lo que ha permitido es sentar las bases para desarrollar el capitalismo de Estado extractivista y desarrollista en lo económico, y un sistema de gobierno caudillista y autoritario en lo político.
Si efectivamente se busca superar las actuales limitaciones y la flagrante traición que ha sufrido el proceso de cambio y transformación, se hace indispensable contemplar e incluir los aspectos económicos, políticos, sociales y ambientales.
La alternativa consiste en construir un programa económico y productivo que adopte como prioridad una relación armoniosa con la naturaleza y el potenciamiento de las relaciones ecológicas, comunitarias y asociativas.
Legado y riesgo regresivo para la transición democrática en Bolivia
Arturo D. Villanueva Imaña
Publicado el: 10 septiembre, 2017
Bolpress
Un contexto de perplejidad mundial y retroceso al neoliberalismo en América Latina por lo sucedido con las recientes elecciones que han colocado en el gobierno a personajes como Trump y Macrón en EE.UU. y Francia, o Macri en Argentina y Temer en Brasil; marca el escenario de transición democrática que en Bolivia que se producirá el 2019.
Con los signos de esa misma incertidumbre y retroceso que se percibe a nivel mundial y latinoamericano; en Bolivia los pronósticos también son poco optimistas, muy a pesar de la esperanza y las expectativas que el proceso nacional había despertado hasta el año 2009.
Tomando en consideración ese contexto, el presente ensayo se encargará de explorar algunos escenarios de cara a la transición democrática que se perfila para el año 2019, cuando se producirán las nuevas elecciones nacionales.
EL LEGADO DEL GOBIERNO PARA LA TRANSICIÓN
Como queriendo ratificar aquella sentencia por la cual no se conoce que exista algún proyecto de izquierda y progresista que no haya terminado traicionando sus postulados, o dando paso a regímenes conservadores y reaccionarios que restauraron viejas estructuras de poder y sometimiento; el gobierno del MAS también se dispone a cumplir semejante legado .
La afirmación se sostiene en los siguientes argumentos. Habiendo tenido la oportunidad como el mandato expreso (que además fue constitucionalmente estatuido como resultado de la Asamblea Constituyente), el oficialismo prefirió adoptar el camino pragmático y oportunista de las componendas y la alianza espúrea con sus antiguos detractores y declarados opositores. Bajo este tipo de “respaldo” político, se dio a la tarea de imponer nada menos que un modelo económico extractivista que se encuentra en la antípoda del Vivir Bien, de la relación armoniosa con la naturaleza y de la construcción de un nuevo paradigma alternativo al capitalismo. Abandonó los principios basados en la reciprocidad, la complementariedad, el intercambio y la solidaridad; para reproducir y hacer prevalecer los valores capitalistas discursivamente repudiados, como el individualismo, la competencia y el extremo afán de explotación del hombre y la naturaleza (que ya nos están provocando enormes daños y efectos de contaminación, sequía, pérdida de biodiversidad, vulneración de derechos, etc., que paralelamente contribuyen al cambio climático y el riesgo de colapso mundial).
Adicionalmente, el legado del gobierno del MAS a Bolivia, no se limita al abandono y traición de las tareas populares y los postulados constitucionalmente establecidos. Ni siquiera a la imposición de una agenda antinacional, entreguista y anticonstitucional que se ha operativizado por medio de un modelo económico salvajemente extractivista y desarrollista. En realidad, lo que ha sucedido es que en mérito a la defección y capitulación frente a los intereses capitalistas (nacionales y transnacionales), que ha sido seguida por la alianza lograda con los sectores conservadores y reaccionarios de las nuevas y antiguas élites dominantes para conservar el poder a toda costa; lo que ha permitido es sentar las bases para desarrollar el capitalismo de Estado extractivista y desarrollista en lo económico, y un sistema de gobierno caudillista y autoritario en lo político. Es decir, un régimen de gobierno que facilita y tiende la alfombra para la restauración conservadora y neoliberal que, irónicamente, funge de oposición política. No por nada, tendencialmente, ya es sabido que en la realidad, es la política que sigue a la economía y no a la inversa. Es decir, que no existen razones para pensar que al margen de la impostura gubernamental y oficialista (que pretende hacer creer que se trata de un régimen de izquierda), en el futuro pueda establecerse un gobierno de corte neoliberal y conservador, que teniendo como base el modelo económico extractivista que impulsa el gobierno del MAS, quiera y esté dispuesto a encarar y cumplir tareas económicas y transformación que son contradictorias a sus intereses.
Teniendo en mente dicho contexto desfavorable generado desde el Estado y la gestión gubernamental, ahora exploremos algunos escenarios de transición democrática que pueden esperarse, vistos ya desde la perspectiva de lo que puede hacer la sociedad civil.
ESCENARIOS DE TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
a) El Escenario previsible = restauración neoliberal y transición regresiva.
Como emulando lo sucedido en países como Brasil y Argentina, pero sobre todo dando continuidad al modelo económico impuesto, este escenario de transición democrática aparece como previsible. El principal soporte político para que ello suceda, es la actual oposición de derecha, representada por líderes y partidos políticos tradicionales de la antigua democracia pactada, que a pesar de un fuerte rechazo ciudadano y popular expresamente manifestado, insisten (como lo hace el propio oficialismo), en su intención de volver al poder y restaurar un régimen abiertamente neoliberal.
Sobre la base del descontento, el repudio y el rechazo cada vez más generalizado de la sociedad; pero sobre todo afincados en el respaldo externo y en su propia fortaleza económica que no son desdeñables para influir sobre la opinión pública nacional; estos sectores reaccionarios buscan conseguir el respaldo social y electoral del que carecen (porque de otra forma ya se habrían lanzado a alguna aventura desestabilizadora), para conseguir apoderarse del gobierno.
Su pertinaz empeño no está exento de sinsabores amargos, porque a su turno se ha hecho muy evidente el rechazo popular y nacional a su intento de volver al poder. Se da por entendido que el neoliberalismo ya fue expulsado del país, y tampoco se quiere reeditar las antiguas y repugnantes prácticas de los pactos y las componendas entre minorías para gobernar.
A pesar de su evidente incapacidad para constituirse y generar una verdadera oposición con liderazgo, propuesta y capacidad de convocatoria, su “fortaleza” radica en la ausencia de una alternativa política diferente y una verdadera oposición de izquierda a los intereses económicos y el modelo imperante. El respaldo expectaticio de esta oposición ficticia, radica en aquellos sectores que comparten intereses económicos y políticos de carácter neoliberal y reaccionario, a los que se suman algunos que definitivamente no quieren saber nada del gobierno del MAS.
Su desafío consiste en aprovechar el descontento y el rechazo cada vez más generalizado de la sociedad, para convencerla de votar en su favor, en una especie de réplica de lo sucedido en países limítrofes.
Para el país, un desenlace democrático como este no solo significaría haber perdido casi dos décadas de un esfuerzo y un proceso tan caro como profundamente promisorio, sino que volveríamos a ser obligados a repetir la tarea.
b) El escenario indeseable = mejorar para retroceder.
Tal ha sido la impostura gubernamental y la traición al proceso de cambio y transformación que se perfilaba con la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado en la Asamblea Constituyente, que aquel horizonte de realización nacional ha quedado reducido y minimizado al extremo.
Esta misma circunstancia contribuye a que algunos intelectuales y colectivos ciudadanos (en unos casos ingenuamente convencidos y en otros convenientemente camuflados), hayan decidido plantear y limitarse como objetivo de la transición democrática, la recuperación de las libertades, el Estado de derecho, la institucionalidad, el equilibrio e independencia de poderes, etc., que siendo absolutamente loables y necesarios, olvidan (deliberada o involuntariamente), que el país y su praxis democrática (histórica y cotidiana), han superado con creces esos estrechos límites del liberalismo republicano y la democracia representativa.
A nuestro modesto entender, dos son las causas que explican este fenómeno. Por una parte, todos hemos podido comprobar a lo largo de estos años de gobierno, que cuanto mayor es la tozudez por conservar el poder a toda costa, mayor es el autoritarismo y el impulso despótico del gobierno, así como mayor es la pérdida de derechos y valores democráticos que se conculcan y violan cotidianamente.
A ello se suman las prácticas prebendales, clientelares y de cooptación que han sido utilizadas para promover el copamiento institucional y organizativo de la mayoría de las entidades del Estado y las organizaciones sociales. Esta lógica de usurpación, secuestro y copamiento, ha derivado en la pérdida de independencia, la desinstitucionalización y la corporativación de movimientos y sectores, que cada vez más se ven forzados a cumplir órdenes e instrucciones, sino quieren perder los beneficios y ventajas que otorga el poder. Es decir, se va perdiendo la posibilidad de ejercer mínimamente derechos, libertades y capacidad de decisión mínimas, que no solo coartan e impiden emprender y poner en marcha aquellos objetivos y avances que se habían establecido al inicio del proceso; sino que se encuentran envilecidos y distorsionados por el régimen de gobierno actual.
Por eso, en este escenario donde la conculcación de derechos, la pérdida de libertades básicas, el amedrentamiento cotidiano; son expresiones de la concentración de poder y donde la independencia de los mismos no existe, lo mismo que la falta de institucionalidad; lo que sucede es que recuperarlas en sus más elementales expresiones, viene a resultar una enorme conquista.
Desde esa perspectiva, se entiende perfectamente que lo que se ha perdido en dicho escenario, NO es el tipo de democracia, los derechos, la institucionalidad, o la independencia de poderes que han sido violados, cercenados o envilecidos por el gobierno del MAS; sino aquel tipo de sociedad, de democracia, de institucionalidad y de Estado de derecho que se habían establecido en la Constitución.
Por eso es posible sostener que este “olvido” (traducido en un achicamiento de perspectivas y objetivos), resulta muy conveniente para quienes les basta con recuperar lo perdido con la gestión de gobierno de Evo Morales. Lo que a los ojos de la gente aparece como un avance (en vista de la sistemática violación y conculcación de derechos y la falta de respeto al Estado de derecho que se busca recuperar), en realidad es una rémora y retroceso respecto del tipo de democracia, el Estado y la sociedad que se habían perfilado constitucionalmente.
La moderación y aquel centrismo que reclaman equilibrios y acuerdos “por el interés nacional” (sin extremismos ni intransigencia), siempre ha constituido el argumento para impedir avances y dar un curso progresista a la historia, pero lo que es peor, ha contribuido a entrabar y poner en reversa procesos transformadores, para instalar y repetir tareas que ya fueron superadas histórica y socialmente. El llamado a la moderación y el centrismo, es el retorno a un ideal democrático que ya ni siquiera en Europa ni los EE.UU. es útil, tal como lo muestran sus propios procesos electorales.
Por otra parte, desde la perspectiva de quienes añoran una democracia representativa donde se produzca un real control, respeto y equilibrio de fuerzas; también parece legítimo sostener que Bolivia necesita realmente una etapa moderada por la buenas virtudes democráticas y el Estado de derecho. Una democracia cuyo referente idealizado corresponde al liberalismo republicano que es posible identificar en países como Uruguay o Chile (en nuestro continente), pero que pertenece a una fase capitalista industrial incipiente que ha quedado ya muy atrás en la historia.
Para sostener dicha idea, se arguye que Bolivia nunca ha cumplido ni realizado las tareas democrático burguesas (incluyendo un desarrollo industrial, diversificado, que no pasó de su fase incipiente, así como la conformación de una verdadera burguesía nacional). Que mientras ello no suceda, siempre será un Estado inconcluso, frustrado o fallido, sin posibilidades de constituirse como Estado Nacional en su completa acepción.
Sin embargo, lo que no parecen caer en cuenta, es que Bolivia llegó tarde para la realización de dichas tareas, y a su burguesía no le quedó otro camino que someterse y conformarse con ser una especie de correa de transmisión de los intereses capitalistas transnacionales. Para el pueblo y los sectores populares en cambio, esta situación se convirtió en una oportunidad para plantearse tareas más allá del límite liberal, capitalista y democrático burgués, tal como se puede comprobar en los diversos episodios de rebelión y revuelta que se produjeron en nuestra historia, pero sobre todo cuando finalmente confluyeron en el establecimiento de la Asamblea Constituyente y la posterior construcción de la nueva Constitución Política del Estado.
En vista de ello, no parece razonable, ni históricamente congruente, adoptar una solución que se limite a cumplir aquel viejo sueño centrista que aspira superar la división izquierda-derecha, pero que al final implicaría reproducir y retroceder al viejo sistema capitalista, neoliberal y democrático representativo.
Por lo demás, el liberalismo republicano y la democracia representativa (cuyo peor ejemplo constituye la democracia pactada), no es una tradición nacional dominante y tampoco constituye una consigna con arrastre y capacidad de convocatoria, tal como se puede establecer en el rechazo que ha generado la “juntucha” de antiguos y tradicionales líderes y expresidentes que se manifestaron “en defensa de la democracia y la justicia”. Todo lo contrario, y que además también se desmiente por las frecuentes y masivas expresiones de democracia comunitaria, deliberativa y directa, que ha alcanzado niveles de gestión pública y política, que a tiempo de abordar y resolver problemas y demandas olvidadas o relegadas por el Estado, perfilan un tipo de ejercicio democrático, donde la soberanía y la capacidad de decisión (el verdadero poder), radican cada vez más en el pueblo.
Para mayor abundamiento y rescatando lo que sucede en otros lugares, también ha quedado claro que los gobiernos moderados no convencen a nadie, ni en Latinoamérica y menos en Europa y EE.UU., donde se precian de haber establecido institucionalidad, una democracia estable y duradera, y un estado de derecho con contrapesos e independencia de poderes. Las elecciones recientes lo demuestran.
Un programa moderado por otra parte, solo significará declinar y abandonar las banderas de lucha del pueblo en manos del MAS, para que se convierta en un arma de oposición virulenta, demagógica y radical, que hará temblar al nuevo gobierno, demandando el cumplimiento de las tareas traicionadas que nunca quisieron encarar.
Y para concluir este acápite, habrá que señalar que el rechazo a Evo es proporcional al que provoca la derecha y sus aliados. Por tanto, el rechazo a Evo no equivale a considerarlo como un respaldo natural a una candidatura moderada o centrista.
c) Escenario extremo = crisis democrática al estilo venezolano.
Otra de las herencias del masismo, es la inocultable incapacidad y manifiesto desdén que ha impedido generar o construir liderazgos de recambio que permitan romper el caudillismo y la dependencia secante de la figura de Evo.
Ello, sumado a la inexistencia de capacidad autocrítica que además fue expresamente anulada dentro del oficialismo; solo ha contribuido a reforzar un caudillismo individualista, absoluto y secante que no solo concentra todo el poder de decisión en el “jefe”, sino que impide toda posibilidad de discrepar y, mucho menos, criticar.
A ello se suma la indeclinable como terca decisión de insistir en la repostulación inconstitucional, cuya carga de intransigencia puede llevarnos a una situación explosiva, muy parecida a lo que ocurre en Venezuela. Allí, donde también no hay (o no ha querido) plantearse una candidatura alterna a Maduro desde el propio oficialismo, en un contexto donde se hace imperioso como legalmente imprescindible llamar a elecciones nacionales, sucede que a la gente no le queda otra alternativa que salir a las calles. Máxime cuando adicionalmente el manejo gubernamental es completamente errático, las condiciones de vida y la economía son muy críticas, y donde no existe una alternativa plausible (acorde al proceso nacional emprendido).
Ello permite colegir que la caprichosa intención oficialista de conservar el poder cueste lo que cueste, pero sobre todo la imposición de una tendencia autoritaria, despótica y violenta dentro del MAS, pueden provocar e inducir una crisis democrática de proporciones. No hay que olvidar, por ejemplo, que el propio vicepresidente García Linera señaló recientemente que los movimientos sociales afines podrían “salir a las calles para defender el proceso”, o que un dirigente nacional haya planteado que así como se había “construido la democracia con sangre obrera y campesina”, así también se defendería el proceso.
En el caso de Bolivia, el rechazo a la repostulación inconstitucional y una nueva reelección de los actuales mandatarios, no solo ha sido expresada mayoritariamente en las urnas (cuando se realizó un referéndum nacional expresamente convocado por el gobierno), sino también un año después, cuando en las diferentes capitales y ciudades del país, la gente volvió a salir masivamente a las calles para ratificar su rotundo rechazo a ese terco capricho.
En razón de lo señalado y aunque en escenarios convulsivos y de desorientación generalizada no es extraño que surjan personajes y candidaturas estrambóticas como Trump, o inclusive Macrón, que aparecen (precisamente por el aparente vacío de liderazgos y alternativas), como eventuales “salvadores” que al reflejar y resaltar las más importantes aspiraciones de la gente, terminan consiguiendo el respaldo electoral que necesitan para ser gobierno; tampoco hay que descartar un escenario de transición democrática convulsiva, como la que sucede en Venezuela.
LO QUE QUEDA POR HACER
Por lo analizado anteriormente, queda claro que escenarios democráticos regresivos al neoliberalismo, escenarios extremos al estilo venezolano, o de carácter centrista y moderado que quieren recuperar la democracia y devolvernos a un Estado liberal meramente representativo, resultan indeseables y/o insuficientes; también y al mismo tiempo, tampoco la transición democrática debería reducirse únicamente al cambio de régimen.
Si efectivamente se busca superar las actuales limitaciones y la flagrante traición que ha sufrido el proceso de cambio y transformación, se hace indispensable contemplar e incluir los aspectos económicos, políticos, sociales y ambientales.
Es decir, que para evitar que la fuerza y los impulsos de transformación que iniciaron el proceso de cambio, terminen sometidos y controlados por la imposición de la ley y el establecimiento de un Estado de derecho regresivo y restaurador, en Bolivia está abierta la necesidad de construir una alternativa política de izquierda que responda al mandato popular y constitucional establecidos.
Una agenda mínima de transición democrática debería contemplar entonces:
La profundización de la democracia para lograr la consolidación y fortalecimiento de prácticas comunitarias, deliberativas, de búsqueda de consensos y gestión pública y política en todos los niveles organizativos de la sociedad (que de hecho ya se ejercen cotidianamente), permitiendo ejercer soberanía participativa y directa al pueblo. De ese modo se superarán las prácticas meramente electorales y delegativas de la democracia representativa, donde prevalecen mayorías sobre minorías y se sigue favoreciendo intereses de poder elitista y sectario.
Desmontar y cambiar el modelo económico extractivista y desarrollista que, habiéndose impuesto de manera inconstitucional y antipopular, ha provocado una relación depredatoria, antinacional y entreguista de los recursos naturales del país. La alternativa consiste en construir un programa económico y productivo que adopte como prioridad una relación armoniosa con la naturaleza y el potenciamiento de las relaciones ecológicas, comunitarias y asociativas. Limitarse a un desarrollo sostenible que prevea mecanismos de protección de la naturaleza, solo equivaldría a desarrollar una lógica reparadora y económicamente transable de los daños ya provocados, que únicamente encubrirían la persistencia de prácticas y el mismo modelo de explotación de los recursos naturales.
Desechar todos los megaproyectos depredatorios, potencialmente destructivos y contaminantes (como es el caso de la central nuclear, la carretera del TIPNIS, la transoceánica, las mega represas del Bala, Chepete y Rositas, la deforestación y quema de bosques y biodiversidad, el monocultivo extensivo con agroquímicos y la introducción de transgénicos, etc.).
Abandonar el uso de energía basada en recursos naturales no renovables que generan dependencia económica y sometimiento a intereses transnacionales, y establecer paulatinamente un modelo de energía límpida y amable con la naturaleza, de modo que se construyan las bases del Vivir Bien y un nuevo paradigma alternativo al capitalismo.
Siendo que la causa del cambio climático y todos los efectos y catástrofes que sufrimos globalmente, así como el riesgo en que se ha puesto la vida (tal como se la conoce y que no se reduce únicamente a la que tenemos como seres humanos), está originada y vinculada estrechamente al sistema capitalista y los grandes intereses corporativos transnacionales; es imprescindible encarar una lucha frontal contra el sistema. Además es la única vía para perfilar la construcción de un paradigma alternativo y civilizatorio al capitalismo, que Bolivia ya insinuó a nivel global cuando se plantearon las ideas de establecer una relación armoniosa con la naturaleza, reconocer los derechos de la Madre Tierra, vivir bajo los principios de la reciprocidad, complementariedad, solidaridad y comunitarismo, etc., como la manera más adecuada para alcanzar aquel ideal de vida que el conjunto de civilizaciones del mundo vienen buscando históricamente.
Finalmente, siendo indispensables y complementarios, y no por ser últimos son menos importantes y estratégicos; tampoco debería dejar de plantearse el antipatriarcalismo y la descolonización, como tareas esenciales de un programa de transición integral y holístico, que efectivamente recupere y plantee un nuevo horizonte de realización para el país.
Parafraseando a Gabriel García Márquez cuando recibió el nobel de literatura, habría que decir que así como América Latina ha demostrado su enorme capacidad creativa, ahora tengamos la misma capacidad para resolver nuestros problemas, con la misma imaginación y soluciones propias. El s. XXI no merece menos de nosotros. No somos un continente viejo que lo único que parece atinar es aferrarse a su propia institucionalidad tradicional, porque no se anima a romper el sistema que contribuyó a prostituir y envilecer su democracia y su sistema de gobierno, hasta el punto que ahora existe una desorientación que solo se traduce en perplejidad, cuando se conocen los resultados electorales y el candidato presidencial ganador.