Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

La maquinaria del bio-poder

Raúl Prada Alcoreza :: 17.06.16

Retomamos la tesis de Michel Foucault sobre la biopolítica y asumimos la interpretación de Antonio Negri, que propone una diferenciación entre biopoder y biopolítica. Siendo la primera, la que corresponde a las dominaciones; siendo la segunda, la que corresponde a la espontaneidad de la vida; por este camino, a la potencia creativa.

La maquinaria del bio-poder

Raúl Prada Alcoreza

Cuando hablamos de poder no imaginamos unas estructuras de poder edificadas en un afuera, externas, como una maquinaria, separada de la sociedad, que actúa contra ella, desde esa exterioridad. Esta es la imagen que, de alguna manera, ha sido compartida por la ciencia política, la filosofía política, las “ideologías”; incluso críticas y pretendidamente “revolucionarias”. Si bien, como concebimos, el poder solo se puede entender como economía política del poder, en el contexto complejo de la economía política generalizada, por lo tanto, como bifurcación, separación, del Estado respecto de la sociedad, hay que tener en cuenta que esta separación es imaginaria, aunque también institucionalizada. En realidad, efectivamente, el Estado no se separa de la sociedad, sino, como también dijimos, captura parte de sus fuerzas para reproducirse. Cuando más se dice que se separa – por ejemplo desde la tesis de Louis Althusser y la interpretación de Alain Badiou - es cuando, efectivamente, está más enraizado a la sociedad, por lo menos, en la sociedad institucionalizada[1]. Pues requiere de energía vital, requiere de la vida, requiere capturar energía de vida, para lograr funcionar como maquinaria del poder. En este sentido, retomamos la tesis de Michel Foucault sobre la biopolítica y asumimos la interpretación de Antonio Negri, que propone una diferenciación entre biopoder y biopolítica. Siendo la primera, la que corresponde a las dominaciones; siendo la segunda, la que corresponde a la espontaneidad de la vida; por este camino, a la potencia creativa.

Por estas consideraciones, nuestra crítica giró hacia esa parte de la sociedad capturada, atrapada en la redes del poder, de las mallas institucionales del Estado. El poder, en todas sus formas, en todos sus engranajes y genealogías, emerge de los cuerpos capturados. Estos cuerpos, en su relación con el poder, han constituidos sujetos adecuados a la reproducción del poder, subjetividades afines a la reproducción del poder. Son como los cuerpos que ejecutan las acciones y prácticas que reproducen, constantemente, las relaciones de dominación polimorfas. Son los cuerpos que emiten los discursos de legitimación o que comparten esos discursos. Son también los que hacen circular y por donde circulan los imaginarios del poder, también las formas de pensamiento social, por así decirlo, que interpretan el poder como si fuese la realidad.

Entonces, hay que tener otra configuración del poder. No es externo a una sociedad interna. Es, por así decirlo, usando provisionalmente el viejo lenguaje, externo e interno, a la vez. El poder no solo puede ser descrito como genealogía, a partir de las genealogías de las dominaciones, sino como metamorfosis. Las instituciones, que van a convertirse en las mallas institucionales del Estado, son creadas por los mismos humanos, por la misma sociedad. Estas construcciones y edificaciones institucionales, como estructuras y como organizaciones funcionales, se convierten, poco a poco, de instrumentos útiles en dispositivos de poder; por lo tanto, de dominación. La sociedad institucionalizada elabora interpretaciones para legitimar esta mutación. Las instituciones se fetichizan, sobre todo, el conjunto de ellas, el Estado. Es cuando las interpretaciones conforman “ideologías”, que, aunque pretendan exposiciones racionales, configuran el mito del poder, el mito del Estado, el mito del gobierno. Las instituciones se convierten en el principio y el fin; son, definitivamente, la “realidad” producida por el poder.

No hay que considerar esta metamorfosis, como dada en el tiempo, en el ciclo largo de la historia, pues las instituciones ni el Estado tienen vida propia. Ocurre constantemente; el poder tiene que reproducirse permanentemente, tiene que ser rehecho todos los días. Para que esto suceda requiere que haya cuerpos que lo reproduzcan en sus prácticas e imaginarios. Los cuerpos son especializados; unos como funcionarios, otros como usuarios; unos como gobernantes y administradores de la cosa pública, otros como gobernados. Unos, como maestros, los que enseñan la “ideología” estatal, en todas sus versiones, temas, tópicos y rubros; otros, como los que aprenden, los que escuchan y son inducidos a creer en lo que comparten “ideológicamente”. Ciertamente, esta división del trabajo de la reproducción del poder no queda ahí; continúa, pues la dominación no es única, homogénea y general, sino hay múltiples formas de dominación, distribuidas en la sociedad. Esta multiplicidad de dominaciones connota múltiples relaciones de biopoder entre Estado y sociedad. Para dar una imagen ilustrativa, son como innumerables cordones que conectan los cuerpos a los dispositivos de poder. Estos funcionan absorbiendo vida, capturando vida, canalizando esta energía a la reproducción y expansión del poder.

Los sujetos sociales capturados por las mallas institucionales del poder no se ven como capturados, sino, mas bien, como beneficiados por instituciones del orden, del progreso, del desarrollo. Hay como una satisfacción de establecer esta relación de biopoder; se da como un placer de formar parte de esta marcha histórica y civilizatoria. No pueden imaginarse otra realidad posible, otro mundo alternativo. Este es el único mundo posible. Lo demás o son especulaciones delirantes, utopías imposibles o, en otras versiones, radicalismos soñadores, románticos, hasta irresponsables.

La configuración entonces se parece más a la de una conformación biotecnológica; entendiendo tecnología en el sentido amplio como lo sugiere Foucault. Hay también tecnologías sociales, formas de organización, de estructuras, de diagramas, que se aplican a los cuerpos, buscando inducir sus comportamientos. Ciertamente, estas tecnologías de poder no dejan de usar las técnicas, las tecnologías, en sentido restringido, como herramientas específicas. En consecuencia, por esta vinculación, este conjunto de conexiones, entre cuerpos y dispositivos de poder, se refuerza la imagen de que el Estado vive, de que las mallas institucionales viven; tienen vida propia. Pues, al chupar la sangre de los cuerpos vivos - diciéndolo en sentido metafórico -, sangre que circula por las venas artificiales de los aparatos del Estado, el gran vampiro, cobra vida, por así decirlo; más bien, la portentosa edificación fabulosa donde habitan los vampiros, que son fantasmas, es decir, imaginarios sociales, cobra vida.

En consecuencia, efectivamente, no hay separación entre Estado y sociedad; esto se da imaginariamente, como “ideología”; mito sostenido por la separación institucional, que no deja de ser imaginaria, empero, funciona materialmente. Para decirlo, de algún modo, la realidad efectiva del poder, que en la economía política generalizada funciona como bifurcación, disociando lo abstracto de lo concreto, valorizando lo abstracto, desvalorizando lo concreto, existe, funciona efectivamente, como articulación imprescindible.

Esta configuración del poder, nos ha llevado a la interpretación de que la clave de la reproducción del poder se encuentra en los que lo padecen, al aceptar esta relación de subordinación, de delegación y de representación. Hay como un deseo del amo, de que ocurra así, de que se perpetúe un orden, basado en las dominaciones. Éstas pueden cambiar, edulcorarse, adquirir mimesis democráticas; empero, las polimorfas formas de dominación se preservan. Pueden, incluso cambiar las élites; parte de los que eran gobernados, ahora, gobernar. Empero, la estructura estructurante del poder se conserva, perdura, se reproduce, mutando y transfigurándose en sus mutaciones.

[1] Althusser y Badiou lo dicen, distanciándose de la tesis determinista de la concepción mecánica de la relación entre estructura económica y superestructura ideológica, política, jurídica y cultural, buscando explicar la función del Estado como instrumento de dominación. Esta interpretación de la autonomía relativa del Estado supone el contexto de la lucha de clases. En Acontecimiento político retomamos esta interpretación. Sin embargo, si bien ayuda a comprender la puesta en juego “ideológica”, institucional y política, no explica el funcionamiento mismo del poder, de las dominaciones, sus dinámicas moleculares. Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid. Así mismo, revisar de Alain Badiou Teoría del sujeto, también La revolución cultural. ¿La última revolución? Prometeo Libros; Buenos Aires 2009. Les conférences du Rouge-Gorge. Ver también Acontecimiento político. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.


https://clajadep.lahaine.org