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Destapando la olla: Los lazos y comunicaciones entre gobiernos, la política y las mafias

Raúl Prada Alcoreza :: 11.04.16

Ambos decursos genealógicos del poder se coaligaron, el institucional estatal y el paralelo y complementario, opaco y clandestino.

Más allá de las mafias

Raúl Prada Alcoreza

Hay que comprender la complejidad de las conformaciones de poder, que se formaron en la modernidad, posiblemente, como herencia de reminiscencias medievales y antiguas. Sobre todo de aquellas conformaciones paralelas a las institucionalizadas como Estado. Pues, parece que estas conformaciones nacieron como defensas locales frente a los abusos de los poderes establecidos institucionalmente y legalmente, buscando romper sus monopolios y sus dominios. Podríamos llamarlas, en ese inicio, ya perdido, como “contra-poderes”; empero, esto sería exagerado, pues tampoco tenían la consciencia de contra-poder; mas bien, erigían un poder, más local, más popular, opuesto y concurrente con el poder estatal. Por eso, no puede ser sorpresa, que más tarde, terminaron aliados al poder institucionalizado del Estado.

Lo que interesa de estos decursos, que llamaremos rebeliones populares heterodoxas e incompletas, es que nos muestran la otra genealogía del poder, la genealogía del poder de las relaciones de dominación no institucionalizadas legalmente ni estatalmente; empero, eficaces, en sus desenvolvimientos. Si a la larga, ambos decursos genealógicos del poder se coaligaron, el institucional estatal y el paralelo y complementario, opaco y clandestino, esto no quiere decir que tienen el mismo origen, por así decirlo; sino, mas bien, distinto, contradictorio y contrastante. A manera de simplificar la exposición, sin pretender un paradigma, podemos decir que el origen de la genealogía del poder estatal es oligárquico, en tanto que el origen del poder paralelo, de la economía política del chantaje, es, mas bien, popular.

La mafia tiene, en su genealogía, un nacimiento popular y local. No hay que explicar mucho para afirmar que se enfrenta, de entrada, al poder monárquico. Entonces, la pregunta es: ¿Cómo ocurre que, a la larga, terminan siendo aliados el Estado y la mafia? No queremos contradecir las hipótesis tejidas por investigaciones y análisis de la mafia, así como historias, que, mas bien, manifiestan desacuerdos interpretativos; empero, podemos interpretar hipotéticamente, que lo que los acerca, a la larga, a pesar de sus orígenes diferenciados y contrastados, es que ambas genealogías del poder juegan a las dominaciones. Por lo tanto, la hipótesis interpretativa, que mantenemos, es: El juego de las dominaciones, ya sea desde la vía estatal, ya sea desde la vía paralela e ilegal, los acerca, hasta convertirlos en complementarios. Entonces pasa un poco lo siguiente: El Estado, las estructuras de dominación estatales se hacen tan flexibles, a tal punto que el Estado tiende a volverse mafioso, en tanto que la mafia tiende a convertirse en estatal, aunque sea parcialmente.

No hay un solo Estado, sin incluir a las excepciones, que confirman la regla, contadas con los dedos de la mano, que escape a esta mezcla entre ambas genealogías del poder. No aceptar este sugerente decurso de las estrategias de dominación, equivale a enceguecerse y cerrarse a comprender la complejidad de las genealogías del poder, de las cartografías de dominaciones, conformadas en las sociedades, ya sean estatalizadas o no. Por lo tanto, equivale, también, en consecuencia, a apostar a políticas de “luchas contra la corrupción”, contra las mafias, contra las economías paralelas, destinadas al fracaso.

Lo importante es aprender de los funcionamientos de estas maquinarias fabulosas de poder, la legal y la ilegal; ver cómo ambas funcionan, para lograr diseñar estrategias de sus recíprocos desmantelamientos. De lo contrario, con la inocencia moral, con la ingenuidad normativa, y el fetichismo institucional legal, se termina en políticas y acciones, no solo destinadas al fracaso, sino que terminan fortaleciendo y expandiendo lo que supuestamente combaten.

Por otra parte, lo que, en un principio, en el nacimiento de estas genealogías, sobre todo de la genealogía del poder paralela, era popular, de honor, de arrogancia y de bravura, formando parte de las leyendas populares y locales, en la medida, que las estructuras de poder fueron coaligándose con el Estado, atravesándolo, comprometiéndose, adaptándose, con sus prácticas institucionales, se perdió dodo esto, que ya es historia perdida; quedó en el recuerdo. Se volvió una mafia sin honor, incluso sin valentía, aunque mantuvo la arrogancia y la bravura, solo que confundida con la violencia despiadada, ya parecida al terrorismo de Estado. Los mafiosos de hoy día harían avergonzar a los mafiosos de esos primeros tiempos, por su descaro y cinismo, por su falta de valores, a pesar, que hoy parezca contradictorio lo que decimos. Aunque usted no lo crea, la decadencia no solo asoló al Estado, sino también a estas corporaciones mafiosas del poder paralelo. No se trata de hacer apología nostálgica de lo que fueron las mafias, en su lugar de nacimiento y en sus primeros tiempos frecuentados, sino se trata de comprender no solo el funcionamiento de estas maquinarias de poder, basadas en lealtades, en juramentos, en compromisos y complicidades, en honores y en redes familiares, sino también su deterioro, a lo largo del tiempo.

Las mafias hoy pueden aparecer como más poderosas, sobre todo por sus influencias en las instituciones del Estado, sin embargo, han perdido su “mística”, si se pudiera hablar así, para ejemplificar e ilustrar. A quienes están acostumbrados a la moral vigente y a los valores oficiales, institucionalizados estatalmente, en las escuelas y en los sentidos comunes normalizados, puede parecerles un exceso desorbitado esta apreciación; sin embargo, se olvidan que en las sociedades se dan otras morales, otros sistemas de valores, otras lealtades, que cohesionaron, en su tiempo, a las sociedades locales. El problema es que la suspensión de valores no solo concurrió en la sociedad institucionalizada, sino también en estas “sociedades” secretas. El cinismo, el desparpajo, el descaro, incluso, lo que los antiguos mafiosos, considerarían cobardía, abundan, en estos entrelazamientos entre mafias y Estado.

Entonces, podríamos decir, interpretando hipotéticamente, que asistimos al derrumbe de ambas genealogías del poder. La genealogía del poder paralelo corre el mismo destino que la genealogía del poder estatal; que se desmorona, precisamente por su excesivo monopolio de violencia legítima, de poder, de especulación.

Lo que se observa, a través de lo que trasmiten los medios de comunicación, son los escándalos de los gobernantes y autoridades, ya sean conservadores, liberales, neoliberales, populistas, progresistas o “izquierdistas”. Estos escándalos se convierten en los referentes para la interpelación moral al poder, tanto político como financiero. Pero, lo que no se trasmite o no ven los medios de comunicación es que los personajes gobernantes, congresistas, financieros, no son más que la punta visible del iceberg. Descargar la fuerza de la justicia y de las leyes en estos crápulas personajes no resuelve el problema; tan solo se castiga a estos individuos, que llegaron a la decadencia singular en sus propias personas. También es una catarsis social; empero, el problema subsiste y crece. Si no son desmanteladas las maquinarias fabulosas del poder, la paralela y la estatal, las genealogías de dominaciones, en su perversa mezcla, tendrán siempre espacio para prolongarse.

¿Cuál es la estructura de esta conjunción entre poder estatal y poder paralelo? La estructura de poder conformado, en lo que se señala como entorno palaciego, no es otra cosa que dispositivo en un aparato más grande y complejo. Los medios de comunicación, las denuncias moralistas, que de ninguna manera las descalificamos, sino las apreciamos, empero, considerándolas en sus límites, se concentran en los montos de los desfalcos, de los sobornos, de las malversaciones, de las apropiaciones privadas; esto es lo menos importante. Lo importante es el flujo constante de un sistema corrosivo, corrupto, especulativo, que apuesta vorazmente a apropiarse de gran parte del excedente. Se concentran en personas visibles, para descargar la indignación; empero, si no fueran esas personas, serían otras; siempre habrá candidatos que ocupen los puestos. El problema se encuentra en el funcionamiento de maquinarias de poder ateridas en dominaciones anacrónicas, empero, restauradas contantemente.

Un cuadro muy resumido y esquemático sería el siguiente:

Los oligopolios de consorcios trasnacionales disputan por el control mundial de las reservas de recursos naturales; se adaptan a las “ideologías” del momento y del país, del Estado, del gobierno con el que tratan. No les interesa, ni toman importancia a la “ideología”, la escuchan y la toleran; lo que les interesa es lograr el control de reservas y yacimientos, obtener las materias primas a los menores costos posibles y en el tiempo más largo que se pueda. Los servicios de inteligencia de las potencias, no solamente sirven a su Estado, sino también a estos grandes consorcios, fuera de responder a sus propios intereses, los relativos a disposiciones sofisticadas de información, tecnologías, intervención; a quienes les interesa mantener el fantasma de la guerra, para gozar de grandes presupuestos. No es de ninguna manera extraño, que los agentes sean dobles agentes; sirvan a su Estado o, en su caso, a la “lucha” que dicen servir, como la “lucha contra el narcotráfico”; pero, también a las mafias, que, precisamente producen, distribuyen y generan consumos de los productos prohibidos. Los gobiernos se encuentran atravesados por estas redes insistentes, recurrentes, desbordantes, tanto las de las mafias, como las de los servicios de inteligencia, además que se encuentran condicionados por la gravitación de las estructuras de los consorcios oligopólicos. Esto pasa tanto en los Estado-nación centrales, las potencias dominantes, como en los Estado-nación subalternos.

Si se quiere caracterizar a gobiernos contradictorios y sinuosos, obviamente, no basta, la ingenua hipótesis de la “traición”, tampoco la tesis mejorada de la conspiración, así como las tesis deterministas económicas. Así como la hipótesis del mal, del mal congénito, de la corrupción inherente. Todo esto solo es “ideología”, que no da cuenta del suceso y del acontecimiento. Es menester, para lograr la comprensión de estos fenómenos y sus fenomenologías, comprender los funcionamientos de las mecánicas de los engranajes de estas maquinarias de poder, ateridas en dominaciones anacrónicas; empero, persistentes.


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