Excelente punto de partida para una seria crítica al humanismo. Con nota de Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
El “deber” de las humanidades
Para deshilvanar el “deber” es indispensable trabajar sobre el concepto. En este bregar seguimos a Hegel cuando señala que “a los verdaderos pensamientos y a la penetración científica sólo puede llegarse mediante la labor del concepto”. Hacer historia del proceso que ha llevado a las humanidades a ocupar el lugar que tienen, es prioritario. En términos generales el objeto de estudio y eje principal de las humanidades es el ser humano –en todas sus dimensiones–.
En el mundo griego, La Academia, El Liceo y El Jardín eran pequeños espacios para la élite de la época que tenían acceso a estas temáticas. Un caso particular era el de Sócrates, que enseñaba por las calles de Atenas; incluso su última clase la dio en la cárcel, antes de tomarse la cicuta. El Medievo estuvo marcado por la escolástica, el estudio de la medicina, el arte, las leyes y los cánones. La situación toma otro rumbo cuando la Iglesia es acusada y pierde fuerzas. En el siglo xvi decae la escolástica, en el momento en que la reflexión moderna empieza a desplegarse con fuerza durante varios siglos. A partir del siglo xix, las universidades se convierten en la parte vertebral de la sociedad, timoneadas por las demandas del sector industrial. Del siglo xx a los inicios del xxi, las humanidades comienzan a ser un obstáculo para los gobiernos, peones de la sociedad de mercado; de los programas curriculares se disminuyen los contenidos humanísticos (filosofía, arte, ética e historia, entre otros.). Esto se acentúa cuando los gobiernos promueven una educación, solo al servicio de las necesidades de la sociedad de mercado. Lo que requería este tipo de sociedad era a un buen empleado, obediente, eficiente, productivo y competitivo; por tanto, se educó en esa dirección. De modo extraño, la educación se ha atomizado en esa fórmula, lo demás ha quedado marginado.
Hemos perdido el valor de la vida misma e implementado el de cambio, donde solo importa lo material. Así como se perdió el mérito de la vida, también se perdió la importancia hacia los otros. Las muestras empíricas están registradas en cualquier periódico mediamente informado, acerca de los altos niveles de violencia y el poco valor hacia el otro.
En cuanto al valor de lo humano, –la vida, sustento material de las humanidades–, si no tenemos una concepción de referencia, perderemos el rumbo al no tener la capacidad de cohabitar con el “otro” de forma coherente. Esto es una primera aproximación al deber de las humanidades. La manera más democrática es este debate a la agenda pública.
Buena parte de lo que ocurre indica que estamos en medio de una crisis estructural - civilizatoria. Mészáros diría la “crisis estructural del capital”, con este horizonte se puede perder el rumbo de unas humanidades con capacidad de encarar los problemas de este siglo; si no tenemos claro, conceptualmente, las batallas que hay que librar, perderemos la guerra contra el espíritu de la época.
No se trata de especular sobre lo que “debe ser” (futurismo) o “cómo deben ser” las cosas, no se trata de dar recetas. Las humanidades tienen un compromiso que no se ha materializado por el desconocimiento de su propio desarrollo histórico y por estar ausente de la discusión en los puestos de mando, donde se toman las decisiones de la gestión públicas, por ejemplo en educación, donde esta debe pensarse de forma integral: tecnológica, científica y humanísticamente.
En cambio son las instituciones de la globalización, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, según Joseph Stiglitz, las que nos indican cuáles son nuestras necesidades; donde las humanidades no forman parte de las prioridades del mundo moderno, no tienen cabida en las prioridades educativas de muchos gobiernos y, por otra parte, se presentan como ajenas a la cotidianidad del ser humano.
Abdiel Rodríguez Reyes
http://filosofiaysociedadpanama.blogspot.com/
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Nota de Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Entendiendo y aceptando al artículo de Abdiel, en el fondo se trata de un buen punto de partida para una reflexión y crítica del humanismo en la modernidad, ya que el concepto de humanismo y de humanidades, es decir, áreas del saber dedicadas u originadas en el Hombre, es una noción que asume el perfil actual desde la creación teórica e ideológica del pensamiento liberal en contraposición al pensamiento religioso de la Edad Media y que constituye el entramado intelectual que sustenta la idea de modernidad.
Las teorías evolucionistas sintetizadas por Darwin y sus seguidores y aceptadas por el pensamiento positivista teórico y científico, vienen a dar sustrato científico a esta contradicción, negando el origen divino del hombre, con lo cual se refuerza la separación de lo humano y la creación. Grandes esfuerzos fueron desarrollados por una pléyade de pensadores y escritores que intercambiaban ideas y hasta estudiaban juntos en las numerosas logias masónicas, así como artistas y religiosos críticos del catolicismo predominante. Veamos algunas de las debilidades del pensamiento humanista y de las artes, ciencias o disciplinas que constituyen el mundo de las humanidades.
Si bien niega el origen divino, argumenta fuertemente la separación del hombre con el resto del cosmos, aunque reconociendo su pertenencia biológica al mundo animal, pero superándolo, con lo que estamos ante una concesión a la divinidad en el terreno de la superioridad, pero por el mero hecho de pensar y con ello originar, crear, proponer y hacer, es decir la razón instrumental, la que traza objetivos y planifica su consecución. Para llegar a ello, se utiliza la idea de la objetividad, es decir, la separación de sujeto del objeto, punto de partida epistemológico para dar cabida a la estructura y dinámicas del poder. El pienso luego existo cartesiano y la cesión hobbesiana de la soberanía popular al soberano, son expresiones de aquello, recordando que Hobbes fue secretario de Sir Francis Bacon, padre de la ciencia experimental moderna, que refuerza la noción de objeto separado del sujeto, o sea, ya no es el cosmos que mira y analiza a través de lo humano, sino que lo humano es el gran observador y pensador, consolidándose así una noción de humanidad desnaturalizada, o sea, desprendida, autonomizada, respecto del mundo y lo natural (valga la redundancia), lo que refuerza la fractura del ser habida con el surgimiento de la agricultura, la propiedad, el patriarcado y el poder, lo que en adelante nos hace caminar el mundo como fragmentos, lo que se camufla con la individualidad escondiendo que nada es, sino que todo está siendo y que esa individualidad refleja la mentalidad de los dioses despreciando el instinto biológico de las hormigas y las abejas. El individuo no existe, es una abstracción, lo que existe es la especie y el común, que es su esencia robada. Podemos hablar de proceso de individuación, pero solamente a condición de percibir y reconocer la transindividualidad, de la que hablan Simondon y Virno, o sea que esa individualidad es el resultado de contexto interactivo y que la transindividualidad es el común, que está grabado en los genes, ya que no provenimos de Adán y Eva ni de los marcianos, sino de la horda, de la comunidad, el puente entre lo humano y el resto del ser.
De esa manera el humanismo y las humanidades tienden a reforzar la desnaturalización del ser y la fragmentación que es la deshumanización, esto es la pérdida de lo esencial de la humanidad, el común, trabajando conceptualmente identificándolos como conceptos dados. No es por otro motivo que un importante sector del paradigma construido con algunas ideas de Marx (y descartando otras), llamado «marxismo», asuma el humanismo como parte sustancial a través de la corriente althuseriana del «estructuralismo marxista».
De allí que la epistemología y la ciencia de base eurocéntrica, aún las versiones críticas, con algunas notables excepciones como Foucault, los posmodernistas franceses y los subjetivistas italianos, defiende la concepción del humanismo y la separación del saber en áreas de humanidades.
Es demasiado obvio que la cosmovivión en Abya Yala, así como en casi todo el mundo sometido a la cultura europea, las formas de pensar e interpretar lo humano, el común, el ser, el cosmos, etc. son diametralmente opuestas. Es allí que está el mérito de este artículo de Abdiel, ordenar algunos conceptos en forma tal que favorecerán su profundización en aras de la descolonización.