A diferencia de las propuestas liberales, las otras propuestas, las “criticadas”, tocan ciertos factores intervinientes de la realidad, aunque terminen manteniendo los recortes de realidad sin lograr completar la mirada de la complejidad, embarcándose, mas bien, en la “ideología”, que sustituye a la realidad efectiva por la realidad imaginaria
Repliegues de la “crítica” liberal
Raúl Prada Alcoreza
Repliegue es un concepto dinámico, conectado al concepto de pliegue, así como al concepto de despliegue. El concepto de pliegue es utilizado por Gilles Deleuze en el análisis de la filosofía de Leibniz. Analiza los plegamientos del pensamiento leibniziano; es decir, lo pliegues de los planos de intensidad que despliega Leibniz; por lo tanto, los sedimentos de un pensamiento que busca comprender la relación entre cuerpo y espíritu, sensaciones y razón, mejor dicho inteligibilidad. El filósofo de las mónadas presenta una figura no del todo clara; empero, de todas maneras, ilustrativa. La figura es una casa de dos pisos; el primer piso corresponde a las sensaciones; este piso tiene puerta y ventanas; en tanto que el segundo piso es el que corresponde a la inteligencia, la inteligibilidad, la razón; por lo tanto, al conocimiento; no tiene ventanas, es cerrado. Los dos pisos están conectados; en el primer piso la luz viene del exterior, en el segundo piso la luz emerge del interior; es la inteligibilidad. Se puede decir, que es la imaginación que hace inteligible la información de las sensaciones. Los pliegues se dan en la relación entre el primer piso y el segundo piso, entre sensaciones y razón; en consecuencia, para Leibniz el conocimiento aparece como plegamiento del pensamiento sobre sí mismo, en otras palabras, sobre las sensaciones. El despliegue del pensamiento se da como interpretación, transformación conceptual, reinterpretación, nuevas asociaciones y composiciones de las mónadas. El repliegue se da como acumulación de pliegues. No hay que entender, como dijimos, de manera aislada el pliegue, pues solo es posible en conexión con el despliegue y el repliegue; por lo tanto, tampoco sus actividades, plegamiento, replegamiento, desplegamiento, se dan de manera aislada, sino como acontecimientos concatenados.
En El pliegue Deleuze escribe:
En primer lugar, el Barroco diferencia los pliegues según dos direcciones, según dos infinitos, como si el infinito tuviera dos pisos: los repliegues en la materia y los pliegues en el alma. Abajo, la materia es acumulada según un primer género de pliegues, después organizada según un segundo género, en la medida en que sus partes constituyen órganos, “plegados diferentemente y más o menos desarrollados”. Arriba, el alma canta la gloria de Dios en la medida que recorre sus propios pliegues, sin llegar a desarrollarlos enteramente, “pues van hasta el infinito”. Se dice que un laberinto es múltiple, etimológicamente, porque tiene muchos pliegues. Lo múltiple no sólo es lo que tiene muchas partes, sino lo que esta plegado de muchas maneras. A cada piso le corresponde precisamente un laberinto: el laberinto del continuo en la materia y sus partes, el laberinto de la libertad en el alma y sus predicados[1].
La diferencia con nuestra interpretación consiste en que Deleuze parte de los repliegues ubicándolos en la materia, repliegues que suponen primer género de pliegues y un segundo género de pliegues, en la medida que sus partes constituyen órganos, plegados diferencialmente y desenvueltos. No comienza Deleuze en los pliegues mismos, sean de primera o segunda generación, como lo hacemos nosotros, en relación a este párrafo; los pliegues son también situados en el alma, en contraste. En el párrafo no se habla de despliegues; sin embargo, en el libro aparece el despliegue, el desplegamiento, repitiendo los ritmos dibujados por el concepto de territorialidad, que da movimiento en la dinámica de territorialización, desterritorialización y reterritorialización. Lo que importa, en este caso, en el uso que hacemos del concepto pliegue, que también usamos como metáfora, es el desplazamiento de sus connotaciones al análisis de los discursos políticos, en este caso del discurso liberal contemporáneo.
Nosotros utilizaremos el concepto de repliegue para analizar precisamente los retornos al pliegue inicial, la yuxtaposición de pliegues sobre el pliegue matricial. En el caso que nos ocupa, vamos analizar el repliegue del pensamiento conservador sobre su matriz inicial; la concepción del orden, del equilibrio, de los valores, de las buenas costumbres, de la jerarquía necesaria, de la distancia y diferencia social. En relación al arquetipo del pensamiento conservador, que se configura en los periodos de la monarquía absoluta, por lo tanto, en el contexto mundial, en los periodos del colonialismo, como respuesta a la interpelación del iluminismo, el pliegue liberal, es, en realidad, ya un repliegue sobre este cimiento, el pensamiento conservador, a pesar de sus declaradas contradicciones con el conservadurismo. Los contrastes se dan claramente en el campo político; la diferencia entre monarquía y república es evidente. La defensa de la monarquía es tarea de los conservadores, el proyecto de la república es aspiración de los liberales. También los discursos son distintos, por cuanto los liberales se apoyan en el iluminismo, a diferencia de los conservadores, que ponen sus reparos desde los conocimientos consolidados y tradicionales. Sin embargo, los liberales no son los únicos que retoman las enseñanzas del iluminismo; hay otros, que quizás lo hagan de manera más consecuente y completa; están los discursos políticos sociales, los discursos histórico-políticos, a diferencia de los discursos jurídico políticos, en los que se circunscribe el liberalismo. Frente a los conservadores, los liberales aparecen como de avanzada, en tanto que frente a los discursos histórico-políticos los liberales aparecen, más bien, más cerca de los conservadores.
Se puede entonces considerar al liberalismo, más adecuadamente, como una reacción frente a la revuelta social, frente a los discursos histórico-políticos. Son los nuevos conservadores, ante la evidencia desenvuelta de la revolución social. Proponen entonces una república del orden, un Estado de derecho, la ley como referente supremo, sobre la soberanía del pueblo; ciertamente la libertad; empero, una libertad abstracta, entendida como la libertad jurídica, garantizada por el cumplimiento de los derechos individuales, civiles y políticos; derechos, cuyo núcleo es la propiedad privada. La república constituida en Estados Unidos de Norte América, por las trece provincias, es una república anti-harringtoniana, anti-Oceanía. La Constitución la terminan elaborando los no-harringtonianos, los más conservadores de las excolonias británicas. Lo mismo pasa con la Constitución francesa, emergida de la revolución social; se producen mutaciones entre la primera Constitución, escrita al fuego de la revolución, y las subsiguientes versione constitucionales, que tienden a limitar los alcances del poder constituyente. En otras palabras, sostenemos que el liberalismo es una contra-revolución opuesta a la continuidad de la revolución que encarnaban los de la montaña y los sans-culottes. Su Estado de derecho es el Estado jurídico-político nucleado en la ley, el orden, la jerarquía, la división de poderes. Con esto pretendieron finalizar la revolución; en otras palabras, se puede decir que el liberalismo pretendió terminar con la revolución de una manera definitiva, deteniéndola eternamente en el cuerpo abstracto de la ley.
Después de los liberales llegaron al Estado los socialistas, aunque haya sido en algunos países de significativa importancia. También los socialistas buscaron detener la revolución, convirtiendo, imaginariamente, al Estado socialista en la realización de la historia. No hacían otra cosa, como los liberales, de oponerse a la intensidad de la potencia social, a la intensidad y expansión del poder constituyente; por lo tanto, institucionalizaron la revolución, buscando cristalizarla en la eternidad de las instituciones socialistas. Desde esta perspectiva, podemos comprender que el socialismo resulta otro repliegue sobre el pliegue inicial del pensamiento conservador, sobre el segundo pliegue conservador, que es el liberalismo, que, de todas maneras, experimentó un despliegue, del discurso conservador al discurso liberal. El repliegue socialista también experimenta un despliegue respeto al liberalismo, extiende la democracia política hacia una democracia social, al proponerse igualar a los humanos; sin embargo, este despliegue es detenido cuando la igualdad social se convierte en igualdad decretada; se asume el socialismo por decreto estatal, cuando, en la práctica, efectivamente, nacía una nueva diferenciación social, entre burocracia y sociedad, creando otra estratificación social, basada en la lealtad política.
Ahora, después de la crisis y el derrumbe del socialismo real en la Europa oriental, el liberalismo pretende efectuar un repliegue, pero, no sobre el pliegue socialista, sino sobre su mismo pliegue; lo que sería doblemente conservador, incluso imposible, pues no se puede ignorar el pliegue que se sobrepone al liberalismo del siglo XIX. Pretende retomar la cristalización eterna de la revolución política en la ley, en el Estado de derecho, en la libertad abstracta, en la garantía de los derechos individuales, ahora, añadiendo los derechos del mercado, desconociendo los derechos del trabajo, los derechos sociales y los derechos colectivos. Esta es una pose, no un acontecimiento, como lo fue el liberalismo del siglo XIX.
Los “críticos” liberales se repliegan sobre sus propios prejuicios, sobre sus propios mitos, sin haber aprendido nada de la historia reciente. No están desinformados de lo que ha pasado; empero, utilizan la información de una manera insólita; en relación al fracaso del socialismo real, interpretan este hecho como resultado esperado del autoritarismo. Están lejos de comprender las dinámicas sociales, políticas, culturales, moleculares que atraviesan los decursos plurales de las sociedades. Consideran solo generalidades como los dualismos autoritarismo/liberalismo, Estado de derecho/Estado autoritario, obediencia/libertad de expresión, intervención estatal/libre mercado. De esta manera explican no solo el fracaso del socialismo real, también los devaneos de los populismos, sino su centralidad política e histórica, la centralidad imaginaria del liberalismo. Son el bien frente al mal.
Cuando señalan los errores del marxismo, sus limitaciones, sus contradicciones, sus incoherencias, incluso de las corrientes críticas, sus debilidades para explicar el mundo contemporáneo, utilizan el mismo debate marxista, donde aparecen los lugares problemáticos, para demostrar sus pretendidos aciertos. Después de este develamiento, mostrando las limitaciones teóricas del marxismo, se esperaría que los “críticos” liberales ofrezcan una explicación más completa, adecuada, desenvuelta, de la complejidad del mundo contemporáneo. Sin embargo, nos encontramos ante la recurrencia repetitiva de lo mismo. El Estado de derecho es el paradigma logrado de todos los tiempos, la libertad es el valor supremo, sólo garantizando la libertad se puede lograr la igualdad, en un largo camino, la libertad del mercado es la base de una buena economía y de una buena administración estatal. En los países, que no llaman subalternos, como lo hacen los marxistas gramsciano, sino del tercer mundo, aconsejan, a diferencia de los liberales del siglo XIX, no seguir los pasos de los países del primer mundo, sino respetar el medio ambiente. Sin embargo, no queda claro cómo; ¿renunciando a lo que los nacionalistas llaman desarrollo, también los socialistas?, ¿optando por qué alternativa? No aparece esta propuesta alternativa en sus alocuciones. El ambientalismo liberal queda tan solo en evitar la contaminación, quizás en los reparos ambientales, en el renunciar a la industrialización, al mito de la tecnología; pero, ¿qué recorrido o recorridos son los sustitutos? No se sabe. En el fondo, nos dicen que los países del tercer mundo deben seguir siendo países del tercer mundo; empero, satisfechos de serlo, pues los países del primer mundo se han embarcado al desastre ecológico. No dicen nada sobre cómo resolver la crisis ecológica; no lo pueden decir pues se cuidan de atacar al capitalismo, a las formas extractivistas del capitalismo, que son como la causa, para decirlo resumidamente, de la crisis ecológica. Este ecologismo light se limita a señalar algunos de los problemas evidentes del desarrollo, se limita a acusar a los nacionalistas, populistas y socialistas por su anacrónico desarrollismo, sin proponer alternativas al desarrollo, salvo el cambio de dieta, el cambio en el consumo, la renuncia a la tecnología, a la que no habrá que renunciar, sino, mas bien, no efectuarla, pues tal tecnología no se encuentra bajo el control de las periferias del sistema-mundo capitalista.
Si se evalúan las propuestas del socialismo real, incluyendo las propuestas de los nuevos socialismos, también las propuestas de los populismos, comparándolos con las propuestas de estos “críticos” liberales, vamos a ver que, fuera de las críticas puntuales a las contradicciones y anacronismos de los discursos marxistas y los discursos populistas, sus propuestas son más débiles y generales que la de sus criticados. A pesar de los autoritarismos señalados, la propuestas marxistas y populistas, de todas maneras, son más completas, menos generales, más próximas a los problemas, que lo que acaban de ser las nuevas propuestas liberales. De todas maneras, a diferencia de las propuestas liberales, las otras propuestas, las “criticadas”, tocan ciertos factores intervinientes de la realidad, aunque terminen manteniendo los recortes de realidad sin lograr completar la mirada de la complejidad, embarcándose, mas bien, en la “ideología”, que sustituye a la realidad efectiva por la realidad imaginaria. Están entonces lejos de ofrecernos una explicación completa, adecuada, pertinente, de la complejidad del mundo contemporáneo, salvo la letanía de la repetición “ideologiza” de las bondades del liberalismo y de la democracia formal.
Cuando critican a las corrientes que intentan hacerlo, que incursionan en la complejidad, se les atoja, a estos “críticos” liberales, de que se trata de delirios posmodernistas, de las cuales, las supuestas corrientes posmodernas, conocen poco; no las han estudiado, salvo la captación de información de referencia de segunda mano. Por ejemplo, llegan a decir que la crítica de Antonio Negri es una mezcolanza de un marxismo revisado hasta el escándalo y un heideggerianismo reforzado. Nada más equivocado, sobre un autor que se distancia, diferencia y critica la filosofía de Heidegger, considerándola como filosofía consumada del nihilismo. Se nota que desconocen tanto a Negri como a Heidegger. Sin embargo, tienen que decir algo, cualquier cosa, sobre estas corrientes, para descartarlas, descalificarlas, como buenos sacerdotes del liberalismo, de las buenas costumbres y de la formalidad académica.
No se trata de defender a Negri, se defiende sólo. Sino de defender el debate propuesto, abierto, no solo por ellos, es decir, Negri y compañía, tipificados como posmodernos, sino otras corrientes, que, obviamente no son posmodernas - este es otro desconocimiento descalificador -; abrir el debate incursionando nuevas rutas que conectan ámbitos de la complejidad, sinónimo de realidad. Si se busca debatir con estas corrientes, estigmatizadas como posmodernas, lo adecuado es cuestionar sus corpus teóricos, contrastándolos con los acontecimientos del presente; pero, no se hace ni una ni otra cosa. Se opta por algo parecido a la práctica de la “ideología” marxista, la que se “critica”; caricaturizar al enemigo y pulverizar la caricatura con una caricatura de crítica. En esto se parecen; lo que nos muestra que entre ellos, marxistas ortodoxos y liberales, hay algo en común, lo que hemos llamado repliegues conservadores, además de tener ambos un enemigo común, lo que los hace amigos, por lo menos, en este tema; el enemigo es el inventado posmodernismo, que no corresponde al posmodernismo efectivo, que es, mas bien, arquitectónico.
Desde esta perspectiva, ¿qué vendrían a ser los populismos y nacionalismos? Son repliegues; empero, sin las pretensiones universales del liberalismo y del socialismo. No son cosmopolitas, como bien dicen los “críticos” liberales; se trata de repliegues concretos en lugares específicos; responden a la crisis política, económica, social y cultural, desatada por la modernidad y la expansión del capitalismo, recurriendo como defensa a las propias tradiciones o lo que consideran tradiciones, dependiendo del sujeto de la enunciación. Entonces se da lugar a una modernización combinada con las tradiciones, convertidas, paradójicamente, en dispositivos de modernización sui generis, la que daría lugar a la preservación cultural. Como todo repliegue político e “ideológico”, desde nuestra interpretación, es un nuevo sedimento sobre la geología sedimentada de la matriz inicial conservadora.
Frente a estos repliegues, que corresponde a reterritorializaciones, es decir, reterritorializaciones “ideológicas” e institucionales, la potencia social, múltiple, plural, de memoria dinámica, creativa y alterativa, opta por los flujos de líneas de fuga, por los despliegues constantes, inventivos, libres, desterritorializando, en el sentido de reinvención constante de los territorios, de los espesores territoriales; en otras palabras, de los ciclos vitales. A diferencia de la desterritorialización capitalista, que convierte en desiertos los territorios, los espesores territoriales, haciéndolos desaparecer, conformando, en sustitución, un espacio estriado abstracto, la cartografía del mercado. Efectúa esta desterritorialización mercantil para re-territorializarse en el Estado, en las instituciones, en la “ideología”.
[1] Ver de Gilles Deleuze: El pliegue. Paidós; Barcelona 1998. Pág. 11.