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El anti-ecologismo jacobino

Raúl Prada Alcoreza :: 10.09.17

Texto muy oportuno por los acontecimientos del terremoto en México y los extraordinarios huracanes en el Caribe.
El levantamiento zapatista, en 1994, abre otro ciclo de rebeliones, en la nueva generación de luchas anticapitalistas; más profundas que las que plantearon las luchas del proletariado. La actitud anticapitalista indígena es más profunda porque cala más hondo que la interpretación marxista; toca substratos más profundos de la dominación del sistema-mundo capitalista; toca el substrato colonial, del que emerge el sistema-mundo y su geopolítica de dominación.
Lo que ocurre ecológicamente, en cualquier parte del planeta, afecta a todo el planeta. Se trata de ecosistemas integrados en los ciclos vitales, sincronizando las dinámicas complejas ecológicas.
La amenaza a la sobrevivencia humana exige un cambio radical en todas las poblaciones y en todos los pueblos, en todas las sociedades. No se puede seguir por el camino del “desarrollo”; el costo es la destrucción del planeta y el ecocido, la destrucción de la vida.
Sabemos que el núcleo del conflicto en la coyuntura es el TIPNIS, por el motivo de la construcción de la carretera que cruza el bosque, en lo que se ha venido denominando el núcleo del ecosistema del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. El discurso en cuestión sirve para descalificar la lucha indígena en defensa del TIPNIS y la vida, para descalificar al activismo ambientalista y al activismo ecologista, para descalificar a los movimientos ciudadanos y de intelectuales críticos en defensa del TIPNIS. También el discurso sirve para legitimar la construcción de la carretera.
El “gobierno progresista” se convierte en un brazo operativo del ejercicio de poder mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil.

El anti-ecologismo jacobino
septiembre 10, 2017

Raúl Prada Alcoreza

Dedicado a Fidel Ortuño, compañero de lucha desde la resistencia a la dictadura militar de Hugo Banzer Suarez; militante bolchevique de aquellos tiempos aciagos, cuando se ponía el pellejo y la capacidad clandestina de organización. Amigo entrañable y calidad humana en todos sus actos y pensamiento. En el presente seguimos siendo compañeros de lucha contra la civilización moderna, colonial y capitalista, defendiendo la vida.

¿Qué es el anti-ecologismo? ¿Síntoma de qué es este gesto, esta actitud y posición ideológica? ¿Se puede tomar en serio eso de que se trata del “ambientalismo colonial”? ¿Es un argumento serio el que dice que los ambientalistas y ecologistas buscan convertir a los pueblos y países de las periferias del sistema-mundo capitalista en “jardineros”? ¿Es un argumento digno de considerar el decir que el ambientalismo y el ecologismo buscan proteger la naturaleza en su condición pura, sin considerar a los humanos que la habitan? La primera impresión que se tiene al escuchar y leer estos argumentos estrambóticos es que se desconoce la literatura ambientalista, mucho peor, omite las ciencias biológicas, la multidisciplina compleja de ecología, desechando la literatura ecológica, que no es la misma que la ambientalista. Que no se tiene idea a quienes se interpela. Acompañando a estos desaciertos se evidencia el desconocimiento del referente, la crisis ecológica, y de los referentes inherentes que lo componen; de manera concreta, los ecosistemas. Solo se tiene una información general, sobre todo, de indicadores, publicados por organismos internacionales, como el Banco Mundial.

El emisor de semejantes argumentos esta desubicado. Las investigaciones ambientalistas, que vienen y se sustentan en la geografía ambiental, nunca han dejado de considerar los medio-ambientes, que en el lenguaje ecológico se denominan ecosistemas, sin las poblaciones humanas, que las habitan. La ecología, que es una multidisciplina, proveniente de la episteme compleja[1], que emerge del zócalo epistemológico de la física relativista y la física cuántica, conectándolas a los desplazamientos epistemológicos de la biología, así como de la geografía contemporánea, la geografía cuantitativa, la geografía humana, la geografía vital, desenvuelta desde Milton Santos, considera los entrelazamientos y tejidos de los ciclos vitales, comprendiendo en estos entramados y texturas a la incumbencia de las sociedades humanas[2].

El emisor de semejantes argumentos se encuentra en una situación anacrónica, rezagado respecto al debate sobre las características y composición del sistema-mundo capitalista. Ha quedado rezagado en un debate anterior, el que todavía consideraba que la contradicción principal, para hablar en los términos de Mao Zedong, es entre los pueblos en lucha por el socialismo y el imperialismo, que supone la contradicción del modo de producción capitalista, entre proletariado y burguesía. La crisis de los Estados del Socialismo Real mostró los límites de la ideología bolchevique. Aunque, incluso, las tesis orientales, ya plantearon un abigarrado cuadro de contradicciones, en las que se incluía al campesinado y al pueblo, en el enfrentamiento contra el imperialismo. El levantamiento zapatista, en 1994, abre otro ciclo de rebeliones, en la nueva generación de luchas anticapitalistas; más profundas que las que plantearon las luchas del proletariado. La actitud anticapitalista indígena es más profunda porque cala más hondo que la interpretación marxista; toca substratos más profundos de la dominación del sistema-mundo capitalista; toca el substrato colonial, del que emerge el sistema-mundo y su geopolítica de dominación. Por otra parte, muestra que la contradicción principal, siguiendo con los términos maoístas empleados, de manera metafórica, es entre la vida y el capitalismo.

Por eso, la perspectiva indígena anti-capitalista es también anti-colonial y descolonizadora, además de ser anti-moderna; pues se trata de una transformación civilizatoria. También es ecológica, usando esta definición del lenguaje de las teorías de la complejidad. Seguir en el paradigma del “desarrollo”, que viene del discurso hegemónico estadounidense, posterior a la segunda guerra mundial, para abordar estos temas álgidos y problemáticos del presente, es como querer usar una lupa para estudiar los átomos. No parece atinado argumentar como lo hacían los caudillos populistas del nacionalismo revolucionario de mediados del siglo XX, quienes estaban obsesionados por el “desarrollo” nacional. Para lograr este fin desplegaron nacionalizaciones de los recursos naturales y de las empresas privadas trasnacionales que los explotaban. Con estas medidas dieron lugar a las condiciones materiales de la construcción efectiva del Estado-nación. Esta es la materialidad política de los efectos de Estado de la nacionalización. Ahora, después de experimentar los ciclos de los nacionalismos revolucionarios, hemos aprendido que no bastan las nacionalizaciones para salir de la dependencia; pues los monopolios, oligopolios y corporaciones trasnacionales, controlan los mercados y las cadenas productivas; ocasionando no solo que las mismas nacionalizaciones no les afecten, sino incluso las beneficien, con indemnizaciones y ganando con su incidencia en las variaciones de los precios de las materias primas. Más aun, el deseado “desarrollo” que se interpretaba, en los caudillos mencionados, como industrialización, también ingresa en la vorágine de la dependencia, en las condiciones de transformación estructural del sistema-mundo capitalista[3]. Este es el caso, ejemplar de la potencia emergente de Brasil. Francisco de Oliveira estudio y analizó lo que llama el Neo-atraso brasilero; usando la metáfora del ornitorrinco, para ilustrar sobre las mezclas barrocas, de revolución industrial, revolución cibernética, con las formas del extractivismo; cuya composición estructural definen el carácter dependiente y extractivista de la economía, solo que en otras condiciones histórico-económicas[4].

Es un craso error de apreciación y de ponderación el partir de los distintos niveles de responsabilidad, en relación al cambio climático, de los países del centro con respecto a los países de las periferias, para llegar a la conclusión insostenible, lógicamente y teóricamente, de que todavía los países periféricos tienen como el derecho a seguir explotando los recursos naturales, como lo han hecho los países industrializados y “desarrollados”, responsables mayúsculos de la crisis ecológica. Esto es como tener una concepción de un planeta compartimentado, donde cada geografía nacional controla su propio cielo, su propia atmósfera, sus propios ciclos vitales. Esto significa extender las categorías institucionales, administrativas y políticas, que sirven en el ejercicio del poder, a los planos, espesores, contextos integrados ecológicos. Esto es como suponer que los ciclos ecológicos obedecen a las determinaciones que tome un Estado-nación. Como se puede ver, esta confusión de ámbitos, los relativos a las jurisdicciones políticas y los relativos a las dinámicas ecológicas integradas, lleva a anecdóticas conclusiones y asombrosas aseveraciones, como que hay un “enclasamiento” de las repercusiones del cambio climático; afectando más a los pobres y algo así como privilegiando a los ricos, quienes pueden defenderse ante los impactos ambientales. ¿Qué se quiere sugerir? ¿Qué porque no afecta tanto a los ricos es indispensable continuar con la explotación extractivista en los países periféricos, para que, algún rato, ya no puedan defenderse y sean impactados los ricos de los países centrales? ¿Qué si se siguen explotando los recursos naturales, que si se sigue con el modelo extractivista, como base para el “desarrollo”, no afecta tanto a las poblaciones periféricas, porque todavía tienen un gran margen de explotación, un gran espacio para contaminar y depredar, pues no han cubierto su cuota?

Esta imagen de un planeta compartimentado no solamente es inocente y pueril, sino absurda. Lo que ocurre ecológicamente, en cualquier parte del planeta, afecta a todo el planeta. Se trata de ecosistemas integrados en los ciclos vitales, sincronizando las dinámicas complejas ecológicas. Si bien puede haber indicadores de la responsabilidad diferencial en lo que respecta al cambio climático, de esto no se puede seguir que unos países, la mayoría, que están lejos de esa responsabilidad, todavía pueden seguir el mismo curso que los países contaminantes, depredadores y destructores del planeta. La crisis ecológica afecta de manera comprometida a todas las poblaciones del planeta, sean del centro mutante o de las periferias; tanto a las sociedades humanas como a las otras sociedades orgánicas, donde aquellas están insertas. La amenaza a la sobrevivencia humana exige un cambio radical en todas las poblaciones y en todos los pueblos, en todas las sociedades. No se puede seguir por el camino del “desarrollo”; el costo es la destrucción del planeta y el ecocido, la destrucción de la vida[5].

Por otra parte, esta peregrina estrategia de seguir por el curso del “desarrollo”, basándose en la expansión intensiva del modelo extractivista, además de ser anodina y errada, beneficia a los amos del mundo, a la hiper-burguesía de la energía fósil. Hiper-burguesía con acciones en la explotación de los hidrocarburos y minerales; con acciones en las cadenas productivas, que absorben como insumos a las materias primas mencionadas. Hiper-burguesía que está interesada en prologar el uso de la energía fósil de manera indefinida, para seguir obteniendo super-ganancias, a los costos de la demoledora destrucción planetaria. Este planteamiento neo-desarrollista es un instrumento apropiado para sostener la dominación mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil[6]. Ya que les gusta usar esa palabra y definición trasnochada de geopolítica, diremos que es el mejor apoyo e impulso que se le puede dar a la dominación mundial, la del imperio.

Otra muestra anecdótica. El descalificar al activismo ambientalista y al activismo ecologistas denominándolos como “jardineros”, lejos de lograr su objetivo, la descalificación, con pretensiones irónicas, no alcanzadas, mas bien, evidencia el imaginario delirante y la concepción enajenada que se tiene del tema en cuestión. Al reducir los ecosistemas a “jardines”, se expresa la idea de poda y cuidado, que se aplica a los jardines de la casa; transfiriendo esta idea a los bosques y a los ecosistemas. Los bosques y los ecosistemas, complejos de por sí, no son, obviamente, resultado de ninguna poda ni cuidado “jardinero” humano, sino de entrelazados conglomerados complementarios, que forman nichos ecológicos. En todo caso, el defender los ecosistemas, los bosques, las cuencas, los ciclos del agua, los ciclos del aire, los ciclos de los suelos, no tiene nada que ver con la peregrina figura de “jardinería”; al contrario, se opone a lo que podría ser la sustitución de ecosistemas y bosques por composiciones artificiales.

Ahora, la pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde y cómo funciona semejante discurso? Se trata de uno de los discursos del poder. Parecida descalificación viene de multimillonarios, al estilo de Donald Trump, que descalifican al cambio climático como invención de ambientalistas y ecologistas. Aquí, discursivamente, argumentativamente, se encuentran jacobinos y la casta burguesa dominante del mundo. Tienen, por así decirlo, el mismo enemigo, el activismo ambiental y el activismo ecológico; entonces, se podría decir, conjeturando, que al tener el mismo enemigo ecológico, los hace a ambos amigos; por lo menos, en esta contradicción. Algo que ya dijimos en la Hiper-burguesía de la energía fósil y en La burguesía rentista[7]. Entonces, se trata de Entramados de los conservadurismos sociales[8], donde los aparentes enemigos resultan, mas bien, cómplices.

Sabemos que el núcleo del conflicto en la coyuntura es el TIPNIS, por el motivo de la construcción de la carretera que cruza el bosque, en lo que se ha venido denominando el núcleo del ecosistema del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. El discurso en cuestión sirve para descalificar la lucha indígena en defensa del TIPNIS y la vida, para descalificar al activismo ambientalista y al activismo ecologista, para descalificar a los movimientos ciudadanos y de intelectuales críticos en defensa del TIPNIS. También el discurso sirve para legitimar la construcción de la carretera que atravesaría el bosque, donde solo hay dos comunidades. El grueso de las comunidades se distribuye en las orillas y entornos de los ríos Isibore, Sécure e Ichoa, lejos de donde pasaría la carretera. ¿A quiénes beneficia esta construcción, que según el gobierno es para cumplir un viejo anhelo de integración entre el departamento de Cochabamba y el departamento del Beni?

Al parecer, los intereses más pesados se juegan en las concesiones a empresas trasnacionales extractivistas de los hidrocarburos; concesiones que se encuentran precisamente en el bosque, que era considerado intangible. Concesiones indebidas por tratarse del territorio indígena y área protegida. El siguiente conjunto de intereses que se juegan parece tener que ver con la geopolítica del IIRSA, de la que formaría parte la carretera del TIPNIS, sin ser troncal de los ejes bioceánicos. El tercer conjunto de intereses, que les sigue a los anteriores, parece encontrarse en la Federación del Trópico de Cochabamba y en los colonizadores cocaleros, que avasallaron el TIPNIS en el llamado Polígono Siete; es decir, en las organizaciones que representan a los cultivadores de la hoja de coca excedentaria[9]. El cuarto conjunto de intereses parece encontrarse en la burguesía agro-industrial, interesada en la ampliación de la frontera agrícola. El quinto conjunto de intereses parece hallarse en las empresas madereras. Estos cinco conjuntos de intereses codifican al TIPNIS como objeto de exploración, explotación y extracción; como espacio geográfico sostén de las comunicaciones físicas y el transporte; como terreno de expansión de cultivo, como paramo susceptible de tala y chaqueo para su conversión en tierra cultivable; como espacio salvaje que tiene que domesticarse para construir espacios de la civilización de la producción mercantil; como bosque cuantificado como riqueza de madera, para su introducción en los mercados internacionales y de las industrias de muebles y otros utensilios[10].

El que asume estos conjuntos de intereses como suyos es el “gobierno progresista”; lo hace a nombre del “desarrollo”; es más, llega a decir que lo hace por el bienestar de las poblaciones indígenas y de las comunidades del TIPNIS. Al hacerse cargo de estos conjuntos de intereses, el gobierno no solamente es el operador administrativo de las políticas que llevan adelante la realización y logro de estos intereses, sino que se vuelve como el estratega de toda la implementación “desarrollista”. Es decir, que su proyecto efectivo es éste, el del “desarrollismo” a ultranza y no otro. Muy lejos ha quedado la Constitución, en la práctica desechada o usada de manera forzada, manipulada, como escudo para encubrir el proyecto extractivista. Ahora bien, el proyecto “desarrollista” del que hablamos es también el proyecto de la burguesía de la energía fósil y de la burguesía mundial del sistema financiero internacional. Pues se trata de la logística del avance sostenido del extractivismo hidrocarburífero, de la acumulación de capital del modelo productivo-financiero-especulativo fósil. El “gobierno progresista” se convierte en un brazo operativo del ejercicio de poder mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil[11].

Sin embargo, cuando concurren estos eventos, la condición operativa y administrativa, además de estratega, de los intereses locales y regionales, en el manto de los intereses mundiales, de la dominancia del ciclo del capitalismo vigente, que radica en la hiper-burguesía, el operador, administrador y estratega no se queda en la condición de mero dispositivo múltiple. Se genera un estrato de la burguesía mundial, en el lugar de la aplicación de las políticas extractivistas mencionadas, que hemos llamado burguesía rentista. Entonteces, ingresa un sexto personaje, correspondiente a un sexto conjunto de intereses; este personaje es la burguesía rentista. Que está interesada en mantener los flujos de la renta; mejor si se incrementan. Renta de la que se apropia por procedimientos de corrosión institucional y corrupción.

En consecuencia, podemos decir que el discurso en cuestión es el discurso de la burguesía rentista. Un discurso que responde a sus intereses, que los encubre o los adorna, buscando la legitimación de sus actos, que, por cierto, no son claros, sino, mas bien, opacos, si es que no son oscuros. Un discurso, como todo discurso moderno o modernizante, tiene pretensiones de verdad. Por eso, opone su verdad a lo que considera la “mentira” de sus detractores, los ambientalistas y ecologistas; que, además, los declara “coloniales”, sin sustento argumentativo, salvo si consideramos que la adjetivación es argumento.

Podríamos decir que se trata de un tipo de ideología, claro exagerando, pues este discurso no tiene el alcance de cosmovisión de la ideología. Pero, mantengamos el término, con fines comparativos, aunque seamos conscientes de que exageramos. Siguiendo con la interpretación, se trataría de una ideología rentista. Toda ideología tiene como un núcleo organizador de su imaginario; este núcleo organizador tiene que ver con la concepción de mundo. Simplificando y esquematizando, por razones de exposición, diremos que así como la ideología liberal de la burguesía clásica concibe el mundo como un mundo movido por la economía y el mercado, la ideología rentista concibe al mundo como un mundo movido por la renta.

La renta, es decir, el pago por la concesión o la venta de materias primas, es lo que mueve el mundo o, si se quiere, su mundo, para esta ideología rentista. Es la base de todo, por así decirlo; la base del “desarrollo”; la base para invertir en salud, en bienestar social, en empleos; la base de la industrialización añorada. Obviamente, pero no lo dicen, la base del enriquecimiento de la burguesía rentista.

Entonces el discurso de la burguesía rentista es constitutivo del sujeto social correspondiente. Como todo discurso otorga un sentido al quehacer, a las prácticas y los desenvolvimientos de esta burguesía singular. El sentido enunciado claramente es el que atribuye el papel de portadores del progreso y del “desarrollo” a los miembros de la burguesía rentista. Pero, como todo discurso, que contiene varias capas, tiene también sentidos subyacentes. Un sentido subyacente es el que les atribuye, a los miembros de la burguesía rentista, el ser portadores de la verdad y propietarios del poder. Desde Michel Foucault sabemos que el poder no es una propiedad, sino que se ejerce; de aquí, de este enunciado, convertido en premisa, dedujimos que el poder, más bien se apropia, de los que se entronan en el poder. Los gobernantes, los funcionarios, los representantes, son propiedad del poder. Sin embargo, en el imaginario rentista, se consideran propietarios del poder.

No vamos a nombrar a otros sentidos subyacentes; sería un poco largo, aunque no del todo pertinente para la exposición. Lo que interesa es decir que también hay sinsentidos del discurso; es decir, si se quiere, vacíos del discurso, que se vuelven remolinos, por donde se hunde el propio discurso, tragado por sus agujeros negros. Un sentido que aparece en el discurso, de manera explícita, es cuando se impone el “desarrollo”, si se quiere, valor de la civilización moderna, a proyectos civilizatorios alternativos, que son las naciones y pueblos indígenas, como reconoce la Constitución. Este sinsentido es acompañado por otros; como, por ejemplo, cuando se dice que se quiere llevar el bienestar a las comunidades indígenas, que se encuentran lejos de la carretera que se quiere construir. Otro sinsentido acompañante es que se considera a los colonizadores del Polígono Siete como si fuesen parte del Territorio Indígena, introduciendo la distorsión conceptual, cultural y antropológica. No vamos a ocuparnos de otros sinsentidos evidentes, como, por ejemplo, ¿para qué todo esto?, de las concesiones hidrocarburíferas, mineras, madereras, si por experiencia sabemos, que dejan cementerios estas explotaciones. La mayor parte de la torta se llevan las empresas trasnacionales extractivistas; la renta es eso, renta, no ganancia. Para que apostar por la economía política de la cocaína, cuando sabemos, también por experiencia, que es una ilusión ésta de la riqueza efímera; solo constatable para la cúspide de la pirámide social comprometida; a costos muy altos, la descohesión social y la destrucción ética y moral de la población afectada.

Quedándonos con estos tres sinsentidos mencionados, podemos mostrar que, en realidad, el “desarrollo”, es una finalidad fantasma; lo que importa no es la finalidad, sino los medios para conseguir realizarla. Lo que importa es la construcción de la carretera, las concesiones, la ampliación de la frontera agrícola, la ampliación de la frontera maderera; lo que importa con todo esto es incrementar la renta y el atesoramiento de la burguesía rentista; pues, en este caso, no podemos hablar de acumulación. El bienestar es otra finalidad fantasma; ¿qué sería el bienestar logrado para las comunidades indígenas del TIPNIS? Lo que importa, aquí también, son los medios; ocupar militarmente el territorio, favorecer la expansión de los colonizadores, que ya han penetrado al interior del TIPNIS, pasando la línea roja, plantando cocales clandestinos. Hacer presencia estatal en territorios rebeldes, como en la época de las dictaduras militares, cuando se ocupaban los campamentos mineros. El considerar a los colonizadores del TIPNIS como “indígenas” no es una finalidad, sino el descarnado juego ideológico; el de la suplantación, el de la simulación y los montajes. En otras palabras, el del juego de las apariencias[12].

Dijimos que los sinsentidos del discurso son como los remolinos que se tragan al discurso mismo. Bueno pues, estos son los lugares, los agujeros negros; donde el discurso se ahoga, el discurso se derrumba, pierde su propia función ideológica. Los sinsentidos del discurso son como los lapsus lingüísticos, donde el inconsciente desborda y muestra el absurdo de la pretensión consciente, expresada en el discurso. Lo que habría que preguntarse es si el discurso de la burguesía rentista contiene más sinsentidos que sentidos. Si este fuese el caso, la burguesía rentista seria como la concreción sociológica de un grado elevado de la decadencia.

[1] Ver Ecología compleja.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/ecolog__a_compleja_2.

[2] Ver Hacia una ciencia compleja del espacio. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/hacia_una_ciencia_compleja_del_espa.

[3] Ver Crítica de la ideología.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_ideolog__a_i.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_ideolog__a_ii_de57ea240bb751.

[4] Ver Paradigma mexicano y acontecimiento Brasil. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/paradigma_mexicano_y_acontecimiento.

[5] Ver En defensa de la vida.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/en_defensa_de_la_vida_2.

[6] Ver Capitalismus versus vida.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/capitalismus_versus_vida_2.

[7] Ver Hiper-burguesía de la energía fósil. También La burguesía rentista.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/07/19/la-hiper-burguesia-de-la-energia-fosil/.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/07/24/la-burguesia-rentista/.

[8] Ver Entramados de los conservadurismos sociales.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/capitalismus_versus_vida_2.

[9] Ver Ecología de la hoja de coca.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/ecolog__a_de_la_hoja_de_coca_2.

[10] Ver Crítica ecológica del extractivismo.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_ecol__gica_del_extractivis.

[11] Ver Gobierno de las trasnacionales extractivistas y de la burguesía de la coca excedentaria.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/08/03/gobierno-de-las-trasnacionales-extractivistas-y-de-la-burguesia-de-la-coca-excedentaria/.

[12] Ver Retorno y porvenir de la rebelión. También Hermenéutica del conflicto.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/retorno_y_porvenir_de_la_rebeli__n.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/hermen__utica_del_conflicto_2.


https://clajadep.lahaine.org