En el mundo, en constante devenir, que, incluso, puede ser concebido o imaginado, como una interjección de múltiples universos, en distintas escalas, se mueve, funciona, contiene dinámicas, en distintas escalas, planos y espesores de intensidad, entre fuerzas concurrentes, en distintas escalas; fuerzas que inciden, componen, se asocian, creando desplazamientos en el tejido espacio-temporal. La razón y el conocimiento son meros instrumentos de estas fuerzas
Potencia y acontecimiento
Raúl Prada Alcoreza
Hay que salir de la ilusión moderna que cree que son la razón y el conocimiento los que dirigen el mundo, que rigen el decurso del mundo, que orientan su evolución; como resumía ingenuamente un teórico o analista bets seller, diciendo que el conocimiento es poder, aludiendo a una tercera ola de la revolución industrial, tecnológica e informática[1]. Esta creencia o esta “ideología” responde a la irradiación de la metafísica en la modernidad; metafísica que ha edificado su filosofía, por así decirlo, en la conjetura indemostrable de las esencias y sustancias, que, por cierto, no solo son abstractas, sino inexistentes, salvo en la cabeza de los modernos[2]. En el mundo, en constante devenir, que, incluso, puede ser concebido o imaginado, como una interjección de múltiples universos, en distintas escalas, se mueve, funciona, contiene dinámicas, en distintas escalas, planos y espesores de intensidad, entre fuerzas concurrentes, en distintas escalas; fuerzas que inciden, componen, se asocian, creando desplazamientos en el tejido espacio-temporal[3]. La razón y el conocimiento son meros instrumentos de estas fuerzas; en vano, el hombre moderno las ha convertido, a la razón y al conocimiento, en fines supremos y, sobre todo, en la realización trascendental del sentido ontológico[4]. Esto no es más que una ilusión de un imaginario encaracolado en sí mismo.
Ningún discurso, ninguna teoría, ninguna filosofía, ninguna ciencia, ninguna “ideología”, ninguna razón, funciona por sí misma, ninguna es autónoma. Son producciones de prácticas, de relaciones, de asociaciones, de composiciones sociales, que se edifican sobre la experiencia y la memoria social. Si la teoría persiste, si el discurso se difunde, si la filosofía se enseña, si la ciencia se estudia, es porque las mónadas sociales hacen que esto ocurra; constantemente reproducen el paradigma teórico, hacen circular los discursos, ponen a disposición o comentan las filosofías heredadas, registran, clasifican, analizan, reaprenden las ciencias. Por lo tanto, todas estas composiciones son los efectos de complejas actividades de las fuerzas entrelazadas. También de fuerzas que componen instituciones, que hacen de plataformas organizadas para la captura de fuerzas, su retención, la canalización de su potencia, orientando su realización en productos diseñados. La razón y el conocimiento son efectos del conglomerado de esta dinámica de las fuerzas.
Como varias veces hemos dicho, no se trata de tener la razón, sino de tener la fuerza para incidir en el decurso de los acontecimientos. Dicho de otra manera, no se trata de ser razón sino de ser acontecimiento. La razón y el conocimiento están integrados en el acontecimiento. Ciertamente no cualquier razón ni cualquier conocimiento se terminan integrando e incidiendo en el acontecimiento, sino aquella razón y aquel conocimiento adecuados a la complejidad del acontecimiento. Por lo tanto, lo que hay que valorizar, por así decirlo, no es la teoría, sea científica o filosófica, sino la composición compleja donde se encuentra esta teoría; composición, por cierto, que no es solamente teórica o discursiva, sino que cuenta con dispositivos materiales que la hacen posible, como las instituciones; pero, sobre todo, las composiciones e irradiaciones de fuerzas, que conforman ambientes, climas, atmósferas culturales, donde se mueven los humanos, respirando circulaciones simbólicas, circulaciones narrativas, imaginarios transmitidos[5].
En vano se desgañitan las academias en enseñar las verdades científicas o filosóficas, cuando la selección de las teorías, de los discursos, pertinentes, no las hacen estas instituciones prestigiosas, sino el desenvolvimiento mismo del acontecimiento. Las teorías más adecuadas, más útiles, por así decirlo, son las que forman parte del tejido espacio-temporal-territorial-social-cultural. Lo que hacen las academias es montar escenarios de validación institucional, donde se efectúa la ceremonia del encumbramiento, ungiendo a los referentes institucionales, a los elegidos institucionalmente, como representantes de la nobleza académica. Pero, todo esto no es más que una autocomplacencia y la ilusión de la satisfacción de estar en poder de la verdad científica o filosófica. En otras palabras, esta ceremonialidad académica forma parte de los juegos de poder. La vida está en otra parte, la vida discurre, se mueve, por otra parte y de otra manera. Se queda, por así decirlo, lo que es útil a la vida, a sus ciclos vitales, a sus memorias sensibles, a su potencia, que es creación e inventiva.
En lo que respecta a las “ideologías” políticas, adquieren una configuración y una composición complejas, en el sentido del entrelazamiento de planos y espesores de intensidad de los cuerpos, aquellas que impactan en el conglomerado social. Al respecto, ciertamente, “ideologías” institucionalizadas, que ya cumplieron su ciclo, persisten tercamente, acudiendo al círculo vicioso de instituciones, que también cumplieron su ciclo, instituciones que se afincan en estructuras de poder incrustadas como reminiscencias, pero, se niegan a morir, se imponen mediante violencias, aparentando juventud, cuando ya sus arrugas desbordadas develan la decrepitud, que las aleja del presente y las arrastra a la nada. Hablamos entonces, si se quiere, para entendernos e ilustrar, de “ideologías” nuevas, concurrentes, en los campos de fuerzas. No de las “ideologías” ateridas a un pasado imaginario.
Desde esta perspectiva, se puede decir que, si bien ha habido distintos discutiros marxistas, distintas corrientes marxistas, distintas versiones interpretativas teóricas, solo algunas se han plasmado en los tejidos sociales. Son estas las que se pueden llamar consistentemente marxistas, en el sentido de lo que pretende esta concepción del mundo, ser teoría y praxis, es decir, realizarse en la praxis, ser comunismo, en el sentido de la dinámica de las luchas en el presente. Ahora bien, el marxismo, en su composición compleja, por lo menos, durante parte del siglo XX, que articula teoría, “ideología”, partido, organización proletaria, prácticas y acciones efectivas, en territorios concretos, atravesados por problemáticas específicas, en coyunturas álgidas, como composición singular que ha tenido impacto, entonces forma parte de un tejido social, de la irradiación histórico-política. En otras palabras, propiamente el marxismo singular, como teoría y praxis, que ha afectado a la sociedad, a los rumbos sociales, incidiendo en sus decursos, también llega a cumplir su ciclo. Los marxismos singulares, que cumplieron su ciclo, se convierten en un obstáculo político cuando buscan persistir, aferrándose, agarrándose de las estructuras del poder constituidas, buscando la eternidad imposible, justificada imaginariamente por la eternidad de sus verdades. Esto es también, y de manera más evidente, forma parte de los juegos de poder; de ninguna manera, de la continuidad de las luchas emancipativas y libertarias.
No necesariamente este ciclo “ideológico” de impacto, que forma parte de una composición compleja singular, tiene que haberse realizado en el poder, con la toma del poder, con su estatalización. Puede haberse dado su impacto en la recepción entusiasta del proletariado, en la adaptación y adecuación, por parte del proletariado, de esta “ideología” aceptada, al desenvolvimiento de sus luchas. El ciclo “ideológico” habría concluido; en este caso, se habría dilatado en un periodo político intenso. Pasado el cual, en otro periodo, con problemáticas mutadas, cambiadas, hasta transformadas, en caso extremo, entonces, distintas, la “ideología”, de impacto anterior, ya no es útil a las luchas de este otro presente. En todo caso, en la mejor de las situaciones, forma parte de la memoria de las luchas, es la herencia referencial de esa memoria. Buscar la persistencia de esa “ideología”, como si estuviera edificada en verdades inamovibles, es también caer en los juegos de poder, que destruyen las capacidades de lucha, en un presente distinto.
Las “ideologías” populistas no tienen estas características de la “ideologías” emancipadoras, como las que fueron, en su momento, de esta manera, las marxistas. Mas bien, conforman un bricolage abigarrado de discursos mezclados, ordenados por una narrativa mesiánica y milenarista, actualizada en la convocatoria del mito del caudillo. Las “ideologías” populistas pueden presentar pretensiones “ideológicas” emancipadoras, incluso tomar fragmentos, des-contextuados, de las narrativas de las “ideologías” críticas y emancipadoras; sin embargo, el collage discursivo populista no deja de ser, mas bien, “ideología” institucional del viejo Estado, del viejo régimen, de la vieja sociedad institucionalizada, en crisis. Lo que hace la “ideología” populista es barnizar el edificio desvencijado con colores y símbolos aparentemente innovadores, simuladamente emancipadores. Se trata de una “ideología” de emergencia, para salvar el antiguo régimen y el Estado patriarcal. Por lo tanto, como en los otros casos, forma parte de los juegos de poder, solo que en este caso, se presentan estos juegos de poder de una manera enrevesada y saturada.
En todos estos juegos de poder, que tienen como eje a estas “ideologías” eficaces, en su momento, aparecen los apologistas imperturbables; quienes se encargan de presentar las narrativas correspondientes como verdades eternas y comprobadas. Estos apologistas odian la duda o el poner en cuestión las narrativas del poder, odian la crítica. Para hablar metafóricamente, metáfora que expresa, sin embargo, una regularidad histórica, estos apologistas son como la figura recurrente de los inquisidores, solo que en otros personajes, con otros discursos, con otras religiones, mas bien, “ideologías”, en sus distintas formas y tonalidades; en otros escenarios y coyunturas. La regularidad consiste en que con solo recurriendo al uso de la violencia se puede inhibir, sino es el intentar hacer desaparecer, las certezas sociales de que todo cambia, todo cumple su ciclo, y hay que renovar las instituciones, las narrativas y los imaginarios.
En el pensamiento complejo, el análisis no se enfoca en los discursos, en las teorías, sino en las composiciones complejas singulares, donde se encuentran estos discursos y estas teorías, como parte del tejido complejo. Ya no se trata del análisis del discurso o de la teoría, de sus lógicas y su paradigma, de su alcance descriptivo o explicativo, sino de comprender de cómo funcionan en la dinámica misma de la complejidad de la composición singular, de cómo se articulan con los otros hilos del tejido, integrando una composición singular. Se trata de un análisis integral de la complejidad dada.
El valor, por así decirlo, de una teoría no se encuentra en el alcance del paradigma, en sus pretensiones de verdad, que puedan corroborarse, sino en la capacidad de articulación, en el tejido de la composición compleja singular. El valor de la teoría no se encuentra en la racionalidad abstracta, en las pretensiones universales de esta racionalidad fantasma, sino en la racionalidad concreta, integrada en la composición compleja y singular, de que se trate. Entonces, el análisis complejo enfoca no entelequias sino composiciones complejas en el tejido espacio-temporal social.
Composiciones complejas singulares
Abordemos, como ejemplo, tres aproximaciones a composiciones complejas singulares. Hablamos ciertamente de composiciones complejas en el tejido espacio-tiempo-social. Se trata de reflexiones, que ilustran sobre la complejidad articulada, de tres composiciones complejas singulares, en el tejido social de la constelación de composiciones singulares, que antes, en el discurso marxista, por lo tanto, en uno de los discursos de la modernidad, se denominaba formación económico-social boliviana. Estas aproximaciones reflexivas, dejando pendiente sus investigaciones, en la episteme compleja, suponiendo también metodologías relativas a la complejidad, son las tres composiciones singulares, que se dieron - si se puede hablar así, para decirlo; pues, en verdad, no se puede, en el pensamiento complejo, que concibe la simultaneidad dinámica - en lo que se llamaba antes temporalidad histórica-política, en su momento, en su coyuntura, diferida en el lapso correspondiente. Todas las composiciones complejas, las constelaciones de composiciones singulares, que las contienen, se encuentran en constante devenir. En este sentido, la reflexión se aposenta en el diseño que dejan estas composiciones, en un momento determinado, para cambiar después; incluso si cierta estructura combinatoria de la composición se mantiene. En consecuencia, lo que diremos, a propósito de los ejemplos seleccionados, tiene alcance ilustrativo, para comprender las mecánicas y dinámicas de los funcionamientos de estas composiciones complejas singulares, que pueden también imaginarse como tejidos entrelazados, en planos y espesores intensos, articulados e integrados.
El primer ejemplo corresponde al acontecimiento del marxismo de guardatojo, que nace en la asociación y combinación de varias composiciones singulares, conectadas en los flujos del tejido social[6]. Quizás una de las composiciones singulares de este acontecimiento sea aquella que articula partido obrero, discurso marxista de transición, que concibe la revolución como permanente, con una militancia bolchevique, es decir, profesional. Articulando también al partido con las dinámicas moleculares del proletariado boliviano minero, cuya experiencia y memoria social de las luchas, tiene larga data, en un contexto, por así decirlo, de crisis múltiple del Estado-nación. Forma Estado, cuyas características, en ese entonces, venían enunciadas, por el análisis y la interpelación política, como Estado oligárquico, también “Súper Estado Minero”, refiriéndose al dominio de los “Barones del Estaño”.
El otro ejemplo es la composición singular compleja correspondiente al acontecimiento del nacionalismo-revolucionario; es decir, de lo nacional-popular. Quizás una de las composiciones complejas singulares, en la constelación de composiciones que dieron lugar a este acontecimiento mencionado, sea aquel que articula y combina “ideología” populista, en la singularidad con la que aparece a mediados del siglo XX, en Bolivia, acompañada o, mas bien, expresada en un discurso dualista, que distingue nación de colonia, nacionalismo y coloniaje[7]. En las articulaciones de esta composición singular aparece la organización partidaria, dúctil, flexible, amplia, heterogénea, del partido nacionalista y populista, que se atribuye, a sí mismo, las características de movimiento político. La articulación de la composición también comprende no solo al proletariado, por sus vínculos y su incursión en la dirigencia y en los comandos, sino al pueblo, a lo popular-urbano, así como a las formaciones campesinas. Hay que atender a esta composición singular, por lo menos, en dos etapas, por así decirlo; la etapa de la resistencia al gobierno de facto, y la etapa de gobierno, después de la revolución nacional.
El tercer ejemplo seleccionado es el relativo a la composición compleja singular correspondiente al acontecimiento político populista-indígena, de fines de siglo XX y principios del siglo XXI. Es también quizás aquélla composición singular, que forma parte de la constelación de composiciones singulares que hacen al acontecimiento aludido, que articula resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, organizaciones sindicales campesinas, convocatoria electoral popular, vínculos con movimientos sociales anti-sistémicos, que estallan independientemente y de manera distinta, que lo que acontece en el Chapare y en los Yungas. Articulando también a la resistencia y defensa con la tarea de conformación de un partido populista, que propaga una “ideología” populista recompuesta, “ideología” que mezcla, como toda “ideología” populista, esta vez, nacionalismo revolucionario o, mas bien, sus reminiscencias fragmentadas, con la “ideología” indianista, aunque también indigenista[8]. Así como con fragmentos dispersos y desconectados de pronunciaciones del discurso marxista, que, en su generalidad imaginada, aparece como fragmentos improvisados del discurso socialista. Esta “ideología” populista-indigenista se mantiene abierta, mucho más que la “ideología” populista del nacionalismo revolucionario, incorporando en su seno a tutti quanti. La articulación se da entre este partido populista y el campesinado del trópico cochabambino, extendiéndose al resto de las formaciones campesinas, después. En la medida que el impacto electoral crece, al crecer la convocatoria del partido populista, las articulaciones se dan con el conjunto abigarrado de las clases sociales populares, sobre todo urbanas. También, en este caso, hay que, por lo menos, distinguir dos etapas; la de las resistencias sociales, que se convierten, a partir del 2000, en ofensiva social; y la etapa de gestión de gobierno.
Como se puede ver, la problemática y la temática no residen en los límites de la “ideología”, en los errores políticos, en las inconsecuencias, en las características y condiciones del capitalismo dependiente y del modelo extractivista, en los alcances limitados del populismo; en todos estos temas, que se hallan en recortes de algunos planos de intensidad, manejados como sueltos y aislados, sino en el funcionamiento de los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular, composición singular entrelazada con otras múltiples composiciones singulares, en la constelación compleja de composiciones que hacen al acontecimiento singular.
En el primer ejemplo, podemos encontrar el diseño de esta composición singular, en el funcionamiento e impacto de las conexiones del partido obrero con el proletariado minero, no como generalidad, sino en las formas y maneras concretas de cómo aparece este proletariado, en sus relaciones con el partido obrero[9]. En la formación de cuadros, en la difusión y recepción, en las reuniones políticas, en los congresos, en los distintos campamentos mineros, donde se hace activismo político, en la militancia, sobre todo, de trabajadores mineros, en la participación del partido en los sindicatos. Las conexiones también se extienden, aunque de manera más difusa, al resto de la sociedad; quizás importe, sobre todo, la relación o el impacto de la convocatoria del POR en los imaginarios sociales; ¿cómo es percibido por los distintos sectores, estratos y clases sociales? También hay que tomar en cuenta, para el diseño de la composición singular, las relaciones con los otros partidos políticos, sobre todo marxistas, como el PC; pero, también con el MNR, en sus dos etapas, la de las resistencias y la de gobierno.
Esto del funcionamiento de estas conexiones, que corresponden a las articulaciones de la composición singular, es importante, pues esta dinámica es la que conforma la composición; también es la que, en entrelazamiento con otras composiciones singulares, que hacen al acotamiento del marxismo de guardatojo, inciden en el tejido espacio-tiempo-social, del periodo en cuestión (1946-1971). Lo que importa, lo que queda, lo que deja huella, por así decirlo, es este funcionamiento en el tejido, pues, precisamente estos funcionamientos y dinámicas de las composiciones singulares son las que tejen el tejido social.
Se puede decir que la principal incidencia se da en el proletariado minero; incidencia de la composición singular de esta conectividad del partido obrero, de estas ondas, frecuencias y vibraciones, de sus cuerdas, en el espacio-tiempo social, donde vibran las otras cuerdas, las del proletariado minero[10]. Por lo menos, en lo que respecta al imaginario político del proletariado minero, del periodo político en cuestión. Impacto en el imaginario social, que incide en los comportamientos y conductas políticas del proletariado, por lo menos, en las argumentaciones usadas para interpretar sus acciones.
La explicación de lo que acontece se encuentra en la tonalidad, por así decirlo, en la intensidad de la vibración de las cuerdas sociales. La intensidad del activismo político incide en la medida que hay también intensidad en la recepción; a su vez, hay impacto en el activismo político en la medida que la intensidad de la movilización obrera impacta en la recepción del partido. Estas vibraciones y ondas, que se dan en el ámbito de estas conexiones del partido con el proletariado minero, impactan en los planos de intensidad de la sociedad, en la medida que sus recepciones también son intensas. Parece que es en los periodos de crisis que las sociedades abren sus poros sensibles.
Se trata de conjunciones fértiles, por así decirlo, de ondas, de vibraciones, de frecuencias, de cuerdas sociales, que pueden, en condiciones de posibilidad de apertura y de circunstancias propensas, dar lugar a una sinfonía social y política, que es la que toca el acontecimiento. No es pues, en cualquier circunstancia, en cualquier condición, en cualquier situación, que se puede dar el acontecimiento; no se puede repetir a gusto y antojo. Lo sugerente es que son estos acontecimientos, que son, si se quiere, escasos, los que dejan huella en la memoria social. Lo que comúnmente se dice que hace historia.
El acontecimiento es único, irrepetible, por eso, es singular. Es vano buscar repetir un acontecimiento; esto es imposible. No solo porque las condiciones de posibilidad han cambiado, son otras, el espacio-tiempo-social ha mutado, se ha transformado, sino porque la incidencia voluntaria es apenas uno de los factores, en algunos planos de intensidad de la complejidad; cuando intervienen, en contraste y efectivamente, una pluralidad y multiplicidad de factores, en distintas escalas. El acontecimiento vivido, experimentado, hendido en la memoria, puede ser aprendido, servir de aprendizaje, para mejorar la incidencia voluntaria en el acontecimiento presente. De lo que se trata es de participar creativamente en el acontecimiento presente.
Los acontecimientos no se dan por voluntad; es más, las voluntades forman parte del acontecimiento; son algunas de las singularidades en la multiplicidad de singularidades y procesos singulares entrelazados, que conforman y configuran el acontecimiento. Hay que aceptar el acontecimiento y experimentarlo intensamente, participando con toda la potencia social acumulada, incidiendo en sus decursos. Por eso, pretender mantenerse en una “ideología”, que fue de impacto en un periodo político intenso, es como querer usar esa “ideología”, correspondiente a un acontecimiento singular, en otro acontecimiento, que tiene otras características y otras condiciones de posibilidad. No solamente es vano; pues no se tendrán los resultados esperados, sino que la “ideología” se comporta como un obstáculo político, inhibiendo las capacidades de lucha.
En el segundo ejemplo, podemos encontrar otro diseño de la estructura de composición compleja singular, participe del acontecimiento del nacionalismo-revolucionario. Las articulaciones que aparecen, conectan al imaginario popular, conformado en la experiencia social de la primera mitad del siglo XX, en un país de adentro del continente, en un país interno y mediterráneo, bordeado por sus cordilleras al oeste y extendido en sus llanos y selvas al este. Una experiencia social cuya densidad mayor se concentra en la explotación minera. Es en el sustrato de esta experiencia de donde emerge la narrativa nacionalista y popular, contestataria a la legalidad, legitimidad y dominación de la oligarquía minera. Sin embargo, la experiencia minera, no es la única; hay otras, que tienen que ver con otros ámbitos de desenvolvimientos sociales, más poblados; en un caso, en su forma dispersa, las formaciones campesinas; en otro caso, de manera concentrada, las formaciones urbanas. Estas experiencias también generan sus imaginarios populares; quizás en las formaciones campesinas emergen utopías de recuperación de la tierra; quizás en las formaciones urbanas nazcan mitos de modernidad, de industrialización, también utopías de soberanía. No siempre los imaginarios se comunican, ni siempre efectúan sus hermenéuticas; es más probable que se prejuzguen a partir de las pre-narrativas imaginarias propias. Sin embargo, pueden conectarse parcialmente, intersectarse parcialmente, y ocasionar hermenéuticas fragmentadas incompletas. De todas maneras, es la formación discursiva la que interpreta estos imaginarios y puede construir una narrativa. Esto hace la formación discursiva del nacionalismo revolucionario. El substrato imaginario de este discurso del nacionalismo revolucionario no es, inmediatamente, ninguno de los imaginarios populares, aunque éstos hagan de substratos del substrato del discurso. El imaginario del discurso es, mas bien, intelectual. Son los intelectuales nacionalistas los que construyen una narrativa, la que interpreta, desde su punto de vista y perspectiva, lo que los otros imaginarios, los populares, expresan. Son las narrativas y no los imaginarios los que pueden operar efectivamente en la interpelación a una forma de poder, a una estructura de poder; pueden difundirse como discursos, como “ideología”, pueden coadyuvar en la argumentación de las organizaciones, políticas y sindicales, involucradas en la resistencia a la forma de poder vigente y odiado. Entonces, en este caso, tenemos prioritariamente la articulación de la “ideología” del nacionalismo revolucionario, con el mismo partido populista, con las organizaciones barriales, los comandos, con las organizaciones sindicales, también en relación con otros partidos y en relación antagónica con el gobierno.
Estamos ante una composición compleja singular de la “ideología” con el conjunto de sus conexiones, en distintos planos de intensidad, con distintos dispositivos sociales y políticos, con distintas organizaciones sindicales y políticas. Incluso, en conexión con las teorías modernas, que usa en la conformación de su propia narrativa; aunque lo haga de una manera fragmentaria, sin utilizar o tener en cuenta la totalidad de estas teorías. Mas bien, la narrativa del nacionalismo revolucionario es más práctica que teórica, por así decirlo; le interesa desplegar la trama, teniendo en cuenta las imágenes ya afincadas en los imaginarios populares. No teoriza, sino narra, en el sentido llano de la palabra; expone la historia dramática de la nación afectada, desterrada en su propia tierra, exilada en su propia tierra; para convocar a la nación a levantarse contra la opresión, contra los opresores, que colonizan la nación. Por estas características de la narrativa nacionalista revolucionaria, la “ideología” populista en cuestión es altamente eficaz, tanto en su convocatoria, así como en la transmisión de su mensaje. Es comprensible para el pueblo.
En imaginarios populares, que son más asequibles, más sensibles, a este tipo de narrativas convocantes, por estar más próximas a los sentidos comunes y a las pre-narrativas imaginarias populares, el discurso del nacionalismo revolucionario tiene más posibilidades de impactar, de incidir en las conductas y comportamientos de las clases sociales de la nación oprimida. Si bien no es un discurso que enriquece, en el sentido de desplazamientos del saber, pues se mueve en lo ya sabido, en lo ya digerido en la experiencia social, su difusión y expansión política tiene mayor alcance.
Por lo tanto, las cuerdas de esta “ideología” vibran intensamente, son recepcionadas intensamente, en los ámbitos sociales de sus conexiones; en consecuencia, logran tocar una sinfonía con las otras cuerdas, inherentes en esos ámbitos sociales, pues las notas ya se conocen y están en la memoria. Es una sinfonía que ya está en el repertorio histórico, por así decirlo. No es una sinfonía nueva, creada recientemente, como ocurre con el anterior ejemplo.
Como hablamos de dos etapas del populismo nacionalista revolucionario, diremos, metafóricamente, que la sinfonía gusta en la etapa de las resistencias; empero, comienza a disgustar por sus repetición saturada, su recurrencia aburrida. Es más, en la repetición y recurrencia el placer de la percepción se convierte en displacer; el movimiento compuesto de las cuerdas se desgasta. Peor aún, el uso del poder institucional, el Estado, apresura el ciclo del acontecimiento, ingresando rápidamente a su crepúsculo y clausura.
En lo que respecta al tercer ejemplo, podemos encontrar el diseño de la estructura de la composición compleja singular, en la constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento de la “ideología” del populismo-indigenista, en una articulación sui generis entre las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba, gestoras de la defensa de los cultivos de hoja de coca; primero, en su relación con su entidad matriz, la CSTCB; después, con la COB. Este contexto de relaciones y conexiones sindicales, sobre todo, las relativas a las organizaciones campesinas, es primordial para desprender el proyecto que va adquirir el nombre connotado de Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. En principio, el Instrumento Político, que nace en el fragor de las reuniones, de los debates, de los foros, y, por último, en un Congreso campesino, como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, se proyecta novedosamente. Lo que se mostraba, por lo menos, en dos intenciones políticas e “ideológicas”; por una parte, conformar un Instrumento Político de las organizaciones sociales; lo que le daba un carácter distinto al partido o movimiento político. El partido, en este caso, está subordinado, por lo menos, en el proyecto inicial, a las organizaciones sociales. La otra intención proyectada, tiene que ver con una perspectiva descolonizadora, al concebir un Instrumento Político de las organizaciones sociales como de-colonial, Instrumento que se asumía como expresión de las naciones y pueblos, no solamente indígenas. Entonces, estamos ante un proyecto pluralista y plurinacional.
Podemos entonces comenzar a trazar un periodo político intenso, cuyo corte inicial se puede situar entre 1996-97, años en que el Congreso campesino asume el proyecto del Instrumento Político como propósito orgánico de los sindicatos campesinos.
Siguiendo con la descripción de las conexiones de la resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, en distintos planos de intensidad, con otros dispositivos, incluso composiciones singulares, podemos encontrar las conexiones de dispositivos orgánicos y de dispositivos políticos, en ciernes, en el proyecto y desarrollo inicial del Instrumento Político, con las ONGs. Por lo menos, aquellas, que, en principio, se encuentran en programas alternativos de desarrollo al cultivo de la hoja de coca; después, muy pocas, en compromisos, más que programas, de defensa de los cultivos de la hoja de coca; y posteriormente, con ONGs “izquierdistas”, que apoyan directamente la proyección del Instrumento Político. Muy temprano, en este proceso de constitución, de lo que debería haber sido el Instrumento Político de las organizaciones sociales, las formas orgánicas de gestación del Instrumento Político entran en contacto con organizaciones políticas, también fundaciones y ONGs de la “izquierda” internacional. En el mapa de estas conexiones, de la resistencia y la defensa de la hoja de coca, de sus formas orgánicas de la resistencia y defensa, teniendo como base operativa y orgánica a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, se encuentran las organizaciones políticas de “izquierda” o lo que queda de ellas; después de la crisis política, la segunda, una vez dado el derrumbe de la UDP[11]. No se puede dejar de lado, en el mapa de estas conexiones, a los medios de comunicación, que, si bien, puede haberse dado una relación conflictiva y sensacionalista, hasta adversa, con un conjunto de medios empresariales, el MAS tenía también una relación, que podemos denominar solidaria, con medios no empresariales; hablamos no solo de las radios populares, sino de medios que forman parte de la Iglesia Católica. Lo que debería ser el Instrumento Político de las organizaciones sociales y terminó siendo el MAS, un partido, más que movimiento social, que no es Instrumento Político de las organizaciones sociales, sino que convierte a las organizaciones sociales en instrumentos del partido, es un fenómeno también mediático; este hecho no se puede obviar en el análisis.
No vamos a extender más la descripción del mapa de las articulaciones y conexiones de la composición compleja singular; dejaremos esta extensión para la investigación. El ejemplo sería abrumador; por otra parte, adquiriría connotaciones más complicadas. Lo que importa ahora, en esta ilustración, es mostrar las características del análisis complejo, su enfoque en los funcionamientos, los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular.
En esta perspectiva, la del pensamiento complejo, en el análisis de los tejidos sociales del acontecimiento, se destaca el impacto, de este diseño de la estructura de la composición singular, en el tejido social y político de la coyuntura y del inicio del periodo, en cuestión. Este impacto tiene que ver con la repercusión en los imaginarios de un símbolo cultural, el de la hoja de coca, que, a la vez, aparece como símbolo de-colonial, y, a la vez, como símbolo de resistencia antiimperialista. Ciertamente, en otros ámbitos, no populares, la hoja de coca, mas bien, aparece como un signo descalificado, debido al uso de la hoja de coca en la producción de cocaína. Entonces, asistimos a una especie de debate “ideológico”, mas bien mediático, en torno a las interpretaciones políticas del símbolo o signo de la hoja de coca. En otras palabras, la defensa de la hoja de coca se politiza, adquiere connotaciones antiimperialistas, en una micro-región, donde se desenvuelve lo que se puede llamar, acertadamente, guerra de baja intensidad.
Por lo tanto, la politización no solo tiene como eje esto del proyecto del Instrumento Político y esto de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, sino también el eje de la interpretación “izquierdista”, por lo menos de una parte de la “izquierda”, de que la defensa de la hoja de coca es antiimperialista. A la larga, el eje más efectivo y preponderante va a ser éste, el del carácter antimperialista de la defensa de la hoja de coca.
A propósito de lo que decimos, hay que salir de toda irradiación de las teorías de la conspiración. No se puede aceptar, por lo menos, demostrar y sustentar, la hipótesis de que todo lo que acontecía, en lo que respecta al impacto de los ejes mencionados, formaba parte de un plan, de una conspiración política, por más emancipadora que pueda pretender ser esta conspiración. De ninguna manera, los proyectos como los del Instrumento Político, sus características plurinacionales, evidentemente forman parte de un proyecto; empero, sus conexiones con los otros ejes, los impactos en el tejido social y político, son, mas bien, casuales, usando este término para ilustrar y contrastar. Es muy difícil sostener que los planes humanos se realicen plenamente; una vez que se despliegan, en busca de su realización, provocan consecuencias inesperadas, precisamente porque los dispositivos operativos no controlan el conjunto de variables intervinientes; son, mas bien, sobrepasados por la complejidad.
Se puede decir, sin mucho riesgo de errar, que el MAS, por sí solo, contando con este mapa de sus conexiones, con la composición compleja singular, en una constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento, no podría haber llegado a donde ha llegado, dicho popularmente, al poder. Es el estallido de otros movimientos sociales anti-sistémicos el que ha favorecido el decurso que toma el MAS. Entonces, en el mapa entran las relaciones, las conexiones, incluso contradictorias, de concurrencia, de debate y desacuerdos, entre este proyecto del Instrumento Político y los otros movimientos sociales anti-sistémicos.
La problemática, en esta cuestión última, es la siguiente: ¿Por qué el MAS ha terminado beneficiándose políticamente de la movilización prolongada y no los otros movimientos sociales anti-sistémicos, o alguno de ellos? Responder a esta pregunta equivale a comprender la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes, en ese periodo político intenso, comprender la dinámica de la composición molar de esas fuerzas. Pero esta comprensión no se logra por medio de los análisis acostumbrados, basados en los esquematismos duales, atrapados en paradigmas racionalistas; hablando de la razón abstracta, que nombramos como razón fantasma; análisis lineales y deterministas. La comprensión es posible en el análisis complejo de las dinámicas inherentes al tejido espacio-tiempo-social-político-cultural del periodo, en cuestión (1996-2015).
En este ensayo no podemos explayarnos en la descripción de los diseños de las estructuras de las composiciones complejas singulares, relativas a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se desplegaron en el periodo de la movilización prolongada (2000-2005). Aunque describimos, de manera más detallada, aspectos, características, formas y perfiles de estos movimientos sociales, en los análisis realizados por Comuna[12], estos análisis todavía se inscriben en la episteme moderna de los esquematismos dualistas. Ahora, se requiere del análisis complejo de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales-culturales. Como se trata ahora, de exponer ejemplos ilustrativos, dejaremos para más adelante, para otros ensayos, la exposición de composiciones complejas singulares, relativas a estos movimientos sociales anti-sistémicos.
Por de pronto, lanzaremos la siguiente hipótesis interpretativa: el movimiento autogestionario de la guerra del agua, el movimiento indianista del bloqueo indígena-campesino, el movimiento nacional-popular de la guerra del gas, el movimiento descolonizador de las organizaciones indígenas originarias, los movimientos dispersos y diversos, relacionados a la resistencias al costo social neoliberal, en los que sobresalen los movimientos de los y las prestatarias, así como de los jubilados, el movimiento resurgente del proletariado, sobre todo del proletariado nómada, se presentan como movimientos, que adquieren otro perfil, de características autónomas y de autogobierno, por lo menos, en los dos primeros, como movimientos anti-estatalistas. Esta proyección política, ponderable por cierto, dada la crisis múltiple del Estado-nación, dada la experiencia acumulada a través de las historias políticas de la modernidad, convierten a estos movimientos sociales anti-sistémicos en imposibles, por así decirlo, en el marco institucional político establecido, el de la democracia formal. Solo podrían haber prosperado si la mayoría poblacional, si la mayoría del pueblo, hubiera adquirido también una propensión anti-estatal. Sin embargo, esto es precisamente lo que no pasó, lo que era difícil que pase, cuando el pueblo, por así decirlo, se encuentra atrapado en el imaginario estatal.
El MAS era y es estatalista, a diferencia de la Coordinadora del Agua y la defensa de la vida, por lo menos, en su proyección auténtica e intensa; a diferencia de la CSTCB de entonces (2000). Organizaciones que no propendían a mantenerse en reformas del Estado-nación, sino se proyectaban a la realización esperada de una forma política global alternativa. Esta proyección y límite estatalista del MAS, a la vez restringía sus pretensiones emancipadoras, sus poses de-coloniales, sus fintas soberanas, incluso sus retóricas socialistas, al tamaño de un Estado-nación subalterno, al tamaño del campo económico del capitalismo dependiente. Y, a la vez, lo convertía en viable, en los márgenes permitidos por el sistema-mundo capitalista. Ésta, quizás, es la razón de fondo del porque el MAS pudo beneficiarse de las victorias de la movilización prolongada, victorias políticas, como las de la guerra del agua y de las de la guerra del gas, en las que el MAS tuvo poco que ver, si es que no tuvo nada que ver.
Entonces, se puede decir que las cuerdas, inherentes a la resistencia y defensa de la hoja de coca, vibraron, de tal manera, que su vibración, si bien, no fue crucial en los desenlaces de la movilización prolongada, fueron como las notas finales de esta sinfonía social. Lo que recuerda la “memoria” – usando irónicamente el término - mediática son estas notas finales, no recuerda el proceso. Institucionalmente, políticamente, en sentido restringido, se impone lo mediático, en el periodo de las gestiones gubernamentales, aunque no se imponga históricamente, en el largo ciclo y en las estructuras de larga duración. Hay pues una historia oficial, que se sostiene institucionalmente, mediáticamente, propagandísticamente, que busca convencer de una “descripción” de los hechos, de la secuencia de hechos, eventos y sucesos, del llamado “proceso de cambio”; “descripción” que, sin embargo, no es sostenible. Al respecto, lo que importa no es oponer, a esta invención de la historia de los vencedores, la pretensión de objetividad, como se hacía en la episteme de la modernidad, pues esta objetividad solo se puede mover en algún plano de intensidad, o, en el mejor de los casos, en algunos planos de intensidad; desconectados y aislados, quizás vinculados, de manera forzada y no propia. Lo que se requiere es el análisis complejo de los tejidos entrelazados del acontecimiento, de la constelación de composiciones complejas singulares entrelazadas, que hacen al acontecimiento. Esto no es objetividad, sino comprensión integral de la simultaneidad dinámica.
—NOTAS
[1] Ver de Alvin Toffler La tercera ola. https://profesorparticulardecomunicacion.files.wordpress.com/2015/04/toffler-alvin-la-tercera-ola.pdf.
[2] Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI.
[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.
[4] Ver de Raúl Prada Alcoreza Pensar es devenir. Universidad Nuestra Señora de La Paz. La Paz 1999.
[5] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.
[6] Ver de Raúl Prada Alcoreza Marxismo de guardatojo. Dinámicas moleculares. La Paz 2015.
[7] Ver de Carlos Montenegro Nacionalismo y coloniaje. http://www.libreriajuventud.com/archivos/1326.pdf.
[8] Se distingue indianismo de indigenismo; el indianismo se refiere a la “ideología” de liberación de las naciones y pueblos indígenas; el indigenismo se refiere a la solidaridad mestiza hacia las naciones y pueblos indígenas.
[9] Ver de Raúl Prada Alcoreza Marxismo de guardatojo. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.
[10] Ver de Raúl Prada Alcoreza Desde la sinfonía musical del universo hasta la sinfonía social. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.
[11] La primera crisis de la “izquierda” fue cuando se truncó a la Asamblea Popular con el golpe de Estado del General Hugo Banzer Suarez.
[12] Revisar la colección de libros de Comuna, que fueron publicados por La Muela del Diablo. La Paz 1995-2008.