Un análisis cuántico
Arqueología y genealogía del monoteísmo
Raúl Prada Alcoreza
¿Por qué Uno, por qué no dos, tres,…, muchos? Uno no solamente denota al primer número de los números naturales, exceptuando el cero, que no es propiamente un número sino su ausencia; se alude al cero cuando no hay nada que contar; uno también es unidad singular, se refiere a una cosa, en un conjunto homogéneo. También y, quizás, sobre todo, Uno es un concepto de unicidad, que representa lo único; por lo tanto, también es totalidad, totalidad homogénea como tautología de lo mismo. ¿De donde sale este concepto de Uno, fuera de la construcción matemática? Si sólo hay Uno y no hay más, que es más o menos lo que dice Hegel en la Ciencia de la lógica; desde esta perspectiva de la lógica dialéctica, incluso lo plural resulta del despliegue de este uno como singularidad. Entonces la pluralidad de las singularidades son repeticiones de esta unidad. No hay más que Uno, no hay más que el individuo, el ser-no-dividido. Como totalidad no hay más que Uno, Dios, el creador del universo, que es como la tautología material de sí mismo. Este sí mismo, al no ser material, vendría a ser la no materia absoluta, el espíritu.
De acuerdo a la teología es el espíritu el que anima, el que da vida. El problema de la teología aparece cuando la vida no solamente es evidente en el ser humano, sino también en los animales, en las plantas, en lo seres orgánicos. Entonces la teología se ve obligada a reconocer una forma de espíritu a los seres orgánicos no-humanos. Salva el dilema conformando toda una jerarquía espiritual, donde, en primer lugar, está Dios, el espíritu creador; en segundo lugar está el ser humano, concebido como hombre; en los siguientes puestos descendientes se encuentran, los animales, las plantas, etc.
Si tomamos en cuenta esta concepción, filosóficamente, el Uno vendría a ser el vacío, también la nada. Vacío y nada poblada por Dios. Como no puede haber nada antes que Dios, entonces es Dios mismo este vacío y está nada. ¿Dónde está el espíritu? Si este espíritu no está compuesto, no contiene componentes, es este vacío mismo, es la nada misma, entonces aparece como idea de vacío y nada. ¿Cómo puede crear la nada algo? ¿Cómo puede contener la nada la potencia creativa? Este es el límite epistemológico de la teología.
La física cuántica ha respondido a esta cuestión; las nadas infinitesimales, en plural, nadas, no la nada, en singular, único, absoluto; entonces, las infinitesimales partículas, que bordean la nada de energía, que incluso, se puede decir, que tienen energía en grado cero, de manera intermitente, son las que se asocian y conforman composiciones, que no dejan de ser infinitesimales, como el fotón[1]. Estas partículas infinitesimales conforman las fuerzas fundamentales del universo, la fuerza gravitatoria, la fuerza electromagnética, la fuerza atómica fuerte y la fuerza atómica débil. El fotón y las partículas infinitesimales componen la materia oscura, la energía oscura, la materia luminosa y la energía luminosa. En nuestro universo, - usando este un, que responde a la concepción única de unicidad absoluta, por lo tanto, no sostenible - la composición de la materia primordial es el átomo. De esta composición, se pasa a las composiciones moleculares, después a las composiciones molares. La vida, en sentido biológico, emerge en el azar de las composiciones moleculares y macromoleculares; emerge como memoria sensible. Entonces la nada cuántica contiene la posibilidad del todo – jugando con el contraste nada/todo - material, energético y virtual.
En otras palabras, por la vía de la tesis espiritualista no es explicable esta relación nada-creación-materialización-diseminación; en cambio, por la vía de las tesis materialistas, desde su perspectiva cuántica y relativista, es explicable esta complejidad infinitesimal que se encuentra en la nada cuántica.
Desde la perspectiva cuántica no es posible sostener las tesis de la unicidad, de lo único, de la totalidad homogénea; el punto de partida, por así decirlo, es plural. Perspectiva pluralista que no niega la integración, la cohesión, las composiciones y asociaciones de singularidades compuestas, integrales, que puede nombrarse como uno, pero, un uno compuesto, plural.
Desde esta perspectiva no es sostenible el monismo, salvo por violencia racional; en caso de practicarlo, por violencia física, institucional, política. Es pues el pluralismo lo que puede permitir comprender las unidades, la unidad, que por cierto, no es absoluta, tampoco totalidad absoluta, sino se trata de totalizaciones relativas.
El monoteísmo es una construcción especulativa desde este supuesto del Uno, de la unicidad y totalidad vacía, única, absoluta, increada. Para sostener esta teoría es menester una violencia racional, de la razón especulativa en contra de la razón efectiva, en contra de la racionalidad integral. Para imponer prácticamente el monoteísmo es menester una violencia descomunal institucional y política. La teología es una política, en sentido restringido, en referencia a la antigüedad; quizás, incluso la matriz de la política, en sentido restringido moderno, su arquetipo. Sobre el esquema teológico de fiel/infiel se sostiene el esquema político de amigo/enemigo. Podemos entonces hacer remontar la genealogía de la política desde el nacimiento de las teologías monoteístas. La modernidad no se explicaría sin el substrato histórico-cultural de los monoteísmos, que se inscribieron en los cuerpos, induciendo comportamientos y conductas dóciles, sumisas, obedientes. En contra de la tesis sociológica de la desacralización y el desencantamiento como características del nacimiento de la modernidad, consideramos que se trata, mas bien, de la continuidad teológica; por lo tanto, de las violencias teológicas, por los caminos laicos. Se sustituye a la iglesia, como paradigma de totalidad social y religioso, por el Estado, como paradigma social y político. Que el Estado laico, el Estado liberal, se plantee la separación de iglesia y Estado, de religión y política, no hace otra cosa que generar nuevas composiciones y divisiones en la arqueología y la genealogía teológica. El Estado, como centro administrativo, la política como orden, la modernidad como civilización, habrían desplegado las formas teológicas de la iglesia, del orden jerárquico, de la comunidad creyente, que corresponde a las civilizaciones religiosas.
Desde nuestra interpretación, estas son las tesis que desenvuelve Michel Onfray en Tratado de ateología. Vamos a detenernos en la lectura de este Tratado.
Acontecimiento religioso
En Acontecimiento Islam, ¿fundamentalismo o rebelión religiosa antiimperialista?, escribimos:
Las religiones monoteístas tienen como la misma raíz y procedencia, tanto históricamente, geográficamente y filosóficamente. Por lo tanto, no son pues distintas, en el sentido estructural o estructuralista, a pesar de sus diversas interpretaciones y exposiciones. Son religiones del desierto, por así decirlo, usando este término, desierto, como metáfora, en toda su potencia semántica, en distintos planos y connotaciones. Por otra parte, son religiones fuertemente influyentes en el presente, en la contemporaneidad de la modernidad tardía. Como cuarta características, podemos decir que son religiones que hacen de substrato cultural y religioso a los Estados que se forman, se formaran y consolidan. Como quinta característica, son religiones que han sufrido, por así decirlo, escisiones, divisiones, concurrencia de interpretaciones, formación de iglesias, cada una de las cuales se proclama verdadera. Como sexta característica, todas estas religiones resultan insatisfactorias ante la premura humana enfrentando el desafío de la vida y de los universos[2].
El monoteísmo es la creencia en la existencia de un solo Dios. El término proviene de dos palabras griegas: μόνος, monos, que significa solo y θέος, theos, que significa Dios. En el monoteísmo, Dios significa lo supremo. El monoteísmo contrasta con el politeísmo, que alude a las creencias en la existencia y presencia inmanente de varios dioses. Las religiones monoteístas se oponen al politeísmo[3].
Las religiones monoteístas conocidas son el judaísmo, el cristianismo, el islam, el sijismo, y el zoroastrismo. El monoteísmo suele estar dominado por el concepto de Dios de las religiones abrahámicas y el concepto neoplatónico de Dios que se encuentra en el Pseudo Dionisio Areopagita.
El judaísmo fue la primera religión claramente monoteísta, en hebreo מונותאיזם. El rasgo principal de la fe judía es la creencia en un único Dios soberano absoluto, justo, omnisciente, omnipotente, amoroso y providente, creador del universo, elegiendo al pueblo judío para revelarle los preceptos contenidos en los Diez Mandamientos, entregando las prescripciones rituales del tercero y cuarto de los libros de la Torá. Consecuentemente, las normas derivadas de tales textos y de la tradición oral constituyen la guía de vida de los judíos, aunque la observancia de las mismas varía entre los diferentes grupos de practicantes. Para el judaísmo Moisés, en hebreo שהֶׁמֹ, es el mayor, principal e insuperable profeta de todos los tiempos. Una de las características del judaísmo, que lo diferencia de las otras religiones monoteístas, radica en que se considera no sólo como una religión, sino que forma parte constitutiva de la tradición y de la cultura. De manera diferente, las otras religiones monoteístas se propagan por varias naciones y culturas; en tanto que el judaísmo se considera la religión y la cultura concebida para un pueblo elegido. El judaísmo no exige de los no judíos unirse al pueblo judío, tampoco adoptar su religión, aunque los conversos son reconocidos como judíos, en todo el sentido de la palabra. Asimismo el judío ha sido comisionado, por sus escrituras, a dar luz a las naciones, difundiendo el Monoteísmo ético. La religión, la cultura y el pueblo judío pueden considerarse conceptos separados, en el análisis; sin embargo, están estrechamente interrelacionados, en la práctica. La tradición y la cultura judía son diversas y heterogéneas; se desarrollaron de modos distintos en las diferentes comunidades; cada comunidad local incorporó elementos culturales de los distintos países en los que vivieron los judíos en la diáspora. Ciertos textos judíos son considerados canónicos; por ejemplo, El Tanaj, la parte de la Biblia llamada Antiguo Testamento por los cristianos. Se compone de veinticuatro libros, que son La Torá, literalmente la Doctrina, también el Pentateuco, así como los cinco primeros libros de la Biblia de los cristianos, considerada de origen divino; denominada por la tradición como Torá Escrita, Torá she-bijtav, תורה; שבכתב. Los Neviim o Libro de los Profetas. Los Ketuvim, literalmente Los Escritos. La Mishná, recolección de las tradiciones orales y exégesis de la Torá, entregadas según la creencia directamente a Moisés por Yaveh en el Monte Sinaí, transmitidas oralmente de generación en generación, compiladas al cabo de los siglos por el rabino Yehuda Hanasí, en el siglo II. El Talmud, formado por un voluminoso corpus de interpretaciones y comentarios, atribuidos a los amoraim, que son los estudiosos del siglo IV. Comúnmente, por Talmud se entienden también a los comentarios posteriores, cuyo origen remonta al medioevo; entre los amoraim destaca el Rabí Shelomó Yitzjaki, Rashi, por sus iniciales en hebreo. El Shulján Aruj, compilación y codificación de toda la Halajá por temas; obra del rabino Yosef Karo de Safed en el siglo XVI, cuya normatividad es aceptada prácticamente por la totalidad de los judíos. El Mishné Torá de Maimónides, llamado en hebreo Moshé Ben Maimón. Los judíos yemenitas prefieren a éste último antes que al Shulján Aruj. Cabe destacar también la importancia del libro fundamental de la Cábala judía, El Zóhar, libro místico escrito por el rabino Shimón Bar Yojai. En el Deuteronomio la plegaria más solemne de la religión judía, que plasma el meollo mismo de la creencia monoteísta, aparece en el quinto y último libro de la Torá; la plegaria reza así: Oye, Israel, el señor es nuestro Dios, el señor es Uno, ‘ה ,אלֵרָשְׂיִ מעַשְׁ, Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai ;ֱאֹלֵהינּו, ה‘ ֶאָחד Ejad. Los creyentes la recitan dos veces por día, en las oraciones matutinas, ריתִחֲשַׂ, Shajarit, y de la noche, ביתִרְעַ, Arvit.
Con el cristianismo el concepto de Uno absoluto sufre una diferenciación en su composición única; en el cristianismo se ha dado lugar a una larga polémica con respecto al concepto de la Trinidad; este concepto es considerado como politeísmo velado. De todas maneras, el Nuevo Testamento manifiesta expresamente el monoteísmo. En relación a las interpretaciones cristianas, por ejemplo, Pablo de Tarso, en la Primera epístola a los corintios, dice que para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.
Existen tres principales corrientes de interpretación, que son el trinitarismo, unicidad de Dios y unitarismo. Los creyentes de la unicidad de Dios, al igual que el unitarismo, consideran que el trinitarismo debilita el monoteísmo estricto, enseñado por la Biblia, e insisten en que la Deidad no puede dividirse en personas, que Dios es absolutamente Uno.
El monoteísmo árabe Tauhid, توحيد, en el Islam, consiste, además de creer en un solo Dios, en adorarlo únicamente a Él. Los musulmanes entienden que los actos de adoración son todas aquellas palabras, también acciones que complacen a Dios tanto interna como externamente. Entre los actos de adoración internos, está la sinceridad, esperanza, anhelo, temor, miedo, amor, confianza, ayuno, búsqueda de refugio, de protección. Los externos son la oración, la peregrinación, el ayuno, la limosna y la profesión de fe. Por lo tanto, para los musulmanes, el que una persona solamente crea en Dios no lo hace ser monoteísta, sino que tiene que adorarlo únicamente a Él. Los musulmanes al estudiar el monoteísmo lo hacen desde dos perspectivas; una de ellas establece que la persona que cree no será castigada eternamente; la otra perspectiva establece que la persona solamente suplique a Allah, sin intermediarios, ore, rece, sacrifique, se postre o se incline únicamente a Él.
El monoteísmo en el Zoroastrismo consiste en creer en un solo Dios; adorarlo únicamente a Él. Para los zoroastrianos, también conocidos como mazdeistas, son los actos que hacemos lo que ayuda al progreso de la humanidad; todas aquellas acciones de progreso, evolución, perfección y felicidad que acercan a Ahura Mazda. Ahura Mazda es el creador increado, omnisciente, abstracto y trascendente, sin imagen concreta, no-representable. Ahura Mazda es el comienzo y el fin, el creador de todo, el que no puede ser visto, el Eterno, el Puro y la única Verdad.
Ahura Mazda es el Intelecto Supremo, el creador del universo y el Señor de la Vida y la Sabiduría. El poeta épico persa, Ferdowsi, describió a Ahura Mazda con las mismas palabras en el Sáname, el Libro de los Reyes: Él es el único Dios, supremo y único. Él no tiene atributos físicos pero es un amigo genuino, un compañero permanente de hombres y mujeres en su larga vida de lucha contra el mal. Los Gathas dicen que el bien y el mal son dos fuerzas opuestas en el mundo, son creaciones de la mente. Los Buenos Pensamientos o Spenta Mainyu se encuentran opuestos a los Malos Pensamientos o Angra Mainyu, Ahriman. Estos polos opuestos no tienen nada que ver con el dualismo de dos dioses. Ahriman no es una suprema entidad, que compite contra Ahura Mazda. Ahura Mazda es el supremo creador del universo. Una de las oraciones conocidas reza así: Cuando Te percibí. Oh Mazda, como el Primero y el Último. Como el más Adorable, como el Padre del Buen Pensamiento, como creador de la Verdad y de lo Justo, como el Señor Juez de nuestros actos en la vida, entonces hice un lugar para Ti en mis propios ojos[4]. Otra oración reza así: Así anuncio al Más Grande de todos, elaboro mis cantos de alabanza a Él a través de la Verdad, que ayuda y beneficia a todos los seres vivientes. Permitan que Ahura Mazda los oiga con Su Espíritu Sagrado, ya que la Buena Mente me instruyó como adorarlo, Su Sabiduría me enseñará lo que es mejor[5].
Como se puede apreciar, todas las religiones monoteístas tienen una estructura conceptual teológica parecida. No se distinguen en su concepción abstracta de Dios; las diferencias son, mas bien, políticas, geopolíticas, usando términos modernos, para poder ilustrar mejor; así como culturales y lingüísticas. Precisamente porque prácticamente piensan lo mismo respecto a lo sagrado, la relación con Dios, sobre Dios como creador increado, estos monoteísmos entra en competencia despiadada, convirtiéndose unos respecto a los otros en enemigos jurados.
Retomando los Ensayos sobre sociología de la religión de Max Weber, podemos asumir que estas religiones monoteístas forman parte de los procesos de racionalización de las sociedades antiguas[6]. Por lo tanto, la racionalización no es atributo de la modernidad; hay toda una genealogía y arqueología de la racionalización social, por lo menos, desde las religiones monoteístas, que se encargan, en la práctica, de inducir sobre los comportamientos y conductas esquemas de comportamientos racionales. Es más adecuado observar estos ciclos largos de la racionalización social que detenerse en el corte arbitrario de la llamada era de la modernidad. La modernidad como era de la razón es, propiamente, un mito. Solo así podremos comprender las recurrencias institucionales holistas, que hacen de totalidad social, normando conductas y comportamientos. Solo así se puede comprender históricamente la fuerza conservadora del Estado, conservadora en el sentido de preservar, preservación; así como de las “ideologías” masivas y las corrientes intelectuales monopolizadoras de la verdad. Incluso, solo así se puede comprender el recurrente fundamentalismo de todo tipo.
Principios de ateología
Volviendo al Tratado de ateología de Michel Onfray, vamos a detenernos en los Principios de ateología. Onfray escribe:
La ateología se propone realizar tres tareas: primero –segunda parte— deconstruir los tres monoteísmos y mostrar cómo, a pesar de sus diversidades históricas y geográficas, a pesar del odio que se manifiestan los protagonistas de las tres religiones desde hace siglos, a pesar de la aparente irreductibilidad, en la superficie, de la ley mosaica, de los dichos de Jesús y de la palabra del Profeta, a pesar de los tiempos genealógicos diferentes de las tres variaciones llevadas a cabo durante más de diez siglos de un solo y único tema, la base sigue siendo la misma. Variaciones de grado, no de naturaleza.
¿Y qué hay en esa base, justamente? Una serie de odios impuestos con violencia a lo largo de la historia por los hombres que se pretenden depositarios e intérpretes de la palabra de Dios, los clérigos: odio a la inteligencia -los monoteístas prefieren la obediencia y la sumisión-; odio a la vida, reforzado por una indefectible pasión tanatofílica; odio a este mundo, desvalorizado sin cesar con respecto a un más allá, único depositario de sentido, verdad, certidumbre y bienaventuranza posibles; odio al cuerpo corruptible, despreciado hasta en sus mínimos detalles, mientras que al alma eterna, inmortal y divina se le adjudican todas las cualidades y virtudes; odio a las mujeres, por último, al sexo libre y liberado en nombre del Ángel, ese anticuerpo arquetípico común a las tres religiones.
Una vez desmontada la reactividad de los monoteísmos con respecto a la vida inmanente y posiblemente gozosa, la ateología puede ocuparse en particular de una de las tres religiones para ver cómo se constituye, se instala y se enraíza en principios que presuponen siempre la falsificación, la histeria colectiva, la mentira, la ficción y los mitos a los que se les otorgan plenos poderes. La reiteración de una suma de errores por la mayoría termina por volverse un corpus de verdades intocables, bajo pena de peligros gravísimos para los incrédulos, desde hogueras cristianas del pasado hasta las fetuas musulmanas del presente.
Para intentar ver cómo se fabrica una mitología, podemos proponer -tercera parte - una deconstrucción del cristianismo. En efecto, la construcción de Jesús procede de una falsificación reductible a momentos precisos en la historia durante uno o dos siglos: la cristalización de la histeria de una época en una figura que cataliza lo maravilloso, reúne las aspiraciones milenaristas, proféticas y apocalípticas de la época en un personaje conceptual llamado Jesús; la existencia metodológica y de ningún modo histórica de esa ficción; la amplificación y la promoción de esa fábula por Pablo de Tarso, quien se creía el delegado de Dios cuando en realidad sólo estaba cursando su propia neurosis; su odio hacia sí mismo transformado en odio hacia el mundo: su impotencia, su resentimiento y la revancha de un aborto
-según su propio término…- transformados en motor de una individualidad que se expandió por toda la cuenca mediterránea; el goce masoquista de un hombre ampliado a la dimensión de una secta entre miles de la época; todo eso surge cuando reflexionamos un poquito, rechazamos, en materia de religión, la obediencia o la sumisión, y llevamos a cabo un acto antiguo y prohibido: saborear la fruta del árbol del conocimiento…
La deconstrucción del cristianismo implica, por cierto, un desmontaje de la elaboración de la ficción, pero también un análisis del futuro universal de esa neurosis. De ahí provienen las consideraciones históricas sobre la conversión política de Constantino a la religión sectaria por puras razones de oportunismo histórico. En consecuencia, el devenir imperial de una práctica limitada a un puñado de iluminados adquiere claridad: de perseguidos y minoritarios, los cristianos pasan a ser perseguidores y mayoritarios, gracias a la intercesión de un emperador convertido en uno de ellos.
El decimotercer apóstol, como Constantino se proclamó durante un Concilio, levantó un imperio totalitario que dictó leyes violentas contra los no cristianos y practicó una política sistemática de erradicación de la diferencia cultural. Hogueras y autos de fe, persecuciones físicas, confiscación de bienes, exilios forzados y forzosos, asesinatos y actos insultantes, destrucción de edificios paganos, profanación de lugares y objetos de culto, incendio de bibliotecas, reciclaje arquitectónico de edificios religiosos antiguos en nuevos monumentos o como relleno de caminos, etcétera.
Con plenos poderes durante varios siglos, lo espiritual se confundió con lo temporal… De ahí - cuarta parte - surgió una deconstrucción de las teocracias que presuponen la reivindicación práctica y política del poder que pretendidamente emana de un Dios que no habla, y con razón, pero al que hacen hablar los sacerdotes y el clero. En nombre de Dios, pero por medio de sus supuestos servidores, el Cielo ordena lo que debemos hacer, pensar, vivir y practicar aquí en la Tierra para complacerlo. Y los mismos que pretenden predicar Su palabra afirman su competencia para la interpretación de lo que Él piensa de los actos realizados en Su nombre…
La teocracia encuentra su panacea en la democracia: el poder del pueblo, la soberanía inmanente de los ciudadanos contra el pretendido magisterio de Dios, de hecho, de los que lo invocan… En nombre de Dios, la historia es testigo, los tres monoteísmos han hecho correr durante siglos increíbles ríos de sangre. Guerras, expediciones punitivas, masacres, asesinatos, colonialismo, etnocidios, genocidios, Cruzadas, Inquisiciones, ¡y hoy, hiperterrorismo universal!
Deconstruir los monoteísmos, desmistificar el judeocristianismo - también el islam, por supuesto-, luego desmontar la teocracia: éstas son las tres tareas inaugurales para la ateología. A partir de ellas, será posible elaborar un nuevo orden ético y crear en Occidente las condiciones para una verdadera moral poscristiana donde el cuerpo deje de ser un castigo y la tierra un valle de lágrimas, la vida una catástrofe, el placer un pecado, las mujeres una maldición, la inteligencia una presunción y la voluptuosidad una condena.
A lo que podríamos añadirle, por lo tanto, una política más fascinada con la pulsión de vida que con la pulsión de muerte. El Otro no se pensaría a sí mismo como un enemigo, adversario o diferencia que hay que suprimir, reducir, someter, sino como la oportunidad de establecer aquí y ahora una intersubjetividad, no bajo la mirada de Dios o de los dioses, más bien bajo la de sus protagonistas, en la inmanencia más radical. De manera que el Paraíso funcionaría menos como ficción del Cielo que como ideal de la razón en la Tierra. Soñemos un poco[7]…
¿Cómo se de-construyen las teologías y se desmantelan las teocracias? La teología, que viene del griego θεος, theos, Dios, combinado con λογος, logos, palabra, lógica, estudio; teología significa entonces ciencia de Dios, estudio de Dios. Por lo tanto, la teología es la ciencia de lo divino, aminorando el sentido, filosofía de lo divino. Platón recurrió a la palabra teología, en La república, para definir la comprensión de la naturaleza divina desde la filosofía, en contraste a la comprensión estética de los poetas y artistas. Aristóteles definió la teología de dos maneras; primero, refiriéndose al pensamiento mitológico; segundo, también definió la teología como el tronco fundamental de la Filosofía. La teología fue nombrada como filosofía primera. La metafísica da lugar a la filosofía teológica, llamada también teodicea. San Agustín asume el concepto teología natural, theologia naturalis, concepto heredado de Marco Terencio Varrón, sobre todo de su obra Antiquitates rerum divinatum. Sobre la theologia naturalis se encuentra la teología sobrenatural, theologia supernaturalis, constituida por la revelación. La teodicea viene a ser sinónimo de teología natural. Leibniz escribe y publica el Ensayo de Teodicea, que se ocupa de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal[8].
La apología cristiana se da la tarea de recurrir a argumentos racionales en defensa de la religión cristiana; a través del discurso argumentativo difunde el cristianismo; la apología forma parte de la teología. Clemente de Alejandría dice que la teología se ocupa del conocimiento de las cosas divinas; en cambio, Orígenes dice que la teología se ocupa de la verdadera doctrina sobre Dios y sobre Jesucristo como Salvador. Es Eusebio quien reconoce la condición de theologos a Juan el Evangelista[9].
Como ya dijimos, el término teología es una palabra compuesta que, en su significado literal, puede indicar el hablar de Dios, así como el discurso sobre Dios. La teología católica presupone la fe como fundamento experiencial; la teología busca el conocimiento y la comprensión de la fe. La fórmula de Anselmo de Canterbury concluye que teología es Fides quaerens intellectum, la fe busca entender; entonces, la teología es la voluntad de la fe de comprender[10].
Se puede decir que con Lutero se produce un desplazamiento religioso en la formación discursiva y enunciativa cristiana, teniendo en cuenta el contexto de la crisis del cristianismo y de la iglesia; de esa crisis emerge la teología protestante. La doctrina protestante se puede resumir esquemáticamente de acuerdo a principios considerados fundamentales. Primero, la Biblia es considerada como la Palabra de Dios, de manera que es infalible. En consecuencia, no existen libros diferentes a la Biblia que puedan ser considerados como infalibles. La Biblia se sostiene sobre el canon de palestina, también denominado canon hebreo, precepto conformado por 39 libros. En comparación, la Biblia católica consta de 46 libros; en este caso la Biblia católica se sostiene además en el canon de Alejandría, que contiene siete libros más, llamados apócrifos por la tradición protestante, también llamados libros deuterocanónicos por la tradición católica. Segundo, no se acepta adoración a ninguna clase de imagen ni a persona humana alguna. Tercero, no se acepta la existencia del purgatorio. Cuarto, no se acepta el bautismo de niños o infantes, sino hasta cuando la persona adquiera la conciencia de lo moral. Quinto, no se reconoce a la Virgen María, tampoco a ningún otro intercesor ante Dios. Por otra parte, en la teología protestante se destacan cinco características que sintetizan la teología: Sola Fide, Sola Gratia, Sola Scriptura, Solus Christus, Soli Deo Gloria, aseveraciones que quieren decir que la Salvación es por la Sola Fe, por la Sola Gracia de Dios, por la Única Obra intercesora de Cristo, otorgando la Gloria Solamente a Dios[11].
La teología ortodoxa oriental se caracteriza por su trinitarismo monoteísta, la creencia en la encarnación del logos, hijo de Dios, un equilibrio entre la teología catafática y apofática, una hermenéutica definida de la tradición sagrada, una eclesiología concreta, así como por una soteriología terapéutica. Los cristianos ortodoxos creen en un único Dios, que es a la vez uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La sagrada trinidad está conformada por tres personas distinguibles y distintas, hipóstasis; las tres comparten la esencia divina, ousia, no creada, inmaterial y eterna. El padre es la fuente eterna de divinidad, de la que el hijo la obtuvo; también del padre obtuvo el espíritu santo[12].
La teología islámica Kalam, الكلم علم, es una de las ciencias religiosas del Islam. En árabe, la palabra significa discusión; se refiere a la tradición islámica de buscar principios teológicos por medio de la dialéctica. Un estudioso del Kalam es llamado mutakallam[13].
La mayoría de las doctrinas filosóficas, también las religiones, se autonombran o son nombradas en referencia a su supuesto fundador, si se quiere, sujeto-objeto de veneración. Estamos ante numerables nombres de religiones, también doctrinas filosóficas. El Islam, sin embargo, recibió su nombre directamente de Dios en el Sagrado Corán:
Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia sobre vosotros y he dispuesto que el Islam sea vuestra forma de adoración.
La palabra árabe Islam es una palabra que proviene del verbo aslama, que quiere decir entregarse, someterse voluntariamente y pacíficamente. Esto significa que el Islam es más que un ideal abstracto, así como el seguimiento del profeta; es también una acción y actitud inicial determinante; se exige entregarse voluntariamente a Dios, obedeciendo sus mandamientos y sometiendo nuestras acciones a su voluntad, comprobando que éstas vayan acorde a lo que Él manda; adorándolo según la forma de adoración que el puntualmente nos designó.
La creencia del musulmán se fundamenta en seis pilares:La fe en Dios único: sin padres ni hijos, ni copartícipes. Dios es el Creador de todo, el Soberano sobre Sus Criaturas, el Legislador sobre Sus criaturas y el Perfecto en todos Sus sublimes nombres y atributos. Sólo a Dios se debe adorar, a nadie más. La fe en los ángeles: creer que Dios creó a los ángeles y estos le sirven sin desobedecerle. La fe en los mensajeros: creer que Dios ha elegido algunos humanos, por su fortaleza, por su carácter, para predicar la palabra de Dios, recordando la distancia infinita entre el lugar de Dios y el lugar del hombre en el universo. La tarea de los mensajeros es guiar hacia la salvación. No se debe adorar ni venerar a los mensajeros, son simples seres humanos. Se debe querer y respetar a todos los mensajeros, pues todos comparten el honor y la responsabilidad que Dios les impuso y son guías para la humanidad. Jesús, hijo de María, después llamado El Cristo, es un mensajero de Dios, nacido milagrosamente de una mujer virgen y pura. El último mensajero de Dios en la tierra fue Muhammad.
4. La fe en los mensajes de Dios: la palabra de Dios revelada a los mensajeros de Dios, profetas, fue puesta por escrito por algunos de sus discípulos y seguidores. Esta escritura es la de los Libros Sagrados. En las religiones monoteístas son conocidos estos libros: El Torá de Moisés, Pentateuco, el Zabur de David, Salmos, el Evangelio de Cristo y el último Testamento de Dios a los hombres es el Corán revelado a Muhammad.
5. La fe en la resurrección y el Juicio Final: Dios decretará el fin de toda vida en la tierra, después hará resucitar a los muertos ante Su presencia. Es cuando Él los juzga, decidiendo su morada, El Paraíso, o, en su defecto, una condena, El Infierno.
6. La fe en el Destino: Dios conoce todo lo que sucede, también lo que sucederá; lo ha decretado con infinita sabiduría desde el principio. El ser humano debe cumplir con lo que está en sus manos, debe aceptar lo que Dios le destinó.
Allah es un sustantivo árabe; significa El Adorado, El Divino. Esta palabra es la preferida por los musulmanes para designar a Dios. No se presta a confusiones; no tiene plural, ni masculino, ni femenino, ni mayúsculas, tampoco minúsculas, como como ocurre con la palabra de origen latino Dios.
Re ha emplazado a los musulmanes por el uso de la palabra Allah; se ha cuestionado si se trata de otro Dios. Sin embargo, los mismos cristianos árabes usan la palabra Allah para mencionar a Dios. El propio Jesús usaba una palabra muy similar en su dialecto arameo: Al-laha, que en arameo también significa el Dios Único. La palabra Allah proviene de Al ilâh, que significa: El adorado, El divino. La palabra ilâh coincide con los términos El, Eloh y su plural Elohim. Se relata que estando Jesús en la cruz, sorprendentemente dice: ¡Señor! ¡Señor! ¿Por qué me has abandonado? En arameo esto se dice: Ilâhi o ilâi ¿lima sabactani? La palabra Al-lah está presente en todo el Antiguo Testamento, en su idioma original, incluso hasta en las palabras de Jesús mismo.
La persona que acepta estos principios comparte el credo musulmán. Sin embargo; como toda institución, también el Islam se transforma, aunque sea de una manera imperceptible. Ahora enseña que no es suficiente creer sin obrar. La fe en el Islam va más lejos. La fe es creer con el corazón, hablar con la boca, realizando la creencia con todo el cuerpo. Corroborando, el apóstol Santiago, Jacobo, dice: Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras está muerta. Es por esto mismo que Dios agrega cinco pilares prácticos a los seis pilares anteriores del credo. Estos pilares son: el testimonio de fe, La Shahâda; el rezo formal, El salât; la limosna obligatoria, El zakât; y el ayuno de ramadán, saûm[14].
Reflexiones sobre los monoteísmos
Según Michel Onfray hay tiranías y servidumbres de los mundos subyacentes, hay el ojo perverso del monoteísmo. Vamos a analizar estas dos tesis del autor del Tratado de ateología. Onfray escribe:
Sabemos que los animales no tienen dios. Libres de religión, ignoran el incienso y la hostia, las genuflexiones y los rezos, no los vemos extasiados ante los astros o los sacerdotes, no construyen catedrales, ni templos, nunca los sorprendemos dirigiendo invocaciones a obras de ficción. Con Spinoza, imaginamos que si se crearan un dios, lo inventarían a su imagen y semejanza: con grandes orejas para los asnos, una trompa para los elefantes y un aguijón para las abejas. Del mismo modo, pues, cuando a los hombres se les mete en la cabeza dar a luz a un dios único, lo hacen a su imagen y semejanza: violento, celoso, vengativo, misógino, agresivo, tiránico, intolerante… En resumidas cuentas, esculpen su pulsión de muerte, el aspecto sombrío, y hacen de ello una máquina lanzada a toda velocidad contra sí mismos…
Pues únicamente los hombres inventan mundos subyacentes, dioses o un solo Dios: sólo ellos se prosternan, humillan y rebajan; sólo ellos fantasean y creen firmemente en historias inventadas con esmero para
evitar mirar cara a cara su destino; sólo ellos, a partir de esas ficciones, construyen un delirio que arrastra consigo una retahíla de disparates peligrosos y nuevas evasivas; solos, según el principio de la máxima estupidez, trabajan con ardor por la realización de lo que, sin embargo, esperan evitar más que nada: la muerte.
¿La vida les parece insoportable con la muerte como fin ineludible? Rápidamente se avienen a llamar al enemigo para que gobierne su vida; desean morir un poco, con regularidad, todos los días, a fin de creer, cuando llegue la hora, que les será más fácil morir. Las tres religiones monoteístas incitan a renunciar a la vida del aquí y ahora, con el pretexto de que algún día será necesario resignarse a ello: preconizan un más allá (ficticio) para impedir el goce pleno en la tierra (real). ¿Su combustible? La pulsión de muerte y las incesantes variaciones sobre el tema.
¡Extraña paradoja! La religión responde al vacío ontológico que descubre todo el que se entera de que va a morir un día, que su estadía en la tierra está limitada en el tiempo y que la vida se inscribe brevemente entre dos nadas. Las fábulas aceleran el proceso. Instalan la muerte en la tierra en nombre de la eternidad en el cielo. Por ello, arruinan el único bien del que disponemos: la materia viva de una existencia cortada de raíz con el pretexto de su finitud. Ahora bien, dejar de ser para evitar la muerte es un mal cálculo. Pues dos veces pagamos a la muerte un tributo que hubiese bastado con pagar una vez.
La religión surge de la pulsión de muerte. Esa extraña fuerza perversa en el vacío del ser trabaja para destruir lo que es. Donde algo vive, se expande, vibra, se mueve una fuerza contraria indispensable para el equilibrio que desea detener el movimiento e inmovilizar el flujo. Cuando la vitalidad abre caminos, cava galerías, la muerte se activa, es su modo de vida, su manera de ser. Echa a perder los proyectos de ser para destruir el conjunto. Venir al mundo es descubrir el ser para la muerte; ser para la muerte es vivir día a día el descuento de la vida. Sólo la religión parece detener el movimiento. En realidad, lo precipita…
Cuando se vuelve contra uno mismo, la pulsión de muerte genera todas las conductas de riesgo, los tropismos suicidas y las exposiciones al peligro; dirigida contra el otro, genera agresión, violencia, crímenes y asesinatos. La religión del Dios único se adhiere a esos movimientos: trabaja a favor del odio hacia sí mismo, el desprecio al cuerpo, el desprestigio de la inteligencia, la denigración de la carne y la valorización de todo lo que niega la subjetividad gozosa; proyectada contra el otro, fomenta el desprecio, la maldad y la intolerancia que da lugar a los racismos, la xenofobia, el colonialismo, las guerra y la injusticia social. Una mirada a la historia basta para comprobar la miseria y los ríos de sangre vertidos en nombre del Dios único…
Los tres monoteísmos, a los que anima la misma pulsión de muerte genealógica, comparten idénticos desprecios: odio a la razón y a la inteligencia; odio a la libertad; odio a todos los libros en nombre de uno solo; odio a la vida; odio a la sexualidad, a las mujeres y al placer; odio a lo femenino; odio al cuerpo, a los deseos y pulsiones. En su lugar, el judaísmo, el cristianismo y el islam defienden la fe y la creencia, la obediencia y la sumisión, el gusto por la muerte y la pasión por el más allá, el ángel asexuado y la castidad, la virginidad y la fidelidad monogámica, la esposa y la madre, el alma y el espíritu. Eso es tanto como decir «crucifiquemos la vida y celebremos la nada[15]».
Sobre la crítica de la religión
La pregunta que ponemos en mesa es la siguiente:
En la teoría de las religiones se ha partido de la instauración y constitución de lo sagrado como respuesta a la experiencia de la muerte y la consciencia de la muerte. Este punto de partida ha aceptado la presencia, ya sea imaginaria, de un mundo suprasensible; entonces ha terminado explicando el nacimiento de las religiones por la conformación, ya sea imaginaria, de este mundo sobrenatural. ¿Las religiones habrán nacido por esta preocupación ante la muerte, por esta construcción, ya sea imaginaria e hipotética, del más allá de la muerte, que resulta una construcción, mas bien, intelectual? ¿No será que las religiones cumplieron un papel y una función en la sobrevivencia humana? ¿No será que se constituye, después se instituye, este dispositivo religioso, articulado a otros dispositivos sociales, con el objeto de garantizar la sobrevivencia? Si fuese así, las tareas de la religión no son celestiales sino, mas bien, terrenales, no son sagradas, sino, mas bien, pedestres. Si nos inclináramos por esta interpretación, no solo tendríamos que desplegar la crítica de las teorías de las religiones, sino también la crítica de las críticas de las religiones, que también parten de la misma premisa, que los humanos constituyen lo sagrado como respuesta ante la consciencia de la muerte, entonces, como primer acto intelectual, por así decirlo.
Es muy difícil demostrar la premisa de las teorías de las religiones, así como de las críticas de las religiones, incluyendo al Tratado de ateología. Suponiendo que ya es problemático demostrar la existencia de Dios; por eso, las religiones no asumen esta existencia divina como problema, sino que simplemente la aceptan; es creencia, es fe. No se trata de discutir con las religiones sobre su legitimidad, su racionalidad, su objetividad, sobre la existencia divina; no tiene sentido hacerlo, pues las religiones no buscan explicarse este comienzo u origen, sino que simplemente lo aceptan, como si fuese un axioma. Los axiomas no se discuten. El problema no está aquí, sino en la teoría de las religiones, incluso en la antropología religiosa, también en la crítica racional de la religión; pues, al partir del mismo axioma religioso, solo que no como axioma de la arquitectura narrativa religiosa, sino como objeto de estudio, terminan analizando el mundo imaginario como si este mundo estuviese ahí para satisfacer o calmar los temores, los miedos, las preguntas intelectuales humanas. Olvidan que los dispositivos humanos y sociales construidos tienen la función primordial de garantizar la sobrevivencia. Si partimos, mas bien, de esta premisa, que parece más adecuada, entonces las exigencias teóricas cambian de rumbo.
Este otro punto de partida para el análisis de las religiones también desecha otra tesis, inherente no tanto a las teorías de las religiones sino a la crítica de las religiones. Este otro punto de partida forma parte de lo que llamamos teorías de la conspiración. Se dice o se supone, dependiendo del matiz de la exposición, que los sacerdotes, vinculados al poder vigente, conspiran para someter a la población a su control, dando lugar o componiendo la versión oficial de la religión aceptada por el pueblo. Esta tesis supone no solo la consciencia del engaño, sino también la maldad, como inclinación moral perversa, que es precisamente lo que critica la crítica radical de la religión. Esta suposición contrae problema teóricos a la crítica de la religión, sobre todo a la crítica radical. Parece más adecuado partir de la hipótesis de que al conformar composiciones y dispositivos, que coadyuvan a la sobrevivencia humana, al construir las instituciones, el problema aparece cuando estas composiciones, estas disposiciones, estos dispositivos, se anquilosan, se fijan, convirtiéndose ya no en dispositivos y herramientas para la sobrevivencia, sino en finalidades mismas. Los medios se convierten en fin; entonces la orientación de la sobrevivencia desaparece o se obnubila, imponiéndose la orientación opuesta, la de la seducción de la muerte. En este punto estamos de acuerdo con Onfray.
Lo que hay que comprender entonces no es por qué los humanos constituyen un mundo suprasensible, sino en qué momento se anquilosan sus instituciones, que fueron construidas en función de la sobrevivencia y de la vida. Este es un síntoma que no solo concurre en las instituciones religiosas sino en todas las instituciones sociales; en la modernidad las instituciones modernas también sufren este deterioro, este fenómeno de anquilosamiento, convirtiéndose de herramientas útiles, en dispositivos peligrosos, que amenazan la misma sobrevivencia humana. Por eso, parece indispensable, desandar el camino, volver al momento del anquilosamiento, no así, al punto de partida de lo sagrado, que más parece una hipótesis racional, que un evento empírico.
Hipótesis pragmáticas sobre las religionesLos mitos, las formas animistas e inmanentes, los espiritualismos, las religiones politeístas, las religiones monoteístas, son interpretaciones del mundo; en este sentido son tramas, son narrativas, ya se conformen simbólicamente, con alegorías simbólicas, o se conformen con discursos, incluso escritos, llamados sagrados. Los ritos, las ceremonias, las liturgias, los códigos religiosos, son medios y prácticas de comunicación, en conexión con las narrativas. Si bien la pretensión de estas prácticas es la de la comunicación con los espíritus, con los dioses o, en su caso, con Dios, lo que importa es de que se trata de comunicaciones con el mundo que se interpreta. Las religiones monoteístas, en tanto formaciones discursivas, manifiestan y expresan un poderoso acto racional, al crear conceptos, los primeros y matriciales, de los que van a ser, después, los conceptos de la filosofía. El concepto de Uno, definido como unicidad y totalidad absoluta, es un ejemplo claro de la fuerza racional que vacía de todo contenido para lograr la pura forma del mundo. Hay que concentrarse en la arquitectura conceptual de estas teologías, en el momento en que surgen, se suceden, se acumulan, conformando después exposiciones que desean ser completas y acabadas. No tanto en la contrastación empírica de estas interpretaciones, buscando demostrar sus desfachateces. Las teologías son el substrato de las filosofías, también de las ciencias, por lo menos las relativas a la modernidad clásica – en esto también estamos de acuerdo con Onfray -, no siendo así para las ciencias contemporáneas, la física cuántica, la física relativista, las ciencias multidisciplinarias, ligadas a la teorías de la complejidad. No se trata de convencer a nadie sobre la existencia o la inexistencia de Dios, de lo sagrado, del mundo suprasensible, sino de comprender la dinámica integral de las composiciones, dispositivos e instituciones humanas, comprender también sus ciclos, así como sus deterioros y anquilosamientos, sus anacronismos y sus persistencias peligrosas, más allá de las funciones útiles.
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[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida, también Más acá y más allá de la mirada humana. Dinámicas moleculares; La Paz 2014-2025.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento Islam, ¿fundamentalismo o rebelión religiosa antiimperialista? Dinámicas moleculares; La Paz 2015.
[3] Texto: Monoteísmo Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Monote%C3%ADsmo?oldid=82233676 Colaboradores: AstroNomo, Mac, Sabbut, Moriel, Comae, Jynus, Sms, Cookie, Valyag, Cinabrium, Kordas, Taragui, Tango~eswiki, Petronas, Taichi, Rembiapo pohyiete (bot), RobotQuistnix, Superzerocool, Leandro Palacios, Yrbot, FlaBot, YurikBot, Ferbr1, KnightRider, Moredan, Cucaracha, Chlewbot, Nihilo, Galustiza, BOTpolicia, CEM-bot, Damifb, Laura Fiorucci, JMCC1, -jem-, Afterthewar, Ignacio Icke, Salvador alc, Nirnaeth, Davius, Rastrojo, Martínhache, FrancoGG, Thijs!bot, Alvaro qc, Xoacas, Xabier, IrwinSantos, LMLM, Isha, Egaida, Sanisidrodelules, JAnDbot, VanKleinen, Lecuona, TXiKiBoT, Humberto, Netito777, AS990, Idioma-bot, Dhidalgo, VolkovBot, Technopat, Eduararley, Matdrodes, Synthebot, Elvire, BlackBeast, Lucien leGrey, AlleborgoBot, Muro Bot, SieBot, Loveless, Bigsus-bot, Mel 23, Jccs, Armenterosa, BuenaGente, Ezequias 777, Tirithel, Hidronchia, Megasilver, Nicop, Farisori, AndreaCabero, Makete, Eduardosalg, Leonpolanco, Petruss, Alexbot, Silveter, Açipni-Lovrij, Isa Rojas, UA31, Maulucioni, AVBOT, Elliniká, LucienBOT, MastiBot, Angel GN, Diegusjaimes, MelancholieBot, Arjuno3, Andreasmperu, Luckas-bot, Tolagorn, Raul Carrasco Riveros, Evelyn moreno, Vampiro81, Rojasoscar1, DSisyphBot, AleD, SuperBraulio13, Juamax, Almabot, Xqbot, Jkbw, Ricardogpn, Igna, Deyaniragamez, Vinisubi, Gorigori, AstaBOTh15, TobeBot, Halfdrag, Rameshngbot, FAL56, Emporio2012, KamikazeBot, Hombresigma, Humbefa, Dark Bane, Foundling, GrouchoBot, Wikiléptico, Miss Manzana, Axvolution, Afrasiab, EmausBot, ZéroBot, HRoestBot, Africanus, Grillitus, Araka, Rubpe19, MercurioMT, ChuispastonBot, Miguel.baillon, TaTo 713, Vary A.Bayón, MerlIwBot, Invadibot, Lucifer8k, Perritos, Johnbot, El Viejo Plinio, LlamaAl, Car2388, Danii Monsalve, Parthy rock, Syum90, Elreformista, Addbot, Daxy313, Balles2601, SEBASTIANQUINTERO, Roger de Lauria, Trasno77, Calimeronte, Fabioroxu, Malu83, Luisedwin2105, Matiia, Egis57 y Anónimos: 218. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=52544e20c59705561275df2f6060130b52c4930f&writer=rdf2latex&return_to=Monote%C3%ADsmo.
[4] Yasna, 31-8.
[5] Yasna, 45-6.
[6] Ver de Max Weber Ensayos sobre sociología religiosa; tomos I-III. Taurus; Madrid 1998.
[7] Michel Onfray: Tratado de a-teología. Anagrama; Barcelona 2006. http://issuu.com/luis424/docs/onfray–michel—-tratado-de-ateologia.
[8] Bibliografía: Rosino Gibellini, La teología del siglo XX, Sal Terrae 1998. José Luis Illanes y Josep-Ignasi Saranyana, Historia de la Teología, Biblioteca de Autores Cristianos 2002. Miguel Nicolau (1984). Iniciación a la teología. I.T. San Ildefonso. José Morales (2001). Iniciación a la teología. Ediciones Rialp. Víctor Codina (1998). Los caminos del Oriente cristiano: iniciación a la teología oriental. Sal Terrae. Juan Belda Plans (2010). Historia de la Teología. Palabra. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. http://es.wikipedia.org/wiki/Teolog%C3%ADa?oldid=83286223.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Breve historia del Islam. http://islamchile.com/biblioteca/fundamentos-creencias-practicas-narraciones-generalidades/Breve%20Historia%20del%20Islam.pdf.
[15] Michel Onfray: Ob.Cit.; págs. 81-83.