lo molar.

Lo molar no existe sin lo molecular; empero, ¿puede lo molecular existir sin lo molar? Aparentemente si, si hacemos casos a la teoría del big-bang. En la historia del universo hubo un tiempo cuando no se formaron todavía los espesores molares. Entonces lo molar viene a ser una construcción de lo molecular. En la medida que las mutaciones escasas e inverosímiles que se dan a escala molecular, en la medida que se acumulan estas mutaciones, aunque sea de manera diferencial, se producen transformaciones no sólo en las estructuras moleculares, sino que se inventan nuevos horizontes del tejido espacio-temporal; se inventa el espacio-tiempo molar. Esta invención-creación de nuevos horizontes espacio-temporales genera otros campos de fuerza, que se mueven en otras mecánicas y dinámicas de fuerzas, distintas a las mecánicas y dinámicas moleculares. La ciencia humana ha ido al revés; primero, ha aprendido a conocer, de lo poco que todavía conoce, las mecánicas molares, para después comenzar a indagar sobre las mecánicas y dinámicas moleculares, que parecen ser, en cambio, lo primordial.

Se trata entonces de la relación entre ámbitos de campos de fuerza distintos, entre mecánicas y dinámicas distintas, entre mecánicas y dinámicas moleculares y mecánicas y dinámicas molares. La pregunta es entonces: ¿de qué manera incide la mecánica y la dinámica molecular en la mecánica y dinámica molar? La pregunta también se puede hacer al revés, suponiendo que la mecánica y dinámica molar incide en la mecánica y dinámica molecular. No parece poder resolverse este problema con la hipótesis de la acumulación, de la agregación, del efecto de masa, pues, al parecer, se trata de la relación entre dos realidades distintas, utilizando este concepto de realidad altamente problemático, pero que nos puede ayudar a ilustrar. Dos realidades que aparentemente se ignoran mutuamente, que, empero, mutuamente se encuentran condicionadas.

Ahora bien, la mecánica y la dinámica molar se sostienen sobre la base de la mecánica y dinámica molecular; sin embargo, lo hace, déjenme utilizar esa palabra inapropiada, que connota subjetividad, ignorando lo que ocurre en los ámbitos de los campos de fuerza moleculares. No parece ocurrir lo mismo con los ámbitos de los campos de fuerza moleculares; al contrario, lo molecular no deja de adquirir información, no deja de encontrarse afectado por las presiones que generan estos nuevos horizontes del tejido espacio-temporal. Aunque esta recepción de información se dé de manera aleatoria, accidental, mediante perturbaciones que ocasionan mutaciones escasas; sin embargo, generan nuevos registros.

Lo molar no podría existir sin lo molecular, ya lo dijimos, aunque ignore sus mecánicas y dinámicas, las mecánicas y dinámicas moleculares; en cambio, lo molecular no puede hacer lo mismo. La creación de los campos y espesores fundamentales, para no hablar de fuerzas fundamentales, de la materia y la energía luminosa y de la materia y la energía oscura, se encuentran en la escala cuántica, después, el eslabón, si así se puede hablar, entre la escala cuántica y la escala molar, que es la escala molecular, genera composiciones químicas indispensables para la formación del universo y de la vida. El “secreto” del universo se encuentra en lo cuántico; empero, la realización concreta de la materia se encuentra en las dinámicas moleculares.

Sería fácil caer en la tentación de un esquematismo simple, decir, por ejemplo, que la mecánica cuántica corresponde a una dinámica de las partículas infinitesimales, que la mecánica molecular corresponde a una dinámica química, que la dinámica molar corresponde a una dinámica de los cuerpos. Este esquematismo caería de por sí, pues estamos hablando de mecánicas y dinámicas imbricadas simultáneamente. Lo importante es señalar que en todas ellas se dan asociaciones, disociaciones, composiciones, descomposiciones, incluso transformaciones. Lo que parece cambiar es la condición y las características de las asociaciones, composiciones y transformaciones. Para decirlo simplemente; una cosa es la asociación y composición de partículas infinitesimales; otra cosa es la asociación y composición de moléculas; otra cosa es la asociación y composición de cuerpos. Aunque todas estas asociaciones y composiciones se encuentren también imbricadas simultáneamente, su condición y efectos no es equivalente.

Al parecer las asociaciones, disociaciones, composiciones, descomposiciones, reacciones, transformaciones, se hacen cada vez más complejas, en la medida que pasamos de la escala cuántica a las siguientes escalas. Las asociaciones y composiciones moleculares parecen más complejas que las asociaciones y composiciones cuánticas; las asociaciones y composiciones de los cuerpos molares parecen más complejas que las moleculares. Pasando a lo que la biología considera el ámbito vital de la biósfera, las asociaciones y composiciones vitales aparecen como una complejidad mayúscula. Incluso Jacques Monod considera a las sociedades humanas como el referente de la mayor complejidad en esta paradoja entre azar y necesidad.

A propósito de la pregunta sobre la relación entre lo molecular y lo molar, sería bueno darse un ejemplo, aunque no sea del todo apropiado. Yo como sujeto, aceptando esta hipótesis psicológica y filosófica, aparentemente me muevo sin necesidad de conocer ni comprender el funcionamiento de mi cuerpo; no requiero de esta información. Sólo cuando me enfermo, es indispensable atender lo que pasa con el cuerpo, con sus sistemas, con su funcionamiento, incluso lo que pasa a escala molecular en mi cuerpo. Es indispensable corregir las descompensaciones fisiológicas, incluso las descompensaciones moleculares. ¿Pude pasar algo parecido en la relación entre lo molecular y lo molar? ¿La incidencia de lo molecular en lo molar se daría o se dejaría sentir si se produjera una descompensación molecular? ¿Es concebible algo como esto? Dicho de otra manera, menos dramática y especulativa, ¿la incidencia es permanente, no solo por ser condición de posibilidad material lo molecular de lo molar, sino por sus variaciones imperceptibles? Los ámbitos de los campos de fuerza de lo molar estarían cambiando, sin ser notados por nosotros, quienes pretendemos el conocimiento, precisamente por las mutaciones escasas e imperceptibles de los ámbitos de los campos de fuerza moleculares.

No pretendemos responder a estas preguntas difíciles. No seremos nosotros los que lo hagamos. Son investigaciones fuertes, multidisciplinarias, integrales, basadas en la episteme de la complejidad, las que podrán incursionar efectivamente en explicaciones. Nuestra tarea es colocar preguntas en la mesa, no sólo desde las teorías de la complejidad, sino desde la comprensión de las paradojas existenciales.

Estética abigarrada

Volviendo a la estética, escapando nuevamente a la epistemología, podemos remarcar que la estética abigarrada intuye lo que la epistemología llama caos. Ciertamente la estética abigarrada no usa los mismos procedimientos que la epistemología, menos sus metodologías, sus instrumentos, tampoco sus conceptos; sin embargo, crea figuras que en su compenetración, entrelazamiento, alumbran sobre otras maneras de interpretar el caos creativo.

Las teorías de la complejidad, multidisciplinarias, interdisciplinarias, hasta transdisciplinarias, abren la posibilidad de complementar experiencias, memorias, comprensiones y saberes, abren la posibilidad de complementar estéticas y epistemologías. Para nosotros, esto implica retornar a la percepción, integrando la racionalidad a la percepción corporal. Esta experiencia del retorno quizás habrá nuevos horizontes de visibilidad y de decibilidad a los conocimientos, todavía atrapados en la institucionalidad de la ciencia. Quizás libere la imaginación enriqueciendo la potencia cognitiva.—

[1] Jacques Monod: Le hasard et la nécessite. Éditions du Seuil; Paris 1970. Pág. 149.

[2] Jacques Monod: Le hasard et la nécessité. Essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne. Éditions du Seuil. Paris 1979. Pág. 136.

[3] Ibídem: Págs. 136-137.

[4] Ibídem: Pág. 138.

[5] Ibídem: Pág. 139.

[6] Bibliografía: Clayton, Julie. (Ed.). 50 Years of DNA, Palgrave MacMillan Press, 2003. Judson, Horace Freeland. The Eighth Day of Creation: Makers of the Revolution in Biology, Cold Spring Harbor Laboratory Press, 1996. Olby, Robert. The Path to The Double Helix: Discovery of DNA, first published in October 1974 by MacMillan, with foreword by Francis Crick; the definitive DNA textbook, revised in 1994, with a 9 page postscript. Ridley, Matt. Francis Crick: Discoverer of the Genetic Code (Eminent Lives) HarperCollins Publishers; 192 pp, 2006. Rose, Steven. The Chemistry of Life, Penguin. Watson, James D. and Francis H.C. Crick. A structure for Deoxyribose Nucleic Acid (PDF). Nature 171, 737–738 p. 25 de abril de 1953. Watson, James D. DNA: The Secret of Life. Watson, James D. The Double Helix: A Personal Account of the Discovery of the Structure of DNA (Norton Critical Editions). Watson, James D. “Avoid boring people and other lessons from a life in science” (2007) New York: Random House. Calladine, Chris R.; Drew, Horace R.; Luisi, Ben F. and Travers, Andrew A. Understanding DNA, Elsevier Academic Press, 2003. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre.

[7][7] Jacques Monod: Ob. Cit.; pág. 140.

[8] Ibídem: Págs. 141-142.

[9] Ibídem: Pág. 150.

[10] Ibídem: Pág. 155.

[11] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[RPA1]


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