El discurso jurídico-político es contrapuesto, en el sentido de interpelación, por la formación discursiva y enunciativa histórico-política; que, si bien, se opone al discurso jurídico-político, forma parte del mismo mundo de representaciones, como complemento contradictorio de una conformación discursiva y enunciativa, que corresponde a la episteme moderna de los esquematismos dualista
¿Cómo entender entonces estas prácticas ideológicas, concretamente las relativas a la efectuación del discurso jurídico-político? ¿Cuál el contexto mayor que las contiene? ¿Cómo funcionan estos dispositivos en ese contexto mayor?
Ideología jurídico-política III
Complejidades eco-sociales y eco-institucionales
Raúl Prada Alcoreza
Publicado el: 14 septiembre, 2016
http://www.bolpress.com/2016/09/14/complejidades-eco-sociales-y-eco-institucionales/
Vea las dos primeras partes: Legitimación constitucional, potencia social y proceso constituyente, en: http://clajadep.lahaine.org/?p=17764
La crítica de la ideología jurídico-política coloca a esta formación discursiva y enunciativa en la situación de suspensión que le corresponde, en el espacio virtual del imaginario social compartido. Imaginario construido institucionalmente sobre el cimiento del fetichismo jurídico y de las prácticas de dominación correspondientes a la política, en sentido restringido. Este discurso jurídico-político es contrapuesto, en el sentido de interpelación, por la formación discursiva y enunciativa histórico-política; que, si bien, se opone al discurso jurídico-político, forma parte del mismo mundo de representaciones, como complemento contradictorio de una conformación discursiva y enunciativa, que corresponde a la episteme moderna de los esquematismos dualista. Ahora bien, si la crítica de la ideología coloca en suspensión a la formación discursiva y enunciativa jurídico-política, comprende que su función es de legitimación del poder. Además, considera que la formación discursiva y enunciativa opuesta, la histórico-política, a pesar de interpelar al discurso jurídico-político y constatar que es un discurso de legitimación, y autodefinirse como discurso de combate, de lucha contra la dominación impuesta y el Estado, que institucionaliza esta dominación, el discurso jurídico-político no deja la ideología. Es también ideología, aunque sea la ideología contrapuesta a la ideología de la legitimación del Estado. Forma parte de las concurrencias ideológicas en el mundo de las representaciones, si se quiere, de la lucha ideológica. ¿Cómo entender entonces estas prácticas ideológicas, concretamente las relativas a la efectuación del discurso jurídico-político? ¿Cuál el contexto mayor que las contiene? ¿Cómo funcionan estos dispositivos en ese contexto mayor?
Partimos, como ya lo dijimos y expusimos en otros ensayos, del pensamiento complejo, de la perspectiva de la episteme compleja[1]. En este sentido establecimos que, desde esta perspectiva, no se puede hablar de sociedad como campo de objetos de estudio, pues no hay una sociedad aislada de las ecologías de la biodiversidad del planeta. El concepto que propusimos es eco-sociedades. Por lo tanto, se trata de comprender los funcionamientos de las sociedades humanas en el contexto entrelazado de las sociedades orgánicas, que, a su vez, se interrelacionan e imbrican con los espesores territoriales, con los ecosistemas. En consecuencia, el análisis social o de la sociedad requiere visualizar los nudos de los entramados, las articulaciones e integraciones singulares de la complejidad dinámica, en su simultaneidad y sincronía dinámicas. Al respecto, la pregunta es: ¿Qué papel y cómo funcionan en la complejidad dinámica integrada eco-social estos dispositivos jurídicos-políticos, sostenidos por las composiciones y estructuras institucionales?
Con esta pregunta nos desmarcamos, de entrada, de las pretensiones ideológicas de verdad del discurso jurídico-político, también del discurso histórico-político. Así como nos desmarcamos del mundo de representaciones al que pertenecen, buscando interpretar desde la perspectiva de la complejidad estos funcionamientos de estos dispositivos jurídico-políticos en el mundo efectivo, comprendiendo las dinámicas complejas y simultaneas. Sabemos que lo que decimos se expresa en el lenguaje, que hace funcionar también lo imaginario y la imaginación; sin embargo, lo hace sin aislar lo imaginario, la capacidad imaginaria, ni refugiarse en lo imaginario y la imaginación, sino comprendiendo la integración con las fenomenologías de la percepción social y la fenomenología de la percepción corporal.
Con la intención y la proyección declarada, de interpretación, desde la perspectiva de la complejidad, vamos a desplegar un conjunto de hipótesis teóricas, que definen una plataforma de proposiciones para el análisis de las dinámicas institucionales, en el contexto eco-social o de las eco-sociedades. Pero, antes haremos un repaso de una de las corrientes del pensamiento complejo, la teoría de sistemas autopoiéticos. Esto debido a que en esta teoría encontramos proyecciones al campo social, a los espacios estatales de funcionamiento de las sociedades; lo que fue el campo de objetos de estudios de las ciencias sociales y ciencias humanas. En la episteme compleja, a la que pertenecen las teorías de sistemas, entre ellas, una de las más importantes y de implicaciones irradiantes, es la teoría de sistemas autopoiéticos. Desde estos desplazamientos y rupturas epistemológicos, respecto a las ciencias sociales y ciencias humanas de la episteme moderna, vamos a movernos hacia proposiciones de la complejidad, que tienen que ver con la teoría de la complejidad de la sincronización dinámica vital, que es la corriente de la complejidad de la que formamos parte.
La sociedad como sistema autopoiético
En La sociedad de la sociedad, Niklas Luhmann comienza a distinguir el análisis de la sociedad, desde la perspectiva de la teoría de sistemas, respecto a la sociología; refiriéndose a la condición de posibilidad de la comunicación, dice:
Esta línea de razonamiento converge con una versión de la teoría de sistemas que de manera constitutiva (tanto para el concepto como para la realidad) hace hincapié en la diferencia entre sistema y entorno. Cuando se parte de la distinción sistema/entorno hay que colocar al ser humano (como ser viviente y consciente) o en el sistema o en el entorno; dividirlo o fraccionado en tercios no es viable empíricamente. Si se tomara al hombre como parte de la sociedad, la teoría de la diferenciación tendría que diseñarse como teoría de la clasificación de los seres humanos — ya sea por estratos sociales, por naciones, por etnias, por grupos. Pero con esto se entraría en oposición evidente con el concepto de derechos humanos, en especial con el de igualdad. Tal ‘humanismo’ fracasaría ante sus propias ideas. Así que no queda otra posibilidad que la de considerar al hombre por entero — en cuerpo y alma— como parte del entorno del sistema sociedad[2].
En lo que respecta al sentido, Luhmann escribe:
En el contexto de la figura teórica de la autopoiesis, presuponer el sentido de ninguna manera contradice el otro presupuesto según el cual el sentido se produce en la trama de operaciones que siempre presuponen sentido. Por el contrario: la peculiaridad del médium del sentido es un correlato necesario de la clausura operativa de los sistemas con capacidad de distinguir. El sentido, se produce exclusivamente como sentido de las operaciones que lo utilizan; se produce por tanto sólo en el momento en que las operaciones lo determinan, ni antes ni después[3].
El sentido se construye permanentemente, momento a momento; entonces:
Esta constatación que de entrada parece mera conjetura (no hay sentido fuera de los sistemas que lo utilizan y reproducen como médium), puede superarse si se mantiene ante los ojos la consecuencia de la clausura operativa del sistema: su relación con el entorno es operativamente inalcanzable. Los sistemas vivos crean un entorno particular para sus células —entorno que las protege y permite su especialización, es decir, permite organismos. Estos sistemas se protegen en el espacio por medio de límites materiales. Los sistemas psíquicos y sociales desarrollan sus operaciones en forma de operaciones-de observación que permiten distinguir al sistema mismo del entorno — a pesar de que (y habría que agregar: porque) la operación únicamente puede llevarse a cabo dentro del sistema; distinguen, en otras palabras, entre autorreferencia y heterorreferencia[4].
Aclara las condiciones operativas de la construcción del sentido:
Sobre cómo opera el sentido pueden hacerse asertos recurriendo a distinciones específicas que refieren y definen con exactitud el sentido. Fenomenológicamente, el sentido puede describirse como aquel excedente de remisiones accesible desde el sentido actualmente dado. El sentido es entonces — y hacemos hincapié en lo paradójico de la formulación — un contexto de remisiones infinito — esto es, indeterminable —, que puede hacerse accesible y reproducirse en forma determinada. Puede caracterizarse la forma del sentido como diferencia entre actualidad y posibilidad y, con ello, a la vez, afirmar que esta distinción y ninguna otra es la que constituye al sentido[5].
La caracterización correspondiente del sentido, desde la teoría de sistemas, es:
El sentido emerge y se reproduce como comportamiento-propio (Eigenbehaviour) de ciertos sistemas; esto resulta del hecho de que los sistemas de conciencia y los sistemas sociales producen sus elementos últimos como acontecimientos referidos a un punto en el tiempo y que al desvanecerse de inmediato no pueden tener duración: suceden por primera y última vez. Se trata de sistemas temporalizados que únicamente logran la estabilidad en forma dinámica reemplazando de continuo los elementos que se anulan por otros nuevos. Sus estructuras deben estar preparadas para eso. El presente actual es corto y está de tal manera diseñado que todo lo que en él sucede, sucede simultáneamente. Este presente no es todavía propiamente tiempo. Se volverá tiempo cuando se conciba como separación de un ‘antes’ y un ‘después’, de un pasado y de un futuro. El sentido, entonces, aparece en el tiempo y puede en todo momento invertir las distinciones temporales; es decir, puede utilizar el tiempo para reducir complejidad: tratar el pasado como si ya no fuera actual y el futuro como si todavía no fuera actual[6].
Esto en lo que respecta a los desplazamientos respecto a las ciencias sociales y ciencias humanas. No puede haber una mirada externa a la sociedad, que la estudie; toda mirada sobre la sociedad emerge de la sociedad misma; se trata de una auto-descripción. La sociedad no es objeto, ni campo de objetos de estudio; ni el investigador o la investigación social el sujeto de estudio. La sociología, las ciencias sociales y las ciencias humanas se habrían entrabado en las paradojas que ocasionan, al pretender una exterioridad desde la que estudia la sociedad y se da cuenta de ella; así como al pretender encontrar la esencia que explica la sociedad o la relación básica que la inaugura y la hace posible; del mismo modo al buscar la estructura última que explica su cohesión y consistencia. Desde la perspectiva de la teoría de sistemas, se trata de operaciones en el sistema mismo y desde el sistema las que definen distinciones para efectuar las interpretaciones necesarias.
El sistema, que se diferencia del entorno; diferencia que establece, de entrada, la complementariedad ineludible entre sistema y entorno; que permite efectuar y definir las operaciones dadas en el sistema, a su vez, abarca las operaciones posibles fuera del sistema, en el entorno. En consecuencia, el sentido, que deviene de las operaciones de distinción y de selección, atribuyendo actualidad a la operación interpretada, comprende, a la vez, el sin-sentido, que no puede ser sino otro sentido. El sentido viene a ser una construcción permanente y actualizada en esta complementariedad entre autorreferencia y heterorreferencia.
En la exposición de la teoría de sistema autopoiéticos, Luhmann, acude a la teoría de la forma para ilustrar las operaciones auto-referidas de los sistemas[7]. Escribe:
En este sentido la forma es autorreferencia desplegada o, para decirlo todavía con mayor precisión, es autorreferencia desplegada en el tiempo. Hay que partir siempre del lado señalado y se necesita tiempo para una operación posterior: tanto para permanecer en el lado designado como para atravesar el límite que constituye la forma[8].
Se trata de operaciones de distinción, constitutivas del sistema, efectuadas en esa operación de clausura, que distingue autorreferencia y heterorreferencia, que son capaces no solamente de reducir la complejidad del entorno creando mayor complejidad interna, sino también abrirse a mayor complejidad con el entorno mediante una mayor complejidad interna. Estos sistemas son sistemas de vida, capaces de retener la energía generando neguentropía. ¿En qué condiciones ocurre esto? La respuesta de la teoría de sistemas ha sido considerar la capacidad de aprendizaje y transformación de los sistemas, transformación que se denomina evolución. Luhmann comenta al respecto:
Un primer paso en este desarrollo lo constituyó la inclusión de relaciones autorreferenciales, por tanto, circulares. En un primer momento se pensó en la construcción de estructuras del sistema a través de procesos sistémicos propios y se habló, por consiguiente, de auto-organización. El entorno fue entendido como fuente de ruido no especifico (carente de sentido), del cual, sin embargo, el sistema podía extraer sentido a través del contexto de sus propias operaciones. Así se trató de explicar que el sistema — ciertamente en dependencia del entorno y en ningún caso sin entorno aunque sin estar determinado por él — puede organizarse por sí mismo y construir su propio orden: “order from noise”. Visto desde el sistema, el entorno actúa sobre él casualmente, aunque precisamente esta casualidad se torna imprescindible para que pueda emerger el orden; y cuanto más complejo se torne el orden más imprescindible será la intervención del azar.
En este nivel de discusión, Humberto Maturana con su concepto de autopoiesis introduce un elemento nuevo. Los sistemas autopoiéticos son aquellos que por sí mismos producen no sólo sus estructuras, sino también los elementos de los que están constituidos — en el entramado de estos mismos elementos. Los elementos sobre los que se alzan los sistemas autopoiéticos (que vistos desde la perspectiva del tiempo no son más que operaciones) no tienen existencia independiente: no es por tanto que ya estén y que simplemente se coloquen. Más bien se producen por el sistema y precisamente por el hecho de que se utilizan como distinciones — sin importar la base energética o material. Los elementos son informaciones, son diferencias que en el sistema hacen una diferencia. En ese sentido son unidades de uso para producir nuevas unidades de uso — para lo cual no existe ninguna correspondencia en el entorno[9].
Una conclusión respecto a la diferencia, que podemos connotarla como ruptura epistemológica, entre la episteme compleja y la episteme moderna, concretamente, entre la teoría de sistemas, aplicada al análisis de la sociedad, y las ciencias sociales y humanas, es:
El sistema sociedad no se caracteriza entonces por una determinada ‘esencia’ (Wesen), ni mucho menos por una determinada moral (propagación de la felicidad, solidaridad, nivelación de condiciones de vida, integración por consenso racional, etcétera), sino únicamente por la operación que produce y re-produce a la sociedad: eso es la comunicación[10].
El autor aclara lo que se entiende por comunicación desde la teoría de sistemas:
Otras aclaraciones se derivan de la idea de que la operación elemental de la sociedad es un acontecimiento atado a un instante de tiempo: en cuanto surge, se desvanece. Esto es válido para todos los componentes de la comunicación: para la información (Information) que sólo sorprende una vez; para el darla-a-conocer (Mitteilung) que — como toda acción — está ligado a un punto momentáneo en el tiempo, y para el entenderla (Verstehen) que no puede repetirse sino a lo sumo recordarse. Y esto es válido también tanto para la comunicación oral como para la escrita, con la diferencia de que la tecnología de difusión de la escritura puede hacer llegar —temporal y espacialmente — el acontecimiento de la comunicación a muchos destinatarios, y así lograr que se realice en momentos imprevisiblemente numerosos.
Con este concepto de comunicación — acontecimiento atado a un instante de tiempo — corregimos a la vez el concepto popular de información. Información es una selección sorpresiva de entre varias posibilidades; en cuanto sorpresa no puede ni durar ni transportarse. Tiene que producirse dentro del sistema porque supone comparación de expectativas[11].
Dada esta situación momentánea de la comunicación y de la información, el problema es comprender cómo se mantiene el sentido, pues éste vendría también afectado por esa fugacidad. La teoría de sistemas, que comprende las paradojas generadas por la relación de diferenciación del sistema y entorno, supone la paradoja de continuidad/discontinuidad. Despega la pregunta de cómo el sentido puede atenderse, en otras situaciones, como si fuera el mismo. Necesariamente debe establecerse la repetición reconocible. ¿Cómo sucede? La respuesta es:
En la teoría de las formas de George Spencer Brown este desiderátum puede expresarse con el doble concepto de condensation y confirmation — concepto que no puede reducirse a uno solo. Las recursiones deben producir identidades que sean aptas para reutilizarse; esto lo logran únicamente a través de la condensación selectiva omitiendo los momentos no repetibles de otras situaciones. Pero, además, deben poner a prueba — en situaciones nuevas — el sentido ya condensado; para ello precisan de generalizaciones. Cuando estos requerimientos deben satisfacerse repetidamente, por ejemplo a través del lenguaje, se forman variantes de sentido generalizadas cuyos significados no pueden captarse suficientemente en forma de definiciones; resultan de las experiencias de utilización, las cuales dependen totalmente del sistema usuario. En esto vemos el fundamento de la evolución de los medios de comunicación simbólicamente generalizados[12].
Hasta aquí, como se puede ver, la teoría de sistemas autopoiéticos reincorpora a la sociedad a los sistemas de vida; deja la separación supuesta entre sociedad y naturaleza, así como la separación entre cultura y naturaleza, de la episteme moderna. Por otra parte, la sociedad es comprendida como sistema autopoiético, en constante transformación. Lo que implica, que el sistema de sociedad despliega plurales y múltiples operaciones de distinción, tanto al interior del sistema como con respecto al entorno. Un conjunto de operaciones pueden comprenderse como comunicación, que es entendida también como operatividad sistémica. El sentido o, mas bien, los sentidos vehiculados por el sistema de comunicación, que hacen a la sociedad, son constantemente reinventados, manteniendo por comparación la estabilidad necesaria, haciendo como si se tratase del mismo sentido, logrando su generalización, compartida socialmente.
Recogiendo lo expuesto y citado, podemos entender, entonces, las normas, las leyes, los enunciados jurídicos, los sentidos políticos, del discurso jurídico-político como dispositivos de operaciones sistémicas de la sociedad. De esta manera, están expuestos a constantes retroalimentaciones, reinvenciones, siempre innovando el sentido; empero, logrando preservar cierta estabilidad, haciendo como si fuera el mismo sentido; proyectando no solo la pretensión de generalización, sino también la pretensión de universalización. Solo así puede el discurso jurídico-político suponer la estabilidad institucional en el tiempo.
El problema radica en que esta estabilidad del sentido es forzada a ir más allá de lo que se puede, aboliendo el espacio de la inestabilidad, que también es necesaria para permitir el aprendizaje del sistema y su evolución. Lo forzado de esta extensión, dada por intervención de la violencia estatal, de la estabilidad posible del sentido, termina inmovilizando al sistema jurídico-político, para decirlo desde la teoría de sistemas, sin todavía explicar esta definición provisional de sistema jurídico-político. Entonces, se genera, por así decirlo, un sistema-no-sistema, que no funciona como sistema, sino como una composición de operaciones normativas anquilosada, detenida en su constitución primera. Esta composición a-sistémica obstruye parte del funcionamiento del sistema de sociedad. No puede lograr la realización sistémica de la constelación de operaciones generadas. Parte de las operaciones quedan cristalizadas, sin lograr su retroalimentación. En consecuencia, tampoco logran la conexión sistémica con los otros campos de operaciones sistémicas del sistema de sociedad. Se puede interpretar este fenómeno como obstrucción en la reproducción del sistema de la sociedad. Esta obstrucción genera desorden, además de desconcierto, utilizando este término subjetivo, que vamos a explicar después, en su connotación sistémica. Genera desorden, pues quiebra la coherencia, si se quiere, la armonía del funcionamiento del sistema de sociedad. Paradójicamente la ideología jurídico-política, que legitima el orden del poder, genera, más bien, efectivamente, desorden en el sistema sociedad.
En resumidas cuentas, la ideología jurídico-política funciona triplemente como ideología; al pretender decir la verdad; al creer que legitima el poder; al suponer que preserva el orden. Solo lo hace imaginariamente, cuando efectivamente su presencia y su funcionamiento generan, mas bien, desorden en el sistema de la sociedad. En lo que viene intentaremos proponer una interpretación, desde la perspectiva de la complejidad, sobre este fenómeno de obstrucción de la ideología jurídico-política y de la institucionalidad que la sustenta.
A-sistema jurídico-político
El a-sistema jurídico-político se distingue de otros campos sociales, demarcando sus límites, mediante operaciones de clausura, que acuden a la distribución de tareas institucionales. Los campos jurídico y político son considerados como espacios autonomizados en la modernidad. En consecuencia, el campo compuesto jurídico-político se caracteriza, usando la terminología de Pierre Bourdieu, por la distribución jerárquica y centralizada del capital jurídico y del capital político. Las operaciones de clausura de este a-sistema jurídico-político se definen en la autorreferencia de esta composición estructural e institucional; definiciones logradas en la norma, así como en la representación y delegación.
En el a-sistema jurídico-político las normas son operaciones de distinción dentro del sistema sociedad, que atingen a la distribución operativa de los distintos subsistemas componentes, que corresponden a los campos sociales. Operaciones de comunicación, que construyen sentido y buscan su compartir; a la vez, valorativas, que buscan ponderar conductas y comportamientos; así como regulativas, que obligan al cumplimiento de las normas. En el caso de la condición política del a-sistema jurídico-político, las operaciones de clausura buscan la legitimación; a la vez la reproducción del funcionamiento agitado y contingente del a-sistema jurídico-político.
Las normas y las políticas – para ilustrar resumidamente – son operaciones sistémicas, que, como tales, se basan en la auto-descripción del sistema de la sociedad; en las operaciones de distinción del sistema de sociedad, que tiene en cuenta la paradoja de autorreferencia/heterorreferencia; en las operaciones de comunicación, que construyen constantemente el sentido compartido socialmente. Sin embargo, al interrumpir esta operatividad, como a mitad del camino, para decirlo de ese modo figurativo, no continúan la realización operativa, no logran el reciclaje y la continuidad del sistema como sistema, sino lo cristalizan en un momento transversal, con la pretensión de hacerlo eterno. No permiten el aprendizaje de todo sistema, su avance a la comprensión de la complejidad, su misma complejización, evitando las transformaciones necesarias; en sentido sistémico, su evolución.
En consecuencia, estas operaciones de clausura, de distinción, de comunicación, de aprendizaje y de evolución, quedan interrumpidas institucionalmente por voluntad y acción del Estado. Lo que podría ser sistema jurídico-político, en coordinación con los otros sistemas, en el contexto del sistema de sociedad y en el contexto mayor, que comprende al entorno del sistema de sociedad, experimentando su propio devenir, aprendiendo y transformándose, termina coagulado en una estructura institucional aterida a un momento pasado, que trata de convertirlo en eterno.
El sistema de sociedad queda afectado, por lo menos, para simplificar, a dos tendencias inherentes; la de su funcionamiento sistémico, que constantemente cambia, modificando y enriqueciendo sus dinámicas, mediante los flujos de operaciones sistémicas, que reconstituyen el sistema con la composición constantemente cambiante; aunque preservando la estabilidad, en la medida que se comparte el sentido, que se supone es el mismo. La otra tendencia es ésta, la de la interrupción del funcionamiento sistémico, que se estanca en medio camino de las operaciones, como encantadas por el fantasma de un logro; la distinción, la auto-identificación, la autorreferencia, la comunicación lograda, en un momento. Edificando, de esta manera, las mallas institucionales del Estado, enamorado de sí mismo, sobre todo, de la imagen dada en un tiempo pasado.
La crisis del sistema de sociedad es estructural, institucional, política, social y, sobre todo sistémica. El sistema de sociedad no puede realizarse como tal, debido a que una parte de sus subsistemas se han convertido en a-sistemas, obstaculizando su desenvolvimiento, aprendizaje y evolución. Impidiendo la coordinación armónica del sistema de sociedad.
La crisis sistémica se manifiesta en todo el funcionamiento del sistema de sociedad; en lo que nos compete ahora, en el a-sistema jurídico-político. Solo por determinación estatal se mantienen estas normas, estas leyes, estas constituciones, que corresponden a momentos pasados. Solo la violencia monopólica del Estado puede preservar su presencia institucional. Solo la obligación inducida a la fuerza puede obligar a considerarlas como imperativos, como deberes y requisitos. La presencia institucional del campo compuesto jurídico-político es, de hecho, la manifestación estructural de la crisis sistémica.
Complejidad sincrónica e integral, simultánea y dinámica
El entorno del que habla la teoría de sistemas, una de las teorías de la complejidad, es la complejidad integral y sincrónica del multiverso, en sus distintas escalas.
Al formar parte de esta integralidad compleja del tejido espacio-tiempo, participamos de sus dinámicas integradas y en constante sincronización, en sus distintas escalas.
La perspectiva de la complejidad sincrónica e integral, se diferencia de la teoría de sistemas en que, primero, no preserva la herencia dualista, en la topología sistema/entorno. Segundo, la comprensión y enunciación no se efectúan desde la autorreferencia del sistema, sino desde la intuición del multiverso, por lo menos, del universo del que formamos parte. En términos del lenguaje de la teoría de sistemas, la comprensión y el entendimiento se efectúan desde la heterorreferencia del entorno; no desde la autorreferencia del sistema. Tercero, la vida no se reduce o resume al funcionamiento autopoiético, sino que es potencia creativa. Cuarto, porque se considera la vida no solamente en el sentido biológico, sino en sentido amplio como existencia. La materia y energía es vida.
Si bien se comparte con la teoría de sistemas que la sociedad forma parte de los sistemas de vida, y abandonamos, con todas las teorías de la complejidad, en la experiencia primeriza del pensamiento complejo, no solamente los esquematismo dualistas, sino, sobre todo, sus núcleos metafísicos de verdad, de esencias, de sustancias, de abstracciones generalizables y universalizables; la diferencia metodológica y epistemológica radica en que para nosotros la complejidad dinámica, integrada y simultánea, no es sistema.
La complejidad integrada y sincrónica, simultánea y dinámica, para nosotros, es vida; manifestación de la potencia social. Estamos más cerca de las consecuencias epistemológicas de la teoría de las cuerdas y más lejos de la cosmovisión de la teoría de sistemas.
En lo que respecta a las sociedades humanas, nosotros remarcamos el carácter y la condición de eco-sociedades; íntimamente ligados a los ciclos vitales de los ecosistemas y de las ecologías de la biodiversidad. No se trata, si se quiere, solo de un compromiso ético con la vida, en su diversidad, pluralidad y multiplicidad concomitantes, sino con la comprensión de que formamos parte de estas ecologías inseparables e indivisibles, que hacen a la vida en todas sus manifestaciones; entre ellas la manifestación de las sociedades humanas.
Al hablar de eco-sociedades, nos sitúa en la responsabilidad ante la vida, en su complejidad dinámica; en consecuencia, no es posible pretender el conocimiento de la sociedad si circunscribimos la misma al concepto complejo de sistema de sociedad. Lo que la sociedad es, en su devenir, no puede comprenderse, sin la perspectiva ecológica, abarcando los ciclos vitales del planeta, sin la perspectiva vital de la creación del universo por la sinfonía de cuerdas.
En lo que respecta a la crítica de la ideología jurídico-política, ha quedado claro que esta crítica, desde la perspectiva de la complejidad, no se la efectúa desde el discurso opuesto e interpelador del discurso jurídico-político, hablamos del discurso histórico-político, sino desde lo que podemos llamar la mirada móvil del más acá y más allá de la legitimación y la interpelación, más allá del amigo y enemigo.
Desde esta perspectiva, la nuestra, el fenómeno a-sistémico del campo jurídico-político forma parte de las genealogías del poder, que se manifiestan en las síntesis histórico-políticas de las genealogías del Estado. A partir de un momento o momentos de las genealogías de las sociedades humanas, éstas, en su forma institucional, se han inclinado por preservar estas composiciones coaguladas, estas mallas institucionales, que hacen a las genealogías del poder. Apostando a la seguridad ilusoria que ofrecen concreciones transversales de un momento pasado, renunciando a las capacidades creativas de la potencia social. En este sentido, las operaciones jurídico-políticas se han circunscrito en la triste tarea de preservar la aparente vida del fantasma institucional, del fantasma del poder. Cuando esta apariencia no es más que la vida absorbida y capturada por parte de mallas institucionales del Estado, del poder.
La Constitución, como dijimos en los anteriores ensayos, es una estructura de acuerdos, que se logra en una sociedad concreta, dada la correlación de fuerzas en un momento Aunque fuese todavía irradiación del desborde de la potencia social, la Constitución ya forma parte de la regresión de un proceso político-social-cultural desbordante, a los cauces institucionales establecidos.
La Constitución no es ninguna solución a la crisis múltiple del sistema de la sociedad; es apenas, en el mejor de los casos, una promesa jurídica-política, un ideal, que hay que alcanzar. Entonces, se comporta, efectivamente, como una utopía restringida, reformista, que coadyuva a la legitimación del círculo vicioso del poder.
NOTAS
[1] Ver Episteme compleja. También Imaginación e imaginario radicales en Devenir y dinámicos moleculares. Así mismo Devenir fenomenología y devenir complejidad. Lo mismo respecto a Humanidades vulnerables y Oikos despojado.
https://pradaraul.wordpress.com/2015/02/13/episteme-compleja/.
https://pradaraul.wordpress.com/2016/04/17/imaginacion-e-imaginario-radicales-en-devenir-y-dinamicas-moleculares/.
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/devenir-fenomenologia-y-devenir-complejidad/.
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/humanidades-vulnerables-y-oikos-despojado/.
[2] Niklas Luhmann: La sociedad de la sociedad. Editorial Herder; México 2007. Pág. 16. https://www.uniceub.br/media/180352/LaSociedadDeLaSociedad.pdf.
[3] Ibídem. Pág. 27.
[4] Ibídem. Pág. 28.
[5] Ibídem. Pág. 32.
[6] Ibídem. Pág. 34.
[7] Ver de George Spencer Brown Teoría de la forma. http://www.manuelugarte.org/modulos/teoria_sistemica/laws_of_form_traduccion_al_espaniol.pdf.
[8] Ibídem. Pág. 41.
[9] Ibídem. Págs. 44-45.
[10] Ibídem. Pág. 48.
[11] Ibídem. Pág. 49.
[12] Ibídem. Pág. 52.