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La separación entre la vida privada y la vida pública

Agustín García Calvo :: 11.03.16

Tendríamos que aspirar a que no hubiera más moral del comportamiento del Individuo, de la Persona, que nos importa un bledo: que se tratara, simplemente, del comportamiento y de la vida de la comunidad, de lo común. Eso quiere decir romper este sacramento, que es el principal del Régimen, de la separación entre la vida privada y la vida pública.
De qué diablos nos sirve que aquí discutamos grandes cosas contra el Estado, contra el Capital, que examinemos con cierta lucidez los mecanismos de esos mostruos que nos oprimen, si luego llegamos a casa y nos encerramos a reproducir el individualismo.
Nos tienen viviendo como fragmentos del común mirándonos al espejo roto de Narciso para saber cual es la más bonita o el más macho.

La separación entre la vida privada y la vida pública
Viernes.4 de marzo de 2016
Agustín García Calvo
Tortuga

A mi entender (supongo que en eso estaréis muchos conmigo), no hay cosa más urgente, desde un punto de vista político, que para mí se confunde con el moral, no hay nada más urgente que atacar la separación entre vida privada y vida pública. Es decir, atacar seriamente y de frente al individuo personal.

Se comprende bien la necesidad y la urgencia: la necesidad, porque en la tradición, no voy a decir revolucionaria, sino revoltosa, en la tradición secular de rebelión de los de abajo contra los de arriba, esta confusión, este engaño que se centra en la persona sigue, por desgracia, todavía haciendo mucho daño, no está debidamaente atacado: todavía se sigue con el pensamiento de que cuando se grita libertad, se está gritando libertad del individuo, libertad de uno. Esto es una cosa que tal vez los abuelos anarquistas se podían permitir, porque la historia no estaba tan configurada como está en la sociedad del bienestar; se podía permitir, hasta cierto punto, esta confusión, era tal vez venial, pero, desde luego, en la perfección del sistema, nosotros no podemos consentírnoslo ni por un momento.

Si queréis muestras de la importancia del asunto, pues ya vaeis que justamente la democracia desrrollada, el régimen que padecemos, justamente ha tomado como apoyo último, eso, el individuo. Lo que Ellos, lo que los Ejecutivos llaman el Hombre, de vez en cuando, con mayúsculas. El Hombre, que quiere decir un hombre cuya ansia consiste en asegurar el futuro y desde ese momento es un hombre que es dinero, porque no hay más tiempo que el futuro, no hay más tiempo vacío que el futuro y el tiempo vacío es la verdadera forma del dinero.

De manera que si somos conscientes, y más que conscientes, lo padecemos cada día, de hasta qué punto el Régimen, el actual, el único del que debemos ocuparnos de frente y de perfil, está fundado sobre el Individuo y en la creencia de la libertad personal, libertad de compra y venta, libertad de expresión, y todo tipo de libertades, pero siempre libertades de uno, de Fulano y de Mengano, entonces, creo que no cabrá duda de que no puede haver un tema más importante, desde el punto de vista político, que intentemos atacar eso.

Por otra parte, es el más inmediato, y por eso os voy a dar la voz enseguida, porque no hay ninguno de vosotros que pueda decir que no tiene nada que decir sobre la cuestión. Porque todos tenéis vida privada, por desgracia. Todos tenéis vida privada y, si tenéis vida privada, estáis sujetos a la moral, a una moral separada de la política, y ésta es la desgracia principal que nos oprime. Tendríamos que aspirar a que no hubiera más moral del comportamiento del Individuo, de la Persona, que nos importa un bledo: que se tratara, simplemente, del comportamiento y de la vida de la comunidad, de lo común. Eso quiere decir rompre este sacramento, que es el principal del Régimen, de la separación entre la vida privada y la vida pública.

De qué diablos nos sirve que aquí discutamos grandes cosas contra el Estado, contra el Capital, que examinemos con cierta lucidez los mecanismos de esos mostruos que nos oprimen, si luego llegamos a casa y tenemos a la mujer, o al “tronco” al lado, que nos dice “Ah, pues ¿qué ha dicho Fulano? ¡Qué buenas ideas tiene el tal! Pero se ha puesto un poco pesado, ¿no?, ¿tú que crees? Apaga la luz de la escalera, vámonos a la cama”. Y todo, toda la discusión aquella, al llegar a la escalera, al comedor, a la alcoba, los símbolos que empleo de la vida privada, ha quedado reducido a nada. Todo allí ha venido a ser juzgado como en una última istancia por la conversación, por ejemplo, conyugal entre los dos miembros de la pareja o con cualquier otra tontería por el estilo.

De manera que no hace falta mucho más para convenceros, creo, de la inutilidad de intentar hacer ninguna política que se mantenga al margen y que no ataque directamente la vida privada al mismo tiempo. Que no ataque, es decir, esa separación.

Agustín García Calvo
Contra el Hombre
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid 1997
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