Es difícil no tomarse en serio que estemos cerrando una era histórica. El
mundo que abandonamos poco tendrá que ver con el que surgirá de los
cambios y puntos de inflexión que se avecinan. Los tiempos de tránsito
–el interregno al que se refería Gramsci al designar un periodo de tiempo
indeterminado en el que el viejo mundo no termina de morir mientras el
nuevo tarda en nacer– son periodos de crisis. Y el momento presente,
indiscutiblemente, lo es.
Cambio de época y contradicciones en un mundo global
http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Globalizacion/Cambio-de-epoca-y-contradicciones-en-un-mundo-global
Es difícil no tomarse en serio que estemos cerrando una era histórica. El
mundo que abandonamos poco tendrá que ver con el que surgirá de los
cambios y puntos de inflexión que se avecinan. Los tiempos de tránsito
–el interregno al que se refería Gramsci al designar un periodo de tiempo
indeterminado en el que el viejo mundo no termina de morir mientras el
nuevo tarda en nacer– son periodos de crisis. Y el momento presente,
indiscutiblemente, lo es.
La manifestación más clara, aunque todavía poco asumida e interio-
rizada por gran parte de la humanidad, es el cambio global o conjunto de
transformaciones ecológico-ambientales de carácter antrópico que están
alterando la capacidad de la Tierra para sostener la vida humana tal y
como la conocemos. Tal vez el cambio climático sea la manifestación
más urgente y conocida, pero desde luego no es la única.
La era del Antropoceno
Para llamar la atención sobre hecho de que el ser humano se haya con-
vertido en la principal fuerza que moldea el planeta, superando la acción
de erosión del viento y del agua y el efecto de otras fuerzas geológicas
internas (tectonismo, vulcanismo o sismicidad), Cruzten y Stoermer 1
1 P. J. Crutzen y E. F. Stoermer, «The Anthropocene», Global Change Newsletter, núm. 41, 2000,
pp. 17-18.
INTRODUCCIÓN
Cambio de época y
contradicciones en
un mundo global
de relaciones ecosociales y cambio global
No 138 2017, pp. 5-10
5Introducción
acuñaron un nuevo término: el Antropoceno. Con él indican que nos hemos adentrado en
una nueva etapa geológica fruto de la constante aceleración de la capacidad de la especie
humana para modificar el planeta mediante la tecnología y la actividad económica. Debido
a ello la Tierra ha pasado página en el calendario geológico: hemos superado el Holoceno
e inaugurado una nueva época dentro del período Cuaternario, un periodo en que los huma-
nos hemos cambiado el ciclo vital del planeta sacándolo de su variabilidad natural.
Confirmar la entrada en una etapa geológica distinta requiere una señal inequívoca, glo-
bal y sincrónica del cambio planetario. No vale cualquier huella de la presencia humana en
un ecosistema. ¿Podemos encontrar en la Revolución industrial del siglo XIX esa marca que
inaugura la nueva era? Difícilmente, pues este acontecimiento europeo datado entre 1820
y 1870 no alcanza en ese periodo a todos los confines de la Tierra. Habrá que esperar a
mediados del siglo XX para encontrar la prueba inequívoca del cambio de época en los isó-
topos radiactivos del plutonio que, tras los numerosos ensayos con bombas atómicas, se
asientan por todo el planeta. 2 El inicio del Antropoceno coincide, pues, con la era nuclear:
«El momento único, más notable y definitorio de los últimos 500 años llegó a las 5.29.45 de la
mañana del 16 de julio de 1945. En aquel preciso segundo, científicos estadounidenses detona-
ron la primera bomba atómica en Alamogordo, nuevo México. A partir de aquel momento, la
humanidad tuvo la capacidad no sólo de cambiar el rumbo de la historia, sino de ponerle fin». 3
Desde ese momento el ser humano se enfrenta a la posibilidad de su autoaniquilación.
Ese riesgo ahora se extiende a los comportamientos más característicos y cotidianos de la
actual civilización capitalista industrial. No hace falta una conflagración nuclear para que la
supervivencia humana se vea comprometida. Con el cambio climático sabemos que también
nuestras formas urbanas de alimentarnos, movernos y relacionarnos pueden comprometer
nuestra existencia. De ahí la urgencia de resituar en el centro del debate las necesidades
humanas, corregir su expresión deformada en las sociedades capitalistas, distinguirlas de
los deseos y de los privilegios de unos pocos y encontrar nuevas vías de satisfacción que
sirvan de palanca para cambiar el modo de producción y las pautas de consumo hacia un
convivir comunitario asentado en la sobriedad en el uso de materia y energía.
Riesgos y contradicciones en un mundo global
Tanto el cambio climático como otros desafíos globales están poniendo en evidencia que
vivimos una «contradicción flagrante entre nuestra situación ya cercana al cosmopolitismo
2 Lo señala el Working Group on the Anthropocene, grupo de alto nivel encargado de confirmar el paso a una nueva era geo-
lógica [véase http://quaternary.stratigraphy.org/workinggroups/anthropocene/].
3 Y. N. Harari, Sapiens. De animales a dioses, Debate, Barcelona, 2016, p. 277.
6
de relaciones ecosociales y cambio global
No 138 2017, pp. 5-10y la ausencia virtual de una conciencia, una mentalidad o una actitud cosmopolita». 4 La falta
casi absoluta de control político sobre la interdependencia global confirma los peores vatici-
nios que sobre los riesgos de la globalización se realizaron en la década de los noventa del
siglo pasado. 5 Todavía en aquellos momentos se esperaba la creación de instituciones que
completaran la globalización en su plano político:
«Mediante la creación de instituciones transnacionales, la política sería capaz de buscar solucio-
nes globales a problemas globales. Y paralelamente surgiría una forma de pensar en consonan-
cia, un nosotros cosmopolita». 6
Pero estas instituciones nunca llegaron. No se han creado las reglas e instituciones para
afrontar esos desafíos y, en la actualidad, nos encontramos inermes para combatir sus peo-
res efectos y alarmados ante la emergencia de fenómenos que no son sino la esperada
reacción de esa inacción e impotencia: propensiones “securócratas” en la gestión de los pro-
blemas, repliegues reaccionarios hacia el Estado nación y el aislacionismo o el renacimiento
de las diferencias de etnia, nacionalidad o confesión.
Securitización
Muchas de las reacciones políticas a los movimientos migratorios o al terrorismo global, así
como a las consecuencias del cambio climático, se enmarcan ya en lo que se denomina pro-
ceso de securitización. Lo que muestra dicho proceso es que ante la incapacidad o el des-
interés por afrontar las causas globales de la emigración, el terrorismo, las crecientes des-
igualdades o el cambio climático con medios nacionales o acciones concertadas a nivel
internacional, se opta por trasladar la atención sobre los efectos, gestionándolos en térmi-
nos de seguridad militar y orden público. En el plano internacional los principales núcleos
del poder corporativo y militar contemplan la «adaptación militarizada al cambio climático». 7
Los efectos del calentamiento global son presentados como riesgos políticos y de seguridad
nacional desde el prisma exclusivo de los intereses dominantes en cada país. De ahí que la
mencionada adaptación no signifique otra cosa que la respuesta a esas amenazas con ejér-
citos y fuerzas de seguridad privadas con la doble misión de fortificar archipiélagos de pros-
4 Z. Bauman, «Síntomas en busca de objeto y nombre», en VV AA, El gran retroceso, Seix Barral, Barcelona, 2017, p. 61.
5 Tal vez los libros que mejor anticiparon lo peor de lo que se nos venía encima fueron La trampa de la globalización. El ataque
contra la democracia y el bienestar de los periodistas Hans Peter Martin y Harald Schumann (Taurus, Madrid, 1998) y el
ensayo de la escritora francesa Viviane Forrester titulado El horror económico (FCE, México, 2000). En una clave más ana-
lítica, Ángel Martínez González-Tablas publicó la imprescindible Economía política de la globalización (Ariel, Barcelona,
2000). Dos años después, el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz abordaría la cuestión en su ensayo el Malestar de
la globalización (Debolsillo, Barcelona, 2015).
6 H. Geiselberger, del prólogo de El gran retroceso, op. cit., p. 12.
7 Así se pone de manifiesto en el libro de N. Buxton y B. Hayes (eds.), Cambio climático S.A., FUHEM Ecosocial, Madrid, 2017.
Introducción
7Introducción
peridad en medio de océanos de miseria y expulsar de sus hábitats a aquella fracción de la
humanidad calificada de sobrante o prescindible. En el plano interno, cada vez son más los
políticos que piensan que el mantenimiento del orden público se hace imprescindible para
manejar las tensiones que surgen de la falta de cohesión social y el deterioro ecológico.
Repliegue al Estado nación y la búsqueda de la soberanía
Es casi una evidencia que la globalización ha supuesto una pérdida de soberanía económi-
ca en el seno del Estado nación. Ningún país es capaz de controlar por completo su econo-
mía. Aunque una vez hecha esta afirmación quepa admitir grados y todo tipo de matices,
para lo que aquí nos interesa sigue siendo válida la idea de que ningún país puede controlar
en grado suficiente su actividad económica ante la presencia de poderosas corporaciones
e inversores extranjeros, finanzas trasnacionalizadas y acuerdos internacionales cada vez
más restrictivos con la intervención de los Estados. Solo en el plano productivo, la globali-
zación ha trastocado las lógicas que orientaron la inversión y los principios de organización
de la producción y el trabajo hasta la década de los setenta del siglo pasado. Las estrategias
empresariales orientadas a reducir, desplazar y reorganizar los procesos productivos
mediante subcontrataciones, deslocalizaciones y una creciente robotización en el marco de
un sistema de producción mundialmente integrado, han quebrado por completo el mundo
del trabajo y, con ello, las bases sociales y financieras 8 que permitían ofrecer un sistema de
protección público frente a los riesgos del mercado. En cuanto que ha laminado la soberanía
económica e incrementado la inseguridad de las personas trabajadoras, la globalización ha
supuesto un ataque contra la democracia y el bienestar.
Como consecuencia han surgido reacciones de diverso tipo. Observamos tensiones ais-
lacionistas, como en el caso de Estados Unidos con la llegada al poder de Trump o del
Reino Unido con el Brexit. 9 Vemos asimismo cómo gobiernos y aspirantes a gobernar
empiezan a «escenificar la soberanía nacional recurriendo al mayoritarismo cultural, el etno-
nacionalismo y la asfixia de toda disidencia interna intelectual o cultural. En otras palabras,
la pérdida generalizada de soberanía económica determina un desplazamiento hacia un
8 La fragmentación y precarización de los asalariados, la desigualdad creciente en los salarios y la capacidad que tienen las
rentas del capital para aprovechar las diferencias entre los sistemas tributarios nacionales para “optimizar” su carga fiscal
están convirtiendo a los impuestos sobre la renta en instrumentos fiscales ineficaces. De ahí que, como sugiere Piketty,
parezca más conveniente empezar a gravar la riqueza en vez de la renta.
9 El aislacionismo y nacionalismo económico de Trump puede que en algunos aspectos sea más retórico que real a pesar de
sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático, haber dado la espalda a dos tratados comerciales
(el Acuerdo de Asociación del Pacífico y la renegociación del vigente Tratado de Libre Comercio con México y Canadá), cri-
ticar a Alemania y a China por sus superávits comerciales o imponer una férrea política contra la inmigración. En el caso bri-
tánico se escenifica con el Brexit. Es significativo, en cualquier caso, el repliegue hacia el interior de los dos últimos imperios
históricos.
8
de relaciones ecosociales y cambio global
No 138 2017, pp. 5-10mayor énfasis en la soberanía cultural». 10 Ante la imposibilidad de hacerlo en el plano eco-
nómico se desplaza la aspiración del control soberano a lo cultural. Esto implica, en el terre-
no político, una mayor centralidad en el debate de los aspectos relacionados con la nacio-
nalidad y el restablecimiento del esplendor real o imaginado de tiempos pasados. 11 De
momento, la contrapartida a este mayor protagonismo de la identidad cultural está siendo el
descuido y ocultamiento del deterioro progresivo de los aspectos materiales de la vida
social:
«Ese terreno cultural común oculta inevitablemente las profundas contradicciones entre las polí-
ticas económicas neoliberales […] por un lado, y el genuino sufrimiento económico y la angustia
del grueso de su masa de seguidores, por otro. También es el terreno de una nueva política de
exclusión, dirigida contra los migrantes, las minorías étnicas internas o ambos». 12
Un nuevo escenario político ¿autoritario o democrático?
La desprotección social y el deterioro democrático que han venido con la globalización,
agravados por la translación del centro de gravedad económico mundial hacia un capitalis-
mo autoritario asiático mucho más eficaz y rentable que el capitalismo liberal occidental, 13
constituyen los rasgos principales del nuevo escenario en el que se desarrolla el ciclo polí-
tico y electoral en los distintos países situados a ambas orillas del Atlántico norte. Es el esce-
nario en que se despliegan las tensiones con las que se enfrenta en la actualidad la Unión
Europea y en el que se muestran los riesgos de la creciente frustración que experimentan
amplios sectores de la población con la democracia por su aparente ineficacia y lentitud a
la hora de resolver los problemas.
De momento quienes mejor han recogido el malestar actual (el sufrimiento y el miedo
que genera la dura situación que golpea a las clases populares) han sido los movimientos
políticos más reaccionarios (los gobiernos de Trump en Estados Unidos, Putin en Rusia,
Orban en Hungría, Duda en Polonia, Erdogan en Turquía, o los aspirantes a gobernar como
Le Pen en Francia, Wilders en Holanda, Farage en el Reino Unido, Hofer en Austria, etc.).
El Estado autoritario aparece como respuesta a la impotencia de la democracia frente a la
economía. Estos líderes han medrado desacreditando la democracia con acusaciones de
lentitud e incapacidad para dar respuesta a los riesgos que nos amenazan (sean terroristas,
10 A. Appadurai, «Fatiga democrática», en VV AA, El gran retroceso, op. cit., p. 37.
11 En esto coinciden Trump y Putin con sus nostalgias imperiales (“volver a hacer grande” a Estados Unidos o a Rusia) y el
resurgir de los nacionalismos.
12 A. Appadurai, op. cit., p. 46.
13 Este hecho es la refutación más clara de la tesis de Fukuyama sobre la universalización de la democracia liberal como
forma final de gobierno y la constatación más evidente de la deriva antiliberal de un capitalismo cada vez más autoritario.
Introducción
9Introducción
financieros, laborales o climáticos). Los tiempos y la paciencia que precisan la racionalidad
deliberativa y las garantías judiciales no son de su agrado ni parecen acordes a las premu-
ras de las amenazas, de manera que aprovechan todas las urgencias para crearse una
aureola resolutiva de la que parece carecer por completo la democracia.
Pero también han surgido nuevos movimientos y fuerzas políticas que reaccionan ante
los mismos desafíos (la falta de soberanía y la inseguridad y fragilidad del sujeto social)
reclamando una mayor radicalidad democrática. Su irrupción, principalmente en el sur de
Europa y en el ámbito local, ha puesto patas arriba el sistema tradicional de partidos y el
juego de la alternancia en una democracia que había quedado reducida a simple práctica
electoral. Han incorporados nuevas lógicas de adhesión y movilización, nuevas formas de
comunicación, organización y acción, han puesto al día el concepto de representación y
están impulsado maneras alternativas de contemplar lo público y lo común que no se agotan
en las instituciones estatales. 14
Junto a esos logros también han surgido algunos ángulos muertos. Un punto ciego es
no ver que «las posibilidades de éxito de los contramovimientos emancipadores pasan por
la reconstrucción de los vínculos sociales universalistas en los que tengan un peso crucial
el sustento material: no ya sólo el empleo remunerado, sino también el trabajo reproductivo
y de cuidados». 15 Otro, no ver más allá de los límites de lo próximo o cercano. Los éxitos y
propuestas más rompedoras de estas nuevas formas políticas se circunscriben al ámbito
local, pero en los otros planos –el estatal, el internacional, el supranacional o el global– las
respuestas brillan por su ausencia al no haber logrado siquiera formular las preguntas ade-
cuadas. Resulta significativa la rapidez con la que se ha pasado página o se ha mirado hacia
otro lado en relación con acontecimientos tan trascendentes para una izquierda transforma-
dora como la claudicación ante la troika del gobierno de Syriza o la desnaturalización de los
gobiernos latinoamericanos postneoliberales que no han logrado un cambio de paradigma
que les permitiera revertir el extractivismo y la modernización subordinada de la región. No
hay que olvidar que cuando despertemos de cualquier sueño local el dinosaurio del capita-
lismo globalizado y financiarizado aún seguirá ahí.
Santiago Álvarez Cantalapiedra
14 Joan Subirats sintetiza magistralmente los cambios que, en el terreno político, han provocado la aparición de nuevas orga-
nizaciones con dinámicas movimentistas tras el 15M: «¿Movimientos o partidos? ¿Activistas o militancia», Contexto y
acción, núm. 120, del 7 de junio de 2017, disponible en: http://ctxt.es/es/20170531/Politica/12960/movimientos-nuevos-par-
tidos-ctxt-activismo-joan-subirats.htm.
15 C. Rendueles, «De la regresión global a los contramovimientos postcapitalistas», en VV AA, El gran retroceso, op. cit., p.
279.
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de relaciones ecosociales y cambio global
No 138 2017, pp. 5-10