Ni ustedes, ni ellos, los otros; ambos, enemigos entre sí, enamorados del poder; sino nosotros, el pueblo. Este es el sentimiento que prepondera en muchos barrios populares de Caracas y de otras ciudades de Venezuela.
Estos reduccionismos forman parte no solo de la ideología aplicada, en contextos de ausencia de deliberación y debate, de escaza y empobrecida discusión, sino de ciertas tradiciones políticas, que confunden la política con la orden dada y la sumisión y la obediencia del resto. Por cierto, es difícil, incluso insostenible, llamar a estas tradiciones autoritarias, política; pues la política, mas bien, emerge de la deliberación; es más, de la Asamblea.
¿Qué son entonces estas expresiones, modalidades y formas, que se presumen de políticas? Son formas, modalidades y expresiones de ejercicios de poder y prácticas de poder. Si bien la política forma parte de las genealogías del poder, incluso, en sentido pleno, la política, como suspensión de los mecanismos de dominación, forma parte de las contra-genealogías de los contra-poderes; la política no ocupa todos los ámbitos de los ejercicios del poder. La política no es sinónimo de poder, como cierta interpretación de la ciencia política considera, sino es una forma de ejercer el poder, pasando por las construcciones de legitimación.
a opción es la continuidad del substrato de la sociedad alterativa; que irrumpe, en coyunturas de crisis, suspendiendo las regularidades, inhabilitando las estructuras de poder - cuando lo hace -, abriendo otros horizontes histórico-políticos-culturales. En el caso que nos ocupa, es la continuidad del caracazo; también, dada la resultante de la correlación de fuerzas, de la revolución bolivariana; es la defensa de la Constitución de 1999, que es el producto jurídico-político de esa revolución.
No es el momento de detenerse en importantes disquisiciones, como las relativas a las preguntas sobre el papel de los intelectuales, orgánicos y tradicionales, hablando el lenguaje de Antonio Gramsci; sino de lanzarse al encuentro con la experiencia popular, aprender, participar, apoyando la potencia social, la potencia creativa de la vida. Nadie sabe lo que viene, que depende de la correlación de fuerzas; pero sabemos, que no hay peor derrota que no haberlo intentado. En todo caso, en el peor de los casos, si somos derrotados, lo seremos junto al pueblo; en el mejor de los casos, si se logra salir del círculo vicioso del poder, si esta opción alternativa se realiza, se habrán abierto caminos hacia otros mundos posibles.
22.06.2017 23:33
La alternativa política al callejón sin salida
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-alternativa-politica-al-callejon-sin-salida/
Ni ustedes, ni ellos, los otros; ambos, enemigos entre sí, enamorados del poder; sino nosotros, el pueblo. Este es el sentimiento que prepondera en muchos barrios populares de Caracas y de otras ciudades de Venezuela. Se oyó decir en el barrio 23 de enero en Caracas, tradicional bastión chavista, que “No votaría por la oposición, y por Maduro, menos”. Según Daniel García Marco, corresponsal de la BBC Mundo, en Caracas: Esa frase me la dijeron varias personas en una reciente visita por el barrio[1]. El dilema no es pues o el “gobierno progresista” o la “oposición de derecha”; la realidad, sinónimo de complejidad, no se reduce a tan mezquino o elemental dualismo; como si no existieran campos de posibilidades; inherentes en los espesores de la coyuntura. Este chantaje emocional es eso, coacción desde los voceros del poder, que no quieren que se visibilicen otras opciones.
El presupuesto de los chantajistas políticos, aunque no lo digan, es que consideran que su “gobierno revolucionario” es el fin de la historia. Entonces, de esta premisa, dicha o no dicha, de forma matizada o ausente, deducen una consigna ultimatista: ¡o todo o nada! Que traducido en términos del discurso político-ideológico, dice: ¡o la defensa de la “revolución” o el retorno al pasado neoliberal!, incluso de la oligarquía conservadora. Como si fuesen la revolución per se, la revolución por excelencia; es más, algunos apologistas creen que se trata de la única “revolución” posible, ahora.
Estos reduccionismos forman parte no solo de la ideología aplicada, en contextos de ausencia de deliberación y debate, de escaza y empobrecida discusión, sino de ciertas tradiciones políticas, que confunden la política con la orden dada y la sumisión y la obediencia del resto. Por cierto, es difícil, incluso insostenible, llamar a estas tradiciones autoritarias, política; pues la política, mas bien, emerge de la deliberación; es más, de la Asamblea. Empero, la historia de la política, en el sentido que la considera la historia, toma en cuenta, como formas de la política, estas expresiones, que tienen, en realidad, muy poco que ver con el sentido mismo de la política.
Se puede decir que a lo largo de la historia de la modernidad, se han venido atiborrando los términos, incluso los conceptos; sobre todo, por el uso ideológico dado. Por eso, unas formas de organización, unas modalidades de prácticas, unas expresiones discursivas, que nada tienen que ver con la política, aparecen como tales, precisamente por las adulteraciones o forcejeos de los discursos ideológicos; es más, en la modernidad, por los audiovisuales mediáticos.
¿Qué son entonces estas expresiones, modalidades y formas, que se presumen de políticas? Son formas, modalidades y expresiones de ejercicios de poder y prácticas de poder. Si bien la política forma parte de las genealogías del poder, incluso, en sentido pleno, la política, como suspensión de los mecanismos de dominación, forma parte de las contra-genealogías de los contra-poderes; la política no ocupa todos los ámbitos de los ejercicios del poder. La política no es sinónimo de poder, como cierta interpretación de la ciencia política considera, sino es una forma de ejercer el poder, pasando por las construcciones de legitimación.
Empero, en ámbitos donde no se quiere reflexionar sobre estos tópicos, se habla de política, no solamente como generalidad, sino como si fuera lo mismo que poder. Sobre todo, en los partidos políticos y en los medios de comunicación. Que son los lugares menos propensos a la reflexión, más inclinados a la imposición ideológica.
Dicho esto, volvemos al tema; la opción política alternativa, que se sale de la circunscripción lineal del intervalo sin salida, definido por el chantaje emocional y por el esquematismo simplón de unos o los otros. Diremos, interpretando la experiencia social, la memoria social y las contra-genealogías de los contra-poderes, que esta opción es la continuidad del substrato de la sociedad alterativa; que irrumpe, en coyunturas de crisis, suspendiendo las regularidades, inhabilitando las estructuras de poder - cuando lo hace -, abriendo otros horizontes histórico-políticos-culturales. En el caso que nos ocupa, es la continuidad del caracazo; también, dada la resultante de la correlación de fuerzas, de la revolución bolivariana; es la defensa de la Constitución de 1999, que es el producto jurídico-político de esa revolución.
No vamos a argumentar sobre por qué los voceros del poder y el “gobierno progresista” de turno no lo son, no son esta continuidad; ya lo hicimos en otros ensayos[2]; nos remitimos a ellos. Lo que importa ahora, es detenerse en esta emergencia política, en esta gestación popular e intelectual, también de compromiso chavista, por parte de exfuncionarios, sobre todo, de funcionarios, que hoy pugnan, por evitar el derrumbe total de la revolución. Derrumbe que viene por la vía del ultimatismo y del chantaje emocional, que expresan la reedición de prácticas no democráticas; por lo tanto, no políticas. Sino, más bien, autoritarias, que suplantaron al pueblo del caracazo y al pueblo que votó por Hugo Chávez, al pueblo que apoyó a la Asamblea Constituyente, con el referéndum y con el aval para su promulgación.
Lo crucial de lo que pasa, cuando se gesta esta opción alternativa, radica en que ante el mismo desafío y amagues de resolver el problema de seguir adelante o estancarse, las anteriores revoluciones no lograron resolverlo. Fueron vencidas las tendencias que buscaban la continuidad de la revolución, tratando de evitar el termidor, tanto de “derecha” como de “izquierda”. Las revoluciones, en el presente – entendiendo lo que apuntamos con este concepto[3] -, tienen como tarea imprescindible, esta vez, vencer el termidor y continuar la ruta de las liberaciones y las emancipaciones.
Hay que colocarse, por lo menos, hacer el intento, aunque sea aproximativo, en el lugar de las cavilaciones y premuras de las personas del pueblo. Pueblo que se arronjó en el caracazo, abriendo la posibilidad de otro decurso histórico, que derivó, por la resultante de la correlación de fuerzas, en un golpe militar nacionalista; después en la conformación de un bloque político bolivariano. Logrando materializar un gobierno con esas características, las que le brindaba el fin del siglo XX y el comienzo del siglo XXI; nacionalista, de tendencia social. El socialismo que se da en las condiciones que permite la correlación de fuerzas, en el período y las coyunturas contemporáneas. Además, de amplia convocatoria. Ponerse en su lugar, ahora, en plena crisis del proceso de cambio; incluso, aclarando y situándonos en la coyuntura, en plena regresión y decadencia de este proceso; significa acercarse al sufrimiento del desencanto; pero, también, a la voluntad de mantener la esperanza abierta.
Déjenme hablar un poco chabacanamente, buscando efectos ilustrativos; diré que los chavistas consecuentes, los intelectuales críticos de izquierda, los y las funcionarias críticas y comprometidas, tienen como responsabilidad la comunicación con este pueblo. Del caracazo, del voto popular, también del voto castigo, del proceso constituyente, de los avances de los primeros gobiernos de Hugo Chávez, también con el pueblo del desencanto y de la esperanza, paradójicamente. Hay que, por lo menos, imaginarse lo que sufre este pueblo, no en los mismos términos del discurso de victimación, sino en lo que respecta a la encrucijada en que se encuentra. La responsabilidad es, prioritariamente, construir con el pueblo la alternativa de la continuidad de la revolución.
Como dijo Immanuel Wallerstein, no hay historia del capitalismo nacional, sino mundial; también podemos decir que, si bien las revoluciones se dan en la singularidad del contexto nacional, todas las revoluciones nacionales forman parte de la revolución mundial. La responsabilidad de los involucrados en la opción alternativa y alterativa, es también con la revolución mundial; la que, antes, no pudo resolver el problema, y términó absorbida por los ciclos del círculo vicioso del poder. El que se logre salir de este círculo vicioso, el que se realice la opción de la continuidad de la revolución, será también un logro trascendente, para decirlo de ese modo, de la revolución mundial.
Aunque a ratos parezca panfletario lo que decimos, debido a las apreciaciones sucintas y hasta casi retóricas, la importancia radica no en lo que decimos, sino en lo que está ocurriendo. En un anterior ensayo[4] decíamos que este escenario, de esta opción alternativa, es la más difícil en realizarse; empero, parece que la marcha de los eventos, sucesos, aprendizajes colectivos, avanza vertiginosamente. Cada vez esta posibilidad se hace más probable, para decirlo en términos matemáticos probabilísticos. Mejor aún, acercándonos a un discurso categórico, esta opción es, en pleno sentido de la palabra, opción; es la alternativa al conflicto y choque de fuerzas que no encarnan soluciones, sino pretensiones y, sobre todo, el preservar la rutina cambiante del círculo vicioso del poder.
Es inútil entrar a la diatriba, propuesta por los voceros del poder, de que lo que se hace con esta opción alternativa es coadyuvar a las estrategias de la “derecha” y del imperialismo. Es inútil, porque a ellos no les interesa la discusión sino la acusación, la descalificación, que forman parte de los monjes de las iglesias políticas. No dudan de lo que dicen ni de lo que hacen; hablan mecánicamente, actúan automáticamente; solo buscan imponerse. No les importa el porvenir de la revolución, sino preservar el poder; que creen que es la manera de garantizar el porvenir de la “revolución”. ¡Qué porvenir!
Todas las energías, por decirlo de esta manera, deben dedicarse a la comunicación con el pueblo, a aprender de su experiencia social, a participar de las actualizaciones de la memoria social, a construir colectivamente la alternativa de la continuidad de la lucha.
No es el momento de detenerse en importantes disquisiciones, como las relativas a las preguntas sobre el papel de los intelectuales, orgánicos y tradicionales, hablando el lenguaje de Antonio Gramsci; sino de lanzarse al encuentro con la experiencia popular, aprender, participar, apoyando la potencia social, la potencia creativa de la vida. Nadie sabe lo que viene, que depende de la correlación de fuerzas; pero sabemos, que no hay peor derrota que no haberlo intentado. En todo caso, en el peor de los casos, si somos derrotados, lo seremos junto al pueblo; en el mejor de los casos, si se logra salir del círculo vicioso del poder, si esta opción alternativa se realiza, se habrán abierto caminos hacia otros mundos posibles.
[1] Ver Ni gobierno ni oposición: cómo el chavismo crítico se perfila como alternativa en una Venezuela polarizada. BBC Mundo. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39677139.
[2] Ver Encrucijadas histórico-políticas. También Espesores coyunturales. Así como Devenir y realidad. Lo mismo con Convocatoria de la vida y Alteridad o decadencia.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/espesores_coyunturales_3.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/devenir_y_realidad_2.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/convocatoria_de_la_vida_2.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/alteridad_o_decadencia_2.
[3] Ver la serie Espesores del presente: https://issuu.com/raulpradaalcoreza.
[4] Ver La máquina estatal en coyunturas de crisis. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/06/16/la-maquina-estatal-en-coyunturas-de-crisis/.