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Resistencia y construcción desde abajo: Comunizar la vida

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J) :: 21.05.15

No ha funcionado eso de combatir el estado y el capital, de modo que es más efectivo dejarlos de lado y hacer lo otro: dejar el anti-capitalismo y el anti-estado, para dedicarnos al pro-común o en favor de comunizar la vida

Resistencia y construcción desde abajo: Comunizar la vida

Por Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

No ha funcionado eso de combatir el estado y el capital, de modo que es más efectivo dejarlos de lado y hacer lo otro: dejar el anti-capitalismo y el anti-estado, para dedicarnos al pro-común o en favor de comunizar la vida, dejar la violencia y la disputa, para construir la paz en el mundo de la vida cotidiana, dejar a la izquierda, al centro y a la derecha de lado para construir el compartir de los vecinos de un barrio, de otro barrio y de muchos barrios, hasta llegar a la comuna, a otra comuna y muchas comunas.

Para resistir los embates del estado, el mercado, los transgénicos, la destrucción de la naturaleza y la ofensiva de los partidos, no necesitamos levantar barricadas ni salir a la calle a marchar homenajeando las banderas que nos ponen por delante y por el medio, sino atacar la raíz del modo individualista de personas separadas en que nos tienen los titireteros del poder y eso podemos hacerlo volviendo al común, a la cotidianeidad compartida, por lo que puede hacerse entre vecinos, compañeros de trabajo o de estudio incorporando a sus familias y extendiéndose en el barrio en la forma de la gran familia de la calle, de la cuadra o del barrio.

La resistencia de los salitreros era con sus mujeres y familias. La resistencia de las mancomunales eran con las familias completas. Aún está fresca la memoria de Valparaíso cuando los portuarios y ferroviarios bajaban de los cerros con las familias para manifestar en el plan junto a zapateros, sastres y oficios en general. Hoy día la huelga obrera es machista, patriarcal e integrada. El papel de la mujer que con los hijos en brazos y agarrados de su falda salía a la calle junto a su compañero, han quedado en el olvido, pero la precariedad del trabajo ha llevado a que la mujer salga también, o sola, a buscar algo para la olla familiar. La mujer es la base del pro-común, es la base de la ampliación de la familia hacia la gran familia del barrio, hacia los gérmenes o brotes de la comunidad, del Buen vivir, de la comunización de la vida.

La juventud está siendo arrastrada a la “lucha” detrás de las banderas, consignas e ideologías, ya que se encuentra en contradicción con su familia, salvo excepciones. La alianza entre la juventud y las mujeres de la familia y del barrio es la segunda base del común. Sin embargo la distancia de los roles de género subraya las separaciones funcionales, aumentando las lejanías de los cuerpos y de las dinámicas compartidas. La posesión y los celos son barreras que a veces se clavan como puñales que pueden hasta llegar a quitar la vida, especialmente en esta época de crisis existencial del rol de proveedor del hogar debido a la precariedad o ausencia de trabajo, digno o indigno, es igual, porque la tecnología separa cada vez más a la mano de obra de los medios de producción, para vólo llegar a apretar botones, de allí que se abren más trabajos para mujeres, a las cuales obviamente se paga menos o se valoriza menos porque se parte de la idea de que son mantenidas por algún macho. Todo ello refuerza los hábitos patriarcales y muchos machos llegan a casa a descansar porque cuentan con el pretexto de que traen dinero a casa, lo que refuerza el mercantilismo de las relaciones de roles de género, fortalece las separaciones afectivas y rechaza el común. Por eso la mayoría de las reuniones del barrio cuentan con más mujeres que hombres. Habrá que estimular el respeto y la participación de los otros modos de entender y practicar la sexualidad, que salgan del closet y vengan a meter su cuchara,

Además el pelambre es el deporte nacional en Chile, estimulado por las separación, las distancias corporales, el miedo, el odio, la rabia, la ausencia de una fuerte circulación de los afectos que priorice y realce los aspectos positivos de los hábitos y costumbres y vaya arrinconando los hábitos negativos que obstaculizan la construcción o reconstrucción del común.

No es complicado hacerlo. Los complicados somos nosotros, con pequeñas cosas llenas de simplicidad es posible abrir nuestros corazones tocando las fibras sensibles del vecino, lo que permitirá darle sentido a las aproximaciones y pequeñas actividades conjuntas, generando flujos y circulación de afectos y energías positivas, sonrisas, miradas y gestos, todo ello va tejiendo el circuito de los afectos y sensibilidades compartidas que moldean el común, el mundo de la vida local compartida.

Luego puede venir la huerta, la olla común, el cierre de calle, en fin, miles de posibilidades acordes con la realidad de cada persona y de cada lugar. Ahí la sociología de organización de personas separadas ya no nos sirve, sino que nos sirve la sicología del conocimiento y la comunicación profunda entre seres fragmentados en busca instintiva de la reconstrucción del ser humano quebrado por la propiedad, el patraiarcado y el poder. Los desequilibrios en los comportamientos personales caracterizados como “problemas sicológicos” -que cada vez son más y son más graves- tienden a re-armonizarse en el contexto compartido de compañía y afectos entrecruzados, contrario a la soledad que invade al ser dividido y distante protegiéndose de los demás y empujados unos contra los otros por el sistema de articulación estructural y funcional de individualidades distantes en que nos tienen.

Por ello la construcción de espacios barriales de compartir el mundo de la vida se transforma en resistencia contra esta sociedad que nos destruye, así como en nuestra huerta resistimos a Monsanto y a los transgénicos, a los fármacos químicos con que nos mantiene idiotizados el sistema de salud y el mercado de farmacias, resistimos cuando juntamos el desecho orgánico y no orgánico de las casas para reciclarlo, en fin, caigo una y otra vez en ejemplos y listados de formas de interacción de la vida, que en realidad son miles y brotan por todas partes, lo importante es no dejarlos fluir a los ritmos institucionales, individualistas y del mercado , sino tomarlos y rearmarlos, tomar los palillos para tejer con etodo ello el común, comunizándonos cada vez más en los más variados asuntos de la vida.

Allí está la alianza entre mujeres y jóvenes, que luego envuelve a los niños, a los adultos y a los ancianos, así como a todos y todas con la naturaleza, la madre tierra, extrayendo de ella el alimento, la medicina, etc y devolviéndole lo que ya no ocupamos, construyendo el hábitat acorde con los flujos energéticos y permitiendo la libre expresión del amor en todas sus variantes. Todos y todas comunizando la vida. Sin recetas, sin planificaciones, dejando el espacio para el despliegue de la libertad del instinto que viene de la horda y de las comunidades milenarias, recuperando la raíz y caminando sin caminos, sólo viviendo como las flores y los animales, ya que haremos camino al andar juntos. Así resistimos a los embates del odio, de la separación, del individualismo, de los partidos y las instituciones, del estado y del mercado, y en la medida que las experiencias de vida común se multipliquen, estaremos cambiando el mundo, haciendo otro, volviendo a humanizarnos y a naturalizarnos. Y que no nos busquen las cosquillas, ya que como una madre que defiende a su hijo en brazos, así defenderemos nuestro derecho a la vida y al amor.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

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