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La búsqueda de autoorganización de los cristianos asirios junto a la autonomía kurda de Rojava

Agencias :: 12.04.15

Estos cristianos, organizados en la milicia Guardianes del Jabur pero pobremente armados, recurrieron a los kurdos cuando el IS y su inquina religiosa irrumpieron en el área hace dos meses

‘Cruzados’ por obligación
http://www.elmundo.es/internacional/2015/04/04/551ea1de22601dc7478b457c.html

Así se defienden los últimos cristianos asirios de las acometidas del Estado Islámico
Tel Tamer es una región con 35 aldeas protegidas por los Guardianes del Jabur

Los yihadistas han vaciado Tel Tamer, un apacible tapiz verde de casas blancas, con su minarete junto a su campanario, a la orilla del río Jabur. Un pueblo tan bucólico que cuando el Estado Islámico (IS) atacó, el joven Devid, bautizado allí, creyó que valía la pena morir defendiéndolo. De no ser por esa afrenta, el chaval, que tiene diecinueve años, la mirada asustadiza y un traje de camuflaje, seguiría siendo pintor de brocha gorda.

Tel Tamer es la mayor villa de la conocida como área del Jabur, un tramo de ribera con 35 aldeas cristiano asirias al noreste de Siria. Desde 2011 el gobierno y los alzados se disputan la zona, que linda al norte con un territorio administrado por los kurdos llamado Rojava. Estos cristianos, organizados en la milicia Guardianes del Jabur pero pobremente armados, recurrieron a los kurdos cuando el IS y su inquina religiosa irrumpieron en el área hace dos meses.

“Me enrolé en los Guardianes del Jabur por necesidad”, reconoce Devid. Su padre es un mando de esta milicia, que con la ayuda de la guerrilla kurda Unidades Populares de Protección kurdas (YPG/J) está conteniendo la expansión del ‘califato’ yihadista. En un cuarto rústico, observado atentamente por una virgen de escayola, un san Jorge metálico y un Cristo crucificado pintado en un plato, Devid recuerda con pavor la llegada del IS al Jabur, que provocó 3.000 desplazados. La organización armada secuestró a 220 vecinos.

“No menos de doscientos Daesh -acrónimo árabe del IS- nos atacaron por sorpresa a las dos de la madrugada en Tel Nasri”, relata. “Iban vestidos con uniformes de YPG/J y gritaban “¡heval!” (”¡compañero!” en kurdo) para confundirnos. Rodearon nuestra [metralleta pesada] Dushka a sólo cinco metros. Sólo podíamos disparar a tientas hacia donde oíamos decir ‘heval’ con acento extranjero. Por suerte repelimos aquél asalto, que duró hasta las seis de la madrugada”.

Devid denuncia que el presidente sirio Bashar Asad -que había logrado retener apoyo entre las minorías del país presentándose como garante de sus derechos frente a la hegemonía musulmana suní opositora- “nos traicionó”. “Hace tres años un avión del régimen destruyó la iglesia de Tel Nasri y mató un civil. En los últimos días han bombardeado Tel Tamer tres veces y no han atacado una sola vez a Daesh”, lamenta el miliciano asirio.

Abandonados por Damasco, a los cristianos asirios no les quedó otra que arrimarse a los kurdos. Rojava, autonomía proclamada unilateralmente en 2012, les permite cierta reivindicación política y cultural. Aun así los cristianos enfatizan su deseo de auto organizarse. Para ello han creado instituciones, como el Consejo Militar Siríaco y las patrullas policiales Sutoro, y tratan de recuperar el uso vernáculo del siríaco, versión moderna del arameo que, se cree, habló Jesús en su tiempo.

Todos estos esfuerzos buscan evitar que se consume el tercer éxodo de la comunidad asiria en menos de un siglo. Hace justo cien años parte de los hoy pobladores del Jabur tuvieron que huir de sus tierras en Hakkari -actual sureste de Turquía- a Irak para evitar el genocidio perpetrado por el imperio otomano. En 1933 la masacre de Simele, a manos del reino iraquí en el norte del país, los desplazó a Tel Tamer.

Los 140 Guardianes del Jabur están repartidos por las trincheras de la orilla norte del río, apostados junto a YPG/J. El IS sigue amenazando al sur. Desde lo alto de una colina, en la que ondea la bandera triangular kurda con la asiria, estrellada en azul y rojo sobre un fondo blanco, se avistan las posiciones yihadistas. De tanto en tanto fuego de mortero impacta en las inmediaciones. A veces, los francotiradores también prueban suerte.

A resguardo de los tiros, Kaldo, responsable político de los Guardianes del Jabur, teme que el IS acabe enviando los pocos asirios que quedan en Oriente Medio a la diáspora. “Los desplazados me llaman cada día preguntando cuándo volverán”, cuenta con tono amargo. “Luchando aquí justo para lograr eso”. Mientras, confiesa que la diáspora está brindando una ayuda crucial: dinero, ayuda humanitaria y difusión del acontecer.

En las inmediaciones de la colina se asienta la iglesia de Santo Tomás. Sus paredes vigorosas han soportado los bombardeos. No hay párroco ni misa. Los únicos feligreses que se adentran en ella hoy visten ropa militar, lucen cruces tatuadas o colgadas e insisten en que “estamos aquí para defender nuestros pueblos, no para atacar”. Remacha Devid: “el objetivo de Daesh es destruir el cristianismo. El nuestro, devolver aquí la paz”.


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