El pensamiento crítico como lo vemos y como se expresa en nuestra comunidad es uno de los flujos de
vida de la Madre Tierra, es decir, que el pensamiento crítico comunitario nos ha permitido estar en movimiento.
Una mirada del pensamiento crítico desde el hacer comunitario
Vilma Almendra
Buenas tardes a todas y a todos. Gracias por venir a escuchar y
ojalá podamos intercambiar. El tiempo es corto, y bueno, solo he
pensado compartir tres puntos básicos intentando abordar algunas
preguntas desde mi experiencia que también es colectiva y trae la
memoria viva de la lucha del pueblo nasa del norte del Cauca en
Colombia: ¿qué es esto del pensamiento crítico para nosotros?, ¿cuál
sería el sustento comunitario con ejemplos concretos donde se ca-
mina el pensamieto crítico?, y ¿qué desafíos debemos abordar en
torno al hacer crítico?
Incomodarnos con lo establecido para estar en movimiento
Para empezar quisiera decir que el pensamiento crítico como lo ve-
mos y como se expresa en nuestra comunidad es uno de los flujos de
vida de la Madre Tierra, es decir, que el pensamiento crítico comu-
nitario nos ha permitido estar en movimiento. Ese pensamiento crí-
tico, como bien lo ha planteado Arturo Escobar, “siempre ha estado
vivo y dinámico” desde los procesos que reivindican identidad como
lucha. El pensamiento crítico a mi modo de ver y por la experiencia
desde la lucha del pueblo indígena nasa en el Cauca, expresa nues-
tra incomodidad con lo que nos rodea, con lo establecido, con lo
permitido. Entonces nos sentimos incómodas e incómodos con las
amarras que nos ponen a nosotros y a la Madre Tierra para callarnos
61y someternos. Por eso las sentimos, aunque a veces no las vemos,
pero luchamos para quitárnoslas. Cuando pensamos críticamente
siempre nos incomodamos.
Entonces, cuando sabemos que estamos siendo silenciados,
que no nos escuchamos ni entre nosotros mismos y que ni somos
capacades de sentirnos, tratamos de ser con el otro y de gritar colec-
tivamente por esa libertad que nos secuestran. Pensar críticamente
es incomodarnos con la categoría/cárcel que nos impone el sistema
capitalista para nombrarnos y controlarnos, pero también es inco-
modarnos, reconocer y abordar nuestras propias acciones que son
contradictorias e incoherentes con el pensamiento crítico como uno
de los flujos de vida de la Madre Tierra. Es decir, pensar críticamente
requiere no solamente ver y actuar contra el enemigo externo, sino
también identificar al enemigo interno y reconocernos en la hidra
que nos habita.
Asimismo, pensar críticamente requiere entender y desafiar las
dicotomías y las territorialidades que nos impone el capital. De ahí
que pensar solos y no ver nuestros contextos es caer también en la
trampa del sistema. Entonces no es solamente ver la localidad que
nos afecta directamente a los cuerpos de las mujeres, a los cuerpos
de los niños y al cuerpo territorial que habitamos, sino a también la
globalidad que nos afecta y nos debe juntar para luchar contra lo que
pasa en México, lo que pasa en Argentina, que lo que está pasando
en Honduras… todo eso está entramado y es para la muerte, para
nuestro extermino y para la vitalidad del capital. Debemos nombrar
críticamente lo que nos está pasando para levantarnos en una sola
voz contra el sistema, para entender la globalidad de la agresión y
simultáneamente, para también tejernos, hilarnos, sumarnos. O sea,
desde el rincón donde estemos debemos saber entender lo que está
pasando en Honduras con Copinh con las compañeras de Ofrahen,
lo que pasó con el asesinato de Bertha Cáceres y lo que todo esto
significa para nosotras y nosotros aquí y ahora.
En ese sentido, ¿qué significa para el resto del mundo que en
Colombia, a finales de agosto, se firme un acuerdo de paz? —entre
comillas, porque en realidad es un acuerdo de cese bilateral al fuego
62entre las FARC y el gobierno y a la fecha van más de una docena de
líderes indígenas, negros y campesinos asesinados—. O sea, mire-
mos nuestro territorio y desde allí reconozcamos el de otras y otros,
y al mismo tiempo, conozcamos otros territorios para entender lo
que nos está pasando a nosotros. Tratar de entender lo que nos ha-
cen y lo que estamos haciendo desde el pensamiento crítico es vital
para el hacer comunitario.
Sin embargo, tener una memoria viva y en lucha con el pensa-
miento crítico como pueblos y comunidades indígenas no significa
que somos esenciales, esencialistas y que somos perfectos (aunque
unos si estén convencidos de esto). Menos que por el solo hecho
de ser indígenas, todo lo que hacemos está bien y somos más co-
munitarios que los demás. ¡No!, habemos comunitarios, capitalistas,
racistas, progresistas… no somos puros, somos gente que lleva más
de quinientos años de sometimiento y menos de cien levantándose
y en búsqueda de libertad. Entonces, no es la piel y la lengua que
nos hace como indígenas aunque son vitales para nuestra cultura en
lucha, es a mi modo de ver, entre otras, nuestra relación con la Ma-
dre Tierra y nuestro carácter asambleario que nos facilita transitar el
camino del pensamiento crítico, fundamentos que van más allá del
ámbito rural, pues si así no los vemos estamos cayendo en la divi-
sión que nos impone el capital. Aunque no podemos negar que los
llamados urbanos tenemos características y condiciones materiales
distintas a los llamados rurales, tampoco podemos negar que los
desafíos concretos son muy parecidos y tienen que ver con nuestra
supervivencia aquí y ahora frente a la tormenta que nos impone el
capital para superar sus crisis. Entonces, la intención es tratar de ver
en una mirada corta ese legado histórico que nos hace indígenas y
qué puede servir para la lucha también de otros espacios que van
más allá de lo rural.
Caminar la palabra expresa el hacer crítico
El sustento comunitario de esta forma de enunciar el pensamiento
crítico viene desde una experiencia particular con las luchas desde
63el Cauca, Colombia. Esta es una concepción que viene arraigada
a muchas épocas y acciones concretas, aquí solo voy a presentar
tres que recogen nuestra memoria en lucha, que sustentan y que
son ejemplos concretos de palabra y acción crítica: “ver, pensar y
actuar”, “tierra para la gente y gente para la tierra”, “palabra y acción
en el espíritu de la comunidad”.
“Ver, pensar y actuar”, legado histórico que dejó nuestro Nasa
Pal, sacerdote indígena nasa, Álvaro Ulcué Chocué [asesinado en
1984 por motivarnos a recuperar las tierras]. Él siempre pregonó la
necesidad de “ver, pensar y actuar” para luchar. Ese espíritu es uno
de los fundamentos de nuestro pensamiento crítico: ver lo que la
realidad nos impone como única posibilidad de existencia; pensar
para no quedarnos quietos y romper la celda que nos asignan; ac-
tuar para levantarnos, decidir y gritar transformando nuestro hacer
concreto. El legado de nuestro Nasa Pal es camino necesario aquí y
ahora frente a la Tormenta que nos está abrazando, porque Álvaro
sí era un líder arraigado al territorio, pues no se acomodaba sino
que se apropiaba de los espacios necesarios como nasa para luchar
desde allí en camino a la liberación. No como muchos de nosotros
que todavía nos dejamos engañar por los malos gobiernos, por los
partidos políticos, por las agencias, por la institucionalidad y a ve-
ces por nuestro interés individual, olvidando el camino de la palabra
que él nos marcó, insistiendo que desde el más pequeño tuviera la
capacidad de analizar y de no tragar entero, entonces siempre repe-
tía: “Enséñeles a leer y no a firmar su propia suerte. Aprender a leer,
atreverse a pensar es empezar a luchar. Solo es libre el que sabe a
dónde va”. En el contexto actual, en el que el enemigo es más gran-
de por su poder transnacional, que se ha instalado una política de
despojo y extermino global contra los pueblos, que además penetra
el territorio de nuestros imaginarios, confundiéndonos con codicia y
pragmatismos politiqueros y que nuestro Cxab Wala Kiwe (territorio
del gran pueblo) sigue siendo víctima de la guerra, precisamente
por su digna lucha y resistencia a la mercantilización de la vida toda,
para que “su semilla nunca muera” y su asesinato no nos condene
de nuevo a la obediencia al despojador, tenemos que nacer muchos
64más Álvaros, hombres y mujeres que vemos, pensamos y actuamos
en la libertad del territorio (Almendra, 2014).
“Tierra para la gente”, legado que viene de un poco más atrás
pero también se teje con el pensamiento de nuestro Nasa Pal. En los
años 70, 80 e inicios de los 90, los pueblos indígenas en el Cauca
retomaron el camino de nuestro legendario Manuel Quintín Lame
(recuperador y negociador de tierras para los indígenas) y estuvie-
ron recuperando la tierra que nos había sido arrebatada por los te-
rratenientes para esclavizarnos en nuestro propio territorio. En esos
tiempos se decía recuperar la tierra, porque hasta ese momento
habían haciendas donde nos explotaban haciéndonos pagar terraje
(renta obligatoria) al “dueño” de la tierra. Es decir, después de que
les quitaron la tierra a nuestros abuelos y nuestras abuelas tenían
que estar dos o tres días trabajándole gratis al patrón, para que les
permitiera acceder a un pedacito de tierra donde pudieran acentar-
se. Ellas y ellos empobrecidos, mientras los patrones se daban vidas
ostentosas. Recuerdo que mi abuela Matilde Conda nos contaba que
ellos eran tan pobres que cuando murió su madre, mi bisabuelo la
cambió a ella por una mortaja. Mi abuela tenía siete años cuando fue
entregada a la hacienda de la familia Pasos en Jambaló Cauca para
poder enterrar dignamente a su madre. Allí, empobrecidos para que
los patrones pudieran disfrutar de lujos y vidas ostentosas, nuestras
abuelas y abuelos que lograron escaparse de la tuberculosis, de las
violaciones y de la muerte, crecieron como “criados” en la casa del
patrón, algunos menos esclavizados que otros, pero todos desenrai-
zados de su propia tierra.
Obviamente fue difícil reconocer la celda impuesta por la
colonia, porque aparecía como la única opción, la única forma de vida,
la única manera de ser, pero gracias a personajes como Manuel Quintín
Lame nuestros pueblos se empezaron a levantar para irse liberando
de esa celda impuesta por la hacienda. De allí que re-reconocer
críticamente la realidad a la que estaban sometidos les permitío
gritar con fuerza y con la pala en sus manos: “¡tierra para la gente!”,
de allí que en la década de los 70 se realizaron las más grandes y
masivas recuperaciones de tierra desde el Cauca en Colombia. Esta es
65una forma de nombrar y hacer, de teorizar y practicar, de palabrandar,
porque mientras planeaban y gritaban cuando entraban a las
haciendas, al mismo tiempo iban arando la tierra con herramientas de
trabajo, pero no para pagar terraje al patrón, sino para sembrar comida
e instalarse definitivamente con la tierra que les había sido arrebatada.
Ellas y ellos pensando críticamente escucharon la palabra de Manuel
Quintín Lame, obedecieron los mandatos de la Madre Tierra y vieron
con más claridad su explotación, su silencio y su maltrato en el mismo
territorio que ancestralmente es de todas y todos. Ahí empiezó a
caminar el pensamiento crítico, porque les estorbó su sometimiento
en las haciendas y empezaron a recuperar la vida, es decir, la tierra.
Y seguimos caminando, entonces a mediados de los 80, la dé-
cada de los 90 e inicios del 2000, sin olvidar el legado de Manuel
Quintín Lame (tierra para la gente) caminamos el pensamiento de
Álvaro Ulcué Chocué y decimos: ¡gente para la tierra! Es decir, en
este momento histórico donde el capital en su fase neoliberal busca
mercantilizar la vida toda, vemos que nuestra lucha tiene que ir más
allá de ver la celda y romper las cadenas. Así entenderemos que no
solo es el hecho de arrebatarle la tierra al patrón o al terrateniente
para hacer lo mismo que él hace, sino empezar por liberarnos con la
tierra, recuperar nuestro territorio del imaginario y también el ma-
terial-espiritual. Entonces, además de recuperar la tierra irnos pre-
guntando: ¿qué estamos pensando nosotros como pueblos?, ¿qué
nos está imponiendo el sistema, para reconocer que lo que estamos
pensando y haciendo alimenta también al capital y alimenta el sis-
tema que nos está matando? De allí que al mismo tiempo, pensar y
decidir colectivamente ¿cómo recuperar nuestro territorio del ima-
ginario?, empezando por decir que nos sentimos orgullosos de ser
indígenas, pese a que es una categoría impuesta, pero que desde ahí
nos levantamos, desde ahí reivindicamos nuestras culturas, desde
ahí reivindicamos la relación con la tierra, y desde ahí reivindicamos,
como decía Arturo Escobar, nuestras formas, otras, distintas para or-
ganizarnos y seguir siendo en nuestro territorio.
Así, de recuperar la tierra pasamos a recuperar nuestras for-
mas de organización propia, entonces, el cabildo como institución
66española que castigaba y sometía, lo reapropiamos y lo transfor-
mamos en una autoridad tradicional en nuestro territorio, por eso
el cabildo se convierte en la autoridad que rige en cada resguardo,
donde se eligen colectivamente personas para liderar la puesta co-
munitaria. Entonces, ese pensamiento crítico va y viene de ahí, de
sentir y saber que lo que nos están imponiendo no sirve y está mal,
que lo que hacemos no es suficiente y que lo que decimos se queda
en discursos vacíos porque no está transformando nada, porque sir-
ve para alimentar el capital pero no es la vida digna, no es ese Buen
Vivir, no son esos buenos vivires que nosotras y nosotros queremos
caminar desde el territorio. En ese sentido, el pensamiento crítico
debe movilizarnos para recuperar nuestro ser con la tierra y para
actuar para defenderla defendiéndonos. El legado de la conqiuista
nos dice: “la tierra es solamente un objeto material para explotar”,
y caemos en eso y decimos “es así”, pero tenemos la urgencia de
empezar por revitalizar el pensamiento y la práctica crítica, es decir,
volver a decir que la Tierra es nuestra madre, que somos hijas e hijos
de la Madre Tierra, que la Madre Tierra siente, le duele, y así como la
están explotando con hidroeléctricas, con monocultivos, con trans-
génicos y una cantidad de proyectos de muerte, si ella se acaba, no-
sotros nos acabamos con ella. Pero ir acompañando estas palabras
con prácticas concretas desde nuestras cotidianidades y acciones
de mediano y largo aliento, porque el pensamiento crítico se camina
desde el sentir del vientre de la Madre Tierra, incomodándos con
nuestra propia explotación y desafiándonos a tejer transformacio-
nes comunitarias desde abajo y entre nosotros y nosotras mismas.
Con “palabra y acción en el espíritu de la comunidad”, el pen-
samiento crítico viene caminando históricamente con avances y
retrocesos porque es una búsqueda concreta de reciprocidad entre
palabra y acción, lo que en los últimos años hemos llamado “caminar
la palabra”, pero que también desde la comunicación otra nombra-
mos como “palabraandar el pensamiento”. Entonces, ¿cuál es ese
pensamiento que nos hace reconocernos como indígenas, como hi-
jas e hijos de la Madre Tierra? Es lo que desde siempre decimos allá,
es nuestro pensamiento nasa:
67“La palabra sin acción es vacía,
la acción sin palabra es ciega,
la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad,
son la muerte”.
Entonces desde allí es que nuestro pueblo nasa viene pensando en
todo eso que nos incomoda, en eso que nos atrapa, en eso que nos
amarra, en eso que nos silencia, en eso que nos encarcela. Por eso,
ejerciendo “palabra y acción en el espíritu de la comunidad” hemos
venido despojándonos de esas cadenas, pero no solamente quedán-
donos en el discurso, en decirlo, sino también en sentirlo, en pensar-
lo colectivamente, en hacerlo comunitario, en tejerlo como palabra
digna y en hacerlo camino permanente. Hay muchísimos ejemplos
para ilustrar este apartado, pero solo quisiera nombrar algo del ca-
rácter asambleario —que es el fundamento crítico de los movimien-
tos indígenas y populares porque desde allí todas y todos expresan
sus alegrías, descontentos, tensiones, contradicciones, acciones,
propuestas y apuestas por la vida individual y colectiva—. Con este
carácter, existen espacios de diálogo y reflexión permanente, no
solamente la asamblea comuniaria sino infinidades de encuentros,
desde ámbitos educativos, comunicativos, jurídicos, ambientales, en
fin, un sinnúmero de espacios concretos donde la gente además de
pensar integralmente estas temáticas casi siempre está abordando
dos preguntas: ¿qué nos está pasando? Y ¿qué nos están haciendo?
Por ejemplo, en el 2007 cuando se empezaba la privatización
del agua en el Cauca a través del Plan Departamental de Aguas, des-
de el cual se imponía entregar el agua en concesión por treinta o
cuarenta años a las transnacionales, porque esos sí eran operado-
res especializados, mientras las comunidades que habían gestado
acueductos con su propio esfuerzo no cumplían con los requisitos
para adminsitrar su propia agua. Este completo absurdo, si le dolió
a quienes décadas atrás habían gestado el agua comunitariamente
sin ningún apoyo institucional, cómo no nos iba a doler a nosotros
que disfrutábamos a bajo costo el fruto de esa lucha y sabíamos de
las políticas de despojo que se iban imponiendo en todo el mundo
68para mercantilizar el líquido vital. Entonces desde el dolor y la indig-
nación pasamos a la digna acción, pensando en lo que nos estaban
haciendo y conectándolo con los otros despojos, como decía Arturo
Escobar, dando una mirada global. Así nos preguntamos: ¿A quién
le sirve que privaticen el agua? Si el agua se iba entregar a alguna
transnacional como Vivendi, Aguas de Barcelona, Suez… Pensába-
mos también ¿para dónde se van a llevar el agua?, porque era obvio
que el agua no era para nosotros sino para quien pudiera pagar sus
altos precios. Así veíamos que esa privatización del agua no sola-
mente nos afectaba a nosotros en el Cauca, sino también a Colom-
bia, a todo el mundo, pues era una política transnacional que afecta
la globalidad para beneficio de unas élites capitalistas. Fue un reto
y un esfuerzo colectivo para ir entendiendo en cada asamblea, en
cada espacio de discusión y debate y en cada videoforo después
de las mingas comunitarias que eso tan pequeñito que nos pasaba
en un resguardo, que empezaba por impedirnos la gestión del agua
para darle la administración a una institución, obedece a un sistema
grandísimo que está articulado, que hace parte de ese proyecto de
muerte que significa el capitalismo, que es un tentáculo de la hidra
que nos invade para dejarnos sin agua, y que como decía Arturo Es-
cobar, pasa porque “ese sistema que está en crisis, siempre tiene
ciclos de crisis” y para superarse, como puntualizó Manuel Rozental,
siempre necesita más “exploración, más explotación, más exclusión
y más exterminio”.
Además, con dificultades, contrariedades y desafíos fuimos
capaces de ir reconociendo críticamente estos ámbitos (local-na-
cional) para ir sabiendo que cada uno de estos nos tiene que lle-
var a pensar lo global, de ahí que se tomen decisiones y apuestas
concretas. Solo para mencionar muy brevemente otra experiencia
donde tejimos lo local con lo global “en el espíritu de la comuni-
dad”, podemos mencionar nuestra Minga comunitaria que históri-
camente se conoce en los Andes como un trabajo colectivo que se
realiza con un objetivo común. Esta no tiene dueños y sus frutos son
de todas y todos. Se hacen mingas casi para todas las actividades
comunes, lo que aquí en México algunos pueblos indígenas llaman
69tequio. Tenemos mingas cuando se necesita reparar o construir un
puente en una localidad o cuando se va a construir una escuela para
las y los comuneros. Ahí lo que fluye es el trabajo, el hacer cotidiano
de construir algo material; pero la espiritualidad, la comunalidad, la
relación de alegría y de disfrute de la vida está mediando este tra-
bajo entre comuneros en nuestro territorio. La Minga, eso que se
veía como tan pequeñito y exclusivo —digamos entre comillas—,
de los pueblos indígenas, nosotros y nosotras desde el Cauca entre
el 2004-2008 lo relanzamos pensando críticamente, es decir, esa
práctica local cotidiana se fue transformando y con ella se invitó al
país y al mundo a una Minga de Resistencia Social y Comunitaria,
que tiene como objetivo pensar lo que nos está pasando localmen-
te, pero tener apuestas más colectivas y más globales para defender
la vida y el territorio.
En consecuencia, los puntos de agenda que lanzamos, camina-
mos y sembramos desde abajo, tenían ese propósito: empezar des-
de un trabajo puntual y colectivo desde el Cauca para irlo tejiendo
con otros pueblos y procesos, para ir más allá de las movilizaciones
caracterizadas por las luchas reivindicativas con el gobierno de tur-
no como interlocutor, donde siempre acudimos para irle a pedir más
plata para salud y para educación. Esta vez el espíritu de la Minga,
rompió, agrietó, gritó:
Primero, rechazamos el “modelo económico con los tratados
de libre comercio”, porque como bien sabemos, desde que se firma
el primer Tratado de Libre Comercio en el 2008, el individuo —entre
comillas, ciudadano—, pierde su categoria como sujeto de derecho.
Con las firmas de los tratados de libre comercio, el sujeto de dere-
cho pasa a ser la transnacional, la corporación, entonces el derecho
corporativo supedita los derechos de los “ciudadanos”, de los “hu-
manos”. Por esto desde el Cauca dijimos: “no a los tratados de libre
comercio”, porque son los que van a garantizar la exploración y la
explotación de nosotros y de nuestra Madre Tierra. Fue un rechazo
contundente al modelo de muerte y a las transnacionales.
Segundo, “rechazamos el terror y la guerra”, porque son meca-
nismos para el despojo, así mismo como lo están haciendo aquí en
70México. Sabemos que cuando hay territorios donde hay “recursos
que son principales para la seguridad nacional y para el desarrollo
del país”, llegan grupos militares, paramilitares, escuadrones de la
muerte o narcotraficantes, como les quieran llamar-, y empiezan a
generar terror y la gente se tiene que ir, y cuando la gente se va el
territorio queda abierto para que entren todas esas transnacionales
a apoderarse de todos los recursos. Por eso decimos, que rechaza-
mos el terror y guerra como instrumento para el capital y para la
alimentación de las transnacionales.
Tercero, rechazamos la “legislación del despojo”, porque leyes
como la de aguas, de bosques, de páramos, de semillas, el estatuto
rural de ese momento… todas esas leyes son para beneficio de las
transnacionales, mientras despojan y saquean a los pueblos indíge-
nas, campesinos y afrocolombianos. Pero también afectan a quienes
viven en las ciudades y día a día luchan por los derechos mínimos
para una vida digna. De allí que no aceptamos el despojo ni violento,
ni sutil, ni pacífico, venga de donde venga.
Cuarto, “exigimos cumplimiento de acuerdos con los pueblos”,
entendiendo que nosotros como pueblos indígenas no podíamos
reivindicar una lucha aislada, solamente para que nos den tierra a
nosotros como indígenas, sino que tenemos que sentir el dolor del
otro. Por ejemplo sabiendo ¿cuál es el dolor del negro? ¿Cuál es el
dolor del campesino? ¿Cuál es el dolor del sindicalista? ¿Cuál es el
dolor del estudiante?… debíamos promover la exibilidad de dere-
chos de los pueblos y el cumplimiento de acuerdos con todos los
movimientos del país. Es decir, más que mendigar y desgastarnos en
negociaciones permanentes, el desafío era exigir colectivamente y
sin aislarnos ni dividirnos sectorialmente.
Quinto, entendiendo que no podíamos permitir que se privatice
hasta la infamia, sino que desde los dolores que nos desafían pero
también desde las alegrías que nos unen, teníamos la necesidad
de construir y alimentar una agenda de lucha y de unidad popular,
que en ese momento llamamos “una jigra de unidad”. Obviamente
para nosotros era claro que todos los pueblos no somos iguales,
que somos diversos y tenemos prioridades que nos unen y que
71nos dividen, pero más allá de eso, la propuesta era pensar en una
agenda común para la vida, para la resistencia, para la autonomía, y
sobre todo, para seguir desafiando al capitalismo.
Desafíos para retomar y alimentar el pensamiento crítico
Por último, después de compartir un poco de la memoria viva desde
las luchas del norte del Cauca, quiero solo nombrar algunos desafíos
que quedaron pendientes a finales de la década del 2000, justamente
porque no se están abordando y porque son vitales para recuperar
el horizonte de lucha que iluminó esa década en la que pese a las
constantes dificultades el pensamiento crítico estuvo más vivo que
siempre. Desafíos para reconocer aquí y ahora frente al proyecto de
muerte que nombramos en la misma década y que las y los zapatistas
ahora están nombrando como la hidra capitalista. Misma que nos
está asfixiando con múltiples tentáculos como el extractivismo
enmascarado con progreso y desarrollo; con la guerra por otros
medios encubierta como “paz estable y duradera”; entre varios
otros, pero hay otro tentáculo más peligroso y es la legitimación del
modelo a nombre de lo cultural territorial y del sentido práctico, que
en realidad es la avanzada de la cooptación y la captura de las luchas
más radicales y transformadoras en Colombia y en nuestro Cauca.
Un primer desafío es reconocer y abordar la cooptación y cap-
tura del liderazgo indígena, porque existen muchos tipos de captu-
ra y de cooptación, unos más visibles que otros, pero están en todas
partes, precisamente porque el sistema sabe identificar, ubicar y
mapear las luchas en todos los territorios donde se están levan-
tando frente a la minería, frente al fracking, frente a las hidroeléc-
tricas, frente a los monocultivos, frente a los feminicidios, frente
a la corrupción, frente a todos los extractivismos transnacionales
que destruyen a la Madre Tierra y son para beneficio del capital.
Entonces los de arriba, —a veces mejor que los mismos movimien-
tos en lucha desde abajo— saben responder muy bien a preguntas
como estas: ¿quiénes son los líderes más visibles y menos comuni-
tarios?, ¿quiénes vienen de bases claras, tienen más convocatoria y
72están desafiando al sistema?, ¿quiénes son más fáciles o difíciles de
comprar?, ¿quiénes tienen más intereses personales que colectivos?,
¿quiénes están compitiendo y solo quieren figurar?, ¿quiénes en
realidad mandan obedeciendo?, ¿quiénes son de palabra y acción?…
Ellos van clasificando según su necesidad y con esto claro actúan,
por eso si no los pueden comprar, los matan; si no los pueden enga-
ñar, los desplazan; y si no los pueden callar, pues, crean y alimentan
divisiones y tensiones internas para que sus propias comunidades
los saquen y los señalen. Entonces, hay un tipo de captura y de coop-
tación como esta que acompaña, promueve y financia personas cla-
ves en las organizaciones indígenas, para que dejen de ser líderes y
líderesas comunitarias que defienden la vida y pasen a ser gentes de
las transnacionales y del gobierno para facilitar la entrada de pro-
yectos de muerte que alimentan al capital.
Un segundo desafío es entender y detener el despojo de nuestra
propia palabra, porque no les basta cooptar y capturar a nuestros
compañeros y compañeras de lucha, pues también capturan y nos
despojan hasta de nuestras propias palabras, de nuestros propios
discursos. Hay muchos ejemplos, pero hagamos referencia solo a esta
concepción que todos conocemos como el Sumak Kawsay —Buen
Vivir—, por ejemplo, en Ecuador la academia la convirtió en concepto
y también en la Constitución Política de Bolivia se habla de este
principio, pero tanto Evo Morales como Rafael Correa, solamente
utilizaron esta concepción milenaria para vaciarla de contenido
y despojarla de su sentido comunitario como planteamiento y
apuesta de los pueblos. Arrancaron esta concepción práctica para
engañarnos con nuestro propio lenguaje, pero en realidad lo que
van hacer y están promoviendo a nombre del Buen Vivir, es más
extracción, más explotación, más despojo y más muerte con sus
proyectos “desarrollistas” y “progresistas”. Así que este otro desafío
nos debería llevar a reconocer las otras trampas que también son
guerra y son extractivismo para ir desenmascarando ese discurso
que usan los gobiernos y sus agentes transnacionales para
confundirnos, cooptarnos, capturarnos. Pero, ¿cómo darnos cuenta
que nos están capturando?, esto es bien difícil porque en medio
73de la guerra, del hambre, del despojo, del empobrecimiento… casi
siempre resulta más fácil y práctico aceptar lo que nos prometen,
permiten y financian. Y está pasando ahora mismo, en muchos sitios
olvidados llegan los agentes de las transnacionales del oro y te
dicen: “aquí no hay presencia de Estado, no hay escuela ni puentes,
pero aquí estamos nosotros para ayudarlos e incluirlos en nuestro
proyecto, porque todos podemos beneficiarnos del oro”. Las mismas
condiciones materiales que nos imponen las transnacionales, son
las mismas que a veces, no justifican, pero sí explican por qué
nos estamos dejando cooptar, nos estamos dejando robar nuestra
palabra y nos estamos dejando usurpar hasta nuestras propias
prácticas emancipatorias de autonomías y de resistencias.
El tercer desafío está en lograr reciprocidad y armonía entre
palabra y acción, pero para esto tenemos que ver, sentir y negar
las amarras, las capturas, los silencios a los que estamos siendo
sometidos por hablar distinto, por cuestionar, por desafiar, por
sentir de otra forma no solo contra los téntaculos de la hidra que
llegan desde afuera, sino también contra la hidra que nos habita.
Precisamente, porque también muchos y muchas que pregonan el
pensamiento crítico, pero solo quieren ser la vanguardia autorizada
y desde allí defienden su privilegio de enunciación frente a las
prácticas concretas de los pueblos y procesos. Entonces este desafío
es vital tanto para la academia como para los pueblos y movimientos;
por lo menos así lo venimos sintiendo desde años atrás, y con la poca
experiencia en espacios como estos sentimos la necesidad urgente
de empezar a preguntarnos ¿cómo hacer desde los pueblos en
cualquier rincón del “mundo mundial” para lograr esa reciprocidad
entre palabra y acción, para tejer resistencias y autonomías en
movimiento, para caminar la palabra y para palabrandar nuestro
horizonte emancipatorio, y para ir reconociendo y sembrando
cotidianamente formas otras, más enraizadas y tejidas a la vida plena
que nos faciliten la búsqueda permanente de equilibrio y armonía
con la Madre Tierra? Es un desafío concreto aquí y ahora, porque
si terminan de privatizar el agua o la acaban con la minería, la vida
se apaga. No es tan difícil de entender: miren, sencillamente, si
74derrotan a doña Máxima Acuña quien desde Celendín en Cajamarca,
Perú, está defendiendo las lagunas, las mismas que alimentan al río
Marañón, también nos derrotan a nosotros, ¿por qué?, ¿de dónde
creen que viene el agua que estamos tomando? El agua sale por
la llave que abrimos cómodamente desde nuestras casas, pero
viene de las montañas, hay gente que la siembra y la alimenta, hay
espíritus que la cuidan, es vida y es sagrada. El reto, sobre todo
para los que vivimos en ciudades y estamos más conformes con las
necesidades que nos da y a veces suple el mismo sistema: es que
cuando abramos la llave y sintamos el agua escurrirse por nuestros
dedos, tratemos de mirar más allá de lo que se nos presenta y
nos esforcemos por reconocer con ella, las historias que la están
pariendo en cada rincón de Abya Yala; los rostros de los pueblos
y procesos que posibilitan que el agua llegue a nuestros hogares y
podamos vivir más cómodos.
Eso es lo que quería compartir. Y seguirlos invitando a todas
y todos, aquí y ahora, para que desde donde estemos tratemos de
pensar y actuar críticamente para ir logrando esa reciprocidad entre
palabra y a la acción en el espíritu de la comunidad.