La población se volvió a movilizar para acompañar a Jairo al hospital y montar guardias de seguridad a su alrededor. La gente de abajo lo cuida.
Los de abajo
Atentado en Veracruz
Gloria Muñoz Ramírez
La Jornada
Jairo Guarneros Sosa es un luchador social de abajo. No hay causa justa en Orizaba, Veracruz, en la que él no participe. Acompaña los derechos de las trabajadoras sexuales, a los taxistas, a las mujeres que bajan de la montaña a vender sus productos y a los migrantes en su paso por esta ciudad. Está comprometido con la defensa del Pico de Orizaba, con el rechazo a la presa Zongolica y con los pueblos que luchan contra los megaproyectos que empresarios veracruzanos pretenden imponen para despojarlos de sus territorios. Ha peleado junto a las personas portadoras de VIH por sus derechos y contra todo tipo de discriminación en Veracruz. Jairo es simpatizante zapatista desde 1994 y en 2001 logró junto a una red de colectivos la manifestación más grande que ha vivido Orizaba al paso de la caravana del EZLN.
El jueves en la noche Jairo recibió un tiro y la bala se alojó en su pecho. El arma se atascó y el asesino no pudo disparar por segunda ocasión para concretar su objetivo. El atentado ocurrió un día después de que el integrante del Colectivo Feminista Cihuatlahtolli denunciara a la policía municipal de Orizaba, ya que una patrulla embistió a un taxi, dejando como resultado una mujer muerta, y los tripulantes se dieron a la fuga.
De inmediato Jairo se movilizó con un grupo de taxistas de la Central “Grito” para exigir justicia y la presentación de los culpables, plantándose afuera de la casa del alcalde, Juan Manuel Diez Francos, quien por cierto desde el año pasado lo declaró enemigo número uno de la ciudad por su oposición a los proyectos que atentan contra el medio ambiente.
El gobierno municipal aceptó su culpa, pero en la movilización –señala un comunicado del colectivo Cihuatlahtolli– “algunos policías refirieron a los taxistas que se retiraran si no querían más muertitos”. Y horas más tarde fue el atentado contra Jairo.
La población se volvió a movilizar para acompañar a Jairo al hospital y montar guardias de seguridad a su alrededor. La gente de abajo lo cuida. Las trabajadoras sexuales, indígenas y taxistas vigilan los alrededores para que no le pase nada mientras esté internado. Se le reporta estable, pero se teme un nuevo atentando, pues, advierten, “en Orizaba la lucha social es perseguida y reprimida”.
“Exigimos al gobierno de Javier Duarte garantías de seguridad, hacemos responsable al gobierno municipal de la seguridad del compañero y de las y los compañeros de Cihuatlahtolli. Si el gobierno no fue, saben quién es capaz de ello. Sabrán detenerlo o esperarán a que la gente organizada lo haga”, indica el colectivo en un primer reporte. “No tenemos miedo”, finaliza el colectivo Cihuatlahtolli.
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