Decía el escritor estadounidense James Baldwin –con una precisión escalofriante para este caso– que “la creación más peligrosa de cualquier sociedad es el hombre que no tiene nada que perder”. Lo que provocó el alzamiento encabezado por el hoy llamado “Subcomandante Galeano” –antes autodenominado “Subcomandante Marcos”– en 1994, sigue sin resolverse.
Predecir un sismo
Por Alonso Tamez
septiembre 18, 2017
http://www.24-horas.mx/predecir-un-sismo/
La bicentenaria desigualdad mexicana es nuestra mayor vergüenza. Desde que México nació de aquella fractura con su amo y explotador, la idea de país nunca se ha podido separar, entender o proyectar sin miseria, abandono e injusticia regionales –oasis distribuidos, pero de desdicha–. Tristemente, hoy podemos decir que la desigualdad profunda, puntiaguda, es tan mexicana como el mito del águila y la serpiente. Y el sur del país, de manera particular el suroeste —Guerrero, Oaxaca y Chiapas–, siempre ha sido lugar de coincidencias desgraciadas.
Según el último reporte del CONEVAL —Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social–, de “las cinco entidades que aumentaron su porcentaje de población en situación de pobreza entre 2014 y 2016”, dos de estas fueron Oaxaca –de 66.8 % a 70.4 %– y Chiapas –de 76.2 % a 77.1 %–. En este sentido, dicho reporte ubica a Chiapas, Oaxaca y Guerrero, como las entidades con mayores porcentajes de pobreza extrema entre sus habitantes: 28.1 %, 26.9 % y 23 %, respectivamente. Hasta viendo el mapa parece como si el pujante y fornido norte arrastrara a un aletargado sur. El primero apuntando a la modernidad –la cercanía le ha hecho soñar–, y el segundo alentando el paso de ambos.
El sismo del pasado 7 de septiembre, según el reporte del Sistema Sismológico Nacional, tuvo una magnitud de 8.2 grados y su epicentro se localizó cerca de Pijijiapan, Chiapas, a una profundidad de 58 km. El movimiento ha dejado, hasta el momento, alrededor de 100 muertos. Para nuestra maldita suerte, los más afectados fueron chiapanecos y oaxaqueños.
Pero dicha desgracia nos recordó algo a todos los que creemos en las lecciones de la historia: “aguas” con la situación social y anímica en la región –sobre todo en Chiapas–. Sismo, pues, como aviso de inestabilidad. Recordemos que otra sacudida de gran magnitud también se registró en Chiapas, en 1994. Para ser precisos, el primer día de aquél año. Esa jornada, el México real despertó al formal: el pariente que habíamos negado siempre regresaba en busca de reconocimiento y recompensa, y venía enojado.
Más allá de las ideologías detrás del alzamiento zapatista, un abandono centenario hablaba a través del pasamontañas. Hoy podemos decir que el Estado mexicano falló en mitigar lo que provocó ese sismo de 1994. Y el futuro tampoco luce promisorio. El “Reporte sobre las Economías Regionales Abril – Junio 2017”, que publicó Banco de México, confirma una década de estancamiento en las actividades económicas regionales del sur y pronostica un menor dinamismo de estas en los próximos meses –véase gráfica de la página 4: http://bit.ly/2×9TEEp–. De la teoría de los muchos Méxicos, está versión es de las que más duelen: el México atrofiado; que aunque quiere caminar, no puede.
Si en cuestión de meses la nota en medios pasa a ser que, tras el sismo, el gobierno mexicano dejó pendientes obras y arreglos, lo que se sembrará será desdicha y alejamiento, no solidaridad. Y reitero: “aguas” ahí, en la región ya no caben más desgracias. Esta se ve a sí misma como la dejada a su suerte, y con razón. Decía el escritor estadounidense James Baldwin –con una precisión escalofriante para este caso– que “la creación más peligrosa de cualquier sociedad es el hombre que no tiene nada que perder”. Lo que provocó el alzamiento encabezado por el hoy llamado “Subcomandante Galeano” –antes autodenominado “Subcomandante Marcos”– en 1994, sigue sin resolverse.
No dejemos de estrechar la mano a la región –de una bravura endémica alimentada por el hambre, recordemos también el surgimiento del “Partido de los pobres” de Lucio Cabañas en la sierra guerrerense, o la aparición del “Ejército Popular Revolucionario” en Guerrero y Oaxaca–. No sembremos lo que pudiese ser un rompimiento irreparable en varios sentidos –tanto en hermandad como en territorio; y no, no creo exagerar–.
Cedo el final a Juan Villoro: “El EZLN ha señalado que no lucha por el poder: “Ayúdennos a no ser posibles”, “Ayúdennos a desaparecer” (…) Al subrayar que su extinción es deseable confirman el componente ético de sus reivindicaciones. No buscan dominar ni perpetuarse, sino ser innecesarios”.
@AlonsoTamez