El camino de la Universidad Libre
Por Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Parece ser que no hemos sabido diferenciar a la Universidad Libre, la desuniversidad, porque algunos compas nos hacen llegar divulgación como que fuésemos de izquierda o anarquistas o parecidos, lo que por su vez genera nuevas confusiones o incomprensiones, como en el mismo Proyecto Fénix, que algunos izquierdistas nos han criticado por no ser izquierdistas o como alguien que nos ha llamado hippies. No nos ofende que nos digan hippies, izquierdistas o anarquistas, simplemente puede ser indicador de que esos algunos no han entendido, o no quieren entender o no hemos sabido explicar, o simplemente no están ni ahí con respetar los espacios autónomos y siguen penetrando con sus puntos de vista que no contribuyen a la autonomía comunitaria, ya que hemos tenido que pedir a varios que no hagan sus propagandas en nuestros grupos féisbuc o en nuestras actividades, ya que nosotros no vamos a inscribirnos en otros grupos para ser uno más en el debate político y en el mercadeo de pomadas que todo lo curan.
Para aclarar, tocaremos algunas de las incomprensiones para que los compas, las compas y loas compoas que tienen otras perspectivas personales o grupales puedan ver que nuestra perspectiva no existe, porque somos caminantes sin camino y queremos encontrar en la vida cotidiana compartida el fin de la vida, el objetivo de la vida, y no un medio para alcanzar otros fines, por ejemplo, algunos dicen que la asamblea o el poder popular o la democracia directa son espacios o modos para ponerse de acuerdo, lo que significa el predominio de la racionalidad, la reflexión y la argumentación, donde ellos esperan que sus ideas sean prevalecientes, esto es la dictadura de la mayoría o del que más habla o mejor fundamenta, al que los demás van sometiendo o subordinando sus sensaciones, que pueden ser equivocadas o no, pero no hay forma de saberlo, lo que nos lleva constantemente a desenvolvernos en el plano etéreo de los conceptos y pruebas lógicas emanadas del pensamiento o la capacidad analítica u organizativa, en tanto la sensación y el instinto van siendo cada vez más arrinconados.
Las iglesias, los partidos, las universidades y toda institución nos insisten en que hay que tener un objetivo en la vida: el éxito, adorar un dios y alcanzar el cielo, el poder, el trabajo, el dinero, el consumo, etc., cosas que muchos dicen que no orientan sus conductas personales, pero para explicarlo sólo tienen sus argumentos y el apoyo del sistema que cierra todos los caminos y abre sólo algunos, como en la universidad, que abre mil caminos ideológicos o partidarios para que todos encuentren el suyo y se aferren a algo por fuera de ellos mismos, cayendo así en la heteronomía, es decir la pérdida de la autonomía, o cuando más, que se aferren a la “autonomía individual”, que no es más que el famoso libre albedrío que los hará competir y empujar para lograr el famoso “objetivo” o “meta” o encontrarse con otros con los mismos o parecidos objetivos y así sumarse juntos a la dependencia de esa meta a alcanzar sólo verificable mediante la aceptación lógico-racional del concepto, como la “liberación” o el “socialismo” o la “superación” o un “dios”.
Así muchos van convergiendo en organizaciones o corrientes con objetivos ya definidos hace rato y sólo tenemos la opción de sumarnos o rechazarlos. Por ejemplo, el apoyo a los presos políticos implica una opción ideológica o al menos compartir en parte los ideales que los han impulsado, pero en el fondo no pasa de un acuerdo mental, ya que en la realidad todos los presos son presos del sistema y la propuesta de la abolición de las cárceles y manicomios no es posible en esta sociedad de personas separadas, divididas y empujadas a competir unos contra los otros. De esa manera la lucha política sólo puede abordar algunos aspectos sistémicos en tanto auxilia a la reproducción de otros, como en este caso de los presos, la división entre “conscientes” y “no conscientes”, lo que dicho sea de paso contribuye a la formación de mini elites de vanguardias que ya descubrieron “el camino” y de allí disparan en todas direcciones separando aún más a la gente, que está obligada a su vez a optar en “sumarse” o “atenerse a las consecuencias”. Si observamos atentamente, estamos rodeados de “caminos”, “propuestas” y “estrategias” que disputan etre ellos quien acarrea más gente para así alcanzar sus objetivos, o sea, volvemos una y otra vez a la racionalidad instrumental, la razón como instrumento para alcanzar objetivos, la mayoría de las veces sin importar los medios.
Otro ejemplo: los llamados al “caos” que desarrollan algunas corrientes anarquistas o grupos rebeldes, como imaginando que el caos como fin de las ataduras sistémicas produciría la libertad, pero sus argumentos no consideran que somos fragmentos del ser común y que no hemos escogido el individualismo del Yo, pues hemos sido modelados por las estructuras y los hábitos a pensar, actuar y procurar objetivos mediante la aceptación muy personal de una lógica de comportamientos, es decir, la mente dirigiendo el cuerpo, el instinto y las pasiones, lo que “equilibramos” equivocadamente por vía del hedonismo, el placer individual de la volada mediante ingestión o absorción de sustancias que permiten relajar y sacar una parte de ese Yo reprimido hacia afuera y disfrutar el encuentro momentáneo con los afines armando las más maravillosas “revoluciones” concebibles. Tristemente la mayor parte de las experiencias “comunitarias” de los afines que van a vivir juntos sin familias, aunque en pocos casos lo hagan con pareja y/o con hijos, terminan en medio de conflictos personales, es decir, las sensaciones y las pasiones, así como el modelaje individualista al que todos estamos sometidos, terminan quebrando el acuerdo mínimo y sólo se puede avanzar con cierta represión o auto-represión interna mediante códigos de conducta o reglas de comportamiento, lo que es como el perro que da vueltas intentando morderse la cola.
O los centros culturales, que de culturales no tienen nada y, como los bares, sólo sirven para pasar momentos de compartir afinidades conceptuales, cuando no andan detrás de fondos o de cargos en juntas de vecinos, unos para la “autogestión” del centro y otros para engañar a la gente y llevarla a la “lucha”, todos ellos evitando cuidadosamente las formas de vida cotiana compartida entre vecinos, ya que la autonomía comunitaria finalmente se impone, ya que la vida y la sobrevivencia están primero, por más que nos digan que hay que destruir el estado o tomarlo de cualquiera manera, puesto que ambos requieren para sus “objetivos” que las personas sigan viviendo separadas rechazando que los Yo pasen a integrarse al sujeto común, como los mapuche, un sujeto común milenario que ha generado su propia subjetividad y visión de mundo a través de su cosmosión, aunque muchos de ellos agarren papa con las metodologías huincas.
Por eso nosotros, amigos que no nos organizamos, en la Universidad Libre, la desuniversidad, no enseñamos, puesto que ello continua reproduciendo la heteronomía y la externalidad para comprender y actuar el mundo, sino que participamos en modalidades de construcción de saber junto a los vecinos construyendo formas de vida compartida y luego nos vamos, sin quedarnos a “dirigir”, quedando así la oportunidad de descubrir y descubrirse en el afecto, el compartir y la vida en común, o al menos algunos aspectos de la cotidianeidad del vivir en interacción entre ellos y de ellos con la madre tierra, en un proceso propio de re-humanización y re-naturalización.
Como se puede apreciar son dos formas de acción bastante diferente, ya que las ideas y organizaciones de izquierda, centro y derecha, así como los anarquistas y centro “culturales” o “comunitarios”, tienen sus objetivos y caminos trazados, sea el que sea, pero ya definidos, en cambio nuestra actividad procura que se recupere la comunización de la vida cotidiana en los vecinos de una calle, cuadra, barrio, localidad o cerro y que ellos por su cuenta pasen por el aprendizaje de definir sus formas de vivir y de encarar las situaciones económicas y políticas que bombardean el mundo de la vida.
Por eso no somos de izquierda, centro o derecha, ni anarquistas ni hippies, somos simplemente defensores y activistas de la vida en común y con respeto a la madre tierra. Endilgarnos caminos pensados apriori, no va con nosotros. Es como raro que un anarquista venga a divulgar entre nosotros algún centro cultural o “comunitario” o el apoyo a algunos presos.
Si nuestras páginas o grupos se destinan al común, resulta un tanto agresivo e intervencionista venir a lo contrario, por más que alguna frase discursiva o forma de vestir o cantar pueda tener alguna cierta similitud. Francamente no tenemos afinidad ninguna con grupos partidarios o corrientes ideológicas.
Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
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