Cada cierto tiempo se descubre un hueco de entrada a los programas comerciales tipo Windows de Microsoft. A usted le llega un virus, que es un pequeño programa destinado a tomar el control de su software por encima de sus botones y comandos, y llega aprovechando esos huecos que la empresa identifica como fallas, pero todos saben que son sus propias entradas camufladas para asumir control a distancia de su aparato, de lo que usted escribe, de lo que hace y con quien lo hace, en fin, es como que le metieran el dedo dentro del cuerpo por algún lugar hueco.
Análisis del ataque cibernético global
Cada cierto tiempo se descubre un hueco de entrada a los programas comerciales tipo Windows de Microsoft. A usted le llega un virus, que es un pequeño programa destinado a tomar el control de su software por encima de sus botones y comandos, y llega aprovechando esos huecos que la empresa identifica como fallas, pero todos saben que son sus propias entradas camufladas para asumir control a distancia de su aparato, de lo que usted escribe, de lo que hace y con quien lo hace, en fin, es como que le metieran el dedo dentro del cuerpo por algún lugar hueco.
Entre los que se especializan en estos temas y pasan pegados al aparato descubriendo sus posibilidades y poderes, y con ello su propio poder de ir a meter el dedo donde no le llaman, se van conociendo entre ellos, se hablan encriptados y cuando hay algún acuerdo, navegan juntos por los mares virtuales donde millones muestran sus selfies y circulan millones en dinero efectivo o moneda virtual, llamada bitcoins. Así nacen los anonymus, que se identifican con simbología anarquista y recorren juntos las empresas y estados que administran el proceso de acumulación capitalista y les van dando huaracazos, cerrando sus páginas, estropeando sus asuntos, etc. También nacen así algunos partidos piratas que quieren entrarle a la política con la ética hacker, un conjunto de normas que han ido elaborando estos especialistas.
Ahora se puso de moda el último hoyo de atrás de los programas por donde penetra el ramsonware Wana, cuyas dos o tres últimas versiones están dejando la escoba en los hospitales de Inglaterra, Telefónica de España y más de 100 empresas en Chile, además de medio centenar de países y cientos de grandes empresas por todos lados, como en la película en que los malos primero paralizan el tránsito y después la ciudad toda. Este programa al entrar controla la información de una, varias o todas sus carpetas, archivos y demás de su noble acompañante maquínico y lo cierra, permiténdole nuevamente el acceso una vez que haya depósitado los bitcoins que le pedirán según la cara, normalmente de 150 a 300 dolores los pescados chicos y vaya usted a saber lo que están dispuestos a pagar los grandones.
Negocio redondo. Se dice que fueron los chinos. Los servicios de astucia, llamados de “inteligencia” de Inglaterra, Rusia, Israel, USA y demás, están de cabeza en la escena del crimen, es decir, en las redes virtuales, ya que aquí de nada sirve la lupa de Holmes que heredó su hijo Sherlockito. Las brigadas del cibercrimen están echando humo sin sabor a nada y tomando litros de café sin fumar, ya que para eso deben salir a la calle y les da lata, pues en ocasiones operan en el piso 13.
Usted puede ponerse el parche que ofrece Windows o mandar al diablo a esa empresa y decidirse por el software libre en los que nadie le mete el dedo.
La crisis civilizatoria ya ha llegado al campo cibernético. Ya algunos países, como Israel, califican la acción de “terrorismo”, tan delicados ellos. Aquí en Chile aprendimos que si los milicos quieren dar un golpe, que no lo van a hacer, pues todo está bien en manos de la troika CHV-NM-FA, pero que cuando se les para la pluma, cortan los hilos de comunicación y chao, de modo que anote, si quiere, en su agenda, que tal vez en alguna oportunidad se encontrará sin luz y sin comunicación virtual. Ahí tendrá que hacer como Robinson Crusoe y arreglárselas como pueda, con la ventaja que no sólo podrá contar con Viernes, sino con los vecinos y juntos hacerse cargo de la isla. O sea, no se pegue un tiro si eso sucede, pero prepare los oidos, que los niños van a chillar como locos dándole patadas al tablet (soñar no cuesta nada), al iphone y mañana habrán otros más y así.
Y ahora que terminé, sólo me queda arrojarlo a la red virtual.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
unlibre@gmail.com