Hoy asistimos a la crisis orgánica y cíclica del ciclo del capitalismo vigente, en su etapa de dominación financiera. La crisis de sobreproducción desatada en la década de los setenta, del siglo pasado, se ha transformado, en la intermitente secuencia de crisis financieras, que corresponden a las burbujas especulativas, al capitalismo especulativo
Las omisiones de la “critica” liberal
Raúl Prada Alcoreza
La pretendida crítica liberal, ostensivamente dirigida a los populismos y a los socialismos, sobre todo marxistas, también a los indianismos, encuentra sus objetos de la crítica, también sus sujetos de la crítica, así como los conceptos de la crítica; lo hace en los puntos y temas que ya han sido abordados por el debate interno de los criticados. No hay ninguna novedad en esta crítica; salvo la repetitiva enunciación y descalificación de lo común, que compartirían los populismos y socialismos, el pecado de autoritarismos, además indilgando a los populismos y nacionalismo, así como a los indianismos, de retornar a los prejuicios tradicionales afincados en el alma local. Bueno, esto, este estilo de “crítica”, no debería llamarnos la atención, pues estamos ante un típico comportamiento “ideológico”. Lo que acusa la “critica” liberal a los pensamientos, teorías, discursos criticados, que es, el confundir la realidad con sus ideales, le ocurre también al liberalismo y sobre todo a la pretendida crítica liberal. Esta “crítica” es incapaz de criticarse, de encontrar los mismos problemas, de confundir los ideales con la realidad, en su propio discurso. El Estado de derecho del que habla es un ideal, en la realidad efectiva el Estado de derecho efectivo adquiere singularidades que lo distancian del ideal, llevándolo incluso a contradecir su ideal. En los Estado de derecho, que se reclaman de liberales y de ser tales estados, se vulneran los derechos, se usan las leyes para administrar ilegalidades, se usa el Estado de derecho para cometer violaciones constitucionales, aunque se encubra con discursos leguleyos enrevesados. El Estado de derecho también, efectivamente, es un régimen autoritario.
Ni el ideal de Estado socialista, ni el ideal del Estado de derecho, ni el ideal del Estado-nación soberano, ni el ideal de un retorno al Estado ancestral, se efectivizan y tampoco se realizan; estos ideales son finalidades políticas, que no se cumplen, pues las finalidades son abstractas, en una constelación de campos y espesores de fuerzas, en la yuxtaposición de distintos campos sociales, en las dinámicas de las complejidades, que al articularse de una manera específica, logran singularidades históricas concretas, que se manifiestan en ámbitos de dispersión y diferenciación.
No se trata, por lo tanto, de medir o evaluar la distancia entre el ideal y la realización concreta del proyecto político. Es como evaluar la complejidad a partir de la medida abstracta, sencilla y simple, por lo tanto inútil para evaluar, del ideal, lo que acontece en las dinámicas de la complejidad, sinónimo de realidad. El problema es otro; se trata de comprender y de entender las mecánicas y dinámicas de las fuerzas concurrentes, en sus formas de choque, de asociación, de composición, también de diseminación, de deterioro y decadencia. En resumidas cuentas, en lo que respecta a la política, que es el tema de la discusión, se trata de comprender y entender los campos de fuerza, los planos de intensidad y los espesores de las fuerzas, que se conjugan en esa paradoja de potencia/poder.
De esta manera, estamos lejos del juicio moral, el juicio de los jueces, otro puesto de poder, estamos lejos del juicio racional abstracto, por lo tanto reducido, juicio que exige un comportamiento racional a las conductas sociales, estamos lejos de los juicios “ideológicos”, que exigen comportamientos establecidos por el modelo político, así como las religiones monoteístas exigen conductas reglamentadas a sus fieles. De manera distinta, no-moral, no-racional abstracta e instrumental, aunque si racional integral, no “ideológica”, buscamos describir, por lo menos en sus provisionalidades interpretativas, las conformaciones, las configuraciones, las formaciones económico sociales, las narrativas, las tramas de los imaginarios, involucrados en acontecimientos histórico políticos singulares.
La crítica liberal critica el anti-ecologismo desarrollista de los nacionalismos, los populismos, los socialismos, incluso, el anacronismo no-desarrollista indianista; empero, se olvida tocar el anti- ecologismo del sistema-mundo capitalista, del que forma parte el extractivismo. Pone en tela de juicio los regímenes autoritarios; pero, se olvida mencionar las formas autoritarias de los regímenes liberales. Pone en cuestión los límites teóricos del marxismo; sin embargo, se olvida decir, por ejemplo, comparando, que las teorías liberales son más simples que las teorías marxistas, que por lo menos tienen gradaciones de complejidad, por más mínimas que sean, incluso en el marxismo crítico adquieren gradaciones de complejidad mayores. Como se puede ver, no solo el liberalismo, como teoría política, como paradigma político, sino también la pretendida crítica liberal se comportan como “ideología”; son una “ideología” más en el contexto de las “ideologías” de la modernidad, por más encontradas que crean hallarse.
Hoy asistimos a la crisis orgánica y cíclica del ciclo del capitalismo vigente, en su etapa de dominación financiera. La crisis de sobreproducción desatada en la década de los setenta, del siglo pasado, se ha transformado, en la intermitente secuencia de crisis financieras, que corresponden a las burbujas especulativas, al capitalismo especulativo. Ante esta evidencia contundente, la “crítica” liberal no dice nada. Prefiere blandir su tabla de leyes del Estado de derecho, como el referente absoluto, que no deja de ser abstracto, no solo ideal, sino aconsejable ante las calamidades del presente. Cree que este ideal es una solución a los autoritarismos, a los prejuicios tradicionales y localistas recurrentes, cuando este ideal no es más que un dispositivo discursivo en las formaciones discursivas jurídica-políticas, por lo tanto, un dispositivo de poder para acallar las voces de denuncia de las desigualdades, de las violaciones de derechos, de las guerras policiales imperiales recurrentes, desde fines del siglo XX y entrando a la segunda década del siglo XXI. Un dispositivo de poder para entregar los recursos naturales, en condiciones más onerosas de que lo hacen los regímenes nacionalistas, populistas y socialistas. Además, en este caso, contradictoriamente, pues los regímenes llamados neoliberales, privatizaron, entregaron concesiones, vulnerando las constituciones nacionales.
Ahora, ante el debacle decantado de los regímenes populistas y también recordando el derrumbe de los estados socialistas de la Europa oriental, blanden su anacrónico discurso liberal, su ideal de Estado de derecho, como si fuesen la solución a todos los problemas del presente. Olvidan que estos problemas aparecen también, a veces con más intensidad, en los regímenes concretos liberales. Esta pose crítica liberal es, en todo caso, más inocente que la pose disciplinaria izquierdista. Ambas formaciones discursivas, la liberal y las socialistas, forman parte de las formaciones discursivas de la modernidad. Obviamente sirvieron, en su momento, para orientar acciones y prácticas políticas que cambiaron el mundo; pero, de ahí a creer que se trata de verdades históricas y políticas hay una gran diferencia. Como todo dispositivo discursivo, “ideológico”, también teórico, así como toda materialización institucional, sufre su propio deterioro, mostrando, cada vez más claramente, los límites de un modelo, que no alcanza a responder los desafíos de la complejidad de los acontecimientos histórico-políticos del presente. Recurrir a estos paradigmas, ya sean discursivos, “ideológicos”, políticos, incluso institucionales, para resolver los problemas sociales, políticos, económicos y culturales del presente, es comportarse religiosamente, como lo hacen las religiones monoteístas, pretendiendo la verdad revelada, que debe ser acatada por los creyentes.
No se trata de ninguna manera de condenar ni al liberalismo, ni a la crítica liberal, tampoco al socialismo, ni los populismos, así como a los indigenismos, ni a sus pretendidas críticas a las otras “ideologías”; esto sería caer en lo mismo, como lo hacen cada una de estas pretendidas verdades históricas y políticas, jurídicas y políticas. Se trata, mas bien, de comprender las dinámicas de las fuerzas sociales que hacen emerger, incluso re-emerger, redundando anacrónicamente, estas formaciones discursivas. ¿Qué escasez teórica, qué limitaciones e inhibiciones, que pueden ser compartidas, en una misma episteme, es lo que lleva o conduce a reiterar discursos dados, en un momento, donde fueron vitales, en cambio, en la actualidad resultan anacrónicos y desfasados? Esta es la pregunta que vamos a tratar de responder.
En principio, lo haremos presentando hipótesis interpretativas de inicio; después, en otros ensayos, intentaremos describir, por lo menos algunos campos de posibilidad de estos fenómenos discursivos y políticos:
Hipótesis interpretativas iniciales
Sobre los desplazamientos y rupturas epistemológicas y políticas, en la contemporaneidadLas epistemes de la modernidad, analíticas, universalistas, historicistas, evolucionistas, instrumentalistas, cosmopolitas, habrían llegado a su límite epistemológico. Sus capacidades, sus posibilidades, sus facultades, habrían dado todo de sí, más allá, sería no solamente recurrente sino serían obstáculos epistemológicos para el propio conocimiento, sobre todo para el substrato de los conocimientos, las comprensiones. El mundo como acontecimiento en devenir se presenta con una complejidad no visualizada en la modernidad clásica; ante esta complejidad, ante este mundo transformado, las herramientas teóricas heredadas son insuficientes, hasta inútiles y son obstáculos para comprender, conocer, interpretar y actuar en la complejidad contemporánea del mundo. Es menester no solo ingresar a la episteme de la complejidad, de las teorías de la complejidad, las nuevas herramientas teóricas, que se proponen precisamente comprender las dinámicas de la complejidad, sino también salir de los presupuestos morales, así como de los dualismos esquemáticos, como del amigo/enemigo y otros, como del desarrollo/atraso. Esto implica salir de la ilusión de la razón fantasma, de la racionalidad instrumental y de la racionalidad abstracta, integrando la razón, las racionalidades, a la percepción, a la experiencia, a la memoria, a la intuición y a la imaginación; por lo tanto, desplegando la racionalidad integral. Es menester comprender que la existencia es paradójica, que la vida es paradójica; por lo tanto, las praxis sociales son paradójicas. En consecuencia, el grave error de las “ideologías” de la modernidad, de las políticas de la modernidad, incluso de las ciencias de la modernidad, fue pretender resolver contradicciones optando por un lado de la paradoja, convirtiendo la paradoja en una aporía; es decir, llevando a una situación irresoluble. Aunque este cercenamiento de la existencia y de la vida se haya dado por procedimientos, métodos y estrategias de la economía política generalizada, que valoriza lo abstracto y desvaloriza lo concreto, de la relación paradójica, convirtiéndola en una contradicción, por lo tanto en una relación social que no es otra que relación de dominación. Aunque esta economía política generalizada se presente como dialéctica, la que pretende superar la contradicción con la síntesis dialéctica; eso no es más que una hipóstasis teórica, que supera la contradicción efectiva como si fuesen contradicciones conceptuales, elaborando una síntesis especulativa, como el decurso religioso de la resurrección. La episteme compleja tiene como tarea comprender las dinámicas paradójicas de la existencia, de la vida, de las praxis sociales. Comprender la íntima vinculación, conexión, articulación e imbricación de la composición compleja de la paradoja. Comprender, por ejemplo, cómo los cambios, que no dejan de ser azarosos, se basan en el afincamiento de recurrencias conservadoras. En definitiva comprender la paradoja de azar y necesidad, donde la necesidad es como la síntesis disyuntiva del azar y el azar es como la condición de posibilidad de la necesidad.