Formaron la Coordinadora de Aldeas y Tribus en la región de Kabilia, Argelia, así como la república rebelde de Azawad en el norte de Mali. El territorio amazigh fue fragmentado por los invasores romanos, el Islam y los europeos en los ṕaíses que conocemos actualmente desde Islas Canarias en el Atlántico hasta Egipto. En muchas partes mantienen la autonomía comunitaria y redes horizontales entre ellas. Conocidos mundialmente como Bereberes (bárbaros) se han hecho famosos por su tenaz resistencia hasta hoy contra los ocupantes, que actualmente son en su mayoría árabes.
LA RESISTENCIA ETNICA AMAZIGH (BEREBER) EN EL NORTE DE AFRICA, DESDE LA PREHISTORIA HASTA FINALES DEL SIGLO XX
http://www.eurosur.org/ai/19/afr1902.htm
Guillermo Alonso Meneses*
La imagen distorsionada que circula por Occidente acerca del Magreb - o de Africa en general - se ve agravada respecto al mundo Amazigh (Bereber), donde las diferencias culturales en gran medida se han ignorado, luego no existen, para uniformalizarlo todo bajo la etiqueta de lo árabe e islámico. El desmoronamiento, aquí en Europa, del orden comunista de los Países del Este en estos últimos años ha destapado una realidad sociocultural y/o étnica multiconflictiva. Todo parece indicar que con el norte de Africa Amazigh (la Amazigia) ocurre lo mismo y las situaciones de opresión (por no decir genocidios, etnocidios, ecocidios, aculturación forzada, etc.), realidades cotidianas que se maquillan o silencian. De esta manera, si el socialismo de la Europa del Este amordazaba las diferencias étnicas y nos las presentaban, tanto desde aquí como desde allí, como un todo homogéneo, puede decirse que algo similar está ocurriendo en países como Marruecos, Argelia, Mauritania, Túnez, Libia, Malí, Níger, etc., que se nos presentan como naciones homogeneizadas bajo el velo del Islam y/o lo árabe en detrimento de otras realidades culturales.
Frente a este panorama, el primer problema con el que nos encontramos es el uso del concepto Amazigh y no el de Bereber. Originariamente el nombre bereber es despectivo y ajeno al grupo étnico que alude. Bereber es una variante de bárbaro, epíteto que los árabes (tomándolo de los latinos que lo habían “heredado” de los griegos) le adosaron a los pueblos denominados camitas que se encontraron en el Africa noroccidental, la “Jezira el Magrib” o “Djezirat el-Mahreb” , Isla de Poniente u Orilla de Occidente a decir de los árabes; o sea, el occidente o finis terrae del Islam. No obstante la mejor manera de ilustrar el contexto que da lugar al origen de las palabras Africa y Bereber es recordar a Gómez-Tabanera, que muy sucintamente nos dice:
En plenas guerras púnicas, los historiadores latinos empezaron a llamar “afros” - “afriri” - tanto a los ciudadanos de Cartago como a todas las cosas púnicas procedentes de Libya en virtud de un proceso connotativo similar al que indujo a los criollos españoles e indígenas de Mesoamérica de habla hispana a llamar un tanto peyorativamente “yankees” a sus vecinos del Norte, no incluyendo en dicho apelativo a ningún amerindio. Algo parecido pasó en el enfrentamiento entre Roma y Cartago al reservar Roma el nombre de “mauri”, “barbari”, etc. a los indígenas más o menos levantiscos (1988:49).
Como se ve, tanto la región como los distintos conceptos están marcados con la huella del sometimiento: han sido bautizados desde fuera por el invasor, por el colonizador. Sin embargo, desde hace décadas, la identidad étnica se refleja en la voluntad, propia de círculos intelectuales, de autodenominarse “Amazigh” o el plural “Imazighen” (una categoría “emic” y propia, mientras bereber es una categoría extraña y “etic” , por decirlo en términos afines a la etnología y/o antropología cultural). Amazigh (plural Imazighen) significa “hombres libres” , “noble” (Balta 1984, Boukous 1994, Tilmatine 1995). Así pues, el destino o la historia le ha deparado a este grupo étnico la paradoja de ser conocidos por sendos términos antinómicos. Aquí, debido a que se enfoca el estudio desde el punto de vista de la resistencia étnica utilizamos la noción de amazigh más que la de bereber (la más utilizada y conocida). Además, sabido es que la inmensa mayoría de la comunidad amazigh no tiene conciencia real ni de su ubicación, ni de su número, ni de su historia; por eso el hombre o la mujer de a pie se identifican por el nombre de su región de origen, y las más de las veces ignorarán qué significan tanto la palabra berber como la de amazigh. Algunos autores hispanos hablan de “mazigios” (Suarez Rosales, 1989).
Pero si su denominación ya es problemática, sus orígenes no lo son menos. El norte de Africa es la cuna de los Amazigh y está poblado desde hace más de 3.000 años por Amazighófonos y desde hace aproximadamente 1.400 años también por Amazigh-arabófonos (arabizados y/o islamizados) (Camps, 1994). Sin olvidar otras minorías étnicas, como judíos, o descartar realidades mestizas: “afrancesados” , “hispanizados” , etc. Partiendo de esta tesitura, entendemos por etnias Amazigh las culturas autóctonas del Africa del NW, tradicionalmente adscritas a nomenclaturas del tipo “camítico septentrional” , “afro-asiáticos” , “protobereberes” o “bereberes” por la historiografía clásica, cuya implantación rebasa ampliamente los límites del Magreb, lo cual hace problemático una fidedigna delimitación geográfica de la Amazigia o, lo que es lo mismo, la exacta ubicación espacial de esta cultura.
Ante este mismo problema, y en un intento de conceptualizarlo con rigor geográfico y cultural, el etnólogo D. J. Wölfel (1965) (que tiene interesantes estudios sobre las culturas amazigh de Canarias, que conocemos genéricamente como Guanches) propuso hace décadas el concepto de “Africa Blanca” en contraposición al “Africa Negra” . Es evidente que no se solucionó así esta problemática sintomática de la delimitación conceptual, geográfica o cultural. El Amazigh es tan pronto un tuareg (kel gress, kel air, kel ahaggar, kel iforas) como un almohade, un almorávide, un zenata, un rifeño o un kabilio; tan pronto es rubio con ojos claros como de piel oscura o negra y pelo rizadísimo.
La realidad sociocultural Amazigh, como por ende la Amazigia, se muestra fragmentada y dispersa, ubicándose históricamente en los actuales estados de Marruecos (en el Rif, el Atlas, el Sous), Argelia (Aurés, Kabilia, Mzab, Hoggar) Túnez (isla de Yerba, Matmata, Krumirie), Libia (en el djebel Nefussa, Tibesti), Egipto (oasis de Siwa), Malí (noreste), Niger (noroeste) e incluso Mauritania (tribus asentadas en las cercanías de Nouakchott), o la RASD (que por solidaridad le donó el estatus de estado y en donde la presencia amazigh está muy diluida social y culturalmente) el Chad (algún impreciso “espacio nómada” en la región fronteriza con Libia y Níger) o Burkina Fasso (una ínfima franja al norte, si acaso).
A esta dispersión hay que añadirle la naturaleza anfractuosa de sus condicionantes geoecológicos y sociohistóricos, pues los Imazighen pueden habitar las frías montañas del Atlas, la Kabilia o el Ahaggar, las playas del Mediterráneo, el disímil desierto del Sahara (con sus Erg, Reg, Hammada, macizos montañosos, volcanes apagados, etc). De modo que hay que decir que en este inclemente espacio geográfico, desde hace aproximadamente tres o cuatro milenios, han subsistido estas culturas autóctonas en su lucha contra la entropización occidental e islámica, gracias al desierto del Teneré o las montañas del Atlas y a un carácter rebelde, levantisco, que los ha caracterizado a lo largo de siglos de contacto con otras sociedades.
Por esto mismo, como contexto analítico para enmarcar la Amazigia norte que es la más densamente poblada, el concepto de Magreb encarna problemas insalvables, como el precitado de su delimitación. Hasta ahora y por lo general, al núcleo clásico, compuesto por Marruecos, Argelia y Túnez, se le está añadiendo Libia, el Sahara Occidental y Mauritania (Segura, 1994). De manera que, si bien el límite NW queda establecido por las aguas del Mediterráneo y del Atlántico, el sur queda a expensas de las rectilíneas y arbitrarias fronteras estatales. Personalmente creo que el criterio “étnico” es el más operativo. Así el sur del Magreb acabaría allí donde acaba la presencia de grupos de tradición Amazigh, o sea, los grupos étnicos que hablan el Tamahaq (tuareg del norte) y Tamaceq (tuareg del sur). Con lo cual habría que hablar de estas “sociedades” o colectivos afincados en amplias regiones del norte de Malí y del Níger o donde quiera que se encuentren, pues estos pueblos son nómadas y la frontera cultural se mueve con ellos. Lo cual, claro está, ha provocado y provoca sangrientos conflictos con las distintas administraciones estatales. Y, a fuerza de ser coherentes, esta cambiante frontera cultural del sur nos obligaría a hablar de la verdadera frontera norte, igual de “nómada y cambiante” , debido a la importantísima (por millonaria) presencia de emigrantes amazigh en la Europa de la CEE. A principios de los años ochenta, entre el 70% u 80% de los trabajadores argelinos y marroquíes inmigrados a Europa eran de origen amazigh (Balta, 1984). Hoy se pueden encontrar emigrantes amazigh en España, Francia, Holanda, Bélgica y Alemania, fundamentalmente.
Pero antes de enredarnos en esta madeja que es la Amazigia cultural (algo así como el mundo Hispano o el mundo Anglosajón), comencemos por el principio; por la prehistoria. El medioambiente y la geografía de la mitad norte de Africa ha conocido, en los últimos 100.000 años, importantísimos cambios. Así, por ejemplo, entre el 70.000 y el 12.000 a. de C. el Sahara conoce un período hiperárido. Tras unos milenios de transición, entre el 8.000 y el 5.000 (siempre antes de Cristo), lo que se conoce como Holoceno Antiguo, esta extensa región vuelve a conocer un período de clima amable. Es entonces cuando gran parte de este espacio norteafricano y sahariano comienza a ser recorrido por grupos humanos étnicamente mal definidos, denominados Aterienses (Atériens), que se caracterizan por cierta semi-sedentarización. Hacia el año 5.000 se produjo un episodio climático denominado “Gran Húmedo” y en los nuevos biotopos aparece la huella del hombre y sus mecanismos culturales de adaptación al “nuevo” medioambiente (cazadores-recolectores, pescadores, comedores de moluscos), aparece la cerámica en el Air y el valle del Nilo Central o Sudanés; en cambio los Capsianos del norte del Magreb aún no conocen la cerámica. Algunos autores hablan de aqualítico para describir este medioambiente del neolítico saharo-sudanés, pues el actual desierto era una inmensa estepa en donde se asientan los campamentos de los cazadores recolectores.
Para A. Muzzolini (1996), en este período aparecen verdaderas étnias y el intercambio cultural se constata debido a que está documentado arqueológicamente un patrón especial en la decoración de cerámicas, de tipo ondulado (wavy line), que se halla desde el Atlántico hasta el Nilo, incluyendo el Magreb; también se ha constatado la existencia de toda una industria lítica. Se trataría de cazadores-recolectores caracterizados por la caza especializada de ciertos animales y la recolección de gramíneas salvajes. A partir de estas evidencias Muzzolini habla de la aparición, en todo el norte de Africa, de una “oikouméné culturelle” que vincula a la primera expansión de los “afro-asiáticos” , los cuales se fragmentarán y diferenciarán, sobre todo, por posteriores episodios climáticos de tipo seco y desertizador.
El período “Húmedo neolítico” (aproximadamente entre 4500-2500) se corresponde con la generalización, por todo el Sahara, de la domesticación de animales y la aparición de sociedades de pastores. Pero el episodio climático del “Arido Postneolítico” (entre el 2500 y el 1000) acentúa la desertificación y la desertización del Sahara, aislando a muchos grupos étnicos en auténticos oasis culturales. Aunque aprovechando postreros y pequeños períodos húmedos, pueblos proto-amazigh (protobereberes) o Amazigh se instalan en el Sahara central (Muzzolini, 1996).
Las numerosas manifestaciones del arte rupestre (Castiglione y Negro 1986, Le Quellec 1993 y 1996, Muzzolini 1996), en esta amplia región, alude a las formas de vida de la época y a un complejo mundo simbólico. Quizá el caso más polémico sea el de los borregos tocados con un objeto o calabaza en la cabeza, que algunos vinculan al Dios Amón, explicándolo por su pertenencia a un sustrato de mitos comunes de origen neolítico. Así pues, todo parece indicar que el norte de Africa, al oeste del Nilo, en un territorio que englobaría gran parte del Sahara occidental y del Magreb actual, estuvo habitado hace aproximadamente más de 6000 años por una serie de etnias con un sustrato cultural común. Estos pueblos o etnias constituirían, desde el punto de vista lingüístico, lo que se ha denominado área o sustrato líbico-bereber; otros autores hablan de “Protobereber” (J. Desanges, 1982). Tras éste concepto se encontrarían nombres de pueblos de la antigüedad como Temehu y Libios entre Egipto y Libia, Nasamones y Psylles de Libia, Garamantes y Atarantes del Sahara, Gétulos y Numidas de Argelia y Túnez, los Guanches de las Islas Canarias, Zenetes, Mauros y Sanhadja entre Marruecos, Argelia y Malí, etc. (Camps, 1980)
La iconografía egipcia del Imperio Nuevo ya alude a los “Temehu” o “Tehennu”, que se caracterizan por llevar coleta y tener tatuajes, los cuales eran agrupados en dos grupos básicos: los “Libu” (que portan taparrabo) y los “Meswes” (que portaban una funda fálica). Estas fuentes egipcias ofrecen los datos históricos más antiguos sobre lo amazigh (lo líbico-bereber o “protobereber” ). Por otra parte, la paulatina desertificación del Sahara fue aislando a muchos de estos grupos pastores en zonas de montañas o empujándolos hacia las periferias húmedas del norte y del sur, donde entran en contacto con otros pueblos e incluso se llegan a mestizar. Las primeras fuentes históricas (Herodoto, Estrabón, Plinio) hablan de distintas tribus y/o pueblos: Amantes, Cinithi, Garamantes, Guzantes, Canarii, Libyophenices, etc. (Muñoz, 1994).
Otros pueblos amazigh fueron conocidos en la antigüedad por su habilidad en la conducción de carros. Herodoto, en el siglo V a. de C. mantenía que los antiguos libios le enseñaron a los griegos las ventajas de la cuádriga; de hecho el caballo había entrado por Egipto entre el 2000 y el 1600 aproximadamente, procedente de Asia, y desde allí se habían expandido por el Sahara. Los dromedarios fueron introducidos en tiempos de los Ptolomeo. Desde Ramsés III se sabe con certeza que los “mashauash” poseían carros tirados por caballos y que hacia el año 1200 intentaron conquistar Egipto desde la vecina Cirenaica. Herodoto dijo de los “garamantes” que perseguían con carros de cuatro caballos a los “etíopes” (pueblos de piel muy negra) y describió a aquellos pueblos líbicos, instalados entre la Cirenaica y el sahara tunesino, como expertos en la conducción de estos carros. El geógrafo latino Estrabón situó en las tierras más meridionales de la antigua Libia a los “Etiopi” , inmediatamente después (más cercanos a la costa mediterránea) situaba a los Garamantes, Farusi y Nigrites; por encima de estos estaban lo Getulos. Entre Egipto y la Cirenaica estaban los Marmaridi. Al oeste estaban los Mauros; y entre estos últimos y Cartago existían numerosos pueblos nómadas.
Precisamente de los “asbites”, que podrían ser los “isabaten” de quienes los “tuaregs” dicen que aquellos fueron los primeros en ocupar el macizo sahariano del Hoggar y el Tassili n’Ajjer, Herodoto señala que eran los mejores conductores de cuádrigas (carros tirados por cuatro caballos). Los “garamantes” fueron otro de los pueblos que atravesaron el Sahara hasta el actual Níger con sus carros tirados por caballos. Existen numerosos testimonios de gravados y pinturas que representan estos carros, básicamente en estaciones de las montañas del Atlas (Marruecos), del Sahara occidental (Mauritania, Senegal) y de los macizos centrales del Sahara (Argelia, Malí, Niger y Libia). De modo que la zona de expansión de las rutas de carros de la antigüedad sahariana y la expansión de la lengua “líbico-bereber” coinciden en el espacio. Obviamente estos pueblos son los antepasados directos de los actuales Amazigh.
La dispersión de estos elementos culturales por extensas zonas del continente permite hablar de flujos de comunicación interétnicos. Para Gabriel Camps (1994) la extensión de las inscripciones líbicas y de tifinagh (el alfabeto Amazigh) coinciden geográficamente (sahara y/o NW de Africa) con las más antiguas de carros tirados por dos o cuatro caballos. La presencia de inscripciones en tifinagh se hallan desde la península del Sinaí hasta las Islas Canarias y desde el Mediterráneo hasta orillas del Río Volta, en Burkina Faso. En ese sentido, gran parte de la toponimia del Noroeste de Africa sólo se puede explicar recurriendo a las lenguas amazigh. Ahora bien, la datación exacta de la epigrafía en tifinagh es imposible de obtener actualmente y ello hace difícil que se puedan establecer periodizaciones históricas fiables a partir del tifinagh.
La existencia de rutas transaharianas “neolíticas” abonarían la tesis de la existencias de un sustrato étnico o cultural común. Evidentemente, lo más importante de estos contactos interétnicos no es la pertenencia o no a una misma “raza” , sino el compartir unos mismos elementos culturales que, precisamente, circulaban por las rutas transaharianas o porque estaban muy arraigados en la zona. Las características socioculturales “comunes” a garamantes, numidas, guanches, etc., esto es, a los denominados “protobereberes” que trillaron los rutas transaharianas, proceden de diversos aportes, algunos de ellos netamente africanos, más exactamente sahariano y subsahariano.
Sin embargo, habría que hacer hincapié en la hipótesis de que el dios-sol, de origen prehistórico-sahariano, que entre los egipcios se llama Amon-Re, entre los guanches de Tenerife Achamon y entre los fenicios Ba’al Hammon influyó en el Mediterráneo, al parecer procedente del interior de Africa. Por eso el Dios sol o Dios carnero con un sol entre los cuernos, de las estaciones rupestres del Atlas y macizos saharianos, habría acabado apareciendo en el alfabeto hebreo y fenicio: “alef” , la primera letra, no sólo se traduce por toro, también como carnero. Posteriormente, la letra “alef” significará (jefe, cabeza, principio y el valor numérico uno); “ef” es “jefe” en algunos dialectos amazigh del Atlas marroquí, y en lengua tuareg (a miles de kilómetros de distancia) cabeza se dice “eref” . De modo que la palabra castellana “jefe” podría venir del amazigh “ef” y no del francés “chef” . Además, el punto aries (carnero) marca el punto del comienzo del año solar, cuando el sol pasa del hemisferio sur al hemisferio norte. No por casualidad, el punto astrológico de aries se simboliza con una “gamma” , letra griega que deriva de la letra semítica “gimel” , cuya grafía recuerda la época en que el alfabeto era simbólico y simbolizaba la cabeza con cornamenta del carnero (Muñoz, 1994). Acaso el mismo carnero-dios-sol de las estaciones prehistóricas del Sahara.
Precisamente uno de los elementos simbólico-culturales que encontramos en toda esta área geográfica es el carnero con esférico en la cabeza, que está presente en la prehistoria sahariana, aunque también en Egipto. Pero lo más relevante es que el dios Amón-Ra Egipcio, de origen africano-sahariano (Castiglioni y Negro, 1986; Cervelló, 1995) aparecería como el dios Achamón (dios sol) de los guanches de Tenerife. G. Camps no estaría de acuerdo, pero la tesis a defender sería que el dios solar habría nacido en el norte de Africa/Sahara y después influye en Egipto (como han señalado distintos autores). Y el sol es un elemento fundamental en la religión y creencias preislámicas de los Amazigh, aunque también lo fue de otros pueblos del Oriente Medio, debido a lo cual distintas oraciones del Islam coinciden con la salida y la puesta del sol, precisamente para eclipsar los cultos solares preislámicos. No por casualidad, Alejandro Magno fue al actual oasis de Siwa (Egipto) para ser investido divinamente en ese oráculo líbico donde estaba la fuente del sol. Y el dios-carnero Ammon, dios Tebano y posteriormente del antiguo egipto, procedería de Siwa (un oasis que se cita a menudo como de los pocos lugares egipcios que quedan con clara presencia amazigh). A Ammon los griegos lo habrían asimilado como Zeus y los Romanos como Júpiter. Sin negar su influencia en otras divinidades solares como Helio, o sutilmente soláricas como Apolo.
Por otro lado, la presencia de fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, bizantinos, etc. en el norte de Africa ha permitido tener noticias históricas de los pueblos Amazigh. Tenemos noticias de grupos étnicos Amazigh que convivieron y se mezclaron con fenicios y cartagineses o que se romanizaron; otros resistieron o se mantuvieron autónomos. Otras veces sirvieron de mercenarios en los más diversos ejércitos: egipcio, cartaginés, romano, árabes. Hay que tener en cuenta que toda el Africa Mediterránea fue una tierra fértil y próspera que invitaba al asentamiento y la colonización, con una frontera marítima permeable debido al comercio y la navegación. Esto la hizo también una zona de frontera, de conflicto y mestizaje, pero también de adaptación (a la tierra, al clima, al invasor, etc.).
Desde temprano tenemos el ejemplo de Ramsés II (1300-1235) que detuvo el intento de invasión de los libios y los “Pueblos del Mar”. Los Fenicios, en el siglo XI, comienzan a asentarse por todo el litoral, llegándose a establecer en la actual localidad de Mogador (en el Atlántico marroquí). Fundaron Cartago en el siglo IX, núcleo que servirá a la expansión Cataginesa (siglo III); en ese siglo Cartago es una de las ciudades más importantes, tanto por sus relaciones mediterráneas como norteafricanas (Huss, 1993). Los griegos se expandieron y asentaron durante los siglos siglo VIII-VI. Los Romanos, en el siglo I antes de Cristo, están en Volubilis y Tingis (Tánger) en Marruecos. De esta manera, Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, todos ellos, se relacionan con los Amazigh de forma dispar.
“La Guerra de Yugurta” de Cayo Salustio, donde, por cierto, aparece una curiosa tipología de los pueblos que habitaban la zona, obviamente pueblos amazigh, nos relata un auténtico conflicto entre romanos y amazigh, algo que ha estudiado muy bien M. Benabou (1976). De hecho Yugurta, nieto de Masinissa, está ligado a la “Historia de España” (o más exactamente de la Península Ibérica) por ser un jefe Amazigh que participó en el cerco de Numancia. Una condición que ostentaron otros personajes norteafricanos que también están relacionados con la historia de Roma como Syfax, Tacfarinas, Firmus, Gildon.
Lucio Cornelio Balbo Minore, en el año 19 antes de Cristo, encabezó una expedición de castigo contra los garamantes, adentrándose en el Sahara, durante la cual sus más de 20.000 hombres recorrieron unos 1200 km. Los romanos llamaban “etiopi” a las gentes de piel muy oscura (negra), por eso sabemos que los garamantes debían ser Amazigh y no pueblos de origen subsahariano. Los primeros estados sudaneses nacen del encuentro entre nómadas Amazigh y agricultores subsaharianos, “negros” (Duby 1987). Recuérdese que una de las rutas de los carros de la prehistoria sahariana acababa en Ghana. La capital del Reino de Ghana, Kumbi Saleh, fue fundada en el siglo IV después de Cristo por grupos étnicos Amazigh y Sarakolés (mestizos de amazigh y negros). La prosperidad del Reino de Ghana en el siglo V se explica en parte por sus importantes relaciones comerciales, que tanto deben a las rutas de los antiguos carros, con el norte (Magreb). Otra de estas rutas iba desde Trípoli, a través del valle fósil del Tilemsi, hasta Gao donde se desarrolla el Reino Songhai.
Los Vándalos aparecen en Africa en el año 439 hasta que Belisario reconquista el norte de Africa, la antigua Libia, para el Imperio Bizantino, que después acaba con la irrupción de los musulmanes en el norte de Africa, que asestan un importante golpe a las culturas clásicas, pero no a las culturas norteafricanas. Los Bizantinos son derrotados en el año 665 y el Islam se difunde, durante el siglo XI, hacia Bled es Sudan o el país de los negros, en la sabana al sur del sáhara (Malí, Níger, Chad). Abu Bakr, almorávide (grupo étnico de origen Amazigh), se hace con Ghana en el año 1076-1077 y los marroquíes invaden y destruyen el imperio Songhay en el año 1591 (Duby, 1989). A partir de entonces, el Islam se expandirá por la Amazigia de forma desigual a lo largo de los siglos y durante los cuales el sustrato cultural Amazigh sufre sensibles transformaciones. Sin embargo, bajo los distintos sedimentos culturales de origen arabo-musulmán, turco u occidental, se encuentran aún importantes vestigios del primigenio sustrato cultural afro-sahariano o protoamazigh. Ello se observa, a pesar de las formas maquilladas que puedan haber, en supersticiones, motivos decorativos, medicina popular, tradiciones y valores sociales, etc., visibles hoy en día.
Vea también:
Identidad, animismo y luchas religiosas de resistencia contra el catolicismo y contra el islam: http://www.eurosur.org/ai/19/afr1903.htm
Cultura Amazigh e identidad étnica: http://www.eurosur.org/ai/19/afr1904.htm
La identidad tamazight en los países del Magreb: http://www.eurosur.org/ai/19/afr1936.htm
Otros temas amazigh y extensa bibliografía que trata este libro: http://www.eurosur.org/ai/19/afr19_c.htm