Hay que desplazarse, hay que dar lugar a enfoques no estatalistas, enfoques que partan de las percepciones sociales, de sus experiencias y memorias, sobre todo, de su alterabilidad. Hay que ver lo que no ven los enfoques estatalistas, hay que descubrir los espesores intensos que se entrelazan en el tejido social.
Pliegues y despliegues de los movimientos sociales
Raúl Prada Alcoreza
Necesitamos hablar de movimientos sociales en su singularidad. Un movimiento social no responde a regularidades, a analogías, aunque las pueda generar. El movimiento social emerge de una problemática también singular. Hay que encontrar el nacimiento de este movimiento social en esa problemática, en su estructura, su composición, su propia complejidad. Son sospechosas las teorías de los movimientos sociales, pues parten de un modelo, de una idea, si se quiere de un paradigma, desde el cual se decodifica e interpreta a los movimientos sociales. Las aproximaciones a los movimientos sociales se diferencian precisamente por el paradigma del que se parte. Quizás por corrientes teóricas, quizás también por periodo, de cuando se ha elaborado esa teoría. Nadie dice que las teorías sobre los movimientos sociales no hayan ayudado a comprenderlos. Lo han hecho. Sin embargo, ya no se trata de identificar, rasgos, características, condiciones, formas de organización y formas de desplegarse y de difundirse. Formas de mutar en el tiempo, además de formas y procedimientos de lucha, de convocatoria. Convertir estos rasgos, esas características, las condiciones, las formas, en signos de una interpretación, que se convierte en una narrativa que describe y explica el movimiento. Ahora, se trata de comprender la dinámica de la complejidad singular del movimiento social[1].
Esto parece que se puede lograr si desciframos la problemática de donde emerge el movimiento social, las conexiones, articulaciones, participación en esa problemática. También lograr comprender la experiencia social en esa problemática, las interpretaciones colectivas de la problemática, de retener esa experiencia en la memoria social. Entonces podremos pasar a las formas de la acción, del despliegue de su movilización, del despliegue de su discurso, de su interpelación. Entonces podremos hurgar en el proceso de su politización. También entender sus relaciones con el resto de la sociedad, sus contradicciones y antagonismos con el Estado.
No se necesita olvidar las teorías de los movimientos sociales, lo que nos han enseñado, en sus investigaciones, en sus descripciones, en sus explicaciones, incluso en sus modelos construidos. Son parte de la memoria del análisis complejo. Están incorporados en este análisis; sin embargo, el análisis complejo se diferencia de esas teorías por la mirada, mejor dicho, la percepción integral del movimiento social, que se desplaza y articula distintos planos y espesores de intensidad, del mundo que constituye y que lo constituye. Las teorías de los movimientos sociales han privilegiado algunos planos de intensidad, no necesariamente articulados, menos integrados. Conciben estos planos de intensidad como dimensiones donde aparece el movimiento social, donde deja su huella; la que es estudiada, para describir este despliegue. Sin embargo, esta dimensión o dimensiones, en las que se desplaza el movimiento social, no es un espacio exterior donde la inscripción del movimiento social deja su huella. Ningún plano de intensidad es pasivo, tampoco exterior, así que no puede ser tomada como una dimensión. El plano de intensidad emerge de los cuerpos mismos del movimiento social; son los cuerpos los que pliegan y despliegan esos planos de intensidad. Los planos de intensidad atraviesan los cuerpos porque los cuerpos tejen, precisamente esos planos de intensidad.
Un movimiento social no es exactamente la multitud que la compone, no se resume en la masa en movimiento, no es la cantidad desplazada o si se quiere, de manera cualitativa, no es la intensidad o la fuerza del movimiento, en tanto capacidad de movilización y alcance. El movimiento social es la vibración, las vibraciones, en el tejido social. La pregunta es cómo el movimiento social, las cuerdas del movimiento social, afecta a las otras cuerdas del tejido social. Si sus vibraciones afectan a las otras vibraciones. Se necesita comprender la comunicación del movimiento social con el resto de la sociedad; si se da o no. ¿Depende de la capacidad de convocatoria del movimiento social? ¿Depende de la capacidad de recepción del resto de la sociedad? ¿Depende del momento, si este es apropiado para las resonancias o no? ¿Depende de las tonalidades de las notas que emite el movimiento social? ¿Depende de la sensibilidad perceptiva del resto de la sociedad? ¿Cuándo la sociedad abre sus poros perceptivos y decodifica las vibraciones emitidas por el movimiento social[2]?
No podríamos aproximarnos a todo esto, a todas estas preguntas, sino comprendemos, antes la problemática. ¿Las demandas del movimiento social que problemática enfrentan? No confundamos esto con reducir la problemática al objeto de las demandas, a la clasificación de las demandas, al significado de las demandas. Eso no es la problemática, son listas, que son recogidos en los planteamientos o en los pliegos petitorios. La problemática se configura en los órdenes de relaciones que afectan a los miembros del movimiento social. ¿De qué modo estos ordenes de relaciones constriñen a los componentes de movimiento, lo agobian, lo despojan, lo afectan? Entonces, también, al revés, ¿cómo las cuerdas, múltiples cuerdas del tejido social afectan a las cuerdas del movimiento social; en este caso, no lo dejan vibrar a gusto?
Entonces, el movimiento social es parte del tejido social. Hay que leer entonces ese tejido, el juego de sus hilos, la composición de su textura, el juego de colores, de figuras que conforman los hilos en el tejido. No se puede estudiar el movimiento social; aislarlo como objeto de estudio. No hay movimientos sociales aislados, como una especie adelantada de la sociedad, la que actúa. El movimiento social es como una composición del mismo tejido social; nace en el tejido social, resuena en el tejido social, quiere tejer en el tejido social, cambiar composiciones, asociaciones y combinaciones sociales. Es aquí donde se puede conmensurar o dimensionar el alcance, la intensidad, del movimiento social.
A veces, no muchas, los movimientos sociales logran vibrar intensamente en todo el tejido social, logran hacer vibrar también a las otras cuerdas, múltiples y plurales, del tejido social. Es cuando se ocasiona una sinfonía social, que conmueve a todo el tejido, logrando mover, mutar, transformar las composiciones sociales. En la modernidad, se han llamado a estos acontecimientos, revoluciones. Como todos sabemos, este acontecimiento no es pan de cada día; se da muy de vez en cuando. Acontece cuando hay una conmoción en todo el tejido social; cuando las vibraciones de las cuerdas alcanzan intensidades fuertes, además de lograr en conjunto algo así como una explosión y su irradiación expansiva.
Sin embargo, lo que estudian las teorías de los movimientos sociales son los movimientos que no llegan a ocasionar ese acontecimiento mayúsculo, denominada revolución. Estos acontecimientos son estudiados por los historiadores o los analistas de la política, los estudiosos de la política. Los sociólogos de los movimientos sociales estudian los movimientos que aparecen con sus demandas, se movilizan, interpelan al Estado, al gobierno, a las autoridades pertinentes; pero, no necesariamente se prolongan hasta convertirse en un acontecimiento político. Desde la perspectiva de los historiadores, podrían interpretarse estos movimientos como truncados, por no haberse realizado como revolución o no tener efecto estatal. Aunque, dependiendo del carácter del movimiento pueden tener efecto cultural. Sin embargo, visto de otra manera, estos movimientos pueden, mas bien, interpretarse, como flujos permanentes de la misma sociedad, como parte de sus acciones, prácticas, de carácter, mas bien, alterativo, aunque puntuales, incluso imperceptibles. En otras palabras, los movimientos sociales pueden interpretarse como las pronunciaciones vitales de la sociedad. Entonces, más que movimiento social distinto, un tanto aislado, diferenciado de la sociedad, mas bien, es la sociedad misma en su dinámica, en su bullente actividad. Desde esta perspectiva, en tanto movimientos sociales circunscritos, acotados, singulares, la movilización social no es escaza, es, mas bien, proliferante.
Recogemos la propuesta que hicimos en La explosión de la vida[3]; estudiar las sociedades no desde la mirada institucional del Estado, sino desde la capacidad alterativa de las sociedades. Entonces, no se trata de la contradicción de la sociedad movilizada o parte de ella con el Estado, el gobierno, que la encarna, sino, al revés, la sociedad es desde ya alterativa, siempre, es su forma de vivir; es el estado el que se defiende de la sociedad en movimiento; por eso, prohíbe, norma, regula, administra, reprime, usa la violencia.
Consideramos que las teorías de los movimientos sociales se han equivocado en esto; por estudiar los movimientos sociales desde la mirada estatal, como con el estudio de la sociedad desde el enfoque estatal, deducen las contradicciones, hasta antagonismos, de los movimientos con el gobierno, con el Estado, con las autoridades. Sin embargo, no es así, no ocurre así, desde la perspectiva de la alterabilidad. Son las instituciones fijadas, ancladas, sin capacidad de movilidad, flexibilidad, ductilidad, mutación y cambio, las que resisten el embate constante de los flujos sociales.
Desde esta perspectiva, hay que hablar, mas bien, del análisis de las sociedades alterativas, no institucionalizadas, aunque una parte de la sociedad lo esté, la representada y reconocida por las instituciones estatales. Todas las sociedades son alterativas, sino fuera así, no podrían ser sociedades, es decir, constante asociación, constante composición, constante combinaciones de composiciones y asociaciones. Lo que pasa es que se ha invisibilizado, por el enfoque estatalista, de las ciencias sociales modernas, a la sociedad alterativa.
Desde esta otra mirada, se observa que las teorías sociales, incluyendo a las teorías de los movimientos sociales, forman parte de la legitimación del poder, aunque haya teorías que se reclamen, mas bien, de críticas, denunciantes, interpeladoras, hasta revolucionarias. El problema no está en que no lo quieran ser, mas bien, quieren que sea así, además su crítica apunta a cuestionar el Estado, el gobierno, el sistema. Pero, no se trata de buenas intenciones, de voluntad de cambiar, de, incluso, teorías críticas; el enfoque estatalista, que no quiere decir que necesariamente defiendan el Estado; pueden, mas bien, cuestionarlo; sino se trata que el enfoque estatalista observa la sociedad desde los ojos estatales, desde las clasificaciones institucionales, desde los estereotipos estatales, también desde los prejuicios estatales. Sin quererlo, mas bien, queriendo hacer lo contrario, el enfoque etatlista lleva a legitimar el poder, precisamente porque permite hacer, permite que lo cuestionen, hasta interpelen. Con esto no se dice, de ninguna manera, que no vale la pena hacer críticas, denunciar, interpelar, sino que estas actividades, disposiciones, posicionamientos, devela solo parte de los planos de intensidad, parte de la problemática. No logra ver la integralidad de la complejidad misma que hace al movimiento social.
Por eso, hay que desplazarse, hay que dar lugar a enfoques no estatalistas, enfoques que partan de las percepciones sociales, de sus experiencias y memorias, sobre todo, de su alterabilidad. Hay que ver lo que no ven los enfoques estatalistas, hay que descubrir los espesores intensos que se entrelazan en el tejido social.
Alteridades y alternativas en la movilización prolongada
Como en los análisis realizados en Comuna[4]; después, como los ensayos Largo octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas[5]; tres ensayos que corresponden al periodo de la movilización prolongada y al periodo siguiente del proceso constituyente, hablamos de movilización prolongada refiriéndonos a los movimientos sociales anti-sistémicos desatados desde la guerra del agua hasta la segunda guerra del gas, pasando por el bloqueo indígena campesino y la primera guerra del gas y la segunda guerra del agua; es decir, el periodo que arranca en abril del 2000 y alcanza junio del 2005. Todos estos análisis se efectúan desde la perspectiva del marxismo crítico y la perspectiva de las teorías nómadas. Después de la Asamblea Constituyente comienza otro periodo, que llamaría de evaluación crítica del llamado “proceso de cambio”, también de los enfoques dados en el análisis de la movilización prolongada. Los ensayos y análisis que se escriben, incluyendo una entrevista que se publica, desde aproximadamente el 2010 hasta el 2013, corresponden a esta evaluación crítica; también corresponden a un desplazamiento que comienza con la crítica al enfoque marxista, incluyendo al marxismo crítico, compartido. Quizás de una manera más suave, la crítica a las teorías nómadas, aunque también su retoma crítica. Desde el 2013 comienza otro periodo, que llamaría de incorporación al pensamiento complejo, lo que denomino episteme compleja. Este ensayo sobre los movimientos sociales pretende desplegar un análisis sobre los mismos, ahora, desde la perspectiva del pensamiento complejo. Volvemos entonces al acontecimiento de la movilización prolongada, empero, desde el enfoque de la complejidad.
¿Cuáles son las alteridades que desplegaron las movilizaciones del 2000 al 2005? ¿Cuáles son las problemáticas de la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, de la CSUTCB del 2000, de los sindicatos campesinos del Altiplano y la Junta de Vecinos de la ciudad de El Alto, del conjunto de las organizaciones sociales, comprendiendo ayllus, comunidades, juntas de vecinos, sindicatos campesinos, sindicatos obreros, incorporándose notoriamente obreros mineros y cooperativistas mineros en las movilizaciones de mayo y junio del 2005?
Primero diremos que las alteridades que emergen, explosivas, en abril del 2000, en Cochabamba, cuando se inicia la llamada guerra del agua, teniendo como antecedentes, batallas del agua anteriores, sobre todo con los regantes, composición social y organización de los distribuidores del agua, tanto en zonas rurales como en zonas suburbanas, que no contaban con asistencia municipal de agua potable. Las alteridades forman parte de las dinámicas mismas de la sociedad, que nosotros definimos como sociedad alterativa. La sociedad institucionalizada es la misma sociedad alterativa, solo que capturada por las mallas institucionales del Estado. Sin embargo, el Estado solo puede capturar una parte de la sociedad alterativa, una parte de sus fuerzas, captura ciertas superficies, ciertas capas, de la sociedad alterativa. Con las fuerzas capturadas funcionan las mallas institucionales del Estado y de la sociedad institucionalizada. Con las fuerzas capturadas, se impone a la sociedad alterativa, se inscribe en sus cuerpos, se internaliza en sus cuerpos, modulándolos, incidiendo en comportamientos y conductas; conformando habitus, subjetividades, imaginarios conservadores, narrativas que legitiman la institucionalidad del Estado. Sin embargo, la sociedad alterativa no capturada, sigue su curso. Sigue el curso de la vida, como hace la vida siempre; inventa, compone, combina, crea. Aparecen nuevas formas, distintas y variadas estrategias cotidianas; se comporta como flujos de fuga frente a las redes de las mallas institucionales. La sociedad es como rio desbordante, ante la cual los diques de las represas del Estado no pueden detener su rebalse.
Las alteridades que se congregan, por así decirlo, en la guerra del agua, son las alteridades que ya borbotaban, fluían, en la sociedad, en estos sectores sociales, que recurren a la administración y manejo comunitario del agua. Estas alteridades sociales se combinan con las alteridades naturales, por así decirlo, de las corrientes del agua, de los ciclos del agua, de los ríos, de los pozos, de las aguas subterráneas, de las lluvias. La naturaleza, como ecología o, mejor dicho, como biodiversidad, como constelación de ecosistemas, se presenta como alteridad mayúscula a la sociedad institucionalizada, a la institución imaginaria de la sociedad, al Estado. Es algo que no controla el Estado, que no administra, que no somete, pues las alteridades no obedecen, sino que se despliegan de acuerdo a sus ciclos vitales.
Las alteridades ya se encontraban en las resistencias del proletariado nómada, sobre todo de mujeres, que trabajaban a destajo para la industria de zapatos Manaco. Por lo tanto, en la Federación de Trabajadores Fabriles de Cochabamba, que supo incorporar, organizar y sindicalizar al proletariado nómada, a diferencia de la COB, que se ha circunscrito en los límites del sindicalismo del proletariado fijo, que ya se ha vuelto, en comparación, en una clase privilegiada, a diferencia del mayoritario proletariado nómada, que tiene contratos esporádicos, sin seguro, sin estar sindicalizado, sin que sus derechos de trabajador se respeten; expuesto vulnerablemente a su suerte.
Las alteridades se encontraban en los estudiantes, en los jóvenes rebeldes, que hicieron, en la guerra del agua, de guerreros del agua, así como los llamaron los de la ciudad de Cochabamba. Las alteridades se encontraban, por lo menos, potencialmente, en predisposiciones de la gente que trabajaba en sus profesiones, que estaba incorporada en ONGs, sobre todo las vinculadas al medio ambiente y a la ecología. En fin, las alteridades estaban diseminadas en la ciudad, en su magma; cuando estalló el conflicto; estas alteridades se congregaron, se agolparon, se asociaron componiendo un torrente explosivo.
¿Qué es lo que hace que esto ocurra? ¿Qué las alteridades diseminadas en la sociedad, de pronto se coaliguen, y desborden a los diques institucionales? Ciertamente la crisis, sin embargo, este concepto es muy general, como para poder explicar la singularidad del acontecimiento. Las alteridades disueltas se congregan porque se convocan, se auto-convocan. Esto pasa porque el estado de situación las obliga a hacerlo. De alguna manera sus ciclos se interrumpen, son afectados; entonces, se presenta el problema. En la medida que este problema presente no se resuelve de las maneras usuales cotidianas, incluso, con reclamos, el problema se vuelve problemática. Aparecen escollos, son identificados, aparecen barreras, desde burocráticas hasta políticas. Se encuentran ante otro proyecto, en el que no son tomados en cuenta, tampoco sus necesidades, usando este término para ilustrar. Descubren que sus ciclos serán afectados, de tal manera, que la vida ya no será la misma. La convocatoria aparece como una necesidad imperiosa. Saben que estos problemas se resuelven congregando a todos y todas las afectadas. La asamblea convierte a estas alteridades individuales, singulares mónadas, en una alteridad masiva, también singular. Comienza a formarse un discurso, en torno al problema, en este caso, el de la privatización del agua. Aparecen nombres, que van a volverse nombres comunes del discurso interpolador de la guerra del agua. Las radios populares entrevistan a los voceros del movimiento; se difunde el discurso. Los otros medios también retoman el discurso y el movimiento como noticia, como información. En la medida que la información aparece reiterativa, haciéndose continua, como que la impresión es que ésta es la atmósfera social y política conformada. Cuando la reacción de las autoridades, de las instituciones estatales, del gobierno, del Estado, es la descalificación del movimiento, después, incluso, la represión, el movimiento se convierte en un problema para el Estado. Lo nombra, en este sentido, lo institucionaliza, pero, esta institucionalización, este nombrarlo, es, mas bien, para descalificarlo, para convertirlo en el mal, en anomalía atentatoria al orden y a las leyes. La intensidad del conflicto sube si sale la policía, y si no puede, si sale el ejército. Es cuando, estos dispositivos de emergencia del Estado, estos dispositivos de la represión contra el pueblo, convierten al movimiento en una insurrección. Los primeros en atribuirle un carácter subversivo, son pues estos dispositivos del Estado.
Como se puede ver, el movimiento social singular, en cuestión, en este caso el movimiento social de la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, no es un producto, por así decirlo, de las voluntades propias, atingentes al movimiento, sino también de las voluntades contrarias, las del Estado. En el roce entre estos distintos ámbitos; uno espontaneo, por así decirlo, el otro institucional; uno en constante movimiento, flujo, asociaciones y composiciones; el otro fijo, en movimiento retenido, de flujos canalizados, ya no de asociaciones y composiciones libres, sino de organización establecida e institucionalizada; es cuando emerge esta cordillera, usando esta metáfora geológica, de la colisión de dos placas tectónicas.
El movimiento social singular o los movimientos sociales singulares, si logran darse paralelamente y, además, logran converger, apoyarse, mejor si se coordinan, como ocurrió en Bolivia durante el periodo de los seis años de la movilización prolongada, son como levantamientos, en el sentido metafórico y literal de la palabra, de la colisión, siguiendo con la metáfora, de la placa social y la placa estatal. Los movimientos sociales, como dijimos, no solamente se conforman por la iniciativa de los y las movilizadas, sino también por resistencia – usando resistencia no como se acostumbra, atribuyendo, mas bien, esta acción, a los movimientos sociales, a estrategias sociales, a pueblos - del Estado a los movimientos. El Estado se constituye como resistencia fija, institucional, al constante, permanente, desborde social; cuando estallan movimientos sociales, refuerza esta actitud, esta perseverancia institucional, hasta tal punto que recurre a sus dispositivos de emergencia, a la represión, incluso puede llegar a dar batalla. Esta acción y represión estatal y gubernamental en contra de los movimientos sociales también define el perfil, la forma, la consistencia de éstos. El enemigo social es estigmatizado por el Estado; se lo define, se lo califica, de lo clasifica, se lo nombra, se le atribuye anomalías, incluso se le señala por estar manejado por conspiradores, subversivos, radicales. Estas acusaciones, en vez de alejar a los simpatizantes del movimiento, los aproxima más, incluso puede expandir la simpatía social hacia el movimiento. Paradójicamente, la reacción gubernamental, convierte al movimiento social, que puede haber sido local, provincial, departamental, o si se quiere, sectorial, en un tema nacional. Está en la agenda, además de aparecer en las noticias.
El movimiento social singular se ha transformado; siente, percibe, que esta experiencia en la lucha social concreta lo transforma, lo madura, lo templa. Esta maduración se transmite a sus discursos, a sus concepciones, a sus acciones. Los discursos tienden a ser más elaborados, tienden a construir una narrativa, que ya supone una memoria social del movimiento, memoria trabajada para lograr una interpretación estructurada. Al convertirse en un tema nacional, el movimiento social comienza a hacer propuestas nacionales, propuestas políticas, incluso convoca a la sociedad entera a participar en la solución de problemas que la aquejan. Es cuando el movimiento social adquiere características de contra-gobierno, puede llegar a convertirse en contra-Estado si sus formas asambleístas, participativas, si sus formas comunitarias, si sus formas autogestionarias, se proyectan como alternativas al gobierno, incluso al Estado.
Muchos de los movimientos sociales no llegan a vivir este proceso; algunos resuelven sus demandas temprano, otros después de haber insistido durante un tiempo; otros, quizás, por abandono de los mismos componentes, desalentados. Los movimientos que llegan a vivir el proceso de politización se transforman, devienen proyecto político. El proyecto tiene como un intervalo de opciones, donde en un extremo, en lo que podemos considerar el círculo vicioso del poder, se reproduce el poder al formularse un proyecto de Estado; en el otro extremo, abriendo el intervalo, se apertura, mas bien, un proyecto autogestionario.
El movimiento vinculado a la guerra del agua cumple su ciclo cuando termina la lucha por el bien común con la victoria de la Coordinadora de la defensa del agua y de la vida, prolongándose a la administración municipal del agua, que no era un objetivo de la guerra del agua ni de la Coordinadora. Lo que continúa después es el activismo circunscrito a una ONG, que se constituye sobre la base de la experiencia del movimiento.
En septiembre del 2000 resurge el movimiento indígena campesino, redituando, en sus formas actualizadas, el levantamiento pan-andino del siglo XVIII. La alteridad indígena siempre estuvo presente en la formación social boliviana; se trata de la alteridad inscrita en otros habitus, en otros lenguajes, en otros imaginarios, en otras subjetividades. En Comuna se habló de la forma comunitaria. Esta fue la figura usada en los análisis que se suceden desde el 2000; empero, habría que matizar el enunciado, pues no se trata de las comunidades ancestrales, que fueron delimitadas con el ordenamiento territorial del virrey Toledo. No son los mismos ayllus, denominadas en la clasificación colonial como comunidades originarias, de la época virreinal, pues sufrieron, por lo menos, en el Altiplano, el avasallamiento de sus tierras comunitarias por la expropiación latifundista liberal. No son las mismas comunidades dispersas y distribuidas en una geografía donde se asentaban las haciendas, pues la reforma agraria entregó títulos privados a las familias, convirtiendo a los comunitarios en campesinos con posesión y propiedad individual. Si bien habían sobrevivido ayllus, es decir, comunidades, la figura usada se refería al entramado comunitario, al tejido comunitario, que atraviesa tanto a los ayllus como a las formaciones campesinas. De todas maneras, esta alteridad, en el tejido social, conformaba una formación social abigarrada, constituía una sociedad alterativa singular, que se abría a recorridos alternativos.
El sitio de cuatro ciudades, El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, en septiembre del 2000, dio lugar a un movimiento social indígena campesino, que puso en la mesa la interpelación a la herencia colonial, la cuestión de la tierra, en las circunstancias y características de este fin de siglo y comienzo de otro. También se puede decir que puso en evidencia las contrastaciones y contradicciones entre campo y ciudad, a pesar de las migraciones rural-urbanas, de los circuitos entre provincias, particularmente rurales, y urbes, de redes sociales que atraviesan ambos ámbitos, el rural y el urbano, enlazándolos. La singularidad de este movimiento social radica, se podría decir, en un anacronismo alterativo, que descentra el cronograma del tiempo institucional. Hace patente que se experimentan múltiples ritmos espacio-temporales, que evidencian planos de intensidad social, escondidos a la mirada institucional, en tiempos de paz.
Particularmente, estos movimientos sociales, correspondientes a anacronismos alterativos, iluminan sobre la complejidad de los movimientos sociales anti-sistémicos, al mostrar la articulación de sus distintos planos de intensidad y espesores culturales. Además de mostrar la convencional cartografía republicana, que delimita espacios clasificados de una geografía política, al destrozar estas delimitaciones y reterritorializar el conflicto social con la emergencia de los espesores territoriales ancestrales.
El movimiento social indígena campesino, que venció en el bloqueo de caminos y en el sitio de ciudades, perdió fuerza en la mesa de negociaciones. La potencia del movimiento social fue desviada de su curso, dispersando su acumulación. El programa que se presentó en la mesa de negociaciones, como pliego petitorio, era, mas bien, un programa modernista, que incluía tractores. Este pliego no estaba a la altura de la potencia social del movimiento indígena campesino.
En octubre del 2003 estalla la llamada guerra del gas. Por decir algo, para caracterizar esta movilización, se trata de un movimiento social compuesto, que entrelaza dos movimientos sociales; el movimiento indígena campesino y el movimiento nacional-popular urbano. Por su misma composición, se puede ver la potencia social acumulada, la irradiación sumada de sus proyecciones interpelativas y alterativas. Además, por la combinación de sus espacios-tiempos singulares, muestra la complejidad de la simultaneidad dinámica del tejido espacio-temporal social. En Comuna se dijo que se encontraron, por primera vez, la trayectoria larga de la guerra anticolonial y la trayectoria mediana de la lucha nacional-popular; también podríamos incluir la trayectoria mediana de lucha del proletariado, sobre todo por la presencia de mineros, que vinieron a defender la Ciudad de El Alto, donde se encontraban sus familiares, relocalizados. Al respecto, también hay que matizar esta interpretación, pues ambas trayectoria o las tres trayectorias siempre estuvieron presentes, si se quiere, una al lado de la otra, solo que por el imaginario histórico, de carácter linealista, por las “ideologías” modernas, tanto del nacionalismo revolucionario como del marxismo de guardatojo, no se visualizaba esta simultaneidad dinámica, tampoco se interpretaba la alteridad indígena.
El acontecimiento de la guerra del gas puso en evidencia la complejidad del presente, de la crisis múltiple del Estado-nación, en el contexto de la crisis estructural y orgánica del capitalismo. Los discursos modernos revolucionarios no captaban esta complejidad, salvo solo la contradicción principal, focalizada como el antagonismo entre proletariado y burguesía, o, en el otro caso, como el antagonismo entre nación oprimida e imperialismo. En su enfoque, no visualizaban, por lo tanto, no podía interpretar y expresar, el antagonismo entre naciones y pueblos indígenas, incluso pueblos mestizos, y colonialidad. Más aún, dejando su enfoque histórico a un lado, estaban lejos de hilar la complejidad articulada de planos y espesores de intensidad de una formación social singular.
La guerra del gas derrocó al régimen neoliberal. Cayó estrepitosamente, el gobierno neoliberal de entonces tuvo que huir a Santa Cruz, el presidente de entonces se vio obligado a renunciar, a pesar de que intentó gobernar desde Santa Cruz de la Sierra. Se puede decir, para ilustrar gráficamente, que este momento de intensidades de la movilización prolongada, fue la cumbre más alta de las movilizaciones. La ofensiva social, desatada desde el 2000, se convirtió en la apertura a otro tiempo político, por así decirlo. Interpretada por la Agenda de Octubre como el de la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.
La potencia social de esta movilización compuesta tuvo sus realizaciones radicales. En realidad, la movilización tomó la sede de gobierno, la ciudad de La Paz; en otras palabras, prácticamente tomó el poder. El ejército se encontraba atrincherado en los cuarteles, la plaza de armas estaba custodiada por un cordón de tanques. No había gobierno, el vacío de poder era patente. Medio millón de movilizados recorrían las calles de la ciudad, en los alrededores de la plaza de armas; una columna, se dirigió hacia la casa del entonces presidente. Con la ciudad tomada, con el poder factualmente tomado, la movilización de la guerra del gas no desembocó en la institucionalización de la toma del poder. ¿Por qué? Esta es la pregunta.
En Comuna se dejó pendiente una respuesta a esta pregunta. Se hicieron circular hipótesis, como que había que retomar la discusión sobre el partido revolucionario; también la hipótesis de la guerra civil. En los cabildos, los y las movilizadas, conscientes de lo que podría ocurrir dando el paso a la toma del poder efectivamente dado, prefirieron no ingresar a este acontecimiento, el de la guerra civil, cuya lógica era incontrolable. De la misma manera, el ejército, recordando su derrota en abril de 1952, su destrucción como ejército, por parte del pueblo armado, también prefirió no ingresar a la guerra civil, defendiendo al gobierno derrocado. El Estado Mayor le pidió la renuncia al presidente de entonces, que esperaba que el ejército salga a reprimir a la población alzada. De esta manera, ambos bandos, prefirieron no ingresaran a la incierta situación de la guerra civil.
La tercera hipótesis que se vertió fue la de que no se desplegó la posibilidad de la alternativa al Estado-nación, a la forma de gobierno vigente, posibilidad que se encontraba latente en las entrañas mismas de la movilización prolongada.
Ahora, habría que evaluar estas tres hipótesis, desde la perspectiva de la complejidad. No tanto para verificarlas o contrastarlas, sino para comprender la complejidad de esa coyuntura, visualizando la articulación de los planos y espesores de intensidad, descifrando e interpretando la coyuntura desde la perspectiva de la simultaneidad dinámica.
En mayo y junio de 2005 culmina el ciclo de movimientos sociales de la movilización prolongada. Se cierra el ciclo y se abre el periodo del gobierno popular de las gestiones de Evo Morales Ayma, presidente indígena. También se abre y se da lugar, efectivamente, a la Asamblea Constituyente, forma institucional del proceso constituyente. La composición de las movilizaciones relativas a la segunda guerra del gas, además del rechazo al intento de sustitución constitucional conservadora, que quería otorgar la presidencia al presidente del Congreso, un representante de la “derecha” contra la que se había combatido durante seis años de lucha, es más compleja que la de octubre de 2003, pues responde a la acumulación de fuerzas, de experiencias de luchas, fuera de sumarse más movimientos sociales, el de los y las prestatarias, el de los jubilados, sobre todo, el movimiento proletario, principalmente de trabajadores y cooperativistas mineros. Esta complejidad singular de la movilización de 2005 recoge las experiencias sociales acumuladas durante la movilización prolongada, proyecta los discursos y las narrativas de los movimientos sociales anti-sistémicos, casi conformando un entramado de narrativas similares, aunque no necesariamente el logro de una narrativa del conjunto. Es en este escenario, con la sustitución constitucional seleccionada por los y las movilizadas, que fue la última sustitución constitucional posible, la de la presidencia a cargo del presidente del poder judicial, que se concluye el ciclo con las elecciones de 2005, que llevan a la presidencia al dirigente de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, la denominada Federación cocalera.
En lo que respecta a la movilización de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, la movilización cocalera, vamos a transcribir lo que dijimos en Potencia y acontecimiento[6]:
En lo que respecta al tercer ejemplo – el relativo al MAS -, podemos encontrar el diseño de la estructura de la composición compleja singular, en la constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento de la “ideología” del populismo-indigenista, en una articulación sui generis entre las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba, gestoras de la defensa de los cultivos de hoja de coca; primero, en su relación con su entidad matriz, la CSTCB; después, con la COB. Este contexto de relaciones y conexiones sindicales, sobre todo, las relativas a las organizaciones campesinas, es primordial para desprender el proyecto que va adquirir el nombre connotado de Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. En principio, el Instrumento Político, que nace en el fragor de las reuniones, de los debates, de los foros, y, por último, en un Congreso campesino, como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, se proyecta novedosamente. Lo que se mostraba, por lo menos, en dos intenciones políticas e “ideológicas”; por una parte, conformar un Instrumento Político de las organizaciones sociales; lo que le daba un carácter distinto al partido o movimiento político. El partido, en este caso, está subordinado, por lo menos, en el proyecto inicial, a las organizaciones sociales. La otra intención proyectada, tiene que ver con una perspectiva descolonizadora, al concebir un Instrumento Político de las organizaciones sociales como de-colonial, Instrumento que se asumía como expresión de las naciones y pueblos, no solamente indígenas. Entonces, estamos ante un proyecto pluralista y plurinacional.
Podemos entonces comenzar a trazar un periodo político intenso, cuyo corte inicial se puede situar entre 1996-97, años en que el Congreso campesino asume el proyecto del Instrumento Político como propósito orgánico de los sindicatos campesinos.
Siguiendo con la descripción de las conexiones de la resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, en distintos planos de intensidad, con otros dispositivos, incluso composiciones singulares, podemos encontrar las conexiones de dispositivos orgánicos y de dispositivos políticos, en ciernes, en el proyecto y desarrollo inicial del Instrumento Político, con las ONGs. Por lo menos, aquellas, que, en principio, se encuentran en programas alternativos de desarrollo al cultivo de la hoja de coca; después, muy pocas, en compromisos, más que programas, de defensa de los cultivos de la hoja de coca; y posteriormente, con ONGs “izquierdistas”, que apoyan directamente la proyección del Instrumento Político. Muy temprano, en este proceso de constitución, de lo que debería haber sido el Instrumento Político de las organizaciones sociales, las formas orgánicas de gestación del Instrumento Político entran en contacto con organizaciones políticas, también fundaciones y ONGs de la “izquierda” internacional. En el mapa de estas conexiones, de la resistencia y la defensa de la hoja de coca, de sus formas orgánicas de la resistencia y defensa, teniendo como base operativa y orgánica a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, se encuentran las organizaciones políticas de “izquierda” o lo que queda de ellas; después de la crisis política, la segunda, una vez dado el derrumbe de la UDP[7]. No se puede dejar de lado, en el mapa de estas conexiones, a los medios de comunicación, que, si bien, puede haberse dado una relación conflictiva y sensacionalista, hasta adversa, con un conjunto de medios empresariales, el MAS tenía también una relación, que podemos denominar solidaria, con medios no empresariales; hablamos no solo de las radios populares, sino de medios que forman parte de la Iglesia Católica. Lo que debería ser el Instrumento Político de las organizaciones sociales y terminó siendo el MAS, un partido, más que movimiento social, que no es Instrumento Político de las organizaciones sociales, sino que convierte a las organizaciones sociales en instrumentos del partido, es un fenómeno también mediático; este hecho no se puede obviar en el análisis.
No vamos a extender más la descripción del mapa de las articulaciones y conexiones de la composición compleja singular; dejaremos esta extensión para la investigación. El ejemplo sería abrumador; por otra parte, adquiriría connotaciones más complicadas. Lo que importa ahora, en esta ilustración, es mostrar las características del análisis complejo, su enfoque en los funcionamientos, los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular.
En esta perspectiva, la del pensamiento complejo, en el análisis de los tejidos sociales del acontecimiento, se destaca el impacto, de este diseño de la estructura de la composición singular, en el tejido social y político de la coyuntura y del inicio del periodo, en cuestión. Este impacto tiene que ver con la repercusión en los imaginarios de un símbolo cultural, el de la hoja de coca, que, a la vez, aparece como símbolo de-colonial, y, a la vez, como símbolo de resistencia antiimperialista. Ciertamente, en otros ámbitos, no populares, la hoja de coca, mas bien, aparece como un signo descalificado, debido al uso de la hoja de coca en la producción de cocaína. Entonces, asistimos a una especie de debate “ideológico”, mas bien mediático, en torno a las interpretaciones políticas del símbolo o signo de la hoja de coca. En otras palabras, la defensa de la hoja de coca se politiza, adquiere connotaciones antiimperialistas, en una micro-región, donde se desenvuelve lo que se puede llamar, acertadamente, guerra de baja intensidad.
Por lo tanto, la politización no solo tiene como eje esto del proyecto del Instrumento Político y esto de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, sino también el eje de la interpretación “izquierdista”, por lo menos de una parte de la “izquierda”, de que la defensa de la hoja de coca es antiimperialista. A la larga, el eje más efectivo y preponderante va a ser éste, el del carácter antimperialista de la defensa de la hoja de coca.
A propósito de lo que decimos, hay que salir de toda irradiación de las teorías de la conspiración. No se puede aceptar, por lo menos, demostrar y sustentar, la hipótesis de que todo lo que acontecía, en lo que respecta al impacto de los ejes mencionados, formaba parte de un plan, de una conspiración política, por más emancipadora que pueda pretender ser esta conspiración. De ninguna manera, los proyectos como los del Instrumento Político, sus características plurinacionales, evidentemente forman parte de un proyecto; empero, sus conexiones con los otros ejes, los impactos en el tejido social y político, son, mas bien, casuales, usando este término para ilustrar y contrastar. Es muy difícil sostener que los planes humanos se realicen plenamente; una vez que se despliegan, en busca de su realización, provocan consecuencias inesperadas, precisamente porque los dispositivos operativos no controlan el conjunto de variables intervinientes; son, mas bien, sobrepasados por la complejidad.
Se puede decir, sin mucho riesgo de errar, que el MAS, por sí solo, contando con este mapa de sus conexiones, con la composición compleja singular, en una constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento, no podría haber llegado a donde ha llegado, dicho popularmente, al poder. Es el estallido de otros movimientos sociales anti-sistémicos el que ha favorecido el decurso que toma el MAS. Entonces, en el mapa entran las relaciones, las conexiones, incluso contradictorias, de concurrencia, de debate y desacuerdos, entre este proyecto del Instrumento Político y los otros movimientos sociales anti-sistémicos.
La problemática, en esta cuestión última, es la siguiente: ¿Por qué el MAS ha terminado beneficiándose políticamente de la movilización prolongada y no los otros movimientos sociales anti-sistémicos, o alguno de ellos? Responder a esta pregunta equivale a comprender la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes, en ese periodo político intenso, comprender la dinámica de la composición molar de esas fuerzas. Pero esta comprensión no se logra por medio de los análisis acostumbrados, basados en los esquematismos duales, atrapados en paradigmas racionalistas; hablando de la razón abstracta, que nombramos como razón fantasma; análisis lineales y deterministas. La comprensión es posible en el análisis complejo de las dinámicas inherentes al tejido espacio-tiempo-social-político-cultural del periodo, en cuestión (1996-2015).
En este ensayo no podemos explayarnos en la descripción de los diseños de las estructuras de las composiciones complejas singulares, relativas a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se desplegaron en el periodo de la movilización prolongada (2000-2005). Aunque describimos, de manera más detallada, aspectos, características, formas y perfiles de estos movimientos sociales, en los análisis realizados por Comuna[8], estos análisis todavía se inscriben en la episteme moderna de los esquematismos dualistas. Ahora, se requiere del análisis complejo de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales-culturales. Como se trata ahora, de exponer ejemplos ilustrativos, dejaremos para más adelante, para otros ensayos, la exposición de composiciones complejas singulares, relativas a estos movimientos sociales anti-sistémicos[9].
Por de pronto, lanzaremos la siguiente hipótesis interpretativa: el movimiento autogestionario de la guerra del agua, el movimiento indianista del bloqueo indígena-campesino, el movimiento nacional-popular de la guerra del gas, el movimiento descolonizador de las organizaciones indígenas originarias, los movimientos dispersos y diversos, relacionados a la resistencias al costo social neoliberal, en los que sobresalen los movimientos de los y las prestatarias, así como de los jubilados, el movimiento resurgente del proletariado, sobre todo del proletariado nómada, se presentan como movimientos, que adquieren otro perfil, de características autónomas y de autogobierno, por lo menos, en los dos primeros, como movimientos anti-estatalistas. Esta proyección política, ponderable por cierto, dada la crisis múltiple del Estado-nación, dada la experiencia acumulada a través de las historias políticas de la modernidad, convierten a estos movimientos sociales anti-sistémicos en imposibles, por así decirlo, en el marco institucional político establecido, el de la democracia formal. Solo podrían haber prosperado si la mayoría poblacional, si la mayoría del pueblo, hubiera adquirido también una propensión anti-estatal. Sin embargo, esto es precisamente lo que no pasó, lo que era difícil que pase, cuando el pueblo, por así decirlo, se encuentra atrapado en el imaginario estatal.
El MAS era y es estatalista, a diferencia de la Coordinadora del Agua y la defensa de la vida, por lo menos, en su proyección auténtica e intensa; a diferencia de la CSTCB de entonces (2000). Organizaciones que no propendían a mantenerse en reformas del Estado-nación, sino se proyectaban a la realización esperada de una forma política global alternativa. Esta proyección y límite estatalista del MAS, a la vez restringía sus pretensiones emancipadoras, sus poses de-coloniales, sus fintas soberanas, incluso sus retóricas socialistas, al tamaño de un Estado-nación subalterno, al tamaño del campo económico del capitalismo dependiente. Y, a la vez, lo convertía en viable, en los márgenes permitidos por el sistema-mundo capitalista. Ésta, quizás, es la razón de fondo del porque el MAS pudo beneficiarse de las victorias de la movilización prolongada, victorias políticas, como las de la guerra del agua y de las de la guerra del gas, en las que el MAS tuvo poco que ver, si es que no tuvo nada que ver.
Entonces, se puede decir que las cuerdas, inherentes a la resistencia y defensa de la hoja de coca, vibraron, de tal manera, que su vibración, si bien, no fue crucial en los desenlaces de la movilización prolongada, fueron como las notas finales de esta sinfonía social. Lo que recuerda la “memoria” – usando irónicamente el término - mediática son estas notas finales, no recuerda el proceso. Institucionalmente, políticamente, en sentido restringido, se impone lo mediático, en el periodo de las gestiones gubernamentales, aunque no se imponga históricamente, en el largo ciclo y en las estructuras de larga duración. Hay pues una historia oficial, que se sostiene institucionalmente, mediáticamente, propagandísticamente, que busca convencer de una “descripción” de los hechos, de la secuencia de hechos, eventos y sucesos, del llamado “proceso de cambio”; “descripción” que, sin embargo, no es sostenible. Al respecto, lo que importa no es oponer, a esta invención de la historia de los vencedores, la pretensión de objetividad, como se hacía en la episteme de la modernidad, pues esta objetividad solo se puede mover en algún plano de intensidad, o, en el mejor de los casos, en algunos planos de intensidad; desconectados y aislados, quizás vinculados, de manera forzada y no propia. Lo que se requiere es el análisis complejo de los tejidos entrelazados del acontecimiento, de la constelación de composiciones complejas singulares entrelazadas, que hacen al acontecimiento. Esto no es objetividad, sino comprensión integral de la simultaneidad dinámica[10].
ConclusionesEl análisis de los movimientos sociales anti-sistémicos, desde la perspectiva del pensamiento complejo, supone la matriz dinámica de la sociedad alterativa, a diferencia y en contraposición al supuesto de las ciencias sociales y la teoría de los movimientos sociales, que parten de la sociedad institucionalizada, desde la perspectiva estatalista. La sociedad alterativa es constante devenir, desborda los promontorios fijos de las mallas institucionales del Estado. En este sentido, se puede decir, que es el Estado el que se defiende, resiste, al desborde creativo de la sociedad alterativa. Los movimientos sociales anti-sistémicos forman parte de la vitalidad, de los ciclos vitales, de la sociedad alterativa. Aparecen intermitentemente, cuando las alterabilidades dispersas, múltiples y plurales, diseminadas en el tejido social, se congregan, convocadas por la crisis. Los movimientos sociales son singulares, es decir, únicos. Los movimientos sociales son distintos, experimentan distintos ritmos y procesos, además de alcances, que pueden ser limitados o, en contraste, radicales, cuando logran completar su propio ciclo, en forma de politización irradiante. La movilización prolongada boliviana, de características autogestionarias y radicales, anti-estatalistas; predisposición afectiva, subjetiva y voluntaria, que sostuvo el proceso constituyente, el poder constituyente, y la escritura de una Constitución de un Estado en transición Plurinacional Comunitario autonómico, no pudo materializar su proyecto descolonizador, emancipatorio y libertario radical, en un contexto institucional estatalista, que se preservó, a pesar del sismo, en un sistema-mundo capitalista, que permite márgenes de maniobra, en un orden mundial imperial, que puede permitir, aunque sea a regañadientes, gobiernos populares, con tal que no crucen la línea civilizatoria de la modernidad y de las estructuras y diagramas de poder globales.
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Exposición en las Jornadas Académicas “El Poder y la Teorías Políticas Contemporáneas”, asignatura a cargo del docente Leopoldo Múnera, en la Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos, de la Universidad Nacional de Colombia. Exposición que fue parte también de las exposiciones en el Encuentro de organizaciones sociales populares de la región central de Colombia y la ciudad de Bogotá, en aras de la construcción de una agenda común para la paz desde los territorios. Encuentro organizado por Carolina Jiménez, docente de la Universidad nacional y miembro del Planeta Paz.NOTAS
[1] Se puede consultar la siguiente bibliografía: F. ALBERONI,Génese(Bertrand Editora, Lisboa 1990). FRANCESCO ALBERONI,Movimiento e institución: Teoría general(Editorial Nacional, Madrid 1984). TILMAN EVERS, Identidade: a face oculta dos novos movimentos sociales.NOVOS ESTUDOS. Cebrap. São Paulo. V. 2, 4:11-23 (abril 1984). JOSEPH GUSFIELD, Estudio de los Movimientos Sociales. In: DAVID L. SILLS (Dir.),Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales.V.7 (Aguilar, Madrid 1974), pp. 269-273. RUDOLF HEBERLE, Tipos y funciones de los Movimientos Sociales. In: DAVID L. SILLS (Dir.),Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. V.7 (Aguilar, Madrid 1974), pp. 263-268. 6. J. CRAIG JENKINS, La teoría de la movilización de recursos y el estudio de los movimientos sociales.ZONA ABIERTA. Fundación Pablo Iglesias. Madrid. 69:5-41 (1994). A. MELUCCI, ¿Qué hay de nuevo en los “nuevos movimientos sociales”? In: LARAÑA-GUSFIELD (Edit.),Los movimientos sociales(CIS, Madrid 1994), pp. 119-149. ALBERTO MELUCCI,Las teorías de los movimientos sociales(UNAM, México D.F. 1985). JOACHIM RASCHKE, Sobre el concepto de movimiento social.ZONA ABIERTA. Fundación Pablo Iglesias. Madrid. 69:121-134 (1994). JORGE RIECHMANN-FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY,Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales(Paidós, Barcelona 1995). ALAIN TOURAINE,El regreso del actor(EDUBA, Buenos Aires 1987). También de Charles Tilly: The Vendée: A Sociological Analysis of the Counter- revolution of 1793.(1964) “Clio and Minerva.”, inTheoretical Sociology, edited by John McKinney and Edward Tiryakian. (1970); “Collective Violence in European Perspective.”, inViolence in America,edited by Hugh Graham and Tedd Gurr. (1969). “Do Communities Act?” Sociological Inquiry. (1973). An Urban World.(ed.) (1974). The Formation of National States in Western Europe(ed.) (1974). From Mobilization to Revolution.(1978). As Sociology Meets History(1981). Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons.(1984). The Contentious French.(1986). Coerción, Capital, and European States, AD 1990-1992.(1990). European Revolutions, 1492–1992.(1993). Cities and the Rise of States in Europe, A.D. 1000 to 1800.(1994). Roads from Past to Future(1997) Work Under Capitalism(with Chris Tilly, 1998). Durable Inequality(1998) Transforming Post-Communist Political Economies.(1998). Dynamics of Contention(withDoug McAdamandSidney Tarrow). (2001). Contention & Democracy in Europe, 1650-2000.(2004). Social Movements, 1768-2004(2004). From Contentions to Democracy.(2005). Identities, Boundaries, and Social Ties(2005). Trust and Rule.(2005). Why?(2006). Oxford Handbook of Contextual Political Analysis.(2006). Contentious Politics(withSidney Tarrow). (2006). Regimes and Repertoires.(2006). Democracy.(2007). Charles Tilly: Los movimientos sociales. Desde 1768-2008. https://rfdvcatedra.files.wordpress.com/2014/07/charles-tilly-los-movimientos-sociales-1768-a-2008.pdf.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Alteridad y nomadismo. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/alteridad-y-nomadismo/.
[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; la Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-explosion-de-la-vida/.
[4] Revisar la colección de Comuna publicada por la Editorial Muela del Diablo. La paz 2000-2010.
[5] Ver de Raúl Prada Alcoreza Largo octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas. Plural Editores; La Paz 2004. Yachaywasi; La Paz 2007. Comuna; CLACSO, Editorial Muela del Diablo; La Paz 2008.
[6] Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/.
[7] La primera crisis de la “izquierda” fue cuando se truncó a la Asamblea Popular con el golpe de Estado del General Hugo Banzer Suarez.
[8] Revisar la colección de libros de Comuna, que fueron publicados por La Muela del Diablo. La Paz 1995-2008.
[9] Este análisis, desde la episteme compleja, lo adelantamos en el presente ensayo.
[10] Ibídem.