Los resultados presentados por los órganos electorales son sumamente desconfiables, aspecto que refleja la gran crisis por la que atraviesa nuestro país.
Lo que estas elecciones nos han dejado ha sido una gran decepción.
Los partidos funcionan principalmente para mantener un sistema que beneficia a los más ricos y poderosos de México, a los intereses extranjeros y al capital financiero.
Lo que estas elecciones realmente nos dejan a los pobres, en última instancia es buscar una nueva forma de entender la democracia, que se refleje en un modo distinto de organización popular.
Si volteamos a mirar a aquellos que nadie ha mirado, a los indígenas y pueblos organizados en resistencia, podremos observar que algo nuevo se ha venido gestando y va tomando forma: lo llaman Concejo Indígena de Gobierno (CIG). ¿Por qué esta organización es importante? Porque intenta construir una forma distinta de entender la democracia, la política, la participación.
El CIG necesita gente organizada, que no espere que le lleven propuestas, sino que, junto con su colonia, barrio y pueblo construyan propuestas, construyan organización, construyan autonomía, construyan cuerpos colectivos fuertes
Lo que las elecciones nos dejaron
Elías García @eliusivanus
mié 07 jun 2017
https://www.sdpnoticias.com/nacional/2017/06/07/lo-que-las-elecciones-nos-dejaron
Hay miles de opiniones que corren sobre las pasadas elecciones en el Estado de México, en Veracruz, en Nayarit y en Coahuila; muchas de ellas en tono de denuncia, respaldadas con fuentes documentales y audiovisuales, contra las distintas modalidades que tienen los partidos, sobre todo del PRI, para cometer fraudes descarados y sutiles. Un amplio sector de la población ha desempeñado el papel de observador electoral, ante la ineficacia de las instituciones que tienen la responsabilidad de garantizar procesos electorales transparentes y honestos. Ya no es sólo un partido el que reclama las irregularidades en las votaciones realizadas, sino un buen número de personas que no tuvieron oportunidad ni siquiera de emitir su voto.
Los resultados presentados por los órganos electorales son sumamente desconfiables, aspecto que refleja la gran crisis por la que atraviesa nuestro país. ¿Qué nos queda esperar? El panorama realmente es desalentador. El único ejercicio democrático que aún tenía el pueblo fue reducido al descaro y a la burla, no sólo por la compra de votos, los robos de boletas, los conteos amañados, la falta de pluralidad partidista en muchas casillas, las caídas del sistema; sino porque se sigue repitiendo el mismo patrón electorero desde hace varias elecciones, si no es que de todas. En este tiempo que corre, parece que votar es lo peor que se puede hacer, pero también no votar no soluciona nada.
La pregunta sigue en pie, ¿qué nos queda esperar? Lo que estas elecciones nos han dejado ha sido una gran decepción. Es obvio que no todos perciben esto, pues muchos fueron beneficiados con este proceso. Algunos dicen que no sólo se trata del proceso electoral, ni de ver quién ganó y quién perdió, sino que la dificultad radica en las fuerzas políticas que se forman y su implicación en el ejercicio de gobierno de los señores supuestamente electos. Pero, tanto los votos duros como los blandos, que no formen parte de los puestos que se repartirán en los ayuntamientos y congresos locales, vivirán lo que hasta ahora han vivido: el incremento de la gasolina y de los productos básicos, la caída de poder adquisitivo del salario, el carente y deficiente sistema educativo, la falta de empleos, la inseguridad laboral, la escasez de medicamentos en el seguro social, la burocracia de las instituciones públicas, la marginación, la pobreza, la inseguridad y un largo etc.
No se sabe bien a bien si las propuestas de los candidatos, ahora en el poder, vayan a responder a las necesidades reales de miles y miles de personas que viven los estragos de los malos gobiernos y las malas administraciones anteriores. Y aunque estas elecciones significaron empleos, el derrame económico que dejaron se ha desvanecido para pasar a formar parte de la deuda que los ciudadanos tendrán que pagar mediante el incremento de impuestos. Se terminaron esos empleos temporales de muchas personas que juntaron a su gente para llevarlos a votar, de los encuestadores, de los repartidores de dádivas, de los recolectores de documentos oficiales, entre muchos otros que aún se desconocen.
Los ganadores ya cuentan sus ganancias y los perdedores administran sus despensas, sus tarjetas, playeras, sombreros, gorras, botellas, cubetas, etc. Pero hay de perdedores a perdedores, la gran mayoría de electores no podrán contar con nada. Sin embargo, algo es claro, los partidos como hasta ahora están configurados, no son la solución y no serán la solución para las problemáticas que, como país enfrentamos, sobre todo los que de abajo somos. Es más que sabido y está más que probado que los partidos funcionan principalmente para mantener un sistema que beneficia a los más ricos y poderosos de México, a los intereses extranjeros y al capital financiero.
Aunque haya mucha gente insatisfecha con los pasado comicios electorales, el problema no radica en que gane tal o cual partido, en el fraude que se comete o en las injusticias que se tapan, sino en la forma tradicional de hacer política, en la configuración amañada de los partidos, en las libertades e irregularidades de los sistemas de gobierno, en la unilateralidad de las propuestas de campaña, etc., etc. No se trata sólo de alianzas de partidos opositores que puedan arrebatar el poder al PRI, sino de buscar una forma distinta de hacer política, una forma distinta de organización ciudadana.
Lo que estas elecciones realmente nos dejan a los pobres, en última instancia es buscar una nueva forma de entender la democracia, que se refleje en un modo distinto de organización popular. No podemos seguir viviendo sexenio tras sexenio, elección tras elección, la misma burla de siempre. Somos nosotros, los que trabajamos, los que estudiamos, los que pasamos injusticias, los que estamos inconformes, los que buscamos cambios, los que resistimos, los que nos organizamos, los que luchamos, los que no buscamos la riqueza, los que tenemos fe; somos los de abajo los que podemos emprender verdaderos cambios.
Si realmente queremos un cambio y que la burla electoral no se repita para 2018, no podemos seguir volteando en la misma dirección, necesitamos hacer un viraje diametralmente opuesto, hacia otra dirección. Consideremos esto: los partidos ya tienen planeadas sus propuestas, claro, sólo hay que cambiar la fecha a los formatos de siempre, agregando o quitando tal o cual cosa. También sabemos que las necesidades reales de la población no se transformarán por arte de magia en agenda pública o en propuesta partidista. ¿Qué hacer entonces?
Si volteamos a mirar a aquellos que nadie ha mirado, a los indígenas y pueblos organizados en resistencia, podremos observar que algo nuevo se ha venido gestando y va tomando forma: lo llaman Concejo Indígena de Gobierno (CIG). ¿Por qué esta organización es importante? Porque intenta construir una forma distinta de entender la democracia, la política, la participación. El 28 de mayo de 2017, el Congreso Nacional Indígena (CNI), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) constituidos en asamblea, determinaron conformar un Concejo Indígena de Gobierno con una vocera, a fin de que aparezca como candidata independiente en las boletas electorales para la elección presidencial de 2018.
Dicen los integrantes del CIG “[…] no buscamos administrar el poder, queremos desmontarlo desde las grietas que sabemos, somos capaces”.[1] También agregan: “Ninguna reivindicación de nuestros pueblos, ninguna determinación y ejercicio de autonomía, ninguna esperanza hecha realidad ha respondido a los tiempos y formas electoreras que los poderosos llaman democracia”.[2] De modo que, concluyen: “Nuestro llamado es a organizarnos en todos los rincones del país, para reunir los elementos necesarios para que el Concejo Indígena de Gobierno y nuestra vocera sea registrada como candidata independiente a la presidencia de este país y si, echarles a perder su fiesta basada en nuestra muerte y hacer la propia, basada en la dignidad, la organización y la construcción de un nuevo país y de un nuevo mundo”.[3]
Claro que muchos consideran que esta organización sólo dividirá a las mal llamadas “izquierdas”, pero lo que no ven es que esas izquierdas siempre han estado divididas. Y no podría ser de otro modo, pues no es posible la unión cuando los protagonismos, los caudillismos y las ambiciones de poder están de por medio. Las propuestas de estas izquierdas se construyen desde arriba, en grupos selectos, bajo la forma tradicional de hacer política. El CIG, en cambio, está proponiendo construir juntos las propuestas desde las necesidades reales de todas y todos los que se han quedado al margen del sistema y de todos aquellos que buscan un cambio organizado. Lo novedoso para nosotros, los que hemos estado regidos en la democracia y política tradicional, es que en esta forma de organización “el pueblo manda y el gobierno obedece”, es que el pueblo construye y el gobierno vela, sin sueldo, para que eso que construyó el pueblo se lleve a cabo.
El CIG necesita gente organizada, que no espere que le lleven propuestas, sino que, junto con su colonia, barrio y pueblo construyan propuestas, construyan organización, construyan autonomía, construyan cuerpos colectivos fuertes, capaces de hacer frente a años y años de degradación política, social y ecológica. Pues como bien saben los compas del CNI y el EZLN “[¨…] no hay más camino posible que el que se va andando mero abajo […]”[4].
[1] Comunicado de la Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de Gobierno. Tomado de la página: http://www.congresonacionalindigena.org/2017/05/30/llego-la-hora/
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Idem.