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Bogotá: Ganó la socialdemocracia y cayó la izquierda tradicional. ¿Donde está el protagonismo social?

03.11.03

Reflexión postelectoral
O nos movemos… o nos jodemos

Por: Carlos Vargas
Periodista y profesor universitario

0. Perdimos otra vez… rotundamente

Los resultados del 25 y 26 de octubre han sido calificados por muchos como positivos para la izquierda. Lucho Garzón ganó la alcaldía de Bogotá y un nutrido grupo de concejales del PDI lo apoyará. Mientras tanto, el Gobierno se está viendo obligado al fraude tipo Bush para aprobar el referendo, dilatando la entrega de resultados electorales y anunciando que crece y crece el porcentaje de votantes en cada nueva mesa que es escrutada.

Pero para el Frente Social y Político las cuentas no son tan alegres. A diferencia del caudal de votos de Lucho y de la alta abstención, donde nuestro aporte es imposible de cuantificar, la campaña hacia el Concejo (falta ver las de juntas administradoras locales) fue un desastre. Se perdió la curul que ocupó durante muchos años el líder viviendista Mario Upegui. Parece la venganza de los ex comunistas: triunfaron, además de Lucho, Angelino Garzón, Carlos Romero y Samuel Arrieta, entre los más conocidos.

Es la segunda debacle electoral de importancia tras la derrota en las elecciones internas de la CUT, pero al igual que en la selección nacional de fútbol, no ruedan cabezas, todos siguen tan campantes y sólo falta que alguien diga que “perder es ganar un poco”. Las excusas ya están fabricadas: falta de garantías y de recursos, persecución oficial, etc. Pero sin querer priorizar la lucha electoral, sí es necesario sacar algunas lecciones de estos últimos fracasos.

1- ¿Frente o Partido?

Recapitulemos: El Frente Social y Político surge a comienzos del 2000 por iniciativa de la CUT como un “proyecto en construcción de convergencia” (Manifiesto del FSP) y tiene como marco los 41 puntos del pliego único nacional presentado por el Comando Nacional Unitario en las jornadas de agosto de 1999. Sin llegar a negar la lucha armada, sí clama por el respeto al derecho internacional humanitario y rechaza “todo tipo de dictaduras”.

Su presidente Lucho Garzón y algunos más desertaron en 2003 para construir, junto a sectores del M-19 y politiqueros como Dussán, el Polo Democrático Independiente, que asume una línea de centro izquierda (lo que sea que esto signifique) y un rechazo abierto a la lucha armada. El PCC y otras organizaciones y personalidades no se sumaron al naciente PDI y resolvieron mantener con vida al FSP como una verdadera alternativa de poder para la izquierda.

Pero lo que demuestran las elecciones es que el FSP, lejos de fortalecerse, quedó convertido en una colcha de retazos, una pancarta tras la cual se colocan los diferentes partidos y movimientos: el PCC, los camilistas, los maoístas, Papá Noel Gaviria, Fals Borda y otros. Entre ellos hay algunos que en cualquier momento piden canoa en el PDI, como el sombrerón Borja, actual militante comunista.

La lista del concejo de Bogotá fue elaborada con ese criterio, poner a cada uno a buscar votos entre sus copartidarios, sin generar una identidad colectiva como Frente. Y, con el apoyo a Lucho por segunda vez consecutiva (tras la campaña presidencial del año pasado), muchos no se dieron por enterados e ignoraban que existiera una lista aparte del FSP y otra del PDI. Y es que no se ha marcado mayor diferencia. Especialmente porque el punto de mayor controversia es, digamos, “de manejo interno”.

Esto nos muestra la fragilidad del FSP, que puede terminar convertido, como la UP, en una tarjeta de presentación a utilizar cuando sea mal visto figurar como comunista. ¿Qué se puede hacer? Unificar criterios y proponer un programa sencillo y claro del FSP, construyendo una estructura organizativa para hacer presencia en todos los cargos y corporaciones de elección popular bajo una misma etiqueta, discurso y simbología. Rompiendo, eso sí, con la política tradicional. Se requiere un FSP más militante, que pueda plantear una posición clara de izquierda, así esto implique desacatar los códigos vigentes. Quienes no estén dispuestos a asumir las consecuencias, que se pasen al PDI.

Los partidos y movimientos existentes hoy en día al interior del FSP deben pasar a trabajar tras bambalinas. Menos figuración y más formación política y orientación para su militancia. Si es necesario, basta con uno o dos voceros reconocidos por cada organización.

2. Estrategia política

Aunque el FSP y a su interior cada fuerza se ve a sí misma como una alternativa de poder, están lejos de lograrlo. No es lo mismo ser gobierno que ser poder. El poder significa hacer que alguien actúe con nosotros. Por lo visto no son muchos los que siguen nuestra orientación. Además de las elecciones (sindicales y de cargos públicos), la convocatoria a movilizaciones, paros y demás actividades no ha sido masiva.

La causa de esto estriba en la falta de estrategia política. No sólo de las organizaciones del FSP. La guerrilla, por ejemplo, ha puesto la política al servicio de lo militar y los resultados están a la vista: su campaña contra los alcaldes y funcionarios públicos ha tenido víctimas comunistas.

La izquierda debe tener una sola estrategia y una sola orientación muy clara de construcción de poder popular y de cuál es el papel que en éste juegan los cargos de elección popular y los movimientos sociales (sindicatos y otros). Desgraciadamente hoy lo que vemos es a muchos vividores pelechando de funcionarías, sindicatos y oenegés que manejan como feudos, reviviendo prácticas clientelistas de los partidos de la oligarquía.

3. Movimientos sociales

Para ser alternativa de poder, aparte del frente electoral, hay que fortalecer los movimientos sociales. Hemos sido expertos en crear aparatos y dotar oficinas, pero los movimientos sociales están en decadencia y es preciso no sólo recuperarlos, sino ponerlos a la altura de las circunstancias.

Sindicalismo: La CUT no se puede dormir en los laureles con su tendencia a la extinción debido a las políticas neoliberales. Este sindicalismo de fuerte militancia estatal llena de garantías por las convenciones colectivas tiene que abrirle paso a todos los trabajadores: temporales, ocasionales, subempleados, informales, desempleados, “amas de casa”, e integrarse con las organizaciones estudiantiles. Mejor dicho, unir a todos los creadores de riqueza y romper con la concepción aburguesada que pretende hacer de cada sindicalista un empresario.

Movimiento femenino: La lucha de las mujeres no puede estar restringida a la reivindicación pequeñoburguesa de un supuesto esencialismo biológico. Hay que organizar a la mujer con verdadera conciencia de clase, porque se resuelvan sus necesidades reales y se mejore su condición de vida. No se trata de la idiotez de la supuesta reivindicación de género que convierte el español en un sancocho ilegible lleno de los y las, sino de brindar verdaderas condiciones de igualdad a las mujeres.

Internacionalismo: Este frente de trabajo está prácticamente olvidado y se debe coordinar en un solo movimiento que participe activamente en la renovación de las luchas bolivarianas en América Latina y el antiimperialismo en todo el mundo.

Derechos humanos: Los “hablantinosos” (como dijo AUV) deben dejar de lado sus peleas sectarias y feudales, para confrontar el terrorismo de Estado de una forma contundente.

Movimiento agrario: Este frente de trabajo, quizás el más poderoso, debe luchar por una plataforma nacional que lo ponga, por lo menos, al nivel del MST brasileño, con un programa que solucione además el asunto de los cultivos de uso ilícito y que defienda los recursos naturales.

Movimiento juvenil: Debe seguir promoviendo la unidad de los estudiantes de todos los colegios y universidades, tanto públicas como privadas, y además brindar alternativas en otros asuntos que afectan a la juventud, como sexualidad, drogadicción y desempleo.

Movimiento cultural: Su situación es grave porque se ha convertido en un cúmulo de microempresas, formales o informales, sin que se construya una plataforma que haga resistencia a la penetración cultural del imperialismo, ahora como “industria del entretenimiento”.

En conclusión: sólo unos movimientos sociales verdaderamente activos y organizados pueden revitalizar la izquierda. El debate no es “votar o no votar”, sino más bien “actuar o desaparecer”.

Nota de Clajadep:
Este texto sirve para desnudar algunas de las tendencias que sigue la izquierda colombiana. Como es fácil de apreciar, los movimientos sociales no tienen arte ni parte en este asunto, sino que deben “seguir” esta o aquella estrategia.


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