Dedicado a los y las activistas en defensa de la vida y de la democracia. Algunos de ellos y ellas han sido detenidos, compartiendo la suerte con los y las detenidas de los movilizados de Achacachi. El “gobierno progresista” recurre a la violencia demoledora del Estado, defendiéndose como una fortaleza aislada y sitiada por las movilizaciones sociales anti-sistémicas, en la soledad de su desierto extractivista.
Potencia de la vida
La existencia es vida, la energía y la materia son vida.
Dinámicas moleculares-molares sociales
20 septiembre, 2017
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a los y las activistas en defensa de la vida y de la democracia. Algunos de ellos y ellas han sido detenidos, compartiendo la suerte con los y las detenidas de los movilizados de Achacachi. El “gobierno progresista” recurre a la violencia demoledora del Estado, defendiéndose como una fortaleza aislada y sitiada por las movilizaciones sociales anti-sistémicas, perdido en la soledad de su desierto extractivista.
Hay que volverse a preguntar sobre las dinámicas moleculares sociales. Ya lo hicimos en Imaginación e imaginario radicales[1], también en La intuición subversiva. Tratamos en ambos textos sobre la relación complementaria entre dinámicas moleculares sociales y dinámicas molares sociales. Ahora queremos volverlo hacer a la luz de la experiencia del conflicto del TIPNIS y del conflicto de Achacachi. La pregunta con la que vamos a comenzar es: ¿Por qué el pueblo boliviano no acude en masa a apoyar las movilizaciones del TIPNIS y de Achacachi? Ciertamente lo ha hecho en la VIII marcha indígena; sin embargo, no se ha visto lo mismo en la IX marcha indígena y en la siguiente secuencia del conflicto. En lo que respecta al conflicto de Achacachi, a pesar de tocar una problemática que aflige a por lo menos las tres cuartas partes de los municipios del país, a pesar que se trata de una problemática de incumbencia estatal y gubernamental, no ocurre el apoyo masivo y movilizado del pueblo boliviano a la interpelación movilizada del Pueblo de Achacachi contra la forma de gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta.
Comparando con lo acontecido en la movilización prolongada del 2000 al 2005, donde las movilizaciones ejes se reforzaban mutuamente, sin necesidad de contar con una coordinadora de movimientos sociales. Donde las movilizaciones colaterales o acompañantes, que se desatan en plena crisis social, económica y política, también se refuerzan. Se trata de movilizaciones que interpelan, convocan y generan apoyos movilizados. El pueblo acudió, por lo menos, notoriamente y como mayorías; el pueblo fue afectado por las movilizaciones desplegadas. Ahora, en cambio, parece ocurrir algo distinto; los apoyos y pronunciamientos son de organizaciones sociales y de colectivos de activistas, pero, no aparece el acudir masivo y movilizado de sectores del pueblo.
Sería necio y demagógico decir que se trata de distintos gobiernos, en un caso, el neoliberal y en otro caso, el popular. Este acertijo podría tener validez desde el 2006 hasta el 2009, la primera gestión del “gobierno progresista”; después no. Desde el 2009 comienza la regresión, sobre todo, desde el 2015 se deriva en la decadencia. Lo que se puede corroborar con el levantamiento social contra el llamado “gasolinazo”, además de la derrota gubernamental ante la arremetida de la VIII marcha indígena. Ya no solo los gobiernos neoliberales y el “gobierno progresista” se parecen, sino se va más lejos; en la entrega de los recursos naturales, en las concesiones, sobre todo, en la expansión intensiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No está aquí pues la clave de la interpretación del contraste del comportamiento social respecto a la crisis múltiple del Estado-nación, en dos contextos históricos-políticos diferentes. ¿Sera que el pueblo todavía considera, en plena regresión y decadencia, que se trata del gobierno nacional-popular? No parece sostenible esta hipótesis de interpretación, pues es notorio el desencanto; esto se lo puede corroborar con la derrota electoral en la elección de los magistrados, cuando ganó el voto nulo. El tema es que el desencanto no se convierte en desaprobación movilizada.
En anteriores escritos interpretamos esta situación de letargo y conformismo, interpretando que es más difícil superar la constatación que la promesa socialista, en este caso, la promesa progresista, es aparentemente incumplible; pues es mucho más difícil salir de la crisis de los gobiernos socialistas y de los “gobiernos progresistas”, que de la crisis de los gobiernos neoliberales; pues ya no se trata del dilema o los unos o los otros, sino de ir más allá de unos y otros. En lo que respecta a la interpelación de los gobiernos conservadores, liberales y neoliberales, hay como una tradición, un lenguaje adquirido, una forma de interpelación asumida; empero, no ocurre lo mismo con los gobiernos socialistas, como se ha visto en la experiencia social política, tampoco con lo que ocurre con los “gobiernos progresistas”. No hay tal tradición, ni lenguaje compartido de la interpelación. Todavía subsisten los mitos de la revolución, los mitos mesiánicos del caudillo. Se requiere de compartir el sentido común de la interpelación a este tipo de gobiernos de la promesa.
Entonces, parece que la falla se encuentra en el aprendizaje de la experiencia social política de la historia reciente. Ahí tienen una responsabilidad los colectivos activistas, sobre todo, los colectivos activistas libertarios. No se ha logrado una pedagogía política que ayude a comprender la problemática de la crisis múltiple del Estado, que reaparece en la versión de los “gobiernos progresistas”. El antiguo y tradicional discurso izquierdista no es adecuado, en este caso. Pues no se trata de pedir consecuencia al “gobierno progresista”; pues incluso en el caso que lo hubiera, no se puede escapar a la gravitación perversa del poder. De lo que se trata es de salir del círculo vicioso del poder, en todas sus versiones, sean de “izquierda” o de “derecha”. La continuidad de la revolución no se encuentra en la defensa del Estado, que ha institucionalizado la revolución. La continuidad de la revolución se encuentra en salir del círculo vicioso del poder, más allá de la “izquierda” y la “derecha”, más allá del amigo y enemigo.
Lo que parece fallar es la comunicación de los colectivos activistas y el pueblo. Los colectivos activistas todavía siguen empleando el discurso acostumbrado de interpelación a la “derecha”; como si se tratara del mismo referente, un gobierno de la burguesía clásica. No entienden que se enfrentan a otras formas de la burguesía, como la burguesía rentista. No entienden que ya no se trata de interpelar al gobierno de la burguesía clásica, tampoco al gobierno reformista, que ha “traicionado” los postulados y el programa; que no se trata de traición sino de salir del circulo vicioso del poder, tanto en su versión “derechista”, como en su versión “izquierdista”.
Los colectivos activistas son catalizadores, son activadores. Cumplen una función en el aprendizaje colectivo de la experiencia y la memoria sociales. Son parte de la sociedad, pero son la parte activa, quizás una de las partes más activas. Si los activismos colectivos siguen interpelando y convocando a la vieja usanza, no enseñan nada. Salvo la remembranza de lo que ya se sabe; que la burguesía es la clase dominante, que su Estado es la dictadura de la clase dominante; que el reformismo tiene límites y claudica. Pero, no alumbra nada sobre lo que se puede hacer respecto a la recurrente reiteración y reproducción de las dominaciones, en unas versiones u en otras.
Otro problema, el discurso recurrente de interpelación, vuelve al recurso del esquematismo dualista del amigo y enemigo, que reitera y reproduce, en leguaje político, el esquematismo religioso del fiel y el infiel. El enemigo es el abominable. Con esto se cae de manera multiplicada en el círculo vicioso del poder, pues se repiten los mismos procedimientos y métodos para acabar con el enemigo abominable, que, en el fondo, no es más que el mismísimo demonio. Con esto no solo se parecen al amo derrocado, sino se convierten en el nuevo amo. El discurso de interpelación tradicional no sale del círculo vicioso de la ideología.
El problema mayúsculo es que con esta preservación de las tradiciones de lucha se cae en el círculo vicioso del poder; se forma parte del mismo, se lo alienta y reproduce con estas actitudes dualistas. Se trata de ir más allá del dualismo, más allá de las oposiciones; más allá de la paradoja perversa del poder. Inaugurar una paradoja virtuosa que salga del círculo vicioso del poder. Una paradoja que complemente la creación social y la herencia de los aprendizajes de la experiencia social y la memoria social.
Entonces, parece, que la ausencia de la respuesta social masiva de apoyo a las demandas y reivindicaciones del TIPNIS y de Achacachi no se encuentran en la diferencia de los tipos de gobierno que se interpelan, tampoco en las creencias populares, así como tampoco en la limitación de los movimientos sociales anti-sistémicos, que han estallado, sino en no haber salido del anacronismo de una formación discursiva y enunciativa, de una formación ideológica, atrapada en esquematismos dualistas ateridos. La interpelación deconstructiva requiere del desmontaje de los mitos modernos; el mito de las vanguardias, el mito de la historia, el mito del desarrollo, el mito de las promesas sociales y de justicia; sobre todo, el mito de la verdad, se reclame de verdad “científica” o de verdad trans-histórica.
Hace falta aprender de las enseñanzas de la experiencia social. Este aprendizaje es colectivo; la condición de posibilidad de este aprendizaje tiene que ver, en primer lugar, con la predisposición a aprender. Si esto falta por obstáculos y barreras del habitus, también por ofuscación ideológica, no parece posible dar curso al aprendizaje. Por otra parte, en todo aprendizaje juegan una función de impulsores las motivaciones, que tienen que ver con el deseo de aprender. Las motivaciones pueden desatarse por distintos factores, ya sea de índole fáctico, debido a experiencias desafiantes, ya sea de índole comunicacional, cuando ciertas comunicaciones motivan a aprender. En estos ámbitos comunicacionales el activismo juega su papel. El activismo se mueve en varios planos de intensidad; es denunciativo, es informativo, de interpelación, así como de formación, también de acción. Sabemos que no es suficiente la denuncia, tampoco la interpelación; por eso, es menester incursionar complementariamente en los otros planos de intensidad; particularmente en el plano de intensidad de la acción.
Ahora bien, el papel del activismo es activar la fuerza social o, en su caso, apoyar a la fuerza social cuando se desata. En la actualidad, en la coyuntura mundial, regional y nacional, el activismo tiene ante sí un desafío, activar la potencia social, vale decir la potencia creativa social. Ya no se trata solo de una comunicación audiovisual, ya no se trata de una comunicación en los formatos establecidos y acostumbrados; podríamos decir en los códigos de la racionalidad instrumental, incluso en los conceptos de la racionalidad crítica. Ya no se trata solo de hablar al oído racional y a la vista educada por la institucionalidad, sino de comunicarse con el cuerpo, con la potencia del cuerpo. ¿Cómo se hace esto? Habrá que aprender a hacerlo. Quizás haya que llevar las capacidades y posibilidades estéticas más lejos de donde llegaron y lograron. Esto no quiere decir que se abandone el lenguaje y las formaciones discursivas, sino que se tratan de otros usos del lenguaje, al que quizás haya que llevarlo más lejos de donde llegó y se logró; se trata de otra composición y combinación de los discursos con la gramática de los cuerpos. No lo sabemos, menos las formas concretas de hacerlo; pero se trata de lograr comunicaciones integrales y participativas. Realizar efectivamente lo que se ha venido denominando comunicación alternativa.
Volviendo al tema de los conflictos del TIPNIS y Achacachi, a las convocatorias que implican las movilizaciones de ambas territorialidades, a las respuestas débiles de parte del pueblo, al no acudir en masa al apoyo de las convocatorias, podemos intentar una interpretación desde las dinámicas moleculares sociales y de las dinámicas molares sociales.
Dinámicas sociales
El concepto de dinámicas moleculares sociales, que usa la metáfora física y biológica de dinámicas moleculares, como referente figurativo, y que define una estructura categorial, concibe las relaciones, los flujos, las prácticas, sobre todo, los entrelazamientos y tejidos sociales, las asociaciones y composiciones sociales, en sus destacadas singularidades minuciosas y detalladas. Se podría decir que se trata de una mirada micro-social. El concepto supone que las dinámicas sociales son propiamente éstas, las asociaciones singulares más micro. Plurales y múltiples asociaciones y composiciones sociales que ocasionan efectos de masa, que son lo que llamamos dinámicas molares sociales, particularmente institucionales. Las dinámicas moleculares sociales no controlan los efectos de masa de las dinámicas molares sociales; éstas se dan como integraciones de múltiples dinámicas moleculares sociales singulares. La exposición de estas tesis teóricas las hicimos conocer en Imaginación e imaginario radicales. No vamos a exponerlas ahora, sino que nos remitimos a ese escrito. Lo que importa ahora, es sugerir hipótesis interpretativas del conflicto de Achacachi y del conflicto del TIPNIS a partir del enfoque de algunas dinámicas moleculares sociales, seleccionadas como referentes ilustrativos, para comprender el juego integral entre dinámicas moleculares sociales y dinámicas molares sociales, que pueden ayudarnos entender las dinámicas de los conflictos desde la perspectiva de la complejidad.
Dinámicas sociales en Achacachi
Breve reseña descriptiva e histórica
Achacachi es una ciudad intermedia del municipio que lleva el mismo nombre; el municipio de Achacachi se encuentra en el Departamento de La Paz. Del municipio, la ciudad de Achacachi es la primera sección; siendo la capital de la Provincia Omasuyus. Según el conteo, que más parece estimativo, pues, en realidad, no se llevó a cabo el censo de población, en 2012, diga lo que diga el gobierno – no se puede dar ningún censo sin actualización cartográfica y con una boleta descuajeringada, donde se introdujeron preguntas sin rigor metodológico cuantitativo, además de sacar parte de las preguntas de comparación internacional -, el municipio aglutina a una población 46.058 habitantes; siendo el quinto municipio más poblado del departamento, después de, La Paz, El Alto, Viacha y Caranavi. Achacachi se encuentra ubicada a 97 kilómetros de la ciudad de La Paz, sede de gobierno; está situada en el Altiplano, a 3.840 metros sobre el nivel del mar. La zona urbana está poblada con 8.857 habitantes; de esta manera, congrega al 20 % de la demografía municipal. El municipio de Achacachi ha experimentado desmembraciones; en 2005, los cantones Huarina y Santiago de Huata se disocian de Achacachi; se convierten en municipios autónomos. Los cantones Huatajata y Chua Cocani también se disgregan, volviéndose municipios autónomos, durante 2009 y 2010, consecutivamente.
En los periodos precolombinos, Achacachi fue el centro administrativo y ceremonial del señorío aymara Uma-suyus; palabra que significa territorialidad húmeda o de agua, territorialidad que se conforma por tejidos de ayllus y markas. Se extiende al este del lago Titi-Chaca – Titi, que quiere decir puma o felino, y Chaca, la cruz andina, la chacana; entonces se interpreta como el felino que cruza los puentes de universos -. El señorío Umasuyus colindaba al oeste con los lari-lari y al sur con los pacajaques, que quiere decir humanos-águilas. Cuando los incas se expandieron al este del lago sagrado, los umasuyos opusieron resistencia; no fueron doblegados. Hablan el aymara, jaya-mar-aru, que significa lengua de los lejanos tiempos, lengua de los tiempos remotos.
Durante el primer periodo de la República, el 24 de enero de 1826 Achacachi fue refundada como capital administrativa. El nombre Achacachi deriva de las palabras aymaras jach’a, grande, y k’achi, peñasco puntiagudo. Con la llegada de los conquistadores ya se la conocía con el nombre de Jach’a Kach’i; nombre castellanizado como Achacachi.
En la época prehispánica, esta península, estaba ocupada por poblaciones nativas como los urus, puquinas, cultura Chiripa, y aimaras. En los primeros años de la época colonial, los españoles establecieron una encomienda bajo el nombre de Achacachi, de la que dependía la Vice parroquia de Santiago. En 1779, fue fundado bajo el nombre de Santiago de Huata, un nombre mestizo; Santiago por el Apóstol Mayor, castellano, y Huata, que viene del término puquina Coata, que significa deidades protectoras y Wat’a, aymara, que quiere decir pies acogidos en el lago.
En la época republicana del siglo XIX, su economía estaba conformada por la agricultura y agropecuaria, tanto en comunidades, ayllus, como haciendas. Se puede decir que su etno-demografía es de origen Qulla, Colla; el tejido social de Achacachi preserva las instituciones culturales ancestrales, así como sus formas de organización, aunque los ayllus y autoridades originarias se hayan transformado en sindicatos campesinos. Por otra parte, mencionando narrativas sociales andinas, en la memoria colectiva de los Andes, los y las achacacheñas son reconocidos por su coraje y combatividad.
El municipio de Achacachi está conformado por siete zonas municipales; las primeras zonas urbanas de la ciudad de Achacachi fueron Aransaya y Masaya, tal como se conoce la dualidad complementaria de la estructura de los ayllus. Después se fueron conformando otras zonas, a medida que la población achacacheña iba creciendo; aparecieron Avichaca Villa Concepción, Villa Lealtad, Surucachi, Villa Esperanza, Ch’urubamba, Calacala, 2 de Febrero y Urkupiña. En lo que respecta a la educación, el municipio de Achacachi cuenta con siete centros educativos fiscales y uno particular; el Colegio Nacional Mixto Omasuyos, de secundaria, el Colegio Nacional Mixto Omasuyos, de primaria, el Colegio Mariscal Santa Cruz, el Colegio José Antonio Plancarte, el Colegio Don Bosco; también Villa Lealtad, la Unidad Educativa Bautista Saavedra, la Unidad Educativa Simón Bolívar, la Unidad Educativa Las Américas y el Centro Educativo Adventista Achacachi, particular.
En lo que respecta al deporte, el municipio cuenta con el Estadio Municipal de Achacachi; es un estadio con césped sintético. Sirve también de sede para los equipos locales, así como para la liga que se realiza cada año; se destaca la Liga de Fútbol de Achacachi. Un grupo de jóvenes voluntarios, oriundos del Pueblo de Achacachi, promueve el deporte en la provincia. En lo que respecta al “sistema de salud”, Achacachi cuenta con uno de los hospitales de la provincia Omasuyus; se trata de un hospital de segundo nivel, el Hospital Municipal Capitán Juan Uriona de Achacachi. Desde el año 1955 prestó servicios de salud el dispensario Materno Infantil Omasuyos, ubicado en plazuela el Carmen; dicho hospital es más conocido con el nombre de Sanidad Pública, para la atención de primeros auxilios. El año 1976 se empezó a construir un hospital de segundo nivel en el lugar denominado Ujikalpata, de la zona Churubamba. La infraestructura cuenta con algunas de las instalaciones requeridas; salas de medicina, pediatría, maternidad, salas de consulta, farmacia, no del todo equipadas; con una capacidad de atención para veinte camas para los pacientes; como se puede comprobar se tiene un equipamiento exiguo para atender la demanda provincial, incluso municipal. El año 2001, se efectuó la remodelación y ampliación del Nosocomio. En la gestión 2008, se implementó un reordenamiento técnico-administrativo, buscando mejorar un poco la infraestructura deficiente. El “sistema de salud” en el municipio está dividido en cuatro áreas: 1 Hospital de segundo nivel, 5 centros de salud y 9 puestos sanitarios en diferentes cantones y comunidades.
En lo que respecta a las actividades culturales, se puede decir que en Achacachi se realizan tres fiestas principales, la de San Pedro y San Pablo, Corpus Cristi y la Fiesta de la Exaltación; esta última es una de las pocas expresiones originales que quedan en danzas, música prehispánica y folklórica. La fiesta de San Pedro y San Pablo se lleva a cabo cada 29 de junio. Es una fiesta de mistis, de la gente mestiza – misti, nacidos de qullas, collas, y españoles, después criollos, que se llaman vecinos. En esta festividad se baila morenada, caporales, danzantis y p’acochis. En Corpus Cristi se bailan mukululus, kjachwiris, chokela, wacawacas; ésta es conocida como una fiesta de campesinos; participan las comunidades de alrededores de la ciudad. Por último, está la Festividad de la Exaltación del Señor, 18 de noviembre, o Fiesta de Obreros; solo bailan la gente dedicada al comercio de la hoja de coca, los sastres, los herreros, los transportistas. En esta fiesta se baila la danza de los incas, diablada, cullawada, mok’ok’aras, potolo, llamerada; también morenos, donde participa la Morenada Juventud San Pedro Residentes de Achacachi, Los “catedráticos”, con su paso militarizado, más conocido como Morenada Los catedráticos.
En lo que respecta a la infraestructura, se está construyendo una terminal de movilidades interprovincial. El año 2011 fue inaugurada una planta procesadora de lácteos, LACTEOSBOL, que después del conflicto de Achacachi, el gobierno ha decidido no culminarla como castigo a la rebelión.
Breve descripción y análisis del conflicto
En Retorno y porvenir de la rebelión escribimos
De acuerdo a información de ERBOL, el presidente del comité cívico de Omasuyos, Elsner Larrazábal, informó a Erbol que la situación del conflicto se agravó ayer tras la decisión del juez de Achacachi de enviar a detención preventiva, al presidente de la Junta Vecinal de esa población, Esnor Condori, a petición del Ministerio Público a instancias del alcalde Ramos. Lazarrábal explicó que la población de Achacachi nuevamente está bloqueada, debido a que el gobierno ha hecho oídos sordos a la población ante el pedido de renuncia del alcalde del MAS, a quien acusan de ejercer una gestión poco transparente. Lamentó que la justicia actúe de manera urgente para encarcelar a Esnor Condori y proteger las irregularidades del alcalde masista, “autor del saqueo de las arcas” municipales, y encarcelar a cinco dirigentes vecinales. “Hemos sido tolerantes, ahora vamos a masificar nuestra protesta. Le hemos dicho a este gobierno, justicia o muerte. A partir de ahora, si el señor Evo Morales quiere diálogo, va a tener que venir a Achacachi, caso contrario nosotros no vamos a entablar diálogo con esos ministros que se han hecho la burla. El señor Cesar Cocarico y Eugenio Rojas que ha mentido al país. Ese ministro que es un ‘mata perros’, no es ninguna autoridad”[2].
El informe de ERBOL continúa:
Aseguró que Achacachi ya no se bloqueará sola, sino que se hará sentir para que el país conozca que Achacachi es un guardián de la democracia. “Tenemos a la cabeza al hermano Felipe Quispe, que ayer ha sido posesionado como máximo representante de la comisión de bloqueo y movilización. En función a ellos pues se determinarán todas las medidas radicales que vamos a asumir; nosotros ya no estamos a la cabeza de asumir cualquier medida. A partir de las 05:00 ellos ya están movilizados y los vecinos se han auto-convocado; están furiosos contra este gobierno porque está agarrando la justicia a la orden de un partido político, para hacer persecución contra los dirigentes”[3].
El informe culmina con el siguiente resumen:
El conflicto de Achacachi se arrastra desde febrero cuando un grupo de vecinos quemaron la alcaldía y la casa del alcalde Ramos en señal de protesta para exigir rendición de cuentas. La autoridad demandó penalmente a los líderes vecinales y desde entonces no gobierna en la sede de sus funciones, sino desde la población Warisata, distante a 9 kilómetros de Achacachi[4].
Felipe Quispe Huanca ha sido posesionado como máximo representante de la comisión de bloqueo y movilización. Cuando lo eligieron como máximo representante de la CSUTCB, en una situación crítica, cuando se encontraban divididos los sindicatos campesinos, en la pugna por el liderazgo entre Evo Morales Ayma y Alejo Veliz, fue una elección acertada, pues emergieron las fuerzas radicales de los Ayllus Rojos, como baluartes de la recomposición del sindicalismo campesino; otorgándole cualidad interpelativa, de lucha y de combate; adquiriendo tonalidades de alcance histórico el proyecto katarista, en su versión aguerrida. En estas circunstancias la CSUTCB se radicaliza y se embarca en el bloqueo indígena-campesino, que sitia a cuatro ciudades del eje central, El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, después de la victoria de la guerra del agua en Cochabamba; en la que se encuentra como protagonista la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida. El bloqueo indígena-campesino revive el sitio de las tropas comandadas por Tupac Katari a la ciudad de Nuestra Señora de La Paz; solo que en esa coyuntura se trataba de cuatro ciudades capitales del eje central o troncal de la economía boliviana.
Se puede decir que estas dos victorias políticas iniciales, de los seis años de la movilización prolongada (2000-2005), deciden el curso siguiente de los acontecimientos. Primero, a pesar de que se tenía que ir, el 2002, hacia una Asamblea Constituyente – propuesta por las organizaciones indígenas, CIDOB y CONAMAQ, Asamblea Constituyente o convocatoria a ella boicoteada por el MAS, que prefirió ir por las elecciones nacionales, sin revisar la Constitución liberal heredada, cuando las victorias políticas exigían, más bien, cambiar las reglas del juego electoral – y, en vez de esto, se van a las elecciones nacionales del 2002; se conformaron las condiciones subjetivas, derrumbadas las estructuras psicológicas y simbólicas de la dominación, para que una opción cercana a la movilización gane las elecciones. La victoria política de los movimientos sociales se convirtió en ratificación electoral.
Segundo, cuando el MAS ya convertido en segunda fuerza del Congreso, se develaron temprano sus inclinaciones conciliadoras; se propuso modificar los términos de intercambio de la renta hidrocarburífera El MAS propuso la distribución del 50%, a diferencia de la propuesta de la “derecha”, que se afincó en el 32% para el Estado. Esto contrasta notoriamente con la propuesta popular emergida de la guerra del gas, de la victoria política de la ciudad de El Alto, denominada Agenda de Octubre, que se planteó la nacionalización de los hidrocarburos. Sin embargo, a pesar de estas inclinaciones conciliadoras del MAS, se impuso la voluntad de los movimientos sociales victoriosos, la voluntad de la movilización prolongada.
Tercero, la guerra del gas, que estalla cuando coinciden las luchas de las juntas de vecinos de El Alto contra las medidas de la Alcaldía conocidas como Maya y Paya – una referida al impuesto a los inmuebles, la otra referida al catastro – y la lucha de los sindicatos del Altiplano, concretamente de la provincia de Pucarani, en contra el apresamiento y encarcelamiento de dirigentes que llevaron a cabo y apoyaron la justicia comunitaria contra ladrones de ganado. Como dijimos en Largo octubre[5], es cuando la estructura de larga duración de la guerra anticolonial indígena y la estructura de mediana duración de la lucha nacional-popular coinciden, se encuentran, se refuerzan y entrelazan. Desde entonces, la marcha de los acontecimientos, las victorias populares, son incontenibles.
Es en este contexto histórico-político que debemos situar e interpretar el efecto de la elección de Felipe Quispe como máximo dirigente de la CSUTCB. Ahora, Felipe Quispe vuelve a ser elegido como máximo representante del bloqueo y la movilización de Achacachi, como dice el dirigente Larrazábal, en defensa de la democracia. Si hacemos un paragón, podemos sugerir que este hecho anuncia un cambio en los ritmos y las tendencias inherentes al proceso político, denominado “proceso de cambio”, que de cambio tiene la de la regresión, primero, y después, de la decadencia. Anuncia el punto de inflexión del que hablamos más arriba.
La movilización prolongada en Bolivia (2000-2005) asombró al mundo por su vitalidad, persistencia, por la acumulación de fuerzas; además, por abrir otros decursos de la lucha anticapitalista y anticolonial, compartiendo el horizonte de apertura con lo que venía acaeciendo desde el levantamiento zapatista (1994) contra el Tratado de Libre Comercio de Norte América. Iniciando una nueva generación de luchas anticapitalistas, anticoloniales y antimodernas; mostrando más alcance y más profundidad histórica que la lucha proletaria contra el capitalismo; pues ésta se había circunscrito en los horizontes de la modernidad y no llegaba a ser anti-colonial, en pleno sentido de la palabra.
El problema aparece cuando los que se suben a la cresta de la ola, en circunstancias aprovechables, desvalorizan, banalizan, debilitan y vacían todo este acontecimiento histórico-político-social-cultural, que fue la movilización prolongada. Cuando convocan a una Asamblea Constituyente desde el Congreso, reduciéndola a la condición de derivada, cuando ya la insurrección popular victoriosa la había convocado antes, como corresponde, en lo que respecta al poder constituyente; haciendo esta convocatoria insurreccional originaria a la Asamblea Constituyente. Cuando convierten la Asamblea Constituyente en un escenario donde se prolonga el ejecutivo, es decir, el poder constituido, tratando de someter a sus criterios a la Asamblea Constituyente, queriéndola volver una Asamblea Constituyente des-constituyente y sumisa. Por la envergadura de la Asamblea Constituyente, el país, con sus diversidades, localismos, territorialidades, lenguas, espesores, estaba ahí. No se podía eludir esta experiencia intensa del mirarse, olerse, conocerse. Además, la mayoría absoluta o más de la mayoría absoluta estaban como representación de las mayorías populares, indígenas, campesinas y urbanas. Sin embargo, en vez de dejar fluir el poder constituyente, el ejecutivo y el MAS buscaron, por todas las formas y maneras, controlar la Asamblea Constituyente[6].
El ejecutivo condujo a las dos crisis que casi le cuestan la vida a la Asamblea Constituyente, que podía acabar con muerte prematura; la crisis de los 2/3, la aritmética de las decisiones, establecida por la misma convocatoria a la constituyente, por parte del Congreso; y la crisis de la “Capitalía”. Si se salvó la Asamblea Constituyente fue por el estoicismo de los y las constituyentes, que se mantuvieron firmes. El texto que finalmente se redactó, no corresponde al bodrio presentado por las 21 comisiones, en su mayoría manoseadas por el ejecutivo; sino gracias al documento del Pacto de la Unidad, de las dos organizaciones indígenas y las tres organizaciones campesinas, además de otras organizaciones sociales de menor demografía. Este documento fue la base para la redacción de un texto coherente, que retome la configuración del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Los encargados de redactar, se basaron en el documento del Pacto de Unidad, que era un mandato de las organizaciones sociales, al que hizo caso omiso el MAS. Los redactores tuvieron el buen juicio de convertir en transversales el Estado plurinacional, los derechos de las naciones y pueblos indígenas, la articulación de las generaciones de derechos, derechos civiles y políticos, derechos sociales y del trabajo, derechos colectivos, derechos de la Madre Tierra. La comisión técnica-jurídica de constituyentes revisó el documento y lo mejoró. Este es el documento que finalmente se aprobó en Oruro. Empero, para que vuelva a intervenir el ejecutivo, convirtiendo al Congreso en “constitucional” – avasallando la prerrogativa al poder constituyente, es decir, a la Asamblea Constituyente -, para revisar el texto constitucional. Es ahí donde se efectúan modificaciones conservadoras, regresivas; empero, que no afectaron al núcleo de la estructura de la Constitución.
El ejecutivo no se da cuenta del alcance de la Constitución hasta el conflicto del TIPNIS; es cuando se siente amarrado, atado de manos, por una Constitución que le pone obstáculos a su proyecto extractivista colonial del capitalismo dependiente. Esta es la razón por la que el vicepresidente quiere hacer una reforma constitucional, para favorecer el proyecto extractivista y del Estado rentista, para favorecer las exigencias de las empresas trasnacionales extractivista.
Sin embargo, no ha sido óbice, la falta de reforma constitucional, para que los gobernantes y congresistas oficialistas desmantelen la Constitución, pues en los hechos o en la práctica el oficialismo la ha ido desmantelando, con consecutivas vulneraciones, que con sarcasmo y grotescamente las denomina como “constitucionales”. Ahora precisamente nos encontramos con dos de sus sistemáticas violaciones a la Constitución, una respecto al TIPNIS y otra respecto a Achacachi. Acostumbrado el gobierno a maniobrar, a usar la supuesta astucia criolla, que más de astucia tiene de torpeza, de forcejos, considera que también en estos casos se va imponer. Pero, se equivoca; ya le mostró la VIII marcha indígena en defensa del TIPNIS y de la vida lo que puede el coraje de los pueblos indígenas; ya le está mostrando Achacachi lo que puede el coraje del legendario pueblo de Achacachi. Falta que el pueblo boliviano apoye a estas resistencias y luchas contra el despotismo de la forma de gubernamentalidad clientelar[7].
Boceto de interpretación de algunas dinámicas moleculares
Como en todas las sociedades, pueblos, poblaciones, locales y nacionales, los ejes dinámicos se dan en lo que Agnes Heller llama vida cotidiana. La peculiaridad propia radica en la singularidad de desenvolver la vida cotidiana; esto depende del modo de asumir los bienes de consumo y en la manera de configurar las expectativas. Así como de las formas de responder a los desafíos del contexto y de las coyunturas; podrimos decir, las formas concretas de dar lugar a la reproducción social. También se podría hablar de las estrategias o quizás, mas bien, hábitos heredados de conformar entornos sociales, donde entran redes de filiación y estructuras de alianzas. Como dice Levi Strauss, la cultura tiene que ver con las maneras de la mesa, dicho de otro modo, con la cocina y la alimentación. Siguiendo al antropólogo estructuralista, podríamos decir que también tiene que ver con las estructuras simbólicas y las estructuras mitológicas; en términos modernos, con los imaginarios colectivos. Así mismo, debemos hablar de las maneras del aprender social; es decir, del asumir la experiencia social y la memoria social.
Por otra parte, los tejidos sociales y territoriales entre la ciudad de Achacachi y sus entornos rurales, por así decirlo, en leguaje sociológico, como también con el resto de los municipios de las provincias, sin olvidar sus hilados con la ciudad de La Paz y la ciudad de El Alto, dan lugar a composiciones sociales y culturales, así como organizacionales y políticas, singulares. Al respecto, si bien, las investigaciones sociológicas de las décadas de los ochenta y noventa, del siglo pasado, han visualizado la oposición relativa, entre vecinos y comunidades campesinas, no se puede asumir esta mirada e interpretación como completa, mucho menos generalizarla. La complejidad social se conforma en múltiples planos de intensidad, en espesores dinámicos, en integraciones singulares concretas, dependiendo de las coyunturas. Es pretensioso y necio querer interpretar las relaciones de una ciudad intermedia como Achacachi con sus entornos de comunidades desde aquél enfoque sociológico. El substrato histórico cultural y lingüístico aimara, que se combina con el substrato cultural-territorial, condicionan, por así decirlo, la integración de los tejidos sociales locales, de tal manera, que entre comunidades y pueblo se dan flujos dinámicos de movimiento, sobre todo, filiales y de alianzas.
Por lo que hemos expuesto, lo que nos interesa tocar, por ahora, es el eje político-cultural, que se teje en las formas de reproducción social y en las formas producentes sociales de Achacachi. Vamos a hacer una primera anotación, apuntando a los dos substratos mencionados, considerados como parte de los espesores del presente. Esta anotación corresponde a una primera hipótesis interpretativa y de prospección, relativa al boceto que queremos brindar.
Eje político-cultural
Se trata, en la simultaneidad dinámica, del señorío aimara o, mejor dicho, señorío qulla o colla. No se trata solo de lo que la antropología de fines del siglo pasado definiera como identidad, ya sea entendida como cultural, lingüística, incluso como la sociología definía como nación, sino de tejidos sociales comunitarios, culturales y territoriales. No parece ser apropiado lo que la historia y la etnohistoria denominó como señorío, proyectando significados nominativos y conceptuales europeos; sin embargo, como se usa en el lenguaje de las descripciones mencionadas, usaremos este término, con fines ilustrativos y de exposición. Entonces, se trata de substratos históricos-culturales-territoriales que condicionan y conforman composiciones y combinaciones singulares en los distintos presentes.
En los espesores de la coyuntura, la proyección del señorío aimara se manifiesta en la rebelión del Pueblo de Achacachi. Lo hace contra la forma de gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta. ¿Qué es lo que se repite como diferencia en la rebelión del momento? ¿La resistencia a la expansión inca? ¿La resistencia a la conquista y la colonia? ¿La resistencia a la incorporación republicana? ¿La resistencia a la ex-vinculación, es decir, a la apropiación y privatización de tierras comunitarias de origen? ¿La resistencia a la expansión liberal de las haciendas, a costa de tierras comunitarias de origen? ¿La resistencia y participación en la guerra federal? ¿El perfil propio durante el período de la Revolución Nacional de 1952? ¿La resistencia a la dictadura militar y el apoyo a la demanda campesina del valle, que derivó en una masacre? ¿La resistencia al proyecto neoliberal y la participación en la movilización prolongada, particularmente en el bloqueo indígena-campesino del 2000? ¿La resistencia al “gobierno progresista” y a la versión folclórica del Estado plurinacional, que no es más que el mismo Estado-nación, solo que barnizado con términos demagógicos y apropiación de símbolos de las luchas de las naciones y pueblos indígenas-originarios? Todos estos momentos constitutivos se hacen presentes, en nuevas composiciones y combinaciones en los espesores de la coyuntura.
Ahora bien, hemos mencionado, mas bien, dinámicas molares, y no dinámicas moleculares. Hemos referido a las dinámicas moleculares, mas bien, vinculadas a la vida cotidiana. Sabemos que no es solo la vida cotidiana la incumbencia de las dinámicas moleculares, pues, éstas sostienen a las dinámicas molares, en todas las formas en que éstas aparecen y se manifiestan. Entonces, en la estructuración, se dan efectos de masa, conformación, de las dinámicas molares mencionadas, de carácter político; si se quiere, se dan dinámicas moleculares singulares, que sostienen al desplazamiento y desenvolvimiento de las dinámicas molares políticas y culturales. Éstas dinámicas moleculares tienen que ver con asociaciones y composiciones, por lo tanto, relaciones y prácticas moleculares de índole transgresor de la vida cotidiana.
Al respecto, hemos configurado estos espaciamientos, mejor dicho, estos espacio-tiempos-territoriales-sociales, como relativos a la sociedad alterativa, que desborda y hace de substrato de la sociedad institucionalizada. Entonces, es como si se hicieran visibles y patentes estos agenciamientos cuando la crisis política, social y económica abre boquetes en la niebla ideológica e institucional.
Algunos de los agenciamientos transgresores de la vida cotidiana de estas dinámicas moleculares sociales tienen que ver con emotividades desatadas por prácticas gubernamentales, sean municipales o nacionales. Emotividades compartidas por personas y grupos, por organizaciones sociales, en los ámbitos circunscritos a fracciones geográficas de lo micro-social. Estas emotividades son interpretadas colectivamente y compartidas socialmente, mediatizadas por estructuras de las organizaciones sociales, ya no solo en su dimensión micro-social, sino en la extensión social local. Al acaecer esta fenomenología de la percepción colectiva, lo plural y múltiple molecular adquiere efectos de masa, adquiere formas molares.
Lo que llamamos comúnmente movilización social o movimiento social corresponde precisamente a esta fenomenología de la percepción social, de la emotividad social convertida en discurso y acción colectiva.
En lo que respecta a la rebelión de Achacachi, la dinámica integral molecular-molar ya ha adquirido carácter de interpelación política y de movilización anti-sistémica.
Para decirlo en los términos de la interpelación político-cultural y en el discurso histórico-político, el señorío aimara en metamorfosis como nación aimara se levanta desde el epicentro del conflicto, convocando a la nación aimara y al pueblo boliviano.
La proyección de esta convocatoria adquiere, en la coyuntura, las formas de un perfil singular, sobre todo, a partir de la Declaración de Achacachi-TIPNIS. Se trata de un llamado en defensa de la democracia, de la Constitución, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, de los derechos civiles, políticos, sociales, colectivos, del pueblo plural y múltiple, de los derechos de la Madre Tierra, de la defensa de la vida.
En este sentido, la nación aimara quiere aglutinar a las naciones que contiene el plural y múltiple pueblo boliviano.
Dinámicas sociales en el TIPNIS
Breve descripción ecológica del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure
En La guerra de la Madre Tierra I escribimos:
De acuerdo a fuentes de investigación científica sobre la biodiversidad[8]el TIPNIS es el corazón de la producción de agua de Bolivia (el 5to país con mayores reservas de agua dulce del planeta). La interpretación de esta situación y esta condición del TIPNIS, como ecosistema y como articulación de ecosistemas y circuitos climáticos, se la describe de la siguiente manera:
La peculiar configuración geográfica de la cordillera de los andes en nuestro país; en el llamado codo de los Andes la cordillera hace una inflexión y en lugar de ir de sur a norte va de oriente a occidente. Los contrafuertes andinos reciben los vientos que provienen de la Amazonia (barlovento) recogiendo la humedad de la evapotranspiración de la biomasa boscosa; estos vientos se elevan cambiando de curso, se enfrían, forman nubes (cúmulos cumnuloninmbus) que se precipitan en ese lugar en un circuito permanente de lluvia que es el factor más importante de generación de biodiversidad. También las masas de nubes pasan al otro lado de la cordillera hacia los valles secos de Cochabamba y mesotérmicos de Santa Cruz dando lugar a bofedales, lagunas y cursos de agua responsables de la relativa humedad de algunos de estos valles productivos. Estas lagunas además de proveer agua (ejemplo Misicuni) también proveen energía hidroeléctrica (ejemplo Corani). Las nubes que atraviesan la cordillera también son responsables de la biodiversidad de los bosques de altura (ejemplo La Siberia en al camino antiguo Santa Cruz-Cochabamba) que forman cursos de agua para los valles de Santa Cruz (ejemplo Comarapa).
La conclusión del análisis de los mapas climáticos que saca la fuente mencionada es categórica:
En fin, queda claro que existe un serio riesgo climático en estas dos regiones (cuenca del rio Mamoré) y valles de Cochabamba, si se da un proceso de deforestación en los bosques amazónicos del sub-andino. Dicho proceso de deforestación es, honestamente, imposible de ser evitado si se dan asientos de colonización en la carretera, ya que la cultura de la tala y quema seguramente podrá ser erradicada en un número de años no menor a los requeridos para deforestar el 80% del bosque tropical que está en la región que tratamos.
Otra conclusión que saca el análisis científico es ilustrativa:
Por otro lado, será importante saber que la cantidad de suelo anegadizo en la región del trazo que cruza el TIPNIS es tan grande que hasta la mejor ingeniería va a tener serios problemas para su ejecución. Esta demás decir que el trazo por el lado oriente es sobre suelo más fijo y de mejor transitabilidad[9].
Breve descripción del conflicto
El conflicto del TIPNIS es descrito en La guerra de la Madre Tierra I de la siguiente manera:
¿Qué podemos decir al respecto? En relación a este análisis y descripción de las condiciones, pero también de las probables consecuencias si se produce el quiebre del Territorio y Parque Isiboro-Sécure, queda claro que la defensa del TIPNIS es no sólo responsabilidad de las comunidades de las naciones y pueblos indígenas originarios que lo habitan, sino también de todos los bolivianos y bolivianas conscientes del problema y la problemática, de todos los bolivianos y bolivianas que aprobamos la Constitución Política del Estado. El TIPNIS es el corazón de la producción de agua de Bolivia, no hay dónde perderse, si se ejecuta el proyecto extractivista, el proyecto IIRSA, la vinculación transoceánica, conllevando el desplazamiento e invasión cocalera, no sólo se terminará desforestando, degradando y destruyendo uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad del planeta, sino que también se habrá quebrado el corazón de la producción de agua, se habrá cortado con la articulación de los ciclos del agua conectados a los ciclos climáticos, a los ciclos del suelo, a los ciclos de los bosques, a los ciclos de reproducción de la vida. Cochabamba disminuirá progresivamente su régimen hidrológico y con el pasar del tiempo quedará sin agua, cambiando los climas de los grandes entornos geográficos y regionales del TIPNIS. Se entiende que, a mentalidades desarrollistas, extractivistas, modernistas e industrialistas, estas consecuencias les preocupo poco, si no es que nada, pues ellos miden los costos y beneficios en términos monetarios, en términos de la brutal y reducida contabilidad capitalista. En sus imaginarios colonizados no entran para nada los costos ambientales, los costos ecológicos; ahora sabemos que no les interesa para nada los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. ¿Qué es el desarrollo para estas mentalidades? Podemos interpretar que se trata del goce inmediato compulsivo de la ilusión dineraria; estos tardíos burgueses internacionalizados no llegan a un diseño estratégico de dominación; al contrario, se supeditan a potencias, a las estrategias de estas potencias, creyendo que, del rebalse de las ganancias de la acumulación ampliada de capital, a escala mundial, les va tocar una parte. No son solamente ilusos, sino que también expresan la consciencia desdichada de las burguesías tardías y periféricas. El desarrollo al que apuestan es el desarrollo capitalista, que se da en escala mundial; este “desarrollo” produce “subdesarrollo” y dependencia en la periferia del sistema-mundo capitalista. Estos gobernantes al servicio de estrategias hegemónicas y de dominación a escala mundial, esta lumpenburguesía, como la llamaba André Gunder Frank, no son otra cosa que dispositivos y agenciamientos de los diagramas de poder, de los mapas de fuerza, de la dominación global del capitalismo contemporáneo.
El conflicto del TIPNIS ha puesto en evidencia los nuevos frentes políticos, sociales, económicos y culturales, frentes dibujados en la coyuntura crítica del proceso; por un lado, defendiendo los derechos de la Madre Tierra, están las naciones y pueblos indígenas originarios, sobre todo los movimientos y organizaciones propiamente indígenas, constatados en sus formas de organización, formas de representación, mandos rotativos, normas y procedimientos propios, instituciones ancestrales y cosmovisiones nativas; estas naciones y pueblos están apoyados por nuevos movimientos juveniles y urbanos, también por históricos movimientos como los regantes[10], los guerreros del agua y los guerreros del gas. Por otro lado, apoyando el trazo de la carretera por el TIPNIS, están las organizaciones campesinas, organizadas en sindicatos (CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB); todo el conglomerado campesino, de alguna manera conducido por las federaciones cocaleras. Todo este conjunto, más o menos cohesionado, también diferenciado y plural, así mismo abigarrado, que fue parte del llamado “bloque popular”, ahora se encuentra llevando al ascenso desbocado a una nueva burguesía emergente, de nuevos ricos y nuevos intermediarios en los circuitos de capital, mercancías, transgénicos, contrabandos, tráficos, incluyendo los del narcotráfico. Lo hace en el desplazamiento constante hacia alianzas inesperadas con los agroindustriales de Santa Cruz, la burguesía intermediaria, la banca, las empresas trasnacionales de los hidrocarburos y la minería, las empresas constructoras brasileras y el gobierno brasilero.
Tomando en cuenta este mapa de fuerzas, respecto a lo que decimos y afirmamos, vamos a respaldarnos en el análisis que hace Enrique Ormachea, Investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), quien hace una ilustrativa descripción de la dinámica estructura de clases en la coyuntura, lo que nos permite elucidar el carácter de la lucha de clases y de la guerra descolonizadora en el momento de la crisis del proceso. Enrique Ormachea escribe:
Una buena parte de los cocaleros son ya campesinos ricos o acomodados porque obtienen ganancias gracias a la apropiación de trabajo ajeno, pues producen normalmente con el concurso de peones asalariados. Por el contrario, los indígenas yuaracarés, moxeños y chimanes que habitan en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) –y la mayor parte de los indígenas de las tierras bajas– además de realizar actividades agrícolas en chacos que usufructúan individualmente y que combinan con otro tipo de actividades económicas vinculadas con el mercado (como la extracción de recursos forestales y la elaboración de artesanías), normalmente se ven obligados a vender temporalmente su fuerza de trabajo a ganaderos, madereros y a los propios cocaleros para asegurar su medios de subsistencia. En este sentido, mientras los primeros son pequeños y hasta pequeñísimos capitalistas, los segundos son mayoritariamente semiproletarios[11].
Esta descripción es importante pues nos ubica de lleno en la relación social, en la relación de dominación de un conglomerado social sobre otro, de una dinámica bullente de monocultivo, agrícola, comercial, encaminada a la expansión de la frontera agrícola, de la comunicación carretera y caminera, sobre otra dinámica, apegada al territorio, a las normas y procedimientos propios, a las instituciones ancestrales, a la búsqueda de un proyecto alternativo al desarrollo y a la modernidad, que actualice las comunidades ancestrales, sus manejos territoriales y de bosques, combinándolos con formas de organización emergentes y en la perspectiva establecida en la Constitución, perspectiva traducida como la del vivir bien. Lo que fue el “bloque popular”, que se coaligó y expulsó a la mega-coalición neoliberal, terminó mostrando su composición diferencial y ha terminado de manifestar las contradicciones inherentes rápidamente, justo en el momento de transición hacia el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Esta abertura y quiebre del “bloque popular” evidencia la existencia de proyectos distintos, dicotómicos y contradictorios; un proyecto capitalista, desarrollista, extractivista, dependiente, articulándose al reacomodo de las estructuras y formas de intercambio en la geopolíticas del sistema mundo capitalistas; otro proyecto emergente, nacido de las entrañas de las luchas sociales contra el neoliberalismo y de las entrañas de la guerra anticolonial y descolonizadora de las naciones y pueblos indígenas originarios, que ha expresado su horizonte civilizatorio en la Constitución, en tanto Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, en tanto economía social y comunitaria, en tanto modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, la modernidad y el desarrollo.
Los dos proyectos no pueden coexistir en el proceso, son opuestos; uno se coloca en la continuidad de la misma civilización moderna, capitalista, desarrollista y extractivista; el otro apunta a abolir esta civilización, abriendo la posibilidad civilizatoria alternativa, haciendo emerger configuraciones culturales inhibidas por los colonialismos y los capitalismos, actualizándolos y combinándolos con formas autogestionarias y solidarias contemporáneas. Este proyecto se opone abiertamente al desarrollismo y al extractivismo, se encamina más bien a restaurar las complementariedades dinámicas con los ecosistemas, seres, ciclos vitales interrelacionados e integrados en las formas complejas de reproducción de la vida. No debe sorprendernos entonces los conflictos que se dan entre el gobierno y las naciones y pueblos indígenas originarios, pues el gobierno se ha convertido en la expresión política e institucional del proyecto de continuidad capitalista, desarrollista, extractivista y de monocultivos. ¿Por qué ha sucedido esto?
La contradicción era latente, solo que no tuvo las condiciones de posibilidad para mostrarse; una cosa era luchar contra los gobiernos neoliberales y el proyecto neoliberal en curso y otra cosa es abolir el Estado-nación, construir el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, en la perspectiva del modelo civilizatorio del vivir bien, que se basa en el respeto de los derechos de los seres, componentes y ciclos vitales de la Madre Tierra. En lo que fue el “bloque popular” hay clases sociales que no están dispuestas a abandonar las formas de monocultivo, menos la producción de coca, también de cocaína, no están dispuestas a renunciar a la expansión de la frontera agrícola a costa de los bosques y ecosistemas, no están dispuestas a renunciar a las ganancias y, sobre todo, a las ganancias fáciles, tampoco van a renunciar a una compulsión individual por la tenencia de la tierra, aunque esto implique violar la Constitución.
La CSUTCB ha desarrollado un anteproyecto de Ley que contempla la desaparición de las TCOs porque las considera “latifundios”, también contempla la redistribución de la tierra de forma individual, contraviniendo a la Constitución, que establece la reversión de tierras a comunidades indígenas y campesinas de forma colectiva. Sorprende que en las argumentaciones justificadoras del anteproyecto se ventilen calificativos de “terratenientes” para los indígenas que habitan las TCOs, llama la atención que se olviden de los latifundistas y terratenientes históricos, contra los que se había tenido una larga lucha, precisamente por la reforma agraria. ¿Qué pasa? ¿Otros son los enemigos? Ahora son los indígenas, las naciones y pueblos indígenas, sus organizaciones, sus formas colectivas de propiedad, sus gestiones territoriales ancestrales. Ahora, en cambio, los campesinos son aliados los latifundistas y terratenientes históricos, los agroindustriales, los soyeros, que emplean transgénicos, los empresarios, pues ellos, así como los campesinos, persiguen la continuidad del mismo modelo capitalista, desarrollista, extractivista. Ahora las alianzas son otras y los frentes de la lucha son otros.
El conflicto en torno al TIPNIS es demostrativo por poner al descubierto de una manera descarnada estas contradicciones:
Acicateados entonces por sus crecientes motivaciones de acumulación, los cocaleros del trópico de Cochabamba se han visto en la necesidad de acrecentar sus propiedades, lo que implica expandir la frontera agrícola. Sin embargo, esta expansión sólo puede darse hacia dos zonas claramente definidas. Por un lado, hacia el TIPNIS y, por otro lado, hacia el departamento de Santa Cruz; esta última opción implicaría avanzar sobre tierras que ya están ocupadas tanto por otros colonizadores (buena parte de ellos también campesinos ricos) como por pequeñas, medianas y grandes empresas capitalistas agrícolas y ganaderas articuladas a la agroindustria[12].
Al respecto y de una manera contextual, Mayari Castillo y Anahí Durand, escriben en Identidades, etnicidad y racismo en América Latina, que:
En primer lugar, la economía de la coca, aunque no reconocida oficialmente, genera una porción importante del PIB de Bolivia. Durante la peor crisis económica, la economía ilegal de la coca permitió sustentar la aplicación de los ajustes estructurales, siendo válvula de escape de la pobreza y un nuevo espacio laboral para los ex mineros de las recién cerradas minas de la COB (Lanza, 1999). De la misma manera, frente a una economía con crecimiento estancado o negativo y uno de los índices de pobreza más altos de América Latina, la cooperación internacional radicada en Bolivia constituía una importante fuente de ingreso. En los últimos doce años, Bolivia recibió por concepto de asistencia financiera oficial cerca del 11% del PIB. Sumado a los aportes de agencias privadas, ONG y otros, la cifra se eleva a un 15% (Grebe, 2002). También pudo reprogramar su deuda financiera gracias a los recursos donados por Europa y, hasta hace poco, recibía financiamiento de organismos multilaterales como el Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento, además de financiamiento de carácter bilateral desde Japón, Estados Unidos, Alemania y Países Bajos. La mayor parte de estos apoyos estaban condicionados al cumplimiento de metas sobre control del narcotráfico, incluyendo la erradicación del cultivo de la hoja de coca. Por ello, la resistencia cocalera al cumplimiento de metas otorgaba al conflicto una importancia nacional[13].
Los investigadores nos dejan en este dibujo panorámico y de evaluación del movimiento cocalero determinados perfiles de la problemática; primero se habla de una economía de la coca, una economía subterránea, que sostiene parte del funcionamiento de los circuitos económicos. Segundo, que, con el propósito de erradicación y sustitución de los cultivos de coca, la cooperación internacional ha financiado programas de apoyo a la diversificación de la producción agrícola, así como programas de interdicción. Todo esto puede considerarse también como parte de las inyecciones monetarias al campo económico boliviano, incidiendo en la formación de su Producto Interno Bruto (PIB). En otras palabras, la economía de la coca forma parte de la realidad, como uno de sus niveles, en la compleja sedimentación de sus ámbitos, mundos paralelos o colaterales. Esta economía de la coca es tan importante que no sólo dibuja circuitos, recorridos, articulaciones con otros niveles económicos, sino que también ha terminado constituyendo sujetos sociales, subjetividades e imaginarios, incluso instrumentos políticos y electorales, además de lograr catapultar a las Federaciones Cocaleras por parte del gobierno. Se sabe que por lo menos dos ámbitos territoriales campesinos están articulados a la economía de la coca, Los Yungas y El Chapare, además de otros territorios de expansión, comprendiendo otras zonas más circunscritas y dispersas, que fueron tradicionales en el cultivo de la hoja de coca, como el caso de Apolo e Inquisivi; también hay que considerar la irradiación espacial de la economía de la coca en relación a otros circuitos comerciales y flujos dinerarios, de mercancías y migraciones. También sabemos que la economía de la coca ha estado articulada a la historia económica de la Audiencia de Charcas y de los periodos republicanos; el ciclo de la economía de la plata, el ciclo de la economía del estaño y, también, aunque de un modo más indirecto y con muchas mediaciones, al actual ciclo de la economía de los hidrocarburos. La economía de la coca ha formado parte entonces de las estructuras económicas, de sus flujos, circuitos y recorridos.
Por otra parte, podemos abrirnos a la comprensión de las estrategias diferenciales, plurales, cíclicas y rítmicas de las economías campesinas, atravesadas por complementariedades, reciprocidades, también por transformaciones del ayni y la mink’a, como formas de relación por servicios y especies, por un lado, y por trabajos y dinero, por otro. Comprender también que las formas de organización son complejas, variadas, expansibles o contraíbles, dependiendo de la forma como se relacionan las unidades domésticas con las familias, con las estructuras familiares, comprendiendo edades, género y generaciones. Así mismo tener en cuenta las diferentes prácticas de los vecinos respecto a las prácticas combinadas de los pueblos y comunidades. Todo esto nos muestra una combinación rica de estrategias y de estructuras, de composiciones y de ritmos cíclicos, dependiendo del producto, de las interrelaciones entre productos, dependiendo también del lugar y del momento. Las economías campesinas son configuradas por racionalidades alternativas y colaterales a la racionalidad moderna y eficaz del cálculo del costo y beneficio. En otras palabras, es imposible comprender las estrategias campesinas a partir de la reducida contabilidad económica. Se trata de otras racionalidades, que funcionan flexiblemente, dúctilmente y en combinaciones abiertas[14]. Empero, algo que podemos compartir con cierta certeza es que, de todas maneras, se trata de economías articuladas al mercado y a los vaivenes del mercado, por lo tanto, a los movimientos de los precios de los productos. Ahora bien, un cultivo y producto altamente rentable es la coca, incluso en momentos de bajos precios; esto debido a los rendimientos, sobre todo a las cosechas que se dan al año. Lo que decimos vale mucho más cuando los precios de la hoja de coca suben estrepitosamente, debido a factores externos de extrema imponderabilidad, como la debida al comercio del narcotráfico, sobre todo de la cocaína.
Bajo estas consideraciones es posible una hipótesis en relación a la expansión estrepitosa de los cultivos de la hoja de coca, incluyendo la invasión a los parques y territorios indígenas. Es tan gravitante el comercio de la cocaína, tal la incidencia de sus circuitos, de su capacidad de irradiación, de su fuerza financiera, de sus múltiples estratégicas de tráfico, que se ha convertido en el núcleo explicativo de la propia economía de la coca, por lo tanto, no sólo de los circuitos y de la acumulación sino de la expansión compulsiva del monocultivo.
Independientemente de cualquier pretensión moral o de pose artificial sobre la problemática de la cocaína, pretensión y pose falsa de las potencias, de NNUU y de la cooperación internacional, lo que importan es comprender claramente el conflicto suscitado en torno al TIPNIS, así como los conflictos que se han dado sucesivamente, contiendas anteriores y en perspectiva, repetidos intermitentemente, colisiones del gobierno con las naciones y pueblos indígenas originarios, desde la aprobación de la Constitución; lo que importa es comprender el conflicto a partir de las fuerzas involucradas, de las tendencias, de los proyectos inherentes. La economía de la coca forma parte de la economía de la cocaína y la economía de la cocaína forma parte de las economías del sistema-mundo capitalista. Una apuesta por la expansión del monocultivo de la coca forma parte de la expansión compulsiva de la economía de la cocaína y obviamente de la acumulación ampliada de capital en la economía-mundo capitalista. Apostar por esta salida, se lo haga abiertamente, como en el caso de las decisiones prácticas que toman los cocaleros, o veladamente, haciendo como si no se viera nada, como ocurre con el comportamiento del gobierno respecto a esta problemática, no importa, pero apostar por esta salida significa la continuidad del modelo capitalista, desarrollista extractivista y dependiente, ahora atravesado por la economía política del chantaje, es decir por la economía de la cocaína, como una de sus formas. Este proyecto continuista se enfrenta abiertamente al otro proyecto, nacido de las entrañas de las luchas sociales y de la guerra anticolonial y descolonizadora, expresada plenamente en la Constitución. Este modelo es el del vivir bien, modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Este modelo se basa en la condición plurinacional, en la condición comunitaria, en la condición autonómica y en la condición intercultural, por lo tanto, este modelo se basa en las cosmovisiones indígenas y en la reconstitución de los territorios ancestrales, actualmente habitados, como reza la Constitución. Este modelo supone un descentramiento radical del antropocentrismo, desplazándose al reconocimiento de la condición vital de los otros seres que componen la Madre Tierra, reconociendo su condición de sujetos y reconociendo sus derechos. Esta concepción está plasmada en el Proyecto de Ley de la Madre Tierra – elaborado por el Pacto de Unidad, antes de su ruptura, y desmantelado por el “gobierno progresista” y presentada como un Frankenstein en una grotesca simulación denominada Ley de la Madre Tierra y del Desarrollo Integral -. El conflicto del TIPNIS está expresando entonces la guerra de dos proyectos opuestos, antagónicos, de modelos encontrados, uno el capitalista y moderno, el otro alternativo al capitalismo y la modernidad. Hay una lucha de clases y una guerra anticolonial y descolonizadora en curso, con sus sujetos sociales, sus organizaciones, sus instituciones opuestas, incluso con sus diferentes formaciones discursivas en franco y abierto debate.
Volviendo al análisis de Enrique Ormachea, podemos dimensionar los alcances concretos del conflicto en torno al TIPNIS. Entonces el conflicto específico, en el territorio, en los límites del parque y en el interior del parque, en el llamado “Bloque Siete”, que es la zona de avasallamiento del parque por los colonizadores, es entre comunidades indígenas y colonizadores, comunidades indígenas y cocaleros. En el documento citado se escribe:
Si en algo hacen hincapié los indígenas cuando plantean la defensa del TIPNIS es en el tema de la expansión cocalera y sus efectos. No les faltan razones. En el Gobierno de Evo Morales se les ha recortado alrededor de 145 mil hectáreas que acabaron siendo dotadas a cocaleros que habían ocupado estas tierras de hecho, al aprobar un título final de propiedad colectiva de 1.091.656 hectáreas frente al título ejecutorial concedido en 1997 que ascendía a 1.236.296 hectáreas[15].
La legitimación del avasallamiento ya muestra el sentido del gobierno, de sus políticas en relación a la tierra y al territorio, en relación de lo que respecta a las áreas protegidas y territorios indígenas. El gobierno responde en primer lugar, en el plano afectivo y de los compromisos orgánicos, a las federaciones cocaleras, también a las organizaciones de colonizadores, llamados ahora “interculturales”, que ya cuenta con más de un millón de afiliados, así mismo responde a los compromisos sindicales con las organizaciones campesinas, constituidas en la CSUTCB y en la Confederación de Mujeres Campesinas, las conocidas como “bartolinas”; en segundo lugar, ya en un plano político, responde a la continuidad del proyecto capitalista, desarrollista, extractivista, dependiente, otorgándole un carácter popular al proyecto; en tercer lugar, ya en un plano estratégico o geopolítico, el gobierno está supeditado a la irradiación de la política expansionista y hegemónica del Estado brasilero; en cuarto lugar, ya en un plano de las complicaciones de las que no puede zafarse, atado a las herencias de las lógicas de poder persistente, responde a los condicionamientos de las empresas trasnacionales, tanto de los hidrocarburos como de la minería; en quinto lugar, ya en el plan de las nuevas alianzas, responde a los acuerdos económicos con la burguesía intermediaria boliviana, los agroindustriales, los soyeros y las mediaciones de los grandes monopolios de las empresas de transgénicos. La presión sobre la frontera agrícola cocalera y colonizadora se da no solo con la benevolencia del gobierno sino en alianza estratégica con los agroindustriales y soyeros, es decir, la burguesía intermediaria. Todos ellos forman parte de la composición social, económica, subjetiva e imaginaria del proyecto desarrollista-extractivista.
Esta situación es vivida, intuida, comprendida y elucidada por las organizaciones indígenas del CIDOB y CONAMAQ. Se comenta el testimonio de uno de los dirigentes del TIPNIS que estuvo en la VIII marcha indígena:
En una entrevista reciente, el dirigente indígena Adolfo Moye ha señalado que, a raíz de la expansión de los cocaleros hacia las comunidades indígenas del TIPNIS, muchas terminaron rodeadas de colonos “…por ejemplo, la comunidad de Santísima Trinidad donde yo vivo junto a 140 familias indígenas mezcladas con algunos colonos, hemos quedado al centro de la zona colonizada y rodeada por cocaleros. En la comunidad Limo, los hermanos del pueblo moxeño e yuracaré ahora tienen apenas una hectárea y trabajan como empleados de los colonos. Sus hijos han tenido que migrar a las ciudades capitales para buscar empleo queriendo adoptar otra forma de vida; en muchos pueblos solo quedan los viejitos. Algunas comunidades, como Puerto Patiño e Isiborito, se extinguieron y no sabemos a dónde se fueron esos hermanos…”. (Entrevista en el Foro Social de Asunción)[17].
El testimonio de Adolfo Moye es elocuente; lo que describe es una relación de dominación de los cocaleros y de los colonizadores sobre los indígenas del TIPNIS. Los indígenas no solamente son discriminados y explotados, sino vistos como menos. No se los considera iguales, ni se establece con ellos relaciones de igualdad. Esto ocurre de manera dramática en los lugares de intersección entre comunidades indígenas y colonos; si bien no ocurre lo mismo cuando los dirigentes de las organizaciones indígenas y de las organizaciones campesinas entablan relaciones de organización, de discusión, cuando entablan acuerdos y pactan sobre temas de interés común, pues a este nivel se entiende que no considerarse como iguales sería una muestra insostenible de racismo. No ocurre porque a ese nivel se tiene otra concepción de lo que es ser indígena; somos todos indígenas, aymaras, quischwas, urus, chipayas, guaranís, moxeños, chácobos, chimánes, yuracarés. La diferencia está en que unos somos campesinos y otros conservan la propiedad comunitaria, el ayllu; unos estamos organizados en sindicatos y otros en las formas organizativas propias comunitarias. Este discurso se mantuvo durante parte de la vida del Pacto de Unidad, sobre todo durante el proceso constituyente. Ahora parece desmoronarse este discurso ante la evidencia de las grandes diferencias, discrepancias de concepciones, de intereses y de proyectos. Los dirigentes campesinos se acercan rápidamente a los prejuicios que tienen los campesinos y colonos que habitan los lugares limítrofes con territorios indígenas. Sobre todo, ahora, cuando se da el conflicto del TIPNIS, los dirigentes campesinos se apegan más a defender el discurso gubernamental, estridentemente descalificador del movimiento indígena en defensa de sus derechos, consagrados por la Constitución. El “bloque popular” se ha roto.
Esta descripción me recuerda a lo que ocurría años atrás, cuando era vigente, convocativo e irradiante el proletariado minero; a pesar de su consciencia de clase, de su condición de clase compuesta por el desclasamiento de las otras clases, de clase que debería abolir todas las clases, los mineros mantenían relaciones de dominación, subordinando a las comunidades indígenas y campesinas aledañas a los campamentos. ¿Por qué ocurre esto? Se notaba un aire de superioridad; una cosa implica estar ligado al campamento minero, a la explotación de las vetas mineras, a los ingenios, a la organización capitalista del trabajo, y otra cosa significa estar ligado a los ayllus, a las comunidades, donde preponderaban “modos” de “producción pre-capitalistas” y no-capitalistas. La diferencia estaba dada. Los mineros compartían una ilusión desarrollista y un imaginario modernista, en contraposición de los indígenas y campesinos, que expresaban un apego a otros imaginarios, mas bien, animistas. Una de las consecuencias de la modernidad fue esta descalificación de otras formas de vida, de otras formas de cohesión social y de relacionamiento, que no sean las propias de la modernidad.
Las investigaciones y los estudios sociológicos han descrito y han teorizado sobre la transición a la modernidad; el desencanto, la desacralización, la ruptura y quiebre de las comunidades, de las instituciones y estructuras tradicionales, forma parte de las hipótesis iniciales de estos estudios y estos análisis. El paso de la familia extendida y compuesta a la familia nuclear, las migraciones rural-urbanas, la atomización y la individualización, la homogeneización de los comportamientos y las conductas, el disciplinamiento, forman parte de este proceso de modernización, entendido como una dinámica cultural y civilizatoria, que pone en suspenso los valores y las instituciones tradicionales; la modernidad entendida como experiencia de la vertiginosidad, sensibilidad estética que expresa esta experiencia como cuando todo lo sólido se desvanece en el aire, frase de Shakespeare, recogida por Marx[18]. La historia de la representación de la modernidad es toda una arqueología, comienza con los poetas malditos, quienes le atribuyen características estéticas y lúdicas, haciendo hincapié sobre todo en la experiencia de la vertiginosidad y el suspenso. El concepto es retomado por la sociología y la economía, empero, de una manera más instrumental y descriptiva, perdiendo sus ribetes poéticos, empezando a adquirir perfiles organizacionales, estructurales, institucionales y de relaciones de mapas definidos de transvaloración y transición modernizadora. Marx y algunas corrientes marxistas retoman el concepto dándole un carácter dialéctico, retomando algunas ideas iniciales de la experiencia de la transformación desbocada. Ya en la etapa de balance habría que contar con el análisis desplegado por Marshall Berman; estudio que intitula precisamente Todo lo sólido se desvanece en el aire[19]. En las corrientes marxistas teóricas contemporáneas un antecedente de la crítica de la modernidad es el libro de Adorno y Horkheimer titulado Dialéctica del iluminismo[20]. Quizás sea el análisis más penetrante de la modernidad, a la que caracterizan como iluminismo, que también puede ser retomada como crítica; de lo que se trata entonces es de desplegar una crítica de la crítica, un iluminismo del iluminismo. Ponen en cuestión los mitos de la modernidad, como la idea de progreso y el mito de la historia; también ponen en cuestión la pretensión moderna de dominación de la naturaleza. Queda claro en los autores, que hacen la crítica de la racionalidad instrumental, que no basta hacer una crítica de la economía política, sino que es necesaria y urgente hacer una crítica de la modernidad, matriz histórica y cultural, civilizatoria, en la que emerge y se recicla el capitalismo. Después de ellos, todas las escuelas, corrientes teóricas críticas de la modernidad, son deudoras de la apertura iniciada por la Escuela de Frankfurt. A nosotros nos interesa retomar las críticas de la modernidad en los contextos periféricos del sistema-mundo capitalista, pues nos interesa comprender los fenómenos complejos, abigarrados y heterogéneos que desata la modernización en nuestras regiones y países.
Marshall Berman escribe sobre el modernismo del subdesarrollo y toma en cuenta el caso de San Petersburgo, dice que se trata de modernidades impulsadas desde arriba, por el Estado, el poder; quizás también por algunas élites. Son construcciones titánicas que se enfrentan a los pantanos, es la voluntad de la geometría que termina imponiéndose a la adversidad, a pesar de las inundaciones centenarias. Se trata de espacios modernos, pero sin contar con una vida moderna, espacios públicos que no llegan a tener vida pública. ¿Qué es la modernidad en estos lugares insondables? ¿Es una ilusión? ¿Un espejismo? ¿Un fabuloso monumento? Todo lo demás no llega a ser moderno, las instituciones, el manejo de las instituciones, el Estado, la administración del Estado; tampoco las subjetividades. Estamos ante transiciones problemáticas, cuando el pasado no termina de irse, mas bien, se queda persistentemente, combinándose con esas proposiciones iluministas de futuro. Se producen composiciones intrincadas que contienen también subjetividades recargadas, que acompañan a comportamientos que moran mundos que cohabitan. René Zabaleta Mercado habla de formaciones abigarradas y Bolívar Echeverría de modernidades barrocas[21]. ¿Qué es la modernidad en la periferia del sistema-mundo capitalista? Las corrientes hindúes que estudian la subalternidad conciben que, mas bien, hay que comprender modernidades heterogéneas o la modernidad en su condición heterogénea[22].
Ciertamente no se puede hablar del ámbito social del campesinado como si fuera homogéneo; esto desde ya está descartado. Estamos ante un campo complejo y diferencial, cuyos ciclos y articulaciones con el mercado también son variados. En un tiempo se pensó que la campesinización y la re-campesinización formaban parte de procesos de resistencia a la diseminación capitalista. Se mostraban contradicciones de las formaciones campesinas con el mercado, con el capitalismo y con el capital a partir de la tesis de la subsunción formal del trabajo al capital[23]. En Bolivia se realizaron estudios de la cuestión agraria, sobre todo de las economías campesinas, a partir de su irrupción misma, irrupción que se da desde la expansión de las formas de pequeña propiedad agraria, a partir de la reforma agraria de 1953. Se pueden hacer distintas clasificaciones de un abundante material, que llega hasta nuestros días, empero nos interesa, por los límites y las razones implícitas de este ensayo, dibujar grandes campos de análisis. Se puede apreciar que una de las áreas de preocupación, quizás las más economicista, está relacionada con las evaluaciones de la reforma agraria y la búsqueda por reencaminarla; otra área de preocupación es la que tiene que ver con los estudios de caso, con un enfoque sociológico; quizás los más interesantes son los estudios que vienen acompañados de una orientación antropológica, sobre todo por el aporte etnográfico en el análisis de las estructuras y las instituciones involucradas. No podemos dejar de considerar los estudios sobre la estructura agraria y de clases desde una perspectiva marxista, mas bien, análisis macros que estudios locales o regionales. Por último, deberíamos considerar un área de trabajos de investigación antropológicas, sociológicas y económicas, de enfoque, mas bien, integral, que cuestiona las perspectivas anteriores, consideradas estáticas, que no contemplan las dinámicas locales, diferenciales, cíclicas y de estructuras de cambiantes, vinculadas a las estrategias de adaptación a las circunstancias de las formas de organización campesinas. Quizás las más aportadoras a la elucidación y a la inteligibilidad de la problemática campesina sean estos estudios[24]. En relación a toda esta arqueología del saber de la cuestión agraria, debemos apreciar sus mapas conceptuales, para poder atender con una mirada escrutadora a los recientes desplazamientos de las economías campesinas.
Obviamente lo que se requiere para lograr una comprensión adecuada de lo que ocurre son investigaciones a profundidad y en los distintos espacios de desplazamiento de las formas de organización campesina; empero, a falta de estas investigaciones, nos vemos obligados a lanzar algunas hipótesis interpretativas de lo ocurre en la coyuntura crítica del proceso con las economías y formas de organización campesina, sus estrategias y sus circuitos.
Hipótesis
Por más compleja que pueda ser la formación social, económica y cultural campesina, por más diversa y diferencial, por más barroca, combinada, compuesta y entrecruzada en que se encuentre, moviéndose contradictoriamente en transiciones cíclicas, definiendo a veces rutas en espiral y en algunos casos desplazamientos lineales, toda esta complejidad está atravesada por los circuitos del mercado, los circuitos dinerarios, incluso, en menor escala los circuitos financieros, como los relativos al microcrédito; aunque tengamos que aceptar, como lo hicimos en otro tiempo, la presencia alterativa de resistencias, de otras lógicas, otras estrategias y otras racionalidades, el mercado y el desarrollo capitalista juegan un papel gravitante, sobre todo en determinados momentos de alta demanda de monocultivos y de la evidencia de la atracción efectiva de subida de precios. Esta atmósfera de muchos microclimas culturales, imaginarios y de comportamientos, recrea la ilusión de una modernidad barroca, heterogénea, del bienestar, del acceso y del consumo. En momentos de intervención de circuitos de alta rentabilidad y de predisposiciones políticas que los facilitan, los conglomerados sociales campesinos, sus tendencias económicas, tienden a volcarse plenamente a la ilusión del desarrollismo y sobre todo al espejismo de la riqueza fácil. Los núcleos de resistencias, alterativos, alternativos, las racionalidades y estrategias complementarias y cíclicas, tienden a ser inhibidas, ocultadas, desarticuladas, en beneficio de las opciones más comerciales, incluso más perversas de los circuitos dinerarios[25].
Boceto de interpretación de algunas dinámicas moleculares
En el caso de las comunidades indígenas de la Amazonia, particularmente en el caso del TIPNIS, lo que llamamos vida cotidiana, para definir uno de los ámbitos recurrentes de las dinámicas moleculares sociales, adquiere las tonalidades de vida en la territorialidad acuática y la territorialidad boscosa de la Amazonía; entonces la vida social y comunal más se acerca a las formas de los ciclos vitales, dados en esas territorialidades. Entre las actividades de la reproducción social comunitaria se encuentran la pesca, la caza y la recolección; también cierta agricultura, como el cacao, así como cría de animales, no solo domésticos, sino incluso lagartos. El cacao y los lagartos están vinculados a mercados especializados, por ejemplo, como la de la industria de chocolate, así como la relacionada con el uso de cueros de saurios.
La comunicación fluvial es la que conecta, desde tiempos antiguos a las comunidades indígenas amazónicas; es la red comunicacional, como dicen sus dirigentes, son sus “caminos” o “carreteras”. El TIPNIS está dividido administrativamente en tres zonas, la del núcleo boscoso del territorio, que es considerado como “intangible”; la del “desarrollo comunitario” y la del “desarrollo sostenible”. Estos dos últimos tienen vinculaciones con el mercado, además de encontrarse bañados, por así decirlo, por los ríos Isiboro, Sécure e Ichoa y sus afluentes. La cuarta zona, por así decirlo, siguiendo con esta clasificación administrativa, sería la zona de avasallamiento de los colonizadores, que corresponde a lo que se ha venido en llamar el “Bloque Siete”. En consecuencia, tendríamos que añadir, descriptivamente, otras actividades de los ámbitos de la vida social comunitaria; esta vez más cerca de la vida cotidiana que a los ciclos vitales ecológicos. Hemos mencionados las actividades agrícolas, la de la cosecha del cacao, la de la cría de saurios, además de otras actividades de combinación de subsistencia y de mercadeo, fuera de la venta de fuerza de trabajo asalariada, de manera esporádica. Tendríamos que mencionar, en referencia al “Bloque Siete”, la del cultivo de la hoja de coca excedentaria.
Con esta descripción sucinta tenemos ya un panorama de aproximación a los ámbitos de las dinámicas moleculares sociales. Sin embargo, no se termina de abarcar los ámbitos de las dinámicas moleculares sociales si no se mencionan los ámbitos relativos a la organización comunal, social y sindical. La Subcentral del TIPNIS forma parte del CIDOB, la organización indígena de tierras bajas; los sindicatos cocaleros del “Bloque Siete” forman parte de la Federación Campesina del Trópico de Cochabamba. Aunque hay que hablar también del CONISUR, que es un montaje gubernamental en el “Bloque Siete” para simular la representación de “comunidades indígenas”.
Como hicimos notar más arriba las dinámicas moleculares no solo se circunscriben a la vida comunitaria, más cercana a los ciclos vitales ecológicos, tampoco solo a la vida social comunitaria de la denominada vida cotidiana, sino que hay otros ámbitos que hemos llamado de las dinámicas moleculares sociales de transgresión o, si se quiere, de transversalidad de la vida comunitaria y de la vida cotidiana. Hablamos de las asociaciones vinculadas a los agenciamientos de la movilización indígena. En otros textos dijimos que en estos entrelazamientos de otros agenciamientos comunitarios las mujeres hacen de tejedoras de los tejidos comunitarios, al expresar, encarnar y simbolizar los entramados comunitarios.
De la misma manera que en lo que respecta a Achacachi, en el TIPNIS podemos mencionar, a modo de comparación, un eje político-comunitario-cultural de los tejidos sociales comunitarios, que tienen que ver con las dinámicas moleculares comunitarias sociales transgresoras.
Eje político-comunitario-cultural
Los espesores territoriales, comunitarios y culturales amazónicos, en este caso del TIPNIS, moxeños trinitarios, chimanes e yuracares, son los substratos eco-sociales de lo que las dos organizaciones indígenas, de tierras bajas y de tierras altas, el CIDOB y el CONAMAQ, denominan proyectos civilizatorios alternativos de las naciones y pueblos indígenas originarios.
En los espesores de la coyuntura los substratos ecológicos y comunitarios se hacen presentes como resistencia indígena en el conflicto con el “gobierno progresista”.
Las dinámicas moleculares comunitarias y sociales, en su multiplicidad bullente, tienen efectos de masa, como conformaciones molares sociales. Entre las formas molares comunitarias y sociales, fuera de las organizaciones indígenas mencionadas, se encuentran las formas políticas del conflicto. La expresión conocida que denomina al conflicto del TIPNIS, dicho desde la interpelación indígena, es la defensa del TIPNIS y de la vida.
Ciertamente la forma molar territorial, reconocida administrativamente, es el mismo Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure. Por lo tanto, también la zona denominada “Bloque Siete”, que es reconocida en términos administrativos gubernamentales.
Pero, sobre todo, interesa mencionar a las formas de avasallamiento de los territorios indígenas amazónicos. Hablamos del avance de la frontera agrícola, así como de otras fronteras de la extensión de la economía capitalista y de la vorágine del mercado; por ejemplo, la frontera maderera, responsable de la tala de árboles y de la destrucción de bosques. En el caso del avance de la frontera agrícola, se trata de la expansión depredadora de la frontera del cultivo de la hoja de coca excedentaria, acompañada por la expansión disociadora y diseminadora de la economía política de la cocaína. En lo que respecta al conflicto del TIPNIS, no se puede obviar la expansión de la frontera caminera y de carreteras, que forman parte de la infraestructura comunicacional física del espaciamiento del capitalismo extractivista colonial y dependiente. Así también, de la expansión de la frontera hidrocarburífera y quizás también minera.
Las dinámicas moleculares comunitarias transgresoras de la vida cotidiana, que forman parte, en este caso, no solo de la sociedad alterativa, sino de las comunidades indígenas alterativas, corresponden a los agenciamientos comunitarios y sociales alterativos que sostienen no solo las movilizaciones indígenas, sino también las resistencias, todavía diseminadas, del pueblo boliviano, al proyecto colonial extractivista del “gobierno progresista”.
Siguiendo con la comparación respecto del conflicto de Achacachi, diremos que entre las dinámicas moleculares comunitarias y sociales se destacan los flujos de emotividad social, en lo que respecta a la defensa ambiental y ecológica, así como de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados en la Constitución. Estos flujos emotivos colectivos, comunitarios y sociales son compartidos por colectivos activistas, también, en menor intensidad, por parte de la opinión pública y el pueblo boliviano; además de ser compartidos por colectivos continentales y mundiales, vinculados a la defensa de la vida, de los derechos indígenas y de proyecciones de alternativas.
El conflicto del TIPNIS, que es ya una convocatoria nacional, continental y mundial, ha adquirido las características y el alcance de una respuesta social nacional durante la VIII marcha indígena. No ocurrió lo mismo, como dijimos, con la IX marcha indígena, y en la actualidad del conflicto renovado; tampoco está adquiriendo, todavía, la conformación de una respuesta movilizada nacional, a pesar de la Declaración TIPNIS-Achacachi en defensa de la democracia y de la vida, a la que se van sumando otras organizaciones representativas sociales, como la misma COB y las organizaciones campesinas y cocaleras de los Yungas, de las zonas del cultivo de la hoja de coca tradicionales.
[1] Ver Imaginación e imaginario radicales. También Intuición subversiva. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/imaginaci__n_e_imaginario_radicales.
https://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/intuicion-subversiva/.
[2] Leer Tras 14 años, El Mallku retoma el liderazgo de los bloqueos. ERBOL; Martes, 22 Agosto, 2017. http://www.erbol.com.bo/noticia/politica/22082017/tras_14_anos_el_mallku_retoma_el_liderazgo_de_los_bloqueos.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ver Raúl Prada Alcoreza Largo Octubre. Editorial Plural; La Paz. 2005.
[6] Ver Potencia constituyente; en el poemario Alboradas crepusculares. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/alboradas_crepusculares_dae690bccd381b.
[7] Ver Retorno y porvenir de la rebelión. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/retorno_y_porvenir_de_la_rebeli__n.
[8] Unidad de investigación sobre biodiversidad de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
[9] Ver La guerra de la Madre Tierra I. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/la_guerra_de_la_madre_tierra_i.
[10] Los reales regantes, desplazados por la maniobra montada del MAS cuando se eligió a sus supuestos nuevos representantes, que no son otra cosa que loteadores. Esta suplantación aviesa fue avalada por el Vicepresidente. Los verdaderos regantes, los históricos regantes ligados a la Guerra del Agua, quedaron marginados. Hablamos entonces delos históricos regantes, los luchadores y defensores de las formas comunitarias de administración y gestión del agua.
[11] Bolpress; 3 de septiembre 2011.
[12] Bolpress.
[13] Mayari Castillo y Anahí Durand: Movimiento cocalero, política y representación: los casos boliviano y peruano. Edición de Fernando García, FLACSO 2008, Quito.
[14] Revisar el libro de Alison Spedding Kawsachun Coca. Economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare. PIEB 204. La Paz.
[15] Bolpress.
[16] Bolpress.
[17] Bolpress.
[18] La frase aparece en la obra de Shakespeare La Tempestad, Marx, la retoma para caracterizar metafóricamente a la modernidad.
[19] Marshall Berman: Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI 1994; México.
[20] Adorno y Horkheimer: Dialéctica del iluminismo; Trota, Madrid.
[21] Ver de Zavaleta Mercado Lo nacional-popular en Bolivia; Amigos del Libro; La Paz. También de Bolívar Echeverría Crítica de la modernidad capitalista; Vicepresidencia del Estado Plurinacional 2011; La Paz.
[22] Revisar de Partha Chatterjee La nación entiempo heterogéneo. Siglo XXI-CLACSO 2008; Buenos Aires.
[23] Roger Bartra ha realizado estudios antropológicos sobre la identidad mexicana; en tanto que Armando Bartra ha realizado estudios sobre las problemáticas que envuelven al mundo campesino e indígena, en parte rescatando sus luchas por la reforma agraria, en parte recuperando la condición de comunidad, pero también mostrando las formas de subsunción formal del trabajo al capital en la que están involucrados sus circuitos.
[24] Revisar de Alison Spedding Kawsachun coca. Economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare. PIEB 2004; La paz.
[25] Ibídem.