Una secta que ha pretendido secuestrar a un sector político venezolano y al país entero, el madurismo, actúa como una fiera herida, va contra todo con sus garras afiladas, pero con profundas lesiones.
El madurismo le tiene terror al chavismo
Por: Nicmer Evans | Miércoles, 23/08/2017
Aporrea
Una secta que ha pretendido secuestrar a un sector político venezolano y al país entero, el madurismo, actúa como una fiera herida, va contra todo con sus garras afiladas, pero con profundas lesiones.
El madurismo es un recurso semántico al que ha tenido que recurrir el ciudadano común para poder identificar lo que es y rodea al actual gobierno de Nicolás Maduro. Sin embargo, en el tiempo se ha observado claramente como ha cobrado una muy particular identidad: pragmatismo, desideologización, repetición de clichés, obsesión fatal por el poder, exclusión, neototalitarismo, violencia, ausencia de argumentos, terrorismo de Estado, perversión, saña y cinismo son algunos de los atributos que lo acompañan y describen muy bien.
El madurismo tiene un objetivo: preservar el poder como sea, y se hace de elementos del chavismo para intentar lavarse la cara. El chavismo es hoy aún un sentimiento, una identificación con un proyecto político encarnado en Hugo Chávez y su gestión, una forma de vivir y de concebir la sociedad venezolana, que tuvo virtudes y fracasos. Entre sus virtudes estuvo la legitimación democrática con base en un liderazgo carismático, cosa que hoy no posee el madurismo.
De las cosas que conserva y profundiza el madurismo del chavismo es el legado negativo. La corrupción, el autoritarismo y la ausencia de un proyecto o modelo económico eficiente y eficaz, pero lo peor no es solo que lo conserve, sino que lo potencie y lo haga su única política.
EL chavismo además, desde un principio fue diverso, plural, incluyente hacia los excluidos históricos, y esa diversidad es hoy peligrosa para el madurismo. El madurismo es una máquina de exclusión y de extorsión. Su vinculación con la ciudadanía es de generación de dependencia y no de autonomía, ahí el chavismo tenía una relación más diversa. Las políticas del madurismo no son solo para que le agradezcas a quien te beneficia sino que dependas de él así no quieras: Las cajas del Clap, el carné de la patria, misión vivienda, etc. Una serie de políticas que obligan a convertir a la población en sumisa a cambio de mal satisfacer alguna necesidad, y si pretendes diferir, tener conciencia propia, decir lo que piensas, entonces viene la amenaza, la coacción, el terror contra quien es capaz de hacerlo y su familia.
El madurismo es el tumor maligno del chavismo, que se disfraza de socialista, heredado de los errores de Hugo Chávez, pero metamorfoseado por su actual conducción política. El madurismo no tiene remedio, pero cobra vida propia y es parasitario, por lo que tiene capacidad de resistir mucho más de lo que se puede pensar. La única cura posible es la ética y la justicia, pero como parece inviable, lo mejor es la extirpación.
Pero mientras todo esto ocurre, no sabemos cuánto, el madurismo arremete contra el chavismo democrático, aquel que decidió no ser parte de esa mutación, que se preserva originario en sus deseos de generar una revolución ciudadana, con humanismo y sensatez, y eso sucede porque le tiene mucho miedo, porque sabe que ahí aún queda el germen intacto de las causas por la que en algún momento se gestó una revolución en Venezuela, que ha sido aplastada por los errores de una conducción política fallida, pero está volviendo a florecer con mayor conciencia y capacidad de formular un proyecto social, económico y político viable. Es por todo lo anterior que el madurismo, agonizante, le tiene terror al chavismo democrático y bolivariano vigoroso, amplio, diverso, que se conecta incluso con su oposición natural, y le sigue diciendo al país cuál es la verdadera salida democrática.