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Cineastas autónomos kurdos forman una “comuna” del cine

Diagonal :: 13.09.15

Rojava, el Kurdistán occidental en el noreste de Siria, es un campo de batalla en el que florecen experiencias tan estimulantes e inspiradoras como una comuna cinematográfica.

Comuna de cine de Rojava: esta revolución sí está siendo filmada

Rojava, el Kurdistán occidental en el noreste de Siria, es un campo de batalla en el que florecen experiencias tan estimulantes e inspiradoras como una comuna cinematográfica.
Jose Durán Rodríguez
09/09/15 · 8:00

La comuna de cine de Rojava lleva dos meses trabajando para producir, proyectar y difundir trabajos audiovisuales realizados allí.

Asediada en la actualidad por el Estado Islámico y Turquía, y atravesada por la guerra civil siria desde hace cuatro años, la región kurda de Rojava vive desde el 19 de julio de 2012 una profunda revolución democrática en la que el poder gobierna contra el poder, diluyéndose en una experiencia de autogestión comunitaria en la que resuenan ecos del levantamiento zapatista en México en 1994 o de las colectividades agrarias en la España de 1936.

Desde 2012, los tres cantones de Rojava (Cizire, Kobane y Efrin) funcionan de manera autónoma bajo premisas enfrentadas al capital y al Estado y altamente feministas. Han conseguido reducir a la mínima expresión al régimen de Bashar al-Assad, que sin embargo aún controla algunas infraestructuras en estos territorios.

La nueva administración, denominada Administración Autónoma Democrática y encarnada en el Consejo Supremo Kurdo, se construye desde abajo a través de consejos juveniles, cooperativas y comunas de barrio en las que se guarda equilibrio entre kurdos, árabes y asirios, las poblaciones de la región; y se defiende con las Unidades de Protección Popular y las Unidades de Defensa de Mujeres, que protagonizaron la resistencia al ataque del Estado Islámico en Kobane.

En este febril ecosistema de efervescencia política y lucha armada por la supervivencia, hace dos meses se creó en Dirbesi (Cizire) la comuna de cine de Rojava, la institución de la autonomía para organizar, producir y proyectar películas desde allí.

“Lo que procuramos es mostrar nuestras necesidades mediante el cine, y ser capaces de dar respuesta a ellas con ese mismo medio”, explican a Diagonal desde la comuna de cine de Rojava.

Entre sus objetivos principales enumeran una larga lista en la que incluyen “responder a la limpieza cultural practicada contra nuestro pueblo, ser una voz para la gente y sus causas justas, difundir el cuidado por las películas y el cine tras años de supresión en el régimen Baath, jugar un papel principal en liberar al cine del capital y no permitir que se convierta en un simplificado producto de consumo comercial, ofrecer espacio a artistas para que hagan realidad sus ideas, ésas que no ven la luz en el sistema actual, ser un medio y un lugar en el que puedan desarrollar su arte libremente, sin obstáculos”.
¿Qué es la comuna de cine de Rojava?

Somos una institución, pero una que no tiene nada que ver con lo estatal. Nuestro funcionamiento está a años luz del dogmatismo, autoritarismo y totalitarismo. Somos un establishment abierto. Nuestros objetivos, planes, éxitos, fracasos, nuestras fuerzas y debilidades, nuestra capacidad e incapacidad. Todo, absoluta­mente todo, depende de la gente, de su crítica y sugerencias. Compartimos nuestras aptitudes, trabajos y tareas y ciertamente tenemos en cuenta las habilidades de cada persona y la importancia de sus trabajos y lo apropiado del lugar y del momento. Pero mayormente todos los trabajos son participados y cooperativos. Nadie se limita a una sola tarea, todo el mundo se implica en las diferentes fases del proceso, al menos con opiniones y sugerencias, empezando por la toma de decisiones y acabando por la evaluación de los resultados.
¿Por qué la habéis formado?

En el pasado, especialmente en la era del régimen Baath, casi todos los tipos de asociaciones estaban prohibidas. La organización de la gente les aterraba. No había más colectivos que los vinculados al sistema. Por supuesto, no había nada relacionado con el cine fuera del marco del sistema. Con la revolución en Rojava, la necesidad más apremiante para la gente era organizarse, y así se hizo en lo social, lo político y lo económico. Como artistas y creadores de cine sentimos que necesitábamos organizarnos en una institución, buscando unir esfuerzos para poder hacer un relato que defina la revolución y lo que está pasando aquí desde nuestra perspectiva. Y precisamente por las características que el cine requiere aquí, por su importancia para instruir a los espectadores y construir esa educación cinematográfica, consideramos que la mejor forma para esa institución era la comuna.
¿Cómo os relacionáis con las otras comunas de Rojava?

Todas las instituciones y comunas en Rojava, ya sean militares, políticas, sociales o culturales, son únicamente formas de autoorganización de la gente. La comunidad participa y se organiza dentro de estas estructuras, al igual que nosotros lo hacemos dentro de esta comuna cinematográfica. Esto resume nuestras relaciones con esas otras organizaciones: somos hijos e hijas de la misma comunidad, la misma cultura, la misma gente amante de la vida.

¿La comuna de cine tiene una dimensión formativa?

Necesitamos enseñar cine a la gente y, de hecho, hay mucho interés, especialmente por parte de los más jóvenes, en aprender. Una oportunidad como ésta de contar los sueños y las miles de historias que se viven, especialmente en un período de revolución, era imposible en el pasado. La comuna no es una escuela en sí pero una de sus secciones se dedica a enseñar y una de sus tareas es establecer una academia. El 4 de octubre abrirá la Escuela de Bellas Artes en Rojava y la comuna gestionará el departamento de cine, donde se impartirá teoría del arte cinematográfico para jóvenes directores.
¿Es posible desarrollar un cine alternativo a la gran industria en vuestras condiciones?

Hay muchas experiencias y ejemplos de cómo crear un cine alternativo al de la industria. Y también hay experiencias y ejemplos de cine revolucionario, de cine de guerra, del uso de la cámara como un arma. Consideramos todas estas experiencias y toda la historia del cine como un legado del que nos beneficiamos y aprendemos, también de sus errores y limitaciones. Tam­bién creemos que el arte en general, y en especial el cine, no debe estar separado de la realidad y de la historia y cultura de los pueblos. Éstas son, fundamentalmente, las bases de nuestra línea como alternativa y seguimos pensando y trabajando sobre ello. ¡Somos nuevos! Pero creemos que es muy posible, como evidencia nuestra revolución día a día.
Arte revolucionario

En los dos meses de existencia de la comuna, de las ocho personas impulsoras se ha pasado a 22 y han desarrollado varios proyectos, en distintas etapas de producción. El más avanzado es un documental sobre la masacre contra los yazidíes, una minoría religiosa kurda, en Sinjar en agosto de 2014 por parte de Estado Islámico, que está listo para ser estrenado y al que buscan dar difusión internacional.

En la postproducción se encuentran un corto sobre la comunidad y la revo­lución en Rojava y otro documental sobre el festival de arte infantil que se celebró allí entre el 2 y el 12 de agosto. Otro proyecto en el que trabajan actualmente trata de la coexistencia de los pueblos en Rojava.

“La cultura es el resultado material y moral de una comunidad, y dado que la comunidad hizo la revolución, es un error mirar la cultura como algo separado de la revolución”

“Dado que la cultura es el resultado material y moral de una comunidad, y dado que la comunidad hizo la revolución, es un error mirar la cultura como algo separado de la revolución. Es una parte esencial de ella, lo que garantiza su continuidad. El arte es lo que mejora el espíritu comunitario, que es el espíritu de esta revolución. Podemos verlo así: hay un sueño o una idea que cada artista quiere alcanzar y convertirla en realidad. Y también hay un sueño de una comunidad, el sueño de una revolución, y esto es lo que queremos lograr con la comuna de cine de Rojava”, afirman.

Pese a las extremas condiciones en las que se encuentra toda la zona, la actividad cultural no se ha detenido en Rojava y enfrenta las dificultades con un planteamiento similar. “Hay centros culturales y artísticos en cada ciudad de Rojava, aunque no se llamen comunas su funcionamiento y estructuras lo son. Se hace teatro, música, canciones y bailes tradicionales y también se escribe”, aseguran con orgullo.

En el guión de trabajo de la comuna de cine de Rojava figuran tres planos de actuación para lograr desarrollar un ambiente próspero para el cine, que incluya todos los ámbitos posibles, incluidas la formación o la cooperación internacional.

Así, con la organización, el primero de estos puntos, pretenden establecer vínculos, fomentar asociaciones y sindicatos para quienes se dedican a los rodajes o quieren hacerlo. También aspiran a coordinar festivales y eventos para mostrar los trabajos realizados.

El segundo de los ámbitos es la proyección, con el que quieren dar difusión a las películas de la comunidad local y también a otras extranjeras subtituladas o dobladas al kurdo y a los otros idiomas de los pueblos de Rojava.

Y el tercer eje que articula su discurso cinematográfico es la propia producción de material y la colaboración con quienes quieran llevar a cabo proyectos audiovisuales en la región.
Amar, reír, vivir

Desarrollar cualquier actividad colectiva en un entorno tan hostil como el que rodea a Rojava tiene un valor difícil de apreciar y medir desde fuera. El aliciente de hacer se enfrenta a la necesidad de sobrevivir, con la muerte como compañía inevitable. La vida, en cualquier caso, siempre se impone, recuerdan desde la comuna de cine de Rojava.

“Llora­mos a nuestros mártires y sonreímos a nuestros niños. Cosechamos nuestros campos, limpiamos las calles, servimos a nuestro pueblo. Amamos. Reímos. Vivimos”
- ¿Cuáles son los principales obstáculos que con los que os estáis encontrando?

Es una situación de guerra muy dura, hemos perdido a muchas mujeres y hombres muy valiosos en esta lucha por nuestros derechos. Las consecuencias son durísimas, tanto físicas como psicológicas. Pese a ser un incentivo para trabajar, también lo hace mucho más difícil. Aquí no hay infraestructuras para el trabajo cinematográfico, como consecuencia de esas políticas de negación cultural. Estamos empezando casi desde cero. También estamos bajo un embargo y un asedio. Todas las fronteras y pasos están cerrados. Traer los más básicos requerimientos técnicos es muy difícil. Aun así, trabajamos para superar estos obstáculos porque sabemos que no estamos solas. Hay mucha gente fuera que nos apoya.
- ¿Cómo se vive en Rojava ahora mismo?

Quizá la situación ahora es menos complicada pero sigue siendo muy difícil. Hay una guerra y estamos en estado de sitio desde todas las direcciones. Nuestros corazones están sitiados. La muerte, muy presente. Pero resistimos. Esta­mos construyendo una nueva vida brillante desde esa muerte. Curamos las heridas de otros y sufrimos las nuestras. Bailamos y peleamos. Llora­mos a nuestros mártires y sonreímos a nuestros niños. Cosechamos nuestros campos, limpiamos las calles, servimos a nuestro pueblo. Amamos. Reímos. Vivimos.


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