Cuando reflexionamos sobre la violencia, durante el período de Comuna, al inicio de la movilización prolongada, partíamos de un enfoque que se auto-denominaba marxista-indianista. Particularmente en el ensayo mencionado, se ponía en funcionamiento este enfoque recurriendo a las teorías nómadas, a la teoría gramatológica y deconstructiva, con algunos atisbos de la teoría de la diseminación. Ahora, el enfoque marxista-indianista ha sido sometido a una autocrítica, a la luz de la experiencia social del llamado proceso de cambio. Lo mismo ha pasado con las teorías nómadas, gramatológicos y de la diseminación; aunque en este caso, se preserve su aporte al pensamiento complejo.
Uno de los referentes nacionales va a ser Colombia; no solo por la guerra prolongada, que atraviesa el siglo, no solamente el medio siglo mentado de la guerra de guerrillas, sino por las peculiaridades de las genealogías de los agenciamientos concretos de fuerzas, involucrados en las formas específicas de violencia. Además del desafío que plantea el contexto de la violencia al Acuerdo de paz. Después, iremos ampliando los referentes de la reflexión considerando otros contextos nacionales; sobre todo, los más elocuentes por la desmesura de las formas de violencia desatadas.
Reflexiones sobre la violencia, la decadencia y la diseminación
22.07.2017
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/reflexiones-sobre-la-violencia-la-decadencia-y-la-diseminacion/
Son conocidos los escritos dedicados a las reflexiones sobre la violencia[1]; uno, de impacto, tanto por la sensibilidad respecto a la temática y a los tópicos correspondientes, además de la lucidez del agudo análisis, es el de Walter Benjamin. Jaques Derrida, más tarde, retoma las reflexiones sobre la violencia de Walter Benjamin y efectúa un análisis hermenéutico deconstructivo, no solo del texto de Benjamin, sino de la violencia misma; observada como gramatología del Estado, que nace en la violencia, y de la Ley, que nace en la fuerza[2]. Hay otros ensayos notorios, que también se titulan reflexiones sobre la violencia. También en Comuna, en la serie de libros de análisis de los movimientos sociales, se publica un ensayo de Hermenéutica de la violencia[3]; esta vez tocando el inicio de la movilización prolongada en Bolivia (2000-2005); inicio que tiene que ver con la guerra del agua y el bloqueo indígena campesino de septiembre del 2000. Ensayo que ausculta la guerra inicial, la guerra de conquista, que instituye el Estado, en lo que corresponde a la administración colonial; que establece la Ley a través de la fuerza. Esta guerra inicial es como el momento constitutivo de la colonialidad persistente, estructurada en las mallas institucionales de la república y el Estado-nación. Ante la violencia estatal, desplegada en distintos planos de intensidad, desde las físicas, represivas, coercitivas y de imposición por la fuerza, hasta las simbólicas, pasando por la violencia imperceptible y solapada de la Ley, las naciones y pueblos nativos, el pueblo-nación, el proletariado, los movimientos sociales, le oponen el ímpetu de la rebelión social y cultural.
Ahora, en los espesores de la coyuntura presente, queremos volver a reflexionar sobre la violencia, en las formas como se manifiesta; tratando de hacer inteligible a la sociedad a partir precisamente de este fenómeno plural, múltiple y complejo de la violencia, acudiendo a sus singularidades. Vamos a interpretar a las formaciones sociales y al Estado-nación en crisis a partir de las formas de violencia, que se desatan y se usan. Como nuestra perspectiva actual es la de las expediciones e irrupciones en el pensamiento complejo, por lo menos, lo pretende ser, incursionando en las fenomenologías, en las heurísticas y hermenéuticas de la complejidad, vamos a intentar esta reflexión desde este enfoque de la simultaneidad dinámica de la complejidad, sinónimo de realidad. Cuando reflexionamos sobre la violencia, durante el período de Comuna, al inicio de la movilización prolongada, partíamos de un enfoque que se auto-denominaba marxista-indianista. Particularmente en el ensayo mencionado, se ponía en funcionamiento este enfoque recurriendo a las teorías nómadas, a la teoría gramatológica y deconstructiva, con algunos atisbos de la teoría de la diseminación. Ahora, el enfoque marxista-indianista ha sido sometido a una autocrítica, a la luz de la experiencia social del llamado proceso de cambio. Lo mismo ha pasado con las teorías nómadas, gramatológicos y de la diseminación; aunque en este caso, se preserve su aporte al pensamiento complejo.
Vamos a comenzar la reflexión sobre la violencia, que desde la perspectiva de los ensayos publicados, que ya incursionan en la perspectiva de la complejidad, no puede interpretarse fuera de los contextos donde se da, también no puede interpretarse desentendiéndose de los espesores de la coyuntura. Además, se trata de formas que no se pueden definir solo a partir de la violencia, este efecto en los sujetos sociales en el ejercicio del poder, pues se trata de fenómenos abigarrados y complejos; articulados a otros fenómenos, que tampoco son aislados. Parece que el conjunto de fenómenos ligados se encuentran relacionados a la decadencia civilizatoria y a la diseminación de las estructuras de poder constituidas, instituidas y consolidadas en la modernidad. Entonces, se trata de la reflexión sobre la violencia, la decadencia y la diseminación.
Por otra parte, las formas de violencia desatadas no pueden separarse de sus contenidos, que nosotros denominamos espesores, tampoco de sus formas de expresión, así como de las prácticas y acciones concretas. En ese sentido, nos referiremos a la violencia, teniendo en cuenta su singularidad convergente como realización concreta del fenómeno. Por eso, atenderemos la territorialidad, el espaciamiento local, nacional y regional de la violencia. Quizás la mejor manera, por lo menos inicial, sea diferenciar constelaciones de casos por países, donde adquieren como una genealogía propia.
Uno de los referentes nacionales va a ser Colombia; no solo por la guerra prolongada, que atraviesa el siglo, no solamente el medio siglo mentado de la guerra de guerrillas, sino por las peculiaridades de las genealogías de los agenciamientos concretos de fuerzas, involucrados en las formas específicas de violencia. Además del desafío que plantea el contexto de la violencia al Acuerdo de paz. Después, iremos ampliando los referentes de la reflexión considerando otros contextos nacionales; sobre todo, los más elocuentes por la desmesura de las formas de violencia desatadas.
La guerra en la filigrana de la paz y la paz en la matriz de la guerra
En La guerra y la paz planteamos estas paradojas, la guerra en la filigrana de la paz y la paz en la matriz de la guerra[4]. Ahora las recogemos para reflexionar sobre las formas de violencias persistentes, que amenazan las posibilidades de viabilizar, aunque sea en transiciones difíciles, el Acuerdo de Paz, que es como un paradigma para otros acuerdos de paz. Estas formas de violencia son variadas y heterogéneas; tienen que ver con la guerra de guerrillas que persiste, como ejercicio y práctica de defensa popular y campesina; también como estrategia de poder, que tiene que ver con el proyecto político, así como con adulteraciones pragmáticas, que aprovechan el dominio territorial para lograr financiar las costosas actividades de la guerra de guerrillas.
Otras formas de la violencia tienen que ver con las organizaciones conocidas como paramilitares; organizaciones armadas, que también responden a variados nacimientos o emergencias; unos, que tienen que ver con los carteles del narcotráfico; otros, que son conformados por hacendados, terratenientes, empresarios, que dicen defenderse, aun cuando también han empleado dispositivos armados para avasallar en los territorios campesinos. Los terceros, tienen que ver con el Estado y el ejército mismo, que usó los mecanismos paramilitares, para que efectúen las tareas sucias, que el ejército no podía cumplir, sin mancharse. Aunque oficialmente los paramilitares hayan desaparecido, con una especie de desmovilización acordada con el Estado, efectivamente no es así, pues conservan las tierras usurpadas a campesinos, por compra, por coerción o a punta de pistola.
Estos paramilitares han sido sustituidos por lo que se puede llamar bandas, buscando una aproximación más o menos adecuada. Que hacen la misma labor que los paramilitares, solo que en escalas más locales; sin embargo, algunas organizaciones han logrado irradiación nacional. Ahora bien, lo abigarrado de la situación es que estas organizaciones no solo aglutinan a desmovilizados paramilitares sino también a desmovilizados de la guerrilla. Por otra parte, los disidentes respecto al Acuerdo de Paz firmado, cobran independencia y accionan de acuerdo a las decisiones tomadas, que en síntesis es continuar la guerra contra el Estado; acompañando esta continuación con prácticas de financiamiento ya incursionadas. En determinados casos, incluso preponderan las prácticas de financiamiento sobre las estrategias políticas.
Como se puede ver, no se puede hablar de violencia en general, como concepto universal, que define el uso desmesurado de la fuerza y los efectos trágicos y dramáticos en los sujetos sociales, pues las violencias ejercidas no son generales sino, mas bien, singulares. Se puede corregir este error, relativo al pensamiento moderno, hablando en plural, de violencias. Sin embargo, no se resuelve el problema de la comprensión de las fenomenologías de las violencias desatadas con este desplazamiento, al nombrarlas en su pluralidad. Pues se trata de comprender no solo cómo funcionan las organizaciones, estructuras e instituciones involucradas en el ejercicio del poder y respecto a las consecuencias de las violencias desatadas; sino comprender cómo funciona el sistema-social-económico-político donde estas formas de violencia están insertas.
Distanciándonos de las connotaciones simbólicas, imaginarias y representativas de la violencia, parece conveniente concentrarse en las características evidentes de las formas de violencia de las que hablamos; en primer lugar, se trata de organizaciones armadas. Es decir, de formas paralelas de control territorial al control nacional que ejerce el ejército nacional. No se trata solo de atender al desafío al Estado, que implica la presencia y actividad de un grupo u organización armada, sino de no obviar que las organizaciones armadas logran controlar territorios. Se trata, exagerando un poco, de pequeños estados y de pequeños ejércitos, que definen y conforman pequeños regímenes. Esta es la cuestión.
Ahora bien, este fenómeno del control territorial es un fenómeno histórico; es un recurrente ejercicio en casi todas las formaciones sociales y las sociedades institucionalizadas, históricamente dadas. Por otra parte, es algo compartido por todas las sociedades modernas; aparezca este control territorial como Estado o como feudos, usando este término como metáfora. Se ha dicho que los controles paralelos a la malla institucional del Estado se dan en estados débiles. Sin embargo, observando detenidamente, podemos constatar que incluso en estados fuertes y consolidados el fenómeno de los controles territoriales se da, aunque no sean suficientemente percibidos, debido a la ideología estatal, que se impone como realidad. Comenzando por lo fácil; por ejemplo, las llamadas mafias funcionan efectivamente en las sociedades institucionalizadas, correspondientes a los estados fuertes. Las mafias ejercen control territorial, aunque no se trate de los espesores territoriales a los que nos lleva el concepto de territorio. Son, si se quiere, recortes territoriales, donde su dominio marca el paso, impone reglas, define códigos, incide en comportamientos. Sin embargo, estas organizaciones, calificadas por el discurso jurídico y penal como “criminales”, tienen su simetría en el lado luminoso del poder, en las mallas institucionales. Hablamos de las logias, que también son secretas y también ejercen controles territoriales; la diferencia es que no están descalificadas por el Estado. ¿Por qué? ¿Porque no se dedican a lo mismo que las mafias, aunque ejerzan control territorial y sean secretas? No sería acaso un delito contra la república ser secretas, ejercer el poder de una manera no democrática. ¿Conformar una élite secreta que se hace cargo del Estado, por procedimientos conspirativos, no democráticos, no es un atentado contra el Estado-nación? ¿Por qué esta clase de organizaciones secretas no son descalificadas por el discurso jurídico-político? Este es el tema.
La primera sugerencia interpretativa sería que el Estado avala la violencia cuando proviene de organizaciones secretas que conspiran para hacerse del poder, formando redes como telarañas que terminan envolviendo al Estado, y descalifica y prohíbe organizaciones secretas que se dedican a formas económicas paralelas a la economía institucionalizada. Esta es una contradicción del Estado-nación, del Estado de derecho, del Estado liberal.
El problema no se resume en esta contradicción; hay otras. Todas las organizaciones clandestinas, ahora hablamos también de las otras, distintas a las organizaciones clandestinas políticas y subversivas, emergen de la misma sociedad institucionalizada, que ha construido el Estado y lo reproduce diariamente. En sentido estricto, lógico, no se podría hablar de “anomalía”, pues se trata de fenómenos inherentes a las dinámicas mismas de la sociedad; no son externos, atingen a la propia sociedad y lo que es ésta. El Estado denomina “anomalías” a lo que se da en la misma sociedad institucionalizada, que lo sostiene; denomina “anomalías” solo a una parte de los fenómenos análogos; a otros los legitima abiertamente o al no decir nada sobre ellos. Este comportamiento estatal, que no deja de ser extraño, evidencia un Estado que no quiere ver el problema, tampoco asumirlo, sino tan solo seleccionar una parte, efectuar un enfoque sesgado, para conformarse con una explicación oficial, empero, débil e insostenible. ¿Teme acaso encontrar que el núcleo del problema es el Estado mismo? Esta es la pregunta.
¿Por qué se dan estas formas de control territorial paralelas? ¿Por qué le disputan al Estado el control territorial, por lo menos, en ciertas zonas, sino es en geografías mayores? Déjenos presentar un esquema simple, que no pretende reducir la complejidad, sino tan solo ilustrar sobre el problema que no se resuelve. Las logias quieren tomar el poder secretamente, las mafias quieren beneficiarse del mercado, por medio de “tráficos ilícitos”, que, de todas maneras, forman parte del mercado; pues son mercancías. Ambos lo hacen porque el Estado no llena sus expectativas; mas bien, es visto como campo de lucha; de la misma manera, la economía, mejor dicho el mercado, es visto como campo de lucha. El Estado se convierte en un instrumento para lograr sus fines, así como la economía, el mercado, es un medio para enriquecerse. Ambas organizaciones secretas, para decirlo irónicamente, la “licita” y la “ilícita”, develan el fracaso del Estado; ciertamente de otra manera, distinta a la interpelación social, a la movilización social y a las organizaciones políticas, que hacen eco de la rebelión social. Pero, ambas organizaciones secretas no se proponen, de ninguna manera, destruir el Estado, transformarlo, sustituirlo, sino, mas bien, preservarlo y usarlo. Tomando en cuenta esta característica, podemos decir que las organizaciones secretas mencionadas son conservadoras, aunque conspiren.
Ahora bien, cuando se llega a la organización armada y al uso de la violencia efectuada a través de las armas, se disputa abiertamente el control territorial al Estado. Pero, no se trata de ninguna rebelión o sublevación contra el Estado imperante, sino, paradójicamente, de un desacato para mantener el mismo Estado y usarlo. No pasa lo mismo que sucede con las organizaciones armadas con proyecto político, por lo menos en el programa, ideológicamente y discursivamente; estas organizaciones armadas disputan al Estado el control territorial para transformarlo, cambiarlo, construir otro Estado. Terminen, por este camino, en el circulo vicioso del poder, reproduciendo el poder, con otros discurso, otras formas, otros actores, como hemos interpretado en anteriores ensayos, es como una fatalidad o condena, para decirlo de esa manera figurativa. Se distinguen por proyectarse de una manera no conservadora. Sin embargo, aquí radica el núcleo de la paradoja; ambas formas de organización armada comparten el uso de las armas, el despliegue de la violencia, derivada del uso armado, ambas formas de organización no ven otro medio que la violencia para lograr sus objetivos. ¿Qué nos dice este estilo compartido?
Salgamos del enunciado panfletario de que la “violencia es partera de la historia” y, por lo tanto, hay una “violencia revolucionaria”, opuesta a la “violencia reaccionaria”. Se recurre a la violencia cuando se falla en el convencimiento, cuando no se logra la convocatoria. La violencia ya es la confirmación del fracaso. La dominación misma es el despliegue y el desenvolvimiento mismo de este fracaso. Lo anecdótico es que se pretende usar la manifestación misma del fracaso, que es la violencia, como medio para resolver problemas. A lo único que lleva este despliegue manifiesto del fracaso es a más fracasos, cada vez más contundentes, cada vez más demoledores. No vamos a volver a los tópicos que tocamos en otros ensayos, a las preguntas de por qué ocurre esto, que nos llevan a hipótesis interpretativas prospectivas. Sino trataremos de bosquejar las genealogías de este fracaso, precisamente en los recorridos, las prácticas, los controles territoriales, de estas organizaciones armadas.
El recurso de la violencia ya es síntoma evidente del fracaso. Persistir en el recurso para resolver problemas, que ocasiona el uso de la violencia, es redundar en el fracaso. La violencia puede llegar a imponerse, sin embargo, esto es provisional; la victoria de la violencia es circunstancial, dura lo que dura el efecto de shock; ocasiona la ilusión del vencedor, creer que con esto se acaba todo. Para que pueda perdurar su efecto, tiene que ser renovado y se lo hace reproduciendo la violencia constantemente, haciéndola duradera; es decir, se requiere de la institucionalización de la violencia, para que su efecto sea contante, reiterativo. El uso de la violencia no ha triunfado, puesto que tiene que reiterarse permanentemente; el efecto tiene que lograrse de manera perdurable, repetida. Esta es una demostración del fracaso de la violencia; se la tiene que provocar repetidamente; esto se logra no solo por la condensación de la violencia en el Estado, sino por la cristalización de la violencia en los huesos. Como dice Franz Fanon, llega un momento cuando la violencia cristalizada en los huesos, se le devuelve al responsable y ejecutor de la violencia. La derrota del considerado victorioso evidencia y realiza patentemente el fracaso inherente al uso de la violencia. El problema es que el vencedor de la lucha contra la dominación imperante, vuelve a usar el mismo recurso que el amo derrotado usaba; es decir, vuelve a fracasar, vuelve a la reiteración del fracaso y a la ilusión momentánea del uso de la violencia. Con lo que se reproduce no solo el círculo vicioso de la violencia sino también el círculo vicioso del poder.
Si la violencia lleva al extremo de la muerte, no hay victoria ninguna; no hay victoria sobre cadáveres; solo el reino macabro de la muerte. Además, se trata de un reino que no reina, no se puede reinar sobre cadáveres. Sin embargo, estos asombrosos extremos se han dado en la historia; se ha optado por el exterminio. En este caso como que se ha buscado ocupar el lugar del asesinado, ocupar su territorio, ocupar su vacío dejado, apropiarse de su riqueza. ¿Esta es una victoria? ¿No es, mas bien, el triunfo absoluto del fracaso? La apoteosis de la muerte no sostiene ninguna victoria, lo que se edifica es el monumento al fracaso absoluto; lo que aparece, en vez de victoria, es el asesino sin atributos. ¿Qué civilización se puede edificar sobre un cementerio? ¿La que se ha construido en Abya Yala, después de la conquista por oleadas? ¿Se puede llamar civilización a estados, repúblicas, sociedades construidas sobre cementerios indígenas? ¿No se trata, mas bien, de la patente elocuencia del fracaso, que muestra la imposibilidad misma de la civilización, en estas condiciones? ¿Una “civilización” donde lo sólido se desvanece en el aire, donde se “desarrolla” a costa de la destrucción de las formas de vida, se puede concebirla como civilización?
Ciertamente la respuesta, provisional, tiene que ver con lo que se entiende por civilización. Hay todo una historia conceptual en este tema; sin embargo, nos referimos a lo que connota el concepto, a la pretensión inherente, al sentido que pretende; esto es, de plenitud, de logro mayúsculo, tanto en el sentido de cultura, así como en el sentido tecnológico. La plenitud no aparece por ninguna parte; al contrario, lo que se manifiesta es la paradoja de la carencia y de la abundancia. Para decirlo fácilmente, ¿se ha alcanzado la felicidad? La respuesta es innegable; no. El susodicho “desarrollo” más parece una escapatoria compulsiva de la consciencia culpable, de la consciencia desdichada, del sujeto desgarrado. Llenar el vacío incurable con montañas de cosas, que caen al abismo sin fondo; adormecer la angustia con la cultura de la banalidad; reducir las potencialidades de la ciencia y la tecnología a meros instrumentos de destrucción, que llaman los economistas acumulación de capital o, dicho, más comúnmente, que llaman “desarrollo” y “crecimiento económico”. ¿Cuándo se detendrá la locomotora desbocada que marcha vertiginosamente al descarrilamiento? ¿Será a tiempo o demasiado tarde?
Volviendo, la violencia no es ninguna “partera de la historia”, salvo en los delirios fundamentalistas que han confundido la historia con una marcha fúnebre y un perdurable duelo. Con la violencia no se logra construir nada, salvo cementerios y poblaciones de víctimas; con la violencia no se logran victorias, sino se consigue el reiterado fracaso persistente.
Volviendo a Colombia, ¿más de cien años de soledad, de guerra permanente, no es suficiente como para darse cuenta que con la guerra prolongada no se han zanjado los conflictos, no se han conseguido los objetivos perseguidos; que es momento y oportunidad de buscar otra forma de resolver los problemas? Esto en lo que respecta a las organizaciones armadas políticas, que proponen un proyecto de liberación y de emancipación; esto también en lo que respecta al Estado, cuyo proyecto es defender el orden instituido, el Estado instituido y la Ley constituida. En lo que respecta a las organizaciones y grupos armados que no plantean ningún porvenir, que no proponen ningún proyecto; sino que agotan su compulsión en el ahora sin perspectivas, buscando acallar sus angustias inentendibles, sus ansias incomprensibles, ante las cuales solo atinan a descargar sus miserias humanas, empleando las violencias aprendidas. ¿No son, mas bien, estas organizaciones armadas las consecuencias del fracaso, del fracaso de la sociedad institucionalizada, del Estado, del sistema-mundo? Más que contar con voluntad propia, los miembros de estas organizaciones armadas son arrojados ahí donde están, a callejones sin salida, salvo los paraísos artificiales y banales con los que sueñan, por la falta de voluntad social y del Estado.
Nadie es culpable en esta caída a la decadencia; todas son víctimas del círculo vicioso del poder; unos de una manera, otros de otra manera; si se quiere, unas víctimas privilegiadas, otras víctimas desafortunadas. La solución no está en reprimirlos, castigarlos, incluso matarlos, como supone la “guerra contra el crimen”, así como la “guerra contra el terrorismo”. No se puede exterminar lo que viene de las entrañas mismas de la sociedad institucionalizada. Otra vez, reiterando, la solución no está en el empleo de la violencia, sino en darse la oportunidad como sociedad de comprender el problema, de entender sus dinámicas, y de buscar resolverlo socialmente, mediante el procedimiento más apropiado, el consenso.
Se dice, los dicen los medios de comunicación, los analistas, los gobernantes, los organismos internacionales, que el narcotráfico es de los grandes problemas y amenazas que enfrentan los estados y el orden mundial. La solución de este problema no está solo en manos de la sociedad y el Estado colombiano. Así como no hay una historia nacional del capitalismo, sino mundial; tampoco este problema señalado, junto a otros, calificados como amenazas, es ubicable solo en unos países y no en otros; es un problema compartido en el mundo y por todos. Nos es un problema que se encuentra fuera, en otro país, suponiendo que al país desde donde se mira no le pasa esto o, si se quiere, no le pasa en la intensidad desbordada como ocurre en los países estigmatizados. Todos los países están afectados por los mismos problemas, solo que en unos casos o no se los enfoca, o se los encubre institucionalmente, o se los tolera por procedimientos institucionales, aprovechando que no son tan visibles y evidentes como en otros lugares. En consecuencia, el problema sufrido por la sociedad colombiana está también en manos de las sociedades y pueblos del mundo. Lo mismo pasa con los mismos problemas u otros, donde éstos sobresalen por su intensidad y expansión; no son problemas de tal o cual país, sino del mundo. ¿Cuándo los pueblos tendrán la voluntad para resolverlos mancomunadamente? ¿Sera a tiempo o demasiado tarde?
Descripción de las organizaciones que continúan con la violencia de las armas
Natalio Cosoy, reportero de la BBC Mundo, hace un reportaje detallado, identificando a las organizaciones que continúan en guerra, después del Acuerdo de Paz, firmado por el gobierno y las FARC. Vamos a acudir a este reportaje para mostrar una parte de la complejidad de la denominada violencia. En el reportaje, Natalio Cosoy escribe:
En el último año, alrededor de siete mil combatientes de las FARC se han retirado de un vasto territorio colombiano, equivalente a 242 municipios. ¿Qué ha ocurrido con ese territorio? Lo que se temía: que otros grupos armados traten de ocuparlo o se expandan en él. “Con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, el país entró en una fase de transición caracterizada por la continuidad del crimen organizado, de algunos grupos guerrilleros y de otro tipo de expresiones armadas, agentes y redes criminales que se han hecho más visibles o que están en proceso de formación”, dice el informe “Crimen organizado y saboteadores armados en tiempos de transición”, publicado esta semana por la Fundación Ideas para la Paz (FIP). Y asegura: “Hoy, sin duda, uno de los principales desafíos para la seguridad en Colombia es la persistencia de factores generadores de violencia”. La salida de esa guerrilla ha permitido avanzadas de ciertos grupos y enfrentamientos entre ellos en zonas que antes dominaba esa organización. De acuerdo al informe “Cómo va la paz”, publicado también esta semana, de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), que hace seguimiento a la situación de seguridad y conflicto en el país, las FARC estaban presentes en 242 de los 1.122 municipios de Colombia.
Los grupos
¿Cuáles son estos factores generadores de violencia? Podría hablarse los siguientes tipos principales de organizaciones armadas, sin llegar a contar a los más pequeños grupos criminales que podrían compararse a los de cualquier otro país.
GRUPO
Amenaza local
Amenaza regional
Amenaza nacional
Presencia limitada a espacios urbanos y semiurbanos
Presencia asociada al control de rutas y corredores estratégicos
Presencia estable y sostenida
Clan del Golfo
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Bloque Meta
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Bloque Libertadores del Vichada
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Disidencias FARC
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Milicias FARC
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Desertores FARC
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Redes de intermediarios del narcotráfico
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ELN
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EPL
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Fuente: FIP
Según la FIP, los repertorios de violencia de los grupos incluidos en la lista incluyen, más allá de los enfrentamientos entre sí y con la fuerza pública: amenazas, extorsión, asesinatos selectivos, la imposición de normas de conducta y la intimidación por medio de panfletos; capacidad de generar impacto humanitario; desplazamiento y confinamiento de poblaciones, además de violencia sexual.
ELN
El Ejército de Liberación Nacional (ELN), nacido a mediados de la década de 1960, era hasta el desarme de las FARC, la segunda guerrilla más grande del país; está hoy en los inicios de un proceso de negociación de paz con el gobierno, aunque sin suspender las acciones armadas. El ELN cuenta con entre 1.300 y 1.500 guerrilleros armados, según datos del Estado, además de una vasta red de milicianos y civiles.
El ELN es hoy, desarmadas las FARC, la más grande guerrilla de Colombia.
Según la FIP el ELN está evolucionando de tres formas tras la salida de las FARC. Por un lado, se están movilizando hacia zonas que controlaba esa otra guerrilla, en ocasiones disputando territorios con otros grupos, como las AGC. Por otro se están consolidando en regiones en las que históricamente tenían presencia, pero había una repartición del territorio con las FARC; finalmente, están expandiéndose a zonas en las que no estaban ni ellos ni las FARC. Por ejemplo, en lo que respecta al primer punto están haciendo un mayor despliegue en partes del litoral del Pacífico, donde los enfrentamientos con otras organizaciones, especialmente con el Clan del Golfo, está causando desplazamientos entre la población civil. Y en el segundo, según explica la FIP, se ha fortalecido en zonas tradicionalmente compartidas, como el Catatumbo en Norte de Santander, Arauca, Bajo Cauca antioqueño y algunas zonas del Pacífico. De acuerdo con Pares, hay 12 municipios con expansión u ocupación del ELN.
Grupos armados organizados
Luego se encuentran los denominados grupos armados organizados (GAO), que hasta hace poco eran llamados bandas criminales por el gobierno y que, por lo general, tienen su origen en la desmovilización paramilitar de mediados de la década del 2010. Están principalmente enfocados a economías ilegales, que van desde la producción, tráfico y comercialización de drogas ilícitas, a la tala ilegal, minería, extorsión, e incluso, posiblemente, tráfico de personas. Según Pares, los GAO están en 74 municipios colombianos, de los cuales a 18 se expandieron tras el repliegue de las FARC. Como describe la FIP: “Los GAO agrupan a las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo, al Ejército Popular de Liberación (EPL) o Los Pelusos, al Bloque Meta y al Bloque Libertadores del Vichada”. A estos dos últimos a veces se los agrupa bajo el nombre de Los Puntilleros.
Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia o Clan del Golfo son el más grande grupo armado organizado del país.
En total los GAO tienen, de acuerdo con cifras oficiales mencionadas por la FIP, unos 2.100 integrantes y se encuentran en 13 departamentos del país. De ellas, el grupo más fuerte es el Clan del Golfo o AGC, antes llamadas Urabeños o Clan Úsuga, con 1.900 integrantes, según la FIP, o hasta 3.500 si se suman hombres armados subcontratados. “Las ACG son un entramado criminal que integra diferentes organizaciones, estructuras criminales regionales, narcotraficantes, oficinas de cobro, pandillas, combos”, dice el informe de esa fundación, “que trabajan bajo un mismo nombre, pero que cuentan con autonomía en su accionar”. Las llama una “franquicia”, que tiene nodos en toda Colombia e incluso en el extranjero. La salida de las FARC de la zona del Pacífico, de especial interés para el transporte de cocaína, la explotación maderera y de minería de oro, coincidió con una avanzada de este grupo en la zona, lo que está, como indicamos, resultando en enfrentamientos con el ELN. Ese no es el único impacto sobre las poblaciones locales, pues al avanzar otros grupos están sometidos a reclutamiento infantil, extorsión y asesinatos selectivos.
Los Puntilleros, por su parte, son una organización más pequeña, con unos 70 integrantes, según cifras oficiales citadas por la FIP, más concentrada territorialmente en una zona de los Llanos Orientales. Según el reporte de la FIP, mientras las FARC operaban en la zona le vendían a Los Puntilleros la pasta base de coca, que estos transforman en cocaína y entregaban a redes de narcotráfico, pero hoy son, en algunos municipios, las disidencias de las FARC las que controlan el primer eslabón de la cadena, entonces es con ellos con quien negocian.
El Ejército Popular de Liberación (EPL), al que las autoridades llaman Los Pelusos, son una disidencia de aquella guerrilla que se desmovilizó en 1991. Se concentra en la zona del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, fronterizo con Venezuela. De acuerdo con cifras oficiales citadas por la FIP, cuenta con 132 miembros, aunque la fundación calcula que pueden ser unos 200. Es un grupo con gran capacidad militar, que ha dado algunos golpes a la fuerza pública. “El EPL no se puede reducir a una organización criminal, pues es un grupo armado, que combina actividades criminales en el ámbito regional y local, conserva ascendencia social en entornos micro-locales y pasa por un momento de fortalecimiento territorial, militar y organizacional”, dice el reporte. Ha estado avanzando sobre zonas que tradicionalmente han ocupado las FARC, con quien convivían, además de con el ELN, en la región.
Grupos delincuenciales organizados
Le siguen los grupos delincuenciales organizados (GDO), de los que dice la FIP: “Grupos de menor envergadura, los cuales se constituyen en una seria amenaza para las subregiones y los ámbitos locales, ya sean urbanos o semiurbanos”. A veces pueden operar como subcontratistas de organizaciones las GAO o de grupos guerrilleros. Y, aunque son pequeños, el informe de ese centro de investigación señala: “Generan un alto impacto humanitario; desplazamiento intraurbano, utilización y reclutamiento de niños y jóvenes, confinamiento de poblaciones- y tienen vínculos con organizaciones de tercer nivel, como oficinas de cobro y estructuras sicariales”.
Aunque la escala de los grupos delincuenciales organizados es mucho menor que la de los grupos armados organizados, la FIP considera que son capaces de amenazar seriamente a las poblaciones de los ámbitos locales en los que operan.
La FIP considera: “La impresión, tras la investigación para (el) informe, es la poca atención que se le presta a los GDO, en comparación a los tres GAO”. En Colombia se estima que existen un par de docenas de estos grupos, que menciona el reporte: Los Caqueteños, Los Botalones, Los Rastrojos, Los Costeños, La Cordillera, La Constru, Los Pachenca, La Empresa y el Clan Isaza. Además hay cinco oficinas de Cobro y diez organizaciones delincuenciales integradas al narcotráfico.
El desmonte de las FARC también ha implicado en algunas zonas un fortalecimiento del accionar de estos grupos, o de otros de menor envergadura, que incluso comienzan a emerger, aún sin definiciones claras. Un ejemplo de esto último, que la FIP denomina “desorden criminal”, se da en el casco urbano del municipio nariñense de Tumaco, donde las milicias de las FARC mantenían una cierta estabilidad. Al salir la guerrilla, dice la organización: “Allí, los actores armados, preexistentes o en formación, se disputan el control de segmentos de una o más economías criminales en ámbitos micro-locales”. Esas disputas resultan en asesinatos y amenazas. “Se conoce de al menos 40 municipios en los cuales existe un aumento significativo de la anarquía criminal”, señala Pares.
Disidencias de las FARC
De acuerdo con el International Crisis Group (ICG), otra organización que hace seguimiento al desarrollo de la situación de seguridad y conflicto en Colombia, hay 14 grupos de disidencia de esa guerrilla, con diferentes tamaños y características. Según, Pares, no obstante, sería solo uno, a los otros los considera simplemente grupos de desertores, operando en 16 municipios. Aunque no se puede en este caso hablar de que están ocupando territorios de las FARC, porque ya estaban allí, sí son hoy grupos diferentes de esa guerrilla y que intentan hacerse fuertes donde operan. “En total puede haber entre 700 y 800 combatientes en las filas de las facciones disidentes de las FARC, un estimado por su puesto debatible, aunque quizá razonable”, escribió el analista del ICG, Kyle Johnson, en dos artículos publicados recientemente en el sitio Razón Pública. Según Johnson, las disidencias se encuentran en nueve departamentos del país, en el suroccidente y el suroriente fundamentalmente.
Aunque la gran mayoría de las FARC le entregaron a Naciones Unidas sus armas, Kyle Johnson del International Crisis Group calcula que 14 grupos disidentes de esa guerrilla siguen activos.
Y aunque se las señala de haberse quedado por fuera del proceso de paz para no perder los réditos de las economías ilegales, como el narcotráfico, Johnson no cree se puedan equiparar. “Por ejemplo, tanto el Frente 1 en Guaviare como Hugo en Tumaco, dos disidencias diferentes, están estrechamente ligados con el narcotráfico, pero actúan de maneras muy distintas: ambos utilizan la coerción y la dependencia económica para mantener su poder”, dice Johnson. “Sin embargo, el primero tiene estrategias políticas claras; el segundo carece de ellas completamente”. Pares concuerda respecto al funcionamiento del Frente 1, del que dice que no tiene relaciones hostiles con la comunidad y que parece haberse movilizado políticamente. “Desde hace unos meses la principal disidencia de las FARC en el país, que se concentra en el eje San José del Guaviare-Vaupés-Guanía, ha dado pistas de estar en capacidad de enfrentar al Estado colombiano, de utilizar violencia predatoria y de generar impacto humanitario sobre las poblaciones”, de acuerdo con la FIP. Para esta organización también deben considerarse los desertores individuales y las milicias de las FARC que no se hayan plegado a la desmovilización del grupo, que representan una amenaza limitada a la seguridad a nivel local[5].
Evaluación del concepto de violencia
A estas alturas hay que preguntarse si el concepto de violencia y lo que connota, no solo semánticamente, sino, sobre todo, figurativamente, lo que corresponde al imaginario de la violencia, es apropiado para interpretar lo que acontece; cuando se señala el empleo desmesurado de la fuerza para imponerse. El concepto de violencia, es decir, el uso desmesurado de la fuerza, engloba distintas y variadas formas de violencia, plurales y múltiples formas de violencia; entonces, el concepto de violencia, al referirse a todas estas formas de violencia, de una manera, mas bien, universal, tiende a hacer desaparecer las diferencias y expresar un sentido compartido. Pero, ¿este sentido compartido, como universal o general, existe como manifestación efectiva o solo es imaginario, teóricamente imaginario? Que sea teóricamente imaginario, no le quita su utilidad conceptual, que sirve para expresar la idea de este fenómeno complejo y sus fenomenologías, fuera de as genealogías del poder que las provocan. Es útil en el discurso, que resume toda la complejidad de la violencia, en una palabra. Hasta ahí, digamos, su utilidad. Empero, cuando se busca explicar y analizar la multiplicidad y pluralidad de formas de violencia y entenderlas, deja de ser útil, pue las diferencias están como borradas.
Tampoco parece que se resuelve el problema de la comprensión y el entendimiento cuando se habla de las distintas formas de violencia, incluso cuando se describen sus características y peculiaridades, aunque mejora. Lo que se requiere es comprender lo que son cada una de estas distintas formas de violencia, lo que implican las caracterizaciones de sus diferencias; no solo en los impactos, las intensidades y las extensidades de su desmesura, de su afectación a sujetos y cuerpos, sino su vinculación con las estructuras, composiciones, estratificaciones sociales y ámbitos de prácticas.
Por ejemplo, en el caso colombiano, una observación simple constata que todas estas organizaciones heterogéneas y diferentes, nombradas en los informes sobre la violencia, comparten el hecho de que son organizaciones armadas. Los mismos informes reconocen que son diferentes, incluso que accionan de manera diferente; además de anotar que unas son políticas, de acción política, que se proponen fines políticos; en cambio otras son “delincuenciales” o “criminales”. Dicho de otra manera, unas organizaciones usan las armas con el propósito de lograr fines políticos; otras organizaciones usan las armas con el propósito de lograr fines económicos, las armas son instrumentos de coerción y de amenaza para lograrlo. Ciertamente, estos procedimientos pueden intersectarse. Cuando una organización armada política se financia usando las armas para lograrlo; en el otro caso, quizás muy pocos, escasos, cuando la organización meramente de acopio dinerario evoluciona, por así decirlo, a proyecciones políticas. Sin embargo, estas intersecciones no las hacen equivalentes, ni se borran sus diferencias; lo que hay que tener en cuenta en el análisis e interpretación.
Yendo más lejos, en el detalle, incluso estos campos distinguidos de las organizaciones armadas, conllevan también diferencias, lo que las hace distintas; lo que es también importante al momento de analizarlas. Por ejemplo, una organización armada dedicada al narcotráfico es distinta a una organización dedicada a la coerción y el chantaje para lograr acopios dinerarios. También estas clasificaciones suelen yuxtaponerse, sin quitarles sus diferencias. Tanto las diferencias como las intersecciones y yuxtaposiciones nos muestran fenomenologías y genealogías diferenciales de los usos de las armas y, a su vez, sus abigarramientos.
Esta amalgama de formas de los usos desmesurados de la fuerza ocasiona efectos y afectaciones, que en conjunto, denominan violencia, tanto los discursos jurídicos, policiales, políticos, denunciativos, incluso teóricos. Al respecto, en la evaluación del concepto de violencia, la pregunta es: ¿O las afectaciones y los efectos, al final, ocasionan lo mismo, lo que pondera la utilidad del concepto, o las afectaciones y los efectos, ocasionan situaciones diferentes, lo que anula la utilidad del concepto? En defensa de la primera opción, se puede decir que al provocar víctimas, muertes, desplazamientos, temor y hasta terror, en las poblaciones afectadas, genera un parecido patrón de comportamientos y conductas. Sin embargo, al atender a la la resolución del problema, lo que importa es cómo funcionan, como emergen de la sociedad, cómo se vinculan y articulan con ella.
Por otra parte, lo que se genera entre operadores de la violencia, para decirlo de esa manera, y víctimas, son relaciones de dominación, de dependencia, de sujeción; relaciones que envuelven a operadores y víctimas en entramados que los atrapan. Por ejemplo, se da lugar a convivencias perversas, así como a coexistencias de dependencias. Cuando se provocan desplazamientos, las víctimas dejan las convivencias perversas o las coexistencias dependientes, convirtiendo a éstas en separaciones que no dejan de ser perversas ni dependientes. No son nunca emancipaciones ni liberaciones. Estos fenómenos forman parte del círculo vicioso de la violencia – usando todavía el concepto en cuestión – o, lo que dicen los discursos políticos, de la espiral de la violencia.
La violencia no desaparece porque se firma un Acuerdo de Paz, incluso no desaparece si se logra la paz; la violencia se ha hendido en las subjetividades e inscrito en los cuerpos. Para atender los problemas que plantean estas fenomenologías y genealogías de la violencia, parece que se requiere no solo observar sus diferencias y abigarramientos, sino que es indispensable comprender cómo emergen de la sociedad y como se conectan y vinculan con ella. De nuevo, lo que se denomina, con el mismo denominativo, juntando sus connotaciones, violencia, no se puede comprender, tampoco resolver, pues las fenomenologías y genealogías de la violencia no solo tienen que ver con operadores y víctimas, sino con sistema-social mismo.
En resumen, la evaluación del concepto de violencia nos ha llevado a considerarlo y usarlo más como metáfora o expresión usual discursiva que como concepto, proponiendo, más bien, la búsqueda de un concepto complejo, que dé cuenta de la concomitancia del sistema-social con la generación de las formas de violencia; mejor dicho, la congruencia estructural del sistema-social con las fenomenologías y genealogías de los usos desmesurados de fuerza.
[1] Revisar de Walter Benjamin Imaginación y sociedad, Tomos I-IV; sobre todo, el tomo IV, Para una crítica de la violencia. Taurus; Madrid 1999. También de Hannah Arendent Sobre la violencia. Así como de Adolfo Sánchez Vásquez El mundo de la violencia. https://issuu.com/elcuerpoabierto/docs/hannah_arendt_-_sobre_la_violencia__1_.
https://issuu.com/ynklpg/docs/el_mundo_de_la_violencia_1998.
[2] Leer de Jacques Derrida Fuerza y ley. El fundamento místico de la autoridad. TECNOS 1997; Madrid.
[3] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Hermenéutica de la violencia. En El retorno de la Bolivia plebeya, Comuna. Muela del Diablo Editores 2000; La Paz.
[4] Ver La guerra y la paz. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/la_guerra_y_la_paz-libro.
[5] Leer Los grupos armados que están ocupando los territorios abandonados por las FARC en Colombia. BBC MUNDO. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40646855.