En medio de una crisis política sin precedentes que sacude las bases de la república de Brasil, un grupo de analistas de la izquierda partidaria busca un chivo expiatorio para el inevitable sentimiento de culpa histórica que se apodera de la actual generación en el poder.
Brasil en Rojo
El chivo de 20 centavos
Spensy Pimentel
Desinformémonos
16 marzo 2016 0
En medio de una crisis política sin precedentes que sacude las bases de la república de Brasil, un grupo de analistas de la izquierda partidaria busca un chivo expiatorio para el inevitable sentimiento de culpa histórica que se apodera de la actual generación en el poder.
En junio de 2013, el Movimiento Pase Libre (MPL) puso en marcha una amplia movilización en contra del aumento de 20 centavos en las tarifas de trasporte público, decretado en Sao Paulo y otras grandes ciudades como Río de Janeiro.
Inicialmente, las protestas siguieron un patrón familiar, con marchas que reunieron a varios miles de personas, enfrentamientos con la policía y algunas roturas en bancos y empresas, por parte de adeptos a las tácticas “black bloc”. En términos generales, eran manifestaciones similares a las que podían presenciarse en varias ciudades hace al menos diez años, cuando el MPL surgió.
Mientras tanto, la reacción violenta de la policía en Sao Paulo y Río empezó a llamar la atención de la prensa – varios periodistas también eran atacados, y de repente ya no era malo irse a las calles -. Curiosamente, muchos presentadores de televisión comenzaron a tratar con respeto a la gente que marchaba por sus derechos (a condición de que fueran “pacíficos”). En poco más de una semana, como por arte de magia, las manifestaciones comenzaron a atraer a gente muy diferente de la que normalmente salía a las calles en protesta, junto con los movimientos sociales de izquierda.
El día 20 de junio de 2013 fue un hito en este cambio: una marcha inicialmente llamada por el MPL en la Avenida Paulista, uno de los centros financieros más importantes de Sao Paulo, fue tomada por la gente de clase media alta, vestida de verde y amarillo, con camisetas del equipo nacional de fútbol y carteles genéricos contra el gobierno del PT y la corrupción. Movimientos de izquierda fueron acosados, banderas rojas fueron arrancadas de las manos de los militantes, hubo enfrentamientos con grupos neonazis. Incluso el movimiento negro fue atacado.
Esta repentina transformación de las manifestaciones involucraba más señales de prestidigitación, como la aparición de grupos absolutamente desconocidos con poca o ninguna referencia en cualquier movimiento social anterior. Por lo tanto, el Movimento Contra Corrupção (MCC), el Movimento Brasil Livre (MBL) y el Vem Pra Rua comenzaron a atraer a millones de seguidores en las redes sociales y en las calles. El primero fue fundado en 2013, los otros dos en 2014, siempre por figuras absolutamente sin peso. Al menos en el caso de MBL, se sabe que tienen una conexión directa con los Students for Liberty, organización que, en los últimos años, ha “trabajado” en lugares como Venezuela y Ucrania (http://apublica.org/2015/06/a-nova-roupa-da-direita/)
Meses después de la agitación de 2013, la Policía Federal y el Ministerio Publico Federal desarrollaron la operación anticorrupción más impactante en la historia reciente del país, la Operación Lava Jato. Poco después los grandes medios de comunicación informaron que Petrobras y la presidente Dilma Rousseff habían sido objeto de espionaje de Estados Unidos, según los informes obtenidos por Edward Snowden.
Aún así – y pese a que varios miembros del PT ya admitieron la adopción de prácticas ilegales, que siempre habían criticado en los partidos conservadores –, algunos analistas de izquierda insisten en localizar en las protestas iniciadas por el MPL el origen de la crisis.
Al igual que el MPL, otros movimientos autónomos se han destacado en las movilizaciones populares en Brasil en los últimos años. Esto tiene que ver con el hecho de que los grupos más conocidos, como el Movimiento de los Sin Tierra (MST) optaron en los últimos años por alinearse al gobierno federal, buscando posiciones en el Ejecutivo y disputando puestos en el Legislativo, por ejemplo. La opción, por lo general, era no enfrentar al gobierno federal, o hacerlo superficialmente, ya que, en la práctica, una parte del movimiento participaba del gobierno.
Este escenario comenzó a cambiar durante el primer gobierno de Dilma. Progresivamente, los movimientos autónomos ganaron fuerza. Para el movimiento indígena, por ejemplo, se hizo cada vez más claro que no había ninguna intención del gobierno en hacer frente a los sectores ruralistas y demarcar nuevas tierras en las zonas de conflicto, como Mato Grosso do Sul, el oeste de Paraná y el sur de Bahía.
De hecho, el decreto del 16 de julio de 2012 (Portaria 303 de la Advocacia Geral da União (AGU) mostró que el gobierno fue capaz de combinar sus propios intereses – despacho expedito de los grandes proyectos en tierras indígenas ya demarcadas, especialmente en la Amazonía – a los de los grandes tierratenientes. La historia se pone aún más fea cuando reconoces, por lo que ya se conoce de la investigación policial, que obras como la presa de Belo Monte no tuvieron prioridad por un supuesto “interés nacional”, sino porque eran fuentes importantes de sobornos a políticos.
A su vez, muchos de los jóvenes que se encontraban en las protestas del MPL en 2013 habían apenas salido de los pañales cuando el PT asumió el cargo en 2003. Es, por lo tanto, una generación que no tiene ninguna obligación de permanecer todo el tiempo recordando que las cosas estaban mucho peores en la dictadura, o en las décadas de los 80 o 90.
Por el contrario, si el caso es hablar del tema, la posición de los jóvenes en la actual situación política tiene mucho más que ver con graves deficiencias de los gobiernos del PT:
1) hubo una negligencia política total del sector de la comunicación;
2) tuvo privilegio, como una alternativa para la rápida expansión de la educación superior, el apoyo financiero a las universidades privadas, mientras la expansión del sector público se dio a una velocidad mucho menor
3) incluso en programas prometedores como el Fome Zero (Hambre Cero), el gobierno renunció a la oportunidad de promover la educación política de la población.
Mientras en otros países con gobiernos populares el mensaje para el pueblo era: “Movilizate para defender algo que es un logro tuyo” aquí lo que se estaba transmitiendo a la población era algo más o menos como “Gracias por tu voto, ahora puedes irte a tu casa, deja el trabajo a los profesionales y trata de consumir “. Es fácil ver que casi todo el debate acerca de cómo medir el éxito del gobierno en los últimos años se ha relacionado con el crecimiento del acceso al consumo de los pobres.
Y si al gobierno lo tenían, básicamente, como un instrumento para el mantenimiento de la estabilidad económica que permitió a los ciudadanos trabajar y consumir, es evidente que muchas personas han llegado a sentirse traicionadas cuando el segundo gobierno de Dilma comenzó a usar un discurso de crisis y una política de “ajuste fiscal”, incluidos los aumentos radicales en combustible y energía. Esto después de haber hecho una campaña en 2014 en que acusaba a sus adversarios de ser aliados de los bancos y el capital financiero internacional.
Algunos dicen que la izquierda empezó a “pedir demasiado”, sin tener en cuenta los riesgos planteados por la situación internacional. Recientemente, el alcalde del PT de Sao Paulo llegó a comparar las propuestas del MPL a las de alguien que pide al gobierno viajes gratis a Disneylandia. Sin embargo, el MPL no hizo más que aferrarse a una propuesta de “tarifa cero” que fue formulada bajo un gobierno del PT.
Los indios de Mato Grosso do Sul no están pidiendo nada que no haya sido concedido, por ejemplo, a los campesinos sin tierra del estado. Por cierto, surgen ahora acusaciones de sobornos que involucran el pago de millones de reales en compensación a los tierratenientes de este estado que fueron expropiados para la reforma agraria, lo que muestra que, cuando había “voluntad política”, el dinero público era abundante.
Con todo esto, todavía hay personas que quieren culpar los movimientos autónomos por la crisis.