Evolucionar a maneras diferentes de generar política desde las comunidades, deslastrándose de anacronismos de figuras o individualidades que al final serán parte de circos electorales que reducirán la participación al voto sumiso de grupos de poder en las tendencias políticas que se mueven dentro de tal polarización
El parlamento comunal no debe ser parte del aparato de Estado liberal
Por: Carlos Javier Martínez | Martes, 19/04/2016
Aporrea
La existencia del parlamento comunal responde al cambio de etapa de la democracia liberal a la democracia de la gente; del pueblo. Tal acontecimiento no puede ocurrir sin que antes no se consolide un proceso de toma de decisiones desde parlamentos representativos en todos sus órdenes a espacios más amplios en lo participativo, inclusivo desde su fondo y no en su forma, lo cual implica evolucionar a maneras diferentes de generar política desde las comunidades, deslastrándose de anacronismos de figuras o individualidades que al final serán parte de circos electorales que reducirán la participación al voto sumiso de grupos de poder en las tendencias políticas que se mueven dentro de tal polarización.
Al cambio en las maneras de hacer política se suma la elevación de conciencia para, entre otras cosas, comprender que los espacios participativos de la gente no son apéndices de partidos políticos; dichos partidos son para militar con base en las ideas, formar cuadros y establecer políticas determinadas; no obstante, estos cuadros podrán ser parte de las plataformas de lucha y participación del poder popular sin verse supeditados a los partidos, puesto que estaríamos cometiendo el grave error de sustituir la participación por la sumisión, en este caso, por los designios de la clase política que liderase los partidos liberales. A partir de cierto momento de la seudo democracia representada por el bipartidismo de AD y COPEI, comienza la etapa primaria de lo que con la llegada del progresismo bolivariano se le dará el nombre de poder popular; reflejado en espacios de organización y combate en función de lograr mejoras ciudadanas esenciales como forma alternativa a la crisis moral, ética y social donde nos sumió el parasitismo adeco copeyano.
Pretender que el naciente parlamento comunal forme parte de la estructura del Estado es limitar sus funciones; es restar la importancia que debe tener el poder de la gente para conformar instituciones anquilosadas por el liberalismo, lo que traerá como consecuencia la sustitución por la vía del igualitarismo parlamentario; dicho de otra manera, “un quítate tú pa ponerme yo”.
Los cambios epocales en la política venezolana ameritan de la transformación profunda en las bases participativas del pueblo, para de esta manera dar paso al nacimiento de decisiones vía asamblearia colectiva. Se trata de echar por tierra el viejo estado liberal para levantar novedosas formas de organización del pueblo en función de sus necesidades. Hay tiempo para corregir este desacierto en nombre de la construcción del socialismo latinoamericano.