Siempre estamos categorizando y levantando programas por sector para acumular fuerza interna en la misma dirección, hacia arriba y en pirámide, o sea, hacia el estado, en vez de desplegar horizontalmente por abajo para construir otra economía y nuevas relaciones sociales palpables que vayan sustituyendo las relaciones dependientes del mercado y del estado o de la lucha por “ocuparlo” o “destruirlo”.
Trabajadores. ¿Autonomía o dependencia?
De Jaime Yovanovic el viernes, 25 de diciembre de 2015
Por Jaime Yovanovic Prieto
Valparaisando
Las personas que tienen un empleo, llámenlos trabajadores, esclavos, empleados o funcionarios, hombres, mujeres o libres, jóvenes o mayores, capacitados o no tanto, dependen en su trabajo de las fluctuaciones del mercado, la bolsa, el dólar, la competencia, el consumismo, la tecnología, la crisis internacional, la caida de los precios de las materias primas, en fin, todo ello influye y determina la acción de los empleadores contra los trabajadores. Decimos “contra” debido a que los estrujan al máximo, soltando un poco la soga del cuello cuando ya ven que no entra más aire en los pulmones.
Siempre los propietarios de los medios de producción, servicios y funciones estatales, pueden determinar el comportamiento y la vida de quienes no tienen medios de producción o están siendo despojados de ellos,como de las tierras, bosques y selvas, de donde se expulsa cada día más a los campesinos, indígenas y otros, para amontonarlos en el ejército de reserva de las periferias urbanas, donde los propietarios sin mover un dedo, cuentan con mil candidatos al puesto vacante, entretenidos por la droga y medianamente resueltos por múltiples modos de obtener ingresos, la mayoría en el filo de la frontera legalidad-ilegalidad y bien apaleados, que ya parecen membrillo de colegial, para que bajen el moño y acepten la servidumbre.
El propietario puede dar trabajo si lo desea, y tú, si quieres, te entregas, o te botas a ladrón o cafiche o mendigas, o simplemente mueres, ya que el propietario tiene el poder de decidir si trabajas, si comes y si vives, o sea que tiene lo que se llama poder social, que al juntarse los propietarios arman históricamente el llamado poder político haciendo partidos e instituciones instrumentales como el estado y las huestes armadas encargadas no sólo de que no escapen los prisioneros, sino que aunque no quieran, den vuelta a la manivela, y demás funcionarios, como los recaudadores de impuestos, de manera que al contar ya con la máquina de moler carne que llaman estado, conforman lo que se ha dado en llamar el poder público.
De modo que el determinante es el poder social, la propiedad de los medios de producción, y cuando los políticos han llegado al poder público e intentan revertir, dar la vuelta a la tortilla, para redireccionar la producción de ganancias en “beneficio” social, digamos migajas para la clientela que les vota, simplemente los propietarios sueltan a los perros que salen a matar a quien encuentran por el camino, sintiendo el mismo placer morboso de cuanto los educan en el cuartel y les dan caramelos o maní cuando aciertan la bala. O cuando les tocan la campanilla, como Pavlov.
La democracia formal de los partidos, no es democracia, sino partidocracia, y todos esos partidos están subordinados a la institucionalidad del estado, aunque algunos propagandicen un estado “diferente”, benéfico y con bellos discursos de igualdad que esconden que en el fondo es lo mismo, ya que las platas del estado no caen del cielo, sino que se sacan destruyendo la tierra, la madre tierra. Algunos nos han prometido grandes cambios y después de 80 o cien años vuelven a entregar las riendas del poder público, disputado por los partidos que dicen ser “políticos”, pero que responden al poder social de los propietarios o al manejo político de los sin poder social (sin propiedades) que aspiran a disputar clientela mediante el control del poder público, creyendo que la pugna entre el poder público y el poder social de los propietarios puede resolverse en el ámbito político, o sea, quien agarra la sartén por el mango definiría lo que hacen los dueños, lo que no es así, aunque el poder social se concentre en manos del estado dirigido por los “representantes” de los trabajadores, ya que necesitan que los demás sigan “trabajando” en las mismas condiciones, lo que demostró que concentrar la propedad del funcionamiento de las máquinas y los esclavos, o sea el poder social, en pocas manos, no es cambio ninguno si la producción no está en manos de los propios trabajadores y de su núcleo familiar y comunitario, ya que los trabajadores no pueden ser dueños, lo que haría una elite separada de la población, lo que hacen, por ejemplo los trabajadores de las fábricas ocupadas, pero al ser dirigidos por corrientes estatistas, no les dejan comprender que están manteniendo la cesión del poder social, esto es, de las capacidades propias del común.
De allí la importancia de la autonomía de los trabajadores, que en alianza con sus familiares y vecinos, pueden avanzar a la democratización plena del mundo del trabajo subsumiéndolo en el mundo de la vida y no en el mundo de la política, para poder desplegar la potencia del común y su enraizamiento con el resto de la naturaleza acabando con la destrucción que busca la ganancia, para pasar a la armonía, equilibrio e interacción adecuada con la madre tierra.
En Chile la CUT es lo más sintomático y ejemplar de lo que estamos diciendo, en este caso el integrismo y el reformismo de ir escalando posiciones en el estado, pero también es lo mismo en el caso del CIUS, Comité de Iniciativa por la Unidad Sindical, que si bien no son integristas-reformistas, se plantean abiertamente la lucha por el estado y gobierno de los trabajadores, debido a que están llenos de corrientes desprendidas del Frente, del MIR, del PC, troskistas y similares, todos ellos vanguardias con vocación de poder, es decir, contrarios a la autonomía y despliegue de la potencia de los trabajadores en alianza con el mundo de la vida en sus respectivos entornos.
Los sindicatos independientes son clasificados por todos ellos (CUT y CIUS) de “derechas”, aunque no lo sean, ya que si no están con ellos, son “enemigos”. Es cierto que la dedicación de estos sindicatos no politizados, es a los beneficios de sus socios o de una capa burocrática de dirigentes oportunistas y corruptos, y hasta en algunos casos son seguidores de algún partido de derecha, centro, izquierda, o extremos. Otros son cooptados por el estado o por la patronal. De todo hay en la viña del señor.
Lo importante para los políticos es definirlos siempre bajo la categoría de “trabajadores”, lo que permite mantenerlos lejos de sus familias, vecinos, cesantes y otras “categorías sociales”. Es como los estudiantes, donde aún son pocos los que se identifican con el trabajo social en barrios, la mayoría atrapados por partidos, corrientes ideológicas o paternalistas y estatistas, que buscan sacar las castañas del fuego con la mano estudiantil, sin embargo ya es apreciable que poco a poco grupos estudiantiles y estudiantes individualmente, se van acercando a la necesidad de la autonomía comunitaria para avanzar desde abajo y en forma pacífica a un cambio civilizatorio, lo que no se aprecia mucho entre los trabajadores, ya que los pocos estudiantes o ex estudiantes que se acercan a labores como trabajadores, quedan rápidamente envueltos en las peleas internas de los partidos por “sacarse a la burocracia de encima”.
Siempre estamos categorizando y levantando programas por sector para acumular fuerza interna en la misma dirección, hacia arriba y en pirámide, o sea, hacia el estado, en vez de desplegar horizontalmente por abajo para construir otra economía y nuevas relaciones sociales palpables que vayan sustituyendo las relaciones dependientes del mercado y del estado o de la lucha por “ocuparlo” o “destruirlo”. Salir de ese círculo vicioso, que a la vez es pedagógico y de reproducción cultural sistémica, es autonomizar cada categoría y permitir su entrelazamiento con las “otras” desde, con y entre las vivencias personales, familiares y vecinales en cada barrio o localidad, lo que contraría las prácticas vigentes hasta ahora de homogenizar el pensamiento mediante la concientización de alguna ideología con la errada creencia de que sumando una voluntad tras otra podremos imponernos a los que también suman una voluntad tras otra y se agarran como el perro y el gato tras la “unidad”.
Esperamos colocar un grano de arena a las aproximaciones corporales y de “categorías” en la elaboración del Plan de Derarrolo Comunal de Valparaíso y del Plan Regulador de la comuna, proceso que durará varios meses en cerros, quebradas, plan y organizaciones sociales del puerto, sin partidos, inmobiliarias y empresas pesqueras, para llegar a una especie de convención de la porteñidad donde junto a técnicos, estudiantes y profesionales se dé forma a los dos proyectos que serán presentados con firmas ciudadanas para su debate en el próximo concejo municipal. Así, mientras los partidos disputan votos, nosotros estaremos haciendo algo contructivo y propositivo desde el protagonismo y la autonomía social. Miestras ellos visitan haciendo promesas, nosotros visitaremos armando el legislador popular. Mientras ellos separan y dividen para llegar allá arriba, nosotros proponemos confluir acá abajo.
Entre vecinos de un barrio, es obvio que se tocará el tema del mundo del trabajo, el empleo y el ingreso, así como en el mundo laboral se tocarán temas de urbanismo y del barrio, para evitar sólo juntar las particularidades de cada uno, sino estimular conciencia propia en la misma medida que analizan, diagnostican y proponen en torrno a su hábitat comunal. Esperamos que sea una escuela de democracia comunitaria y de autoconocimiento de la potencia social desde el enfoque directo de sus necesidades, opiniones y propuestas, sin cederlas a un “representante”. También sería el inicio de un camino que al no existir, se hace al andar.
Jaime YovanovicPrieto
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Valparaisando
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