Hoy, México, tanto como sociedad, así como Estado, se debate en crisis orgánicas, estructurales, culturales y morales de demoledoras irradiaciones. Si bien se puede decir, que estas crisis también se dan no solo en el resto de los países latinoamericanos y el Caribe, sino también en los países del mundo, lo que ocurre en México ha adquirido dimensiones exacerbadas y demoledoras. Por eso, también son indispensables análisis comparativos que permitan vislumbrar las tendencias inherentes en las otras formaciones sociales y, sobre todo, en los otros Estado-nación, que es donde las analogías tienden a sumarse.
Prologo a México: Intensidades sociales y territoriales
16.07.2017 23:05
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/prologo-a-mexico-intensidades-sociales-y-territoriales/
Presentamos México: Intensidades sociales y territoriales; Estado-nación, resistencias y revolución. Lo hicimos antes en el formato de eBook Kindle; es decir, en su forma digital. Ahora lo hacemos en el formato de Tapa blanda; es decir, en materialidad física. Lo hacemos no solo por complementar lo digital con lo físico, sino también porque los temas tratados no solamente siguen plenamente vigentes, planteándose sus problemáticas inherentes con la intensidad amenazante; sino que adquieren la desmesura patente, convirtiendo a la formación social y su presente como en un referente extremo de lo que sucede en todas partes, con sus propias singularidades.
Como hemos dicho, México es el molde de la historia colonial, que se aplica, adecuándose a los distintos contextos de la conquista y la colonización en el continente. También en la historia de México vamos a encontrar ejes constitutivos de la república mexicana, que reaparecen con sus propias singularidades en el resto de las repúblicas del continente. Uno de estos ejes es la forma de Estado corporativo; es decir, el Estado conformado por pactos; sobre todo, de oligarquías, de burguesías, incluso sectores populares. La formación del Estado corporativo pasa por varias etapas críticas; primero, la relativa a la inestabilidad inicial de la república, que solo jurídicamente lo era, en tanto que no había logrado institucionalizarse. Segundo, la conformación provisional de la dominación de la oligarquía terrateniente; tercero, la crisis estructural del Estado-nación constituido, bajo a dominación oligárquica. Cuarto, la revolución social y política de carácter popular y de escala nacional. Quinto, la consolidación del Estado-nación por la vía de la institucionalización de la revolución nacional.
Esta secuencia, por así decirlo, de alguna manera, en distintos recorridos singulares, se encuentran en la historia dramática de los Estado-nación latinoamericanos y del Caribe. Estas analogías no son casuales; comparten substratos históricos-culturales, más o menos singulares, sobrentendiendo, claro está, a los contextos particulares. La conquista por oleadas, la colonización prolongada, la guerra anticolonial, efectuada por las naciones y pueblos indígenas, sumándose estratos mestizos populares, que adquiere características de revolución social. Las guerras de la independencia, dirigida por criollos liberales, que le otorgan un carácter de revolución política, pero, descartando la revolución social. La conformación institucionalizada de repúblicas restringidas al tamaño controlable por las oligarquías, renunciando a la Patria Grande. En consecuencia, la crisis de nacimiento, debido a la distancia entre una república fundada como acto jurídico-político, empero, no materializada institucionalmente, y realidades histórico-políticas-económicas-culturales, que más se parecen a continuidades de las formaciones sociales coloniales que a lo que deberían ser las formaciones sociales liberadas del yugo colonial. Estos substratos compartidos, explican, en parte, las secuencias análogas de las historias de estas repúblicas fundadas en el siglo XIX.
Se puede decir que México condensa los perfiles, rasgos, características, que van a ser desplegados, con distintas composiciones y combinaciones en las singulares formaciones sociales y estructuras políticas de los países latinoamericanos y del Caribe. Aunque las composiciones y combinaciones estructurales terminen manifestando diferencias notorias, en casos donde las formaciones sociales remarquen más las diferencias que las analogías; sin embargo, las estructuras estatales tienden, mas bien, a pesar de las distinciones, a ser equivalentes. Por eso, parece ilustrativo efectuar comparaciones entre el acontecimiento México y otros acontecimientos de naciones-estados; sobre todo, concentrarse en las crisis estructurales de los Estado-nación.
Hoy, México, tanto como sociedad, así como Estado, se debate en crisis orgánicas, estructurales, culturales y morales de demoledoras irradiaciones. Si bien se puede decir, que estas crisis también se dan no solo en el resto de los países latinoamericanos y el Caribe, sino también en los países del mundo, lo que ocurre en México ha adquirido dimensiones exacerbadas y demoledoras. Por eso, también son indispensables análisis comparativos que permitan vislumbrar las tendencias inherentes en las otras formaciones sociales y, sobre todo, en los otros Estado-nación, que es donde las analogías tienden a sumarse.
Una de las desmesuras alarmantes es la que ofrece el fenómeno de la economía política del chantaje, en su peculiaridad de economía política del narcotráfico, adquiriendo tal extensión abarcadora, que ha llegado a subsumir al aparato estatal a las lógicas perversas del lado oscuro del poder. A propósito, algunos análisis, incluso han nombrado esta desproporción como característica del Estado-narco. Pero, no se trata solo de calificar a una forma adulterada del Estado, sino de comprender cómo se ha llegado a esta situación, además de cómo funciona. En tercer lugar, por eso, también es menester detenerse en la observación de este fenómeno de la economía política del narcotráfico en su versión exacerbada mexicana.
Otra desmesura mentada, tanto por los medios de comunicación, por los discursos políticos, incluso por las investigaciones y análisis académicos, pasando por las descripciones minuciosas de las denuncias por parte de ONGs, es la de la violencia. Ya se habla de 300.000 desaparecidos y muertos, preponderantemente de mujeres. México se ha convertido en un gran cementerio clandestino. Esta es la magnitud de la destrucción, de la marcha de la muerte, de la demoledora desmoralización, donde el sinsentido se ha impuesto en la vida cotidiana. También puede ser el dato que conmensura el desprecio a la vida. Otra vez, si bien en México se da el desenvolvimiento macabro de la muerte en niveles ya incontrolables y desbordados, esto no quiere decir que no se da en los demás países. Al contrario, se da, aunque no de la manera desmesurada mexicana. El tema es que México aparece como llevando la batuta de la demolición de la humanidad, convirtiendo a los seres humanos en cuerpos desechables, contra los que se puede descargar las violencias más espantosas; como las del tráfico de órganos, además de los tráficos de la prostitución, que han llegado también a formas espeluznantes. Con el rapto de muchachas, que no solamente se las usa sexualmente, en este comercio de goce banal, sino que incluso se goza con sus martirios. Estas demenciales prácticas convertidas en comercio caro, para potentados que buscan experiencias delirantes, persiguiendo llenar sus inmensos vacíos poblados de banalidades proliferantes, muestran la diseminación humana y de sus instituciones en formas de exterminio.
Otra desmesura notoria es la del galopante cinismo, en el sentido interpretado popularmente, donde los voceros del gobierno, el propio discurso oficial, habla de estos temas escabrosos como si fueran circunstanciales y controlables, dependiendo de las medidas que tome el Estado. Además de encubrir a las organizaciones y estructuras implicadas en estos crímenes de lesa humanidad. El cinismo llega al colmo cuando se deslinda responsabilidades difuminando en el diferimiento de “investigaciones” en “comisiones” de nunca acabar. Las víctimas de estas violencias desmesuradas, aceptadas por el Estado, además tienen que sufrir el escarnio de la burla burocrática.
El gobierno y el Congreso del imperio del Norte tiene el descaro de hablar de “derechos humanos” cuando señala atropellos cometidos en países de gobiernos que no son de su simpatía; empero, ante estas escaladas macabras de la violencia no dice nada o dice poco. Esto muestra la mutación del pragmatismo político acostumbrado en complicidad con estas violencias desatadas; incluso con la economía política del narcotráfico, además de los otros tráficos, destacándose el tráfico de armas. El Estado del imperio del Norte, no la nación, tampoco el pueblo, sino esa superestructura hipertrofiada de la dominación absoluta de una hiper-burguesía sin perspectivas; aunque sí resaltantemente obesa. Lo que ocurre en México no se puede desconectar, de ninguna manera, de la concomitancia de las estructuras de poder operativas del imperio del Norte, sobre todo, de sus servicios de inteligencia; que más que inteligencia, muestran la astucia de inventar guerras de laboratorio, de conspirar frente a amenazas fantasmagóricas, tan solo por preservar su papel anacrónico en el mundo, y sus fabulosos presupuestos.
En consecuencia, el problema de la decadencia del sistema-mundo y de la civilización moderna, no se puede reducir, como lo hacen los voceros e ideólogos de los regímenes del poder, tanto de “derecha” como de “izquierda”, a la vocación “entreguista” y “privatizadora” de los gobiernos neoliberales; tampoco a la compulsiva corrosión y corrupción de los “gobiernos progresistas”. Para decirlo fácilmente, es un problema estructural del sistema-mundo capitalista y de sus maquinarias de poder, así como de sus máquinas de guerra; sistema-mundo donde participan unos y otros. Siguiendo con esta definición esquemática del problema estructural, podemos decir que consiste en la diseminación de la humanidad, de su dilución en fluidos corrosivos, que convierten a los cuerpos en objetos desechables, en cosas destruibles y, sobre todo, en la materia donde se inscribe el mensaje de esta civilización moderna: los humanos no son nada, tampoco la vida es algo, es otra nada; el poder, la dominación, es todo. Cuando el poder, la dominación, es la vacuidad y la banalidad absoluta, el sinsentido realizado como mueca grotesca de goce perverso, que sustituye definitivamente al placer; pues se ha perdido definitivamente la imaginación, la capacidad creativa, el afecto y la sensibilidad, que son la vida misma.